terça-feira, 29 de agosto de 2023

El mundo necesita una nueva teoría socialista del desarrollo

 



INSTITUTO TRICONTINENTAL DE INVESTIGACIÓN SOCIAL

/*La tradición del marxismo de liberación nacional —que se inauguró con
Vladimir Lenin y fue promovida por Mao Zedong, Fidel Castro y otros—
sostiene que el imperialismo juega un papel fundamental en la
estructuración del mundo y que primero se debe establecer la soberanía
nacional para construir la dignidad de los pueblos que sufren los
efectos de las estructuras coloniales y neocoloniales de acumulación. */


En todo el mundo, es cada vez más fácil encontrar pruebas de la miseria
humana. Los datos que recogen y comunican los organismos internacionales
son sobrecogedores: miles de millones de personas en todo el planeta no
tienen acceso a educación, atención de salud, alimento ni abrigo
adecuados, ni tampoco un acceso razonable a la información y la cultura.
Nadie niega estos datos, que recogen cada año los gobiernos y las
agencias de Naciones Unidas.

Surgen desacuerdos sobre qué hacer respecto a estos hechos persistentes,
estas condiciones duraderas de sufrimiento. Ideas antiguas pero que
siguen circulando, nacidas en tiempos predemocráticos y en una era de
escasez, insisten en que las personas están en la miseria por el destino
o debido a alguna otra sanción religiosa, porque son perezosas, o porque
simplemente no hay recursos suficientes. Todos estos argumentos son
erróneos.

Es simplemente ilógico suponer que el destino o la religión han llevado
a familias de la clase trabajadora a las mismas condiciones generación
tras generación, y es fácticamente incorrecto decir que las y los
trabajadores que se esfuerzan durante más que la mitad de la jornada y
aún así apenas sobreviven, son perezosos.

Toda la evidencia indica que, a pesar de las miserables condiciones que
enfrenta la mayoría de la población mundial, los recursos abundan. Por
ejemplo, producimos alimentos suficientes para alimentar a 14.000
millones de personas, casi el doble de lo necesario para la actual
población mundial de 8.000 millones (FAO, 2014).

Mientras tanto, el número de personas desnutridas en el mundo aumentó a
828 millones en 2022, incluido un nuevo récord de 349 millones de
personas que enfrentan inseguridad alimentaria aguda (World Hunger
Statistics, 2022). Estas ideas predemocráticas —justificaciones
fatalistas y neomaltusianas de la situación del mundo— se basan en
ilusiones más que en hechos, pero siguen siendo un elemento fijo del
discurso intelectual y político.

En el siglo XIX, Karl Marx se interrogó sobre las condiciones de miseria
social y arrojó luz sobre la raíz de problemas como el hambre, la falta
de vivienda y la desesperación, que no tiene que ver con la pereza, la
condenación, o la escasez, sino con la estructura del capitalismo. La
mayoría de las personas del mundo, a través de la violencia, perdieron
el acceso a los medios de producción, que anteriormente les permitían
producir una vida por encima de los niveles de supervivencia. Ahora,
liberados de la capacidad de reproducirse, las y los desposeídos
tuvieron que vender sus capacidades —lo que Marx llamó su /fuerza de
trabajo/— a quienes controlaban los medios de producción (los
capitalistas).

A través de la explotación de las y los trabajadores, ya fuera mediante
largas jornadas laborales y/o mediante el aumento de la producividad a
través de la mecanización, los capitalistas extrajeron y acumularon cada
vez más plusvalía mientras las y los trabajadores luchaban por
sobrevivir. La competencia entre capitalistas les obligó a ser cada vez
más eficientes, impulsando un proceso que empobreció a la clase
trabajadora y los enriqueció a ellos.

El descubrimiento de Marx proporcionó un argumento racional —y basado en
hechos— de por qué existe la miseria en medio de la abundancia. El
antídoto a esta miseria, planteó Marx, es que los trabajadores se
organicen y socialicen los medios de producción (socialismo). Entonces,
las ideas predemocráticas que siguen existiendo no son solo
predemocráticas en su orientación, sino también premarxistas, un retorno
al pensamiento anterior al descubrimiento de Marx del funcionamiento de
la plusvalía.

A lo largo del siglo pasado, los debates en el seno de la tradición
marxista evolucionaron considerablemente. Uno de los principales ámbitos
de discusión se centró en la mejor de manera de clasificar los diversos
vectores de desigualdad en el mundo moderno. Se han identificado tres
vectores principales: primero a lo largo de las líneas de clase;
segundo, a lo largo de las líneas de origen nacional; y tercero, a lo
largo de las líneas de jerarquías sociales (como las barreras verticales
de género, raza, casta y etnia). Estos tres vectores —clase, origen
nacional y jerarquías sociales— corren simultáneamente, aunque ha habido
diferencias de opinión acerca de cuál es más trascendental que los demás.

Los marxistas que niegan el impacto del imperialismo en el mundo —lo que
desbarata la posibilidad de avance social para los pueblos del mundo
colonizado y semicolonizado— se empeñan en señalar el predominio de la
clase como causa principal de la diferenciación social. Esta línea de
argumentación, aunque débil, mantiene una influencia significativa en
los sectores académicos de Europa, Estados Unidos y otros países
occidentales.

La tradición del marxismo de liberación nacional —que se inauguró con
Vladimir Lenin y fue promovida por Mao Zedong, Fidel Castro y otros—
sostiene que el imperialismo juega un papel fundamental en la
estructuración del mundo y que primero se debe establecer la soberanía
nacional para construir la dignidad de los pueblos que sufren los
efectos de las estructuras coloniales y neocoloniales de acumulación.

Las luchas de las personas que han experimentado la dureza de las
miserables jerarquías sociales, pusieron de relieve un vector adicional
que opera bajo la forma del patriarcado, el racismo, las divisiones de
casta y otras barreras sociales, y enfatizaron la importancia de luchar
contra esas jerarquías como clave para establecer la dignidad humana. A
pesar de las diferencias de opinión sobre cuál de estos vectores debe
priorizarse —origen nacional, clase o jerarquías sociales— hay una
amplio acuerdo en esta tradición de que deben combatirse las tres.

Antes de la Segunda Guerra Mundial y la era de la descolonización, el
argumento a favor del desarrollo social en todo el planeta simplemente
no se tomaba en serio. Las potencias imperiales negaban la humanidad y
el potencial humano de sus súbditos coloniales, por lo que el núcleo
imperial no produjo una teoría del desarrollo en ese periodo. La única
teoría emergente del desarrollo procedía de los movimientos
anticoloniales, que plantearon que no había posibilidad de desarrollo en
las naciones subyugadas sin descolonización, porque el imperialismo
drenaba las riquezas de las colonias (un concepto desarrollado primero
por Dadabhai Naoroji, nacionalista indio y el autor de uno de los textos
clave de este periodo: /Poverty and Un-British Rule in India/[Pobreza y
dominio no británico en India], 1901.

Durante y después de la Segunda Guerra Mundial, se hicieron evidentes
dos cambios claves en el orden mundial: primero, las colonias ya no
permitirían ser gobernadas directamente por los centros imperiales, y
segundo, los principales países imperialistas —con Estados Unidos
superando a Gran Bretaña como potencia principal— empezaron a imponer un
nuevo sistema financiero y de desarrollo anclado en las instituciones
financieras internacionales de Bretton Woods: el Fondo Monetario
Internacional (FMI) y el Banco Mundial.

Las nuevas naciones independientes de la posguerra se enfrentaron
inmediatamente a problemas clave que se anteponían a sus aspiraciones de
desarrollo. El más importante de ellos era la falta de acceso al
financiamiento necesario para llenar el inmenso vacío dejado por el
drenaje de su riqueza durante siglos por parte del núcleo imperial. Las
instituciones financieras internacionales impidieron que se aplicaran
soluciones que abordaran estos problemas, negando la existencia de
presiones “externas” sobre las nuevas naciones y haciendo hincapié en
sus problemas “internos”. La dialéctica entre el proceso de
descolonización y la estructura neocolonial de la economía mundial
configuró los debates inmediatamente posteriores a la Segunda Guerra
Mundial y, de forma diferente, sigue entorpeciendo las discusiones sobre
la agenda de desarrollo.

Para simplificar la discusión, es útil periodizar la posguerra en cuatro
eras: la era de la teoría de la modernización (1944-1970); la era del
Nuevo Orden Económico Internacional (1970-1979); la era de la
globalización y el neoliberalismo (1979-2008); y la era de transición en
la que vivimos desde la crisis financiera de los mercados occidentales
de 2007-2008


    */La era de la teoría de la modernización (1944-1970/)*

La Conferencia de Bretton Woods de 1944 reconoció algunas limitaciones
del manejo de la economía mundial por parte de la arquitectura
internacional, pero no identificó ningún problema importante con la
estructura neocolonial de la economía. Se empezó a hablar sobre recaudar
fondos para reconstruir Europa tras la Segunda Guerra Mundial, pero no
hubo una discusión comparable sobre la necesidad de “reconstruir” las
naciones recientemente liberadas en África, Asia y América Latina luego
del saqueo del colonialismo.

A través de Bretton Woods, quedó claro que no se revisaría la estructura
de la economía mundial y que, aparte de la reconstrucción de Japón y
Corea del Sur ocupados por Estados Unidos, no se transferirían fondos en
condiciones favorables a las naciones poscoloniales (solo a Europa
Occidental a través de la inyección masiva de fondos del Plan Marshall).
Ambas características determinaron la labor del FMI y del Banco Mundial
en los años siguientes.

En 1960, W. W. Rostow publicó The Stages of Economic Growth: A
Non-Communist Manifesto [Las etapas del crecimiento económico: Un
manifiesto no comunista], cuyo título inmediatamente indicaba la
orientación anticomunista y antimarxista del libro y del autor. Rostow,
que contribuyó a dar forma al Plan Marshall y después fue asesor de
seguridad nacional del presidente estadounidense Lyndon B. Johnson,
propuso un modelo que esbozaba varias etapas de desarrollo social.

Según Rostow, estas etapas comenzaban con una “sociedad tradicional” que
sería proyectada hacia un “despegue” del crecimiento económico y un
“impulso hacia la madurez” a través de la industrialización y el
surgimiento de una élite nacional, cuyo liderazgo transformaría
finalmente la antigua “sociedad tradicional” en una “sociedad de alto
consumo de masas”. De acuerdo con este modelo, la mayoría del Tercer
Mundo estaba simplemente estancada en la etapa de “sociedad
tradicional”, una concepción ahistórica que omitía completamente el
hecho de que las sociedades en África, Asia y América Latina habían sido
empobrecidas por el robo colonial.

Todos los problemas de la “sociedad tradicional” eran internos (o
culturales) y había que descartar todos los problemas externos (como la
desigual división internacional del trabajo, producto del colonialismo).
Para Rostow, garantizar que las nuevas naciones independientes
“resistieran a las seducciones y tentaciones del comunismo” era “el
punto más importante de la agenda occidental”. Con este fin, Rostow
abogaba por que Occidente utilizara la ayuda al desarrollo para disuadir
a los gobiernos del Tercer Mundo de las alternativas socialistas,
inducirlos a olvidar las críticas al orden neocolonial, y orientar su
industrialización hacia sectores que no fueran de interés comercial para
las corporaciones multinacionales domiciliadas en Occidente.

Las Naciones Unidas adoptaron el enfoque de la teoría de la
modernización durante el Primer Decenio de Desarrollo (1960-1970),
evitando toda mención a la estructura neocolonial de la economía
mundial, a la vez que instaban a los Estados miembros a “obtener y
mantener el apoyo” de modo que los países en desarrollo pudieran
“acelerar el avance hacia una situación en la que el crecimiento de la
economía de las diversas naciones y su progreso social se sostengan por
sí mismos, de modo que en cada país insuficientemente desarrollado se
logre un considerable aumento del ritmo de crecimiento” (ONU, 1961: 20).
La idea general era que los países anteriormente colonizados pidieran
préstamos a los organismos multilaterales y mercados privados de capital
para construir la infraestructura y la industria necesarias para su
modernización, y que las exportaciones generadas amortizarían las deudas
contraídas.

Las Comisiones Económicas de Naciones Unidas para América Latina (CEPAL)
y para Asia y el Lejano Oriente (CEALO)1 <#_prol_ftn1> confrontaron este
argumento de los teóricos de la modernización, en ambos casos planteando
el punto —luego desarrollado por el secretario ejecutivo de la CEPAL,
Raúl Prebisch, en 1950— de que los términos de intercambio para los
exportadores de productos primarios con respecto a los exportadores de
productos manufacturados tendían a declinar con el tiempo, empobreciendo
a los primeros (CEPAL, 1962 [1950]). En otras palabras, las comisiones
económicas para América Latina y Asia dejaron claro desde los primeros
meses de la década de 1950 que el paradigma de modernización que vendían
las instituciones financieras internacionales —lideradas por Estados
Unidos y Europa— no lograrían provocar un “despegue” de los países del
Tercer Mundo. El punto de vista de Prebisch tuvo cierto éxito entre los
teóricos de la economía burguesa, así como entre una serie de
economistas del desarrollo que propusieron ideas como la “trampa del
bajo nivel de ingresos”, aunque, a diferencia de los economistas de la
CEPAL y de la CEALO, ninguno de esos grupos cuestionó la estructura
neocolonial subyacente de la economía mundial (incluida la dependencia
de la exportación de materias primas) (Leibestein, 1957 y Adelman, 1958).

Estas críticas a la teoría de modernización desde el Tercer Mundo
desembocaron en la creación de la Conferencia sobre Comercio y
Desarrollo (UNCTAD), en 1964, con Prebisch como su secretario general
fundador. Su trabajo y el de la UNCTAD, así como la aparición de nueva
literatura contra la arquitectura global neocolonial (especialmente el
libro de Kwame Nkrumah, Neocolonialismo: la última etapa del
imperialismo en 1965), provocaron serias discusiones en las capitales
del Tercer Mundo y sus academias sobre las limitaciones de la concepción
de desarrollo de la teoría de la modernización y su superficialidad
teórica. Los debates académicos sobre la ausencia de historia social en
la teoría de la modernización y su incapacidad para apreciar el robo de
la riqueza de las colonias, junto con la influencia del argumento de
Prebisch sobre los “términos de intercambio”, condujeron a la creación
de la escuela de pensamiento de la teoría de la dependencia, que tenía
secciones tanto marxistas como desarrollistas.2 <#_prol_ftn2> Fue este
reconocimiento de la inadecuación de la teoría de la modernización entre
los líderes políticos del Tercer Mundo lo que comenzó un debate de una
década sobre los factores externos que obstaculizaban el desarrollo de
los países antes colonizados, que a su vez condujo a la elaboración de
un programa denominado Nuevo Orden Económico Internacional. El trabajo
intelectual y político contra la teoría de la modernización produjo un
serio desafío al paradigma neocolonial, no solo dentro de las aulas
universitarias y las oficinas de las agencias internacionales, sino
también en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York.


    */La era del Nuevo Orden Económico Internacional (1970-1979)/*

En el seno de la UNCTAD, los países del Tercer Mundo tomaron sus propias
experiencias en relación con las limitaciones de la teoría de la
modernización y las combinaron con las ideas que extrajeron de la teoría
de la dependencia. Este proceso dio lugar a la publicación de numerosos
informes y estudios que enfatizaban en los factores externos que
estructuraban el fracaso de los países del Tercer Mundo para superar sus
retos internos. Estos factores externos incluían la escasez de
financiamiento disponible a tipos de interés favorables para construir
la agotada infraestructura en estos países; la falta de voluntad de
Occidente para transferir tecnología y ciencia al Tercer Mundo o para
permitir un régimen comercial (con aranceles y subsidios) que permitiera
la industrialización y diversificación de sus economías a menudo basadas
en una solo producto básico; y el fracaso de los Estados del Tercer
Mundo para romper su cordón umbilical económico con las antiguas
potencias coloniales y sustituir esta relación de dependencia por una
mayor cooperación entre ellos.

Ningún cambio interno significativo o duradero —como la creación de
capacidad técnica en su población a través de educación universal, la
construcción de instituciones estatales comprometidas con la igualdad
social y no con el mantenimiento de la ley y el orden, o el desarrollo
de normas en la vida pública para luchar contra la corrupción— sería
posible si el entorno neocolonial externo seguía agotando los recursos
de los Estados del Tercer Mundo.

Las conversaciones mantenidas en las reuniones de la UNCTAD y en el
Movimiento de Países No Alineados, establecido en 1961, empezaron a
trazar una agenda para la construcción de lo que sería conocido como el
Nuevo Orden Económico Internacional (NOEI). En octubre de 1970, la
Asamblea General de la ONU aprobó la resolución 2626, en la que se
convocaba al Segundo Decenio de las Naciones Unidas para el Desarrollo.

En particular, como resultado de esta presión del Tercer Mundo, la
resolución señala que los Estados miembros de la ONU “se comprometen
individual y colectivamente, a seguir políticas diseñadas a crear un
orden económico y social mundial más justo y racional, en el que la
igualdad de oportunidades sea prerrogativa tanto de las naciones como de
los individuos que componen una nación”. La resolución declaró que se
necesitaban “cambios cualitativos y estructurales” y que “las
diferencias existentes —regionales, sectoriales y sociales— deben
reducirse sustancialmente” (AG ONU, 1971: 44-45).

Esta resolución de la ONU estableció el marco para la tercera sesión de
la UNCTAD, que tuvo lugar en Santiago de Chile, entre abril y mayo de
1972, donde el secretario general de la UNCTAD, Manuel Pérez Guerrero,
señaló que los países del Tercer Mundo “legítimamente desean una voz en
las decisiones monetarias mundiales que, de otra manera, podrían
resultarles muy perjudiciales.

Y puesto que la mayor parte de sus ingresos del exterior proviene de la
venta de sus productos primarios, es obvio que consideren que este es el
campo más importante en el que la acción traería resultados inmediatos y
sustanciales” (UNCTAD, 1973). Estas dos cuestiones —toma de decisiones
en la política monetaria mundial y control sobre los precios de los
productos primarios— formaron dos pilares importantes del NOEI.

El 1 de mayo de 1974, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó
el NOEI, que consistía en un amplio conjunto de propuestas económicas
fruto de este debate de décadas sobre los factores estructurales
heredados del colonialismo, la importancia de trascender estas barreras
y la parálisis engendrada por la trampa endeudamiento-austeridad
establecida por las instituciones de Bretton Woods y su teoría de la
modernización, que no produjo el “despegue” prometido por Rostow. Los
principios del NOEI siguen siendo vitales en nuestros días, por lo que
algunos de ellos merecen una reflexión aquí:

  * “La igualdad soberana de los Estados (…) la no injerencia en los
    asuntos internos de otros Estados (…) La plena y efectiva
    participación, sobre una base de igualdad, de todos los países en la
    solución de los problemas económicos mundiales”; y el derecho de
    cada país a adoptar el sistema económico y social que considere más
    apropiado.
  * La “plena soberanía permanente de los Estados sobre sus recursos
    naturales y todas sus actividades económicas” … La reglamentación y
    supervisión de las actividades de las empresas transnacionales”.
  * “El establecimiento de relaciones justas y equitativas entre los
    precios de las materias primas” (…) y otros productos que exporten
    los países en desarrollo (…) y los precios de las materias primas” y
    otros productos que exporten los países desarrollados.
  * Reforzar la ayuda internacional bilateral y multilateral para
    promover la industrialización en los países en desarrollo, en
    particular proporcionando recursos financieros suficientes y
    oportunidades para la transferencia de técnicas y tecnologías
    apropiadas (ONU, 1974).

Unos pocos meses después, en octubre de 1974, en Cocoyoc, México, la
UNCTAD y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente se
reunieron para un simposio en el que propusieron una nueva concepción de
desarrollo, que sirvió de base para el proyecto del NOEI:

Nuestra preocupación primordial consiste en definir de nueva cuenta los
propósitos globales del desarrollo. No debe tratarse del desarrollo de
los objetos sino del desarrollo del hombre. Los seres humanos tienen
como necesidades básicas el alimento, la vivienda, el vestido, la salud
y la educación. Cualquier proceso de crecimiento que no lleve a la plena
satisfacción de estas necesidades, o peor aún, que obstruya cualquiera
de ellas, es en realidad, una parodia de la idea del desarrollo (PNUMA,
1974).

Esta visión inspiradora y esperanzada de la humanidad y del futuro no se
pudo establecer debido a varios procesos adversos y complementarios,
incluidos:

  * Un ataque político de los países del recientemente establecido Grupo
    de los 7 (G7) (Canadá, Francia, Italia, Japón, Reino Unido, Estados
    Unidos y Alemania Occidental), creado en 1975 para hacer frente al
    desafío planteado por el NOEI. El G7, que surgió en un contexto en
    el que los países productores de petróleo del Tercer Mundo habían
    construido en la década anterior una organización conocida como la
    Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), que flexionó
    sus músculos para provocar la crisis del petróleo de 1973. La OPEP
    fue la primera de varias organizaciones en torno a productos básicos
    que otorgaron a los países que los producían poder sobre la fijación
    de precios frente a las corporaciones multinacionales, que de otro
    modo establecían los precios en contra de los países productores y
    exportadores de esos productos.
  * Un ataque económico contra los países del Tercer Mundo a través del
    shock Volker (1979-1987), cuando Estados Unidos subió bruscamente
    las tasas de interés, lo que espoleó la crisis permanente de la
    deuda del Tercer Mundo.
  * El uso que el FMI y el Banco Mundial hicieron de la crisis de la
    deuda del Tercer Mundo, exigiendo a los países que necesitaban
    préstamos para cubrir problemas en su balanza de pagos a corto plazo
    que aplicaran amplias políticas de ajuste estructural como una
    condición para recibir financiamiento. Estas políticas impusieron
    severos recortes al financiamiento de los programas de bienestar
    social, a la par que promovían un régimen general de austeridad,
    atrapando a menudo a los países del Tercer Mundo en una trampa de
    endeudamiento-austeridad. Esto debilitó las agendas de desarrollo de
    esos gobiernos y su poder político en la escena mundial.
  * La desarticulación del modo de producción fordista y del sistema de
    fábricas, y la creación de cadenas de producción globales y
    fragmentadas, un proceso posibilitado por los nuevos avances en las
    tecnologías de comunicación y transporte, así como por las nuevas
    leyes sobre derechos de propiedad intelectual establecidas en la
    ronda final del Acuerdo General sobre Comercio y Aranceles, entre
    1986 y 1994.3 <#_prol_ftn3>
  * El asalto del agronegocio a los pequeños agricultores y campesinos
    en los países en desarrollo (profundizado por los subsidios
    concedidos al agronegocio en los países desarrollados) y el
    surgimiento de una cadena de suministro mundial subcontratada, que
    debilitó a la clase obrera y al campesinado en la lucha de clases
    mundial y planteó nuevos y significativos obstáculos para la
    organización sindical. Además, esto significó que estrategias de
    desarrollo como la nacionalización ya no funcionaban como antes.

Estos acontecimientos socavaron a las fuerzas progresistas en el Tercer
Mundo y condujeron a la marginalización gradual del debate sobre el
NOEI, sentando las bases para el ascenso a la hegemonía de la política y
la teoría neoliberal.


    */La era de la globalización y el neoliberalismo (1979-2008)/*

En diciembre de 1980, la Asamblea General de la ONU aprobó una
resolución para establecer el Tercer Decenio de las Naciones Unidas para
el Desarrollo. Esta resolución dice que los Estados miembros de la ONU
“reafirman solemnemente su determinación de establecer un nuevo orden
económico internacional” y declaró que “el objetivo último del
desarrollo es el aumento constante del bienestar de toda la población,
sobre la base de su participación plena en el proceso de desarrollo y de
una distribución justa de los beneficios derivados de este” (AG ONU,
1980: 113).

Sin embargo, el deterioro de la agenda de desarrollo ya había empezado a
hacerse evidente. Nuevos términos entraron en el vocabulario de esta
resolución de la ONU, como “liberalización del comercio” y “ajuste
estructural”, que habían sido introducidos en las discusiones mundiales
por el FMI. Por ejemplo, la resolución señala: “Todos los países se
comprometen con un sistema de comercio abierto y en expansión, a
fomentar la ‘liberalización del comercio’ y promover los ‘ajustes
estructurales’ que faciliten la realización dinámica de las ventajas
comparativas» (Ibíd.: 117).

A pesar del guiño simbólico al NOEI, estaba claro que, bajo la presión
de los crecientes índices de endeudamiento (que estallarían
dramáticamente cuando México se declarara en bancarrota en agosto de
1982), cada vez más Estados del Tercer Mundo habían empezado a adoptar
las ideas monetaristas que aparecieron en los departamentos de economía
estadounidenses, inspiradas en la obra de Milton Friedman.

Bajo presión del gobierno estadounidense, la dirección de las
principales instituciones financieras internacionales se entregó a estos
monetaristas, que se opusieron al NOEI y comenzaron a promover la idea
de que el desarrollo no debía enmarcar los debates mundiales, sino que
era un problema de los gobiernos individuales. Por ejemplo, William Hood
—que trabajó brevemente en la universidad de Chicago— asumió el cargo de
economista jefe del FMI en 1979, mientras que Anne Kruger —una defensora
del neoliberalismo de Friedman— se convirtió en economista jefa del
Banco Mundial en 1982. Una década más tarde, el economista del
desarrollo John Toye calificó esta dinámica de erosión del NOEI como una
“contrarrevolución” (Toye, 1987; Prashad, 2012).

Los debates en la teoría del desarrollo se silenciaron a medida que la
correlación de fuerzas se volvió adversa a cualquier sugerencia de
cambio en las estructuras neocoloniales de la economía mundial. Los
países del Sur Global que enfrentaban el enorme peso de la deuda
—especialmente en África y América Latina— se apresuraron a recortar el
gasto público, reducir los subsidios, liberalizar los mercados internos
y frenar los salarios, un conjunto de políticas que desinflaron sus
economías y condujeron a lo que se conoce como la década perdida del
desarrollo.

Presionados para pasar de la sustitución de importaciones al fomento de
las exportaciones, muchos de estos países simplemente comenzaron a
exportar más y más de sus productos primarios, o bien a liberalizar sus
economías para permitir que las corporaciones multinacionales
establecieran eslabones de la cadena de producción global
de commodities dentro de sus fronteras, con mínimo control regulatorio.4
<#_prol_ftn4>

Las doctrinas del FMI y del Banco Mundial comenzaron a dar forma a los
debates sobre desarrollo con las voces marxistas y de liberación
nacional restringidas a los márgenes, relegadas a ser figuras críticas
en lugar de líderes del debate. Las instituciones financieras
internacionales y las Naciones Unidas realizaron algunas intervenciones
llamativas: por ejemplo, el Banco Mundial señaló —por primera vez— que
aunque la pobreza podría reducirse, la erradicación de la pobreza y ya
no iba a ser posible, mientras que en diciembre de 1990, la resolución
del Cuarto Decenio de las Naciones Unidas para el Desarrollo enfatizó la
necesidad de «facilitar un franco intercambio de ideas, así como
respuestas flexibles a las transformaciones de la economía mundial» en
el contexto de la aceleración de la globalización (AG ONU, 1990: 140;
Banco Mundial, 1990). Ese mismo año, la URSS se derrumbó y las fuerzas
de la globalización neoliberal avanzaron sin freno.

La situación era grave. El Informe de 1993 sobre la situación social en
el mundo, encargado por la Asamblea General de la ONU para evaluar la
aplicación de la Declaración sobre el Progreso y el Desarrollo en lo
Social (1989), señaló que, aunque las metas de la declaración no han
cambiado,

“las prioridades, los enfoques y los énfasis se han revisado y renovado,
a medida que se ha profundizado la comprensión de las fuerzas que
subyacen al desarrollo. Así, se hace énfasis en ayudar a los países
receptores a fortalecer su capacidad institucional para sostener el
proceso de desarrollo” (ONU, 1993).

Lo que la ONU estaba diciendo ahora —en concordancia con las opiniones
del Banco Mundial y del FMI— era que los factores externos no serían el
centro de atención cuando se tratara de cuestiones de desarrollo del
Tercer Mundo. Más bien, se pondría énfasis en las reformas internas,
como terminar con los regímenes de subsidios-aranceles (liberalización
del comercio) y eliminar las protecciones de las y los trabajadores
(liberalización del mercado laboral). La agenda para el siguiente
periodo sería atajar la corrupción, promover la “buena gobernanza” y
enfatizar en los derechos humanos en términos políticos pero no laborales.

Las organizaciones financieras internacionales se centraron en los
avances logrados por varias economías del noreste de Asia, como los
Cuatro tigres asiáticos (Hong Kong, Singapur, Corea del Sur y Taiwán),
para argumentar que el crecimiento endógeno era posible en todo el
Tercer Mundo, ya sea a través del modelo de promoción de exportaciones o
emulando los “valores asiáticos” que se decía que permitieron a esos
países “despegar” a pesar de condiciones externas adversas (Banco
Mundial, 1993; Stiglitz, 1996).5 <#_prol_ftn5>

Los factores que proporcionaron una ventaja para el crecimiento de esas
economías, incluidos su pequeño tamaño, los largos periodos de dictadura
que restringieron los derechos laborales, el menor gasto militar que
exigía estar bajo el paraguas imperialista estadounidense, los términos
más favorables de comercio e inversión que les concedía Estados Unidos y
la amplia intervención estatal en la economía que se les permitía, no se
abordaban en estos textos, escritos en gran medida como críticas al NOEI
(Patnaik, 1997). En lugar de ello, “el milagro del Sudeste asiático” se
usó como arma para inducir a otros Estados del Sur Global a liberalizar
sus mercados laborales y sus procedimientos comerciales transfronterizos
(Banco Mundial, 1994).

En este periodo, las discusiones sobre desarrollo no se centraron en el
NOEI o en las estructuras neocoloniales de la economía mundial, sino en
la cuantificación de las necesidades básicas y en la obligación de los
Estados —a pesar de su falta de recursos— de cumplir determinados
objetivos. Esto se estableció en la Declaración del Milenio (2000) y en
la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible (2015) que,
respectivamente, establecieron los ocho Objetivos de Desarrollo del
Milenio (ODM) y los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), todos
ellos basados en el trabajo técnico desarrollado por el Proyecto de
Indicadores de Desarrollo Humano (1990) del Programa de las Naciones
Unidas para el Desarrollo y por los objetivos de desarrollo
internacional de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo
Económico (1996).

Ninguno de estos objetivos consideró los factores externos que suprimen
las posibilidades de desarrollo (como la permanente crisis de la deuda),
ignorando totalmente las políticas de ajuste estructural del FMI y la
trampa endeudamiento-austeridad, y sin proponer un camino sostenible
para construir la riqueza social necesaria para alcanzar estos hitos.
Como dijo el Banco Mundial en 1996, la planificación era obsoleta, y los
gobiernos del Sur Global tenían que poner su fe en los mercados para
aumentar las tasas de crecimiento y el financiamiento público necesario
para lograr los ODM y los ODS (Banco Mundial, 1996).

En el transcurso de las décadas recientes, pocos países en el Sur Global
han sido capaces de alcanzar apenas un puñado de los ODS. La crisis
financiera de 2007-2008, la pandemia con su punto álgido entre 2020 y
2022, y la guerra en Ucrania no han hecho sino provocar nuevos
retrocesos en los objetivos.


    */La era de la transición en los cinco controles (2007 a la
    actualidad)/*

La crisis de los mercados financieros occidentales de 2007-2008,
desencadenada por una corrida bancaria provocada por el quiebre del
mercado hipotecario en Estados Unidos, hizo mella en la confianza de la
agenda neoliberal. Los países del Sur Global —especialmente los grandes
países en desarrollo, incluida China— comenzaron a reconsiderar su
dependencia de Estados Unidos, que había sido el comprador de última
instancia. Esta toma de conciencia de la debilidad fundamental del
mercado interno estadounidense y la vulnerabilidad de las redes
financieras occidentales provocó varios cambios prácticos en el Sur
Global, dos de los cuales son especialmente importantes de resaltar.

 1. Los grandes Estados en desarrollo —Brasil, China, India, Rusia y
    Sudáfrica— se articularon para formar el bloque BRICS en 2009 y,
    junto con Indonesia, México, Nigeria y otros, comenzaron a
    contemplar la reactivación de la agenda de desarrollo Sur-Sur. Estos
    acontecimientos conllevaban la promesa de la futura creación de un
    nuevo sistema de comercio y desarrollo, con el Nuevo Banco de
    Desarrollo como ancla, y de un nuevo sistema monetario y financiero,
    incluido un sistema de transferencias bancarias del Sur.
    La agresiva política de sanciones de Washington que expulsó a
    decenas de países del sistema financiero dominado por Occidente
    supuso un ímpetu adicional para esta evolución. Esta reactivación de
    la agenda Sur-Sur dio lugar a una oleada de nueva literatura,
    compuesta en su mayor parte por informes técnicos sobre cómo
    construir la infraestructura necesaria para este tipo de desarrollo.
    Hasta el momento, no ha surgido una teoría del desarrollo propia de
    esta agenda Sur-Sur. Las Naciones Unidas crearon una Oficina de
    Cooperación Sur-Sur en 2013, cuyo mandato se limita a impulsar la
    labor de los ODS. No existe una evaluación más profunda de la
    necesidad de construir planes nacionales o regionales de desarrollo,
    ni ninguna claridad conceptual sobre lo que significa la cooperación
    Sur-Sur más allá de un aumento en el comercio dentro del Sur.
 2. El paradigma de desarrollo chino cambió radicalmente, sobre la base
    de los avances de su producción industrial, especialmente en
    inteligencia artificial, biotecnología, tecnología verde, trenes de
    alta velocidad, computación cuántica, robótica y telecomunicaciones.
    El gobierno de China aplicó medidas para aumentar el mercado interno
    (a través de la erradicación de la pobreza absoluta y de la
    estrategia de desarrollo “Go West” [Ir al oeste] para sus provincias
    occidentales) y para construir nuevas redes para el comercio y el
    desarrollo a través de la política de Una Franja Una Ruta que
    comenzó en 2013 y pasó a llamarse Iniciativa de la Franja y la Ruta
    (IFR) en 2016._6 <#_prol_ftn6>_. La rápida expansión de la política
    comercial de China y su énfasis en la creación de organizaciones
    regionales y multilaterales, incluido el Foro de Cooperación
    China-África (fundado en 2000) y la Organización de Cooperación de
    Shanghái (fundada en 2001), dieron lugar a la creación del mayor
    bloque de comercio del mundo, la Asociación Económica Integral
    Regional, que entró en vigor en 2022. China es ahora el principal
    socio comercial de la mayoría de los países del Sur Global. Se están
    desarrollando las teorías sobre esta expansión y su impacto, pero la
    bibliografía hasta el momento es sobre todo descriptiva.7 <#_prol_ftn7>

En lugar de involucrarse en los rápidos cambios en el comercio y el
desarrollo mundiales o abordar los procesos históricos reales que
subyacen a ellos, Estados Unidos y sus aliados están llevando a cabo una
agenda política y militar para revertirlos, que ha sido denominada por
algunos como Nueva Guerra Fría (Prashad et. Al., 2022).8
<#_prol_ftn8> Liderada por Washington, esta agenda intenta agresivamente
bloquear o retrasar los avances económicos chinos y los nuevos programas
Sur-Sur mediante políticas hostiles de tipo bloque, desacoplamiento
económico forzado y militarización desenfrenada, lo que ha
desestabilizado el mundo. Es como si los principales países occidentales
se hubieran rendido ante el hecho de que no pueden competir con el
crecimiento económico de China y con los proyectos Sur-Sur de comercio y
desarrollo. Debido a su fracaso para competir económicamente, Occidente
ha intentado desbaratar estos avances recurriendo a su superioridad
militar. Cualquier teoría del desarrollo del presente debe dar cuenta de
esta Nueva Guerra Fría, que está socavando los esfuerzos para abordar
los problemas más urgentes del Sur Global.

En la actualidad se postulan una serie de teorías del desarrollo, pero
pocas de ellas capturan la totalidad y la gravedad de nuestra realidad
contemporánea. Académicos de la escuela del “posdesarrollo” —incluyendo
a Arturo Escobar, Gustavo Esteva y Aram Ziai— devuelven el debate al
terreno local, con enfoque del tipo “lo pequeño es bello” que ignora la
escala del problema y las restricciones de los Estados y los movimientos
para construir una agenda que vaya más allá de lo local. Si bien dicho
enfoque aporta ideas clave sobre el desarrollo a pequeña escala, opera
en el terreno del “neoliberalismo desde abajo”.

Quienes siguen atrapados por la religión del neoliberalismo, incluidos
los economistas del FMI, repiten los viejos dogmas del ajuste
estructural y la buena gobernanza, ahora plasmados en un nuevo
vocabulario pero con los mismos argumentos intactos. Pocas personas de
quienes escriben hoy sobre desarrollo parten de los hechos y construyen
teoría a partir de ellos; en cambio, demuestran una actitud religiosa
hacia sus teorías, las cuales imponen a la realidad.

Empezar por los hechos requeriría un reconocimiento de los problemas de
la deuda y la desindustrialización, la dependencia de las exportaciones
de productos primarios y la realidad de los precios de transferencia y
otros instrumentos empleados por las corporaciones multinacionales para
exprimir regalías de los Estados exportadores, las dificultades para
implementar estrategias industriales nuevas y amplias, y para
desarrollar las capacidades tecnológicas científicas y burocráticas en
las poblaciones de la mayor parte del mundo.

Estos hechos han sido difíciles de superar para los gobiernos en el Sur
Global, aunque ahora —con el surgimiento de las nuevas instituciones
Sur-Sur y las iniciativas globales de China— estos gobiernos tienen más
opciones que en las décadas pasadas y ya no dependen tanto de las
instituciones financieras y de comercio controladas por Occidente.

Estas nuevas realidades exigen la formulación de nuevas teorías del
desarrollo, nuevos análisis de las posibilidades y caminos para
trascender los hechos persistentes de la miseria social. En otras
palabras, lo que se ha vuelto a poner sobre la mesa es la necesidad de
planificación nacional y cooperación regional, así como la lucha para
producir un mejor entorno exterior para las finanzas y el comercio.

El surgimiento de instituciones de cooperación Sur-Sur y el proyecto de
la IFR ofrecen nuevas oportunidades para que los movimientos socialistas
y los proyectos gubernamentales trabajen juntos para proporcionar una
nueva teoría socialista del desarrollo. Esta teoría debe abordar los
“cinco controles”, tal y como los define Samir Amin (1996;
Tricontinental, 2018), que continúan limitando la agenda de desarrollo,
y debe encontrar mecanismos para hacerse con el control de estos ámbitos:

 1. *Control de los recursos naturales*. La mayor parte de los recursos
    primarios para la producción industrial se encuentran en África,
    Asia y América Latina, pero el control de esos recursos lo ejercen
    sobre todo las corporaciones multinacionales occidentales, sea por
    propiedad directa, o a través del control de la cadena
    de commodities. La nacionalización de estos recursos, el principal
    instrumento de la era anterior, ya no es suficiente. Como estos
    países o regiones no tienen el potencial industrial para aprovechar
    sus recursos primarios, se ven obligados a venderlos en lugar de
    producir y luego vender productos más desarrollados, con valor
    agregado. ¿Cuáles son los medios disponibles para controlar y
    explotar los recursos naturales? La respuesta a esta pregunta
    servirá de base para cualquier nueva teoría del desarrollo.
 2. *Control de los flujos financieros*. La mayoría de países en
    desarrollo son incapaces de generar las altas tasas de ahorro
    necesarias para producir una acumulación de capital interno. Esto se
    debe sobre todo a que su riqueza interna es limitada y está
    desigualmente distribuida, y los ricos utilizan su poder político
    para negarse a pagar impuestos, ocultando en cambio su riqueza en
    paraísos fiscales ilícitos. Además, las empresas multinacionales
    utilizan diversos mecanismos opacos (precios de transferencia, por
    ejemplo) para extraer ganancias de los países en desarrollo por
    billones de dólares. Establecer un control sobre los recursos
    nacionales mediante controles de capital y una mejor gestión fiscal
    y obtener financiación en condiciones favorables son aspectos
    necesarios para ejercer un control sobre los flujos financieros.
    ¿Pueden los países en desarrollo utilizar las nuevas fuentes de
    financiamiento externo que están emergiendo, como el Banco Popular
    de China o el Nuevo Banco de Desarrollo, y no solo las fuentes
    controladas por Occidente, como el Banco de Londres, para ejercer
    control sobre los mercados financieros?
 3. *Control de la ciencia y la tecnología*. Debido a las antiguas
    historias coloniales y a los nuevos regímenes de propiedad
    intelectual, muchos países en el Sur Global luchan por desarrollar
    instituciones científicas y tecnológicas propias. Por ello se ven
    obligados a pagar grandes cantidades para obtener tecnologías y
    conocimiento técnico en el exterior y, a menudo, sus jóvenes más
    brillantes se marchan a países occidentales para estudiar y hacer
    sus vidas. En otras palabras, la falta de control del Sur sobre la
    ciencia y la tecnología provoca tanto una hemorragia de recursos
    como una fuga de cerebros. ¿Pueden los planes nacionales y
    regionales de desarrollo encontrar mecanismos para insistir en la
    transferencia de ciencia y tecnología?
 4. *Control del poder militar*. Los Estados miembros de las Naciones
    Unidas gastan cada año más de 2 billones de dólares en armamento, de
    los cuales la mitad corresponde a Estados Unidos (SIPRI, 2022). Los
    vendedores de armas están ubicados en un puñado de países y Estados
    Unidos alberga a un número desproporcionado de ellos. Los países en
    desarrollo que no han conseguido resolver las disputas fronterizas
    con sus vecinos, que tienen problemas de seguridad interna o que se
    enfrentan a la siempre acechante amenaza exterior de un cambio de
    régimen gastan enormes cantidades de su preciada riqueza social en
    armas. A menudo sucede que, al comprar esos sistemas de armas, se
    vern inmersos en la agenda militarizada del imperialismo. ¿Es
    posible que una nueva agenda de desarrollo incluya una iniciativa
    internacional para limitar el gasto militar, exigir a las grandes
    potencias que no intensifiquen los conflictos y crear y ampliar
    zonas de paz?
 5. *Control de la información*. En 1980 el Informe MacBride de la
    UNESCO, Voces múltiples, un solo mundo advirtió sobre el control
    monopólico de la información, con monopolios localizados sobre todo
    en los Estados occidentales. Ahora, casi 50 años después, la
    concentración de poder sobre la información es aún más dramática, ya
    que un puñado de empresas occidentales —Google, Facebook (Meta) y
    Twitter—controlan la arquitectura de los flujos de comunicación e
    información (Prashad, 2023). Ninguna agenda de desarrollo ha
    reconocido suficientemente tanto la importancia del control de la
    información como la necesidad de educación mutua entre pueblos
    acerca de sus respectivos mundos culturales y políticos. ¿Podría una
    nueva teoría del desarrollo socialista enfatizar la importancia de
    la información, y podrían estas nuevas redes Sur-Sur y de la IFR
    crear nuevos canales de información para promover la comunicación
    honesta y la transferencia de información en el mundo en desarrollo?
    (ALBA-TCP y Tricontinental, 2021).

Estas preguntas deben estar sobre la mesa mientras construimos una nueva
teoría del desarrollo en el presente. Cualquier teoría de este tipo debe
desarrollar un camino para que los movimientos, los Estados y las
regiones establezcan su propio control sobre estos cinco ámbitos, sin
dejarse dominar por fuerzas externas e imperialistas.


      *Notas*

^1
<https://thetricontinental.org/es/dossier-66-nueva-teoria-desarrollo/#_prol_ftnref1> Actualmente, Comisión Económica para América Latina y El Caribe (CEPAL), ECLAC por su sigla en inglés y Comisión Económica y Social para Asia y el Pacífico (CESPAP), ESCAP por su sigla en inglés.

^2
<https://thetricontinental.org/es/dossier-66-nueva-teoria-desarrollo/#_prol_ftnref2> Entre los primeros textos clave que criticaban la literatura de la dependencia desde un punto de vista marxista se encuentran /The Political Economy of Growth /[La economía política del crecimiento] de Paul Baran y /Formação econômica do Brasil/ de Celso Furtado.

^3
<https://thetricontinental.org/es/dossier-66-nueva-teoria-desarrollo/#_prol_ftnref3> Para más información sobre la desarticulación de la producción, véase: Instituto Tricontinental de Investigación Social. /En las ruinas del presente, /Documento de trabajo nº 1, 2018.

^4
<https://thetricontinental.org/es/dossier-66-nueva-teoria-desarrollo/#_prol_ftnref4>En términos simplificados, la sustitución de importaciones es una estrategia económica que pretende sustituir las importaciones extranjeras por la producción nacional, dando prioridad a la protección, la incubación y el desarrollo de nuevas industrias. La promoción de las exportaciones se refiere a una estrategia económica que prioriza la exportación de bienes para los que un país tiene una «ventaja comparativa» y una mayor apertura al comercio internacional.

^5
<https://thetricontinental.org/es/dossier-66-nueva-teoria-desarrollo/#_prol_ftnref5> Y varios estudios del Korea Development Institute.

^6
<https://thetricontinental.org/es/dossier-66-nueva-teoria-desarrollo/#_prol_ftnref6> Para más información sobre la erradicación de la pobreza absoluta en China, véase el primer estudio de la serie Socialismo en construcción del Instituto Tricontinental de Investigación Social./ Servir al pueblo: La erradicación de la extrema pobreza en China/, 2021 . <https://thetricontinental.org/es/estudios-1-construccion-socialismo/%3C/a>

^7
<https://thetricontinental.org/es/dossier-66-nueva-teoria-desarrollo/#_prol_ftnref7>Para comenzar, se recomienda la serie de siete volúmenes titulada /Five Years of the Belt and Road Initiative /[Cinco años de la Iniciativa de la Franja y la Ruta], publicada por el Instituto Chongyang de Estudios Financieros de la Universidad Renmin de China y Foreign Language Press (2019) y /New Silk Road, New Thinking /[Nueva Ruta de la Seda, Nuevo Pensamiento], una colección publicada por Foreign Language Press (2018).

^8
<https://thetricontinental.org/es/dossier-66-nueva-teoria-desarrollo/#_prol_ftnref8> Para más detalles, visitar https://nocoldwar.org/ <https://nocoldwar.org/>.

Em
OBSERVATORIODE LA CRISIS
https://observatoriocrisis.com/2023/08/29/el-mundo-necesita-una-nueva-teoria-socialista-del-desarrollo/
29/8/2023

quarta-feira, 23 de agosto de 2023

La encrucijada rusa

 






*Ángeles Maestro*

En Rusia es muy conocida esta frase atribuida a Pushkin: Si quieres
escuchar tonterías, deja que un europeo hable sobre Rusia. Y es cierto,
sobre todo en el caso de las élites políticas occidentales.
Probablemente por eso han perdido una tras otra las guerras contra ella,
a pesar de los gigantescos aparatos bélicos desplegados.

Para las organizaciones políticas revolucionarias – sobre todo para
aquellas que han comprendido la esencia imperialista de la guerra de la
OTAN contra Rusia que usa como ariete el fascismo ucraniano – es vital
intentar analizar la complejidad y las contradicciones de la Rusia
actual, por muchas razones que no voy a enumerar, pero sobre todo,
porque está actuando en primera línea.

Sin atribuirme la capacidad de comprender en profundidad los procesos en
juego en ese enorme país, si creo que es posible trazar algunas líneas
de estudio tomando como referencia a analistas y escritores que además
de dedicarse con clarividencia a desentrañar la realidad de su país,
consideran, como la mayoría de la población rusa y bielorrusa, que el
hundimiento de la URSS fue una inmensa catástrofe. Sin duda, el más
lúcido de los que he podido consultar es Serguei Kurginyan, dirigente
del movimiento político “Esencia del Tiempo”^1 <#sdfootnote1sym> , y a
sus análisis me remito en muchas de las consideraciones que aquí transmito.

Treinta años después del hundimiento de la URSS, la guerra en Ucrania, y
sobre todo las posibilidades de que se transforme en un conflicto de
larga duración, están obligando a la sociedad rusa a despertar de un
prolongado letargo basado en las falsas ilusiones de “entrar en
occidente” o al menos, de mantener relaciones amistosas con él. Por otra
parte, la rebelión militar dirigida por el l*í*der del grupo Wagner,
Yevgeni Prigozhin, el pasado mes de junio, ha puesto de manifiesto
debilidades y contradicciones profundas presentes en la propia
estructura del Estado que, de no resolverse positivamente, podrían poner
en cuestión la victoria de Rusia en una guerra larga, más allá de
Ucrania, que, con toda la razón, se considera como existencial.

Sin entrar a valorar en este artículo las causas internas y externas del
colapso de la URSS, quiero destacar algunos hechos que contribuyen a
explicar la situación actual: la destrucción de la estructura social se
realizó en un tiempo récord, se demolieron los aparatos del estado
soviéticos para sustituirlos por otros proclives a occidente, se
cerraron miles de empresas y se privatizó buena parte de ellas. Las
consecuencias fueron brutales para la población. Según el CIDOB: “En
1995 el índice de mortalidad creció un 70% por comparación con el año
1989, llegando a la cifra de sobremortalidad de 2,2 millones de personas
al año”^2 <#sdfootnote2sym>. Los suicidios, los asesinatos, las drogas,
las mafias, el alcoholismo, el abandono de niños, la morbilidad por
enfermedades pr*á*cticamente erradicadas, etc, reflejan el desplome
total de una sociedad.

Estos hechos no sucedieron en toda la URSS. En Bielorrusa, Lukashenko,
viendo el desastre, no sólo no privatizó empresas y servicios, sino que
revirtió las pocas privatizaciones realizadas. La gráfica que sigue^i
<#sdendnote1sym>, que relaciona la mortalidad por tuberculosis entre
países de las ex URSS que siguieron las políticas del FMI (todos excepto
Bielorrusia) y los que no las siguieron es suficientemente explícita.

Tomado de: Stuckler, D., King, L. P. y Basu, S. (2008). International
Monetary Fund Programs and Tuberculosis Outcomes in Post-Communist
Countries. /PLos Medicine 5/ (7): e143.
DOI: 10.1371/journal.pmed.0050143
<https://doi.org/10.1371/journal.pmed.0050143#inbox/_blank>

Un técnico estadounidense destinado a Rusia en la época se expresaba
así: “Me di cuenta rápidamente de que el plan de privatizaciones de la
industria rusa se iba a llevar a cabo de la noche a la mañana, con
costes muy altos para centenares de miles de personas (…) Se iban a
fulminar decenas de miles de empleos. Pero además las fábricas que iban
a cerrar proveían a la población de escuelas, hospitales, atención
sanitaria y pensiones de la cuna a la tumba. Informé de todo esto en
Washington y les dije que allí no iba a quedar red alguna de seguridad
social. Comprendí claramente que se trataba precisamente de eso; querían
eliminar todos los restos posibles del estado para que no volviera el
Partido Comunista”^^3 <#sdfootnote3sym> .

La desaparición de la URSS fue una hecatombe social. No sólo se
destruyeron en un tiempo récord las estructuras del estado soviético –
como si los dirigentes imperialistas hubieran leído “El estado y la
revolución”- se demolió modo de vida y se intentó aniquilar la identidad
de su pueblo.

La vivencia de todo este desastre, el imperialismo lo llamó “terapia de
choque”, ocasionó en la población un trauma severo en todos los órdenes
que no se ha rehabilitado. Kurginyan, que viene analizando este proceso
en profundidad, lo llama “heridas en la conciencia”, y valora que “la
conciencia deformada pierde su adecuación y no puede comprender
normalmente lo que ocurre en el tiempo y en el espacio”^4 <#sdfootnote4sym>.

Sobre esa profunda herida social se erigió la Rusia postsoviética. Se
construyó una sociedad amnésica y anestesiada, con un profundo vacío
ideológico, que en parte ocupó la iglesia ortodoxa^5 <#sdfootnote5sym> ,
sobre la ausencia de todo proyecto colectivo en una sociedad en la que
lo comunitario – más allá de la superestructura política – estaba
profundamente inscrito en la conciencia popular. A ello se sumaron las
insultantes desigualdades sociales producto del robo impune de empresas
socializadas y la degradación científica, cultural y educativa.

La destrucción, autodestrucción, de las fuerzas productivas rusas de
alta tecnología es uno de los factores determinantes de la profunda
regresión sufrida por la Rusia postsoviética. Como señala Kurginyan,
ningún otro país, en ningún proceso político, ha hecho algo parecido.
Quizás ahora, habría que incorporar a la UE a esas excepciones
históricas de autoaniquilación productiva, exactamente bajo el mismo
hegemón.

En definitiva, los aparatos del Estado de esa Rusia mutilada y
desestructurada, estaban, y lo están en buena mediada, controlados por
élites políticas y económicas – preparadas y dirigidas desde mucho
tiempo antes por estructuras como el Club de Roma, o la soviética
“Firma”^^6 <#sdfootnote6sym> – Estas élites fueron las que dirigieron la
demolición de la URSS y las que, además de apropiarse de gran parte de
los recursos del país, actuaron como valedores de las políticas del
imperialismo para Rusia. Este nuevo poder, gestado desde el interior de
las estructuras del Estado ruso modificó totalmente su naturaleza; el
Ejército, el más sovietizado, constituye una excepción relativa. Esta
oligarquía, política y económica, y el correspondiente engranaje del
Estado, ha estado trabajando durante treinta años para el objetivo que
se presentó como un sueño dorado: “entrar en occidente”.

*Los cambios paulatinos en la política exterior de Rusia*

Desde la desaparición de la URSS, EEUU – secundado de forma
contradictoria por la UE hasta su subordinación absoluta actual a la
OTAN y apoyado de forma cada vez menos encubierta por el Estado sionista
– fue arrasando uno tras otro países cuyos gobiernos no se sometían a
sus designios: Iraq (1991, 2003), Yugoslavia (1999), Afganistán (2001),
Libia (2011).

Hasta el caso de Libia, en todo este sangriento proceso, la
representación rusa en el Consejo de Seguridad de la ONU votó a favor de
todas las resoluciones que amparaban las criminales agresiones militares
del imperialismo, incluida la Resolución 1244 de 1999 que daba vía libre
a los bombardeos de la OTAN sobre la nación hermana de Yugoslavia.

La destrucción completa a manos de la OTAN de Libia en 2011, el país más
desarrollado de África y que sustentaba importantes proyectos de
soberanía para el continente, también fue avalada por el CS de la ONU,
pero esta vez China y Rusia se abstuvieron.

Este momento marca un punto de inflexión en la política exterior Rusa
que alineada con China, ha vetado a partir de entonces todos los
proyectos de resolución presentados por el imperialismo
euro-estadounidense para avalar su intervención militar en Siria.
Además, como es bien sabido, Rusia aceptó la solicitud de ayuda militar
del gobierno sirio que ha contribuido decisivamente a modificar una
correlación de fuerzas en la zona, que ya venía gestándose. A este
respecto hay que destacar acontecimientos tan importantes en la región
como la derrota de Israel en 2006 por una coalición libanesa liderada
por Hezbolah y que marca el comienzo del desarrollo del Eje de la
Resistencia anti-imperialista y antisionista^7 <#sdfootnote7sym>.

Los intentos de los dirigentes rusos de mantener buenas relaciones con
occidente, incluidas sus sorprendentes propuestas de entrada en la OTAN,
fueron chocando progresivamente desde 1999, fecha en la que Polonia,
Hungría y la República Checa se integran en la Alianza, con la evidencia
de que el imperialismo anglosajón no perseguía otra cosa que la
desintegración de Rusia previa a su dominación. Doce países de la zona
de influencia de la URSS se incorporaron a la Alianza, desde que en 1991
se aprobara un documento^8 <#sdfootnote8sym> suscrito por los Ministros
de AA.EE. de Reino Unido, EEUU, Francia y Alemania en el que se le
garantizaba a Rusia que la OTAN no se ampliaría hacia el Este.

No se trató sólo de la incorporación de nuevos países. Las sucesivas
maniobras militares del OTAN fueron ratificando materialmente lo que los
documentos de Seguridad Nacional de EEUU afirmaban con toda claridad:
Rusia, seguida inmediatamente por China, era el enemigo principal^9
<#sdfootnote9sym>.

Se fue configurando así un cambio progresivo pero radical en la política
de alianzas políticas, económicas, militares, culturales, deportivas,
etc, que sitúa a Rusia, junto a China, como columnas verteb*r*ales de un
frente multipolar, que no hace más que ampliarse sobre la base del
respeto a la soberanía y la independencia de los países, frente a un
imperialismo que sólo ofrece la política de las cañoneras. Insisto, no
obstante, en que todo este proceso se lleva a cabo con grandes
contradicciones en el interior de unas estructuras estatales y
gubernamentales rusas construidas para objetivos políticos totalmente
diferentes.

El golpe fascista de febrero 2014 en Ucrania, diseñado, financiado y
organizado por EEUU y la UE, incluyendo todo tipo de atrocidades como la
masacre de la Casa de los Sindicatos de Odesa, la persecución y tortura
de la población de cultura rusa o los bombardeos cotidianos de la
población civil del Donbas, estaba claramente dirigido contra Rusia. Era
una amenaza inminente de guerra, que incluía el ingreso de Ucrania en la
OTAN. Aún así, un año después, en 2015, Rusia junto a Francia, Alemania
y Ucrania firmó el Acuerdo de Minsk que planteaba una solución negociada
al conflicto del Donbas. Ángela Merkel declaró en diciembre de 2022 que
no había ninguna intención de cumplir sus condiciones y que tal Acuerdo
se firmó para que Ucrania ganara tiempo para armarse^10 <#sdfootnote10sym>.

La firma del Acuerdo de Minsk no se produjo porque Rusia fuera engañada,
como se suele decir. Fue el último acto de un Estado, construido a la
medida de los intereses de occidente, que se resistía a enfrentar la
evidencia: el imperialismo anglo-sajón iba a declarar la guerra a Rusia.

*La Operación Militar Especial, un camino sin retorno.*

La decisión del gobierno ruso de intervenir militarmente en Ucrania
supone un paso decisivo para en futuro de Rusia. Le conecta
directam*e*nte con un sentimiento popular que, a pesar de todo, conserva
marcado a fuego en su cerebro el recuerdo de los 27 millones de muertos
que le costó a la URSS derrotar al fascismo, y que forma parte indeleble
de la identidad nacional rusa. Ese sentimiento popular que incluye la
reivindicación de la Unión Soviética sin que se haya concretado aún como
objetivo político, y que va creciendo cada vez más como muestran hasta
las encuestas occidentales, ha sufrido y sufre como propias las masacres
de los nazis ucranianos en el Donbas y clamaba por el apoyo militar a
sus milicias populares. Implica también el odio creciente a los
oligarcas, los denostados “nuevos ricos”, y con él al individualismo
consumista identificado con occidente.

El imperialismo juega con los oligarcas como quinta columna. Ellos, que
deben a occidente sus fabulosas fortunas y que tan jugosos negocios
estaban haciendo con sus bancos y multinacionales, son también los
valedores de sus políticas. Por si acaso flaqueaban a la hora de ejercer
sus influencias en el Estado, contra ellos se han dirigido buena parte
de las sanciones. Sintiendo sus presiones y comprobando las importantes
pérdidas sufridas por sus empresas, los mayores magnates como Mordashov
(siderúrgica Everstal, minería de oro NordGold, banco Rossiya), Tinkov
(banco digital Tinkoff), Mixail Fridman (supermercados DIA y AlfaBank) y
algunos otros, han clamado contra la guerra, lamentándose amargamente
por la muerte de inocentes, pronunciándose contra el gasto militar, etc.

Putin les fulminó inmediatamente, sólo con palabras, tratándolos de
títeres de occidente y amenazando con que “el pueblo ruso sabría limpiar
adecuadamente a los traidores, escupiéndoles como mosquitos que se meten
accidentalmente en la boca”. El tratamiento pareció surtir efecto y las
pocas algaradas que se convocaron “contra la guerra” quedaron en agua de
borrajas.

A pesar de ello, los conflictos de fondo siguen desarrollándose, entre
el reto histórico que supone la necesidad de responder a una
confrontación militar a gran escala y durante largo tiempo con un
enemigo muy poderoso, con unos aparatos del Estado diseñados para otros
objetivos y una estructura social que, hasta ahora, no parece ser
consciente de que muchas cosas deben cambiar para ser capaz de hacerle
frente.

A pesar de que la supuesta contraofensiva ucraniana resulto un fiasco,
no por ello dejará el imperialismo de inundar al gobierno de Kiev con
todo tipo de armas “hasta el último ucraniano”. “Lo único que Occidente
no quiere hacer y no hará, por ahora, es poner a su propio pueblo bajo
las balas. Unos cinco millones de hombres ucranianos, que ya han sido
vendidos a Occidente por cerca de un billón de dólares, están destinados
a este fin. La élite ucraniana está muy satisfecha con este sangriento
intercambio”, señala Kurginyan.

Además, recuerda que las palabras que señalaron desde el principio los
objetivos de la intervención militar “la desnazificación y la
desmilitarización de Ucrania”, no son un mantra vacío de sentido, sino
que por el contrario muestran el núcleo de la cuestión^^11
<#sdfootnote11sym> . El fascismo que se ha desarrollado en Ucrania,
seguido por alrededor de un millón de personas, alimentado por el
imperialismo y al que ha entregado todos los recursos del estado, es
especialmente bestial y considera a los rusos como su enemigo principal.
Sería un gran error subestimar esa fuerza, señala el dirigente de
“Esencia del Tiempo”.

*Lo que la rebelión militar de Prigozhin ha puesto de manifiesto.*

Los delirantes análisis de los “expertos” occidentales sobre los Wagner,
que pasaron de ser para ellos de paladines de la libertad a sucios
mercenarios, ponen de manifiesto que no tenían la menor idea de que la
rebelión se iba a producir y que no entienden lo que sucede en Rusia.
Todo ello, dice Kurginyan, no exime al pueblo ruso de valorar en
profundidad lo ocurrido y, sobre todo, de extraer las consecuencias.

Para crear los Wagner el Estado invirtió ingentes cantidades de dinero,
armamento y se les otorgaron grandes poderes, como por ejemplo, el
reclutamiento. Se creó, señala Kurginyan, un sistema paralelo al del
Ministerio de Defensa. Y, ese sistema, se creó por mandato del
Presidente del Gobierno y le obedecía a él directamente. ¿A qué responde
su creación? ¿Cuándo un líder, se pregunta Kurginyan, crea un sistema
paralelo?. Y se responde: “En primer lugar cuando sospecha que el
sistema no le es del todo leal, y en segundo lugar, cuando sospecha que
no cumple con las tareas que tiene asignadas”.

La rebelión de Prigozhin ha puesto de manifiesto las graves
contradicciones existentes. Su fracaso, creyó que parte sustancial del
ejército iba a seguirlo, si bien ha permitido al sistema, léase el
Ministerio de Defensa, confrontar directamente con el sistema paralelo
creado por Putin y eliminar, por el momento, la posibilidad de
alternativas, no le ha destruido.

El juego interno de fuerzas se puso en evidencia. La rebelión de los
Wagner, que se encaminó a Moscú prácticamente sin oposición interna,
terminó con un indulto y con Prigozhin participando en la Cumbre África
– Rusia, en San Petersburgo. Además, nuevas tareas de Estado han llegado
para los Wagner: Bielorrusia, tras la inteligente y oportuna mediación
de Lukashenko, y la intervención en África a petición de los nuevos
movimientos anticoloniales de diferentes países del Sahel.

Los grandes problemas siguen sin resolver y son en el sentido estricto
de la palabra, estructurales. Una parte del Estado ruso, es decir, la
representación de los oligarcas en los poderes del Estado, estaría
abogando por una paz negociada con Ucrania, casi a cualquier precio, y
volver a las buenas relaciones y negocios anteriores, y otra es
consciente del carácter irreversible de la ruptura con occidente y de la
envergadura de la confrontación que deberá asumir el pueblo ruso. “El
sistema existente fue construido para ser parte de la civilización
occidental y, por lo tanto, no puede estar en guerra con esta
civilización, insiste Kurginyan. No puede garantizar estratégicamente
que Rusia se enfrente a Occidente, que es 10 veces más poderoso que
Rusia, durante mucho tiempo. Si un sistema creado para los viejos
propósitos no logra hacer frente a la nueva situación, acumulará
disfunción. No se trata de individuos como Shoigu, Gerasimov, Surovikin,
etc., sino de la arquitectura del sistema, construida para otras tareas,
para otros tipos de guerra”.

La disfunción esencial entre el “sistema”, la maquinaria del Estado y
las élites económicas a las que sirve, y los objetivos – la guerra
contra occidente – radicalmente diferentes a los que responde su
creación y funcionamiento, puede dar lugar a que sea precisamente el
“sistema” el que cambie la realidad, para adecuarla a las finalidades
que le dieron origen. Y si eso se pretendiera materializar, se pregunta
el dirigente de la Esencia del Tiempo, ¿quién se convierte en su
principal oponente? El que le impide hacer lo de siempre: trabajar poco,
robar mucho y drogarse. ¿Quién es el estorbo? Objetivamente: el líder
del país.

*Los grandes retos de Rusia.*

El país se enfrenta a una guerra de larga duración frente a un enemigo
muy poderoso, que va más allá de Ucrania y que puede resurgir en
Polonia, Países Bálticos, etc. Todo ello en un marco en el que EEUU se
prepara para enfrentar a la gran potencia que empieza a superarles y a
disputar su hegemonía, China. En este caso, plantea lúcidamente
Kurginyan, “cuando EEUU se ve superado por algún país según sus propias
reglas, no le dan un premio, sino que cambian las reglas del juego. La
introducción de la agenda ambiental o la pandemia Covid, son buenos
ejemplos de cómo cambian las reglas del juego”^^12 <#sdfootnote12sym> Y
para enfrentarse a China, no basta desestabilizar Taiwan; no son
suficientes las batallas navales. Como planteaba el geógrafo británico
Mackinder, para que un imperio marítimo domine el planeta, primero tiene
que controlar el “corazón continental”, el “pivote del mundo”, es decir,
Rusia^^13 <#sdfootnote13sym> .

Las previsiones del gobierno ruso de una rápida victoria militar en
Ucrania, resultaron completamente erróneas, aunque afortunadamente
identificó como objetivos la desnazificación y la desmilitarización del
régimen de Kiev. Una vez más el “sistema” postsoviético intentaba obviar
la realidad: Rusia no estaba sólo frente a un conflicto con Ucrania, se
trataba de una guerra contra la OTAN. Y, claro que había que
desnazificar y desmilitarizar Ucrania, pero era occidente quien había
colocado a los fascistas en el poder y los armaba hasta los dientes.

Rusia se enfrenta a una guerra de larga duración contra la OTAN, una
guerra de posiciones, de desgaste, que además no acabará con la guerra
de Ucrania. En muchos aspectos esta guerra es todavía más terrible que
la II Guerra Mundial y el pueblo ruso debe saber la verdad. Y la verdad
aprendida en la Gran Guerra Patria, es que esa guerra se pudo ganar sólo
porque la dictadura del proletariado, es decir, el proletariado erigido
en clase dirigente, fue capaz de comprender y transmitir al conjunto de
la sociedad soviética el gigantesco reto que debía asumir: la defensa de
la humanidad contra el fascismo, de la humanidad contra la esclavitud,
de la vida contra la muerte. Y todo ello, se resumió en una consigna
bien concreta: “Todo para el Frente, Todo por la Victoria”. Y el pueblo
soviético latió y actuó como un solo ser colectivo.

La enorme potencia que el pueblo soviético fue capaz de desplegar no
respondía sólo a un deber patriótico. Defendía también su dictadura del
proletariado, la primera revolución obrera triunfante, y por ello, tenía
una dimensión internacional, no sólo antifascista, sino histórica para
la clase obrera mundial.

La Rusia de hoy tiene ante sí grandes retos que superar para enfrentar a
un enemigo no inferior al que enfrentó la URSS. Kurginyan identifica dos
objetivos:

En primer lugar, abordar un salto científico – técnico en el complejo
militar – industrial que permita superar al enemigo con todo tipo de
armamento y de equipos. Después de la destrucción de las empresas y
equipos más avanzados de la URSS, para ganar la guerra contra la OTAN –
más allá de Ucrania – es preciso dar un salto descomunal. Las palabras
de Stalin en 1931 fueron claves para la victoria en la Gran Guerra
Patria: “si en diez años no recorremos el camino que costó a las
potencias occidentales entre 50 y 100 años, seremos aplastados”. Rusia
necesita reconstruir la poderosa industria de bienes de equipo,
destruida durante el colapso de la URSS, imprescindible para poner en
marcha al nivel requerido el complejo militar industrial. A su vez, esto
precisa el concurso del sistema educativo para la preparación acelerada
de cuadros técnicos y de capacidades humanas en alguna medida semejante
al esfuerzo de la sociedad soviética en los años previos y durante la II
Guerra Mundial.

La URSS lo pudo hacer gracias a la industrialización, que requería que
toda la sociedad funcionara como un puño en movimiento. Y la gran duda
es, ¿lo podrá hacer la Rusia actual?

En segundo lugar, es imprescindible abordar la batalla ideológica, la
lucha de ideas contra el imperialismo y el fascismo. No es sólo Ucrania,
el fascismo crece en toda Europa y en EEUU. Es inútil que Rusia espere
que la extrema derecha la trate mejor que la actual élite occidental.
¡Es exactamente todo lo contrario!, afirma Kurginyan. Además, la moral
del ejército decae si no hay un trabajo ideológico poderoso y si la
sociedad no está penetrada por ese impulso espiritual. Y “si el jolgorio
en la retaguardia no desaparece, si el robo no desaparece, advierte,
entonces la victoria en una guerra larga es imposible”. La guerra de la
información no debe llevarse a cabo en el lenguaje de las ovejas.
Kurginyan aboga por un sistema de movilización, de despliegue, y un
sistema de formación de nuevos cuadros que pueda convertir a las
«sub-ovejas» en «perros lobo». Y no se trata de sacar banderas y de dar
lecciones de patriotismo en las escuelas, sino de la movilización de un
millón de personas en el bando antifascista. Pero hasta ahora, subraya,
se ha hecho todo lo posible para que esto no sucediera.

El problema de fondo es cómo despertar la fuerza vital necesaria para
galvanizar a una sociedad que se creyó el mito ideológico del
capitalismo y que en buena medida vive ajena a lo que sucede en el
frente; a una clase obrera que asiste desmoralizada e impotente al robo
cotidiano de la oligarquía y que no ha rehabilitado las “heridas de la
conciencia” porque eso sólo puede hacerse reanudando el hilo histórico
de la lucha por su emancipación.

Kurginyan plantea activar el resorte antifascista que sin duda es muy
potente en Rusia. El asunto es si la comprensión histórica colectiva e
internacional de lo que entraña el fascismo, y sobre todo, la actuación
consecuente para impedir que triunfe – Cueste lo que Cueste, Todo para
el Frente, Todo para la Victoria – es posible abordarla sin la
reconstrucción de la herramienta que concentra la fuerza obrera y
popular: el partido comunista.

*La lucha es internacional*

La situación internacional actual guarda semejanzas con la II Guerra
Mundial. La voluntad manifiesta de control del mundo por parte de la
Alemania nazi está representada hoy sin tapujos por el imperialismo
anglosajón, inmerso en una crisis económica terminal y cuya hegemonía en
decadencia le empuja a la guerra como única opción.

Tras la derrota de la República española y en pleno auge del fascismo,
Alemania fue ocupando uno tras otro los países europeos sin apenas
resistencia. Hoy el sometimiento de la UE a la OTAN, dirigida con mano
de hierro por EE.UU, con su territorio plagado de bases militares, es
absoluto. También lo es el vasallaje de la política económica europea,
autodestrucción incluida, a los intereses estadounidenses. A ello hay
que añadir la colonización cultural o el control de los medios de
comunicación, es un escenario político de auge del fascismo, hoy como
entonces, facilitado por la socialdemocracia.

Es en este contexto en el que hay que analizar el apoyo económico y
militar masivo del imperialismo a la Ucrania nazi. No se trata sólo de
que use al pueblo ucraniano como carne de cañón. La alianza es mucho más
íntima y más antigua. Es la propia continuidad del nazismo alemán en los
aparatos políticos y militares de EE.UU y de la OTAN^14
<#sdfootnote14sym>, es el odio primario a todo lo ruso de los
banderistas ucranianos y, sobre todo, es el fascismo con la supresión de
derechos y libertades, con la represión salvaje y la militarización
social, el que necesita el capitalismo en crisis irreversible y la
guerra imperialista a gran escala que se está gestando.

Es el pueblo ruso, como ayer el soviético, el que ha comprendido que es
su propia identidad y existencia como pueblo la que está en juego;
aunque como hemos visto – si bien ha sido capaz de responder atacando a
la amenaza ucronazi – su situación objetiva y subjetiva dista mucho de
ser la de entonces.

Como se ha venido analizando, hoy no se vislumbra la solución a la
incógnita de si el pueblo ruso será capaz o no de llevar a cabo las
transformaciones revolucionarias que le permitan afrontar con éxito las
tareas vitales para su futuro y para el resto de los pueblos. Lo que es
cierto es que, tras treinta años de dominación ideológica, el pueblo
ruso demuestra con sus actos – seguramente porque la herencia recibida
es muy poderosa – que no ha sido doblegado. El apoyo popular mayoritario
e incontestable a la intervención militar contra el fascismo en Ucrania
es un gran ejemplo.

Lo que es una realidad incuestionable, tanto para el pueblo ruso, como
para el resto de los pueblos del mundo – especialmente para los de
Europa – es que nos encaminamos a una época de gran inestabilidad
política caracterizada por profundos cambios destructivos en los medios
de producción y en las condiciones de vida de millones de personas y por
la imposición de un escenario de guerra permanente de intensidad
variable contra Rusia y China.

La agudización de la lucha de clases en situaciones de profundas crisis,
y sobre todo la guerra, amplían e intensifican las contradicciones
internas de la burguesía, debilitan su hegemonía ideológica, y abren,
como se ha demostrado históricamente, posibilidades de revolución obrera
y popular. Y hoy, más que nunca, es imprescindible que la lucha que la
clase obrera y los sectores populares desarrollen en cada lugar tenga
dimensión internacional.

El atraso organizativo y político en la construcción de la única
herramienta que ha demostrado ser capaz tanto de conducir a la victoria
la revolución, como de derrotar al fascismo, el partido comunista, debe
dejar de ser una justificación o un lamento. Debe convertirse en el
campo de trabajo en el que los comunistas y las comunistas de hoy
llevemos a cabo las tareas históricas de las que depende, no sólo la
revolución socialista, sino el futuro de la humanidad.

Agosto de 2023

Em
COORDINACIÓN NÚCLEOS COMUNISTAS
https://cnc2022.wordpress.com/2023/08/21/la-encrucijada-rusa/
21/8/2023

terça-feira, 22 de agosto de 2023

La transición hacia un nuevo orden mundial

 


MIGUEL MANZANERA SALABERT, HISTORIADOR ESPAÑOL

Estos días de verano han traído una nueva noticia que confirma la
hegemonía económica de China a nivel mundial: la República Popular China
supera a los EE.UU. en avances tecnológicos. Según el ASPI (Instituto de
Política Estratégica Australiano), China lidera 37 de las 44 tecnologías
críticas y emergentes consideradas en su Informe, incluidas la
inteligencia artificial, la robótica, la biotecnología y las
manufacturas avanzadas. Además China es dominante en investigación para
la defensa, la seguridad y el espacio exterior. Esto
confirma su posición hegemónica en el terreno económico, y es
prioritario extraer las consecuencias políticas de la nueva situación
mundial.

Teniendo en cuenta que el /capitalismo de estado /chino está dirigido
por el Partido Comunista Chino, controlando los sectores fundamentales
de la economía, nos encontramos ante una nueva formación social, que
podemos catalogar como capitalismo por el desarrollo industrial y
tecnológico, fundamentado sobre la plusvalía arrancada a los
trabajadores chinos; pero que no adopta la forma típica del capitalismo
liberal fundada en la propiedad privada de los medios de producción. Por
otro lado, aunque tiene rasgos monopolistas, no es un imperialismo al
servicio de la burguesía financiera, ni su estructura de clases sigue la
pauta de ese modo de producción. La clase dominante es la burocracia del
estado, que ha permitido el desarrollo de la burguesía china, hasta
ahora siempre en una posición subordinada.

Frente a esa nueva potencia económica china y su proyecto
transformador de las relaciones internacionales, el
imperialismo liberal no ha sabido ofrecer más que una presión militar
continuada, que ha generado la destrucción de Oriente Medio, además de
varios estados africanos y europeos. Ante la crisis económica, la
burguesía liberal ha vuelto a sus vicios tradicionales, incrementando la
tensión bélica a nivel mundial y favoreciendo el crecimiento de los
movimientos fascistas. Es decir, ese imperialismo sigue mostrando los
rasgos que descubrió Hilferding en su investigación publicada en 1910.

Sin embargo, ese proceso bélico nos ha mostrado que los ejércitos de la
OTAN ya no son capaces de imponer su superioridad militar sobre el
bloque asiático, cuyo eje está constituido por la Federación Rusa, la
República Popular China y la República Islámica de Irán. Aunque el
proceso bélico va a continuar aun por largo tiempo, ha sido
especialmente admirable la defensa de Rusia de sus posiciones
internacionales, que ni siquiera la propaganda occidental ha podido
ocultar para importantes sectores de la opinión pública mundial. Esa
humillante incapacidad de la OTAN para imponer sus condiciones, a la
Federación Rusa apoyada por el bloque asiático, ha significado un alivio
para el resto de los estados a nivel mundial.

El proyecto que China ofrece al mundo es la /multipolaridad/,
sustituyendo la hegemonía unipolar del imperialismo liberal hasta ahora
dominante –constituido por el capital financiero con la OTAN como brazo
armado-, cuyo centro hay que situarlo en los EE.UU., como heredero del
viejo imperialismo europeo arruinado tras la Segunda Guerra Mundial.

La multipolaridad es un proyecto pacifista de entendimiento entre las
potencias mundiales, con la ONU como centro de diálogo y toma de
decisiones consensuadas internacionalmente. Con todos los defectos que
podrían achacársele, el proyecto Chino es mucho mejor que el
imperialismo belicista de la OTAN, que ha sembrado el mundo de cadáveres
con sus continuados genocidios. Y aunque todavía no se ha completado el
proceso, podemos entrever hacia donde se dirige: el final de la
globalización imperialista de los últimos treinta años: será sustituido
por un nuevo sistema de relaciones internacionales.

Esa multilateralidad está ya constituida en ciernes en los numerosos
tratados económicos, tanto internacionales como regionales, fuera de las
normas impuestas por el imperialismo y su sistema de imposiciones
legales creadas para sostener la supremacía económica de los centros
financieros capitalistas.

El crecimiento económico del comercio mundial, en la etapa de la
globalización que acaba de terminar, se hizo sobre la base del dólar
como moneda de intercambio y las normas impuestas por la presión militar
de la OTAN. En esta nueva fase del desarrollo capitalista –la
‘post-globalización’ se hará efectiva con el establecimiento de
relaciones internacionales multipolares-, pues las principales potencias
emergentes han decidido prescindir del dólar en sus intercambios
comerciales; lo que augura grandes dificultades para las antiguas
potencias imperiales.

No olvidemos que el euro se apoya en el dólar, y esto explica la
política de los estados europeos subordinados al capital financiero, con
un imperialismo militar coordinado por la OTAN. La
depresión económica que comenzó con la crisis del año 2008 va a
continuar en estos países, y su superación vendrá de otros continentes y
otras latitudes.

El imperialismo financiero no puede imponerse ya al bloque asiático que
sigue la estela del Estado chino en el terreno económico, con
importantes aliados en el terreno económico, agrupados en el Tratado de
Cooperación de Shanghái, compuesto por China, India, Kazajstán,
Kirguistán, Rusia, Pakistán, Tayikistán y Uzbekistán. A nivel
mundial los integrantes del BRICS (Brasil, Rusia, India, China y
Sudáfrica) forman una asociación comercial en auge, que además
cuenta con numerosos países asociados en diferentes tratados comerciales
y que han manifestado su intención de formar parte de la misma asociación.

Para interpretar esta nueva situación mundial desde la perspectiva
comunista, podemos recordar lo que dijo Lenin al respecto: los
monopolios capitalistas, con su concentración y centralización del
proceso productivo, son un paso hacia el socialismo una vez que son
estatalizados.

Cuando una vez consumado el proceso revolucionario soviético en Rusia,
Lenin se dio cuenta que no se había logrado la dictadura del
proletariado por el fracaso de la revolución europea, definió la nueva
formación social como un capitalismo de estado. Se dio cuenta, como
muestran sus textos de los últimos años, que la estructura social que
comenzaba a desarrollarse tenía en la burocracia un elemento central. Y
observó que la oposición del proletariado contra la burocracia era la
contradicción principal en la nueva era que nacía con el capitalismo de
estado. También predijo que esa contradicción exigiría una larga lucha
política y estableció las tácticas proletarias para desarrollarla.

Una vez que el capitalismo de estado acabe asentándose como modo de
producción dominante por la hegemonía china estamos entrando en una
nueva fase de la historia. El viejo mundo del imperialismo capitalista
se muere de viejo. El nuevo mundo ya está naciendo. No es la dictadura
del proletariado, pero tal vez sea el camino para llegar a ella.

Em
OBSERVATORIO DE LA CRISIS
https://observatoriocrisis.com/2023/08/19/la-transicion-hacia-un-nuevo-orden-mundial/
19/8/2023

domingo, 20 de agosto de 2023

¿Que paso y que está pasando en la lucha contra el neocolonialismo occidental?

 



DENIS A. DEGTEREV, PROFESOR DE HISTORIA DE LA UNIVERSIDAD DE MOSCÚ

*/Desde las décadas de 1920 y 1930 el proyecto soviético fue una
alternativa de modernidad diferente al establecido por occidente. En el
siglo XXI , la República Popular China se está desarrollando
rápidamente, ofreciendo también un modelo alternativo («socialismo con
características chinas»), y en el actual modelo ruso el papel del estado
es cada vez más grande…/*

Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modo el
mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo.

Karl Marx, 11 Tesis sobre Feuerbach

Este artículo es un nuevo comienzo para la revista académica
“Postcolonialismo y Modernidad” . Hemos vuelto a aparecer después de una
pausa de casi cuarenta años (!), Esta vez volvemos en un nuevo contexto
histórico donde una genuina lucha anticolonial está regresando al
escenario mundial. ¿Qué ha pasado durante la larga pausa en la lucha
anticolonial?

¿Cuándo y por qué se “puso en pausa” a la lucha anticolonial?

Las feroces y sostenidas luchas anticoloniales de la década de 1960 casi
habían desaparecido a mediados de la década de 1980, dejando a docenas
de países en un profundamente arraigado sistema neocolonial (Taylor,
2020). La razón principal fue la retirada de la escena histórica de
un país que había sido un luchador irreconciliable con el colonialismo:
la Unión Soviética.

De hecho, la URSS desempeñó un papel decisivo en la adopción de la
Resolución 1514 (XV) de la Asamblea General de las Naciones
Unidas (Declaración sobre la concesión de la independencia a los países
y pueblos coloniales) del 14 de diciembre de 1960, que fue aprobada por
una abrumadora mayoría de los entonces miembros de la ONU (89 de 99
países), con solo 9 abstenciones [Denisov, 2010] [1] <#_ftn1> .

En las décadas siguientes, la URSS brindó asistencia económica a los
países recién liberados en una escala tan grande que todavía tenemos que
evaluar objetivamente su verdadero tamaño, pues recién se están
estudiando los innumerables archivos soviéticos sobre el tema.
[Vasiliev, Degterev, Shaw, 2022].

Mientras que a mediados de 1957, la URSS había firmado acuerdos de
asistencia técnica y económica con solo 17 países, en 1986, se firmaron
acuerdos con 84 naciones , 72 de ellos en desarrollo incluyendo a 36
países africanos (Grekov et al. 1987)

El colapso del sistema socialista llevó a la pérdida de la subjetividad
en los países en desarrollo y a la reducción de la cooperación política
y económica Sur-Sur en sus diversos formatos: UNCTAD, Grupo de los
77, Movimiento de Países No Alineados. Esto hizo que conceptos tan
importantes como la “autosuficiencia colectiva” hayan sido difíciles de
implementar. [Gosovic, 2018; Kuznetsov, 2019].

En realidad, la lucha anticolonial comenzó a retroceder antes del
colapso de la URSS. A mediados de la década de 1980, las élites
soviéticas se habían embarcado en una política de integración con el
«Occidente colectivo», cuya implementación práctica se convirtió en el
«/nuevo pensamiento/» publicitado por Gorbachov [1987].

Y si a mediados de la década de 1980 los expertos soviéticos de la
teoría del comunismo científico hablaban contra un “sofisticado sistema
de explotación neocolonialista” [Portnyagin, 1988], un par de años más
tarde – determinados por el /nuevo pensamiento/ –  algunos empezaron a
hablar que «el imparable proceso de transformación socioeconómica en los
países en desarrollo está haciendo inaceptable el /viejo pensamiento/”
[Portnyagin, 1990] [2] <#_ftn2> .

Al constatar este tendencia se nos plantea un imperativo: necesitamos un
análisis crítico e imparcial de los estudios soviéticos sobre la lucha
anticolonial para separar los trabajos con valor teórico de
aquellos insustanciales y puramente oportunistas.

A fines de los 80 especulaciones llenas de hipocresía se habían
instalado en la academia rusa. Esto ocurría mientras
todavía habían feroces batallas en el “Stalingrado angoleño” – el
legendario combate en Cuito Cuanavale, que 30 años después los
africanos siguen considerando la mayor victoria sobre el régimen racista
de Sudáfrica [Campbell, 2020].

Pero, con el colapso soviético el destino de la mayoría de los países de
Asia, África y América Latina volvió a estar en las manos de sus
antiguos colonizadores durante las siguientes tres a cuatro
décadas. ¡Después de todo, es imposible luchar simultáneamente por la
integración con el «Occidente colectivo» y luchar contra él en África!

Junto con el cambio en el estado de ánimo de la URSS, también aumentaba
la presión del “Occidente colectivo”. Y si en el ámbito militar la Unión
Soviética “aguantó el golpe” hasta el final, su poder estructural
financiero dejó mucho que desear [Degterev, 2021].

En la década de 1940, la URSS llegar a negociar la posibilidad de ser
miembro de las instituciones de Bretton Woods (FMI y Banco Mundial),
pero luego abandonó la idea. Sin embargo, la URSS no bloqueó la
cooperación de la ONU con estas instituciones, aunque no apoyó el
establecimiento de la Corporación Financiera Internacional. El carecer
de recursos financieros comparables con los de EEUU y sus aliados, quedó
claramente demostrado con la creación del Fondo Especial de las Naciones
Unidas para el Desarrollo Económico [Larionova, 2019].

La URSS no pudo ofrecer una alternativa a estas instituciones, lo que
provocó “desorden y confusión” entre sus aliados. Por ejemplo, Polonia
fue miembro del FMI hasta 1950 y se reincorporó en 1986, Checoslovaquia
hasta 1954 y Cuba hasta 1964 [3] <#_ftn3> . La República Popular China
se convirtió en miembro de las instituciones de Bretton Woods en 1980,
mucho antes del colapso.

Muchos países africanos comenzaron a cooperar activamente con el FMI ya
en las décadas de 1970 y 1980, mientras continuaban recibiendo
asistencia soviética (Grekov et al., 1987). Más tarde la cooperación del
FMI en África tuvo importantes cambios. Aunque en algunos países
hubo guerras civiles y en otros se robaron la ayuda el papel de los
programas de ajuste económico de las instituciones de Bretton Woods,
literalmente reformatearon los modelos socioeconómicos nacionales
[Perkins, 2014].

A pesar de las diferencias entre países, estos programas condujeron a la
devaluación de las monedas nacionales, la reducción de la participación
estatal en la economía, la eliminación de subsidios, de gastos sociales
y la liberalización del comercio [Riddell, 1992]. El estado simplemente
se retiró de sectores enteros de la economía, la industria nacional fue
destruida [Carmody, 1998] una industria que fue construida con la
participación de la URSS. Con esta destrucción planificada la soberanía
real fue desapareciendo.

El papel “contrarrevolucionario” de los programas de ajuste estructural
de Bretton Woods en el proceso de re-colonización aún no se ha explorado
aún seriamente. Uno por uno, los países se fueron integrando al sistema
de relaciones económicas internacionales centrado en Estados Unidos.

¿Contra quién luchar? ¿ Que es el neocolonialismo colectivo?

A principios del siglo XXI , el neocolonialismo había evolucionado
considerablemente. Sus “agentes” contemporáneos son muy diferentes a las
imágenes del medio siglo anterior. La única excepción fue Francia que
mantuvo tropas [Amara et al., 2022; Davidchuk et al., 2022; Sidorov,
2019; Filippov, 2017; 2020; Vershave, 2003], debido el creciente
sentimiento de autodeterminación de los territorios franceses de
ultramar [Nezhentsev y Ponomarenko, 2017], cuya pequeña población tiene
derechos similares a los de las metrópolis [Sirotkina, 2020].

Es mucho más difícil describir estas nuevas prácticas neocoloniales en
las antiguas colonias británicas [Tarabrin, 1969], donde inicialmente no
se utilizó el control directo y con los años se fue haciendo cada vez
más “indirecto”, hasta el punto de delegar algunas funciones
a sus “primos” estadounidenses.

En este contexto, es de interés estudiar la redistribución de la
influencia global efectuada entre EE. UU. y Gran Bretaña con la firma de
la Carta del Atlántico en 1941, así como la Carta del Atlántico 2.0 en
2021 [4] <#_ftn4> y, sobre todo el proceso que ha seguido después del
Brexit, con el debate sobre la formación de una “Gran Bretaña
global”, a través de la reactualización de la Commonwealth of Nations
[Hearne et al., 2019].

Alemania, privada de sus colonias en virtud del artículo 119 del Tratado
de Versalles de 1919 [5] <#_ftn5> , ha tratado de expiar los crímenes
cometidos hace más de un siglo y beneficiarse de una asociación en
apariencia humanitaria . Por los caracteristicas a este encubrimiento se
le ha denominado “neocolonialismo fantasma” [ Ivkina, 2021].

A pesar de estas nuevas estrategias los principales problemas del
neocolonialismo contemporáneo están a la vista.

En primer lugar, a medida que avanzaba la integración europea, las
antiguas metrópolis avanzaron hacia un “neocolonialismo colectivo”,
principalmente dentro del formato UE-ACP. Y mientras en 1884 la
Conferencia de Berlín llegó a acuerdos para repartirse las posesiones
coloniales en África, las Convenciones de Lomé de las décadas de 1970 y
1990 formaron un sistema institucionalizado de comercio preferencial y
cooperación económica entre las antiguas metrópolis europeas y sus
viejas colonias [ Amuhaya, Degterev, 2022].

El Tratado de Cotonou de 2000 y el emergente sistema de Acuerdos de
Asociación Económica (AAE) de la Unión Europea del siglo XXI con bloques
de Asia, África y América Latina [6] <#_ftn6> han producido un cambio
disruptivo en las relaciones comerciales con los países en desarrollo.
El mayor grado de integración (unión aduanera) con un socio desarrollado
(UE) ha cerrado las perspectivas de una integración con los países
vecinos. Este infame mecanismo está descrito explícitamente en los
textos de los acuerdos implementados por la Unión Europea [Amuhaya,
Degterev, 2022].

El papel perjudicial de los acuerdos comerciales de la UE con terceros
países es parte fundamental de la formación del moderno sistema
neocolonial, basado en un intercambio no equivalente y en relaciones
centro-periferia desiguales .

Y esto a pesar que tanto el Maidán ucraniano como el fallido golpe en
Bielorrusia tenían como objetivo central prevenir una integración
euroasiática alternativa que ya estaba en marcha . En otras palabras,
¡la configuración de acuerdos comerciales beneficiosos para la UE se
establece literalmente “a fuego y espada”!

¡Hasta el comienzo de la operación militar especial, en la Federación
Rusa se creía más en las bonitas imágenes de la propaganda europea, que
en los textos de los acuerdos de asociación y los hechos concretos! Esto
es tanto más sorprendente cuando los propios europeos describen
críticamente la naturaleza neocolonial de la cooperación de la UE, con
terceros países [Hurt, 2012; Muntschick, 2018].

Con el Servicio Europeo de Acción Exterior (SEAE) institucionalizado y
reforzado la Dirección General de Desarrollo de la Comisión Europea, /el
neocolonialismo colectivo europeo ha pasado de una dimensión
estrictamente comercial y económica a una dimensión política-militar.
/[Lucía, 2017].

En segundo lugar, de 1945 a 1991 hay “una etapa del establecimiento de
la hegemonía del imperialismo estadounidense sobre el capitalismo
europeo” [Sirotkin, 2020]. Con el tiempo, las prioridades
estadounidenses y el neocolonialismo colectivo europeo en Asia, África y
América Latina se han yuxtapuesto y complementado con la creación de la
Organización para la Cooperación Económica Europea (OCDE) De hecho, el
Comité de Asistencia para el Desarrollo de la OCDE, está formado como un
«donante occidental colectivo» que tiene como proposito «torcer los
brazos» en las negociaciones con los países en desarrollo [Degterev, 2021].

Las antiguas metrópolis europeas se convirtieron en sub-imperiales de un
“Occidente colectivo” liderado por la
hegemonía norteamericana [Davidchuk et al., 2022], y los Estados Unidos
pasó de ser una nación interesada en la descolonización ( primera mitad
del siglo XX ), ha convertirse en uno de los principales actores del
neocolonialismo.

La literatura soviética tardía y el discurso oficial reconocieron esta
realidad aunque con cierto patetismo: “Los países en desarrollo son
explotados por todos los estados imperialistas, pero el imperialismo
estadounidense sin duda lo hace de la manera más arrogante” [Portnyagin,
1988]. Anteriormente, RA Ulyanovsky y LM Kuznetsov escribieron sobre el
neocolonialismo estadounidense en África y en América Latina. También lo
hizo Gvozdarev., así como NA Ermolov y, OI Zemtsova et al. [Sirotkina,
2020].

En las décadas de 1960 y 1970, EE. UU. «garantizó” a las potencias
neocoloniales europeas sus zonas de influencia tradicionales (Francia en
África francófona), permaneciendo principalmente en las sombras. Empero,
el capitalismo estadounidense pasa a primer plano en la década de 1980,
implementando los programas de reestructuración económica mencionados
anteriormente.

Las instituciones de Bretton Woods re-colonizaron efectivamente las
economías nacionales re-formateando los modelos socioeconómicos menos de
un siglo después que lo hicieran los colonizadores europeos [Riddell,
1992]. Por supuesto, los programas de ajuste estructural
eran un “neocolonialismo despersonalizado”, que no siempre se podía
vincular directamente con la política estadounidense, ya
que estos programas han sido implementados por administradores del FMI y
del Banco Mundial y de la “nueva burocracia” de los países occidentales
[Kassae Nygusie , Ivkina, 2000].

Sin embargo, como explicó, el presidente de Tanzania, J. Nyerere:
“/Actúan como grupo y toman decisiones en su propio interés. El
liderazgo de este grupo está en manos de la nación con la economía más
poderosa: los Estados Unidos… El FMI se ha convertido en un instrumento
de control económico e ideológico de los países pobres por parte de los
ricos” [Nyerere, 1985]. /

“Estos programas nunca fueron neutrales”: documenta S. George, un
destacado crítico británico del neoimperialismo. Al eliminar las medidas
para proteger la industria local, las reformas del FMI devolvieron la
estructura económica de las antiguas colonias a su antiguos estado
colonial, con especialización en la agricultura y en la extracción de
materias primas (Riddell, 1992).

Desde una economía diversificada, muchos países en desarrollo regresaron
a la agricultura de subsistencia en aldeas, al comercio informal y la
producción artesanal en ciudades. Todo el sistema ha llevado a modelos
económicos más primitivos reforzando una economía
informal post-desarrollista como una forma de escapismo socia. En
algunos casos (Liberia, Somalia, Etiopía) estas políticas económicas han
desmantelado el Estado como tal, constituyendo los llamados “estados
fallidos”.

A medida que las multinacionales europeas y estadounidenses penetraron
en los países en desarrollo efectuaron cambios cardinales ; reubicaron
la producción contaminante, hicieron uso intensivo en mano de
obra barata, se apropiaron de la energía y los recursos naturales
, montaron la producción de partes y componentes y lograron una
participación accionaria mayoritaria en las empresas locales [Koptev,
1988].

Se puede demostrar empíricamente el “papel clave» que han jugado las
corporaciones y los bancos transnacionales (MNCS y TNB) en la
implementación de la estrategia imperialista neocolonial [Koptev,
1988]. Todo este proceso tuvo lugar en medio del declive del papel del
estado-nación en los países occidentales, lo que contribuyó de manera
decisiva a que las transnacionales jugaran un rol relevante. [Perkins,
2014].

De hecho, se produjo una transición del neocolonialismo nacional al
neocolonialismo global con un papel central de las estructuras
supranacionales de un neocolonialismo de carácter monetario- financiero:
en su implementación las grandes corporaciones han utilizado con
eficiencia las redes descentralizadas de las MNC y las ONG [Sirotkina,
Alpidovska, 2020].

En esta nueva situación , es indicativo observar el tránsito en la
literatura académica neomarxista desde las teorías del desarrollo
dependiente (incluido el estructuralismo latinoamericano) al paradigma
del sistema-mundo, entendido como un reflejo más adecuado de
las nuevas realidades [Degterev, 2021]

En el campo de la seguridad, se produjo una transición cualitativa tras
los hechos del 11 de septiembre de 2001 y el despliegue de la lucha
global “contra el terrorismo”. Los estadounidenses comenzaron a “salvar
el mundo” destruyendolo y legalizando la tortura [Dabashi, 2011]. El
enfoque estadounidense de la “gestión de conflictos” provocó millones de
muertes en Yugoslavia, Afganistán, Irak, Libia, hasta que “tropezó” con
Siria [Dolgov, 2021; Judaykulova, 2016].

En paralelo la presencia militar de EEUU en territorio africano se
fortalece con la formación del Comando Militar para África en 2008 que
tiene como objetivo declarado el */control total/* (en lugar de focal) y
vigorizar las relaciones de vasallaje con sus aliados a quienes se les
exige mantener bases militares en el continente . Todo este cambio
crucial evidencia la transición a “la etapa del neocolonialismo
sistémico como una nueva fase del desarrollo del colonialismo”
[Sirotkina 2020]

“El momento poscolonial”

Se ha llamado a la “pausa en la lucha anticolonial” (desde mediados de
la década de 1980 hasta fines de la década de 2010) como “el momento
poscolonial” por varias razones.

En primer lugar, porque este período dio paso al “momento unipolar” de
la década de 1990, un período de dominio indiviso de Estados Unidos en
la arena internacional, después del desmantelamiento del sistema
socialista [Krauthammer, 1991].

El florecimiento de la globalización al estilo estadounidense convierte
a New York en la capital intelectual del mundo, mientras que los centros
de las antiguas metrópolis (por ejemplo, París) se convierten en
semiperiferias intelectuales del “Occidente colectivo” ( aunque
todavía pueden atraer a estudiosos del poscolonialismo desde los países
periféricos europeos, por ejemplo, Yu Kristeva, se muda de Bulgaria a
París).

Desde un punto de vista macrohistórico, el mundo unipolar duró poco. Ya
después de 2010, aparecieron los primeros signos de multipolaridad, así
como un creciente papel de la República Popular China,

En segundo lugar, no estamos hablando de poscolonialismo (con un guión)
en el sentido convencional es decir, utilizando la retórica del periodo
de tiempo posterior a la liberación de las colonias. Más bien hablamos
de una narrativa sin contenido político, que tuvo lugar en la academia
occidental en las décadas de 1980 y 1990 [Shohat,1992] Esta narrativa
dejó atrás un análisis antiimperialista y una crítica real del
neocolonialismo [Amin, 1973; Nkrumah, 1965] desplazando sus trabajos
hacia elementos intangibles y subjetivos [Fituni, Abramova, 2020].

A partir del momento poscolonial, ante la ausencia de alternativas de
autorrealización en sus propios países, millones de personas del Sur
Global se vieron obligadas a emigrar e “integrarse” a las economías de
los países industrializados del centro del sistema-mundo. Las
experiencias personales de los “subalternos” formaron la base de un
discurso poscolonial que reemplazó gradualmente los imperativos de la
descolonización real.

La autorrepresentación y la creatividad literaria se convirtieron en el
foco de atención de los europeos [Fituni, Abramova, 2020] . También, se
produce  un cambio gradual en la ciencia académica y en la política a
favor de las profesiones creativas y el activismo cívico. El papel
protagónico en el discurso poscolonial sobre África es asumido el
afropolitismo [Mbembe, Balakrishnan, 2016], una filosofía de los
“africanos en el mundo” que provienen de las personas que vienen de la
periferia del sistema-mundo, pero que se integran con éxito en su centro. .

El surgimiento de los estudios culturales poscoloniales cayó sobre un
terreno preparado por las ciencias sociales. El cambio de las cuestiones
de desarrollo al nivel del individuo se reflejó por primera vez en la
Declaración de Cocoyó del PNUMA/UNCTAD de 1974, según esta nueva noción
el desarrollo debería ser el desarrollo del individuo y no el
“desarrollo de las cosas”.

La formación del derecho al desarrollo como un derecho humano estuvo
liderada por Keba M’Baye, presidente de la Comisión de Derechos Humanos
de la ONU , así como K. Wasak, Secretario General del Instituto de
Derechos Humanos de Estrasburgo, ambos formularon el concepto de
derechos humanos de tercera generación (derechos de solidaridad). Este
discurso fue en contra de los planteamientos de la URSS y de los países
socialistas, que promovieron ante todo un modelo de desarrollo nacional
y un Estado fuerte.

Bajo la influencia de los países desarrollados en las décadas de 1970 y
1980 se produjo una verdadera “contrarrevolución en las teorías del
desarrollo” [Peet, Hartwick, 2009] que se expresó en el rechazo
explícito a las políticas neokeynesianas para el Tercer Mundo; estas
fueron cambiadas a favor de la autorrealización neoliberal del
individuo, siguiendo el paradigma de los “límites al crecimiento” del
Club de Roma.

Las cuestiones del desarrollo han pasado gradualmente del derecho
colectivo al derecho individual, desde las cuestiones del desarrollo
económico a sólo algunos factores sociales, ambientales y de otro
tipo. La academia anticolonial debería hacer un viaje intelectual
considerable en la dirección opuesta para comprender dónde y quiénes han
cometido errores de análisis.

En tercer lugar, los estudios poscoloniales, con toda su
diversidad, después de todo son /«solo un momento”/. El hecho es que,
con el comienzo de la operación militar especial en Ucrania , la imagen
del mundo, tan cuidadosamente formada por el occidente se empezó a
derrumbar.

En los últimos años, se han gastado enormes recursos en remodelar la
conciencia de las masas y también la erudición. Se ha querido educar a
las generaciones más jóvenes en una “nueva consistencia cognitiva»
basada en la «sociedad del rendimiento» (Dabashi, 2011) de la cual los
estudios poscoloniales fueron parte importante.

Sin embargo, debido al fortalecimiento de la República Popular China y
el “tránsito de poder” acelerado entre EE.UU., y el gigante asiático, el
conflicto en Ucrania estalló demasiado pronto para los estadounidenses.
Lo ha hecho antes que la vieja generación pierda su memoria
histórica. Los. relatos de los veteranos sobre los horrores de la
Segunda Guerra Mundial y la naturaleza de principios de la Guerra
Fría, que colocaron en la primera línea de la lucha real contra el
colonialismo, se convirtieron nuevamente en el centro de la cosmovisión
en cuestión de días.

La “flor poscolonial” se “evaporó” rápidamente porque en la mayoría de
las universidades rusas no logró convertirse nunca en la corriente
principal. Después de todo, la generación anterior, siendo la columna
vertebral del personal docente, tradicionalmente vio estos estudios con
escepticismo, y la juventud académica aún no había madurado.

En cuarto lugar, el período desde el colapso del sistema socialista
hasta el presente es también «/solo un momento” e/n términos
históricos. Y es claramente insuficiente para reflejar adecuadamente en
los estudios poscoloniales el papel actual de la Federación Rusa
y de otros países del antiguo Segundo Mundo.

A pesar de las relaciones interestatales y comerciales activas con
África durante y después de la Guerra Fría, el “Segundo
Mundo” generalmente ha estado al margen del discurso poscolonial de
occidente. Esto es particularmente cierto en el caso de la Federación
Rusa [Moore, 2001] y, en menor medida, de China, que ha sido objeto de
una ola de publicaciones “exponiendo la supuesta esencia imperial de
China” en África [Carmody et al., 2020].  Al mismo tiempo, mientras los
expertos occidentales ( P. Bond y P. Carmody) hablan de la naturaleza
neocolonial de la política china, los expertos rusos (TL Deich, EN
Grachikov) hablan de su carácter anticolonial [Vasiliev et].

La falta de interpretaciones del Segundo Mundo en los estudios
poscoloniales parece deberse a varias razones. Primero, no
había ningún discurso racial en la URSS y los intelectuales de Asia,
África y América Latina no tenían necesidad de romper ningún estereotipo
de supremacía blanca como tuvieron que hacer en Occidente.

En segundo lugar, la mayoría de los estudiantes africanos que estudiaban
en la URSS y en otros países socialistas regresaron a sus países de
origen para desarrollar economías nacionales. Pocos se quedaron en la
URSS. En la mayoría de los casos, por lo tanto, la experiencia personal
del Segundo Mundo se limita a los recuerdos de juventud. Además, en los
últimos años, ha habido una serie de estudios sobre repensar esta
experiencia incluido un número temático de Cahiers d’études africaines
titulado “Élites de retour de l’Est” [7] <#_ftn7>.

Los intentos de equiparar la llamada “descolonización” al espacio
postsoviético (e incluso del territorio de la Federación Rusa) y la
lucha antiimperialista en África son claramente inapropiados [Fituni,
Abramova, 2020, p. 35; Moore, 2001]. En cuestiones de desarrollo dentro
de la ONU, la URSS, como donante y ubicada solo geográficamente en el
norte, siempre ha estado del mismo lado que los países en desarrollo,
incluso al votar sobre resoluciones sobre el «Derecho al desarrollo» y
sobre una serie de otros aspectos [ Degterev, 2016; Larionova,
2019]. ¡Es muy difícil llamar a un país así un “depredador imperialista”!

Personas e ideas poscoloniales: ¿qué ha funcionado mal?

En contraste con los trabajos académicos sustantivos sobre
descolonización, teoría y práctica de los movimientos de liberación
nacional del Tercer Mundo en las décadas de 1960 y 1970, la literatura
poscolonial es el discurso académico del Primer Mundo de las décadas de
1980 y 1990” [Fanon, 1986], pero , paradójicamente, fue producido por
inmigrantes del Tercer Mundo.

A medida que EE. UU. se convirtió en el centro intelectual del mundo,
con casi un millón de estudiantes de países periféricos en sus campus
[Degterev, 2021c, p. 129], se requirió ó un enfoque más global de la
educación y las ciencias sociales [Dabashi, 2011] para gestionar las
expectativas (o manipular la conciencia) de cientos de miles de personas
de Asia, África, América Latina.

La tarea era “ampliar el alcance” de las disciplinas sociales centradas
en Occidente sin “diluir” el discurso “correcto”. De este
modo, ha surgido un sistema jerárquico de creación y difusión de
conocimiento, liderado por editoriales angloamericanas e instituciones
de educación superior.

En la parte superior de la “pirámide del conocimiento” están los
editores /A/ que representan a dos universidades británicas (Oxford y
Cambridge) y ocho estadounidenses (principalmente Ivy League). Por regla
general, estas editoriales universitarias de élite tienen un elaborado
sistema de distribución internacional, y sus libros son los que se
preparan con mayor profundidad (2-3 años cada uno).

Es en estos editores donde se forman los significados, que
posteriormente se transmiten a los pisos inferiores de la “pirámide del
conocimiento”. /Las editoriales B/ , como Springer (incluida Palgrave
Macmillan) y Taylor & Francis (y Routledge), que no están vinculadas a
universidades específicas, tienen mayor distribución en el mundo. Sin
embargo, replican los significados formados en las casas editoriales
(universidades) de más alto nivel.

Conceptos como “democracia”, “desarrollo”, “derechos humanos”, etc. se
formulan primero en las editoriales de categoría /A/ , y luego las
monografías de las editoriales de categoría /B/ exploran cómo se
desarrollan/observan estos conceptos en diferentes países del mundo.
Además, el discurso crítico del orden mundial existente (después del
colapso del sistema socialista) también se ha concentrado en los EE. UU.
y el Reino Unido, donde se encuentran la mayoría de los centros
intelectuales y editoriales neomarxistas.

Estos son los centros que publican la mayor parte de los libros sobre el
Sur Global; el más destacado es Monthly Review, con sede en Nueva York,
que también publica una revista del mismo nombre, New Left Review se
publica en Londres desde 1960, publicando Verso Books a partir de 1970,
Pluto Press abrió en Londres en 1969 y Zed Books en 1976, y The Review
of Radical Political Economics se publica en Estados Unidos desde 1969,
y Alternatives desde 1975 [Degterev, 2021

Por un largo tiempo hubo una gran demanda de “compradores de productos
intelectuales” en las capitales del mundo occidental [Massad,
1997; Dabashi, 2011] mientras que en los antiguos países socialistas la
ciencia y la educación se encontraban en una profunda crisis.

Los llamados “estudiosos nativos”, como dijera el intelectual iraní H.
Dabashi, eran particularmente populares en los Estados Unidos. Su tarea
era proporcionar información sesgada sobre sus países de origen (“nuevo
orientalismo”), tergiversando los hechos calificando a las
víctimas como agresores y terroristas [Dabashi,
2011]. Estos informadores hablan y escriben sobre las “atrocidades” que
han tenido lugar en sus países, justificando así las acciones
estadounidenses como “liberadoras” y ayudando de paso a implementar la
“gran estrategia” del dominio imperialista [Dabashi, 2011] y además
estableciendo la superioridad de la cultura hegemónica sobre las
culturas locales [Dabashi, 2011], incluido el ruso.

Dabashi compara a estos investigadores con intelectuales mercenarios,
“pensadores sin hogar y el vínculo intelectual”. Estos intelectuales
hacen una importante contribución a la formación de la civilización
occidental, de hecho, son parte de la “religión civil” de Occidente
(según R. Bell) – que es “una combinación de eventos históricos,
desarrollos sociológicos, creencias
metafísicas, fetiches y representaciones visuales”.

La presencia de esta ideología es otra señal de una forma más “avanzada”
de neocolonialismo, con nuevas formas de dominación, que incluye los
neologismos ideológico [Dabashi, 2011]. El dominio cultural occidental y
la globalización no deben confundirse con el universalismo. Se trata
de un pseudo-universalismo, que justifica la dominación e imposición de
una sola cultura y discurso, con la falsa idea de la formación de una
sociedad civil pseudo-global [Fanon, 1986].

Por supuesto, no todos los intelectuales en Estados Unidos se convierten
en “informantes”. Sin embargo muchos de ellos ayudan a obtener una
visión objetiva de sus países trabajando como consultores y traductores
en los llamados «idiomas de seguridad» (árabe, persa, urdu y ahora ruso
y chino) en las academias militares. De esta manera, ayudan a los
servicios militares y de seguridad estadounidenses a reprimir mejor la
resistencia y luchar contra los países no occidentales.

Los estadounidenses atraen a los investigadores más talentosos de muchos
países del mundo, lo que explica gran parte de su excepcionalismo. Los
“subalternos” son inmigrantes altamente calificados que se han integrado
con éxito en la comunidad académica de Estados Unidos y de los países
europeos, así como en la vida cultural del mundo occidental (el Norte
Global).

Por otro lado, a la “trinidad” de los intelectuales del “poscolonialismo
global” (E. Said, G. Spivak, H. Baba) se suma la “trinidad” poscolonial
africana: (VY Mudimbe, CE Appiah y A. Mbembe) seguido por otros
investigadores y activistas cívicos. Estos estudiosos han sido honestos
y francos al denunciar sin ambages los efectos del colonialismo-
imperial, ayudando a corregirlos en algunos casos.

Desilusionadas con la posibilidad de progreso socioeconómico en los
países recién liberados, la modernización de las economías nacionales y
la diversificación de los suministros de exportación, las élites
intelectuales bien educadas de los países recién liberados se volcaron
gradualmente hacia esferas no materiales, deconstruyendo su pasado para
formar un “presente aceptable” en el espíritu de la era posmoderna (y de
la posverdad).  

De hecho, su resistencia se transformó en una protesta intelectual
interna, trasladada a una esfera “confusa” dedicada a una contabilidad
estadística precisa [Fituni, Abramova, 2020, p. 30].

Muchos de ellos no tenían las condiciones de realización académica en
sus países de origen y simplemente tuvieron que irse a Estados
Unidos. Pero al trabajar en un entorno académico estadounidense (y
europeo) fortalecen la experiencia occidental y, por lo tanto, extienden
la hegemonía del «Occidente colectivo».

Es digno de mención que H. Dabashi, quien con tanta vehemencia denuncia
a la élite compradora. Dabashi concluye su trabajo diciendo que, dado
que sus hijos viven en Estados Unidos, debe luchar para garantizarles un
entorno favorable . Y termina con estas palabras “¡Bienvenido a
América! ¡Bienvenido a casa!» [Dabashi, 2011, pág. 135].

Muchos intelectuales palestinos (solo la primera generación realmente
luchó contra la ocupación israelí), intelectuales soviéticos (después
del colapso) y estructuralistas latinoamericanos (incluidos FE Cardoso
), cambiaron sus opiniones hacia un pragmatismo pro-occidental [Dabashi,
2011].

Dos figuras icónicas que nunca se rindieron definen la genuina lucha
anticolonial son F. Fanon y E. Said. Ambos nos permiten “sentir la
diferencia” y hoy son reconocidos en los estudios poscoloniales (E. Said
es visto como su fundador) aunque incluso en la Rusia contemporánea se
les considera un tanto “tóxicos ” y “simpatizantes del terrorismo” (¡son
demasiado anticoloniales!) [9 ] <#_ftn9> .

Fanon, que apoyó al Frente de Liberación Nacional de Argelia, es
ciertamente un intelectual “terrorista”, sobre todo si NO tenemos en
cuenta las actividades de la Organización Armada Secreta francesa (OAS),
que desató un terror masivo sobre todos los que se
autodefendían con determinación en Argelia.

Al-Sayyid y todos aquellos que simpatizan con la resistencia palestina,
con Hamás (que surgió tras la primera intifada en 1987) y Hezbolá (que
surgió como respuesta a la ocupación israelí del Líbano en 1982) también
son “terroristas” para occidente (un poder hegemónico que se cuida de
calificar de terrorista a la organización Irgun que en las décadas de
1930 y 1940 convirtió a millones de palestinos en refugiados mediante un
terrorismo planificado militarmente).

Esto incluye hacer la vista gorda ante la toma armada del poder en Kiev
en 2014, los manifestantes pacíficos quemados vivos en Odessa el 2 de
mayo de 2014, los cientos de activistas prorrusos encarcelados y el
“Callejón de los Ángeles” en Donetsk con los nombres de los niños
muertos por el bombardeo sistemático de los nacionalistas ucranianos.

Es esta “reticencia” la que convierte a los “marrones” (árabes) en los
“nuevos negros” (“negros de las arenas”), a los musulmanes en los
“nuevos judíos” [Dabashi, 2011].

Después de 2014, pero especialmente después del inicio de la operación
militar especial rusa, el papel de los “nuevos negros” (el “Otro”
moderno) del mundo occidental pasó a los rusos, los primeros en desafiar
la hegemonía occidental de una manera real, no imitativa o suicida. Al
respecto es de destacar que F. Fanon atribuyó el concepto de “negros” a
todo el mundo no occidental [Fanon, 1986].

Una segunda ola de interés por F. Fanon surgió en la década de 1990
entre los autores poscoloniales. Fanon un teórico y
practico estrictamente anticolonial, no solo se convirtió en el
principal ideólogo de la revolución argelina, sino que atrajo la
atención de los poscolonialistas con su enfoque disciplinario.

Después de todo, Fanon ofreció el análisis más penetrante de la
psicología social del colonialismo (una deconstrucción e interpretación
psicoanalítica del problema de los negros para superarlos y liberarlos)
y describió el complejo de su estatus secundario. Además, escribió su
texto cuando tenía 27 años, en medio de los hechos sangrientos en Argelia

¿La “gente poscolonial” tuvo elección? ¿Podrían haber seguido el camino
de los verdaderos luchadores por la independencia, de los líderes de la
primera generación? ¿De aquellos que se educaron principalmente en
Europa, pero luego regresaron a casa y pasaron de interpretar el
mundo para cambiarlo como Fanon?

En la segunda mitad de los 80, en los 90  en el 2000, definitivamente
no. En la década de 2010 surgieron las primeras esperanzas, y en la
década de 2020, ¡definitivamente sí! Esto es en lo que se centrará la
sección final de este artículo.

El regreso del anticolonialismo

Como sabemos, 1960 fue el año de África, ya que la mayoría de las
colonias africanas (principalmente francesas) se
independizaron. Simbólicamente, el regreso de las luchas anticoloniales
a principios de la década de 2020 todavía se asocia con el África
francófona.

Ahora, en estos días, el colapso del neocolonialismo francés se
desarrolla ante nuestros ojos, involucrando a la República
Centroafricana, seguida de Malí, Burkina Faso, Níger y otros países y
dependencias.

Millones de jóvenes africanos están pendientes de cada palabra de una
nueva generación de panafricanistas y luchadores por la descolonización
real: Kemi Seba, Natalie Yamb, Franklin Nyamsi y otros. ¡El Sur
Global está una vez más despierto y zumbando!

¿Qué ha cambiado en el mundo poscolonial? Por primera vez desde el
colapso de la Unión Soviética, ahora hay dos nuevos elementos clave:
¡subjetividad o agencia! Los países africanos ahora tienen una
alternativa estratégica en forma de Rusia y China.

El antiguo Tercer Mundo, el Sur Global en el período del «momento
poscolonial», se ha convertido repentinamente … en un «no-occidente
colectivo», que no puede ser «empujado a un lado» y «aplastado» por la
fuerza combinada del «Occidente colectivo”!

De hecho, durante varios años se ha producido una transición de poder,
es decir, del cambio de poder internacional de los EE. UU. a la
República Popular China (y, más ampliamente, de Occidente a
los NO occidentales), con el reemplazo de las instituciones centradas en
los EE. UU. a instituciones “no occidentales”.

Al mismo tiempo, el poder duro de los países de la OTAN es
significativamente menor que el potencial correspondiente de los países
de la OCS: 25,6 % y 36,6 % en 2018 respectivamente [10], y eso
sin contar <#_ftn10> a Irán y otros países que pronto se unirán a la OCS.

El tránsito de poder es un período de inestabilidad en el que
se esta cambiando el orden mundial anterior, un cambio que ya ha
entrado en una fase activa con el inicio de la operación militar especial.

La Federación Rusa y los países no occidentales, incluida la mayor parte
de Asia, África y América Latina, se encuentran de un lado de las
barricadas y las antiguas metrópolis del “Occidente colectivo” del
otro. Se está desarrollando rápidamente una nueva bipolaridad, la
disciplina de bloque se está cristalizando y desacoplando, es decir, se
está intensificando la brecha entre los dos circuitos (occidental y no
occidental) en la economía, la tecnología, la ideología, la política y
otras esferas.

La retirada de occidente en África es principalmente impulsada por los
militares, ya que el factor de seguridad en el continente es
decisivo. La Federación Rusa actúa como proveedor de seguridad (y, más
ampliamente, de soberanía) para muchos países del mundo.

Pero no se trata sólo de una cuestión de seguridad en sentido
estricto. También se trata de seguridad energética, seguridad
alimentaria, seguridad informática, seguridad crediticia y
financiera. Por tanto, surgen nuevos desafíos para la política de ayuda
internacional y relaciones económicas exteriores de Rusia ¡En este
caso, a diferencia de la URSS, la Federación Rusa no promueve el
socialismo, sino la soberanía en su sentido más amplio.

La formación de un mundo multipolar que comenzó en la década de 2010
ofrece la esperanza de un futuro mejor para Asia, África y América Latina .

Es el periodo en que se desarrolla la narrativa de las modernidades
múltiples, presentada por primera vez por CN Eisenstadt [Bhambra,
2007]. Eisenstadt señala acertadamente que “la modernidad y la
occidentalización no son idénticas”. Así, la “desconexión” de un país
del proyecto occidental no es una“condena”, sino… nuevas oportunidades
en proyectos alternativos de modernización del no-Occidente.

Históricamente, desde el siglo XVI , existió un predominio del proyecto
de modernización occidental, pero esta no es la única modernidad. El no
occidentalismo en sí mismo no es antónimo de modernidad.

Desde las décadas de 1920 y 1930, la modernidad alternativa del proyecto
soviético [Eisenstadt, 2000], que también afectó a África, se hizo
evidente ante el mundo entero. Ahora en el siglo XXI , la República
Popular China se desarrolla rápidamente, ofreciendo un modelo
alternativo el socialismo con características chinas, y el papel del
estado en el modelo ruso vuelve a ser importante. La Turquía moderna
también ofrece una interesante combinación de modernidad con elementos
del Islam.

En el período pasado de lucha anticolonial activa, a fines de la década
de 1970 y principios de la de 1980, se lograron importantes éxitos
políticos en el desarrollo del nuevo orden económico mundial [Degterev,
2016], pero estos no fueron respaldados por medios económicos de lucha.
[Koptev, 1988, p. 41-42] y finalmente el esfuerzo de millones de
luchadores quedó en nada.

Es importante no cometer este error en la próxima ronda de
anticolonialismo reformando el sistema de regímenes económicos
internacionales. ¡Estas nuevas configuraciones estarán a la orden del
día después del “reinicio” del sistema internacional en su conjunto,
pero es necesario trabajar ahora en unir los esfuerzos internacionales
en la lucha contra el neocolonialismo!

El discurso poscolonial no desaparecerá por completo, pero dejará de ser
la corriente principal ideológica de los estudios críticos de Asia,
África y América Latina. Ya no será posible
ofrecer torcidas interpretaciones de la dominación imperial frente a las
luchas reales y olvidar los millones de víctimas de los pueblos no
occidentales por su independencia (Siria, Venezuela, Malí, RCA,
Afganistán, Ucrania y más allá en Asia, África y América Latina).

Los estudios de casos específicos sobre el fortalecimiento de la
soberanía real del mundo no occidental están en la agenda, ¡porque no
hay nada mejor para la práctica que una buena teoría! Estoy convencido
que algunos de los artículos más sólidos sobre este tema aparecerán en
las páginas de la revista: “Postcolonialismo y Modernidad”.

*Referencias** **:*

Acharya A. (2017). /¿Hacia unas Relaciones Internacionales
Globales?// /// E-Relaciones Internacionales,
10.12. URL: https://www.e-ir.info/2017/12/10/hacia-unas-relaciones-internacionales-globales/ <https://www.e-ir.info/2017/12/10/towards-a-global-international-relations/>

Amara D., Degterev DA, Egamov B.Kh. (2022). «Intereses comunes» en las
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*Agradecimientos* : El autor agradece a los organizadores y
participantes de la conferencia «Rusia y el despertar africano:
perspectivas para combatir el neocolonialismo en el siglo XXI » ,
celebrada en la Cámara Pública de la Federación Rusa el 27 de junio de
2022, que ayudaron a capturar el espíritu de los tiempos (Zeitgeist). El
autor también agradece a OA Morgunova (Universidad RUDN) por sus
comentarios y comentarios críticos.

[1] <#_ftnref1> Australia, Bélgica, República Dominicana, Francia,
Portugal, Sudáfrica, España, así como Reino Unido y Estados Unidos
(Dahomey, ahora Benin, no participó en la votación). Para más detalles
ver: Declaración sobre la Concesión de la Independencia a los Países y
Pueblos Coloniales (1960). A/RES/1514(XV),
14.12.1960. URL: https://digitallibrary.un.org/record/662085
<https://digitallibrary.un.org/record/662085> (consultado: 10.06.2022).

[2] <#_ftnref2> Cabe señalar que se trata de dos versiones de un resumen
para una tesis doctoral en la teoría del comunismo científico (ciencias
históricas) del mismo autor [Portnyagin 1988; Portnyagin 1990], quien se
mudó a los Estados Unidos en la década de 1990, donde enseñó con éxito
en la Universidad Johnson & Wales.

[3] <#_ftnref3> Lista de Miembros. FMI,
21.10.2020. URL: https://www.imf.org/external/np/sec/memdir/memdate.htm
<https://www.imf.org/external/np/sec/memdir/memdate.htm> (consultado:
10.06.2022).

[4] <#_ftnref4> La Nueva Carta del Atlántico. La Casa Blanca, 10 de
junio de 2021.
URL: https://www.whitehouse.gov/briefing-room/statements-releases/2021/06/10/the-new-atlantic-charter/ <https://www.whitehouse.gov/briefing-room/statements-releases/2021/06/10/the-new-atlantic-charter/>(consultado: 20.08.2022)

[5] <#_ftnref5> Tratado de paz con Alemania (Tratado de Versalles),
1919. URL: https://guides.loc.gov/treaty-of-versailles
<https://guides.loc.gov/treaty-of-versailles> (consultado: 20.08.2022)

[6] <#_ftnref6> Acuerdos y negociaciones comerciales de la UE. Comisión
Europea. Dirección General de
Comercio. URL: https://policy.trade.ec.europa.eu/eu-trade-relationships-country-and-region/negotiations-and-agreements_en <https://policy.trade.ec.europa.eu/eu-trade-relationships-country-and-region/negotiations-and-agreements_en> (consultado: 20.08.2022)

[7] <#_ftnref7> Élites de retour de l’Est. Revue Cahiers d’études
africaines, No. 226.
URL: http://editions.ehess.fr/revues/numero/elites-de-retour-de-lest/
<http://editions.ehess.fr/revues/numero/elites-de-retour-de-lest/> (consultado: 10.06.2022).

[8] <#_ftnref8> Ranking Sense de Editores
Académicos. URL: http://www.sense.nl/gfx_content/documents/ABCDE-indeling%20Scientific%20Publishers%20SENSE_approved_May_2009.pdf <http://www.sense.nl/gfx_content/documents/ABCDE-indeling%20Scientific%20Publishers%20SENSE_approved_May_2009.pdf>(consultado: 06/10/2022).

[9] <#_ftnref9> Véanse los comentarios de AV Lukin sobre el artículo de
OA Morgunova “Raíces no occidentales de las teorías poscoloniales:
personas e ideas” // Teorías no occidentales de las relaciones
internacionales en un mundo policéntrico, Universidad
HSE. 17.06.2021. URL: https://we.hse.ru/ml/seminartmo
<https://we.hse.ru/ml/seminartmo> (consultado: 10.06.2022).

[10] <#_ftnref10> El Índice Compuesto de Capacidad Nacional (CINC) se
utiliza para operacionalizar el concepto de poder.

*Fuente* : Traducido del ruso: Degterev DA Hacia el final del “momento
poscolonial” de la lucha anticolonial: contornos del programa de
investigación // Poscolonialismo y modernidad. 2023. Nº 1. P.13-46
. – http://inion.ru/ru/publishing/prochie-nauchnye-zhurnaly/postkolonializm-i-sovremennost/arkhiv/2023-1/ <http://inion.ru/ru/publishing/prochie-nauchnye-zhurnaly/postkolonializm-i-sovremennost/arkhiv/2023-1/>

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Em
OBSERVATORIO DE LA CRISIS
https://observatoriocrisis.com/2023/08/20/que-paso-y-que-esta-pasando-en-la-lucha-contra-el-neocolonialismo-occidental/
20/8/2023