sábado, 1 de novembro de 2014
La masacre como forma de dominación
Raúl Zibechi
Mientras sostenía el Premio Tata Vasco 2014, entregado por la Universidad
Iberoamericana en Puebla a Fudem (Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos en
México), uno de los pocos varones del grupo de 25 familiares que acudieron al
acto gritó: Esto es una guerra. El dolor inimaginable de los familiares los
fuerza a mirar de frente y sin vueltas la realidad que sufren.
En efecto, hay una guerra contra los pueblos. Una guerra colonial para
apropiarse de los bienes comunes, lo que supone la aniquilación de aquellas
porciones de la humanidad que obstaculizan el robo de esos bienes, ya sea porque
viven encima de ellos, porque se resisten al despojo o, simplemente, porque
sobran, en el más crudo sentido de que son innecesarios para la acumulación de
riqueza.
Una guerra colonial, además, por el tipo de violencia que utiliza. No sólo se
asesina. Se decapita y se desmiembra para regar las partes a la vista de la
población, como escarmiento y advertencia. Para infundir miedo. Para paralizar,
impedir cualquier reacción, en particular las acciones colectivas.
No se trata de una tecnología novedosa. Fue utilizada por la Corona española
para aniquilar las luchas indígenas. Allí la aprendieron los nuevos
colonizadores. Túpac Amaru fue descuartizado vivo delante de la multitud reunida
en la plaza de armas de Cusco.
Amaru fue obligado a presenciar la tortura y asesinato de sus dos hijos mayores
y de su esposa, además de otros familiares y amigos. Antes de morir fueron
torturados, les cortaron la lengua, todo un símbolo de lo que realmente
molestaba a los conquistadores. El hijo menor, de sólo 10 años, fue obligado a
presenciar la tortura y muerte de toda la familia, para ser luego desterrado a
África.
La cabeza de Amaru fue colocada en una lanza exhibida en Cusco y después en
Tinta, sus brazos y piernas fueron enviados a ciudades y pueblos para
escarmiento de sus seguidores. Túpac Katari y sus seguidores sufrieron más o
menos los mismos tormentos y sus restos fueron también esparcidos por los
territorios de lo que hoy es Bolivia. No es nueva la crueldad de los nuevos
conquistadores. Antes se trataba de apoderarse del oro y la plata; ahora es la
minería a cielo abierto, los monocultivos y las hidroeléctricas. Pero en el
fondo, se trata de mantener a los de abajo en silencio, sometidos y quietos.
La masacre es la genealogía que diferencia nuestra historia de la europea. Aquí
las formas de disciplinamiento no fueron ni el panóptico ni el satanic mill, la
fábrica del diablo de la Revolución Industrial y la explotación capitalista,
retratada por el poeta William Blake y analizada con rigor por Karl Polanyi. El
cercamiento de campos a partir del siglo XVI en Inglaterra, una revolución de
los ricos contra los pobres, es analizada como el quebrantamiento de los viejos
derechos y costumbres por los señores y nobles, “utilizando en ocasiones la
violencia y casi siempre las presiones y la intimidación” (La gran
transformación, La Piqueta, p. 71, subrayado mío).
Aquí la violencia fue, y es, la norma, el modo de eliminar a los rebeldes (como
en Santa María de Iquique, Chile, en 1907, cuando fueron masacrados 3 mil 600
mineros en huelga). Es el modo de advertir a los de debajo de que no deben
moverse del lugar asignado. Aquí hemos tenido, y tenemos, esclavitud; nada que
se parezca al trabajador libre que promovió el desarrollo del capitalismo
europeo al robarles las tierras a los campesinos.
Nótese que en las guerras de independencia entre criollos y españoles, los
insurgentes apresados por los realistas no fueron torturados. Miguel Hidalgo y
José María Morelos, por mencionar destacados rebeldes criollos, fueron juzgados
y luego fusilados como se hacía en la época con los prisioneros de guerra. Sólo
el color de piel explica el diferente trato que tuvieron Túpac Katari y Túpac
Amaru, como todos los indios, negros y mestizos de nuestra América.
No es historia. En el Brasil democrático, la organización Madres de Mayo
contabiliza, entre 1990 y 2012, 25 masacres, todas de negros y pardos, como la
que dio origen a su militancia: en mayo de 2006, en el contexto de la represión
al Primer Comando de la Capital de Sao Paulo (narcos organizados desde las
cárceles), fueron asesinados 498 jóvenes pobres, varones de 15 a 25 años, entre
las 10 de la noche y las 3 de la madrugada por la policía.
El narco es la excusa. Pero el narco no existe. Son los negocios que forman
parte de los modos de acumular/robar de la clase dominante. No estamos ante
excesos policiales esporádicos, sino ante un modelo de dominación que hace de la
masacre el modo de atemorizar a las clases populares para que no se salgan del
libreto escrito por los de arriba, y que le llaman democracia: votar un día cada
cinco o seis años y dejarse robar/asesinar el resto del tiempo.
Lo peor que podemos hacer es no mirar la realidad de frente, hacer como si la
guerra no existiera porque todavía no te han golpeado, porque todavía
sobrevivimos. Esto es contra todos y todas. Es cierto que hay una porción que
aún pueden expresarse libremente, manifestarse incluso, sin ser aniquilados.
Siempre que no se salgan del libreto, que no pongamos en cuestión el modelo.
Bien mirado, los que podemos manifestarnos a cara descubierta somos algo así
como los criollos de las guerras de independencia, los que pueden esperar una
muerte digna, como Hidalgo y Morelos.
Pero el tema es otro. Si queremos de verdad que el mundo cambie, y no usar la
resistencia de los de abajo para treparnos arriba, como hicieron los criollos en
las repúblicas, no podemos conformarnos con maquillar lo que hay. Se trata de
tomar otros rumbos.
Tal vez un buen comienzo sea continuar los pasos de los seguidores de Amaru y
Katari. Reconstruir los cuerpos despedazados para reiniciar el camino, allí
donde el combate fue interrumpido. Es un momento místico: mirar el horror de
frente, trabajar el dolor y el miedo, avanzar tomados de las manos, para que los
llantos no nos nublen el camino.
In:
LA JORNADA
http://www.jornada.unam.mx/2014/10/31/index.php?section=opinion&article=023a1pol
31/10/2014
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