quarta-feira, 30 de dezembro de 2020

Empiezan los 20, ¿los terribles 20?

 
 


ANDRÉS PIQUERAS, PROFESOR DE LA UNIVERSIDAD JAUME I

/Este artículo del profesor Piqueras publicado en los primeros días de
Enero de 2020, antes del COVID19, anticipa con rigurosidad y
clarividencia los fundamentos profundos de la crisis de un sistema
capitalista en estado de descomposición./
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Las crisis, convertidas en recesiones o incluso en depresiones, han
existido continua y periódicamente desde el inicio del capitalismo.
El estadounidense National Bureau of Economic Research recoge 33 de
ellas sólo desde 1854, una media de 2 por década, no
habiendo habido nunca un periodo sin crisis por más de 11 años.

Alguien que no fuera un economista –como diría Marx- debería deducir que
el capitalismo contiene alguna característica intrínseca que le conduce
a ello. Las crisis tienen una variada gama de manifestaciones externas
(de sub-consumo, financieras, por desajustes macroeconómicos o
conmociones originadas por la propia competencia…), las mismas que
sirven para elaborarexplicaciones causales superficiales cuando
no directamente erróneas.

En realidad, las crisis estructurales del capitalismo parten de un común
denominador, que es el que importa y que se niega a entender la ciencia
económica reinante: la caída del /valor/. El /valor/ es la sangre que
recorre el cuerpo del sistema capitalista, y está entrañado en el tiempo
socialmente necesario que tardan en producirse unas u otras mercancías.

La automatización de los procesos productivos no sólo ha ido desechando
seres humanos de los mismos, condenándolos a un desempleo crónico
o a un empleo cada vez más precario (que es a menudo también una forma
de desempleo camuflado), sino que va reduciendo el tiempo necesario de
producción y con ello el /valor/ (“la sangre” del sistema). En
consecuencia, elsistema se va gangrenando. Pero lejos de intentar alguna
cura, hoy asistimos a su loca huida hacia adelante (algo así como si a
quien le diagnostican un mal grave decidiese irse de copas y comilonas
todos los días).

A lo largo de la historia la clase capitalista ha encontrado diversos
remedios contra esa enfermedad crónica: aumentar la explotación de la
población trabajadora, invertir allá donde todavía no se daban los
procesos de tecnificación de la economía, acortar el tiempo entre la
fabricación y la venta, entre algunos otros (además de apropiarse de la
riqueza colectiva mediante privatizaciones o negarse a pagar impuestos,
claro). Pero había una salida imprescindible, si la tecnificación hacía
decaer el valor de cada mercancía (fijémonos, por ejemplo, en la
estandarización que supone una cadena de montaje para el valor –y el
precio- de una mesa, y el valor –y precio- que tendría hecha a mano,
artesanalmente), le permitía también hacer cada vez más mercancías en
menos tiempo.

Si antes, por imaginar un ejemplo, hacer una mesa costaba 2 días, ahora
se puede producir en dos horas. Lo único que hay que hacer para
compensar que el tiempo-valor ha disminuido 24 veces, es producir al
menos 24 mesas en 2 días. Pero claro, para eso necesito que haya
23 compradores más que antes. Esto no debe resultar difícil si tenemos
en cuenta que ahora las mesas salen mucho más baratas precisamente por
su rápida fabricación y estandarización. El problema está en que este
movimiento es exponencial.

La robotización y la inteligencia artificial van reduciendo el tiempo
socialmente necesario de producción al mínimo, lo que quiere decir
que en compensación el mercado debe expandirse al
máximo. La “globalización” se dio con ese propósito, pero hoy
está alcanzada la máxima expansión física y nada indica que el
capitalismo vaya a ser capaz de empobrecer a las poblaciones del mundo
(con desempleo, subempleo, destrucción de condiciones sociales y
laborales…) y al mismo tiempo hacerlas que compren cada vez más. De
hecho, lo único que ha permitido la continuidad del consumo desde los
años 70 del siglo XX en los países “ricos” ha sido el crédito, o visto
desde el otro lado, el endeudamiento masivo y creciente (tanto de
particulares como de empresas, instituciones públicas y Estados).

La implicación de esa dinámica de fabricación incesantemente creciente
de mercancías es la extracción también incesantemente creciente de
recursos naturales y la utilización incesantemente creciente de energía.

En 1972 el Club de Roma emitió el informe /Los límites al crecimiento/
<https://es.wikipedia.org/wiki/Los_l%C3%ADmites_al_crecimiento>, juntando datos
de producción industrial, población, recursos,
energía, alimentos, contaminación, sumideros… en el que se preveían las
consecuencias que íbamos a afrontar de seguir el curso de la
producción-consumo y crecimiento exponencial.

En 1991 algunos de los mismos científicos insistieron en un nuevo
informe, titulado /Más allá de los límites del crecimiento/,en que en
esa década nos situábamos ante el /sobrepasamiento/: era la última
oportunidad de frenar si no queríamos despeñarnos por el
precipicio. Después, aunque lo hiciéramos, la propia inercia nos
llevaría hasta él sin remedio.

La Más allá de algunas de las intenciones políticas del Club de Roma,
sus predicciones se han ido cumpliendo cabalmente (como ha mostrado la
Universidad de Melbourne). Ya para la segunda década de este siglo las
consecuencias apuntadas han comenzado a alcanzar la conciencia colectiva
mundial. Pero parece ser que la década que inauguramos de los 20 sería
la que cobrarían una realidad todavía más palpable, incontestable aun
para los más acérrimos negacionistas del daño que causamos al hábitat
planetario.

Algunos de los poderosos del mundo se acaban de reunir en Madrid, en la
Cumbre Social por el Clima, para intentar por enésima vez hacer como que
hacen algo, y por enésima vez dejar al descubierto su falta de intención
para ello, que en realidad traduce su incapacidaden tal sentido.

Y no puede ser de otra forma, porque en contra de los bonitos
discursos y la gran preocupación exhibida, lo que de verdad estamos
pidiendo a las elites mundiales para “salvar el planeta”, es que se
suiciden como capitalistas. Porque, repitamos, el capitalismo es un modo
de producción basado /sine qua non/ en el crecimiento. Todo en
él depende de que se siga creciendo (pensemos simplemente en cómo
demonios se va a pagar toda la ingente cantidad de deudas
contraídas, que supera ya 4 veces el PIB mundial, si no es así).

Las dinámicas del /valor/ son dictatoriales: requieren más mercancías,
más pulsión de consumo, más despilfarro energético. No importa si hay
que reducir la calidad de los productos para vender más barato, si hay
que recurrir a la obsolescencia programada y a fechas de vencimientos
arbitrarias para acortar la vida útil de aquéllos, si hay que
subutilizar bienes y servicios, maquinarias e instalaciones sirviéndose
de la ideología de la “innovación tecnológica”.

Con la tasa de utilización decreciente (por ejemplo, la del autoprivado
es tan sólo de un 1% -y encima quieren que lo renovemos antes, con la
excusa de la contaminación, como si fabricar coches, sean eléctricos o
de cualquier otra energía, no fuera ‘contaminante’-) se expande el
capital, pero se destruyen bienes de uso y naturaleza. Sólo la energía
fósil es capaz de mantener ese derroche. Ninguna otra permite este tipo
de civilización (ni siquiera el hiperconsumo de mercancías “verdes” a
las que nos abocarán en adelante).

Pronto, este mes de enero se reunirán en Suiza, allí sí en serio, los
grandes del planeta, como Foro de Davos, para dictar lo que tienen que
hacer los diferentes gobiernos del mundo. Las instituciones
supraestatales (FMI, Banco Mundial, OMC, G20…) se encargarán de
precisar y hacer operativas las medidas a seguir.

En nuestro caso, el macro-Estado de la UE impone unas normas de obligado
cumplimiento sobre inflación, déficit presupuestario, deuda pública o
tipos de interés, por encima de decisiones parlamentarias y por tanto de
cualquier opción democrática. En consecuencia, nuestros Estados
carecen de soberanía monetaria y fiscal, tienen las manos atadas en
asuntos económicos y la soberanía popular y la “igualdad de los
nacionales” es sólo una triste invocación de quienes venden los países
(sus transportes, energía, comunicaciones, servicios y viviendas
públicas, etc.) a las grandes transnacionales del mundo.

*Los **“**F**elices 20**”** del siglo XX*

Los años 70 del siglo XIX inauguraron la primera Larga Crisis
del capitalismo. La misma que llevaría a la expansión imperial de
Europa y a crecientes tensiones entre las potencias que desembocarían en
dos Guerras Mundiales, la misma que posibilitó la mayor desconexión con
el mundo capitalista conocida hasta hoy (la Revolución Soviética)
y provocó el mayor crack bursátil hasta nuestros días, así como una
conmoción de alcance mundial.

Sin embargo, la década de los 20 del siglo XX pareció ajena a todo ello.
Los “Felices 20” fue una expresión acuñada en torno a la expansión
económica de EE.UU., favorecida por el hundimiento europeo tras la I
Gran Guerra. “Felicidad” que a partir del 1924 se expandiría a ciertas
oligarquías europeas propiciando un clima de euforia nerviosa y
ciega confianza en el sistema capitalista.

Pero mientras las viejas y nuevas clases ricas disfrutaban con el
“can-can”, el mundo se iba hundiendo bajo sus pies. Al tiempo que se
daba el auge del fascismo en Italia, se gestaba el lento progreso del
nazismo en Alemania y se incubaba una poderosa burbuja financiera
contraída a través de sobrevaloración de activos empresariales y un
desenfrenado sistema de endeudamiento y compra a plazos que
desembocó en el crack del 29. La desolación, el deterioro y
el pesimismo social se adueñaron de los años 30, hasta que estallara la
mayor guerra que haya conocido hasta ahora la humanidad.

*L**a** Crisis de Larga Duración **de los**siglo**s**XX**-XXI*

Desde los años 70 del siglo XX las elites mundiales vienen intentando
escapar de la Segunda Larga Crisis capitalista que, sin embargo, se
resiste a dejarnos. Han probado de todo: medidas
neoliberales, neokeynesianas, globalización, crédito masivo,
especulación financiera con sus burbujeos bursátiles y finalmente,
aprendiendo de la crisis del 29, han recurrido a la ingente invención de
dinero mágico, sin ningún valor detrás.

Un dinero sacado de la chistera (en torno a 15 billones de dólares desde
2010) que conceden a las grandes empresas y Bancos “demasiado grandes
para caer” (evitando el efecto dominó en la economía y al
tiempo evidenciando que lo de la “libre competencia” no se lo han creído
nunca), con lo que modifican sus números, ocultan sus descubiertos
y aparentan que el sistema funciona y el mundo empresarial y bancario
van bien. Pero todo esto no hace sino acumular
una “tormenta perfecta”, una enorme explosión de la economía, en
proporciones tendencialmente horrendas, que puede hacer irrisorias las
crisis del 29 y de 2007-2008 juntas.

Será muy difícil que la década de los 20 de este siglo pase sin que ese
cataclismo, o al menos, algún serio anticipo del mismo, ocurra. Por lo
que, aunque parezca que las poblaciones del mundo, especialmente las
autodenominadas “occidentales”, siguen ajenas al volcán que se incuba
bajo sus pies, como en los “Felices 20”, pronto no tendrán más remedio
que enterarse de lo que pasa.

Esta década de los 20 nos deparará el fin de la ilusión de la “crisis”
como un accidente del capitalismo, que una vez superado dejará la marcha
hacia el progreso y el bienestar. El fin de la no percepción del cambio
climático y de un hábitat severamente dañado será también inevitable.

Hay una elevada probabilidad de que el capitalismo se haga cada vez
más salvaje. La geoeconomía, la geoestrategia y la geopolítica de un
sistema en decadencia, con recursos cada vez más escasos, tenderán a
militarizarse y amenazar al conjunto de la humanidad. Especialmente la
OTAN y la potencia en declive, EE.UU., se mostrarán cada vez más
agresivas, como estamos viendo sobre todo en centro-Asia y muy
concretamente en la ofensiva contra Irán.

Además, las guerras económicas y guerras por los recursos se combinarán
con “guerras sociales”, de arriba abajo, que las elites del
mundo vienenemprendiendo contra las poblaciones para intentar preservar
sus privilegios y beneficios, y que se intensificarán. Por eso
mismo, habrá más posibilidades de que la década de los 20 sea también la
de las /movilizaciones totales/, de las que Chile y Francia, y cada vez
más Colombia, están dando una avanzadilla.

Pero atención, porque la inteligencia artificial, el Big Data y el
control casi total de los dispositivos de información, formación y
socialización puede deformar hasta la náusea lo que ocurre. Permite, en
cualquier caso, que la clase capitalista global, o unas u otras
fracciones de ella, “creen” movilizaciones masivas, se inventen
reacciones “populares”, fabriquen atentados de falsa bandera,
provoquen levantamientos y muevan vehementes sentimientos de masas.

En un capitalismo de dinero y capital ficticios, la realidad también se
hace “virtual”, y será cada vez más difícil distinguir lo genuino de lo
fabricado por la ingeniería social. Los “fascismos” del siglo XXI no
son-serán como los del XX (vaciada de sustancia la democracia, se
pueden-podrán permitir incluso ser “democráticos”).

Frente a ello, todo indica que habrá que construir nuevas fuerzas
sociopolíticas transformadoras, puesto que la casi totalidad de las
actuales están lejos de comprender los desafíos históricos a que nos
enfrentamos. Integradas más o menos cómodamente en el sistema, no tienen
muchas intenciones de ver que hoy ser reformista o imaginar la mejora
sostenida del capitalismo es ser enormemente irrealista. Tan irrealista
como creer en ese esperpento del “crecimiento sostenible” (no es de
extrañar que “El nuevo acuerdo para España” de PSOE-Unidas Podemos –
sin medición de objetivos concretos, cronograma ni presupuesto- comience
precisamente con el título de “Consolidar el crecimiento”).

En los años 20 del siglo XX, a pesar de todo,
las poblaciones mantenían ilusión en el futuro. Hoy esa
ilusión sumamente debilitada, fruto del deterioro socio-natural, apenas
deja para centrarse en el día a día, mientras se va instalando la
percepción del futuro comocatástrofe. ¿Podrá ser que en esta década que
estos días estrenamos, las reacciones populares eviten que se convierta
en la década de los “Terribles 20”?

Recordemos que el “sobrepasamiento” se ha realizado. Ya no podemos
evitar el golpetazo ecológico (ni por tanto, el económico). Ahora de lo
que se trata es de que sea lo menos duro posible, y de que el
“shock civilizacional” sirva al menos para empezar a construir otro
mundo. Las próximas fuerzas político-sociales que tengan algo que
decir serán las que sepan dar una respuesta a ello.

El desafío es descomunal, pues a la postre, de lo que se
trata verdaderamente, es de dejar atrás la barbarie capitalista.

In
OBSERVATORIO DE LA CRISIS
https://observatoriocrisis.com/2020/12/29/empiezan-los-20-los-terribles-20-2/
29/12/2020

segunda-feira, 28 de dezembro de 2020

¿La automatización significa el fin del capitalismo?

 



PUBLICADO POR «MORNING STAR»,

La automatización, definida como la introducción de una tecnología
mediante la cual se puede lograr un proceso (físico o informativo) con
una participación humana significativamente reducida, tiene profundas
raíces históricas.

Hace dos milenios, Heron de Alejandría inventó un motor que abría las
puertas del templo con el objeto que los fieles creyeran que eran los
dioses quienes las movían. Pero como en la antigüedad esa maquinaría no
se usó para ningún propósito productivo, ¿por qué los señores de la
época iban a molestarse en automatizar otras actividades cuando tenían
esclavos para hacer el trabajo?

Bajo el capitalismo, por el contrario, la automatización del trabajo
humano en busca de ganancias ha sido el principal impulsor de la
innovación. Ya en el Manifiesto Comunista, Marx y Engels subrayaron el
dinamismo de la tecnología dentro del capitalismo.

Para ambos pensadores la constante “revolución de los instrumentos de
producción” conduce necesariamente a cambios en las relaciones de
producción y estos cambios desestabilizan todo el sistema: las
relaciones de producción, las instituciones, incluso las ideas que
parecían fijas, se muestran mutables en el capitalismo. Esta importante
idea Marx y Engels la expresaron poéticamente: “*todo lo sólido se
desvanece en el aire”.*

En sus escritos de preparación de “El capital”, Marx se explicó (claro
que, en grandes rasgos) lo que podría suceder con una sociedad
capitalista totalmente automatizada: /“El aumento de la fuerza
productiva del trabajo y la negación del trabajo humano es la tendencia
futura del capital… La transformación de los medios de trabajo en
maquinarias es la realización de esta tendencia «./

Marx estaba pensando principalmente en las maquinarias físicas que
producían, en fábricas (con unas pocas «manos»), mercancías que antes se
habían producido literalmente «a mano» en industrias artesanales.

En estos días el ex gobernador del Banco de Inglaterra Mark Carney se ha
aventurado con audacia a entregar su opinión citando a los teóricos del
socialismo y del comunismo

/“Si se cambia las fábricas textiles por las plataformas, las máquinas a
vapor por el aprendizaje automático, la Telegrafía por Twitter,
tendremos exactamente la misma dinámica que existía hace 150 años. El
mismo Marx argumentó que dentro del capitalismo, la tecnología
culminaría en un sistema de maquinarías que pueden ser puestas en
movimiento en forma automática, un mecanismo que se puede mover a sí
mismo […] de modo que los trabajadores serán en el futuro simplemente
eslabones conscientes de ese mecanismo. El trabajo no estará tan
incluido en el proceso de producción; más bien, el ser humano pasará a
servir de vigilante y regulador de la producción […] Tan pronto como el
trabajo en forma directa deja de ser la fuente de la riqueza, el tiempo
de trabajo dejará de ser su medida. […] El capitalismo trabaja así hacia
su propia disolución como forma dominante de producción”./

Obviamente el ex gobernador del Banco Central de Inglaterra no es
marxista. Pareciera que trata de hacer una «predicción» ante la llegada
de la Inteligencia Artificial y de sus consecuencias.

Más bien, la reflexión de Carney plantea un desafío apocalíptico:
¿/cuando las personas hayan sido reemplazadas por máquinas, de dónde
obtendrán sus salarios para comprar los bienes y servicios que producen
las máquinas?/

Según los economistas «ortodoxos» ocurriría lo que hoy llaman
«deficiencia de demanda efectiva» o crisis de sub-consumo.

Pero Carney tiene una visión diferente, el afirma sin falso temor: /«Si
el mundo del “trabajo excedente” llega a suceder, Marx y Engels pueden
volver a ser relevantes”./

Está claro que Carney no es marxista. Pero entiende claramente algo de
lo que escribieron Marx y Engels sobre la automatización y las
contradicciones que se manifiesta dentro del capitalismo.

La solución propuesta por Carney no podia ser otra que la defensa del
capitalismo . Según su trabajo las empresas, universidades y gobiernos
deben adelantarse al impacto de la tecnología y los empleadores deben
preparar a sus trabajadores para los cambios y los empleados, a su vez,
deben prepararse para trabajos que requieren una “mayor inteligencia
emocional”, en sectores como el ocio, los cuidados, los servicios y los
productos personalizados.

Pero estos argumentos de Carney apenas esconden los intereses de la
Banca. Para este experto en dinero fiduciario el cambio a una economía
de servicios en una sociedad «postindustrial», sólo será posible gracias
a la financiarización de la economía y a los bajos salarios a la
producción física que se realiza en los “países en desarrollo”.

*Marx y las nuevas tecnologías*

Obviamente Carney al citar a Marx olvida cuestiones fundamentales del
pensamiento del filósofo alemán: /“La maquinaria industrial no solo
actúa como un competidor del trabajador, siempre a punto de hacerlo
superfluo. Es un poder que aparece como enemigo de los obreros y el
capital proclama este hecho en voz alta y deliberadamente, además de
hacer uso de él. La automatización es un arma poderosa que se utiliza
para reprimir las huelgas de la clase trabajadora contra la autocracia
del capital”./

Para Marx la tecnología, dentro del capitalismo, no solo es un medio
para aumentar las ganancias, sino también un mecanismo de control sobre
el proceso de trabajo… y, como era  de esperar el capitalismo del siglo
XXI siendo fiel a su ADN. Esta vez lo hace ahora utilizando robots y
complicados algoritmos (desde el trabajo de la cosecha hasta los
servicios financieros en línea).

Pero, las nuevas tecnologías no se han limitado a la producción también
están controlando a los consumidores, con la Inteligencia Artificial –
que hoy se utiliza con éxito en la publicidad predictiva – hay sin lugar
a dudas un amplio programa de control social y económico de parte del
capital.

Naturalmente, los últimos desarrollos la Inteligencia Artificial – y sus
innumerables aplicaciones – nos obligan hacernos más de una pregunta:

/¿Dado el inmenso potencial de la IA para reemplazar el trabajo
aburrido, repetitivo y peligroso ¿por qué no ha crecido el ocio y el
trabajo es tan ingrato como siempre?/

/¿Por qué, a pesar del aumento de la productividad, se está aumentado la
edad de jubilación?/

/¿Por qué aumentan la desigualdad y la pobreza?/

/¿Por qué el potencial liberador de las nuevas tecnologías se utiliza
para la vigilancia encubierta y la recolección de datos con fines de
lucro por parte de Google, Facebook y similares?/

Para responder estas preguntas hay que volver a Marx: con el socialismo,
la tecnología /«redundará en beneficio del trabajo emancipado y será una
condición de su emancipación»./

Para los clásicos en el socialismo/ comunismo los seres humanos, una vez
liberados de los lazos del trabajo capitalista desarrollaran un nuevo
pensamiento social basado en la cooperación fuera de la relación salarial.

Por ende, la verdadera amenaza de la inteligencia artificial y el
aprendizaje automático no es el desplazamiento de puestos de trabajo por
robots o algoritmos, sino la consolidación de los poderes corporativo
transnacionales. El desafío de la izquierda es desarrollar estrategias
apropiadas para enfrentar este desafío.

La realidad es que la tecnología de la información y la automatización
están en el centro de las contradicciones del capitalismo actual.
Plantean cuestiones centrales sobre los cambios estructurales dentro del
capitalismo global y la necesaria respuesta del movimiento obrero y de
izquierda.

Ni Marx ni Engels argumentaron jamás que el capitalismo iba a colapsar
«automáticamente» o se transformaría en algún modelo menos explotador.
El capitalismo siempre ha demostrado una notable capacidad para
adaptarse a los desafíos, aunque siempre lo hace a expensas de los
trabajadores.

El desafío de las tecnologías de la información, antiguas y nuevas, no
es anticipar una utopía ni evitar una distopía. Este debate proporciona
un foco útil para la especulación teórica, pero no deben desviarnos de
la lucha para construir una fuerza por el socialismo en los lugares de
trabajo y en las comunidades.

De hecho, la automatización, en particular la IA, exacerba las
contradicciones dentro del capitalismo y hace que su reemplazo sea aún
más urgente.

Hace necesario el socialismo y posible el comunismo.

In
OBSERVATORIO DE LA CRISIS
https://observatoriocrisis.com/2020/12/27/la-automatizacion-significa-el-fin-del-capitalismo/
27/12/2020

domingo, 27 de dezembro de 2020

EMPREENDORISMO E TORTURA

 


(Este artigo fará parte do livro "Histórias que ningúem vai contar")



  O financiamento público da atividade partidária sempre foi uma questão muito polêmica, tal qual o imposto sindical para financiar os sindicatos. Mas para o PCB, que viveu grande parte de sua vida na ilegalidade, prevaleceu, por muitos anos, o esforço arrecadatório próprio. Seu sistema de sustentação financeira era montado a partir de contribuições pessoais dos militantes, de aliados e de um grande número de simpatizantes. Existiam também as campanhas especiais de finanças, normalmente anuais. Mas o sufoco financeiro sempre foi muito grande.

  No início dos anos 1970, durante o Governo Médici, o Instituto Brasileiro do Café (IBC) lançou o Programa de Renovação da Cafeicultura Brasileira, cujo agente financeiro era o Banco do Brasil. Eram concedidos empréstimos a juros subsidiados para compra de terra e implantação de lavoura de café. Foi a época da corrida do ouro em direção a São Gabriel do Oeste. O Partidão não perdeu a oportunidade, mobilizou um grupo de advogados, para engajarem-se no programa, em benefício das finanças partidárias. Nosso próprio Secretário de Finanças, Ascário Nantes era um dos participantes do projeto.

  Nessa ocasião, vivia aqui, em Mato Grosso do Sul, clandestinamente, um dirigente do Comitê Central, de nome de guerra Tibúrcio. Ex-líder sindical em Curitiba, era um dos poucos dirigentes nacionais que não tinham ido para o exterior. Foi então colocado para a operacionalização do empreendimento, que ficava na Serra da Bodoquena, no distrito de Miranda denominado Campão, hoje município de Bodoquena.

 A lavoura foi tocada por uns tempos, chegou a ter 175 mil pés de café abrigando 13 famílias, ao total 150 pessoas, mas logo a atividade entrou em declínio em toda a região e levou de arrastro, também o nosso empreendimento.  A pá de cal foi a grande geada de 1975 que acabou com os cafezais na região e foi seguida pela febre de plantio de soja. Não deu certo, mas bem que tentamos.

  De saldo ficou o relacionamento com o camarada e amigo Tibúrcio Melo. Em 1975, a repressão o encontrou no meio do cafezal e ele foi mandado para o DOI-CODI, em São Paulo, juntamente com o nosso companheiro Acelino Granja. Nesse mesmo local se encontrava Vladimir Herzog. Ambos foram torturados barbaramente pelo delegado Fleury. Granja foi destruído fisicamente. Tibúrcio que estava doente de blastomicose, uma doença causada por fungos, chegou a pesar 38 quilos, quando o então médico Harry Shibata atestou que ele não aguentaria mais tortura, sendo então liberado para tratar-se. Nem o seu próprio nome Tibúrcio entregou, consta que foi processado com o nome de guerra, atestado por documentos falsos perfeitos.

  Recuperado fisicamente, após uns tempos em São Paulo, onde o encontrei pela última vez, voltou para Curitiba, com o nome verdadeiro de Espedito de Oliveira Rocha, tornando-se um consagrado escultor em madeira.

In  

Fausto Matto Grosso. 

http://faustomattogrosso.blogspot.com/2020/12/empreendedorismo-e-tortura-este-artigo.html

26/12/2020



quinta-feira, 24 de dezembro de 2020

Reflexões sobre a crise brasileira, um livro de Edmilson Costa pondo em questão o capitalismo dependente

 


por Daniel Vaz de Carvalho

Capa de 'Reflexoes sobre a crise brasileira' O livro de Edmilson Costa [1] é ao mesmo tempo ideologicamente rigoroso e simples. Rigoroso sem ser dogmático, pelo contrário, o aprofundar da análise conduz, dialeticamente, a uma consistente síntese. Simples, ser ser simplista, pelo contrário, permite às camadas que as classes dominantes mantêm afastadas da cultura e do conhecimento, a compreensão dos processos económicos e sociais de que são vítimas.

Mas aquelas reflexões ultrapassam o âmbito do Brasil. Nelas vemos como são postas em questão e clarificadas as situações que o grande capital procura manter globalmente, em particular nos países de capitalismo dependente, como na generalidade dos países da UE, designadamente Portugal. São questões que procuramos salientar, questões que os media, ocupando-se com "casos", fazem por ignorar.

1 - A questão da "burguesia nacional"

O capitalismo dependente define-se fundamentalmente pela subordinação e subserviência da sua burguesia (os grandes grupos económicos) em relação à burguesia do capitalismo hegemónico. Edmilson Costa (EC) torna esta questão muito evidente no seu país, mas, obviamente, não só. "A economia brasileira está intrinsecamente subordinada aos centros do capitalismo internacional". Os sectores mais dinâmicos da economia brasileira são controlados por capital estrangeiro, que desta forma hegemoniza o processo de produção". Ou seja, como EC destaca, o capitalismo brasileiro funciona de forma interligada, inseparável e subordinada ao sistema imperialista.

É portanto ilusório pensar "numa aliança entre o proletariado e a burguesia, pois esta não é nacional: os seus interesses estão organicamente ligados ao capital internacional, sempre de maneira subordinada inviabilizando lutar por um programa nacional".

Numa conjuntura favorável, destaca EC, a subordinação do capital nacional ao capital estrangeiro é ofuscada. Com a crise as classes dominantes, radicalizaram as políticas neoliberais declarando guerra aberta aos trabalhadores não importando que para atingir os seus objetivos tenham de romper com a ordem internacional que eles mesmos criaram, transformando leis internas em leis internacionais, para destruir a soberania dos países, matar os seus líderes, admitir politicamente a tortura, aliar-se a bandos fascistas ou fundamentalistas para derrubar governos que lhe sejam hostis.

O objetivo, acrescenta EC, é institucionalizar o rentismo e a barbárie social. Comportam-se como uma organização criminosa que abandona qualquer verniz de legalidade burguesa tradicional, conspira contra as liberdades democráticas, manipula os media para difundir a mentira como arma permanente para alienar, confundir e amedrontar a sociedade.

"A globalização, a internacionalização da produção e da finança consolidou ainda mais o papel da grande burguesia dos países centrais sobre os países periféricos, interferindo diretamente na formulação das políticas nacionais".

"Com a globalização e as privatizações os espaços da burguesia nacional foram reduzidos a circuitos intensivos de mão-de-obra e à renda da terra. São nulas quaisquer perspetivas desta burguesia estar interessada na construção de um projeto nacional e muito menos em contradições estruturais com o imperialismo. Pelo contrário, são os principais inimigos do povo".

"Num gesto servil e de subserviência típica o ministro ultraliberal Paulo Guedes numa visita aos EUA praticamente ofereceu o país, convidando os norte-americanos a aproveitarem a onda de privatizações. Mais parecia um títere norte-americano que um ministro de Estado brasileiro."

Lá como cá, empresas foram privatizadas aos pedaços ou degradadas tornando-se ineficientes, para serem depois vendidas ao desbarato. As privatizações e o avanço do capital estrangeiro, inclusive sobre empresas privadas, constituíram um severo processo de desnacionalização, conclui EC.

2 – A questão da social-democracia

No Brasil, como em qualquer outro país, a social-democracia recusa-se a pôr em causa o sistema capitalista, acabando por, perante as crises, facilitar a ascensão de fascismos. A lição a retirar é que o capital corrompe e depois destrói. A análise que EC faz do comportamento do PT e aliados é bem esclarecedora desta linha ideológica.

"No mundo inteiro a social-democracia viveu processos semelhantes, envolvendo os principais dirigentes social-democratas europeus. A social-democracia eliminou de vez os últimos vestígios que a ligavam aos interesses dos trabalhadores passando a ser um instrumento da nova ordem económica internacional". "Mesmo proclamando o socialismo como perspetiva, na prática procuram reformar o capitalismo torna-lo mais humano, praticando uma fantasia masoquista".

As organizações influenciadas pela social-democracia, prossegue EC, foram-se amoldando à ordem oligárquica, transformando-se em instrumentos dessa mesma ordem, agindo como apassivante das lutas sociais e populares, desmobilizando-as. O PT nem o currículo das escolas militares se interessou em mudar, conservando a mesma doutrina de segurança e anticomunismo do tempo da ditadura militar.

Totalmente ajustado ao sistema vigente, o PT deixou de ter capacidade de responder à luta de classes, perdendo assim a legitimidade e representatividade real junto dos trabalhadores e juventude à medida que a crise se aprofundava. Menosprezou as lutas populares, apostando exclusivamente no processo eleitoral, esquecendo-se que as eleições sem estarem ancoradas num movimento popular organizado e motivado não proporcionarão forças para as necessárias transformações sociais.

"Sob a influência da social-democracia as organizações partidárias, sindicais, camponesas, foram incapazes de forjar um programa classista e uma ideologia proletária, nunca formulando um projeto socialista. Sucumbiram às primeiras benesses dos inimigos de classe, adaptando-se à ordem capitalista e realizando uma intensa deseducação política".

No governo o PT pôs em prática a cartilha neoliberal proporcionado imensos lucros ao grande capital. Com Dilma figuravam na Fazenda (finanças) um banqueiro ultraortodoxo, na Agricultura uma latifundiária, na Indústria e Comércio o presidente da Confederação Nacional da Indústria. Tudo o que tinha sido prometido na campanha eleitoral foi desde logo esquecido, praticando-se o oposto.

Por fim, Dilma foi destituída e substituída pelo governo corrupto e ilegítimo de Temer. Embora 90% da população estivesse contra este governo, o PT não quis levar às últimas consequências a luta de massas, que seria necessário intensificar para o derrubar, vivendo na ilusão que tudo podia mudar com eleições. Em lugar da luta de massas, "o PT montou uma máquina eleitoral movida a dinheiro oriundo de doações legais e ilegais de grandes empresas. Da degeneração ideológica, passou à corrupção individual". "Perante a passividade do PT, a agudização das lutas sociais foi aproveitada pela direita".

3 – A questão do Banco Central

Autonomia, independência e competência técnica, caracterizam a orgânica dos bancos centrais nos países submetidos ao Consenso de Washington. EC desmistifica totalmente esta questão.

Ao banco central compete gerir a dívida pública, definir a taxa de câmbio, as taxas de juro a serem pagas pelo governo, administrar as reservas do país, cumprindo as determinações do Consenso de Washington. O Banco Central do Brasil tem autonomia desde o início da década de 1990. Lula entregou a sua direção a Henrique Meireles, ex-presidente do Bank of Boston.

A dita "independência" do Banco Central é (como na UE) uma forma de se constituir como poder paralelo à margem do sistema democrático. A independência é desmascarada pela promiscuidade entre as suas Direções e o sistema financeiro. A oligarquia detém o seu controlo a 100%, "fica com a chave do cofre sem prestar contas a ninguém". Além disto, salienta EC, a oligarquia, tomou de assalto, todos os ministérios da área económica e social para impor uma violenta regressão social e entregar património público e riquezas nacionais aos monopolistas nacionais e internacionais.

A doutrina imposta pelo Banco Central (tal como pelo BCE) é a da estabilidade de preços, sendo o crescimento e o emprego uma derivada da moeda estável. As metas da inflação tornam-se uma camisa de força para organizar a transferência de rendimento do sector público e trabalhadores para a finança.

Lá como cá, a ação do Banco Central é determinada pelas seguintes variáveis: responsabilidade orçamental, superavit primário, autonomia operacional, metas de inflação. "Este conjunto de variáveis coloca o país numa terrível armadilha, qualquer medida que favoreça os trabalhadores entra em choque com esta política e com os interesses do aparelho capitalista mundial. A economia é assim dominada por "programas de estabilização" baseados na ancora cambial, na ancora da taxa de juros, na ancora salarial".

É espantoso como isto não é posto em questão. O álibi da "competência técnica" para colocar gente ligada ao grande capital à frente das instituições, baseia-se num mito. É simplesmente "competência" para seguir princípios errados. Uma competência que não foi capaz de tirar o capitalismo da crise sistémica desde 2007-2008.

Com a liberalização do comércio externo e a ligação ao dólar, dito para estabilizar a moeda e atrair dólares, as consequências foram extremamente negativas: a Balança Comercial tornou-se deficitária, o ritmo de crescimento teve uma quebra acentuada. "A dívida, com o governo Lula praticamente triplicou. O Brasil tornou-se campeão das taxas de juro a nível mundial com o argumento de captar recursos externos, favorecendo credores e a agiotagem internacional".

Tal como na UE "a economia é administrada em função da dívida e o governo privilegia o pagamento de juros às funções sociais". Entre 2011 e 2013 foram pagos no total 741 mil milhões de reais de juros. (considerando um câmbio médio no período cerca de 370 mil milhões de dólares).

4 – A questão do desenvolvimento e da crise

Estando o Brasil entre as 10 maiores economias do mundo, os seus trabalhadores recebem um dos salários mais baixos do mundo industrial. O Brasil é uma economia monopolista em todos os sectores. Os 100 maiores grupos económicos faturam 56% do PIB. Antes da pandemia o desemprego atingia 28 milhões de trabalhadores. Incapaz de ultrapassar as suas crises, o capitalismo desenvolveu uma contrarrevolução, "tentando reconstruir o mundo à imagem e semelhança da oligarquia internacional na qual apenas 1% se apropria da maior parte da riqueza mundial".

Conforme EC salienta, dadas as dificuldades de acumulação na economia real, é imposto aos países ligados à economia dos EUA, um modelo de gestão económico e social baseado na hegemonia do polo financeiro para o qual se deslocam os capitais. O mercado torna-se o regulador (ou antes o desregulador) da economia e do social, privatizando, adotando a livre mobilidade de capitais e liberalização do comércio externo. "Tudo isto acompanhado de uma ofensiva ideológica exaltando o individualismo e as desigualdades como elementos salutares, além da ofensiva contra sindicatos como nocivos à concorrência e à acumulação de capital".

Querendo asfixiar os sindicatos estipulou-se que acordos entre empresas e trabalhadores valem mais que as leis do trabalho (como a direita pretendia e pretende por cá). Num ambiente de desemprego é um convite à barbárie social, com a oligarquia a colocar os trabalhadores perante a chantagem de optarem entre mais direitos e nenhum emprego ou não possuir direitos e ter emprego.

Pretendendo dinamizar o capitalismo na órbita das finanças, sem necessidade de criação de mais-valia na produção, a consequência foi a crise de 2007-2008, crise que persiste sem que no sistema seja encontrada uma solução para estabilizar a economia e retomar o crescimento.

Uma vez que a mudança de rumo não é possível ao sistema, "o capital realiza uma ofensiva mundial contra fundos públicos, salários, direitos, não hesitando em restringir liberdades, ampliar a repressão e incentivar grupos fascistas como plano B, caso a situação fuja ao seu controlo. Se estas medidas eram aplicadas apenas nos países da periferia, agora em vários países da Europa são colocados no poder governos fantoches ou representantes diretos do capital". As liberdades democráticas e direitos tornam-se um empecilho aos interesses das oligarquias, que propalam não haver disponibilidades financeiras para as pagar.

Com os seus dogmas, o neoliberalismo revela a degeneração ideológica do capitalismo, derrotado pela vida as suas ideias faliram, porém para se salvarem da bancarrota os defensores do Estado mínimo recorrem precisamente ao Estado, à custa da austeridade sobre as camadas populares. O capital não tem mais nada para oferecer aos trabalhadores e os teóricos capitalistas não possuem fundamentos sólidos para defender o sistema.

Os media anunciavam catástrofes se as "reformas", como a da segurança social, não fossem aprovadas. Mas o problema, acentua EC, não é a Previdência Social, mas os juros de uma dívida que em 2017 atingiu 3,55 milhões de milhões de reais, quase triplicado em 10 anos. No Chile onde a reforma foi feita, 90% dos reformados recebe menos que o salário mínimo.

"Quem imaginava que as classes dominantes iriam refletir sobre a conjuntura e corrigir as políticas, enganou-se redondamente. A elite parasitária, que hegemoniza o capital financeiro, radicalizou ainda mais as políticas neoliberais, tornou-se incompatível, mesmo com a democracia formal, apelando, por isso, a soluções autoritárias".

"Os fascistas do mercado desprezam os seres humanos que não fazem parte da elite que domina o governo. Uma equipa de tecnocratas arrogantes e sem escrúpulos são os cães de guarda do que há de mais conservador e parasitário."

5 – A questão do governo Bolsonaro

Num contexto de crise a agravar-se, diz-nos EC, as classes dominantes recorrem e apoiam a extrema direita: a democracia representativa só interessa à burguesia quando ao serviço dos seus interesses. Bolsonaro, um político de extrema direita, era visto como um tipo folclórico sem o mínimo de condições de ser eleito. Porém, com o apoio do ultraliberal Paulo Guedes, a finança passou a também a apoia-lo e as várias fações burguesas foram abandonando as suas candidaturas.

"Contra o candidato do PT foi desenvolvida uma campanha de mentiras e intrigas que captou vastos sectores da população descontentes com a velha política e a corrupção. Parte do proletariado acabou apoiando Bolsonaro, apresentado como anti-sistema e que iria acabar com a corrupção". A sua vitória foi efetivamente uma derrota política, social e ideológica, resultado tanto de erros e ilusões do PT como de uma fraude agora desmascarada.

A derrota do PT, mostra a desmoralização da política da conciliação de classes e do abandono do trabalho de base, preenchido por seitas religiosas e aventureiros de todos os tipos.

Face ao aprofundar da crise, o governo social-democrata do PT já não tinha condições para executar o papel de controlador e apassivador das lutas sociais que desempenhara. A burguesia necessitava de ajustes radicais imediatos, para rebaixar salários, cortar direitos e despesas sociais e disciplinar a seu modo a força de trabalho. Era chegada a hora de um governo do grande capital que executasse de maneira mais rápida e profunda os ajustes repressivos contra os trabalhadores e o processo de privatizações. Tudo isto mascarado de combate à corrupção. Contudo, destituída Dilma a operação "Lava Jato" foi parada.

Devido a anos de despolitização, diz EC, os media puderam transformar as manifestações populares em luta contra a corrupção – quando são os sectores burgueses são os maiores corruptores do país – ao mesmo tempo pequenos grupos fascistas foram mobilizados representando a tropa de choque das classes dominantes nas ruas.

Com Bolsonaro, o grande capital colocou no governo os seus mais ardorosos representantes para operar políticas neoliberais e deitar mão aos recursos públicos. Foram postas em prática reformas radicais, como a da proteção social para favorecer os banqueiros; leis laborais eliminando direitos e garantias conquistados no passado; redução do salário mínimo; entrega ao capital privado de aeroportos, ferrovias, portos e empresas públicas, cortes no ensino público, etc. Recrudesceu também a política contra indígenas, repressão e assassinatos dos pobres das periferias, proteção dos predadores ambientais.

"Aplaudido pelo grande capital, Bolsonaro comprometeu-se a prosseguir e ampliar as políticas ultraliberais de Temer contando com o superministro Paulo Guedes, eficiente na conspiração, chantagem, clientelas, ofertas a parlamentares e governadores para conseguir os seus objetivos. Não importa que tenha elogiado torturadores se é racista e misógino, falam mais altos os interesses económicos da burguesia".

A popularidade de Bolsonaro reduziu-se de maneira expressiva com as trapalhadas nacionais e internacionais e ataques diretos aos salários, pensões e funções sociais do Estado. O apoio a Bolsonaro centra-se agora em três grupos: os mais corruptos, os fascistas orgânicos e militares, quase todos generais, para os quais o inimigo principal são as pessoas do seu país.

6 – Concluindo

Como EC reporta, no Brasil os 10% mais ricos possuem 42,5% do RN, os 10% mais pobres 1,2%. O proletariado enfrenta o caos urbano (4 horas para ir e voltar do trabalho) e convive diariamente com a violência policial. Os serviços públicos, educação, saúde, saneamento podem ser comparados aos dos países mais pobres do mundo.

O país é dominado por uma classe dominante truculenta, reacionária, subsidiária do imperialismo, que dissimula intenções e objetivos. Uma classe dominante, obtusa, que trata a questão social como um caso de polícia, inimiga do proletariado, não medindo esforços para derrotar os trabalhadores mesmo que para isso tenha de impor um regime de força ou pedir ajuda ao capitalismo internacional.

Ao longo da História os sectores de esquerda que se aliaram à burguesia foram absorvidos, humilhados e derrotados pela própria burguesia quando entendeu que já não eram funcionais aos seus interesses. "Querer fazer alianças com os sectores dominantes é puro masoquismo".

Sem a direção de uma vanguarda classista e revolucionária, as manifestações populares que se verificaram no Brasil (como em países da UE) acabam por ter efeitos reduzidos e mesmo ser aproveitadas pela direita.

EC torna claro que não é possível confundir a soberania nacional com os interesses de uma oligarquia que mantém os trabalhadores sobre-explorados e em precárias condições económicas e de segurança. Como em qualquer outro país submetido à oligarquia, a reconstrução do Brasil só pode ser realizada com um consequente programa alternativo na perspetiva dos mais vastos interesses populares.

20/Dezembro/2020
Ver também:
  • A crise brasileira: reflexões implacáveis

    [1] Edmilson Costa, doutorado em economia e em Filosofia e Ciências Humanas, autor designadamente de A crise mundial, a globalização e o Brasil, A globalização e o capitalismo contemporâneo.   É secretário-geral do Partido Comunista Brasileiro (PCB).   O livro é editado pelo Instituto Caio Prado Jr., S. Paulo, 2020, 360 p., ISBN 978-65-87543-01-7


    In
  • RESISTIR.INFO  
  • <i> Reflexões sobre a crise brasileira, </i> um livro de Edmilson Costa pondo em questão o capitalismo dependente (resistir.info)
  • 20/12/2020 
  •  
  •  
  • sábado, 19 de dezembro de 2020

    Engels: un revolucionario

     


    *MANUEL MONLEÓN, PROFESOR UNIVERSITARIO* *(VALENCIA) *


            /En 1847 el socialismo era un movimiento de la clase media, el
            comunismo lo era de la clase trabajadora. El socialismo era de
            recibo en los “salones”, al menos en el continente; el
            comunismo, justo lo contrario. Y como desde el principio fuimos
            de la opinión que “la emancipación de la clase trabajadora ha de
            ser obra de la clase trabajadora”, no podía caber duda sobre
            cuál de los dos nombres debíamos elegir. Aún más: desde
            entonces, no se nos ha pasado nunca por la
            cabeza cambiárnoslo/[1]
            <https://observatoriocrisis.com/wp-admin/post-new.php#_ftn1>


            */Federico Engels (1820-1895)/*


            *Artículo aparecido en la edición de Diciembre de 2020 de la
            Revista «Nuestra Bandera»*

    Engels es un gigante del siglo XIX. Revolucionario en armas en su
    juventud, intelectual de saber enciclopédico, de intereses múltiples,
    forjador de una visión del mundo, organizador y consejero de máxima
    influencia del naciente movimiento obrero internacional, publicista
    prolífico y precoz, …sin olvidar que también fue empresario de la
    industria del algodón en Manchester, en las décadas en que esa industria
    y esa ciudad eran el epicentro de la gran transformación del mundo
    derivada de la industrialización basada en el vapor. El siglo de Engels
    es el que emerge de las consecuencias de la paz de 1815, con la Santa
    Alianza, y llega hasta los albores del capitalismo en su fase
    monopolista e imperialista, el siglo que ve desaparecer y aparecer
    imperios, rehacerse las fronteras, el surgimiento de nuevos estados
    nacionales, guerras y revoluciones en 1830, 1848, 1871, y con éstas, la
    aparición de un nuevo actor en el escenario /político/: la clase
    trabajadora, el proletariado moderno. El cartismo nace en 1824, cuando
    Engels tiene 4 años; durante décadas, representa la más avanzada y casi
    única expresión política propiamente obrera, y está circunscrita a
    Inglaterra.

    En la vejez de Engels, la organización política de la clase trabajadora
    es una fuerza internacional, de influencia política y cultural en todos
    los países europeos. El arco que se tiende entre esos dos estadios, el
    de la incepción y el de la plena madurez del movimiento obrero político,
    está presidido por la figura de Engels. Dos años antes de morir, tras
    una vida no fácil, llena de renuncias en lo personal, podía decir ante
    una asamblea socialdemócrata que le rinde homenaje en Viena: «todo lo
    que sucede en el mundo entero lo hace con la vista hacia nosotros. Somos
    una potencia, temida, de la que depende más que de ninguna otra de las
    grandes potencias. ¡Ese es mi orgullo! No hemos vivido en vano, y
    podemos mirar atrás con orgullo y satisfacción por nuestro trabajo[2]
    <#_ftn2>».

    Pero Engels fue, ante todo, amigo de su gran amigo Marx, a quien, puede
    decirse, dedicó la mayor parte de su vida hasta sus años finales,
    incluso tras la desaparición de Marx. Desde poco después de su primer
    encuentro en 1842 ambos constatan la congruencia de sus puntos de vista,
    y deciden trabajar conjuntamente. Inician una relación que es un caso
    singular de longeva y especialísima amistad, extendida con el tiempo a
    las respectivas familias [Gabriel, 2014]. Además de artículos, informes
    y comunicados, juntos firmaron /La sagrada familia/ (1845) y el
    /Manifiesto del Partido Comunista/ (1848), y juntos escribieron /La
    ideología alemana/ (1846), texto que no publicaron en vida, pero que
    constituye la puesta en claro, mano a mano, de lo que luego se llamaría
    la /concepción materialista de la historia/, un texto-fuente al que
    ambos harían referencia con posterioridad, y cuyas tesis aparecen ya
    vertidas en el /Manifiesto/. Las obras de Marx y Engels (incluidos
    artículos, intervenciones y correspondencia) forman 42 volúmenes en la
    edición standard de las /Marx Engels Werke/ (/MEW/), y son 114 en la
    nueva edición histórico-crítica que se publica desde 1975 (la /MEGA/^2 ,
    la /Marx Engels Gesamtausgabe/, que incluye borradores, extractos y
    /marginalia/).

    La correspondencia entre ambos ahí recogida muestra el continuo diálogo
    intelectual, preguntas y respuestas, aclaraciones y consultas mutuas
    respecto de los más variados temas. Una correspondencia que se extiende
    durante toda su vida, y que en los veinte años de separación (Engels en
    Manchester, Marx en Londres) por poco no alcanza frecuencia diaria en
    ocasiones. El grado de imbricación y sintonía de ambos tiene en ella su
    mejor prueba. Curiosa circunstancia: las obras completas de un autor
    publicadas /conjuntamente/ con las de otro… pero es que, en vida, ambos
    ya eran vistos por terceros como un dúo.

    En la pareja /Marx & Engels/ éste ha pasado a la historia como el amigo,
    el apoyo, el colaborador de Marx que divulgó su pensamiento. «Lo que
    hizo Marx, no hubiera podido hacerlo yo. Marx estaba más alto, veía más
    lejos y más rápido que todos nosotros. Marx era un genio, nosotros a lo
    sumo talentos», dice en 1886 Engels en su /Ludwig Feuerbach/, al
    rememorar su colaboración. Las muestras de admiración hacia Marx y de
    enorme modestia respecto de la propia contribución a las empresas
    comunes abundan en los escritos de Engels y en su correspondencia. Esta
    subordinación asumida por él mismo ya en vida ha tenido como
    consecuencia una minusvaloración de sus propias contribuciones, una
    visión de Engels como un actor secundario. Ello no hace justicia a la
    realidad. Engels fue un pensador independiente, que en puntos se
    anticipa a Marx, que trata temas que éste no trató, y que, en el periodo
    inicial del movimiento que se cierra con el /Manifiesto/, tiene
    plenamente merecido el estatuto de /cofundador/.

    *La concepción materialista de la historia*

    Engels se emancipa de la religiosidad pietista de su ambiente familiar
    en Barmen a través de la lectura de David Strauss y su crítica de la
    religión. Durante el periodo de su servicio militar en Berlin (1841)
    entra en contacto con los hermanos Bauer y el círculo de los “jóvenes
    hegelianos”. Allí, en su tiempo libre, asiste como oyente a las
    lecciones de Schelling en la universidad, contra quien escribe un par de
    artículos: crítica en ellos la puerta abierta al irracionalismo y la
    superstición que ve en la postura de Schelling; frente a éste, Engels
    defiende a Hegel. Algunas de estas ideas juveniles no le abandonaran
    (las formulaciones sobre la “identidad del ser y el pensar”). La
    resonancia de estos trabajos es tal que, un año más tarde, Arnold Ruge
    (editor de la /Gaceta renana/), al dirigirse a él por primera vez, lo
    hace como /Herr Doktor/, y Engels ha de corregirle: «no soy doctor, ni
    podré llegar a serlo» (carta a Ruge de 15 junio 1842). Porque, en
    efecto, su padre le ha obligado a interrumpir los estudios y a formarse
    como comercial para trabajar en la empresa familiar. A ello va a
    Manchester, donde estará de 1842 a 1844 en estancia formativa. De
    camino, pasa por Colonia para visitar la redacción de la /Gaceta
    renana/, donde ha empezado a colaborar. Y allí encuentra por primera vez
    a Marx. No es un encuentro caluroso este primero.

    En Manchester, donde ha llegado ya con ideas republicanas y democráticas
    radicales y experiencia publicística, Engels aprovecha el tiempo. No
    solo se forma en la empresa de la que su padre es socio, /Ermen &
    Engels/; lee y estudia economía política, filosofía, y se presenta en la
    redacción del /Northern Star/, el órgano de los cartistas. Conoce y se
    vincula emocionalmente a Mary Burns, una trabajadora que se convertirá
    dos años después en su compañera vital. Recorre con ella los suburbios
    obreros, y va a las bibliotecas a extractar libros y recopilar datos. De
    alguna manera, es aquí, en este instante histórico, cuando se produce la
    fusión entre el socialismo y el movimiento obrero. ‘Socialismo’ era en
    ese momento un conjunto de posicionamientos morales sobre la sociedad,
    con influencia en las clases acomodadas, pero no en el proletariado.
    Engels es el crisol de esa fusión. Sus colaboraciones periodísticas
    desde Inglaterra abren los ojos de los socialistas continentales sobre
    una realidad de la que éstos poco sabían: las condiciones de vida y la
    posición en la moderna sociedad industrial de la clase obrera.

    Escribe en 1844 un texto que Marx y Ruge publican en los /Anales
    Franco-Alemanes/: /Umrisse einer Kritik der Nationalökonomie/, “Esbozo
    de una crítica de la economía política”. Es el primer intento de fundar
    las reivindicaciones socialistas del movimiento obrero en un análisis de
    la estructura económica de la sociedad. Es un texto primerizo, no hay en
    él, por ejemplo, asomo de una teoría del valor como la que desarrollaría
    Marx más tarde. Pero sí numerosas ideas que aún hoy poseen la fuerza de
    entonces: la descripción de la desposesión, de los efectos de la
    competencia, y de las consecuencias de tratar como mercancías al trabajo
    y a la tierra (ideas que adelantan, en este punto, a las muy celebradas
    tesis de Karl Polanyi en /La gran transformación/).

    En 1844 es la lectura de los /Umrisse/ de Engels la que hace ‘descubrir’
    a Marx que la clave de todo está en la producción de las condiciones de
    la vida material (la ‘economía’), y no, como él pensaba entonces, en la
    crítica del derecho y de la política (la de la religión, el tercer pilar
    del estado prusiano, ya la había hecho Feuerbach), proyectos que eran
    los suyos propios de ese tiempo, y que entonces abandona en beneficio
    del estudio de la economía [Kopf (2015), pp 34, 58]. En el prefacio a la
    /Contribución a la crítica de la economía política/ (1859) Marx llamará
    “esbozo genial” a este texto de Engels, y lo citará varias veces en /El
    Capital/. Al regreso de Manchester, Engels plasma en libro sus
    conclusiones: /La situación de la clase obrera en Inglaterra/ (1844), un
    texto que merece la consideración de /clásico/. Durante muchos años, el
    único texto ‘marxista’ reseñado y presente en bibliotecas, traducido a
    todos los idiomas, pionero en tantas cosas: del análisis social de la
    salud, del urbanismo, del trabajo de la mujer… Y de la /metodología
    materialista/ de análisis de los fenómenos sociales [Brie (2020)]. 23
    años después, mientras escribe /El Capital/, Marx lo repasa… «Volver a
    leer tu escrito me ha hecho notar con pesar cómo envejecemos. ¡De qué
    manera más fresca, apasionada, valientemente anticipatoria, sin reparos
    académicos, está tratado el tema! Y la ilusión misma de que mañana o
    pasado la historia pueda alumbrar el resultado… Todo ello le confiere
    calidez y un humor lleno de vitalidad» (carta a Engels de 9 abril 1867).

    En ese viaje de vuelta a Barmen desde Manchester en 1844 Engels se
    detiene en París a visitar a Marx, donde pasan encerrados diez días
    poniendo en común sus puntos de vista. De este encuentro, esta vez sí,
    nace la amistad y colaboración indisoluble de por vida. Se fragua en el
    intercambio de ambos amigos la “concepción materialista de la historia”.
    Las ideas fundamentales, tal como aparecerán sintetizadas en el famoso
    prefacio de Marx a su /Contribución a la crítica de la economía
    política/ de 1859, aparecen formulados casi /verbatim/ en los textos de
    Engels de 1845 preparatorios de la /Ideología alemana/ (en la que estos
    pasajes están manuscritos por… ¡Engels!, con anotaciones al margen de
    Marx [Kopf (2015), pp 11-24, 59-60]). Y en muchos artículos
    periodísticos de Engels durante 1847 aparecen formulaciones coincidentes
    con pasajes del /Manifiesto del partido comunista/ de 1848 [Kopf (2018),
    p 34]; éste viene precedido por redacciones previas de Engels (el
    “ideario comunista” y los “principios del comunismo”), que es quien
    primero se pone a trabajar en el encargo que les ha hecho la Liga de los
    Justos: «piénsate algo lo del ideario. Creo que lo mejor es que
    abandonemos la forma de catecismo y que titulemos la cosa /Manifiesto/.
    Puesto que hay que contar historia en él, la forma presente no es
    adecuada. Te mando esto que he hecho; es un relato sencillo, pero está
    miserablemente redactado, deprisa y corriendo» (carta a Marx, 24
    noviembre 1847). De ello hará Marx el /Manifiesto/. Éste fue publicado
    de forma anónima; cuando lo cita Marx en /El Capital/, lo hace con
    atribución de autores por primera vez, poniendo a Engels en primer
    lugar. Engels mismo, sin embargo, siempre atribuyó lo esencial de “la
    idea” a Marx. He aquí ésta, formulada con sus palabras en el prólogo de
    1888 al /Manifiesto/:

    Esta idea consiste en lo siguiente: en cada época histórica la manera de
    producción y de intercambio dominante y la articulación social que
    necesariamente se deriva de ella constituyen el fundamento sobre el que
    se erige la historia intelectual y política de esa época, que sólo
    pueden ser explicadas a partir de ese fundamento. Consecuentemente, la
    historia entera de la humanidad (desde la desaparición del orden de la
    gens con su propiedad comunal de la tierra) ha sido una historia de
    luchas de clases; luchas entre clases explotadoras y explotadas,
    dominantes y oprimidas. La historia de estas luchas de clases constituye
    un desarrollo que en la actualidad ha alcanzado un estadio en el que la
    clase oprimida y explotada, el proletariado, no puede alcanzar su
    liberación del yugo opresor de la clase dominante, la burguesía, sin
    liberar al mismo tiempo, y de una vez para siempre, a la sociedad entera
    de toda explotación y opresión, de todas las diferencias de clase, y de
    todas las luchas de clases.

    Este núcleo fundamental de ideas Engels se dedicará a exponerlo y
    divulgarlo a lo largo de toda su vida, escribiendo prefacios y
    presentaciones para reediciones y traducciones de los escritos de Marx
    una vez desaparecido éste, y en numerosos estudios históricos
    específicos propios. Ya en su madurez, en /El origen de la familia, la
    propiedad privada y el estado/ (1884) la formulación contiene una
    novedad significativa:

    Según la concepción materialista el momento determinante en última
    instancia en la historia es el de la producción y reproducción de la
    vida inmediata. Pero éste es de naturaleza doble: por un lado, la
    producción de medios de vida, elementos de alimentación, vestimenta,
    vivienda y las herramientas necesarias para ello; por otro lado, la
    producción de los seres humanos misma, la continuación de la especie.
    Las instituciones sociales bajo las que viven los humanos de un
    determinado país y época histórica están condicionadas por ambos tipos
    de producción: por el estadio de desarrollo del trabajo, de un lado, y
    por el de la familia, de otro.

    Las consideraciones de Engels en este libro sientan los rudimentos de
    una teoría materialista de la civilización, con el germen de una teoría
    de las relaciones entre géneros.

    A partir de mediada la década de los 1870s la influencia de la
    socialdemocracia, y de las ideas de Marx y Engels dentro de ella, crecen
    imparablemente. En su vejez, ya como autoridad intelectual y moral
    indiscutida del movimiento socialdemócrata, Engels tendrá también que
    aclarar y matizar las tesis del materialismo histórico y combatir
    interpretaciones simplificadas que acaban siendo caricaturas. En una
    serie de cartas a militantes e intelectuales influyentes (Ernst,
    Schmidt, Joseph Bloch, Borgius, Mehring, Bernstein, Kautsky, Sombart y
    otros) que se dirigen a él solicitando opiniones y aclaraciones sobre la
    interpretación materialista de la historia, Engels se explaya sobre cómo
    entender el condicionamiento “en última instancia” de la superestructura
    social por su base, sobre la relación entre libertad y necesidad
    [Timpanaro (1970), pp 91-94], y expone un concepto de ley (histórica,
    social) que hoy calificariamos de “emergentista” (cartas a Schmidt,  J
    Bloch, Borgius, Mehring). Engels se autocritica por formulaciones suyas
    y de Marx que han podido dar lugar a interpretaciones deformadas y que,
    por simplificadas, se alejan de un planteamiento dialéctico (cartas a J
    Bloch de 1890 y a Mehring de 1893). Estas cartas constituyen la última
    contribución engelsiana a la teoría, y son una fuente riquísima de ideas
    originales que trascienden los contextos en que se las formula.

    *La ‘visión del mundo’*

    Engels es el autor de las primeras exposiciones de conjunto de la
    doctrina que Marx y él elaboraran, en los libros /La subversión de la
    ciencia por el Sr Dühring/ (el ‘/Anti-Dühring/’, 1878) y /La evolución
    del socialismo desde la utopía a la ciencia/ (1880), estando formado
    éste último por capítulos extraídos del primero. Marx llama a este
    texto, en el prólogo que le escribe, «una introducción al socialismo
    científico». Junto con la reseña /Ludwig Feuerbach y el final de la
    filosofía clásica alemana/ (1886) y las notas editadas póstumamente como
    /Dialéctica de la naturaleza/ (1873-1882, 1ª ed 1925), estos textos
    constituyeron la base de la formación de miles de militantes obreros [3]
    <#_ftn3> y formaron la fuente de la que se nutrió con posterioridad el
    género manualístico.

    Están en el origen del marxismo como ideología difusa del movimiento
    comunista internacional: el “marxismo-concepción del mundo”
    (/Weltanschauungsmarxismus/), el “marxismo de movimiento obrero”
    (/Arbeiterbewegungsmarximus/), términos empleados despectivamente por
    quienes reprochan a Engels haber desvirtuado a Marx y haber creado “el
    marxismo”, que tendría poco que ver con el ‘auténtico’ pensamiento de
    Marx… Esto se ha convertido en lugar común del así llamado “marxismo
    occidental” (no deja de sorprender que muchos autores de este “marxismo
    occidental” reaccionen con alergia ante el concepto de ‘visión del
    mundo’ si asociado a Engels, pero lo compren sin reparos cuando se trata
    de Labriola o Gramsci, autores ambos en los que ocupa una importancia
    central). Es cierto que estos textos, siendo como fueron lo más próximo
    a exposiciones de carácter sistemático, necesariamente tenían que servir
    a los fines de divulgación mejor que otros, más técnicos o más
    circunstanciales, y los manuales de marxismo se nutrieron de ellos
    especialmente. Ahora bien, el problema no es la existencia de manuales,
    sino su calidad y, sobre todo, nuestra relación con ellos [4] <#_ftn4>.

    Sobre qué sea una ‘visión del mundo’, su papel y su necesidad (también
    sobre lo que no debe ser), Manuel Sacristán dejó palabras escritas que
    requieren poca adición [Sacristán (1964), p 28]. Engels no se inventó
    esa necesidad: hay que recordar la coyuntura ideológico-cultural de la
    sociedad alemana en la que aparece el /Anti-Dühring/. Las décadas
    sucesivas de los 1850s, 1860s y los 1870s conocen las denominadas como
    “polémica del materialismo” (/Materialismusstreit/, Moleschott, Vogt,
    Büchner,…), “polémica del darwinismo” (/Darwinismusstreit/, Haeckel,
    Lange, Büchner,…) y la “polémica del /ignorabimus/”
    (/Ignorabimusstreit/, du Bois-Reymond, Nägeli, Dilthey, von Hartmann,…),
    respectivamente. Contra el fondo del avance impetuoso de las ciencias y
    de sus aplicaciones técnicas a mediados del XIX el pensamiento
    conservador reacciona o reacomoda sus parámetros. No solo académicos se
    implican en estas polémicas: los salones se llenan de público para
    escuchar debates. El materialismo, la cognoscibilidad del mundo, la
    evolución natural y el origen de la especie humana… ¿A qué genero
    pertenecen las preguntas, preocupaciones y pronunciamientos referidos a
    estos temas?

    La respuesta natural es: a la ‘concepción del mundo’. Engels reconoce
    que una clase ascendente debe tener una visión del mundo, y debe
    desembarazarse de otras. Y más aún los dirigentes: «en adelante deberá
    ser obligación de los dirigentes ilustrarse más y más sobre todas las
    cuestiones teóricas, liberarse de la influencia de frases que pertenecen
    a concepciones del mundo superadas, y tener siempre presente que el
    socialismo, desde que se ha convertido en ciencia, debe ser ejercido
    también como ciencia, es decir, debe ser estudiado», dice en una nota de
    1874 a la reedición de su /Guerra campesina alemana/. En el naciente
    movimiento socialdemócrata (en 1869 tiene lugar el congreso de Eisenach)
    influencia importante es aún la de Lassalle, y modas del momento son el
    positivismo, Comte, el darwinismo social, el evolucionismo. Dühring, un
    profesor universitario cercano al partido socialdemócrata, ha sido uno
    de los primeros en reseñar /El Capital/, expresando severas críticas
    hacia el “hegelismo” de Marx.

    De modo que cuando Liebknecht alerta sobre la influencia creciente que
    los puntos de vista de Dühring tienen entre los dirigentes
    socialdemócratas, Marx presiona a Engels para que la emprenda con él.
    Superando reticencias y aparcando los proyectos en los que está
    trabajando desde hace años (singularmente, la /Dialéctica de la
    naturaleza/) Engels acomete la crítica pedida. Y, como él dice en uno de
    los prólogos, es el propio carácter de sistema de la obra de Dühring el
    que le fuerza a hacer, él también, una exposición sistemática de
    “nuestros puntos de vista” (/unsere Ansichten/), como entre ellos se
    refieren Marx y Engels a sus ideas comunes en la correspondencia. La
    consecuencia es que, una década después, al finalizar la legislación de
    excepción contra los socialistas promulgada por Bismarck (la
    ‘/Sozialistengesetz/’, 1878-1890), la socialdemocracia emerge reforzada
    no sólo como potencia política, sino también como potencia ideológica:
    el ‘marxismo’ ha triunfado en su seno sobre todas las influencias, y se
    presenta a la sociedad como la visión del mundo de la fuerza social
    ascendente. Las élites dominantes así lo reconocen [Kopf (2015), pp 84
    ss], y por un momento se sienten en inferioridad ideológica frente a un
    adversario que les presenta «un sistema de pensamiento compacto»
    [Dilthey (1893), p 91]. Wolfgang Harich llega a atribuir la “necesidad
    de cosmovisión” (/Weltanschauungsbedürfnis/) diltheyana directamente a
    una reacción frente al /Anti-Dühring/ y su influencia [Harich (2000), pp
    212-127].

    Marx y Engels fueron extraordinariamente sensibles a los desarrollos de
    las ciencias naturales de su tiempo: comprendieron su importancia no
    sólo para la tecnología, sino para el pensamiento contemporáneo.
    Asimilaron rápidamente de ellas conceptos como el de ‘metabolismo’
    (/Stoffwechsel/), ‘interacción’ (/Wechselwirkung/), ‘corte transversal’
    (/Durchschnitt/) para expresar de manera precisa ideas propias de
    matices nuevos, en una operación de transfección conceptual que va más
    allá de la metáfora. Y quisieron pensar la naturaleza y las ciencias
    naturales de manera dialéctica. ¿Cómo podrían unos pensadores
    dialécticos querer pensar la naturaleza sino dialécticamente?

    En el /Anti-Dühring/ y en la /Dialéctica de la naturaleza/ se habla
    mucho de eso: de conceptos y problemas de las ciencias, y de dialéctica.
    Se le ha hecho el cargo a Engels de inaugurar una vía que conducía a la
    “ontologización” de la dialéctica, a una comprensión de ésta como
    esquema dogmático, precrítico, al que las ciencias debían ajustarse; la
    expresión “leyes de la dialéctica” constituiría la prueba… Pero este
    término es Marx quien lo emplea por primera vez, y Engels hace uso de él
    en contadas ocasiones [Liedman (1997), Kangal (2020)]. Las categorías
    centrales de la dialéctica de Engels son las de interacción, nexo o
    vínculo (/Zusammenhang/), movimiento, forma de movimiento, forma de
    existencia… Y su programa es el de una ampliación del concepto de
    materia superador del materialismo reduccionista del siglo XVIII.

    Se trata del programa de una visión procesista, sistemista y
    no-reduccionista, capaz de pensar la aparición de la novedad
    cualitativa, como en su momento supo bien apreciar Ernst Bloch. Estas
    nociones, que aparecen en los apuntes de los 1870s de Engels para la
    /Dialéctica de la naturaleza/ (que, no cabe olvidar, no pudo dejar en
    forma publicable: nunca sabremos qué forma definitiva hubiera acabado
    adquiriendo este proyecto), las vemos operativas una década más tarde en
    sus cartas sobre el materialismo histórico a interlocutores diversos
    (Schmidt, Joseph Bloch, Mehring,…) en sus matizaciones y aclaraciones
    sobre la relación entre base y superestructura, sobre los procesos
    individuales y los colectivos, sobre la irreductibilidad de los procesos
    sociales a sus fundamentos biológicos. Cuando en nuestros días se
    reactivan debates sobre  reduccionismo y emergentismo y, en ellos,
    ‘materialismo’ sigue siendo sinónimo de mecanicismo, sólo cabe constatar
    que el programa de un materialismo dialéctico sigue siendo un proyecto
    inacabado para una necesidad real. Y cuando se piensa en la crisis
    sistémica del metabolismo socio-natural una comprensión dialéctica de
    los procesos naturales se hace imperativa [Bellamy Foster (2020)].

    *Estrategia y táctica del movimiento obrero internacional*

    El Engels pensador no es «ni con mucho, la mitad del hombre [5]
    <#_ftn5>», pues su pensamiento y sus estudios estuvieron siempre al
    servicio de la acción: de la causa de la emancipación de la clase
    trabajadora y del género humano. Engels es un revolucionario, desde
    antes de 1848 hasta el final de sus días. Su adhesión a las ideas del
    comunismo en 1842-43 va pareja de la convicción de que la transformación
    del orden social vigente sólo es posible mediante una revolución. Los
    problemas asociados a la revolución son una inquietud permanente en él:
    quién la debe protagonizar, cómo ha de ser, con qué aliados, con qué
    programas… Y es un revolucionario práctico cuando toca: organizador de
    comités de correspondencia comunistas antes de 1848, participante fusil
    en mano en alzamientos y batallas contra el ejército prusiano en 1849,
    dirigente de la /Internacional/ en el periodo 1870-1872 (donde su
    conocimiento de 14 lenguas le hace Secretario correspondiente para
    numerosos países, entre ellos España y Portugal), líder moral y
    consejero de los partidos socialdemócratas y obreros europeos en su
    vejez [6] <#_ftn6>…

    Las ideas de Engels respecto de los problemas de la revolución
    evolucionan con el tiempo, al compás de su análisis de los cambios
    sociales y de la propia experiencia del movimiento. Pero hay una
    constante que recorre sus pronunciamientos (y los de Marx) desde el
    inicio hasta el final: la necesidad de que el proletariado se constituya
    como partido político independiente. «Lo principal es conseguir que la
    clase trabajadora actúe como /clase/; una vez se haya conseguido esto,
    ella misma encontrará pronto la orientación correcta» (carta a Florence
    Kelley, 28 diciembre 1886).

    Hay en esta idea central varias dimensiones: la clase ha de constituirse
    en partido /político/, y éste ha de ser /independiente/. Es la
    constitución del proletariado como /sujeto político/ lo que Marx y
    Engels subrayan una y otra vez, y lo que los desmarca de otras
    tradiciones /apoliticistas/ presentes en el movimiento obrero (así el
    anarquismo). La preocupación por el estado, por la universalización del
    sufragio, por la participación las elecciones, /etc/, se explican por
    esa convicción. El proletariado debe tomar el poder del estado. En
    segundo lugar, es la /independencia respecto de otras clases/ lo que se
    pone en el orden del día. El proletariado no puede ser un apéndice de
    fuerzas políticas liberales y democrático-radicales, como lo había sido
    en Inglaterra hasta la aparición del cartismo (y después de su crisis),
    y como seguía siéndolo en el continente. La necesidad de esa
    independencia política se deriva del /programa/: la reapropiación por
    parte de la sociedad de los medios de producción. La insistencia tenaz
    en estos principios, a lo largo de toda la vida de Marx y Engels,
    explica también el curioso hecho de que la mayoría de sus escritos
    teórico-políticos están dirigidos contra personalidades ‘cercanas’, son,
    hasta cierto punto, polémicas ‘internas’: contra Bauer, Stirner,
    Feuerbach, Schapper, Proudhon, Vogt, Lassalle, Bakunin, Dühring… Esta
    circunstancia adquiere significado cuando se la inserta en un proceso de
    aclaración de principios en la constitución de la clase como sujeto
    político.

    La firmeza en esos tres elementos (política, independencia, programa),
    sin embargo, se combina en Engels con la más amplia flexibilidad en la
    estrategia y la táctica. En el prólogo que escribe en 1895 para la
    reedición de /Las luchas de clases en Francia 1848-1850/ de Marx, Engels
    recuerda cómo durante los años iniciales del movimiento su concepción
    acerca de qué es la revolución está muy marcada por la experiencia de la
    Gran Revolución Francesa de 1789-1793: la acción de una ‘minoría’,
    apoyada más o menos pasivamente por la ‘mayoría’. Ese escrito
    sistematiza su reflexión de años previos sobre los cambios sociales,
    tecnológicos y militares que modifican las condiciones para la toma del
    poder por la clase trabajadora, y le conducen al concepto de ‘revolución
    de la mayoría’, en el que lo decisivo es la participación activa de las
    grandes masas.

    Concienciación y política de alianzas se convierten en preocupaciones
    centrales para una ‘revolución de la mayoría’. Ya desde la década de los
    1850s, como resultado de la derrota de la oleada revolucionaria de 1848,
    Engels comprende la necesidad de ganar al campesinado como aliado: éste
    constituye la mayoría de la población, y ninguna revolución podrá
    triunfar con su oposición. Esta conclusión está presente también en su
    análisis del aislamiento del proletariado parisino que conduce a la
    derrota de la /Comuna/ en 1871. Cuando el Partido Socialdemócrata alemán
    comienza a cosechar éxitos electorales, aparece claro que la mayoría
    sólo se logrará con el apoyo del campesinado. Y Engels dedica una
    significativa parte de sus estudios y actividad publicística a la
    cuestión campesina, tratando de hacer cobrar conciencia a esta clase de
    su confluencia de intereses con el proletariado e incluso de su
    tradición revolucionaria (/La guerra campesina alemana/, /La marca/, /La
    cuestión campesina en Francia y Alemania/, y otros escritos).

    Los problemas de la ‘revolución de la mayoría’ presiden los escritos y
    cartas de Engels en su madurez [Callesen (2010)]: los problemas de la
    agitación electoral, «aprender a usar las elecciones» según el ejemplo
    de la Socialdemocracia alemana, los problemas de la huelga general, la
    combinación de las acciones de masas y las elecciones, las consecuencias
    de una llegada prematura al poder (que hace en /La guerra campesina
    alemana/), la cuestión de la necesidad o no de la violencia en la
    revolución, el problema del creciente militarismo como fenómeno nuevo
    que ve emerger en la política internacional… También los de la
    organización, los del Partido. Engels considera imprescindible la unidad
    del partido en torno a principios revolucionarios claros, pero, al mismo
    tiempo, defiende la necesidad de la máxima libertad de expresión en su
    seno e incluso de una prensa de partido independiente de la dirección y
    de la fracción parlamentaria (cartas a Trier de 18 diciembre de 1889, a
    Bebel de 1 mayo 1887 y 19 nov de 1892, ‘Carta de despedida a los
    lectores del /Sozialdemokrat/’ de 1890).

    *Engels editor de Marx*

    Es imperativo hacer referencia brevemente a la labor de Engels como
    editor de Marx. Cuando Marx muere, ha publicado bajo su nombre /Misère
    de la philosophie/ (1847, solo en Francia), /Las luchas de clases en
    Francia 1848-1850/ (1851), la /Contribución a la crítica/… (1859) y el
    Libro I de /El Capital/ (1867). Salvo éste último, que es reeditado,
    ninguna otra obra suya se encuentra disponible en ese momento. Y Engels
    abandona todo otro proyecto personal para emprender el rescate,
    reedición, traducción a diferentes idiomas, y presentación de todos los
    textos importantes de Marx, muchos inéditos (entre ellos, las /Tesis
    sobre Feuerbach/ y /Salario, precio y beneficio/), con el objeto de
    asegurar la influencia de su pensamiento (el de Marx) en el momento en
    que la socialdemocracia se convierte en potencia política internacional.
    Es de ese modo como nace “el marxismo”: siendo editado, traducido y
    leído en diferentes idiomas, de manera más o menos simultánea. Y, por
    supuesto, Engels edita los inconclusos Libros II (1885) y III (1894) de
    /El Capital/.

    El trabajo que ello le supone es ingente. Es conocido el poco efectivo
    método de trabajo de Marx (que Rubel llamaba “lectura bulímica”), que le
    ha impedido toda su vida completar proyectos a tiempo, o completarlos
    sin más; el estado en que Engels encuentra la redacción de los Libros II
    y III, que él creía poco menos que listos para la imprenta, le
    descorazona. Completar una versión legible del Libro III le cuesta 10
    años. Eike Kopf, durante muchos años uno de los curadores de la /MEGA/^2
    , ha calculado los volúmenes de esta edición que no existirían sin
    Engels; y del Libro III, dice: «Engels él solo hizo entre 1883 y 1894 lo
    que un equipo de 50 colaboradores de la /MEGA/^2 en Moscú, Halle,
    Berlin, Sendai y Tokio tardaron en hacer 30 años» [Kopf (2015), pp 107,
    95]. Este mérito se ha convertido, a ojos de sus críticos, en un nuevo
    cargo: el de haber desvirtuado el carácter de la obra marxiana, en
    particular, el Libro III. Al parecer, Engels puso “Zusammenbruch”
    (derrumbe) donde Marx escribió “Klappen” (abatimiento)… Michael Krätke,
    Eike Kopf han dejado claro que no es tal el caso: la edición engelsiana
    es lo más fiel que se puede ser a los manuscritos originales. Incluso
    Rubel, nada sospechoso de ser filoengelsiano, dice que en la nueva
    edición del Libro III en la /MEGA/^2 «se recobra el mismo Marx que
    Engels había copiado fielmente» [Rubel (1995), p 524]. Pero sí, hay que
    conceder a los críticos de Engels que sin Engels no habría marxismo.
    «Sin ti nunca habría finalizado el trabajo, y te aseguro que me pesa en
    la conciencia que hayas tenido que malgastar tu proverbial fuerza en el
    comercio fundamentalmente por mi culpa, y que /into the bargain/
    [encima] hayas tenido que pasar conmigo todas mis /petites misères/
    [pequeñas miserias]» (Marx a Engels, carta de 7 de mayo de 1867, al
    finalizar de escribir /El Capital/).

    *Actualidad de Engels*

    Engels es una extraordinaria figura histórica, cuya consideración, hoy,
    no está a la altura de sus merecimientos. Están, por un lado, quienes lo
    han tomado como chivo expiatorio para ataques que, en realidad, tienen
    otros destinatarios (el movimiento comunista, la URSS, el /diamat/, la
    fosilización doctrinaria del marxismo), y han tratado de establecer un
    hiato insalvable entre su obra de pensamiento y la de Marx. Por otro
    lado, están quienes, en el afán de defender la indisoluble trayectoria
    teórico-política de ambos, consideran su obra una mera repetición, fiel,
    de las ideas marxianas. En ambos casos, el resultado es una barrera
    levantada en el acercamiento a sus escritos. Faltan traducciones de sus
    obras menos canónicas: escritos históricos, prólogos e introducciones y,
    sobre todo, correspondencia. Hay que saludar por ello la reciente
    iniciativa de González Varela de ofrecernos los textos de Engels
    anterior a Marx [González Varela (2020)]. Engels es un pensador
    original, de talla propia: no es un clon de Marx ni su sombra. Sus
    textos, extraordinariamente variados, están bien escritos y resultan
    amenos, y sus temas son nuestros temas de hoy: cómo pensar la
    revolución, cómo pensar el comunismo, la estrategia y la táctica, las
    alianzas, las elecciones, las acciones de masas, la definición de una
    visión del mundo racional que no sea reduccionista, la integración en
    ella de los conocimientos de las ciencias… Engels ha escrito sobre ello.
    ¿Cómo lo ha hecho, para qué, con qué limitaciones? Fuera de toda
    idolatrización, fuera cualquier pretensión de ‘sistema’, pensar con él y
    aprender sobre estas cuestiones con él es tratarlo como a un /clásico/,
    uno de los muy grandes del movimiento obrero.

    *Literatura citada*

    Bellamy Foster J (2020), “Engels’s dialectics of nature in the
    anthropocene”. /Monthly review/, en:
    https://monthlyreview.org/2020/11/01/engelss-dialectics-of-nature-in-the-anthropocene

    Brie M (2020). “Friedrich Engels’ früher Suchprozess und seine
    Wirklichkeitsanalyse”. En: /Die Natur ist die Probe auf die
    Dialektik—Friedrich Engels kennenlernen/. VSA, Hamburg.

    Callesen G (2010), “Eine neue revolutionäre Taktik. Zur Diskussion der
    Aufgaben der Arbeiterbewegung zwischen Victor Adler und Friedrich
    Engels”. /Beiträge zur Marx-Engels-Forschung Neue Folge 2010/, 209-224.

    Dilthey W (1893), /Weltanschauung und Analyse des Menschen seit der
    Reformation/. En: /Gesammelte Abhandlungen/ Bd 2. Teubner, Leipzig 1914.

    Gabriel M (2014). /Amor y capital/. El viejo topo, Barcelona.

    González Varela N (2020), /Friedrich Engels antes de Marx/. El viejo
    topo, Barcelona.

    Harich W (2000), /Nicolai Hartmann. //Leben, Werk, Wirkung/.
    Königshausen & Neumann, Würzburg.

    Kangal K (2020), /Friedrich Engels and the ‘Dialectics of Nature’/.
    Palgrave Macmillan (Springer Nature Switzerland AG), Cham.

    Kopf E (2015), /Marxismus ohne Engels?/ PapyRossa, Köln.

    Kopf E (2018), /Ein gelungener Wurf. Studienanregungen zu Marx und
    Engels. /PapyRossa, Köln

    Krätke M (2020), /Friedrich Engels. Wie ein ‘Cotton-Lord’ den Marxismus
    erfand/. Dietz, Berlin.

    Liedman S-E (1997), “La Logique de Hegel et le matérialisme d’Engels”.
    Pp 263-272 de: G Labica, M Delbraccio (eds), /Friedrich Engels, savant
    et révolutionnaire/. PUF, Paris.

    Rubel M (1995), “Nach hundert Jahren: Plädoyer für Friedrich Engels”.
    /IWK Int wiss Korrespondenz z Gesch d deut Arbeiterbewegung/ 31 (1995)
    520-531

    Sacristán M (1964), “La tarea de Engels en el Anti-Dührung”. Ahora en: M
    Sacristán, /Panfletos y materiales I/. Icaria, Barcelona 1983.

    Timpanaro S (1970), /Sul materialismo/. Nistri-Lischi, Pisa (trad esp: S
    Timpanaro, /Praxis, materialismo y estructuralismo/. Fontanella,
    Barcelona 1973)

    ------------------------------------------------------------------------

    NOTAS

    [1] <#_ftnref1> Engels, prólogo a la edición de 1888 del /Manifiesto del
    Partido Comunista/.

    [2] <#_ftnref2> Discurso ante una asamblea de obreros socialdemócratas
    en Viena, 14 septiembre 1893.

    [3] <#_ftnref3> En carta de 7 de abril de 1884 Bernstein informa a
    Engels de que «como mínimo, las tres cuartas partes de la [primera]
    edición [del /Anti-Dühring/] ha sido leída por /trabajadores/».

    [4] <#_ftnref4> Sobre los manuales y su necesidad, dice Machado: «Juan
    de Mairena lamentaba la falta de un buen manual de literatura española.
    Según él, no lo había en su tiempo. Alguien le dijo: “¿Y también usted
    necesita un librito?” “Yo—contestó Mairena—deploro que no se haya
    escrito ese manual, porque nadie haya sido capaz de escribirlo. La
    verdad es que nos faltan ideas generales sobre nuestra literatura. Si
    las tuviéramos, tendríamos también buenos manuales de literatura y
    podríamos, además, prescindir de ellos» (Machado, /Juan de Mairena/,
    /Obras /(Losada), p 384). Y Brecht: «Lo que necesitamos es un esquema…
    También el “progreso” resulta utilizable solo cuando se lo hace
    esquemático» (Brecht, /Schriften 1/, /GBFA/, p 386).

    [5] <#_ftnref5> palabras que Engels refiere a Marx en su discurso de
    despedida, y que con igual propiedad le aplican a él.

    [6] <#_ftnref6> Víctor Adler, dirigente del partido austriaco, recuerda
    en sus memorias que la II Internacional tuvo que dotarse de un buró
    internacional sólo cuando Engels murió, para sustituir la labor de
    coordinación e información que Engels hacía.

    In
    OBSERVATORIO DE LA CRISIS
    https://observatoriocrisis.com/2020/12/19/engels-un-revolucionario/
    19/12/2020