domingo, 27 de abril de 2025

Punzando el absceso financiero de Estados Unidos

 


por Dmitry Orlov. En Club Orlov. Publicado originalmente el 18 de abril de 2025. Traducción de Comunidad Saker Latinoamérica

La gente que no sabe nada de la vida real suele hablar de una burbuja financiera que está en peligro de estallar, o que está a punto de estallar, o (para los comentaristas financieros con mentalidad apocalíptica) que ya ha estallado, así que coge tu bolsa de lona llena de jamón enlatado y cartuchos de escopeta y corre a las montañas. Pero, ¿es o no es solo una adorable pompa de jabón, llena de aire cálido y húmedo y arcoíris, que se elajaba suavemente del baño de burbujas de una niña risueña?

Por supuesto, es una burbuja financiera, no una pompa de jabón, y eso la hace seria: podría convertir a los hípermultimillonarios en simples multimillonarios, y a los multimillonarios en simples millonarios, y así sucesivamente. Esto podría obligarlos a recortar las generosas asignaciones de sus diversas esposas, amantes y concubinas, quienes entonces harían pucheros, se enfurruñarían y tal vez incluso les negarían algunos favores de dormitorio con correas, látigos y demás. Y todos sabemos lo incómodo que sería para alguien que se ha portado mal y necesita ser castigado.

Quizás no se trate de una burbuja, sino de un absceso supurante y desagradable que se ha estado filtrando al torrente sanguíneo, causando sepsis. A medida que la sepsis se instala, la sangre comienza a coagularse, interrumpiendo el flujo de oxígeno a las manos, brazos, dedos de los pies, pies y piernas, provocando la necrosis de diversos tejidos y la gangrena. Se necesitan entonces medidas para salvar la vida, como antibióticos y la amputación de las extremidades gangrenadas. La exsecretaria del Tesoro, Janet Yellen, parece preferir esta segunda analogía; comparó los efectos de los aranceles a las importaciones introducidos recientemente por Trump con “la peor herida autoinfligida”. De hecho, las amputaciones debidas a la gangrena relacionada con la sepsis dejan heridas quirúrgicas que podrían describirse como desagradables si el cirujano es un cirujano incompetente.
¿Es Trump un cirujano incompetente? Nunca lo sabremos, porque la Constitución de Estados Unidos no le otorga a un presidente un bisturí. Por lo tanto, en lugar de abrir el absceso, también conocido como “burbuja”, se vio obligado a colocar un torniquete arancelario alrededor del cuello del paciente. Era un recurso obvio: en Estados Unidos, a falta de una mayoría a prueba de veto en el Congreso, el presidente puede fijar y modificar los aranceles a su antojo. Entonces se vio obligado a aflojar un poco el torniquete cuando varios parpadeos y pitidos llenaron la sala de urgencias, haciendo evidente que el paciente ya no respiraba.

La lógica lineal de primer orden establece que los aranceles encarecen los bienes importados, lo que favorece a los productores nacionales y reduce el déficit comercial y, a su vez, la deuda nacional. Por lo tanto, en lo que a primera vista parece un enfoque impecablemente lógico, cada nación recibió un arancel proporcional al déficit comercial de Estados Unidos con esa nación. La lógica multidimensional no lineal de orden n que rige el funcionamiento real de la economía global establece que los aranceles:

  • paralizarán gran parte de la producción restante en EE.UU. debido a materiales y componentes muy caros o totalmente inexistentes;
  • desplomarán tanto el mercado bursátil como el de bonos, a medida que los inversores extranjeros se deshagan de los activos denominados en dólares;
  • desencadenarán una ola de quiebras minoristas, ya que estos no podrán abastecer más el mercado a precios asequibles para los consumidores;
  • provocarán una inflación descontrolada a medida que los aranceles impulsen el aumento de los precios al consumidor;
  • exigirán una oleada de impresión de dinero, que ya no se esterilizará mediante déficits comerciales canalizados de vuelta a las acciones, bonos y bienes raíces estadounidenses como inversión extranjera;
  • y forzarán a EE.UU., junto con algunos (aunque no todos) de sus principales socios comerciales, a una depresión inflacionaria.

El único beneficio de todo esto para EE.UU. es que la deuda federal estadounidense se volverá prácticamente irrelevante, ya que se revalorizará en lo que bien podrían ser monedas de madera que, de todos modos, nadie querría. Pero antes de que eso ocurra, los costos de los préstamos, junto con los pagos de intereses, se dispararán, y los pagos de intereses, que ya ocupan el segundo lugar después de los pagos de la Seguridad Social, devorarán lo que quede del presupuesto federal.

Un beneficio importante para la mayor parte del resto del mundo será que el derrochador sistema de moneda de reserva, el dólar, desaparecerá, y el comercio se realizará en monedas locales, ahora digitales y canalizadas sin fricciones a través de los bancos centrales, basándose en relaciones comerciales bilaterales. Si bien se ha perdido mucho tiempo discutiendo el tema de las monedas de reserva alternativas, lo importante es que las monedas de reserva (es decir, el capital mantenido en reserva en lugar de utilizado productivamente) son un concepto obsoleto. Por un lado, la tecnología de la información moderna hace que el comercio internacional mediante monedas digitales gestionadas por los bancos centrales sea práctico y relativamente gratuito; por otro, Estados Unidos ya no tiene la superioridad industrial, ni de recursos ni militar para presionar al mundo a honrar su dólar.
Pero ¿cuál es la naturaleza de esta burbuja financiera o absceso que está estallando o siendo atacado? Comenzó con Estados Unidos viviendo por encima de sus posibilidades, algo que ha venido haciendo desde la década de 1970. Estados Unidos ha estado incurriendo sistemáticamente en un déficit presupuestario, financiándolo con préstamos federales y acumulando una deuda que actualmente asciende a 29 billones de dólares. El dinero extra permitió a Estados Unidos importar más de lo que exportaba, lo que generó un déficit comercial. Los países exportadores tuvieron que encontrar algo útil que hacer con el exceso de dólares que acumulaban. Los invirtieron en bonos del Tesoro estadounidense, cerrando así el círculo y permitiendo a Estados Unidos seguir endeudándose.
Así, en efecto, Estados Unidos ha estado pidiendo dinero prestado a países extranjeros, con lo que no impulsó la inversión productiva (lo cual habría sido razonable), sino el consumo, dejando solo una montaña de deuda sin garantías productivas que la respaldaran. El dinero del déficit comercial también se vertió en las acciones estadounidenses, inflando los precios de las acciones hasta el punto de que se volvieron puramente especulativas y no estaban respaldadas por dividendos, así como en el sector inmobiliario, lo que hizo que la vivienda fuera inasequible para millones de personas.

A lo largo del camino, el acceso generalizado al dinero prestado del extranjero permitió importar productos en lugar de fabricarlos localmente, y se produjo una gigantesca ola de deslocalización, hasta el punto de que ahora la economía estadounidense se compone en un 80% de servicios y un 20% de todo lo demás. Como resultado, la base industrial estadounidense, incluyendo plantas, equipos y el resto de la infraestructura industrial, está decrépita, obsoleta o ha sido desmantelada. La mano de obra industrial calificada, las instituciones para su formación, las comunidades de expertos y la gestión industrial calificada se han evaporado: la mayoría de los estadounidenses que sabían fabricar productos han fallecido o están jubilados.

La actividad industrial restante, incluyendo la construcción y el mantenimiento, depende desesperadamente de componentes importados, muchos de ellos procedentes de China. El resto de la actividad comercial también depende de las importaciones: cadenas minoristas enteras como Walmart simplemente dejarían de funcionar si los buques portacontenedores procedentes de China dejaran de llegar a los puertos estadounidenses. La sustitución de importaciones es posible (como ha demostrado Rusia desde 2022), pero es un proceso arduo de establecer líneas de producción y reajustar las cadenas de suministro que requiere tiempo y capital, y Estados Unidos no dispone de ninguno de estos recursos

Un cliché frecuente es que los altos aranceles de importación causarán graves daños a la economía china y harán que los chinos se rindan y, de repente, se vuelvan muy dispuestos a exportar a Estados Unidos fábricas enteras (¿junto con sus trabajadores?) en lugar de solo los productos que se fabrican en ellas. Este es un punto de vista, cuanto menos, extraño. Si el comercio entre Estados Unidos y China se redujera a cero, Estados Unidos perdería el 13 % de sus importaciones y el 6 % de sus exportaciones, mientras que China perdería el 15 % de sus exportaciones y el 5 % de sus importaciones.

Estas cifras no son pequeñas, pero el comercio entre Estados Unidos y China representa tan solo el 2,7% del PIB chino, mientras que las estimaciones de crecimiento del PIB chino para este año se sitúan entre el 4,1% (FMI) y el 5% (objetivo del gobierno chino). Sin embargo, China no perdería el 2,7% de su PIB, ya que mantiene conversaciones activas con otros países para redirigir hacia ellos, quizás con descuento, pero aún de forma rentable, sus exportaciones que iban a EE.UU. Incluso si este esfuerzo fracasa, lo único que ocurrirá es que el crecimiento del PIB chino se reducirá temporalmente. Mientras tanto, esto significa para Estados Unidos estantes vacíos en Walmart y otras cadenas minoristas y líneas de montaje detenidas en la mayoría de las fábricas, incluidas las de contratistas militares, debido a la falta de componentes de origen chino.

Otro cliché frecuente es que los altos aranceles de importación restaurarán mágicamente la industria estadounidense a su antigua gloria, produciendo un efecto similar al logrado por el proteccionista William McKinley, el vigésimo quinto presidente de Estados Unidos, a finales del siglo XIX, cuando la producción industrial estadounidense creció a pasos agigantados. Se espera que los altos aranceles de importación no produzcan un efecto similar al de la Ley Arancelaria Smoot-Hawley de 1930, que desencadenó la Gran Depresión. Pero ninguna de estas situaciones se asemejaba a la que enfrenta Estados Unidos en la actualidad, que consiste en una combinación de impotencia militar, decadencia industrial y ruina financiera. Si a esta ya poderosa combinación se suma el agotamiento de los recursos naturales, el resultado es una receta no para una quimera del MAGA (Make America Great Again. Nota del traductor), sino para el colapso.

El agotamiento de los recursos naturales se ha debatido sin cesar desde aproximadamente 1970, cuando Estados Unidos alcanzó su pico de producción de petróleo convencional, se vio obligado a empezar a importar petróleo y, por cierto, también a cortar la conexión entre el dólar estadounidense y el oro (no fue casualidad). Este tema se debatió activamente durante décadas e incluso existió, durante un tiempo, un movimiento del Pico del Petróleo que estudió el agotamiento energético e incluso realizó algunas predicciones acertadas. La producción mundial de petróleo convencional alcanzó su máximo en 2005-6, justo a tiempo. El precio del petróleo se disparó hasta cerca de los 150 dólares por barril y, un par de años después, llegó la crisis financiera mundial de 2008 (lo cual tampoco fue casualidad).

Pero justo en ese momento, el petróleo de esquisto en EE.UU. entró en producción y lo convirtió de nuevo en el mayor productor mundial de petróleo, por un breve periodo. Ese tiempo está llegando a su fin: la producción de petróleo de esquisto prácticamente ha dejado de crecer y se prevé que comience a disminuir alrededor de 2027. A diferencia del petróleo convencional, el petróleo de esquisto procedente de pozos de fracturación hidráulica tiende a declinar vertiginosamente y dejará de producirse con la misma rapidez con la que empezó a producirse, en aproximadamente una década. EE.UU. se verá obligado a volver a importar petróleo, pero esta vez, en lugar de simplemente imprimir dólares, se verá obligado a obtener divisas para pagarlo, y la pregunta es: “¿Cómo?”. Dado que no hay una respuesta definitiva a esta pregunta, es razonable suponer que EE.UU. se convertirá, en general, en una muy mala inversión.

Esta pequeña perspectiva debería explicar en gran medida lo que ha estado sucediendo en la política estadounidense. Con el colapso en el horizonte, los amigos multimillonarios se apiñaron alrededor de Donald Trump e intentaron idear un plan para salvar sus fortunas. Conspiraron para derrocar al zombie con bolígrafo automático y a su alegre banda de ladrones y convertir a Trump en presidente, y lo lograron. ¿Y ahora qué? El barco del Estado estadounidense navega a toda máquina hacia una gran roca llamada “colapso”, mientras la mitad de la tripulación se amotina y exige que el capitán no toque el timón: “¡Fuera las manos!”, gritan. No hay tiempo ni recursos para idear un nuevo plan y aprobarlo rápidamente en el Congreso. ¿Qué hará Trump?

El primer paso obvio es apagar los motores. Para ello, Trump está haciendo todo lo posible por cerrar o desmantelar la mayor parte posible de la burocracia federal lo antes posible. USAID ha desaparecido; el Departamento de Estado de EE.UU. se ha reducido a la mitad; la “bureaucrazy” del IRS (Internal Revenue Service. Servicio de Impuestos Internos. Nota del traductor) está optando por los retiros voluntarios. El barco del Estado estadounidense sigue navegando hacia una gran roca, aún no es gobernable pero podría estar perdiendo velocidad.

El segundo paso obvio (cambiando brevemente de la metáfora del barco a la metáfora de la pústula supurante) es amputar las extremidades gangrenosas. La UE y la OTAN se idearon inicialmente para facilitar a Estados Unidos el control de Europa. Pero ahora ambas entidades son completamente inútiles desde el punto de vista de Estados Unidos y deben ser eliminadas. El espectáculo de ellos intentando organizar una especie de extraño culto del cargamento en torno al cadáver putrefacto de Ucrania ahora que el dinero estadounidense se ha agotado es suficiente para convencer a cualquiera de que a estos títeres entrenados por George Soros hay que cortarles la paga y mandarlos a sus habitaciones sin cenar.

Los europeos planean que Rusia los invada (mientras que Rusia no planea tal cosa, tiene muchos compromisos mucho más interesantes y lucrativos) y esto solo puede significar una cosa: los europeos están listos para volver a luchar entre sí. Después de todo, 80 años son demasiados para que los europeos se abstengan de masacrarse sin sentido. Recordemos que solo Inglaterra y Francia estuvieron en guerra durante casi 200 años. Alemania ya ha ocupado Estonia, Letonia y Lituania, mientras que Francia ha ocupado Rumanía. Turquía (que no pertenece a la UE, pero sí a la OTAN) acaba de arrancar un buen trozo de Siria, pero parece que se está ahogando. Gran Bretaña, siempre ansiosa por abalanzarse sobre un poco de carroña fresca, está dando vueltas sobre los restos podridos de la antigua Ucrania. ¿Acaso Estados Unidos quiere algo de eso? ¿Cabe alguna duda de que no? No, Estados Unidos quiere Groenlandia, Canadá y el Canal de Panamá. La expresión “cerrar filas” me viene a la mente.

Lo mismo ocurre con la ONU. Es una burocracia hipertrofiada que se traga el dinero estadounidense recién impreso. Por lo tanto, la financiación estadounidense a la ONU se ha recortado sin piedad. La nueva lógica en las relaciones internacionales es: “Solo se come lo que se mata”. Incluso a los israelíes finalmente se les está mostrando su lugar, y se plantea la pregunta: “¿Quién gobierna a quién?”. Después de todo, sería mucho más rentable para Estados Unidos simplemente enviar a todos esos judíos de vuelta a Rusia. ¡La Región Autónoma Judía está lista y esperándolos! ¿Y qué hay de la antigua Ucrania? Aquí, podría citar a Marco Rubio, o quizás a Steve Witkoff, o quizás a JD Vance: “¡Cállate ya!”. (Verán, esa triste ex República Socialista Soviética es escenario del último y más vergonzoso fiasco militar estadounidense, y por eso es impertinente seguir sacándolo a relucir).

El tercer paso obvio es agitar las aguas provocando el pánico entre la tripulación y una estampida de un lado a otro de la cubierta y de vuelta repetidamente. Un día hay aranceles, al siguiente se posponen 90 días. Un día los iPhones están sujetos a aranceles, al siguiente no, pero quizás aún los tengan. Sembrar miedo e incertidumbre desde el Despacho Oval es una buena manera de que los mercados financieros fluctúen de forma descontrolada, dando a quienes saben la oportunidad de comprar barato y vender caro una y otra vez. Algún nulo en el Senado estadounidense incluso amenazó con iniciar una investigación por tráfico de información privilegiada, pero luego se dio cuenta de que también acabaría investigando su propio tráfico de información privilegiada.

A este ritmo, antes de que todo se derrumbe, la alegre pandilla de multimillonarios de Trump podría acabar siendo billonaria. Será todo un reto hacer algo con estos billones de riqueza en papel antes de que se conviertan en meros trozos de papel, pero ya lo están pensando. Están ocupados hablando con los rusos, fingiendo que se trata de la paz en la antigua Ucrania, pero en realidad intentan sumarse al tándem Rusia-China, que promete ser el próximo gran éxito en la historia del planeta. Con Rusia en posesión de tecnologías clave y con recursos naturales de sobra, y China ahora como el centro manufacturero mundial, es una pareja ideal. El rublo ruso es ahora la moneda más fuerte del mundo, seguido a una distancia considerable por el oro. ¿El dólar estadounidense? ¡Olvídense!

Em
SAKERLATAM
26/4/2025

Guerra comercial: Os dez erros de Donald Trump

 


Bruno Guigue [*]

Cartoon dragão, autor desconhecido.

A política de Trump representa uma tentativa desesperada de eliminar a montanha de dívidas sobre a qual se baseia a relativa prosperidade dos Estados Unidos. Mas o método escolhido parece acentuar as contradições em vez de contribuir para resolvê-las.

Donald Trump quer reduzir os défices americanos e restaurar a grandeza dos Estados Unidos através da reindustrialização do país. MAGA!

É compreensível:   em 2024 o défice comercial americano ascende a 920 mil milhões, ou seja, 17% mais do que em 2023!

Ao aumentar os impostos sobre as importações, Trump procura atingir três objetivos simultâneos:   reduzir o défice comercial, claro, mas também favorecer o regresso das indústrias ao solo americano e aumentar os recursos do Estado federal para diminuir os impostos.

No papel, esta abordagem não é ilógica. O principal problema é que é irrealista.

A política de Trump representa uma tentativa desesperada de eliminar a montanha de dívidas sobre a qual se baseia a relativa prosperidade dos Estados Unidos. Mas o método escolhido parece acentuar as contradições em vez de contribuir para resolvê-las.

Isto porque se baseia em vários erros de análise, apontados por inúmeros comentadores, nos quais me inspirei para escrever esta pequena síntese.

1. Erro de análise sobre a própria natureza da guerra comercial.

Trump esqueceu que a guerra comercial não é uma guerra de curto prazo, mas uma guerra de desgaste, e que o vencedor é aquele que tem as melhores cartas na mão a longo prazo.

Os Estados Unidos são um país de rendimento elevado que depende principalmente das indústrias de alta tecnologia.

Uma das características destas indústrias é que a liderança tecnológica requer investimentos substanciais em I&D.

Ora, os lucros gerados pela I&D são determinados pela dimensão do mercado: quanto maior for o mercado, maior será o volume de negócios das empresas que investiram em Investigação e Demonstração.

Dos dois países, China e Estados Unidos, qual tem o mercado mais importante?

Atualmente, é a China. Tem quatro vezes mais habitantes do que os Estados Unidos e a sua população enriquece mais a cada ano. Para dar apenas um exemplo, de 2010 a 2023, o salário médio urbano na China passou de 36 539 Y para 120 698 Y.

A taxa de crescimento chinesa é duas a três vezes superior à dos Estados Unidos, e o seu PIB industrial representará em breve quatro vezes o PIB industrial americano.

Se é a dimensão do mercado que determina a capacidade de realizar os investimentos em I&D indispensáveis para a liderança tecnológica, então é claro que a China sairá vencedora.

2. Erro de análise sobre as causas do declínio industrial americano.

Segundo a administração Trump, a concorrência chinesa é a causa de todos os males. Com o livre comércio, ela teria «roubado empregos industriais bem remunerados» dos Estados Unidos e precipitado o seu declínio industrial.

Só que foram os próprios Estados Unidos que criaram a globalização liberal e incentivaram a China a participar nela, o que esta fez ao aderir à OMC em 2001.

Mas a adesão da China à OMC não teve grande influência no declínio do emprego industrial nos Estados Unidos:   este simplesmente continuou a tendência de queda iniciada na década de 1950.

Como salienta o analista Arnaud Bertrand, se o declínio industrial não tem nada a ver com o comércio, pretender resolvê-lo através de políticas comerciais não faz realmente qualquer sentido.

3. Erro de análise sobre a dependência chinesa das exportações.

Trump acreditou que iria colocar a China de joelhos impondo-lhe barreiras tarifárias, porque está convencido de que a economia chinesa é dependente das exportações.

É verdade que a China exporta muito em termos absolutos, mas em percentagem do seu PIB, depende cada vez menos das exportações.

As suas exportações representam 19,74% do PIB, contra 29,27% da média mundial, 47,14% da Alemanha e 44% da Coreia do Sul.

A China já não é uma economia exportadora:   a contribuição do excedente comercial para o PIB passou de 9,9% em 2007 para 2,2% em 2024.

A ideia de que os direitos aduaneiros aplicados à escala mundial seriam particularmente negativos para a China é, portanto, totalmente falsa.

O seu desenvolvimento assenta essencialmente na consolidação do seu mercado interno, ou seja, na melhoria constante do nível de vida dos chineses.

4. Erro de análise sobre a quota-parte dos Estados Unidos no comércio chinês.

Trump imaginava que as barreiras tarifárias iriam provocar o «pânico» entre os chineses. Porquê? Porque acreditava que o mercado americano era essencial para a economia chinesa.

Mas isso é falso.

Como explicou um artigo do Quotidien du Peuple, a China esperava esta ofensiva alfandegária e preparou a sua resposta há muito tempo.

  • A China conseguiu reduzir a sua dependência do mercado americano:   as suas exportações para os Estados Unidos passaram de 19,2% em 2018 para 14,7% em 2024, contra 16,4% para os países da ASEAN e 47,8% para os países da «Belt and Road Initiative».
  • 85% das empresas exportadoras chinesas também realizam vendas no mercado interno, que representa 75% do seu volume de negócios. O aumento das tarifas aduaneiras constitui, portanto, uma motivação adicional para apostar no crescimento da procura interna.
  • Este aumento representa também uma oportunidade estratégica para a China:   justifica o seu novo modelo de desenvolvimento baseado na autonomia tecnológica, como comprovam os sucessos já alcançados na IA ou nos robôs humanóides.
  • Por último, faz da China uma grande potência responsável, em oposição aos Estados Unidos, cuja política caótica perturba a economia mundial.

No total, a parte das exportações chinesas para o mercado americano representa apenas uma parcela muito pequena do PIB da China.

As exportações chinesas representam 20% do PIB e 65% desse montante é produzido por empresas nacionais. Desse total, 20% são destinados ao mercado americano.

As exportações das empresas chinesas para os EUA representam, portanto, 0,2 x 0,2 x 0,65 = 2,5% do PIB chinês.

A China resistirá tanto melhor à guerra comercial quanto mais exportar para os países emergentes: eles representam o futuro e não o passado.

Acrescentemos que a estrutura do comércio bilateral China/EUA é favorável à China em caso de suspensão das trocas comerciais.

A China, para as suas exportações, tem uma posição inigualável em minerais críticos e produtos tecnológicos dos quais o mercado americano dificilmente pode prescindir.

Por outro lado, a China pode muito bem substituir as importações de baixo valor acrescentado provenientes dos Estados Unidos, pois são principalmente produtos agrícolas.

5. Erro de análise sobre os efeitos inflacionários da guerra comercial.

Quando são demasiado elevados, os direitos aduaneiros reduzem automaticamente o rendimento disponível, pois constituem um imposto sobre os consumidores e as empresas.

Implicam não só um aumento dos preços de venda às famílias, mas também um aumento do custo dos fatores de produção para as empresas.

Tomemos o exemplo de uma empresa como a Apple, que investiu dezenas de milhares de milhões no desenvolvimento de redes de fornecedores que abrangem dezenas de países.

Se tivesse de reproduzir essas redes a nível nacional, esse programa levaria, no mínimo, 5 a 10 anos e geraria custos astronómicos.

Face ao aumento das tarifas aduaneiras, a Apple tem apenas duas opções: ou a empresa absorve o custo adicional dos direitos aduaneiros, o que afeta gravemente a sua rentabilidade, ou o repercute nos consumidores através de um aumento dos preços, tornando assim os seus produtos menos competitivos.

Em ambos os casos, o aumento das tarifas alfandegárias pode gerar tensões inflacionárias e prejudicar a economia americana.

6. Erro de análise sobre as cadeias de abastecimento da economia americana.

A Goldman Sachs estimou que os novos direitos aduaneiros, se mantidos, custariam à China 0,5% do seu crescimento do PIB em 2025, com uma economia ainda em crescimento de 4%.

Entretanto, a Goldman Sachs estima em 45% a probabilidade de uma recessão nos Estados Unidos na sequência dos direitos aduaneiros, com uma previsão de crescimento do PIB de 0,5% para o ano.

Antes da guerra tarifária, a GS previa «mais um ano sólido» de crescimento económico para os Estados Unidos, com um crescimento do PIB de 2,5%.

Em outras palavras, a Goldman Sachs estima que os direitos aduaneiros custarão à China 0,5% do seu PIB e aos Estados Unidos 2% do seu PIB.

Na verdade, essa redução do PIB americano seria causada por uma ruptura no abastecimento.

Trump afirma que o declínio americano se deve às importações e que os Estados Unidos devem fabricar tudo em casa.

Muito bem.

Mas 56% dos bens importados pelos Estados Unidos são, na verdade, insumos industriais, grande parte dos quais provenientes da China.

Se a guerra comercial suspendesse o abastecimento da indústria americana, restariam apenas migalhas.

7. Erro de análise sobre a concorrência tecnológica entre a China e os EUA.

Donald Trump oficializou a proibição da exportação para a China dos chips de inteligência artificial mais avançados, nomeadamente os H20 da Nvidia e os MI308 da AMD.

Apresentada como uma medida de segurança nacional, esta decisão insere-se na continuidade da estratégia iniciada em 2019 com a inclusão da Huawei na «lista negra». Objetivo: travar a ascensão tecnológica chinesa.

Mas estas restrições tiveram o efeito contrário.

Acelerar a emancipação tecnológica da China: em seis anos, o país construiu um ecossistema soberano, desde chips a software e de dados a modelos.

A Huawei agora projeta seus próprios GPUs, a SMIC produz o Ascend 910B em grande escala, a ByteDance implanta sua IA e os modelos da DeepSeek rivalizam com os gigantes americanos.

Os dois rivais têm estratégias antagónicas: os Estados Unidos defendem um modelo proprietário, baseado na renda, na licença e na raridade; a China, por sua vez, opta pelo código aberto, pela mutualização e pela massificação.

Enquanto Washington restringe, Pequim difunde. Um bloqueia, o outro industrializa. Resultado: a inovação chinesa não abranda, adapta-se e acumula sucessos.

8. Erro de análise sobre a fragilidade do sistema financeiro americano.

O mercado mais vasto e sofisticado da dívida pública é o mercado de obrigações americanas. Esses títulos do Tesouro são ativos seguros, privilegiados pelos investidores num mundo onde as transações são em grande parte faturadas em dólares.

Quando os investidores em busca de segurança diante da volatilidade do mercado de ações correm para os títulos do Tesouro, isso faz com que seus preços subam, e espera-se que os rendimentos caiam em todo o espectro de vencimentos.

Este é o privilégio exorbitante associado ao estatuto do dólar como moeda global: a capacidade de financiar o governo federal através da emissão de pedaços de papel que o funcionamento normal do mercado obriga as pessoas a deter.

O problema é que a política de Trump provocou uma venda maciça de obrigações americanas, especialmente pelos japoneses, levando a um aumento espetacular dos rendimentos, em particular nos títulos do Tesouro a dez anos, que ultrapassaram os 4,5%.

Além disso, esta venda maciça de títulos do Tesouro americano contribuiu para outro desenvolvimento inesperado: uma forte queda no valor do dólar.

Ora, esta queda não é compatível com o efeito cambial das políticas tarifárias descritas nos manuais de economia. Quando um país introduz unilateralmente direitos aduaneiros sobre mercadorias importadas, a sua moeda tende a valorizar-se.

Não é o caso: desde que as «tarifas recíprocas» da administração Trump foram anunciadas, o dólar caiu em relação às outras principais moedas.

9. Erro de análise sobre a experiência das sanções ocidentais contra a Rússia.

Curiosamente, os direitos aduaneiros que Trump tentou impor à China reproduzem o mesmo erro das sanções contra a Rússia.

O argumento invocado em 2022 era o seguinte: a Rússia é um país que mal sobrevive graças às exportações de hidrocarbonetos. Ao impor-lhe um embargo, o Ocidente arruinaria a sua economia e obrigá-la-ia a retirar-se da Ucrânia.

Mas este cenário esbarrou na realidade. A Rússia vendeu mais petróleo a outros parceiros e encontrou substitutos para os produtos importados. Manteve uma taxa de crescimento respeitável e o rublo não entrou em colapso.

Os adversários da Rússia quiseram ignorar a capacidade de resistência de uma economia russa amplamente subestimada. Não se quis ver que o seu PIB industrial em PPC era superior ao da Alemanha.

Os ocidentais também não foram perspicazes quanto à reação de um grande número de países que se recusaram a aderir à cruzada antirussa e se abstiveram nas votações na Assembleia Geral da ONU.

Ora, a população desses países representa a maioria da humanidade (China, Índia, Vietname, etc).

10. Erro de análise sobre as condições para uma verdadeira reindustrialização.

O unilateralismo americano, hoje representado por Trump, esbarra numa realidade económica fundamental: não se decreta a reindustrialização da noite para o dia.

Trata-se de um processo de longo prazo, que requer um planeamento estratégico e investimentos pesados sem rentabilidade imediata. Apenas um sistema de tipo socialista (China) ou com forte regulamentação estatal (França gaullista) pode fazer prevalecer este imperativo nacional.

Os países atualmente na vanguarda da alta tecnologia – seja a China, a Alemanha ou a Coreia do Sul – alcançaram esse objetivo graças a investimentos sustentáveis em educação, infraestruturas e I&D.

Acrescentemos que a China não conseguiu o seu desenvolvimento fechando as portas às empresas estrangeiras. Ela acolheu-as para estimular a concorrência e promover a transferência de tecnologia.

E se o BYD supera o Tesla, isso certamente não se deve a tarifas aduaneiras.

24/Abril/2025

terça-feira, 15 de abril de 2025

A bomba de nêutron contra a CLT

 


por Luís Nassif


Ontem, o Ministro Gilmar Mendes, do Supremo Tribunal Federal (STF),  tomou uma decisão que poderá significar o fim definitivo da legislação trabalhista. Mandou suspender todos os processos trabalhistas sobre pejotização – a substituição do contrato de trabalho por um contrato entre pessoas jurídicas.

O próximo passo lógico será o julgamento da legalidade ou não da pejotização. Com exceção de Flávio Dino e Luiz Fachin, todos os Ministros do Supremo têm uma posição mais próxima do libertarianismo do que da Corte Interamericana de Direitos Humanos.

Entendendo que é legal, e não definindo limites para a pejotização, o STF sepultará, de uma só penada, os últimos resquícios de proteção ao trabalho. E colocará um contrato entre as partes acima do que diz a Constituição.

A decisão equivalerá a uma bomba de nêutron, com implicações tão vastas e perigosas, que é inacreditável a anomia da área econômica, das centrais sindicais e dos setores ligados aos direitos humanos.

Se prevalecer o entendimento sobre a legalização da pejotização, os resultados são óbvios: acabará com todos os direitos dos trabalhadores, que só sobrevivem se ancorados em uma relação de trabalho.

A pejotização se estenderá por toda a economia. Mesmo empresas que decidam preservar o direito ao trabalho terão que aderir, para não serem engolidas pelos concorrentes.

Esse movimento, se posto em marcha, inviabilizará definitivamente a Previdência Social e derrubará a arrecadação do Imposto de Renda.

Acabará com:

  • o salário mínimo;
  • a jornada de trabalho de no máximo 8 horas diárias e 44 horas semanais;
  • as horas extras com acréscimo de no mínimo 50% em domingos e feriados;
  • o descanso semanal remunerado e com as férias anuais;
  • o 13o salário;
  • o seguro-desemprego e com o aviso prévio;
  • licença maternidade e auxílio doença;
  • a fiscalização do trabalho análogo à escravidão.

Mais que isso. No plano político e social significará a generalização do precariado, aquela massa amorfa que canaliza sua falta de esperanças no bolsonarismo mais violento.

É possível que, quando confrontado com esses desdobramentos, o STF decida por critérios mais moderados. Mas, nesses tempos de libertarianismo desvairado, pode-se temer pelo pior.

O contrato de trabalho

Um contrato de trabalho define-se pelas seguintes características:

  1. Bilateralidade
    • Envolve duas partes: o empregador (que oferece o trabalho e remuneração) e o empregado (que presta serviços de forma pessoal e subordinada).
  2. Onerosidade
    • O trabalho deve ser remunerado (salário, comissões, benefícios etc.).
  3. Pessoalidade
    • O empregado deve realizar as tarefas pessoalmente, sem substituição por terceiros, salvo em casos excepcionais.
  4. Subordinação
    • O empregado está sob a direção do empregador, seguindo ordens, horários e normas da empresa.
  5. Não eventualidade
    • O trabalho deve ser prestado de forma contínua e não esporádica (caracterizando vínculo empregatício).
  6. Formalização (escrita ou verbal)
    • Pode ser feito verbalmente, mas o contrato escrito é obrigatório em alguns casos (como trabalho temporário ou estágio).

Os direitos trabalhistas nos Estados Unidos e União Europeia: