terça-feira, 10 de novembro de 2015

Trabajo enajenado: graduaciones de la enajenación



Francisco Umpiérrez Sánchez

Empecemos transcribiendo las palabras de Marx contenidas en la sección el
trabajo enajenado de su obra Manuscritos de Economía y Filosofía: “Como quiera
que el trabajo enajenado (1) convierte a la naturaleza en algo ajeno al hombre,
(2) lo hace ajeno de sí mismo, de su propia función activa, de su actividad
vital, también hace del genero algo ajeno al hombre; hace que para él la vida
genérica se convierta en medio de la vida individual. En primer lugar hace
extrañas entre sí la vida genérica y la vida individual, en segundo término
convierte a la primera en abstracto, en fin de la última, igualmente en su forma
extrañada y abstracta”.

Aclaro en primer término el concepto de naturaleza. Hay personas que por
naturaleza entienden el campo, los árboles, los ríos, las montañas, etc. Pero la
ciudad, sus edificios, las carreteras, las fábricas con sus instalaciones y
maquinarias, también son naturaleza; naturaleza transformada por la mano del
hombre, pero naturaleza a fin de cuentas. Así que cuando Marx habla de que el
trabajo enajenado convierte a la naturaleza en algo ajeno al hombre, se refiere
específicamente a los medios de producción. Y enajenación significa
sencillamente que los medios de trabajo, la materia primera y el producto
acabado no son propiedad de los trabajadores sino de los propietarios de la
empresa. La enajenación implica extrañamiento: aquello que no es tuyo pero es
donde realizas tu actividad vital es extraño. También implica dominio: aquello
que no es tuyo pero es de que lo que depende tu vida, el puesto de trabajo, se
presenta como una potencia ajena que te domina. La enajenación, el extrañamiento
y el dominio tienen distintas graduaciones. Varían en función del periodo
histórico, de la nación en cuestión y del puesto que se ocupe en la actividad
económica.

Aclaro en segundo términos los conceptos de vida genérica y vida individual.
Según Marx “la vida genérica, tanto en el hombre como en el animal, consiste
físicamente, en primer lugar, en que el hombre como el animal vive de la
naturaleza inorgánica, y cuánto más universal es el hombre que el animal, tanto
más universal es el ámbito de la naturaleza inorgánica de la que vive”.
Prácticamente no hay objeto ni parte de la naturaleza que el hombre no haya
convertido en objeto de la ciencia y aplicado al mundo de la producción. A casi
todo lo que existe sobre la faz de la tierra el hombre le extrae una utilidad.
De ahí que el ámbito de la producción, el ámbito del trabajo, sea el ámbito de
la vida genérica. El trabajo es fuente del salario y, por tanto, el medio por el
cual el hombre se provee de todo lo que necesita para vivir. Y quien no tiene
trabajo, sobre todo si vive en un país pobre, pierde su contacto con la
naturaleza inorgánica y muere. (Por naturaleza inorgánica entendemos toda la
naturaleza que no sea humana). Mientras que por vida individual entenderemos
toda la vida que desarrolla el ser humano fuera del ámbito del trabajo. Es obvio
que quien mejor esté situado en el ámbito de la producción, esto es, cuanto más
alto sea su retribución y más decisivo sea su papel en la actividad económica,
su vida individual será más plena y satisfactoria.

Reflexiono ahora sobre los conceptos de Marx y su relación con la realidad.
Todos los conceptos están determinados históricamente. Así que el concepto de
trabajo enajenado está determinado por la situación histórica en la que vivían
los trabajadores europeos en el siglo XIX. El trabajo necesario, la parte de la
jornada laboral que se traducía en salario, proporcionaba una vida bajo mínimo a
los trabajadores de aquel entonces. En esa época la enajenación era extrema y la
realización del trabajo se presentaba según Marx como desrealización del
trabajador. Los bajos salarios, las jornadas laborales de 14 y 18 horas, el
trabajo de los niños y la ausencia del Estado del bienestar hacían que el grado
de enajenación a la que estaban sometidos los trabajadores fuera inhumano.

Los dogmáticos, quienes solo ven a través de los conceptos, son incapaces de
percibir las peculiaridades del capitalismo actual y se lo representan como si
fuera el mundo que vivió Marx. Y de ese modo el concepto de trabajo enajenado se
vuelve rígido, anquilosado, desprovisto de realidad, perdiendo así toda la
plasticidad conceptual que debe atribuirse al pensador dialéctico. Por otra
parte están los detractores del pensamiento de Marx, quienes afirmando que el
mundo que vivió Marx ya no es el actual, concluyen que sus conceptos han dejado
de tener vigencia. El error de estos detractores consiste en confundir la época
histórica del modo de producción capitalista con las distintas fases históricas
del mismo. Es cierto que la fase histórica del capitalismo que vivió Marx no
tiene nada que ver con la actual, pero lo que también es cierto es que todavía
no hemos superado la época histórica del capitalismo. Y en consecuencia el
trabajo enajenado sigue teniendo vigencia. Afirmar que el concepto de trabajo
enajenado ha dejado de tener vigencia es muy distinto que afirmar que el grado
de enajenación del trabajo enajenado en la actualidad es muy distinto que el
grado de enajenación del trabajo enajenado del siglo XIX. La propiedad privada
sobre los medios de producción sigue siendo el rasgo dominante de la economía
capitalista; y al no ser los trabajadores propietarios de las condiciones de la
realización de su trabajo, dichas condiciones se presentan como ajenas, extrañas
y superpoderosas. De hecho el trabajador no es dueño de su puesto de trabajo.
Luego el mismo puesto de trabajo se sigue presentando como una potencia extraña
que lo domina. Las crisis económicas hacen resaltar esta enajenación y
extrañamiento del modo más cruel.

Entremos ahora en la reflexión sobre las peculiaridades del capitalismo actual.
Cuando hablo del capitalismo actual me refiero específicamente al que se da en
la Unión Europea. Pensemos en las empleadas de Inditex. Todo lo que les rodea,
el local donde desenvuelven su trabajo y las prendas y calzados que venden, no
les pertenece. En este sentido viven una enajenación plena. Sucede además que
cuando pierden el empleo, cuando les rescinden el contrato, reciben una carta de
despido y nada más. No tienen a nadie al que recurrir para poder evitar el
despido. Los dueños de la empresa viven lejos y resultan del todo inaccesibles.
No pueden presionarlos. La propiedad en las grandes empresas se presenta a los
trabajadores como una potencia superpoderosa e intocable. Aquí el extrañamiento
es absoluto. Distinto es el caso de los directivos de la empresa. Su retribución
y el acceso a la información sobre el balance y la cuenta de resultados les
permiten vivir una enajenación muy atenuada. Tal vez tengan acciones, es lo más
probable, y su indemnización por despido es más que suculenta. Por otra parte,
el mercado de trabajo de los directivos es más reducido que el de las empleadas,
la competencia es menor, de manera que la posibilidad de conseguir otro empleo
es muy alta. Por último, he de señalar que los propietarios que poseen pocas
acciones y, en consecuencia, no pueden participar ni influir en el consejo de
administración, sufren también la enajenación. No ejercen control sobre aquello
de lo que son propietarios. En lo que afecta a la idea de Marx de que la
realización del trabajo se presenta como desrealización del trabajador, he de
decir que las empleadas de Inditex sí se realizan en el trabajo. Hoy día la
mayoría de la gente busca estar realizada en el trabajo y es fundamental para
vivir feliz. Mantener hoy día el concepto de desrealización del trabajador en la
realización del trabajo es muy ofensivo para los trabajadores y trabajadores.
Criticar el capitalismo y los sueldos bajos no debe nunca significar atentar
contra la dignidad de los miembros de la clase trabajadora.

En el caso de las pequeñas empresas, pequeñas naves industriales, comercios al
por menor, restaurantes, bares y peluquerías, la situación de la enajenación es
bien distinta de la que se da en las grandes empresas. Aquí el propietario está
en las empresas y realiza una función de trabajo visible y tangible. Aquí no es
tan fácil despedir a los trabajadores. Las pequeñas empresas necesitan de
empleados que se casen con la empresa para siempre. Su experiencia y
conocimiento es fundamental para la buena marcha del negocio y las
indemnizaciones desaconsejan a los empresarios sobre los despidos. Los
empresarios saben que tienen que integrar a sus empleados y promover que sientan
la empresa como si fuera suya. Un buen ambiente de trabajo no sólo es bueno para
evitar los siniestros laborales, también lo es para mejorar la productividad.
Aquí se produce enajenación, pero no con el grado de extrañeza con que existe en
las grandes empresas. También la propiedad se presenta como una potencia ajena,
pero no superpoderosa. El ambiente familiar que se vive en las pequeñas empresas
hace que el grado de realización de sus empleados sea mayor que en las grandes
empresas. Los propietarios de las pequeñas empresas viven la enajenación
positiva, pero fuera de su ámbito de negocio se les presenta una potencia
superpoderosa, extraña y avasalladora: el poder financiero. Así que en el marco
de la financiación de las pequeñas empresas sus propietarios están sometidos a
una dura y poderosa enajenación.




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In
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10/11/2015

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