Chris Harman
En lucha
La irrupción del movimiento anticapitalista a nivel mundial, durante los últimos
dos años y medio, ha planteado muchas viejas preguntas bajo formas nuevas. La
más importante es la cuestión del sujeto: sobre qué fuerzas existen y son
capaces de desafiar al sistema y de transformar al mundo.
Para el marxismo clásico, la respuesta es sencilla. El crecimiento del
capitalismo iba acompañado necesariamente, por el crecimiento de la clase a la
que explotaba, la clase trabajadora, y ésta estaría en el centro de la rebelión
contra el sistema. Pero hoy esta visión es atacada desde varias direcciones, no
sólo desde la derecha socialdemócrata, la de la “tercera vía”, sino también
desde algunos de los voceros más reconocidos del movimiento anticapitalista. En
particular la noción de “multitud”, desarrollada por Michael Hardt y Antonio
Negri1 , es vista ampliamente como una categoría más relevante que la de la
“clase trabajadora”.
No es la primera vez que se discute la posición del marxismo clásico. Esto
ocurrió varias veces a lo largo del siglo XX. La extensión del movimiento
revolucionario, desde la Europa occidental y Norteamérica hasta el resto del
mundo, puso cara a cara a la gente con la dura realidad: la clase trabajadora no
era la “abrumadora mayoría” de la humanidad, sino todavía una pequeña minoría.
Esto llevó a una tendencia socialista en Rusia, los narodniks, a poner sus
esperanzas no en los trabajadores, sino en los campesinos. Llevó a otra, los
mencheviques, a declarar que la revolución rusa no podía ser una revolución
proletaria, menos aún socialista. Lenin, por el contrario, insistió en el papel
central e independiente de la clase trabajadora, incluso en los años previos a
1917 cuando planteaba que la revolución no produciría un Estado obrero, sino una
“dictadura democrática”. Trotski fue más allá y adoptó una posición que fue
aceptada, efectivamente, por Lenin en el curso de 1917: los trabajadores tenían
que tomar el poder, aunque su éxito final en avanzar hacia el socialismo
dependía de la extensión de la revolución a los países más avanzados.
Esto no puso fin a la discusión. Ésta surgió nuevamente tras la revolución rusa
con el crecimiento de movimientos revolucionarios en lo que ahora llamamos el
tercer mundo. La Comintern estalinizada, desde mediados de la década de 1920,
confiaba en que la “burguesía nacional” de los países coloniales sería una
aliada de la revolución internacional. En las décadas de los ‘50 y ‘60, tras la
victoria de la revolución en China y en Cuba, la visión prácticamente dominante
en la izquierda a nivel internacional era que los campesinos eran la principal
esperanza para la revolución. En ese momento, sociólogos de moda declaraban que
sectores como los trabajadores de las fábricas automovilísticas se habían
“aburguesado”2 , y esto fue aceptado por muchos en la izquierda que los veían
como a una “aristocracia obrera”3 . Esto empezó a cambiar tan sólo después del
papel central que jugaron los trabajadores en los eventos del mayo francés, en
1968, pero incluso así los ejemplos de China, Cuba y Vietnam fueron vistos como
el modelo a seguir en todas partes, excepto en Europa Occidental, Estados
Unidos, Canadá, Australia, Nueva Zelanda y Japón.
Una vez que empezaron a disminuir las luchas de finales de ‘60 y principios de
los ‘70, se retomó el cuestionamiento al papel de la clase trabajadora. El
socialista francés, André Gorz, escribió un libro cuyo título, Adiós al
proletariado, representaba la típica actitud de un sector creciente en la
izquierda. En Italia, los pensadores “autonomistas” empezaron a presentar a la
clase trabajadora con empleo seguro como un grupo privilegiado, separado del
proletariado “real”. Por todas partes, los académicos que habían coqueteado con
el marxismo empezaban a insistir en que las cuestiones de género y etnicidad
eran tanto o más importantes que las de clase; y esas categorías, finalmente,
quedaron ahogadas por un diluvio de “identidades” en competencia.
El ascenso del movimiento anticapitalista ha llevado a intelectuales tan
distintos como Susan George, James Petras, Naomi Klein, Michael Hardt y Toni
Negri a enfrentarse a la enorme fragmentación asociada con la “política de
identidad”. Pero ninguno de ellos ha puesto a la clase trabajadora en el centro
de la escena. La identificación con los zapatistas llevó a poner de nuevo el
énfasis en el papel de los campesinos y los pueblos indígenas. La respuesta
típica a la fragmentación de la política de identidades ha sido llamar a
alianzas entre los fragmentos, sin que ninguno juegue un papel estratégico
central. En el libro No logo de Naomi Klein, se presenta a la clase trabajadora
como totalmente debilitada por la extensión de la globalización, “un sistema de
fábricas errantes que emplean trabajadores errantes”.4 En Imperio, Hardt y Negri
intentan teorizar sobre la noción de una nueva fuerza, un “nuevo sujeto social”,
lo que ellos llaman la “multitud”:
En la era previa la categoría del proletariado se centraba, y por momentos
estaba efectivamente subsumida, en la clase trabajadora industrial, cuya
figura paradigmática era el trabajador varón de la fábrica masiva […] Hoy en
día esa clase casi ha desaparecido de la vista. No ha dejado de existir, pero
ha sido desplazada de su posición privilegiada en la economía capitalista.5
Para ellos la “multitud” se transforma en el sujeto del cambio: una suerte de
actualización de la coalición arcoiris de las identidades fragmentadas:
Éste es un nuevo proletariado y no una nueva clase trabajadora industrial. […]
es cada vez más difícil mantener las distinciones entre trabajo productivo,
reproductivo e improductivo. […] A medida que el trabajo se mueve hacia fuera
de las paredes de las fábricas, es cada vez más difícil mantener la ficción de
cualquier medida de la jornada laboral, y mediante ello separar al tiempo de
producción del tiempo de reproducción, o al tiempo de trabajo del tiempo de
ocio. […] el proletariado produce en toda su generalidad en todas partes
durante todo el día.6
Las demandas clave que organizan a esta multitud ya no conciernen a la duración,
intensidad o pago del trabajo, sino que se centran en “un salario social y un
ingreso garantizado para todos”, ya que “el salario social se extiende mucho más
allá de la familia, hacia toda la multitud, incluso a aquellos que están
desempleados, porque toda la multitud produce, y su producción es necesaria
desde la perspectiva del capital social total”.7
Se encuentran ecos de estas nociones en todo tipo de escritos que surgen de este
nuevo movimiento. Así el filósofo y escritor argentino León Rozichtner ve a las
asambleas populares de Buenos Aires como a la encarnación de la alternativa al
capitalismo:
Anteriormente, en la era del capital productivo, se podía pensar, con Marx,
que el lugar del enfrentamiento radical de las clases explotadas era la
fábrica y el sindicato. Ahora, cuando las transformaciones del capital
financiero han llegado a dominar a las naciones y a todo el aparato productivo
y sus servicios, el campo de la explotación se ha extendido hasta cubrir todos
los aspectos de la vida cotidiana: su poder ha penetrado y ha disuelto las
relaciones sociales, dispersando a la gente, haciendo antagónico al interés
personal con el poder social colectivo; la fábrica ha dejado de ser el único
lugar donde nace la fuerza social de resistencia. El campo de la expropiación
se ha extendido desde la fábrica al conjunto de la sociedad… No es sólo la
clase obrera industrial la que puede detener el funcionamiento de esta máquina
social infernal: es la sociedad de conjunto que está construyendo dentro de
ella la fuerza requerida para enfrentarse a la globalización.8
Ciertos cambios sufridos en el capitalismo durante el último cuarto de siglo
parecen darle la razón a estas visiones. La reestructuración de la producción a
nivel internacional ha llevado a la reducción de ciertas industrias y ha
cambiado de lugar, o “deslocalizado”, a otras.
Pero el resultado es muy diferente al que plantean Hardt, Negri y el resto.
Lejos de reducirse, la clase trabajadora internacional ha seguido creciendo. Y
la distinción entre esta clase trabajadora ampliada y los grupos oprimidos,
lejos de volverse marginal, es tan importante como cuando Lenin y Trotski
polemizaban contra los narodniks.
La clase trabajadora a nivel mundial
“La clase trabajadora (existe) como nunca antes, como una clase en sí… con un
núcleo de quizás 2.000 millones de personas”, alrededor del cual hay otros 2.000
millones cuyas vidas están “sujetas de forma importante a la misma lógica que su
núcleo”. Esto lo escribí hace tres años.9 Un estudio detallado de la fuerza de
trabajo mundial de Deon Filmer demuestra que mis cifras eran bastante
correctas.10 Él calculaba que 2.474 millones de personas participaban en la
fuerza de trabajo global no doméstica a mediados de los ‘90. De ellos, alrededor
de una quinta parte, 379 millones de personas, trabajaban en la industria,11 800
millones en servicios,12 y 1.074 millones en agricultura.13
Cada sector de la fuerza de trabajo incluye a personas que emplean a otras
(grandes capitalistas y pequeños burgueses), personas que son autoempleadas —o
sea, “autónomas”—, y personas que hacen trabajo asalariado para otros.
En la agricultura una gran parte de la gente continúa trabajando por su propia
cuenta en tierras que poseen o que alquilan. La porción de cultivadores que
dependen completamente del trabajo asalariado en todo el mundo, todavía es
proporcionalmente pequeña: de acuerdo a las cifras de Filmer, sólo alrededor del
8%, y el 3,6% en las economías de “bajos ingresos”. Sin embargo, no da cifras de
aquellos que dependen parcialmente del trabajo asalariado, y sabemos que esas
cifras son muy altas en China (ver más adelante) y el sudeste asiático, que
juntos dan cuenta de al menos la mitad de los campesinos en todo el mundo.
La mayoría de la gente, a nivel mundial, en los sectores industrial y de
servicios son asalariados: el 58% de ellos en la industria y el 65% en
servicios. Pero esto todavía no toma en cuenta a una gran parte que son
autónomos o que están involucrados en el trabajo familiar.
Filmer concluía que el número total de empleados en todo el mundo era de
alrededor de 880 millones, comparados con los alrededor de 1.000 millones que
trabajaban principalmente por su cuenta la tierra (mayoritariamente campesinos)
y 480 millones que trabajaban por su cuenta en la industria y los servicios.
La cifra de “personas empleadas” incluye a algunos grupos de no trabajadores,
así como de trabajadores. Hay un sector de la burguesía que recibe altísimos
salarios corporativos, y por debajo de ella, la nueva clase media que obtiene
pagos superiores al valor que crea a cambio de ayudar a controlar a la masa de
trabajadores. Esos grupos, probablemente, representan alrededor del 10% de la
población.14 Esto reduce el tamaño de la clase trabajadora empleada en el mundo
a alrededor de 700 millones, con aproximadamente un tercio de éstos en la
“industria” y el resto en “servicios”.
Pero el tamaño total de la clase trabajadora es considerablemente mayor que esta
cifra. La clase también incluye a los que dependen del ingreso que proviene del
trabajo asalariado de los parientes o de los ahorros y las pensiones que
resultan del trabajo asalariado pasado: es decir, esposas no empleadas, niños y
personas mayores retiradas. Si se agregan esas categorías, la cifra total de
trabajadores a nivel mundial llega a estar entre los 1.500 y los 2.000 millones.
Cualquiera que crea que le hemos dicho “adiós” a esta clase no está viviendo en
el mundo real.
La dinámica de clase
El estudio de Filmer no ofrece más que una imagen de algo que está sufriendo
continuos cambios. La última mitad del siglo ha visto dos procesos relacionados
que se extendieron por todo el mundo. Uno ha sido el movimiento de masas, de
cientos de millones, que fueron del campo a las ciudades.
Porcentaje de la población que vive en las ciudades15
19701995
En todo el mundo3745
En todos los países en desarrollo2537
En los países menos desarrollados1323
Las estimaciones sugieren que para el año 2015, el 49% de las personas en los
“países en desarrollo” y el 55% de la población mundial va a vivir en ciudades:
una de cada cinco en ciudades mayores de 750.000 habitantes.16
Incluso en los países que frecuentemente se designan como rurales, la población
urbana puede ser la mayoría: el 78% en Brasil, el 73% en México, el 59% en
Ecuador y el 56% en Argelia. En otros lugares puede ser enorme: 45% en Egipto,
30% en China, 34% en Pakistán y 27% en India.17
La extensión de la urbanización está asociada, necesariamente, a la mayor
dependencia de la gente con respecto al mercado para desarrollar su vida. Una
familia de pequeños campesinos puede alimentarse, vestirse y procurarse una
vivienda, casi completamente a partir del producto directo de su propio trabajo.
Los habitantes de las ciudades no pueden hacer esto. Probablemente se mueran de
hambre a menos que pueden vender algo: su propio trabajo o los productos de su
trabajo. E incluso en el campo se ha visto en las últimas décadas una
importancia creciente de la producción para el mercado.
La agricultura, frecuentemente, se complementa con formas de artesanía o
industria primitiva: “Un informe muestra que el 15% de los países en desarrollo
donde hay estadísticas recientes disponibles, el porcentaje de la fuerza de
trabajo rural que participa en trabajo no rural era del 30 al 40% y seguía
creciendo.”18
Esta tendencia es muy marcada en China, donde más de 100 millones de personas de
hogares campesinos buscan al menos un trabajo asalariado temporal en las
ciudades cada año:
Desde 1980, los campesinos chinos han buscado mejorar sus ingresos trabajando
en áreas no agrícolas, tales como empresas de aldeas o villas locales y
negocios familiares, o migrando a ciudades para buscar empleo urbano… En los
‘90, sin incluir la migración dentro de cada provincia, entre el 15 y el 25%
de los trabajadores rurales a nivel nacional migraron a las ciudades por al
menos seis meses o más; el 50% de ellos eran menores de 23 años… A nivel
nacional, la proporción de ingreso no agrícola en el ingreso total de los
hogares campesinos ha aumentado, del 10% en 1980, al 25% en 1985, y al 35% en
1995.19
Muchos de los que vivían en una comunidad de hogares campesinos trabajarán en
empleos asalariados. Avanzar en “dos botes” es un dicho chino que describe a
las personas que tienen dos trabajos para poder asegurarse su avance social y
económico… para la generación más joven, adquirir empleos no agrícolas se ha
vuelto crucial para evitar el destino de la vida campesina y así escapar de la
pobreza rural.20
En Egipto, una muestra de hogares rurales ha demostrado que el 50% de los
ingresos venían del trabajo rural y el 25% de “salarios fuera de la aldea”.21
Si agregamos a los “semitrabajadores” o “trabajadores campesinos” a estos
números de personas que dependen completamente del trabajo asalariado,
obtendremos una cifra que debe estar entre el 40 y el 50% de la población
mundial. En otras palabras, alrededor del núcleo de 1.500 o 2.000 millones de
proletarios, hay un número similar de semiproletarios.
El mito de la desindustrialización
El argumento de que la clase trabajadora ha desaparecido normalmente se basa en
impresiones superficiales sobre lo que está ocurriendo con la vieja clase obrera
industrial, al menos en las economías avanzadas. Se habla mucho de la
“desindustrialización”, de la “sociedad postindustrial”, o de la “economía
inmaterial”.
La reestructuración de la economía, a través de sucesivas crisis económicas,
ciertamente ha causado la desaparición de ciertos antiguos rasgos centrales de
la escena industrial. Al mismo tiempo ha habido un aumento de la inseguridad en
el empleo y un incremento de la proporción de los puestos de trabajo a tiempo
parcial, temporales o de contratos cortos. Pero esto no justifica el argumento
de que la clase trabajadora ha desaparecido.
Tomemos, por ejemplo, la cifra de trabajadores industriales en la economía más
grande del mundo, la de Estados Unidos. A finales de los ‘80 hubo un gran pánico
en Estados Unidos por la “desindustrialización” ante el desafío a la
superioridad industrial norteamericana en campos como la producción automotriz o
de ordenadores. Pero en 1998 el número de trabajadores en la industria era cerca
del 20% mayor que en 1971, casi el 50% más alto que en 1950 y cerca de tres
veces el nivel de 1990:
Trabajadores en la industria en Estados Unidos22
1900 10.920.000
1950 20.698.000
1971 26.092.000
1998 31.071.000
La cifra de empleos hoy en el sector manufacturero en Estados Unidos hoy está en
el nivel más alto de su historia. Las “viejas” industrias no han desaparecido ni
se han ido afuera. Como han señalado Baldoz, Koeber y Kraft: “Ahora hay más
norteamericanos empleados en la fabricación de coches, buses y piezas de coche
que en cualquier otro momento desde la guerra de Vietnam”.23
Este cuadro es completamente distinto del que presentan Hardt y Negri cuando
escriben de la tendencia hacia “un modelo de economía de servicios… dirigido por
Estados Unidos, el Reino Unido y Canadá. Este modelo implica una rápida
declinación de los empleos industriales con el correspondiente incremento de los
empleos en el sector servicios.”24
Las cifras de Japón son incluso más sorprendentes. La fuerza de trabajo
industrial ha crecido más del doble entre 1950 y 1971 y protagonizó otro aumento
del 13% en 1998.
El empleo industrial ha caído notoriamente en una serie de países durante las
últimas tres décadas: en Gran Bretaña y Bélgica cayó un tercio, y en Francia más
de un cuarto. Pero eso no representa una desindustrialización del conjunto del
mundo industrial avanzado, sino más bien una reestructuración de la industria.
El número de empleos industriales en los países industriales avanzados en su
conjunto era de 112 millones en 1998, 25 millones más que en 1951 y sólo 7,4
millones menos que en 1971. Existe el peligro de ver al mundo a través del
prisma británico o francés, y no ver lo que realmente ocurre a escala global.
Así la Italia de Toni Negri puede no ser igual a Estados Unidos o Japón, pero
los trabajadores industriales ciertamente no han desaparecido. Hace cuatro años
en Italia había 6,5 millones, sólo un sexto menos que en 1971.25
Industria y servicios
Estas cifras del empleo industrial, además, subestiman la importancia económica
de la industria en general y de la manufactura en particular. Como Bob Rowthorn
ha señalado correctamente: “Casi toda actividad económica concebible en la
sociedad moderna usa bienes manufacturados… Gran parte de las industrias de
servicio en expansión usa gran cantidad de equipamiento.”26
La pequeña caída en la fuerza de trabajo industrial total no se debe a que la
industria se haya vuelto menos importante, sino a que la productividad por
empleado en la industria ha crecido más rápidamente que en los “servicios”. Una
cantidad ligeramente menor de empleados manufactureros está produciendo muchos
más bienes que hace tres décadas. Su importancia para la economía no ha
cambiado. Entre 1973 y 1990, la producción en los países de la OCDE creció un
promedio del 2,5% al año en la industria, sólo poco menos que el crecimiento del
3,1% de la producción en los servicios. Pero el crecimiento de la productividad
en la industria fue de 2,8% al año, y en los servicios sólo del 0,8%.27 Los
trabajadores industriales son tan importantes hoy para la economía capitalista
como a principios de los ‘70. Las declaraciones fáciles como las de Hardt y
Negri, sobre su menor significación, no podrían estar más equivocadas.
Pero esto no es todo. La distinción habitual entre “industria” y “servicios”
despista más de lo que aclara.
La categoría “servicios” incluye muchas cosas que no tienen importancia
intrínseca para la producción capitalista (por ejemplo, las hordas de sirvientes
que proveen placer a los parásitos capitalistas individuales). Pero siempre ha
incluido cosas que son absolutamente centrales para ésta (como el transporte de
mercancías y la provisión de software para ordenadores). Más aún, una parte del
vuelco de la “industria” al “sector servicios” se debe más a un cambio de
nombre, dado que los trabajos son esencialmente similares. Una persona
(normalmente un hombre) que trabajaba con una máquina de escribir para un
periódico hace 30 años hubiera sido clasificado como un tipo particular de
trabajador industrial (un trabajador gráfico); una persona (normalmente una
mujer) que trabaja en una terminal de procesador de textos para un periódico hoy
será clasificada como una “trabajadora de servicios”. Pero el trabajo
desempeñado sigue siendo esencialmente el mismo, y el producto final más o menos
idéntico. Una persona que trabaja en una fábrica, poniendo comida en una lata
para que la gente pueda calentarla y comérsela en su casa, es un “trabajador
manufacturero”; una persona que trabaja en un McDonalds, que provee idéntica
comida a la gente que no tiene tiempo de calentarla en su casa, es un
“trabajador de servicios”. Una persona que procesa pedazos de metal para hacer
un ordenador es un “trabajador manufacturero”; alguien que procesa el software
para este ordenador en un teclado es un “trabajador de servicios”.
La tendencia de los últimos años es que las empresas subcontraten ciertas
operaciones que anteriormente las realizaban sus propios empleados: por ejemplo
el catering y la seguridad. El resultado es que los empleos una vez incluidos en
la “industria” ahora aparecen bajo el rubro “servicios”. La Federación de
Empleadores de Ingeniería en Gran Bretaña ha señalado que:
La manufactura crea una gran parte de la industria de servicios a través de la
tercerización de áreas tales como mantenimiento, catering y trabajo legal… La
manufactura podría formar hasta el 35% de la economía —más que el generalmente
aceptado 20%— si fuera medida usando las definiciones estadísticas
apropiadas.28
Rowthorn ha emprendido un desglose estadístico del total de la categoría
“servicios” para la OCDE en su conjunto. Sus cifras muestran que los servicios
relacionados a la producción de bienes daban cuenta del 25% del total del empleo
en 1970 y del 32% en 1990. Hay una pequeña caída en la categoría “total de
bienes y servicios relacionados a los bienes”: del 76% de todo el empleo al
69%.29 Pero ésta, ciertamente, no es una transformación revolucionaria en el
mundo del trabajo. Él señala que en 1990 “los servicios independientes” sólo
daban cuenta del 31% de todo el empleo,30 y concluye que “la producción
relacionada a bienes todavía está generando directa o indirectamente alrededor
de dos tercios de todo el empleo en las economías avanzadas típicas, a pesar de
todo lo que se habla de la economía postindustrial”.31
La naturaleza del sector servicios no mercantilizado
Pero incluso las cifras de Rowthorn subestiman, considerablemente, el tamaño de
la clase trabajadora: la clase cuyo trabajo es esencial para la acumulación de
capital. Gran parte de los “servicios independientes” de Rowthorn son esenciales
para dicha acumulación en el mundo moderno. En particular, dos son absolutamente
indispensables hoy para la acumulación capitalista: la provisión de salud y de
servicios educativos.
El núcleo del sistema de salud, de cualquier país capitalista moderno, se
preocupa de asegurar que la fuerza de trabajo esté en forma y sea capaz de
trabajar. Está allí para asegurar que la próxima generación de fuerza de trabajo
esté en forma y bien, y para curar a los miembros de la actual generación si
sufren alguna enfermedad que los aparte temporalmente del mercado de trabajo.
Incluso donde esta provisión de salud tiene lugar a través del Estado, es decir,
que no se vende ni se compra, todavía es un acompañamiento indispensable para la
producción capitalista.
Esto es incluso más cierto en el servicio educativo. Éste creció en el siglo XIX
cuando el capitalismo descubrió que tenía que entrenar a su fuerza de trabajo
hasta ciertos niveles básicos de alfabetismo (así como de disciplina) para que
fuese productiva. A lo largo del siglo XX se extendieron los años de
escolaridad, según crecía el promedio de habilidades requeridas por el sistema.
En casi todos los países los principales sectores del sistema educativo siguen
en manos del Estado. Éste no lo vende como mercancía. Sin embargo, es
indispensable para la producción. Los que trabajan en este sector están
trabajando para la acumulación capitalista, aunque no produzcan nada que se
venda.32
La íntima conexión entre educación y acumulación de capital se enfatiza cada vez
que los gobiernos “modernizadores” hacen sus planes de “reforma” educativa. No
ocultan su visión de que la educación (o la “formación”) es una inversión para
la industria. Es para producir una fuerza de trabajo de masas “flexible”, con un
promedio de conocimiento de matemática, alfabetización y habilidades
tecnológicas, y para adaptarla a las necesidades cambiantes del capital según la
reestructuración industrial.
La expansión de la educación está relacionada con el aumento de la productividad
del trabajo en el “viejo” sector industrial. Por supuesto, éste es en parte el
resultado de una mayor carga laboral sobre cada trabajador. Pero también es el
producto de que la fuerza de trabajo tenga la suficiente “formación” para
ajustarse a los cambios. Así un informe reciente sobre la fuerza de trabajo
británica mostró que el 37% de los hombres y el 25% de las mujeres dicen
requerir “niveles de habilidad tecnológica avanzado o complejo en el trabajo que
desempeñan”, mientras que el 51% de operadores de planta dicen usar tecnología
informática en sus empleos.33 La clase capitalista no puede garantizar la
existencia de una fuerza de trabajo con el nivel requerido de habilidades
“versátiles y adaptables”, sin un crecimiento en el sector educativo.34 O, para
decirlo de otra forma, hay un rápido crecimiento en la productividad de aquellos
trabajadores que producen directamente mercancías, y esto ha llevado a la
reducción en sus cifras en países como Gran Bretaña y Francia (pero no Estados
Unidos). Pero este crecimiento de la productividad depende, en parte, de un
aumento en el número de trabajadores cuya labor aumenta la productividad de esos
empleados que producen mercancías: es decir, un aumento en el número de
trabajadores “indirectamente productivos”.
La cantidad de personas empleadas en los servicios de salud y educación creció
continuamente a lo largo del siglo XX, como parte de la expansión general del
capitalismo. Hoy hay más de 10 millones en Estados Unidos (alrededor de uno de
cada 13 trabajadores); el capitalismo norteamericano no podría funcionar sin
ellos. Al mismo tiempo, sin embargo, la clase capitalista se niega a pagar más
de lo estrictamente necesario para obtener sus servicios. Como resultado, la
tendencia a largo plazo es que éstos se verán llevados, cada vez más, a
condiciones comparables a las de los trabajadores industriales o de oficinas.
Varios sistemas de medición del trabajo, considerados alguna vez como exclusivos
para las “viejas” industrias, ahora se aplican a estos sectores: pago por
resultados, evaluación y sistema de recompensas, mayor preocupación por el
ahorro de tiempo, y códigos de disciplina. En Gran Bretaña en el año 2000, un 6%
más de empleados fue sometido a supervisión o evaluación formal que ocho años
antes. Alrededor del 5% más fue sometido a algún tipo de pago individual
mediante un sistema de resultados.35
Esto no significa que los trabajadores de la salud y la educación sean
uniformemente “proletarios”. Los hospitales, las escuelas y los colegios están
organizados según líneas jerárquicas. Los escalones superiores cobran salarios
destinados a arraigarlos al sistema, de tal modo que puedan ser usados para
imponer el control sobre los más bajos y sobre la clase trabajadora que es
cliente de estas instituciones. Son parte de la “nueva clase media” (o incluso,
en el caso de los que están en lo más alto de las élites universitarias, parte
de la clase dominante).36 Pero el grueso de la fuerza de trabajo está sometido a
la presión de trabajar al ritmo capitalista por una remuneración determinada por
el mercado de trabajo. Por esta razón son parte de la clase trabajadora global,
aunque muchos continúen considerándose a sí mismos como superiores a la clase
trabajadora manual.
De hecho, están ocurriendo dos procesos relacionados en todas las economías
“avanzadas” (y en muchas de las “no avanzadas”). La clase trabajadora manual
tradicional está bajo cada vez mayor presión a medida que el capital intenta
exprimir su trabajo directo y obtener más ganancias de éste. Al mismo tiempo, la
nueva clase trabajadora del sector “servicios que no produce mercancías” está
sometida a la proletarización, en la medida en que el capital busca reducir el
costo de una creciente masa de trabajadores “indirectos”.
La naturaleza de la fuerza de trabajo del sector servicios
Hay un mito ampliamente extendido de que la fuerza de trabajo de los “servicios”
consiste en personas bien pagadas con control sobre su propia situación laboral
que nunca necesitan ensuciarse las manos. Así, una columnista de The Guardian,
Polly Toynbee escribe: “Hemos visto el cambio en la clase social más rápido en
la historia: la masa de la clase trabajadora en 1977, con dos tercios de las
personas en empleos manuales, se redujo a un tercio, mientras que el resto
ascendió a un 70% de clase media de cuello blanco, dueños de sus propias
casas.”37
Según Hardt y Negri:
Los empleos para la mayor parte son altamente móviles e involucran habilidades
flexibles. Más importante aún: se caracterizan en general por el papel central
desempeñado por el conocimiento, la información, el afecto y la comunicación.
En este sentido muchos denominan a la economía postindustrial una economía
informacional… durante el proceso de posmodernización toda la producción
tiende hacia la producción de servicios, a volverse informacionalizada.38
De hecho, sin embargo, cualquier desglose de las cifras para el empleo en los
“servicios” provee un cuadro muy distinto a éste. Algunas de las “industrias de
servicios” más importantes emplean mayoritariamente “trabajadores manuales” de
tipo “tradicional”. Recolectores de residuos, trabajadores de asilos de
ancianos, portuarios, camioneros, conductores de autobuses y trenes,
trabajadores postales son parte de la fuerza de trabajo de los “servicios”. Y
una parte muy grande. En septiembre de 2001, los sectores de “distribución,
hoteles y restaurantes” daban cuenta de 6,7 millones de empleos y los de
“transporte y comunicación” de 1,79 millones.39
En Gran Bretaña la proporción de personas en empleos manuales es, de hecho,
mucho mayor de un tercio. El documento, Living in Britain 2000 de la Oficina
Nacional de Estadística, muestra que el 51% de los hombres y el 38% de las
mujeres se ubican en sus distintas categorías ocupacionales “manuales” en
1998.40 Las cifras exageran apenas el número de trabajadores manuales, ya que la
categoría de “manual cualificado” incluye “capataces” y grupos de “autónomos no
profesionales”. Pero contra esto se debe poner el impresionante número de
mujeres —50%— en las categorías “no manuales intermedias y subordinadas”, donde
los salarios son típicamente más bajos que en la mayoría de las ocupaciones
manuales y las condiciones de trabajo son con frecuencia al menos igualmente
duras. Un estudio muestra cuánto han cambiado las cosas desde la época en que
los trabajadores de oficina eran considerados como un sector por encima de los
trabajadores manuales de todo tipo: “Hacia 1978 el promedio de salarios de los
trabajadores masculinos manuales semicualificados había superado al de su
contraparte oficinista por primera vez. Además, los trabajadores manuales han
conseguido gran parte de las condiciones de empleo, tradicionalmente superiores,
de los trabajadores de oficina.”41
En Estados Unidos en 2001, el total de las ocupaciones relacionadas a los
servicios, de 103 millones de personas, incluían 18 millones en “ocupaciones de
servicios” rutinarios con un molde decididamente manual (incluyendo casi un
millón en “servicios del hogar”, 2,4 millones en “servicios de protección”; 6
millones en “servicios de comida”, 3 millones en “servicios de limpieza y
portería”, y 3 millones en “servicios personales”). Entonces había 18 millones
en empleos rutinarios de oficina y 6,75 millones de asistentes de ventas.
La gran mayoría de los trabajadores de cuello blanco son mujeres con
antecedentes obreros. En Gran Bretaña, un tercio de los trabajadores de oficina
tiene antecedentes de trabajo manual, un tercio de trabajo de oficina y sólo un
tercio de los denominados “clase de servicios profesional-gerencial”.42 Mientras
que sus abuelas muy probablemente se quedaron en su casa después del matrimonio,
criando a la próxima generación de trabajadores, ellas esperan trabajar toda su
vida adulta, combinando el empleo pagado con la carga del cuidado de los niños y
el trabajo doméstico. Lo que está ocurriendo es una feminización de una
importante área del trabajo asalariado. Esto no es lo mismo que decir
“aburguesamiento” o incluso “informatización”.
En conjunto, hay un mínimo de 42 millones de “trabajadores del sector servicios”
en ocupaciones manuales o empleos rutinarios de cuello blanco en Estados Unidos.
Se debe agregar que éstas son ocupaciones que se han expandido más rápidamente
en los últimos años con la “creación” de una masa de empleos de bajo salario.
Muchos trabajadores en otras categorías ocupacionales hacían un trabajo que era
bastante similar: por ejemplo, gran parte de los 3,2 millones de “representantes
de ventas” y de los 4,3 millones de trabajadores “técnicos y de apoyo”. Del
mismo modo, gran parte en la categoría de “evaluación de la salud y ocupaciones
relacionadas al tratamiento” (83% mujeres, a diferencia de la categoría de
“diagnóstico de salud”, por encima de ella en la que el 75% son hombres), y
muchos de los 5,3 millones de maestros de escuela (75% mujeres).43
Esos grupos juntos constituyen más de la mitad del “sector servicios”. Si les
agregamos los 33 millones de trabajadores en industrias manuales tradicionales,
encontramos que alrededor de tres cuartas partes de la población norteamericana
está compuesta de trabajadores. Si la “clase trabajadora” ha “desaparecido de la
vista” para gente como Hardt y Negri, es porque han mirado en la dirección
equivocada.
Por el contrario, las cifras en ocupaciones que frecuentemente son vistas como
reemplazando tipos de trabajo tradicionales son muy pequeñas. En Estados Unidos
en 2001, había sólo 2,1 millones de matemáticos y científicos especializados en
computación. Esas cifras no pueden dar cuenta de una economía “informatizada”
donde el trabajo manual sea marginal. Muchos puestos de trabajo del viejo estilo
manual, o de los empleos rutinarios de cuello blanco, pueden exigir las mismas
calificaciones básicas en tecnología informática. Pero el número de
especialistas en esas habilidades es relativamente pequeño. En Gran Bretaña en
el año 2000, en el punto más alto del boom de internet:
En la primavera de 2000, había 855.000 personas empleadas en ocupaciones
relacionadas con informática, un aumento del 45% en sólo cinco años. La región
con la proporción mayor de empleados en informática fue Londres, con el 4,8%
seguida por el sudeste con el 4,4%. Juntas, esas regiones dan cuenta del 41%
de todos los que trabajan en informática… Irlanda del Norte, Gales y el
noreste tenían bajas proporciones de trabajadores en informática, el 1,3%,
1,6% y 1,9% respectivamente”.44
No todos los que trabajan por un salario son trabajadores. Hay una “nueva clase
media” que recibe un salario pero que recibe sus retribuciones de los gerentes
por ayudarlos a controlar al resto de la fuerza de trabajo y se les paga sumas
mucho mayores que cualquier valor que puedan crear. Pero este grupo es una
porción relativamente pequeña del total de la fuerza de trabajo. Hace 15 años
calculaba que:
El grupo comprende sólo el 9,7% de los hombres entre las edades de 31 y 75
años. Esto parecía coincidir con el tipo de estimación para el tamaño de la
“nueva clase media” a la que uno llega sobre la base de las cifras del
ingreso, las calificaciones y la autoridad gerencial. Es una proporción
significativa, tanto para la población total y de la fuerza de trabajo de
cuello blanco. Pero no se acerca a la clase obrera manual tradicional en
tamaño y significación.45
Las estadísticas más actualizadas en Gran Bretaña y Estados Unidos dejan este
juicio casi intacto.
Los debates La flexibilización y la clase trabajadora
Un tema central para todos los que ven que la clase trabajadora está
desapareciendo es que los empleos actuales son tan precarios que poco queda de
las organizaciones y comunidades permanentes de la clase trabajadora que solían
existir. El argumento incluye las elaboraciones postmarxistas de los últimos 15
años, tanto desde los socialdemócratas de la “tercera vía” como de la izquierda
“autonomista”.
Estamos atravesando la cuarta gran crisis de la economía mundial en menos de 30
años. Cada crisis ha implicado aumentos repentinos en el desempleo —en algunos
casos de forma permanente— y el aniquilamiento de viejos centros de producción
establecidos (fábricas, puertos, minas, etc.). También ha acelerado enormemente
la reestructuración de la industria, no sólo a nivel nacional sino también
regional y global.46 El capital y sus apologistas han intentado sacar ventaja de
los crecientes niveles de desocupación y de los sentimientos de inseguridad de
los trabajadores para remodelar la vida de la fuerza de trabajo según sus
requerimientos continuamente cambiantes. Sus consignas son la “flexibilidad” en
el tiempo, en los métodos y en los mercados de trabajo. Uno de sus gritos de
guerra ha sido que “el empleo de por vida pertenecía a una época pasada”. Muchas
investigaciones académicas tomaron estos reclamos como verdades incuestionables.
Como ha escrito Raymond-Pierre Bodin, Director de la Fundación europea por la
mejora de las condiciones de vida y trabajo:
Hoy hablar del desarrollo de formas atípicas de trabajo en las economías
occidentales, se ha vuelto un lugar común… Los trabajos que destacan la
erosión de las condiciones fordistas de empleo encarnadas en el contrato de
jornada completa permanente como la principal forma de organización de los
mercados de trabajo y de integración a la vida social, ahora son innumerables…
el término flexibilidad también parece corresponderse con los cambios que
tienen lugar en este campo.47
Pero esto no significa que en realidad el capital haya sido capaz de aplastar la
resistencia de los trabajadores ante esta flexibilización, o incluso que pueda
seguir acumulando sin reproducir continuamente una fuerza de trabajo
relativamente permanente. Un estudio reciente de Gran Bretaña muestra que:
Muchas de las suposiciones comúnmente sostenidas sobre el actual mundo del
trabajo deben ser seriamente cuestionadas. Existe una gran brecha entre la
retórica familiar y la hipérbola que escuchamos diariamente sobre nuestro
mercado de trabajo flexible y dinámico y las realidades de la vida en los
lugares de trabajo. La evidencia simplemente no sostiene la visión de que
estamos ante la emergencia de un “nuevo” tipo de relaciones de trabajo, que se
verían en el “fin de la carrera” y la “muerte del empleo permanente de por
vida”.48
Frecuentemente no se ven los límites de lo que puede lograr el capital en
términos de “mercados laborales flexibles”, porque se mezclan formas bastante
distintas de empleo: empleo a tiempo parcial, empleo temporal, empleo en base a
contratos a corto plazo y autónomos dependientes de una empresa. Pero el empleo
a tiempo parcial también puede ser permanente, como lo es normalmente entre las
mujeres en Gran Bretaña. De modo similar, se renuevan mes a mes, o año a año,
los contratos de corto plazo. Estos trabajadores carecen de derechos a largo
plazo y son los primeros en ser despedidos cuando golpea la crisis, pero no
entran y salen del puesto de trabajo todo el tiempo. Finalmente, los empleos
genuinamente temporales pueden ser indispensables para la producción y son
provistos sobre una base de largo plazo pero intermitente por agencias que son
empresas importantes y dependen de mantener una bolsa permanente de trabajo para
ofertar a otras empresas.
Esas formas de empleo han crecido en las últimas décadas en diferentes grados y
dentro de distintas industrias y países, y frecuentemente dentro de regiones
particulares dentro de cada país. Así, en el Estado español, el 35% de los
trabajadores estaban en empleos precarios en 1992; en Gran Bretaña y Francia el
16% y en Alemania sólo el 12%. En hoteles y restaurantes, el 72% del empleo en
todo Europa era precario, pero sólo el 13% en el transporte y las comunicaciones
y el 11% en la “intermediación financiera”.49 Y hubo una concentración de empleo
precario entre los trabajadores jóvenes: un tercio de los que están con contrato
temporal o de duración fija tienen menos de 25 años y dos tercios menos de 35
años.50
El patrón de conjunto puede ser muy distinto de lo que normalmente se dice. Así,
en Europa en la segunda mitad de los ‘90 no hubo aumento ni en la proporción de
trabajadores autónomos ni en el “empleo precario”:
En el año 2000 la población europea con trabajo era de 159 millones de
personas, de las cuales el 83% eran empleados y el 17% autónomos. En 1995, la
cifra era de 147 millones con la misma relación entre los autónomos y los
empleados.51
Con respecto al “empleo precario”:
Mientras que este tipo de empleo aumentó sustancialmente durante la primera
mitad de los ‘90, las proporciones relativas de empleos permanentes y no
permanentes quedó casi sin cambios entre 1995 y el año 2000: permanente (82%),
no permanente (18%).52
En Europa occidental de conjunto “uno de cada cinco empleos han sido precarios
durante los últimos cinco años”,53 pero esto todavía deja en pie cuatro empleos
permanentes de cada cinco.
En Gran Bretaña, el último informe sugiere que la recuperación económica de
finales de los ‘90 fue acompañada por la caída en el empleo precario: “El 92% de
los trabajadores tenían contratos de empleo permanente en el año 2000 comparado
con el 88% ocho años atrás… Un mero 5,5% dijo que estaba trabajando con un
contrato temporal de menos de 12 meses de duración en el año 2000, comparado con
el 7,2% en 1992”.54 El tiempo real que el trabajador pasa en el mismo puesto no
ha cambiado mucho. La proporción de empleados que habían estado en empleos menos
de tres meses fue del 5% en el año 2000, la misma que en 1986, y la proporción
de los que estuvieron menos de un año fue del 20% contra el 18% en 1986. En el
otro extremo, la proporción en el mismo empleo por más de diez años fue del 31%
contra el 29%. El único cambio realmente grande fue la caída en la proporción de
trabajadores en el mismo puesto de trabajo por más de dos pero menos de cinco
años entre 1996 y 2000, del 21 al 15%.55
Estas cifras no prueban, como dicen algunas veces los apologistas del
capitalismo, que los sentimientos de inseguridad de la gente estén equivocados.
Los trabajadores pueden cambiar de empleo con frecuencia por dos razones
diametralmente opuestas: ya sea porque hay una demanda creciente para su
trabajo, permitiéndoles mejorar su situación obteniendo un empleo diferente, o
porque se ven obligados por los patrones que despiden a trabajadores. Así, por
ejemplo, pocas personas estaban dispuestas a dejar voluntariamente sus empleos
durante la recesión de 1990-1994 en Gran Bretaña, precisamente porque el empleo
generalmente era menos seguro que anteriormente. Y en el “más seguro” año 2000,
alrededor del 27% de trabajadores manuales no cualificados y semicualificados
estuvieron en sus puestos por menos de un año, lo que refleja la recesión que
comenzó en la industria manufacturera, mientras que en los servicios continuó el
boom.
Sin embargo, las cifras muestran que “la duración promedio del empleo ha
permanecido relativamente estable desde 1975”.56 La idea de que la clase
trabajadora había sido “flexibilizada” hasta perder su existencia es
completamente errada. La mayoría de la gente continúa trabajando en el mismo
lugar, y sujeta a la explotación por los mismos patrones por períodos de tiempo
bastante prolongados. Por esto mismo, tienen el tiempo y la oportunidad de
conectarse con la gente que los rodea y de resistir la explotación.
El mito de la movilidad instantánea
La suposición de que el trabajador “permanente” es una cosa del pasado está
relacionada frecuentemente con la de que el patrón puede trasladar la producción
—y los puestos de trabajo— en cualquier momento.
Así, Hardt y Negri escriben:
La informatización de la producción y la creciente importancia de la
producción inmaterial han tendido a liberar al capital de los límites del
territorio y la negociación. El capital puede retirarse de una negociación con
una población local trasladando su lugar a otro punto de la red global…
Poblaciones laborales completas, que habían disfrutado de una cierta
estabilidad y fuerza contractual, se han encontrado en situaciones de empleo
crecientemente precarias.57
Ésta es una exageración del movimiento del capital y de la facilidad con la que
las empresas pueden mover sus operaciones de un lugar a otro.
Como expliqué en otro lugar,58 el capital como dinero (finanzas) puede moverse
con tocar una tecla del ordenador de un lugar a otro (aunque determinados
gobiernos todavía pueden impedir sus movimientos). Pero el capital como medio de
producción encuentra mucho más difícil hacer esto. Tiene que desinstalar y
reinstalar el equipamiento, tiene que arreglar el transporte de las mercancías
producidas, encontrar una fuerza de trabajo de la que pueda depender y que tenga
las habilidades necesarias, etc. Es un proceso normalmente caro, que tarda años
y no segundos. Más aún, la producción física depende del transporte de las
mercancías a los mercados y por lo tanto la cercanía a los mercados es una
ventaja.
El resultado es que la mayor parte de la reestructuración de la industria en las
últimas tres décadas usualmente ha ocurrido dentro de las regiones
industrializadas del mundo ya existentes. Como explica Rowthorn:
El mundo desarrollado está ahora mayormente dividido en tres bloques, que
comprenden Norteamérica, Europa occidental y Japón. Estos bloques en gran
parte se autosostienen con mercancías manufacturadas sofisticadas.59
Así en 1992 las importaciones manufacturadas desde Japón sumaron sólo el 0,74%
del PIB de Europa occidental y el 1,5% del de Estados Unidos, mientras que las
importaciones manufacturadas desde Europa occidental sólo alcanzaron el 1,2% del
PIB de Estados Unidos. Y al mismo tiempo, las importaciones manufactureras
totales de Japón desde el conjunto de Asia, incluyendo China y Medio Oriente,
fueron menos del 1% del PIB japonés.60
Por supuesto, ha habido un cambio en ciertas industrias manufactureras a Estados
que no eran industrializados hace 40 años: de lo contrario, el fenómeno de los
NICs [países de nueva industrialización] y de ciertas industrias en expansión en
los países “subdesarrollados” sería inexplicable. Pero hay poca evidencia a
favor de la suposición de que los “países avanzados están abandonando la
producción de bienes manufacturados. Gran parte de las actividades
manufactureras de uso intensivo de trabajo en las economías avanzadas, tales
como textil o ensamblaje, han sido expulsadas de las empresas por crecientes
importaciones desde los países en desarrollo”, pero estas importaciones han sido
financiadas no por la exportación de servicios, sino por “la exportación de
otras manufacturas, especialmente bienes de capital y productos intermedios
tales como químicos”.61
Tomadas de conjunto, las importaciones a países avanzados de la OCDE desde
países que no son de la OCDE sólo crecieron del 1 al 2% del PIB entre 1982 y
1992.
Rowthorn estima que el total de la pérdida de empleo de todos los países
avanzados en este giro sólo fue de 6 millones de puestos de trabajo, o el 2% de
total del empleo (comparado con el desempleo total de alrededor de 35 millones
en esos mismos países).
Baldoz, Koeber y Kraft señalan que la reestructuración de la industria en
Estados Unidos no implicó un flujo neto de empleos al exterior: “Estados Unidos
ahora tiene un mayor porcentaje de fuerza de trabajo asalariada que en cualquier
otro momento desde los ’50, y sorprendentemente trabajando más horas”.62
Reestructuración significa que gran parte de la producción no tiene lugar en los
viejos centros industriales, tales como los que rodean Detroit, sino en el
“cinturón del sol” de los estados del oeste y del sur. La mayoría de los
trabajadores automovilísticos norteamericanos ya no trabajan directamente en las
“tres grandes” —Ford, General Motors (GM) y Chrysler— sino en otras manufacturas
transplantas como Honda, Toyota, Nissan, Mitsubishi y Daimler Benz, o para
nuevas manufacturas de autopartes desprendidas de GM con el objetivo de
debilitar a los sindicatos.63 Esto está lejos del cuadro que se nos presenta de
que todos los empleos automovilísticos en Estados Unidos han desaparecido y han
cruzado la frontera con México.64
Es más fácil moverse para algunas industrias que para otras. Por ejemplo, la
industria de indumentaria tiene una línea de producción particularmente móvil.
El equipamiento básico —tijeras de corte, máquinas de coser, prensas— es
liviano, barato y los productos son relativamente fáciles de transportar de una
parte del mundo a otra.65 No es sorprendente que muchas de las historias de
fábricas que cierran y se trasladan ante el aumento de los costos laborales u
otros costos pertenecen a esta industria. Pero incluso aquí hay limitaciones
para la movilidad. La producción de bienes de alta calidad puede estar basada en
países avanzados. Había 112.190 trabajadores de la indumentaria en la ciudad de
Nueva York en 1990. Y ciertamente no eran todos trabajadores “informatizados”:
64.476 eran trabajadores de producción (la mayoría extranjeros) y sólo 13.522
eran “profesionales y gerentes”.66 En ese momento, el número total de
trabajadores de la indumentaria en Estados Unidos estaba alrededor de 300.000.
Otra industria cuya supuesta movilidad ha sido mucho más enfatizada por los
comentaristas de izquierda y de derecha es la del software. Implica
relativamente poca inversión de capital y los costos de transporte prácticamente
desaparecen porque los datos procesados se envían casi instantáneamente por
links de telecomunicaciones cada vez más baratos a miles de kilómetros. Los
programas de software pueden escribirse en Bangalore en la India por empresas
cuyas oficinas centrales están en Chicago, y los billetes de avión comprados en
Londres pueden ser procesados en terminales de ordenadores en Nueva Delhi.
Muchos países del tercer mundo tienen grandes cantidades de hablantes fluidos de
inglés altamente educados capaces de hacer estas tareas: la India sola tiene 4
millones de personas con antecedentes técnicos y 55.000 graduados en ingeniería
y ciencias por año.67 Esta industria parece encajar en la descripción de Negri y
Hardt de “fuerzas productivas” que están “deterritorializadas”, en las que “las
mentes y los cuerpos” pueden “producir valor” sin requerir necesariamente
“capital y sus capacidades de orquestar la producción”.68 Y ciertamente, la
producción de software en la India ha estado creciendo a una gran velocidad: de
emplear entre 2.500 y 6.800 personas en 1985 pasó a 140.000 en 1996, de las que
27.500 estaban en el sector exportador.69
Pero una mirada más detenida a la industria en la India muestra que todavía
depende de la inversión de capital fijo y no puede moverse de una localidad a
otra en un momento. Bangalore ha crecido y se ha transformado en el centro de
software más grande del país porque tiene facilidades, muchas provistas por el
estado local, que otras partes del país no tienen. Como explica un estudio sobre
la industria:
A causa de su medio ambiente libre de polvo, el gobierno de la India
estableció en Bangalore entre 1956 y 1960 grandes emprendimientos del sector
público como Bharat Electronics Limited (BEL) y Hindustan Aeronautics Limited
(HAL) junto con laboratorios de investigación de defensa nacional y el
Instituto Indio de Ciencias… En los ‘70 también se ubicó en Bangalore la
Organización de Investigación Espacial y Bharat Heavy Electronics Limited
(BITEL).
El resultado de esta concentración de industrias electrónicas y aeronáuticas
en Bangalore fue la creación de lazos entre el atraso y lo más avanzado…
Bangalore fue, por lo tanto, una ubicación natural para la industria de
informática y computación… Más aún, Bangalore es la capital del estado, así
que tiene muchas ventajas en términos de proximidad a los centros del poder
política y las oficinas del gobierno… y al aeropuerto.70
Hubo un esfuerzo concentrado de los políticos para crear en Bangalore un medio
en el que pudieran florecer las industrias high-tech… El objetivo era proveer
las facilidades e infraestructura necesaria para promover la inversión en la
industria electrónica, incluyendo el suministro garantizado de electricidad,
facilidades de telecomunicaciones y un centro de entrenamiento técnico.71
Sin la seguridad de tener garantizado el suministro de electricidad y agua
limpia —ninguna de las cuales está garantizada en las ciudades del tercer
mundo—la industria no podría haber despegado. De hecho, con la expansión de la
industria, las empresas ya no pueden obtener esas cosas sin emprender
inversiones costosas por su propia cuenta.72 Así la empresa Infosys “gasta más
de 201.000 dólares por cada nueva persona incorporada en gastos de capital y
entrenamiento… Los empleados tienen acceso a lo último en tecnología, una
política que se espera lleve a una mayor productividad”.73
Las empresas que han encontrado una ubicación adecuada para la producción de
software y que han invertido en entrenar a la fuerza de trabajo no simplemente
van a mudarse a otro lado de un momento a otro. Por la misma razón, las empresas
con instalaciones existentes en Europa, Japón o Norteamérica no cerraron para
mudarse a Bangalore. Sus operaciones en Bangalore han sido una respuesta a las
dificultades para reclutar la fuerza de trabajo cualificada que necesitan en sus
propias localidades. El relativamente pequeño tamaño de la fuerza de trabajo de
software en Bangalore es una prueba de esto. “No es un gran empleador,
especialmente para los estándares indios. Las estimaciones sugieren que emplea
actualmente (en 1996) entre 7.000 y 15.000 personas en Bangalore.”74 Estas
cifras son muy pequeñas comparadas con la fuerza de trabajo global en la
industria. Mientras tanto, la escasez de fuerza de trabajo en la India está
causando una subida en los salarios de alrededor del 30% al año y algunos
pronósticos prevén “un tiempo en el que la India ya no será considerada como un
lugar de salarios bajos”75 porque la industria está empezando a sufrir los
problemas ambientales creados por su propia expansión (polución, escasez de
electricidad y agua y congestión de carreteras).
India en general y Bangalore en particular han encontrado un nicho en el mercado
mundial de software. Pero el nicho está limitado en su extensión y no es
ciertamente una prueba de que el software como industria simplemente puede
trasladarse de una parte del mundo a otra.
Las cosas son ligeramente diferentes con el proceso menos cualificado de ingreso
de datos en terminales de ordenadores. Esto requiere un equipamiento menos
extensivo y sofisticado y un nivel menor de entrenamiento de la fuerza de
trabajo. Por esta razón, están más dispersas en India que la producción de
software. Como en la industria de la indumentaria, las operaciones menos
cualificadas son más móviles que las cualificadas. Pero incluso en esas
industrias hay límites. La fuerza de trabajo tiene que tener las habilidades
lingüísticas correctas (el urdu fluido sirve para la entrada de datos de las
aerolíneas norteamericanas) y tiene que ser entrenada y estar comprometida con
la precisión (los errores al teclear datos pueden llevar a gastos
considerables), mientras que el equipamiento de comunicaciones (y por lo tanto
el suministro de electricidad) tiene que ser confiable. Cuando una compañía
tiene todas estas cosas, no va a abandonarlas sin un motivo poderoso.
La producción de software, como la producción capitalista en general, está
sujeta a una racionalización y reestructuración continuas a través de crisis.
Esto lleva a que las industrias con base en un mismo lugar se contraigan y
desaparezcan, mientras que otras se expandan o emerjan por primera vez. Pero no
es “fluido”, en el sentido de poder trasladarse sin esfuerzo de un lugar a otro.
La tendencia general del capitalismo hoy es todavía a la producción concentrada
en los países avanzados. Algunos tipos de producción se han volcado a unas pocas
áreas favorecidas del tercer mundo: los NICs del este y sudeste asiático, y el
este de China. Pero el capital todavía encuentra más rentable, en general,
ubicarse en las regiones que ya se habían industrializado a mediados del siglo
XX. Los trabajadores usualmente pueden recibir un mejor salario aquí, pero la
combinación de niveles de calificación establecidos e inversiones existentes en
plantas e infraestructura implica que también son más productivos, y producen
mucha más plusvalía para el sistema que la mayoría de sus hermanos más pobres
del tercer mundo. Esto explica por qué el cuadro de gran parte de América Latina
ha sido de un crecimiento promedio muy lento o de estancamiento y para la
mayoría de África de caída absoluta.
La clase trabajadora mundial y el “tercer mundo”
El capitalismo ha creado una clase trabajadora mundial en el último siglo y
medio. La industria y el trabajo asalariado existen hoy en virtualmente todo el
planeta. La clase trabajadora industrial tiene una presencia mundial. Pero el
desarrollo desigual y combinado del sistema implica que está muy desigualmente
distribuida entre las distintas regiones. Los cálculos aproximados indican que
el 40% de los casi 270 millones de trabajadores industriales están en los países
de la OCDE; en China, América Latina y la ex URSS, alrededor del 15% en cada
país; en el resto de Asia, aproximadamente el 10%; y alrededor del 5% en
África.76
Esta desigualdad no sólo existe entre los viejos países industriales y el resto
del mundo sino también dentro del “tercer mundo”.
La urbanización y la extensión de las relaciones de mercado no son
necesariamente lo mismo que el crecimiento del trabajo asalariado. Esto es
especialmente así en países donde la crisis implicó un crecimiento económico más
lento o negativo. Así “se informa que el empleo asalariado ha caído en términos
absolutos en varios países africanos” —el 33% en la República de África Central,
27% en Gambia, 13,4% en Nigeria y 8,5% en Zaire77 — y las tasas de desempleo
urbano en la región fueron del 15 al 25% (comparadas con un 10% a mediados de
los ‘70).78 Para África subsahariana tomada de conjunto, “El principal empleo en
áreas rurales es el autoempleo”.79 Aunque la actividad manufacturera da cuenta
de alrededor del 20% del empleo en áreas rurales, usualmente es de un tipo muy
rudimentario: herrería, elaboración de cerveza, sastrería o molino, generalmente
empresas de una sola persona.
África subsahariana es la excepción más que la norma para el sistema mundial de
conjunto, o incluso para sus regiones empobrecidas. En Asia y América Latina ha
habido un crecimiento del trabajo asalariado. Pero frecuentemente ha sido por
fuera de lo que se suele llamar el sector “moderno” y ha sido acompañado por un
aumento igualmente rápido del autoempleo.
En América Latina, el número de empleados no agrícolas se elevó de 68 millones
en 1980 a 103 millones entre 1980 y 1992 (durante lo que se llamó la “década
perdida” de la crisis económica y el estancamiento). Pero los empleados en
“grandes empresas” sólo crecieron de 30 a 32 millones. Por el contrario el
número de empleados en pequeñas empresas creció de 10 a 24 millones, el número
de empleados públicos de 11 a 16 millones, en el servicio doméstico de 4 a 7
millones y en el así llamado sector “informal” se multiplicó de 13 a 26
millones.80 Tomado de conjunto, el sector informal y la pequeña empresa de
empleo no agrícola, crecieron del 40% en 1980 al 53% en 1990.81
“Los empleos informales per se casi representan un tercio de los trabajadores no
agrícolas de la región… La mayor parte del incremento en el sector informal está
concentrada en trabajadores autónomos.”82 En Brasil en 1980, casi la mitad de la
población urbana ocupada no eran “empleados formales”,83 aunque más de la mitad
de ellos eran trabajadores asalariados sin la protección formal y los beneficios
legales, y 18,4 millones de trabajadores declararon en 1990 que querían tener un
empleo formal.84 Esto no constituye una “desindustrialización” y ciertamente
tampoco la desaparición de la clase trabajadora en América Latina.
La economía india creció a un promedio mayor que la mayoría de los países
latinoamericanos durante las últimas dos décadas, aunque partió de un nivel
mucho más bajo que la mayoría de ellos. El producto per cápita aumentó, mientras
que ha caído en la mayor parte de América Latina, y la porción de la industria
en la producción total está ahora alrededor del 19%. Pero el crecimiento en el
empleo, como en América Latina, ha sido abrumadoramente en los sectores
informales.
En los ‘80, “a pesar de una aceleración significativa de la tasa de crecimiento
industrial… la porción de la manufactura en el empleo total… cayó” con un
crecimiento “negativo” del empleo en “el sector manufacturero privado organizado
[es decir, el sector formal]”.85 Entre 1977-78 y 1993-94 la proporción de la
fuerza de trabajo masculina urbana en “empleos regulares” cayó del 46,4 al 42,1%
(aunque la cifra total aumentó, ya que la población urbana creció masivamente en
esos años), mientras que la proporción de los “autónomos” creció ligeramente del
40,4 al 41,7% y de los empleados casuales aumentó del 13,2 al 16,2%.86
La mayoría de los autónomos de ninguna manera es privilegiada. Un informe de
Ahmadabad muestra que sólo un una décima parte de los hombres autónomos tiene un
“lugar para el negocio”. Un tercio trabajaba en la calle como vendedores,
carreros, operadores de rickshaw (carros para uno o dos pasajeros, arrastrados a
mano), etc. Hay 200.000 operadores de rickshaw en Mumbai, 80.000 en Ahmedabad y
30.000 en Bangalore, mientras que Calcuta tiene alrededor de 250.000, además de
100.000 vendedores ambulantes.87
El patrón que se aplica a India también se aplica, en distintos grados, a
Pakistán y Bangladesh.88 También se encuentra en otros países “en desarrollo”,
“más avanzados”. En Turquía, el empleo en “grandes establecimientos
manufactureros” era de 979.839 en 1987, contra 550.670 en “pequeñas empresas”.
El 44,2% de los trabajadores en el conjunto de la industria estaba en empresas
con más de 100 empleados, frente a sólo el 24,3% en empresas con menos de 10
trabajadores.89 No es sorprendente, dado este nivel de concentración de la
industria, que entre el 50 y el 55% de los trabajadores estaban
sindicalizados.90 Pero la cifra en el sector urbano “informal” era de 1.854.000
en 1988, y había crecido a 2.152.000 en 1992.91
Frecuentemente combinado con el sector informal, están aquellos a los que el
capitalismo les niega toda oportunidad de empleo: los desocupados. Sus cifras
varían considerablemente de región a región y de país a país: dependiendo en
parte, de la facilidad para la gente de sobrevivir de alguna forma en el sector
informal. En el conjunto de Medio Oriente, el desempleo reportado es del
15%.92 Pero alcanza entre el 25 y el 30% en Libia, Argelia, Irán y Yemen.93 En
el gran São Pablo, en octubre de 1995, se informó que el desempleo alcanzaba a
1.102.000 personas de una fuerza de trabajo de 8.221.000.94
En China, el Gobierno está siguiendo una política consciente de reestructurar el
sector estatal de la economía. El número de empleados en unas empresas
seleccionadas cayó de 45 millones en 1993 a 27 millones en 1998.95 Algunos de
esos trabajadores encontrarán otros empleos, pero de ninguna manera todos: una
fuente nos dice que había sólo 1,54 millones de puestos de trabajo disponibles
en agosto de 2001 para los 2,2 millones de trabajadores registrados en las
agencias oficiales de empleo en 82 ciudades.96 Ciertamente muy pocos empleos
para responder a las aspiraciones de los millones de personas que vienen a la
ciudad desde el campo buscando empleo. Hay “150 millones de vagabundos que
vienen del campo que viajan de una ciudad a otra buscando empleo manual”.97
La acumulación capitalista está causando un crecimiento rápido de las ciudades
en amplias franjas del globo y de las ocupaciones que implican producción para
el mercado. En la mayoría de las regiones (aunque no en la mayoría de África)
hay también un crecimiento en el número que abarca el trabajo asalariado de un
tipo relativamente productivo en lugares de trabajo de tamaño medio y grande.
Pero es más rápida la expansión de vastas masas de personas que precariamente
intentan sobrevivir por medio del trabajo casual, vendiendo cosas en las calles,
intentando sobrevivir por su propia cuenta. En un extremo esta masa se funde con
la pequeño burguesía propia de pequeño empleador, en otro se funde con la
pobreza desesperada de aquellos que no pueden ganarse un sustento: 48% de la
población urbana de Brasil vive por debajo de la línea de pobreza, y dos de cada
cinco de ellos por debajo del ingreso de “indigencia”, lo que basta para
satisfacer las necesidades alimentarias y nada más.98
La economía y la política de la precariedad laboral
¿Cómo se relaciona esta masa de trabajadores del sector informal y
cuentapropistas con los trabajadores con empleo “formal”?
Hay una respuesta muy extendida, muy simple y muy equivocada, que es ver a los
trabajadores con empleo permanente como “privilegiados”, como una suerte de
“aristocracia obrera”. Ciertamente así les pueden parecer a los que son
empujados al sector informal. En el sector formal usualmente hay salarios
considerablemente más altos y frecuentemente beneficios por enfermedad,
vacaciones pagadas y pensiones. En las ciudades del noreste de Brasil se dice
que “estar formalmente empleado es casi un privilegio, ya que menos de la mitad
de aquéllos que quieren esa situación realmente «gozan» de ella”.99 En India, a
lo largo de una amplia gama de ocupaciones, los trabajadores en el “sector
organizado” tienden a ganar mucho más —30, 40 o incluso el 100% más— que los que
están en el “sector no organizado”.100 En China, a los trabajadores de las
grandes industrias se les prometía usualmente un ingreso garantizado más casa,
beneficios por enfermedad y pensiones, y los que migran del interior para buscar
empleos fueron excluidos de esas cosas por un sistema de pasaporte interno que
les niega el derecho a residir en las ciudades.
Los patrones, sin embargo, no otorgaron esto por la buena voluntad de sus
corazones. Ellos necesitan una cierta estabilidad para su fuerza de trabajo,
particularmente cuando se trata de trabajadores cualificados a los que no
quieren que sus rivales se los quiten durante los momentos de boom. Los Estados
frecuentemente también quieren esa estabilidad, usando el Estado de bienestar
para un sector de la fuerza de trabajo urbana como una forma de protegerse
contra explosiones repentinas de descontento popular.
Así, por ejemplo, en las décadas posteriores a la revolución de 1910-19 en
México, se creó una estructura política que intentaba integrar los sindicatos al
partido gobernante, junto con las organizaciones de empleadores y de campesinos.
Como explica un académico:
La política de bienestar promovida por el régimen postrevolucionario estaba
gobernada por una lógica de beneficios sectoriales que favorecían a los
trabajadores en el sector formal de la economía… Los mecanismos de seguridad
social incluían acceso a una variedad de beneficios además de salud, subsidios
por incapacidad, por enfermedad, pensiones de retiro, compensación por
accidentes, compensación a las familias en el caso de muerte, pagos por
maternidad… En la medida en que la política de seguridad social daba
beneficios estratificados, actuaba de una manera discriminatoria. Ésta ha
excluido por un lado a los que no trabajan en la economía formal y, por el
otro, a los que, si bien trabajan en la economía formal, no pertenecen a los
sindicatos. Las preferencias se dan para cuidar a los grupos que están
organizados verticalmente por los sindicatos reconocidos por el Estado.101
Sin embargo, esto no era para hacerle un favor a los trabajadores del sector
formal, sino más bien para proveer un mecanismo para controlarlos, permitiendo
que el Estado se haga cargo de “otorgar o negar el registro a los sindicatos,
que sea capaz de arbitrar en disputas laborales, legalizar huelgas, pronunciar
su legalidad o ilegalidad” y tendiendo a transformar a los sindicatos en
“instituciones cuasi gubernamentales o cuasi corporativas… donde los
representantes sindicales han sido elevados por encima de los que
representan”.102 Toda vez que los trabajadores intentaron actuar por fuera de
esas estructuras el Estado los reprimió de forma violenta. El beneficiario real
era la burguesía mexicana que pudo emerger intacta con un Estado ultraestable
después de uno de los ascensos revolucionarios más tumultuosos del siglo XX. En
1950 el 10% más rico de la población era 18 veces más rico que el 10% más pobre.
En 1970 era 27 veces más rico.103 Los ricos ganaban de esta forma porque habían
desarrollado un mecanismo para controlar a los que, con su trabajo, creaban su
riqueza. Y lo más importante que tenía que controlar eran a los que trabajaban
en los sectores de la economía “formal” más productivos y avanzados.
Esto jugó un papel similar para los gobernantes de China en el período entre los
‘50 y los ‘90. Garantizaba una fuerza de trabajo estable de trabajadores
productivos y con experiencia en las industrias clave donde estaban las
principales inversiones de capital.
Frecuentemente parece anti intuitivo decir que los grupos de trabajadores que
tienen mejores condiciones que otros no se benefician a sus expensas: ya sea que
este argumento se use con respecto a los trabajadores occidentales y del tercer
mundo, o en el sector formal de la economía en el tercer mundo y el sector
informal. Pero en este el caso el argumento “anti intuitivo”es correcto. En
muchas industrias cuanto más estable y experimentada es la fuerza de trabajo,
más productiva es. El capital está dispuesto a conceder salarios más altos a
ciertos trabajadores en esas industrias porque, haciendo esto, puede sacar más
ganancias de ellos. De aquí la aparente contradicción: algunos sectores de los
trabajadores del mundo están a la vez mejor pagados que otros pero son más
explotados. Sólo esto explica por qué los capitalistas, motivados sólo por la
sed de la ganancia, usualmente no hacen inversiones a gran escala en regiones
como África, donde los salarios son los más bajos.
Por supuesto, eso no evita que el capital intente continuamente disminuir lo que
tiene que pagar: aprovechando las nuevas tecnologías y la reestructuración de la
producción para reducir drásticamente sus costos laborales. Así que, en gran
parte del mundo, el modelo de una fuerza de trabajo “formal” sigue más o menos
intacto, aunque se va desgastando en los márgenes, y muchos nuevos empleos están
en el sector “informal”.
La gran masa de la fuerza de trabajo informal en los países “en desarrollo” hoy
está compuesta de personas que son nuevos en la fuerza de trabajo urbana, ya
sean “inmigrantes” del interior (como por ejemplo los más de 100 millones de
campesinos que buscan empleo en las ciudades chinas) o mujeres y jóvenes que
buscan un empleo asalariado por primera vez. Pero el patrón de la acumulación
capitalista en las últimas dos décadas implica que no se ha expandido la demanda
de trabajo de la industria moderna y productiva a la escala necesaria para
absorberlos dentro de su fuerza de trabajo. La competencia a escala global ha
causado un giro hacia formas de producción intensivas en capital (con lo que
Marx llamó la creciente “composición orgánica del capital”) que no requieren
cantidades masivas de nuevos trabajadores. Como resultado, las únicas vías de
entrada a la fuerza de trabajo para ganar un sustento son a través de las formas
más exiguas de autoempleo o a través de vender la fuerza de trabajo a un precio
tan bajo y en condiciones tan arduas que los pequeños capitalistas en los
márgenes del sistema pueden beneficiarse de explotarlos.
Como señala un informe sobre el empleo en América Latina:
Los empleos informales per se representan casi un tercio de los trabajadores
no agrícolas en la región… La mayor parte del incremento en el sector informal
está concentrado en trabajadores por cuenta propia… El resultado de este
proceso ha sido una tendencia hacia tasas de desocupación más bajas, pero a un
costo de un marcado deterioro en la productividad promedio del trabajo.104
En general el sufrimiento de una gran parte de las masas urbanas en estos países
no se debe a una superexplotación por parte del gran capital, sino por el hecho
de que el gran capital no ve la forma de sacar unas ganancias suficientes
mediante su explotación. Esto es incluso más claro en África subsahariana.
Después de exprimir la riqueza del continente durante el período desde el
comienzo del comercio de esclavos hasta el fin del imperio en los ‘50, los que
dominaban el sistema mundial (incluyendo gobernantes locales que llevaban su
dinero a Europa y Norteamérica) están dispuestos ahora a descartar a la mayoría
de su gente como “marginal” para sus requerimientos.
Marx describió muy bien el proceso por el cual crece el sector informal,
observando la sociedad británica hace 150 años:
Los capitales adicionales formados a lo largo de la acumulación normal, sirven
preferentemente de vehículo para la explotación de nuevos inventos y
descubrimientos, y en general de perfeccionamientos industriales en general.
Pero también el viejo capital llega con el tiempo al momento de su renovación
de cabeza y miembros, momento en que cambia de piel y vuelve a renacer en
forma técnica perfeccionada, en que una masa menor de trabajo se basta ya para
poner en movimiento una masa mayor de maquinaria y materias primas.
…El capital adicional formado en el curso de la acumulación, en proporción a
su magnitud, atrae cada vez menos obreros… El capital viejo… repele cada vez
más obreros ocupados antes por él.105
Así, pues, la población obrera produce, junto con la acumulación del capital
producida por ella misma y en volumen creciente, los medios de su propio
exceso relativo.106
Tan pronto como la producción capitalista se adueña de la agricultura… la
demanda de población obrera agrícola disminuye en términos absolutos… Por eso,
una parte de la población agrícola rural se halla continuamente a punto de
pasar al proletariado urbano.107
Esta dinámica produce un componente “estancado” del “ejército activo de
trabajadores” con “empleo extremadamente irregular”:
Su nivel de vida desciende por debajo del nivel normal medio normal de la
clase trabajadora y es eso lo que la convierte precisamente en amplia base de
ramas propias de explotación del capital… Sus características son el máximo de
trabajo y el mínimo de salario… Su volumen se extiende a medida que con el
volumen y la energía de la acumulación quedan “sobrantes” mayor número de
obreros.108
La fuerza de trabajo disponible se desarrolla por las mismas causas que la
fuerza expansiva del capital. La magnitud relativa del ejército industrial de
reserva aumenta, pues, con las potencias de la riqueza. Mas cuanto mayor sea
este ejército de reserva en proporción al ejército obrero activo, tanto más
masiva será la superpoblación consolidada, cuya miseria se halla en razón
inversa a los tormentos de su trabajo… Ésta es la ley general, absoluta, de la
acumulación capitalista.109
La relación entre fijos y precarios
Sin embargo, este no es el fin de la cuestión. El capitalismo usa a aquellos a
los que les niega el sustento. Los usa para ejercer mayor presión sobre los que
explota en las áreas más productivas de la economía. El crecimiento de la fuerza
de trabajo en el sector informal, lejos de beneficiar a la fuerza de trabajo en
el sector formal, ha ido acompañado de un aumento en la explotación de los
trabajadores de este sector, y en muchos casos de un deterioro en sus
condiciones.
El deterioro es más marcado en África, donde la escala de la caída en el salario
real de los que tienen trabajo es tan grande que parece increíble. Un informe de
1991 habla de “una caída aguda del salario real… una caída promedio del 30%
entre 1980 y 1986… En varios países la tasa promedio ha caído un 10% al año
desde 1980… El salario mínimo cayó el 20% en promedio durante ese período”.110
Hubo:
un virtual colapso en Somalia, Sierra Leona y Tanzania… Las caídas de salario
observadas fueron mucho mayores que la caída del ingreso per cápita en la
región… Los asalariados han cargado con el peso de la crisis… Los
trabajadores, especialmente en las ciudades, han sido pauperizados por la
inflación y la devaluación.111
Este colapso de los salarios explica en gran parte la ferocidad de la guerra
civil en algunas partes como Sierra Leona, donde el salario inicial en los
rangos más bajos del funcionariado era sólo la quinta parte de la cifra de
1989:112 la guerra parecía la única forma de ganar un sustento mínimo para una
parte de la población masculina joven.
En América Latina el crecimiento del sector informal en los ‘80 fue acompañado
por una caída de más del 10% en los salarios industriales reales, aunque hubo
alguna recuperación a principios de los ‘90 antes de que la crisis asiática
golpeara al continente a finales de la misma década. En India, el salario real
en el sector formal no parece haber declinado. Pero el salario promedio tampoco
ha aumentado durante las casi dos décadas de crecimiento económico.
Tanto en India como en América Latina también ha habido un cambio de ciertos
empleos en la gran industria del sector formal al informal. Esto permite a las
gerencias reducir sus costos salariales… y ejercer presión sobre la fuerza de
trabajo que queda en el sector formal para que acepte peores condiciones. En
Gujarat, una de las principales áreas de la industria india:
El aumento de la porción del trabajo casual en la fuerza de trabajo de la
industria local ha sido un cambio fundamental que ocurrió durante los últimos
30 años. Estimo que al menos un 50% de los trabajadores industriales son
temporales o contratados…
La distinción entre trabajadores permanentes y temporales… surge de los
esfuerzos constantes de la patronal para evitar las leyes y regulaciones
laborales para mantener el trabajo lo más barato posible y de la falta de
dedicación de los funcionarios responsables de implementar la legislación y de
vigilar su cumplimento… Los trabajadores temporales desempeñan generalmente
los trabajos no cualificados y más duros como carga y descarga, alimentación
de maquinarias, empaquetado de productos terminados y limpieza… Su pago diario
no excede el salario mínimo oficial por jornada, no tienen ningún beneficio
adicional y son fáciles de despedir… Están más allá del alcance de la
legislación, carecen por lo tanto de la atención de los dirigentes sindicales,
para los que las leyes laborales son el punto de inicio de todas sus acciones.
Las mujeres han contribuido sustancialmente al crecimiento del trabajo casual
en la fuerza de trabajo local. También tienen suministro de trabajo
proveniente del campo por contratistas que los gerentes consideran como más
confiables y menos propensos al ausentismo que los trabajadores locales.113
En partes de América Latina también ha habido una tendencia a que trabajos que
antes eran desempeñados por la fuerza de trabajo permanente “formal” ahora se
hagan a través del sector informal. El empleo informal solía ser factible sólo:
para empresas pequeñas y empresas que toman sólo fuerza de trabajo temporal,
tales como la cosecha y las empresas constructoras… Esto parece haber cambiado
a principios de los ‘90… Este fue un momento de recesión y cada vez más
empresas (supuestamente pequeñas y medianas) se transformaron en informales
para evadir el pago no sólo del salario indirecto sino también de todos los
impuestos. Además de esto, una nueva tendencia se hizo más significativa, la
así llamada tercerización que significa el reemplazo de los empleados
permanentes (mayormente con empleo formal) por proveedores autónomos… en los
sectores más avanzados de la economía.114
Se debe señalar que esto no implica el fin del sector formal. Todavía tiene
ventajas para ciertos empleadores. En Gujarat la patronal no se siente capaz de
cumplir sus requerimientos laborales con trabajo temporal o bajo contrato:
Los trabajadores permanentes reciben beneficios. Sus empleadores contribuyen a
los fondos de previsión social, a las pensiones y bonificaciones, licencias
pagadas e indemnización y son más difíciles de despedir. Generalmente son más
cualificados o experimentados y son considerados como indispensables y más
leales… Se encuentran en grandes y pequeñas fábricas con una división no
rudimentaria del trabajo y una tecnología comparativamente más sofisticada,
como la industria de ingeniería.115
Desde el punto de vista de la patronal el uso de trabajo casual y bajo contrato
es un arma de doble filo. Les permite reducir los costos laborales e imponer un
aumento de la carga laboral sobre los trabajadores. Pero también implica que
tienen una fuerza de trabajo más proclive a ser atraída por mejores puestos de
trabajo en otros lugares. Y también socava cualquier intento de presentarse como
“socios” leales de sus trabajadores.
Uno de los empleadores de Gujarat explicaba:
No trabajamos con contratistas… Empleamos a personas conocidas. Necesitamos
confianza y la obtenemos a través de recomendaciones. No se atreven a
decepcionar. Tienen temor.116
Y como señala Heen Steefkerk, que llevó a cabo este estudio, el uso de trabajo
temporal y por contrato hace más difícil para la patronal fingir que todos son
parte de una misma familia feliz:
Más trabajadores por contrato significa alterar el curso de la transición
industrial local. Indica otro clima de trabajo y relaciones laborales
cambiantes. Estas tendencias implican una mayor objetivación de las relaciones
de trabajo, o, en otras palabras, una mayor alienación social entre los
trabajadores y los propietarios o los gerentes.117
En São Pablo, la ciudad industrial más importante de Brasil, el sector formal se
contrajo levemente durante la recesión de principios de los ‘90, para expandirse
nuevamente a mediados de la década hasta llegar a ser más grande que hace diez
años y, aunque la fuerza de trabajo informal ha crecido cerca del 70% en ese
período, la cantidad de trabajadores con empleo “formal” en el sector privado
permaneció más de cuatro veces por encima de la cifra de los trabajadores
“informales”.118 El empleo informal ha mordido significativamente los márgenes
de la fuerza de trabajo formal. Pero todavía deja intacta una fuerza de trabajo
masiva a la que los patrones no pueden o no quieren “informalizar”. Es
equivocado hablar de “desproletarización”,119 como hace Paulo Singer. Más bien,
lo que está ocurriendo es una reestructuración de la fuerza de trabajo, con las
grandes empresas delegando algunas tareas (generalmente poco cualificadas y por
lo tanto fácilmente desempeñadas por una fuerza de trabajo flotante) a pequeñas
empresas, a contratistas o a autónomos.
Se debe aclarar que este fenómeno no es para nada nuevo en la historia del
capitalismo. El empleo casual frecuentemente ha jugado un papel importante en
ciertas industrias, por ejemplo en los puertos de Gran Bretaña hasta finales de
la década de 1960. Las formas de trabajo bajo contrato son muy viejas: eran muy
comunes en las fábricas textiles en la revolución industrial. En las minas tanto
en Gran Bretaña como en Estados Unidos en el siglo XIX los supervisores o
capataces reclutaban trabajadores y los propietarios les daban una suma de
dinero para pagarles. Esos grupos casuales de trabajadores no siempre se
sintieron parte de la clase trabajadora. Durante años, o incluso décadas,
estuvieron separados frecuentemente de las luchas de otros sectores de la clase.
Pero el potencial de lucha de estos sectores siempre estuvo presente, y cuando
se transformaba en realidad ésta podía ser muy dura y con matices
insurreccionales.
Friedrich Engels observó precisamente esta tendencia en 1889 cuando los
portuarios de Londres fueron por primera vez a la huelga. Escribió:
Hasta ahora el extremo este de Londres ha estado en un estado de estancamiento
y pobreza, su sello era la apatía de los hombres cuyo espíritu había sido
quebrado por hambre y que habían abandonado todo tipo de esperanza. Cualquiera
que se encontrara allí se perdía física y moralmente. Y ahora, esta gigantesca
huelga de los elementos más desmoralizados de todos, los trabajadores
portuarios, no la fuerza regular de hombres experimentados, relativamente bien
pagados en empleo permanente, sino los que casualmente aterrizaron en el
puerto, los Jonás (los desgraciados) que han sufrido el naufragio en todas las
otras esferas, hambreados por el mercado, una confusión de vidas quebradas
dirigiéndose directamente a la ruina… Y esta masa desesperada de la humanidad
que, cada mañana cuando se abre el puerto literalmente se lanzan a la batalla
para ser los primeros para alcanzar al hombre que los contrata, esas masas que
se reúnen casualmente y cambian todos los días, se han combinado exitosamente
para formar una banda de
40.000, mantener la disciplina e inspirar el temor de las poderosas compañías
portuarias… Más allá de cuál pueda ser el resultado de la huelga, significa
que el estrato más bajo del extremo este de los obreros ha entrado al
movimiento y que el estrato superior lo seguirá pronto…
Y hay más. Debido a la falta de organización y a la existencia vegetativa
pasiva de los trabajadores reales de la zona, el lumpenproletariado ha tenido
hasta ahora la última palabra, proponiéndose como el prototipo y el
representante de millones de hambrientos. Esto ahora dejará de ser así. El
vendedor ambulante y su especie serán empujados atrás, los trabajadores del
este serán capaces de desarrollar su propio prototipo y así organizarse.120
Este punto es muy importante. A nivel internacional estamos recién emergiendo de
dos décadas de derrotas y desmoralización de los trabajadores en todo el mundo.
Esto alimentó el fatalismo sobre la posibilidad de luchar, que se reflejó en una
gran cantidad de estudios que describían el sufrimiento de los pobres y los
oprimidos, mostrándolos siempre como víctimas, raramente como luchadores. Hay
toneladas de material auspiciado por la OIT sobre la “exclusión social”: un tema
adecuado para los burócratas que dirigen esos organismos. En estos estudios
temas como la “flexibilización” y la “feminización” de la fuerza de trabajo se
volvieron formas académicas estereotipadas de minimizar las posibilidades de
lucha, aunque algunos de los que llevaron adelante esos estudios intentaron
escapar del paradigma en el que estaban atrapados. Los estereotipos le dieron
excusas a la burocracia sindical para evitar la lucha. Lo que comienza como un
error de evaluación de la posibilidad de lucha se convierte en un obstáculo real
para desencadenarla.
Las maquiladoras
Frecuentemente con el discurso del sector informal supuestamente “no
organizable”, va asociada la enorme cantidad de literatura sobre las
maquiladoras: las unidades de producción establecidas por las multinacionales en
los países del tercer mundo que llevan adelante determinadas tareas rutinarias
clave en la cadena de producción global. Los arquetipos son los establecimientos
textiles de empresas como Gap o Nike en “zonas francas”, o “zonas de libre
comercio”, (en inglés, “EPZs”, o “zonas de procesamiento de exportaciones”) en
lugares del tercer mundo como Indonesia, América Central o Filipinas. Naomi
Klein describe esto gráficamente en No Logo:
Hay al menos 850 EPZs en el mundo… desparramadas en 70 países y que emplean
algo así como 27 millones de trabajadores… Independientemente de dónde esté
ubicada la EPZ, las historias de los trabajadores tienen una cierta similitud:
la jornada laboral es larga: 14 horas en Sri Lanka, 12 horas en Indonesia, 16
en el sur de China y 12 en Filipinas. La gran mayoría de los trabajadores son
mujeres, siempre jóvenes, siempre trabajando para contratistas o
subcontratistas… llenando órdenes para compañías que tienen sus casas
centrales en Estados Unidos, Gran Bretaña, Japón, Alemania o Canadá. La
administración es de estilo militar, los supervisores frecuentemente son
abusadores, los salarios por debajo de la subsistencia y el trabajo de muy
baja calificación y tedioso.
Mientras camino por las calles vacías de Cavite (en Filipinas), puedo sentir
la impermanencia amenazante, la inestabilidad, subyacentes de la zona. Las
fábricas que parecen cobertizos están conectadas tan levemente con el país que
las rodea… que parece como si los empleos que llegaron aquí del norte podrían
volar rápidamente de nuevo… El temor invade la zona. Los gobiernos temen
perder sus fábricas extranjeras; las fábricas temen perder los compradores de
sus marcas; y los trabajadores temen perder sus empleos inestables. Estas
fábricas están construidas en el aire, no en la tierra.121
Estos relatos son una exposición brillante de la avaricia y la inhumanidad de
los que dirigen las multinacionales. Pero como muchos estudios académicos
ortodoxos sobre la fuerza de trabajo informal (especialmente los auspiciados por
la OIT), son muy pesimistas cuando se trata de las posibilidades de resistir.
Primero, las multinacionales no pueden simplemente maltratar a sus trabajadores.
No es tan fácil como les gustaría a las multinacionales y como piensa la gente,
cerrar sus instalaciones y trasladarse a otra parte. Establecer los lazos en una
cadena de producción global requiere un gran esfuerzo de las multinacionales.
Tienen que asegurar los mecanismos para lograr el control de calidad en cada
etapa de la producción, los medios de transporte confiables, una fuerte
estructura policial para protegerlos de los pequeños robos, suministro de agua
limpia,122 y sobre todo, una fuerza de trabajo entrenada en los ritmos del
trabajo repetitivo durante largas horas. No pueden obtener esto simplemente
tomando gente de las calles y después despidiéndolos a su antojo. Esto significa
que aunque pueden reclutar personas desde la fuerza de trabajo informal, una vez
que éstas están empleadas probablemente les den algunas de las condiciones de la
fuerza de trabajo formal… aunque hagan esto en el medio de un régimen laboral
policíaco. Un estudio de las maquiladoras en Honduras, por ejemplo, muestra que
los salarios son considerablemente más altos que en el sector informal. El
ingreso medio de los trabajadores es de 141 dólares al mes, frente a 91 dólares
que ganaban los trabajadores en sus empleos anteriores y menos de un dólar al
día que tienen para vivir el 47% de la población del país.123 Una multinacional
necesita una fuerza de trabajo de la que pueda extraer el máximo de plusvalía,
es decir que trabaje eficientemente y sea capaz de sostener los ritmos de
producción impuestos sin sacrificar la calidad.
Cuando Henry Ford empezó la producción en masa, los métodos de línea de
ensamblaje en la industria automotriz, veía que la forma más efectiva de
explotación estaba en estabilizar una fuerza de trabajo bajo un estricto control
gerencial. Thomas O’Brien ha explicado cómo algunas de las primeras
multinacionales norteamericanas en operar en América Latina hacían esfuerzos
para estabilizar sus fuerzas de trabajo dando mínimas concesiones-vivienda en
las casas de la compañía, clínicas de salud, escuelas, instalaciones de deporte,
incluso vacaciones pagadas. El objetivo era mantener a los trabajadores a un
nivel mínimo de aptitud bajo una extendida disciplina gerencial tanto en sus
hogares como en el lugar de trabajo. Incluso la notablemente explotadora United
Fruit Company vio la posibilidad de beneficiarse de esas medidas.124
La misma lógica se aplica a las empresas involucradas en la producción en masa a
través de líneas de ensamblaje global. Las funciones clave que afectan a la
calidad del producto (por ejemplo el corte de prendas) son desempeñadas por los
empleados con más antigüedad, los trabajadores casuales se usan para tareas que
requieren más la fuerza bruta que una mínima calificación. Por supuesto, esto no
descarta que las multinacionales evaden ciertos impuestos simulando ante las
oficinas del Gobierno —supuestamente responsables de supervisar el cumplimiento
de la legislación laboral— de que sus empleados son eventuales, informales o “no
organizados”.
Este elemento de estabilidad en la fuerza de trabajo es importante porque
significa que los trabajadores pueden resistir y ganar. Las condiciones en
muchas de las plantas de indumentaria y calzado en Corea del Sur en la década de
1960 eran exactamente iguales a las que describe Naomi Klein. George E. Ogle
hablaba de “el sudor, la sangre y las lágrimas de las jóvenes mujeres que
trabajaban en las industrias de exportación durante los ‘60 y los ’70: textil,
indumentaria, electrónica, químicos”:
El 83% de los empleados de la industria textil son mujeres. Tienen entre 16 y
25 años de edad, y en primer lugar vienen del campo… Las habilidades usadas en
la industria textil se pueden aprender rápidamente. Una vez que las máquinas
están en su lugar, lo único que se necesita es el suministro de trabajo
constante, barato y diligente. Las mujeres proveen ese trabajo. En 1970 había
alrededor de 600.000 mujeres empleadas en la manufactura. Eso era alrededor
del 30% de toda la fuerza de trabajo. La mayoría estaba en textiles… En 1980
había alrededor de un millón y medio de trabajadoras en la minería y la
manufactura… Los encargados de reclutar personal iban al interior para buscar
trabajadoras. El contrato de empleo se entendía que era tanto con la familia
como con la persona realmente empleada. La familia, era responsable por el
trabajo y el comportamiento de su hija en la fábrica. Una vez empleadas, las
jóvenes mujeres eran alojadas en dormitorios de la compañía que usualmente
estaban ubicados dentro de sus muros.
En la fábrica las mujeres generalmente son supervisadas por hombres. Los
hombres esperan una obediencia de estilo tradicional. Suponen una superioridad
tradicional. Hablan en órdenes tradicionales y cuando se irritan pueden
responder bien con un tradicional golpe en la cabeza o una cachetada.125
Bajo el gobierno militar de Chun Doo Hwan en los ‘70 y principios de los ‘80 los
intentos de resistencia fueron aplastados con virulencia. El ataque al sindicato
de la compañía textil Wonpoog en 1982 era un ejemplo típico:
La nueva presidente del sindicato… Kim Sung Koo y un capataz en la planta
(también del sindicato) fueron golpeados y después despedidos por abandono de
sus obligaciones. Dos semanas después, un grupo de hombres, algunos de los
cuales pertenecían a la gerencia y otros eran de bandas, tomaron el local del
sindicato y secuestraron a la presidente recientemente electa… Chung Son Soon.
Estas bandas la retuvieron durante 17 horas. La golpearon, la amenazaron y la
humillaron y después la arrojaron de un auto en algún lugar de las afueras de
la ciudad. Descalza y sangrando, regresó a la fábrica. En la planta sus amigos
hicieron una sentada… La policía, los gerentes y las bandas se unieron para
arrastrar literalmente a los trabajadores afuera de la planta y arrojarlos a
la calle. Los miembros del sindicato fueron arrestados.126
Estos métodos quebraron la mayoría de los intentos de los trabajadores de
organizarse durante dos décadas. Pero en 1987 el régimen militar entró en una
crisis política y el país se vio barrido por movilizaciones que involucraban
sectores de la clase media. Con este trasfondo, los trabajadores comenzaron a
pelear por sus propios intereses. La revuelta comenzó primero en las grandes
empresas, en los chaebols. Más de dos tercios de las empresas con más de mil
trabajadores fueron alcanzadas por huelgas. Su ejemplo pronto inspiró a otros:
Los chaebols se organizaron primero y poco después las empresas de todos los
tamaños también se organizaron rápidamente. El entusiasmo se extendió más allá
de las fronteras de los trabajadores industriales de “cuello azul”, y llegó al
sector de “cuello blanco” de servicios de salud, investigación en agencias del
gobierno, instituciones educativas, y a las compañías de seguro…127
Alrededor del 33% de los trabajadores coreanos están en pequeñas empresas que
emplean entre cinco y cien personas… Un patrón claro que emergió al comienzo
de las irrupciones obreras de 1987 fue que las plantas pequeñas y medianas
comenzaron a organizarse a la misma velocidad que los grandes chaebols… Los
trabajadores en esas empresas ampliaron su coraje y su conciencia y se
arriesgaron. Subsecuentemente, una buena parte de ellos se ha mantenido
organizando asociaciones regionales para la protección mutua.128
Las maquiladoras no son imposibles de organizar. Tampoco los trabajadores en la
gran cantidad de pequeños lugares de trabajo que componen gran parte del sector
“informal” en América Latina y el sudeste de Asia. Lo que ocurrió en Corea del
Sur puede ocurrir en otras partes. Pero para que esto pase se requiere algo más
que el enfoque rutinario de la organización que caracteriza a las burocracias
sindicales en todo el mundo.
Por ejemplo, un relato de las grandes huelgas textiles de Bombay de 1982-83 da
un cuadro distinto del de Corea. La huelga comenzó como un levantamiento
semiespontáneo desde abajo (los trabajadores manifestaron en la puerta de la
residencia de Datta Samant, que se transformó en la figura de la huelga, para
que los “dirigiera”) y se transformó en una de las huelgas más prolongadas de la
historia mundial, que duró un año, involucrando a cientos de miles de
trabajadores y dominando la vida política de la capital comercial e industrial
de la India. Pero nunca se extendió del sector “organizado” de las grandes
plantas a las pequeñas y a los tejedores autónomos empobrecidos: de hecho muchos
huelguistas comenzaron a trabajar en el sector informal sin que nadie los
considerara esquiroles. Esto le permitió a la patronal aguantar durante un año y
derrotar a los trabajadores, ya que nunca tuvieron escasez de ropa.
Las condiciones en el sector informal eran terribles:
Una visita recuerda una de las escenas asociadas normalmente con el comienzo
de la revolución industrial: miles de personas durmiendo dentro o cerca de los
innumerables cobertizos destartalados en los que el ruido ensordecedor de los
telares se escucha las 24 horas del día, sin ventilación, sin luz adecuada,
los niños haciendo un trabajo tedioso durante horas, polvo y suciedad por
todas partes.129
Pero en Corea había una red de activistas dispuestos a soportar las dificultades
que implicaba organizar esos lugares y así sacar ventaja del ascenso más general
de la lucha en 1987. Esta red faltaba en Bombay:
Los sindicatos activos en la industria textil nunca han sentido la urgencia de
preocuparse por el bienestar de los trabajadores de los telares entre los que
casi no hay sindicalización. Con pocas excepciones, los sindicatos prefieren
el acceso fácil a los trabajadores ofrecido por las fábricas al trabajo
cansado y poco recompensado de organizar a los trabajadores de los telares,
aunque todos acuerdan en que la situación de estos últimos es mucho peor y que
se necesita la sindicalización.130
Un dirigente sindical que estaba de acuerdo con que la organización de estos
trabajadores era necesaria se quejaba de la falta de voluntad para emprender
esta ardua tarea: “Uno debe estar y vivir con ellos si quiere ganar su
confianza”.131 Hay otras opiniones similares que explican la ausencia de
actividad sindical en esta área importante. Esta negativa ha tenido serias
consecuencias para la organización del trabajo textil en el largo plazo. Permite
a la patronal usar la subcontratación como una parte integral de la estrategia
de crecimiento de sus empresas.132
Las victorias en Corea muestran la posibilidad de organizar a los trabajadores
informales y de las maquiladoras, de llevarlos detrás de las luchas iniciadas
por los grupos más grandes y más seguros de trabajadores. La derrota en Bombay
mostró los peligros para los grupos más seguros de no atraer a la lucha a los
trabajadores informales. Los peligros no son simplemente una cuestión de recorte
de salarios, pérdida de empleos y deterioro de las condiciones de trabajo. La
derrota puede tener un impacto devastador en la sociedad. Durante la huelga
había una unidad entre los distintos grupos religiosos y castas que componen las
clases más bajas de Bombay. Después de la derrota, creció la posición dominante
en amplias áreas de la ciudad de Shiv Sena, una organización política basada en
la estrategia de poner a los hindúes en contra de los musulmanes, culminando en
los asesinatos contra la población musulmana, nueves años más tarde, en 1992. La
unidad en la lucha había creado una sensación de solidaridad que después atrajo
a la vasta masa de trabajadores informales, autónomos, los pobres desocupados y
los sectores empobrecidos de la pequeño burguesía. La derrota llevó a actitudes
sectarias y conflictos comunales de la pequeño burguesía que influenciaban a los
autónomos, a los desocupados y a amplios sectores de trabajadores.
Fue un ejemplo clarísimo de que hay dos direcciones distintas en las que puede
encaminarse la desesperación y el encarnizamiento que existe entre las
“multitudes” de las grandes ciudades del tercer mundo. Una dirección involucra
colectivamente a los trabajadores en lucha y atrae a millones de otros sectores
empobrecidos detrás de ellos. La otra implica que los demagogos explotan la
sensación de desesperanza, desmoralización y fragmentación para dirigir el
encarnizamiento de un sector de las masas empobrecidas contra otro.
Por esto la clase trabajadora no puede simplemente ser vista como un
agrupamiento más dentro de la “multitud” o del “pueblo” sin una importancia
intrínseca para la lucha contra el sistema.
Conclusión
El cuadro de conjunto no es de desintegración o de declive de la clase
trabajadora sino que, a escala mundial, la clase trabajadora es más grande que
en cualquier otro momento, incluso si la tasa de crecimiento se ha desacelerado
con las crisis sucesivas en la economía mundial y la tendencia en todas partes
es hacia formas de producción intensivas en capital que no emplean a nuevas
personas en cantidades masivas.
Tampoco es el cuadro en el cual el empleo obrero es transferido a gran escala de
las viejas economías industriales del “norte” a las economías previamente
agrarias del “sur”. La nueva división internacional del trabajo se está
desarrollando principalmente dentro de la “tríada” de Norteamérica, Europa y
Japón, con un papel menor de los NICs del este de Asia y la costa este de China.
También hay una expansión del empleo industrial dentro de algunas de las
ciudades florecientes del “sur”— pero la expansión es desigual, no alcanza a
regiones enteras y no se debe principalmente a la transferencia de empleos desde
el norte.
En el norte y en el sur han ocurrido repetidas crisis con reorganización de las
estructuras de acumulación. Esto está produciendo una recomposición de la clase
trabajadora similar, en escala, a las recomposiciones que ocurrieron en la
última mitad del siglo XIX cuando la industria pesada empezó a superar a la
textil como centro de la acumulación y en los años de entreguerras cuando las
industrias ligera y automovilística empezaron a ocupar un lugar central. Estamos
asistiendo a un cambio doble. La producción de ciertas mercancías
“inmateriales”, lo que usualmente se clasifica como parte del sector servicios,
tiene una importancia creciente, pero involucra formas de trabajo muy similares
a las de la industria. Y tienen una importancia creciente ciertas formas de
trabajo que en sí mismas no producen mercancías, pero que sirven para mantener y
aumentar la productividad de los productores directos.
Como estos sectores son cada vez más importantes para el capital, éste reacciona
intentando recortar sus costos laborales, produciendo una creciente
proletarización de sectores que tradicionalmente se consideraban de “clase
media”. Mientras tanto, hay una mayor presión también sobre los productores
directos, con una mayor intensidad del trabajo (disfrazada de “flexibilización)
y, en algunos casos, un aumento en la jornada laboral: el número más alto de
horas trabajadas por año se encuentra en Estados Unidos, con 1.991 para los
trabajadores de producción en la manufactura, contra 1.945 en Japón, 1.902 en
Gran Bretaña, 1.672 en Francia y 1.517 en Alemania.133
La clase trabajadora no está desapareciendo ni se está aburguesando. No se está
transformando en una capa privilegiada. No se está beneficiando del
empobrecimiento de amplios sectores del tercer mundo, especialmente África. Está
creciendo aunque a la vez está siendo reestructurada a nivel global.
La mayoría de la población del mundo todavía pertenece a otras clases
subordinadas. En China, el subcontinente indio y gran parte de África, los
campesinos superan numéricamente a los trabajadores. Hay casos en África y
partes de América Latina de personas que intentan reestablecerse como pequeños
campesinos porque no pueden encontrar trabajo en las ciudades. En algunas de las
ciudades más grandes del mundo, los trabajadores permanentes son superados
numéricamente por una población flotante de autoempleados, de desocupados y de
los que tienen empleo casual y ocasional. En los países industriales avanzados
todavía existe la vieja pequeña burguesía de los pequeños comerciantes, dueños
de bares, pequeños empresarios y profesionales, y junto a ella una nueva clase
media de gerentes.
Los trabajadores frecuentemente viven, trabajan y tienen familias ligadas a
miembros de estas otras clases. Pueden estar influidos por su estado de ánimo,
pero también pueden ejercer una influencia decisiva sobre el estado de ánimo de
éstas, como vimos en el caso de los trabajadores textiles de Bombay.
Ciertas cuestiones alientan a estos distintos grupos a pelearse entre sí. Hay
luchas comunitarias que unen a todos los que viven en ciertas localidades de
clase más baja, independientemente de la forma en la que se ganan la vida.
Pueden compartir la experiencia de tomar las calles y de enfrentarse juntos a
los estratos más altos de la sociedad. En estas luchas parecen más adecuadas las
nociones de “masa”, “pueblo”, “multitud” o las coaliciones arcoiris que la
noción de clase. El ejemplo más reciente de estos ascensos de masas
policlasistas fue la ola de cacerolazos de los barrios de la ciudad de Buenos
Aires que barrió a los gobiernos de De La Rúa y Rodríguez Saá del poder en
Argentina a finales de 2001, y las asambleas barriales que surgieron de
ellos.134
El mismo movimiento anticapitalista tiene algunas características similares. Su
base inicial, como la del primer movimiento de finales de la década de 1960, no
estaba compuesta de personas arraigadas en el proceso productivo: eran
estudiantes, jóvenes sin empleo permanente, trabajadores que participaron de sus
actividades como individuos sin ningún sentimiento claro de identidad de clase,
profesionales… Como descripción de estos movimientos, el término “multitud” no
es completamente equivocado. Una coalición de fuerzas dispares se ha unido para
dar una nueva y masiva importancia a la lucha contra el sistema, tras dos
décadas de derrota y desmoralización.
Pero la glorificación de la disparidad encarnada en el término evita que la
gente vea lo que se debe hacer para construir el movimiento. No reconoce que lo
que hizo tan importante las movilizaciones en Génova y Barcelona fue el hecho de
que los trabajadores organizados comenzaron a involucrarse en las protestas. No
identifica la deficiencia más importante del movimiento en Argentina hasta la
fecha: la capacidad de las burocracias sindicales de levantar una pared entre
los trabajadores ocupados por un lado y las asambleas barriales y los
movimientos de desocupados por el otro.
El error es ver a los movimientos de grupos sociales dispares como “sujetos
sociales” capaces de llevar adelante la transformación de la sociedad. No son
capaces de esto. Debido a que no se basan en la organización colectiva arraigada
en la producción, no pueden desafiar el control sobre la producción que es la
clave del poder de la clase dominante. Pueden crear problemas a gobiernos
particulares. Pero no pueden comenzar el proceso de reconstrucción de la
sociedad desde abajo. Y en la práctica, los trabajadores que podrían comenzar a
hacer esto juegan sólo un papel marginal dentro del movimiento. Hablar de
“coaliciones arcoiris” o de “multitud” oculta la poca participación en el
movimiento de los que trabajan durante largas jornadas en empleos manuales o
rutinarios de cuello blanco (y con horas extras de trabajo no pagado de crianza
de los niños). Subestima el grado en el que este movimiento sigue dominado por
aquellos cuyas ocupaciones les dejan más tiempo libre y energías para ser
activos. Las teorías de moda sobre la “sociedad postindustrial” se vuelven así
una excusa para justificar una estrechez de miras y de acción que ignora a la
gran mayoría de la clase trabajadora.
Lo que ha sido maravilloso en los últimos dos años y medio desde Seattle es la
forma en la que una nueva generación de activistas se ha levantado para
enfrentarse al sistema. Pero lo que cada vez importa más ahora es que esta
generación encuentre las vías para relacionarse con la gran masa de trabajadores
que sufren bajo el sistema pero que tienen también la fortaleza colectiva para
combatirlo. Ésta es la lección de Génova. Ésta es la lección de Buenos Aires.
Ésta es la lección ignorada por aquellos que dan una visión distorsionada de la
realidad de la producción bajo el capitalismo actual, descartando a la clase
cuya explotación mantiene funcionando al sistema.
Chris Harman fue redactor de International Socialism, la revista marxista
trimestral del Socialist Workers Party (SWP), grupo hermano en Gran Bretaña de
En lucha/En lluita/Borrokan. Escribió además La locura del mercado y La nueva
crisis del capitalismo (folletos de En lucha), así como los libros Zombie
capitalism, A People’s History of the World y The Lost Revolution: Germany
1918-23, entre otros.
http://www.enlucha.org/site/?q=node/15981
Notas
1. Michael Hardt y Antonio Negri, Imperio, Harvard University Press, 2000. Las
referencias son a la traducción de esta obra distribuida gratuitamente por
internet, en: www.chilevive.cl.
2. Para un repaso de la literatura que adopta esta visión, ver “Introduction”,
in J. H. Goldthorpe, D. Lockwood et al, The Affluent Worker in the Class
Structure (Cambridge, 1971).
3. Así veía mucha gente a los trabajadores automovilísticos argentinos en la
ciudad de Córdoba, hasta que jugaron un papel de vanguardia en el Cordobazo, la
sublevación de 1969. Así que Aricó escribió, en 1964, que “el proletariado
industrial de las grandes empresas… constituye en cierto sentido un grupo
relativamente privilegiado, una aristocracia obrera… que disfruta de sueldos
altos porque sus hermanos de clase —trabajadores no cualificados, peones,
proletarios rurales, etc.— cobran sueldos de miseria”, mientras que Carri veía a
sus sindicatos como “el medio principal de la penetración imperialista en la
clase trabajadora”. Ambos citados en R Munck et al. Argentina From Anarchists to
Peronism (Londres, 1987).
4. N. Klein, No Logo (Londres, 2000), pág. 223.
5. Imperio, pág. 47.
6. Imperio, pág. 348-349.
7. Imperio, pág. 349.
8. L. Rozichtner, “El lugar de resistencia”, Página 12 (Buenos Aires), 26 de
febrero de 2002.
9. C. Harman, A People’s History of the World (Londres, 1999), pág. 615.
10. D Filmer, “Estimating the World at Work”, informe para el Banco Mundial,
World Development Report 1995 (Washington DC, 1995). Disponible en la web del
Banco Mundial: monarch.worldbank.org/pub/decweb/WorkingPapers/WPS
1400Series/wps1488.
11. Es decir, “Mining and quarrying, manufacturing, gas, electricity and water,
and construction.”
12. Es decir, “Trade, transport, banking, commercial services, not adequately
defined or described.”
13. Existen otros 1.200 millones de personas en edad laboral cuyo trabajo es
para sus propias familias, y por tanto no cuenta, aunque muchos de ellos, sobre
todo en el campo, también habrían estado involucradas en otros tipos de trabajo.
14. Ver, por ejemplo, mis cálculos del tamaño de la nueva clase media en Gran
Bretaña, en C. Harman, “The Working Class After the Recession”, International
Socialism 33 (otoño de 1986).
15. UNDIP, Human Development Report 1998, Tabla 21, pág. 175.
16. Idem.
17. Idem.
18. S. Rodwan y F. Lee, Agrarian Change in Egypt (Beckenham, 1986).
19. Danyu Wang. “Stepping on Two Boats: Urban Strategies of Chinese Peasants and
Their Children”, en International Review of Social History 45 (2000), pág. 170.
20. Idem.
21. S. Rodwan y F. Lee, ob. cit.
22. Cifras dadas por C. H. Feinstein, “Structural Change in the Developed
Countries in the 20th Century”. Oxford Review of Economic Policy, vol. 15, no. 4
(invierno de 1999), tabla A1.
23. “Introduction”, en R. Baldoz et al, The Critical Study of Work: Labor
Technology and Global Production (Filadelfia, 2001). pág. 7.
24. M. Hardt y A. Negri, ob. cit. pág. 249.
25. Todas las cifras en esta sección son de C. H. Feinstein. ob. cit.
26. R. E. Rowthorn, “Where are the Advanced Economies Going?”, en G. M. Hodgson
et al (ed.), Capitalism in Evolution (Cheltenham, 2001), pág. 127.
27. Idem.
28. Informe en Financial Times, 12 de febrero de 2002.
29. R. E. Rowthorn, ob. cit.
30. Idem.
31. Idem, pág. 131.
32. Describí algunos de estos argumentos con más profundidad en C. Harman,
Explaining the Crisis: A Marxist Reassessment (Londres, 1984), pp. 105-108.
33. R. Taylor, Britain’s World of Work: Myths and Realities (ESRC Future of Work
Programme Seminar Series, Swindon, mayo de 2002).
34. La frase citada en idem. Gran parte del debate en la izquierda acerca de
este tema durante el último cuarto siglo, ha sido influida por el argumento de
“deskilling” (la bajada en el nivel de habilidad necesaria para trabajar en la
industria) presentado en H. Braverman, Labor and Monopoly Capital (Nueva York,
1974). Pero la desaparición de habilidades específicas, aprendidas tras largos
años de aprendizaje en la industria, ha ido, en general, acompañada de un
aumento en el nivel promedio de alfabetización y de habilidad numérica,
requerido para cumplir una gama de trabajos, en continuo cambio debido a la
innovación técnica. Para una investigación de estos temas, más sofisticada que
la de Braverman, ver C. McGuffie, Working in Metal (Londres, 1985).
35. R. Taylor, ob. cit., pág. 18.
36. Considero la idea de la “nueva clase media”, de forma más extensa, en C.
Harman, “The Working Class After the Recession”, ob. cit., pp. 22-25.
37. The Guardian, 5 de junio de 2002.
38. M. Hardt y A. Negri, ob. cit., pág. 249.
39. Office for National Statistics [Oficina Nacional de Estadística], Labour
Force Survey (Londres, 2001).
40. Office for National Statistics, Living in Britain 2000, tabla 3.14,
disponible en www.statistics.gov.uk/lib/viewerChart486.html
41. R. Crompton y G. Jones, White Collar Proletariat (Londres, 1984), pág. 27.
42. Idem, pág. 20.
43. Todas las cifras provienen de “Employed Persons by Occupation, Age and Sex”,
en ftp://ftp.gov/pub/pub.specia.requests/If/aat9
44. Office for National Statistics, Social Trends 2001 (Londres, 2001), pág. 82.
45. C. Harman, “The Working Class After the Recession”, ob. cit., pp. 22-25.
46. Como he argumentado en otro escrito, la reestructuración entre las tres
grandes regiones del mundo industrializado —América del norte, Europa y el este
de Asia— ha sido más importante que la reestructuración en todo el planeta. Ver
C. Harman, “Globalisation: A Critique of a New Orthodoxy”, International
Socialism 73 (Invierno de 1996).
47. R-P. Bodin, “Wide-Ranging Forms of Work and Employment in Europe”, The
Future of Work, Employment and Social Protection, Organización Internacional del
Trabajo,
www.ilo.org/public/english/bureau/inst/papers/confrnce/annecy2001/bodin/...,
pág. l.
48. R. Taylor, ob. cit., pág.7.
49. R-P. Bodin, ob. cit., pp. 3-4.
50. Idem, pág. 5.
51. Idem, pág. 2.
52. Idem, pág. 2.
53. Idem, pp. 2-3.
54. R. Taylor, ob. cit., pág. 12. La pequeña discrepancia entre estas cifras y
las cifras europeas referentes a Gran Bretaña no es significativa, porque se
basan en investigaciones diferentes que llegaron a resultados muy parecidos.
55. Estas cifras son de la Office for National Statistics, Social Trends 2001,
ob. cit. tabla 4.6, pág. 88. Los resultados son muy parecidos en la encuesta en
R Taylor, ob. cit., pág 13.
56. Office for National Statistics, Social Trends 2001, ob. cit., pág. 88.
57. M. Hardt y A. Negri, ob. cit., pág. 257.
58. Ver C. Harman, “The State and Capitalism Today”, International Socialism 51
(verano de 1991), y C. Harman, “Globalisation: A Critique of a New Orthodoxy”,
ob. cit.
59. R. E. Rowthorn, ob. cit., pág 136.
60. Idem, pág. 135.
61. lbid, pp. 131-132.
62. R. Baldoz el al, ob. cit., pág. 9.
63. Idem. pág. 7.
64. Ésta, por ejemplo, es la impresión dada por Naomi Klein en No Logo, cuando
escribe acerca de “General Motors… traslandando la producción a las maquiladoras
y a sus clones en todo el planeta”, N. Klein, ob. cit., pág. 223.
65. Aunque yo, personalmente, quedé bastante sorprendido ante la sofisticación
de los equipos —ordenadores conectados a máquinas de coser— en la fábrica
Brukman en Buenos Aires, que había sido ocupada por sus trabajadores.
66. F. Palpacuer, “Development of Core-Periphery Forms of Organisation: Some
Lessons from the New York Garment Industry”, Organización Internacional del
Trabajo, www.ilo.org/public/english/bureau/inst/papers/1997/dp95/appndx.htm
67. Cifras citadas en A. Lateef, Linking Up with the Global Economy: A Case
Study of the Bangalore Software Industry (Organización Internacional del
Trabajo, 1997), www.ilo.org/english/bureau/inst/papers/ 1997/dp96.
68. M. Hardt y A. Negri, ob. cit. pág. 255.
69. Cifra dada en A. Lateef, ob. cit., cap. 2, pág. 9.
70. Cifra dada idem. cap. 4, pág. l.
71. Idem, pág. 3.
72. Idem, pág 15.
73. Idem, pág. 9.
74. Idem, pág. 10.
75. Idem, pág 11.
76. Cálculos muy aproximados, utilizando y ajustando las cifras dadas en las
tablas en D. Filmer, ob. cit.
77. Oficina Internacional de Trabajo, African Employment Report 1990 (Addis
Ababa, 1991), pág. 31.
78. Idem, pág. 26.
79. Idem, p44.
80. Cifras de PRELAC Newsletter (Santiago, Chile), abril de 1992, diagrama 3.
Con sector “formal” se refiere a las y los trabajadores que tienen contrato fijo
y los derechos asociados. El sector “informal” representa, en general, los
diferentes tipos de trabajo que se han llegado a llamar precarios: contratos
temporales; trabajos mediante agencias o subcontratas; trabajos dependientes de
empresas disfrazados de “autónomos”; trabajo en la calle, como vendedores
ambulantes, etc.
81. Idem.
82. Idem.
83. Singer, Social Exclusion in Brazil (Organización Internacional del Trabajo,
1997), cap. 2, tabla 7, disponible en
www.ilo.org/public/english/bureau/inst/papers/1997/dp94
84. Idem, pág. 17.
85. P. Nayak, Economic Development and Social Exclusion in India. OIT, 1994,
cap. 2, pág. l, disponible en
www.ilo.org.public/english/bureau/inst/papers/1994/dp77/ch2.htm. Las cifras
sobre el empleo en el censo de 2001, todavía no están disponibles.
86. Cifras en J. Unni, “Gender and Informality in Labour Markets in South Asia”,
Economic and Political Weekly (Bombay), 30 de junio de 2001, pág. 2367.
87. Las cifras son citadas, con fuentes, en idem, pág. 2369.
88. Idem.
89. T. Bulutay, Employment, Unemployment and Wages in Turkey (Ankara, 1997),
p196.
90. Idem, pág. 193.
91. Idem, pág. 200.
92. Economic Trends in the MENA Region, 2000,
www.erf.org.eg/html/economic_00/html
93. Idem, cap. 4.
94. P. Singer, ob. cit., cap. 2, tabla 10.
95. Yun-min Lin y Tian Zhy, “Ownership Restructuring in Chinese State Industry”,
China Quarterly, junio de 2001, pág. 307.
96. China Labor Bulletin, Hong Kong, 2001.
97. Según Financial Times, 26 de octubre de 2001. Callum Henderson sugiere una
cifra similar para la cantidad total de desempleados en China. Ver C. Henderson,
China on the Brink (Nueva York, 1999), pág. 20.
98. P. Singer, ob. cit., cap. 2, pág. 3.
99. Idem, cap. 2, pág. 14.
100. Ver, por ejemplo, las cifras dadas en J. Unni, ob. cit., tablas 19, 20 y
22, pp. 2375-2376. Existen, por supuesto, situaciones en las cuales una demanda
repentina de mano de obra sólo puede ser cubierta por el sector informal,
conllevando sueldos temporalmente más altos que en el sector formal. El mismo
fenómeno ocurre, por ejemplo, con el trabajo temporal en la construcción (“lump
labour”) en Gran Bretaña.
101. S. Gordon, Poverty and Social Exclusion in Mexico, OIT, 1997, p10
www.ilo.org/public/english/bureau/insdpapers/1997/dp93/index.htm
102. Idem.
103. Idem.
104. PRELAC Newsletter, ob. cit.
105. K. Marx, El Capital, Akal 1976, Libro 1, Tomo 3, pp. 90-91.
106. Idem, pág. 94.
107. Idem, pág. 108-109.
108. Idem, pp. 109-110.
109. Idem, pág. 111. Engels dio una descripción empírica detallada de la mano de
obra “excedente” en la década de 1840 en La Situación de la Clase Obrera en
Inglaterra.
110. OIT, African Employment Report 1990, ob. cit., p34.
111. Idem, pp. 37, 39.
112. Cifra, idem, pág. 40.
113. H. Steefkerk, “Thirty Years of Industrial Labour in South Gujarat: Trends
and Significance”, Economic and Political Weekly (Bombay), 30 de junio de 2001,
pp. 2399, 2402.
114. P. Singer, ob. cit., cap. 2, p16.
115. H. Steefkerk, ob. cit., pp. 2399, 2401.
116. Citado, idem, pág. 2402.
117. Idem.
118. P. Singer, ob. cit., cap. 2, tabla 9.
119. Idem, p17.
120. F. Engels, Carta a Bernstein, 22 de agosto de 1889.
121. N. Klein, ob. cit., pp. 205-206.
122. Para algunos esfuerzos por parte de empresas como Tesco y Coca-Cola para
conseguir tal control (“governance”) sobre cadenas globales, ver R. Kaplincky,
“Globalisation and Unequalisation”, y C. Dolan y J. Humphrey, “Governance in
Trade in Fresh Vegetables”, ambos en Journal of Development Studies, vol 57, no
2 (diciembre de 2000).
123. K. A. Ver Beek, “Maquiladoras: Exploitation or Emancipation”, en World
Development, Vol. 29, Nº 9 (septiembre de 2001). Como sugiere el título
(“Maquiladoras: Explotación o Emancipación”), este estudio es una apología para
las empresas maquiladoras, pero no hay motivo para pensar que las cifras sean
inventadas.
124. T. O’Brien, A Century of US Capitalism in Latin America (New Mexico, 1999),
pág. 52.
125. G. E. Ogle, South Korea: Dissent Within the Economic Miracle (Londres,
1990). pág. 82.
126. Idem, pág. 106.
127. Idem, pág. 116.
128. Idem, pág. 145,
129. H. van Wersch, The Bombay Textile Strike 1982-1983 (Bombay, 1992), pp.
45-46.
130. Idem, p46.
131. Idem.
132. Idem.
133. Ministerio de Salud, Trabajo y Bienestar, White paper on the Labour Economy
(Tokio), 18 de julio de 2001. Las cifras de Francia se refieren a 1998 y para
Alemania se refieren a la antigua Alemania Oriental en 1997. Las cifras de Gran
Bretaña son más altas que las citadas normalmente; éstas son más bajas porque se
basan en todos los trabajadores, no sólo en los de manufactura (y excluyen una
enorme cantidad de horas extras, nunca registradas ni pagadas, realizadas por
los trabajadores de cuello blanco.).
134. Para una descripción más extensa de estas asambleas, ver C. Harman,
Rebelión en Argentina, folleto de En lucha.
************
In:
Rebelión
http://rebelion.org/noticia.php?id=173466
5/9/2013
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