quarta-feira, 21 de maio de 2014
¡Todos a una! El triunfo del cooperativismo
Por Rafael Pascual
Ver fotodentro-guissonaUn cataclismo de proporciones bíblicas. Eso es lo que
ocurriría si un buen día el Banco Santander o Telefónica quebraran. Sería algo
inconcebible para la sociedad. Pues eso mismo es lo que ocurrió en el mundo de
la economía social cuando a finales del pasado año Mondragón anunciaba que Fagor
Electrodomésticos bajaba el telón de forma definitiva. Aunque todos supieran que
la marca tenía problemas, nadie pensaba que el funeral estuviera tan cercano en
el tiempo, sobre todo si se tiene en cuenta que detrás estaba una de las
cooperativas más grandes y admiradas del mundo, con casi 15.000 millones de
euros de facturación. Al momento se originó un revuelo generalizado que
desembocó en una oleada de dudas ante un modelo de negocio que parecía no tener
lugar en unos mercados ultrarrápidos y globalizados, regidos por el capital y en
la que las personas -léase trabajadores- se convierten en simples peones de una
gran partida de ajedrez jugada por unos pocos –léase accionistas–.
Una cooperativa defiende lo contrario. Se trata de ir todos de la mano (la
empresa se la reparten el 100% de los trabajadores) en busca de obtener
beneficios económicos, sociales y medioambientales, que repercutan en todos los
miembros de la corporación y en la comunidad donde está ubicada la firma.
Estamos, sin duda, ante un concepto romántico de la economía que, para algunos,
empieza a languidecer ante el zenit del capitalismo y el dominio de los mercados
financieros. “La velocidad a la que circula el mundo afecta a estas compañías.
Su estilo de gobierno, basado en asambleas donde todos votan y donde nadie tiene
más poder que el resto, provoca que la toma de decisiones sea muy lenta”,
asegura Joaquín Garralda del IE Business School.
El modelo cooperativo nació en el entorno agrario y ganadero.
Otros, en cambio, piensan que estas asociaciones empresariales siguen de moda.
“El modelo tiene ahora más sentido que nunca, debido a una ruptura de paradigma
tras la crisis financiera global y a que las empresas convencionales y las
organizaciones sin fines de lucro están convergiendo y operando en un mercado
con un rendimiento reducido y dando beneficios a la comunidad”, asegura Claudia
Sánchez, titular de la cátedra de Empresas Cooperativas en la Universidad de
Winnipeg (Canadá) y coautora del libro de referencia El Capital y la trampa de
la deuda. “Claro que siguen teniendo vigencia. Se trata de una institución que
trata de limitar el rol del dinero para dar más importancia a los socios. Pero
eso no quita para que pueda estar bien gestionada. Cuando una cooperativa cae no
es por culpa del modelo sino de la gestión”, añade Luis Vives de ESADE.
Mantener los empleos. En otras palabras, ser una empresa de trabajadores
asociados no es sinónimo de no ser competitiva. De hecho, sus principios, que
limitan el poder que el accionariado tiene en la capacidad de gestión, van
enfocados a la supervivencia de la firma. “En una sociedad anónima es fácil que
se premie al dueño, incluso poniendo en peligro el futuro de la compañía. El
modelo social es diferente. Aquí lo más importante son los trabajadores, que
también son los propietarios aunque no todos mandan, y la conservación de los
empleos, lo que siempre beneficiará al conjunto de la corporación”, añade Vives.
Los números le dan la razón. De hecho, desde 2008 estas firmas perdieron solo un
9% de los puestos de trabajo. ¿El resto? Más del 20%, según datos del Ministerio
comandado por Fátima Báñez.
En ocasiones, el mantenimiento a ultranza de los puestos de trabajo y la lealtad
a la comunidad donde la empresa tiene su sede, provoca que sí que se den
problemas de competitividad. Eso es lo que le ha pasado a Fagor. Mientras muchos
rivales cerraban fábricas y emigraban a China en busca de ahorrar costes, la
marca vasca aguantaba las suyas, aunque las pérdidas se fueran acumulando. Tal
fue el empeño puesto –que se llegaron a bajar los sueldos de toda la plantilla
de Mondragón (más de 80.000)– para ayudar a la factoría con problemas
¿Resultado? El cierre. Y es que hay sectores donde estas firmas tienen más
sentido que otros. Al menos eso es lo que refleja el informe anual que realiza
la International Co-operative Alliance (una especie de patronal global del
sector). En la edición de 2013 decía que el 32% de las cooperativas que hay en
el mundo estaban relacionadas con el campo, el 25% eran de seguros, el 18% de
consumo y solo el 9% industriales, que es donde más se sufre por culpa de la
deslocalización.
Para realizar este informe se toma como referencia a las 2.000 mayores
cooperativas ubicadas en un total de 56 países. De los datos reflejados destaca
también el volumen de ingresos que mueven estas empresas. que superan los dos
billones de euros. En cuanto a los territorios donde existe mayor presencia,
destaca Europa, seguida de Estados Unidos y Japón, donde se encuentra la más
grande. Se trata de Zenkyoren, que asegura a todas las corporaciones agrarias
del país nipón.
El tamaño de muchas de estas organizaciones no evita que la gran mayoría sufra a
la hora de obtener dinero de las entidades financieras. “Este modelo no interesa
al inversor a distancia, que busca un alto rendimiento y mandar en la empresa.
Aquí el control está repartido y la información, más transparente, hace que sea
mucho más difícil para un inversor imponer su punto de vista cambiante. Eso sí,
al tratarse de compañías con presencia territorial, instituciones como la UE
deberían apoyar su desarrollo”, señala Claudia Sánchez. Hasta que eso ocurra,
algunas cooperativas obtienen recursos creando filiales propias, que les prestan
dinero. Eso ocurre en Mondragón, con la absorbida Caja Laboral y con el Grupo
Alimentario Guissona, que cuenta con Caixa Rural para financiar las
explotaciones ganaderas, así como la concesión de créditos hipotecarios para la
construcción de nuevas granjas. “Nunca ha sido necesario acudir a financiación
externa”, se enorgullecen desde esta firma que en 2012 facturó 1.425 millones de
euros, ganó 38 millones, invirtió 37 y posee 420 tiendas con la marca bonÀrea.
Estos números convierten a la casa ilerdense en uno de los líderes de España en
su sector. Todo un hito que demuestra que una cooperativa es mucho más que un
grupo de trabajadores que se reúnen constantemente hasta para decidir los
bolígrafos que se compran. La economía social no funciona así. Por norma
general, los órganos de decisión son la asamblea, el consejo rector y el de
dirección. ¿Cuáles son las funciones de cada uno? La explicación nos las dan en
la cadena de supermercados Consum. “En el negocio de la distribución prima la
velocidad, por lo que la mayoría de decisiones las toma el consejo de dirección,
que lo forman los gestores que estamos en el día a día. Al rector solo se
recurre para grandes decisiones, como podría ser la compra de 60 o 70
supermercados de una cadena. No tiene ni voz ni voto a la hora de abrir o cerrar
tiendas. Y la asamblea solo se utiliza cuando se quiere adquirir una sociedad”,
explica Javier Quiles, portavoz de la tercera cadena de supermercados de España.
Como se puede comprobar, el máximo órgano cooperativista no está para comprar
una fotocopiadora. Los integrantes de la economía social saben perfectamente que
deben moverse como gacelas si quieren sobrevivir. De nuevo Consum es un buen
ejemplo en este sentido. Esta empresa valenciana vivió muchos años bajo el
paraguas de Eroski (del Grupo Mondragón). En 2002 decidieron desvincularse del
gigante por desavenencias de la gestión. “Cuando rompimos no teníamos nada. En
tres meses se tenía que crear un departamento de compras, marketing, tarjeta de
fidelización , maca blanca, etc. Es decir, necesitábamos de todo y fuimos
capaces de hacerlo”, añade Quiles.
La innovación también forma parte del ADN de la economía asociativa. Y para
demostrarlo, nada mejor que Coren. “Nos identificamos con el valor añadido.
Fuimos los primeros en introducir en el mercado productos como los huevos o el
pollo de corral y dar valor al cerdo blanco, que alimentamos con castañas”,
explica Santiago Taunton, director de RRHH de la cooperativa gallega. Gracias a
esta apuesta por la diferenciación, la empresa presume de alcanzar los 1.000
millones en ventas y de presentar resultados positivos todos los años. “Los
beneficios se reparten siempre entre las 6.000 familias ligadas al grupo. El
resto se reinvierte”, asegura.
A pesar de la apuesta innovadora de muchas cooperativas, es necesario reconocer
que este curioso modelo ha sido un impedimento para la carrera exterior de
algunas de ellas. Si no, que se lo digan a Mondragón, que tuvo que convertirse
en una mercantil para entrar en algunos países donde esto del todos a una les
sonaba a ‘chino mandarino’. En otros casos, la adaptación a la economía de
mercado ha obligado a que surjan modelos híbridos. El más habitual es el que
integra a una o varias cooperativas dentro de una Sociedad Anónima. “La
Cooperativa Agropecuaria concentra toda la producción ganadera del Grupo
Guissona y supone el primer eslabón de nuestro ciclo; posteriormente es vendida
y transformada por Corporación Alimentaria Guissona SA en su centro alimentario
y distribuida directamente en las tiendas bonÀrea de la corporación. Del campo a
la mesa sin ningún intermediario”, explica Antonio Condal, director de RRHH de
la compañía. Así es el funcionamiento actual de una firma que llegó a sobrevivir
40 años con solo la fórmula de cooperativa. Pero en 1999 las ramas de la
actividad industrial (fábrica de piensos, centro alimentario, etc.) se
escindieron para crear la Corporación. “Este modelo de sociedad mercantil es
mucho más ágil y flexible y permite comercializar mejor los productos y
servicios. Pero en el fondo todo es igual ya que el 78% de los accionistas de la
corporación son los propios socios”, reconoce Condal. “La única forma de que
este tipo de compañías funcionen en la actualidad es olvidándose de la idea
romántica de un hombre, un voto y enfocándose a la competitividad. Eso se logra
con entornos híbridos”, puntualiza Luis Vives.
Otra curiosa derivada de este proceso de modernización de la economía social lo
constituye Asces. “Somos un grupo de coordinación que pone en común la
intercooperación entre compañías con diferentes socios”, resume Emilio
Villaescusa, presidente de esta institución que alberga en su seno a la
corporación agraria Anecop, a los supermercados Consum y a las instituciones de
formación Florida Universitaria y Grupo Sorolla. “Hemos cruzado todos los
negocios. Por ejemplo, Consum compra las frutas y hortalizas a Anecop y las dos
se benefician de la formación directiva impartida por las otras dos compañías.
También velamos por potenciar la economía social de la Comunidad Valenciana, que
es el territorio de donde provienen las cuatro firmas”, añade Villaescusa.
Misión fundacional. El cumplimiento del principio de labor social que busca
ayudar a los habitantes de una comunidad, con los cooperativistas a la cabeza,
está en los principios fundamentales de todas estas empresas frente a las
mercantiles tradicionales, en las que prima el crecimiento. Por tanto a nadie
extraña que las cooperativas busquen la reinversión de los beneficios, la
implicación en el territorio, la prudencia financiera, la creación de
fundaciones que cubren las necesidades socio-sanitarias de la comarca, etc. “Los
valores y la misión de Guissona se han mantenido intactos en sus más de 50 años
de existencia”, afirma Condal.
Unos principios que hablan de enraizamiento en el territorio, trabajo en red,
gestión de crisis, resistencia, capacidad de permitir a los ciudadanos de entrar
en una empresa y de salir de la misma sin que ésta cierre, desarrollo de líderes
en una comunidad, riqueza compartida, menor endeudamiento, generación de empleo
y de actividad económica y social del territorio. Es decir unos valores con los
que la mayoría comulgan pero que solo las cooperativas suelen llevar a buen fin.
“Un socio que tiene un hijo recién licenciado y sin trabajo tiene prioridad para
trabajar en Coren. También ayudamos a cualquier familiar de un trabajador
nuestro con una enfermedad importante”, añade Santiago Taunton.
Son solo dos ejemplos de lo que ocurre en cualquier cooperativa. Bajo esta
premisa tenemos un mundo globalizado en el que existen 2.100 escuelas, con
propiedad compartida. ¿Más ejemplos? 300 millones de personas cubiertas con
pólizas de salud que parten de una cooperativa y un 10% de europeos que viven en
casas promovidas por inmobiliarias que velan por el cumplimiento de unos valores
que ya defendía Lope de Vega en su obra Fuenteovejuna, cuando todo un pueblo se
unía para hacer frente al autoritarismo. Un todos a una que sigue estando de
moda. La crisis no acabó con él. Es más, quizá lo haya potenciado.
In:
https://es.finance.yahoo.com/noticias/todos-una-el-triunfo-del-070008212.html
21/5/2014
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