
ANDRÉS PIQUERAS, Profesor de la Universidad Jaume I
LA IDIOSINCRASIA BÉLICA DEL CAPITALISMO: ENTRE LA EXPLOTACIÓN, LA DESPOSESIÓN Y EL SAQUEO
UN REPASO HISTÓRICO (II)
A)La prolongación de la Segunda Guerra Mundial (o Tercera Guerra Mundial) camuflada como “Guerra Fría” contra el Mundo Socialista
El sistema capitalista que se había hecho mundial sufre la Gran Desconexión soviética, la cual iniciaba un ciclo de rupturas conformador de un Mundo Socialista que iría cobrando entidad y creciendo como un “Segundo Mundo” entre el “Primero” y el “Tercero” –apoyando precisamente también la independización autónoma de este último-. Quedaba, en consecuencia, aquel Sistema Mundial capitalista amputado o incompleto.
Pero en cambio conocerá, tras la Segunda Gran Guerra, una era de cohesión interna sin precedentes bajo el nuevo hegemón mundial capitalista: EE.UU. Éste asumiría la reestructuración del Sistema a escala planetaria, bajo su hégira.
El orden metabólico del capital requiere de estructuras políticas de mando, por más que muchas de sus claves de intervención, e incluso de las formas en que cobran existencia, pasen a menudo desapercibidas para las sociedades. En un capitalismo globalizado pero carente de una entidad política territorial global (algo así como un Estado mundial), buena parte de las estrategias de ese mando vienen ejercidas directa o indirectamente por la potencia dominante, un hegemón, el cual se encarga en mayor medida que ningún otro de crear o recrear, organizar y dirigir el conjunto de instituciones mundiales necesarias para la regulación global del Sistema. Desde mediados del siglo XX ese papel le ha correspondido a EE.UU.
Esta formación social imperial, como veladora última del funcionamiento del capitalismo global, se ha encargado desde entonces de establecer el entramado jurídico-institucional valedor de la acumulación de capital a escala planetaria (FMI, BM, ONU, organismos internacionales diversos, el embrión de lo que sería una organización mundial del comercio -el Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio-, cumbres de las principales potencias, tribunales de arbitraje internacional, “cooperación al desarrollo”, etc.). Su ambicioso proyecto de construcción del capitalismo global a imagen propia, pasa por un conjunto de dispositivos y medidas tendentes a garantizar la reproducción ampliada del capital a escala interna y global.
En este contexto de dominación estadounidense, el imperialismo adquiere nueva expresión. El control de recursos se puede efectuar ahora “a distancia”, sin necesariamente la presencia militar directa, gracias a un complejo entramado de absoluta dominación comercial, financiera, tecnológica, militar y política a escala mundial por parte de las formaciones centrales (las metrópolis occidentales) sobre las periféricas (casi todo el resto del mundo) del Sistema Mundial capitalista tejido a sangre y fuego por las primeras a lo largo de los siglos.
Paradigma de ello son las relaciones de intercambio desigual establecidas entre unas y otras formaciones (las centrales aprovechándose del plustrabajo depositado en las mercancías de las periféricas). Igualmente, la exportación de capitales a las periferias para buscar nuevas fuentes de valorización de los mismos (regateando así la sobreacumulación de capital en los centros). En la cúspide de todo ese complejo, el dominio sin réplica norteamericano, tanto económico como militar, dará paso a un imperialismo colectivo, no exento de rivalidades internas de las potencias centrales, dominado o controlado por EE.UU.
Esto permitirá un desconocido tiempo de paz militar entre todas esas potencias (bajo el paraguas estadounidense o “pax americana”), a pesar de la competencia económica. Es esa misma pugna la que hará aceptar a los centros sistémicos más débiles, los europeos, la “propuesta” estadounidense de su paulatina marcha hacia la dimensión regional (la futura CEE –luego UE-).
Por otra parte, por primera vez se ejerce un control internacional duradero sobre los precios de los alimentos y de las materias primas (algunas de las cuales van siendo sustituidas por otras sintéticas), facilitando la bajada de precios de los insumos en las formaciones centrales, pero también el incremento de las relaciones de intercambio desigual entre formaciones industrializadas y vendedoras de materias primas (hasta un 25% a favor de las primeras entre 1950 y 1963).
Estados Unidos debía asumir, succionándolo, el imperio británico en descomposición, y con ello también su papel en la contención del posible poder euroasiático, a la sazón, la URSS, que se había constituido ahora no sólo en rival geoestratégico, sino además en enemigo ideológico, albergador de un proyecto de sociedad alternativo.
Con Inglaterra desarticulada como gran poder económico-militar (en favor de la reindustrialización y ascensión económica de Alemania), EE.UU. la incorporaría subordinadamente a su proyecto (con todo el bagaje de inteligencia, redes de espionaje y penetración reticular en las formaciones socio-estatales del Sistema Mundial que dominó), para funcionar ya como tándem o Eje Anglosajón, y dar continuidad de esta manera a las agresiones contra la URSS de 1918 (“Intervención Aliada en Rusia”) y 1941 (“Operación Barbarroja”, después de que ambas potencias contribuyeron a armar y fortalecer a la Alemania nazi para que exterminara el “experimento socialista”), en lo que constituyó una prolongación de la Segunda Guerra Mundial, aunque también pueda verse como una verdadera Tercera Guerra Mundial, la del Capitalismo contra el Socialismo (por entonces este último balbuceante, saliendo de un atraso de siglos, todavía mucho menos desarrollado).
Efectivamente, todo el esfuerzo de las formaciones centrales capitalistas ya articuladas en torno a la organización creada ex profeso para ello, la OTAN -comandada por EEUU-, irá destinado a enfrentar ese bloque “desconectado” (formaciones socio-estatales europeas que constituyeron el espacio soviético, más otras del mundo que pretendieron el gran salto de ruptura con el capitalismo, como China, Cuba, Vietnam, Corea, Laos…), lo que daría como resultado una guerra sistémica y sistemática, con marcados componentes económicos, políticos e ideológicos, que se llevó a cabo en todos los continentes y con numerosos frentes de batalla, sobre todo allí donde se gestaban o podrían hacerlo, nuevos procesos de desconexión socialista, especialmente ligados al ciclo de independencias formales de las antiguas colonias en África y Asia. Corea, Vietnam, Cono sur americano, Centroamérica, Cuba, Grenada, Países del Frente Antiapartheid del cono sur africano, Argelia, Cuerno de África, países árabes sostenedores de un antiimperialismo panarabista –incluso socialista-… fueron algunos de los focos calientes de esa guerra (nada “fría”) sin cuartel que costó millones de vidas, con procedimientos de guerra sucia, ejércitos contrarrevolucionarios armados, paramilitares, ofensiva diplomática y chantaje del dólar, tortura y grandes matanzas de población civil.
Fue complementada con la mayor ofensiva ideológica que se haya conocido, la lanzada contra el mundo socialista y contra el socialismo en sí, mediante un trabajo cognitivo (comunicacional, académico, formativo, expresado a través de todas las artes, la música, el cine, los tebeos, etc.) de zapa, por parte de la vertiente político-cultural de la OTAN, como complemento del asedio a la Unión Soviética y resto de experiencias en transición al socialismo, en donde el espionaje, la infiltración de agentes y el hostigamiento diplomático fueron también acompañantes permanentes.
B) La ofensiva general contra el Tercer Mundo
La principal potencia mundial tendría que enfrentar también la amenaza de desconexión que se extendía por todo el planeta bajo el peso del ejemplo y guía soviéticos. Especialmente cuando en 1949 la formación socio-estatal más poblada del mundo, China, conseguía su revolución socialista, al tiempo que India se inclinaba por una alianza estratégica con la URSS a partir de 1955, con lo que casi un tercio de la población mundial comenzaba a establecer claves de desconexión con el Sistema Mundial capitalista.
Al nuevo hegemón del mismo, EE.UU., se le encendían, con ello, todas las alarmas. Especialmente cuando bastantes de los sucesivos procesos de descolonización que se estaban dando en África, Asia y Oceanía pretendían ir más allá de una independencia formal, atraídos por las experiencias de transición al socialismo, y apoyados en la medida de sus posibilidades y con un abanico de recursos según cada circunstancia concreta (desde el ámbito meramente diplomático hasta el técnico-militar) por la URSS.
De hecho, las luchas por la descolonización vendrían a formar parte de la Segunda Guerra Mundial Prolongada (que espuriamente llamaron “Fría”), en un largo y a menudo sangriento proceso que se extendió en sus aspectos fundamentales desde finales de los años 40 hasta mediados de los años 70 del siglo XX Los movimientos por la independencia serán duramente combatidos tanto mediante guerras abiertas como con “guerras sucias”, guerras económicas, bloqueos y asedios políticos, por las antiguas metrópolis y enseguida después por el nuevo hegemón mundial (que dejará claro quién se ponía al frente del liderazgo mundial y cómo se llevaría a cabo en lo sucesivo el dominio global, al hacer retroceder a Inglaterra y Francia en su invasión de Egipto tras la nacionalización del canal de Suez por Nasser, en 1956).
Todos esos esfuerzos, sin embargo, no pudieron frenar “la primera mundialización de las luchas periféricas”, que se expresaron a menudo en un segundo ciclo de independencias (frente a las que EE.UU. mantuvo diferentes actitudes en función de su determinación geoestratégica, desde los esfuerzos de cooptación hasta la guerra contrarrevolucionaria, pasando por toda clase de presiones y sanciones). Según se iban independizando nuevos países y se reestructuraba el tablero mundial de fuerzas, el recién proclamado Tercer Mundo comenzaba a adquirir peso específico.
Su eclosión como bloque-sujeto o bloque histórico que busca su lugar en ese armazóngeoestratégico, se manifestaría en la Conferencia Afroasiática de Bandung (1955). El proceso tuvo como meta la construcción nacional por parte de las burguesías periféricas, procurada a través de la erección de un Estado redistribuidor a imagen, salvando las distancias, del Estado Social europeo. Esto es, un Estado más o menos popular o “populista”, según los casos, capaz de invertir y redistribuir parte de la plusvalía en el desarrollo nacional y en la integración de ciertas capas de población. Tal esfuerzo supuso, a la postre, un enorme salto en los ámbitos de la educación y la sanidad, la modernización-secularización del Estado y la (parcial) reducción de las desigualdades sociales.
Muchas formaciones del Tercer Mundo, acomodando a ellas los principios proteccionistas y el vuelco hacia sí mismas de las formaciones centrales, impulsaron políticas más auto-centradas, de desarrollo del aparato productivo propio, en una estrategia de sustitución de las importaciones, buscando el levantamiento del sector industrial.
Comenzaron, así, a ponerse los cimientos de la industrialización periférica, para que el hasta entonces válido contraste entre países “industrializados” y países “no industrializados” empezara a perder su significado (proceso que corroboraría después la deslocalización industrial de las formaciones centrales y su proceso de financiarizaciónde la economía y creciente rentismo).
Este nuevo bloque periférico se articuló en el Sistema Mundial y construyó su fundamento en torno al “derecho al desarrollo”, traducido en la cosmovisión del momento como “dar alcance” al Primer Mundo (empresa en la que también estaban inmersas las formaciones socio-estatales en transición al socialismo). Ello obligó a re-articular el imperialismo o la nueva forma de dominación mundial que se estaba consolidando bajo la hegemonía de EE.UU.
El sistema de Bandung generó también el Movimiento de los No Alineados (los NOAL), que incorporaría países europeos e iberoamericanos a partir de la Conferencia de Belgrado -1961- (con Tito como líder, junto a Nasser y Nehru, dirigentes respectivos de Yugoslavia, Egipto e India). Asimismo, sirvió de base para La Tricontinental, Conferencia de Solidaridad de los Pueblos de África, Asia y América Latina, promovida en La Habana en 1966 (y de la que a su vez surgiría la Organización de Solidaridad de los Pueblos de África, Asia y América Latina -OSPAAAL-).
Las consecuencias, la huella profunda, de lo que se ha llamado proceso o sistema de Bandung, llegarían al menos hasta los años 80, pero su rastro impregna el imaginario colectivo y los ideales del anterior mundo colonizado, hasta el presente (con miras a reproducirlo bajo nuevos parámetros, como se verá más adelante).
Adaptándose al ritmo de los acontecimientos, EE.UU. fuerza la descolonización y el desmantelamiento de los imperios de las formaciones centrales europeas debilitadas tras la Segunda Gran Guerra. Al tiempo, y de la misma manera que años antes había utilizado el Plan Marshall en Europa para frenar el ascenso de las fuerzas socialistas y sentar las bases de su domino político-económico, EE.UU. se vio obligado a diseñar un plan, ahora global, para enfrentar tanto las vías desconectistas como las de “capitalismo a su manera” de muchas formaciones periféricas.
En ese plan tendría un papel estelar el desarrollo. Se trató de una gigantesca política de intervención de las principales potencias centrales sobre las periféricas, con la mayor o menor aquiescencia de estas últimas, en todos los planos (político, administrativo, económico, militar, social y por supuesto también cultural e incluso psicológico). La recién “inventada” cooperación al desarrollo, que iba aneja a este proceso, se erigió en la expresión depurada del neocolonialismo y de la ya madura división internacional del trabajo. También fungió como mecanismo de exportación e inversión a medio plazo de capitales excedentes.
La extensión del poderío militar de EE.UU. por buena parte del planeta, permitió que el puño de hierro o la amenaza del mismo fuera la contrapartida al desarrollo, en las posibilidades de elección entre esas dos opciones que el nuevo hegemón mundial otorgaba a las formaciones periféricas del amputado Sistema Mundial.
Como elemento clave en la lucha contra el socialismo y el tercermundismo antiimperialista –y especialmente el panarabismo-, hay que subrayar la creación de la base militar-sionista que llamaron “Israel”, y que pronto se haría nuclear (en diferentes sentidos). Teniendo en cuenta la férrea alianza construida a lo largo de los dos últimos siglos por el que se iría haciendo un Poder Sionista Mundial, entre el sionismo y el Eje Anglosajón, y siendo Asia occidental el lugar de convergencia entre Europa, Asia y África, es fácil de entender por qué Inglaterra se decidió por establecer allí la entidad sionista, para disponer de un enclave de contención de cualquier amenaza procedente de Asia, máxime por si las exitosas revoluciones soviética y china pudieran extenderse al llamado “Mundo Árabe”.
Se trataba de implantar una base militar (sin constitución ni fronteras definidas) para el control del territorio y de sus recursos, y al tiempo como fortaleza de vigilancia y dique de posibles sublevaciones y/o amenazas contra el Imperio. Un ente militar-político, en suma, de ocupación y apartheid territorial, que poco a poco se convertiría en el bastión o atalaya adelantada del Imperio Occidental en Asia, permitiendo asimismo el control de África nororiental y, en el intersticio entre tres continentes y dos mares, de buena parte de los flujos energéticos mundiales.
Algunos hitos de la ofensiva general contra los sujetos antagónicos a la unipolaridad estadounidense (hasta los años 80 del siglo XX).
Las potencias capitalistas centrales, apiñadas en torno al liderazgo político-militar de EE.UU. (más decisivo a partir del mandato de Reagan), emprenden una gran ofensiva política, militar e ideológica no sólo para combatir las vías de intervención de los sujetos de clase organizados, sino también la búsqueda de caminos político-económicos autocentrados por parte de las formaciones sociales periféricas. Lo que se tradujo en un gran número de intervenciones militares. Entre las más destacadas:
América
• Golpe de Estado en Chile para imponer la dictadura militar.
• Colaboración con los golpes de Estado y apoyo a las dictaduras de Argentina, Uruguay, Paraguay y Brasil.
Previamente se había perpetrado el derrocamiento de los proyectos nacionalistas de Arbenz en Guatemala, Getúlio Vargas en Brasil, Juan Bosch en República Dominicana y Velasco Alvarado en Perú (sólo en el siglo XX Estados Unidos invadió de forma directa en decenas de ocasiones NuestraAmérica).
• Bloqueo y agresión permanente a la revolución cubana.
• Acoso al Panamá nacionalista de Omar Torrijos.
• Apoyo a la dictadura de Somoza en Nicaragua, y posterior guerra sucia contra la revolución sandinista.
• Protección y colaboración con gobiernos que practican el genocidio indígena y la guerra sucia en El Salvador y Guatemala.
• Invasiones de Grenada y Panamá.
África
• Ofensivas a los “Países del Frente”, en África del Sur, que se habían unido contra el apartheid y el subimperialismo de la Sudáfrica racista: Zimbabue, Zambia, Namibia, Angola y Mozambique. Contra estos dos últimos países se emprenden sendas “guerras sucias”, contrarrevolucionarias de sabotaje, destrozo de la producción, asesinatos de la población…), al intentar tras su independencia de Portugal emprender vías no capitalistas de desarrollo.
• Apoyo a dictadores de especial trayectoria sanguinaria, como Idi Amin (Uganda) y Mobutu SeseSeko (Congo).
• Derrocamiento o eliminación física de líderes africanos independentistas, nacionalistas o socialistas: Kwame Nkrumah (Ghana), Sekou Touré (Guinea Conakry), Chivambo Mondlane y Samora Machel (Mozambique), Amilcar Cabral (Cabo Verde), Patrice Lumumba (Congo), Tomas Sankara (Burkina Faso) son algunos de los más importantes.
Asia
• Guerra contra Vietnam (como antes contra Corea).
• Golpe de Estado a Sukarno en Indonesia, con la imposición de la dictadura del general Suharno.
• Guerra a la sublevación iraní contra la dictadura del Sha (apoyado por EE.UU.).
• Apoyo a las opciones integristas (o creación ad hoc de ellas) en los países de religión oficial musulmana, contra las alternativas políticas nacionalistas y marxistas. Entre sus máximos exponentes están el sostenimiento de los talibanes en Afganistán contra el gobierno civil primero y contra la intervención soviética después en su ayuda; el impulso para la creación del partido Hamas en Palestina, el wahabismo en Arabia Saudí y otros países del golfo arábigo; apoyo a la creación y auge de la Hermandad Musulmana.
• Creación de la base militar sionista como guardián de los intereses “occidentales” en el oeste de Asia.
• Golpe de Estado en Tailandia (bastión estadounidense en el sureste asiático).
Em
OBSERVATORIO DE LA CRISIS
5/8/2025