terça-feira, 23 de maio de 2023

Guerra contra el mundo multipolar ***

 




      HAUKE RITZ, FILÓSOFO E HISTORIADOR ALEMÁN

*/Destacados políticos occidentales sostiene que se necesita continuar
con la escala en Ucrania porque una victoria rusa sería peor que una
tercera guerra mundial. ¿A qué se debe este enorme error político y
militar? ¿Por qué no parece haber un Plan B? ¿Por qué las élites
políticas estadounidenses y alemanas han atado su destino a la
imposición de un orden mundial dirigido por Occidente?/*

No se puede ignorar que el mundo occidental está sumido en una especie
de frenesí bélico contra Rusia. Cada /escalada/ parece conducir casi
automáticamente a la siguiente. Tan pronto como se decidió la entrega de
tanques a Ucrania, se habló de la entrega de aviones de combate. Un
avión espía no tripulado estadounidense acababa de ser derribado cerca
de la frontera rusa por un caza ruso, Y cuando el Tribunal Penal
Internacional de La Haya emitió una orden de detención contra Vladimir
Putin. Occidente destruyó deliberadamente el camino hacia una solución
negociada y llevó la /escalada/ a un nuevo nivel. Pero, como si el nivel
alcanzado no fuera suficientemente alto, Gran Bretaña anunció la entrega
de municiones de uranio, consideradas armas /convencionales/ que dejan
contaminación radiactiva en el lugar de la explosión. La respuesta de
Moscú no se hizo esperar y consistió en la decisión de emplazar armas
nucleares tácticas en Bielorrusia a corta distancia.


        *La renuncia al control de la /escalada/*.

De dónde viene esta disposición casi automática a la /escalada/ por
parte de los políticos en el poder hoy en día? Es un fenómeno de su
decadencia? Algo parecido ocurre cuando la adaptación al /Zeitgeist/
(el espíritu de la época) se ha vuelto más importante que la realidad.
¿Puede explicarse racionalmente la disposición a la /escalada/? ¿Es la
expresión de un determinado objetivo político que se ha visto amenazado
al que la clase política no puede renunciar y que, por tanto, sólo
parece alcanzable a través de la guerra?

Una declaración muy significativa realizada por el Secretario General de
la OTAN, Jens Stoltenberg, el 18 de febrero en la Conferencia de
Seguridad de Múnich sugiere esto último: Stoltenberg admitió en su
discurso que, al seguir apoyando a Ucrania, existía el riesgo de una
/escalada militar/ entre la OTAN y Rusia que sería imposible controlar.
Sin embargo, después de esta admisión aclaró de inmediato que no hay
soluciones sin riesgo y /que el mayor riesgo de todos sería una victoria
rusa/. En cierto sentido, Stoltenberg legitimó el riesgo de una
/escalada/ militar entre las dos superpotencias nucleares. En otras
palabras, se debía arriesgar a una /escalada/ porque una victoria rusa
en Ucrania sería potencialmente peor que una tercera guerra mundial.

Ahora bien, uno podría tachar la declaración de Stoltenberg de
irracional si no estuviera en consonancia con otras declaraciones
alarmantes de políticos, militares y personas que gravitan en estos
mundos. Considérese, por ejemplo, el comentario confiado de Rob Bauer,
presidente del Comité Militar de la OTAN, que dijo estar seguro de que
Putin no utilizaría armas nucleares ni siquiera en caso
de /escalada/ (1), lo que implicaría, por tanto, que occidente podría
atreverse a una /escalada/. Que otros dirigentes de la OTAN piensan en
el mismo sentido lo ha dado a conocer recientemente una conocida dama de
compañía (“Hanna Lakomy en declaración al Berliner Zeitung») que
frecuenta estos círculos. Incluso el jefe del gobierno húngaro, Victor
Orban, advirtió recientemente que los países occidentales están a punto
de discutir seriamente el envío de sus propias tropas a Ucrania. Sólo
dos días después, el famoso periodista de investigación Seymour Hersh,
conocido por sus fuentes en la burocracia de Washington, lanzó
advertencias muy similares. Según Hersh, el gobierno estadounidense está
considerando la posibilidad de enviar sus propias tropas a Ucrania al
amparo de la OTAN.

El presidente serbio, por su parte, comentó la noticia de la orden de
arresto de la Corte Penal Internacional contra el presidente Putin con
estas palabras «Y estoy dispuesto a decir que me temo que no estamos
lejos del estallido de la tercera guerra mundial». Porque hemos llegado
“a una situación en la que ambas partes apuestan al todo o nada y
arriesgan al máximo». El pasado diciembre, el legendario Secretario de
Estado estadounidense Henry Kissinger expresó opiniones similares. En su
artículo «Cómo evitar otra guerra mundial», describía el choque de
posturas absolutistas en esta guerra que, de hecho, podría desembocar en
el estallido de una guerra mundial.

Declaraciones de este tipo plantean la cuestión de qué es lo que
realmente se está combatiendo en Ucrania: ¿cuál es el verdadero objetivo
de este irracional deseo de /escalada/? ¿Los yacimientos de carbón del
Donbass? Probablemente no. Pero entonces, ¿de qué se trata?


        El contraste entre el orden mundial unipolar y multipolar

La tesis de trabajo de este artículo es que en el conflicto ucraniano se
están enfrentando dos conceptos de orden mundial, a saber, la oposición
entre un orden mundial unipolar y uno multipolar. A continuación se
compararán las características de ambos principios de orden mundial.

Si se examinan los documentos de política exterior publicados en las dos
últimas décadas por las principales revistas occidentales de política
exterior (por ejemplo, en Estados Unidos «Foreign Affairs», una revista
del Consejo de Relaciones Exteriores, o en Alemania «Internationale
Politik», una revista del DGAP – Consejo Alemán de Relaciones
Exteriores), una circunstancia llama especialmente la atención: en estas
publicaciones, el objetivo de un mundo gobernado normativamente por
Estados Unidos o la OTAN *no* se cuestiona, sino que siempre se da por
supuesto. El posible fracaso del dominio occidental ni siquiera se
considera, ni siquiera como una posibilidad. Con posiciones similares
están casi todos los demás think tanks estadounidenses o alemanes y sus
publicaciones sobre geopolítica y política exterior. Para estas
instituciones, la validez del orden mundial centrado en Occidente es
irrefutable, mientras que el declive de Rusia se da por hecho.

En otras palabras, por el momento no parece existir un «plan B» en la
planificación política occidental. Es precisamente la ausencia de tal
plan lo que podría explicar la insólita disposición de Occidente a
aumentar la /escalada/. Por alguna razón, la élite política de Estados
Unidos, pero también la de Gran Bretaña, Alemania y muchos otros países,
ha vinculado su destino político a la imposición de un orden mundial
dirigido por Occidente. Los occidentales parecen estar dominados por la
idea que la guerra en Ucrania podría conducir a un cambio de régimen en
Moscú y, por tanto, a una restauración del poder occidental. Pero ahora
que, en contra de lo esperado, el dominio de Occidente ha empezado a
resbalar, se están produciendo las reacciones histéricas antes mencionadas.

Para llegar al núcleo del conflicto, debemos por tanto responder a la
pregunta :¿ qué es realmente un orden mundial dirigido por Occidente?
¿por qué se le llama también orden mundial unipolar? Y, ¿cual es su
contraconcepto?


        Características del orden mundial unipolar

Un orden mundial unipolar es un orden global estructurado de tal manera
que sólo una región del globo está realmente lo suficientemente
desarrollada como para ser el polo de poder que da forma a todas las
esferas del mundo moderno. En un orden mundial unipolar, por ejemplo,
gran parte del poder militar esta concentrado en manos de una única
superpotencia o alianza de Estados. Debido a esta concentración de
poder, en este caso también habría una única norma de política exterior
que estructuraría la política exterior de todos los países. Una política
exterior soberana estaría, por así decirlo, moldeada únicamente por el
centro, el polo único; el resto del mundo, es decir, la periferia,
tendría que seguirla.

El polo de poder en un mundo unipolar configuraría las condiciones marco
para las relaciones económicas mundiales, por ejemplo propagando la
teoría económica hegemónica y controlando importantes instituciones como
el Banco Mundial, el FMI y los gestores de grandes fondos. El polo de
poder también ejercería el control sobre una parte significativa de las
materias primas mundiales, las rutas comerciales terrestres y marítimas
y la facturación mundial. Debido a este monopolio económico, el
crecimiento económico de otras regiones del mundo podría verse afectado,
lo que reduciría enormemente la posibilidad de que surgiera un segundo
polo de poder.

En un orden mundial unipolar, incluso las tendencias a largo plazo del
desarrollo tecnológico estarían diseñadas y configuradas por un único
polo de poder, que dominaría simultáneamente el desarrollo, el diseño
del sistema financiero mundial y la regulación jurídica de las
relaciones económicas.

Todo ello llevaría al derecho internacional a adoptar la forma de una
política interior global. Por último, en un orden mundial unipolar, el
desarrollo de la cultura también se orientaría hacia el centro global:
todas las tendencias decisivas se originarían en el centro y desde allí
se extenderían a la periferia. Esto influiría en aspectos tan diversos
como la configuración del sistema educativo, la aparición de modas,
tendencias estéticas y estilos, e incluso los criterios por los que
artistas y escritores, así como los científicos y sus teorías, obtienen
o no reconocimiento internacional. En resumen, todas las cuestiones
relativas al desarrollo de la civilización estarían determinadas por una
potencia central en un orden mundial unipolar.

En cierto sentido, un orden mundial unipolar crearía un mundo en el que
lo uno y lo otro desaparecerían. En un mundo unipolar, sólo habría un
polo de poder y, por tanto, existiría un único modelo de civilización.
Un orden mundial unipolar sería, en definitiva, un imperio cuya esfera
de poder abarcaría todo el globo por primera vez en la historia: el
mundo asumiría una estructura completamente inmanente.


        De 1991 a 2022 – Un orden mundial unipolar pendiente

Esta lista de características de un mundo unipolar se ha redactado
deliberadamente a imagen y semejanza de este orden mundial para subrayar
su carácter presuntuoso, incluso antihumanista. Sin embargo, hay que
tener en cuenta que un orden mundial unipolar ya existe de forma latente
desde la disolución de la Unión Soviética en diciembre de 1991, y muchos
de los criterios que se acaban de enumerar describen nuestro mundo
actual. La situación de las tres últimas décadas no fue el resultado de
un proceso de desarrollo natural, sino más bien el resultado imprevisto
del caótico colapso de la Unión Soviética, que cogió por sorpresa a casi
todos los contemporáneos. Fue, por tanto, un punto de inflexión
histórico difícil de predecir que llevó a Estados Unidos a encontrarse
en la década de 1990 en el papel de un poder unipolar del mundo.

El resultado fue que en la primera década y media tras el colapso de la
URSS, Estados Unidos pudo determinar la forma de la política mundial
casi en solitario. Dominaban todas las instituciones internacionales,
como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, así como
muchas de las organizaciones internacionales y, desde los años 90,
también muchas organizaciones no gubernamentales, que en la mayoría
pueden considerarse como organizaciones semigubernamentales. Por último,
Estados Unidos también ha ejercido una gran influencia en el ámbito de
la cultura (soft power), en la medida en que las tendencias y modas
surgidas en Estados Unidos han influido en el desarrollo de la cultura
mundial en su conjunto. Además, han sido capaces de determinar la
estandarización de nuevas tecnologías como Internet y los teléfonos
móviles y utilizarlas para la influencia cultural y el espionaje.

Aunque – el orden mundial unipolar estuvo en suspenso a partir de la
crisis financiera de 2008 – el mundo ya tenía entonces una estructura
unipolar, pero aún le faltaban criterios decisivos para su plena
implantación . Sin embargo, Estados Unidos era tan fuerte en su nueva
posición que juzgó mal el riesgo que implicaba el establecimiento
definitivo de ese orden. A partir del mandato de George W. Bush Jr.,
Estados Unidos proclamó abiertamente el orden mundial unipolar,
dividiendo el mundo en Estados amigos y enemigos (los llamados «Estados
canallas»).


        Los primeros signos de crisis del orden mundial unipolar después
        de 1991

La euforia duró poco. Hubo tres factores principales que provocaron la
erosión gradual del papel de Estados Unidos como polo de poder unipolar
en la política mundial: en primer lugar, a partir de 2003, Estados
Unidos se jugó su reputación política mundial con un comportamiento
abiertamente imperialista en Irak. Con esta abierta exhibición
imperialista surgió una nueva conciencia en gran parte del mundo árabe,
en América Latina y en el Sur y el Sudeste de Asia. La subordinación de
estos países a la hegemonía estadounidense se ha ido haciendo cada vez
más difícil.

Un segundo factor fue que, a partir de mediados de los noventa, el
ascenso de China, India y una serie de pequeñas economías emergentes
empezó a modificar el equilibrio económico mundial. El déficit comercial
estadounidense reveló la dependencia de la economía estadounidense de la
economía financiera, ya que el sector productivo, necesario para la
estabilidad del sector financiero, se fue perdiendo con los años. Desde
la crisis financiera de 2008, los desequilibrios estructurales de la
economía estadounidense se han hecho visibles de forma generalizada.
Desde entonces, el papel del dólar como moneda mundial y de reserva se
cuestiona cada vez más abiertamente.

El tercer factor que puso en entredicho el orden mundial unipolar en la
segunda mitad de la década de 1990 fue el hecho de que Rusia consiguiera
restablecer gradualmente su soberanía y su potencial militar tras el
colapso de la URSS en los años noventa. El discurso de Putin en la
Conferencia de Seguridad de Múnich en 2007 puede considerarse un punto
de inflexión simbólico, con ese discurso la Federación Rusa asumió una
posición diferenciada de la hegemónica, lo hizo por primera vez desde la
caída del Muro de Berlín.

Como heredera directa de la Unión Soviética, Rusia tiene un potencial de
armamento nuclear, igual al de Estados Unidos, que se interpone en el
camino hacia un orden mundial unipolar. Esto se debe a que un orden
mundial unipolar requiere el monopolio del uso de la fuerza para
realizarse y, en este sentido, se asemeja a un Estado que no puede
existir sin el monopolio del uso de la fuerza. Por esta razón, Estados
Unidos amplió la OTAN hacia el este durante el mandato de Bill Clinton,
violando acuerdos previos con Moscú, y comenzó a desarrollar un escudo
antimisiles durante el mandato de George W. Bush Jr. Sin embargo, la
intención de neutralizar la capacidad de ataque de Rusia se vio
frustrada por el desarrollo de nuevos misiles rusos. Aunque todavía no
existe una alianza oficial entre Rusia y China o Rusia e India, el
potencial nuclear de Rusia sigue siendo un factor que protege
indirectamente el ascenso económico de estos países.

Desde la década de 1990, el papel de Moscú como segunda potencia nuclear
se ha visto complementado por su papel como proveedor de modernos
sistemas de defensa. Con la venta de sistemas de defensa antiaérea, por
ejemplo, Moscú ha podido limitar masivamente el alcance militar de
Estados Unidos. Países ricos en petróleo y soberanos como Irán o
Venezuela han podido protegerse de la acción militar estadounidense,
también gracias a la compra de armas rusas.

Debido a estos tres factores, hay intelectuales que llevan hablando del
fin del orden mundial unipolar como muy tarde desde la crisis financiera
de 2008: tan pronto como se proclamó, ya parecía parte del pasado. El
conjunto de libros, artículos y ensayos escritos en todos los
continentes sobre este cambio de poder desde mediados de los años
noventa podría llenar bibliotecas enteras. (2)

Estos trabajos académicos nos plantea la cuestión de por qué Stoltenberg
y sus compañeros de armas parecen hoy dispuestos a aceptar y aumentar
una /escalada/, incluyendo el riesgo de una guerra mundial, sólo para
impulsar algo que es esencialmente inviable. ¿Acaso no son conscientes
de los numerosos análisis que se realizan en las oficinas del
Departamento de Estado estadounidense y en los pasillos de la OTAN sobre
la imposibilidad de un orden mundial unipolar?

Es cierto que la soberanía y la fuerza militar rusas son uno de los tres
factores que hacen imposible un orden mundial unipolar. Si Rusia
consigue defender su zona de influencia en Ucrania, también habrá
defendido indirectamente la soberanía de otros muchos países no
occidentales. A los ojos del mundo, una victoria rusa en Ucrania
equivaldría así a la implantación del orden mundial multipolar. Sin
embargo, esto no sería más que un paso evolutivo que se producirá en los
próximos años. En efecto, el enorme desarrollo económico de China,
India, pero también de Brasil, Irán, Indonesia y otros numerosos países
emergentes ya no puede detenerse y, en cualquier caso, conducirá a un
mundo multipolar. El despertar intelectual y político que se está
produciendo en vastas zonas del hemisferio sur y este, en el curso del
cual también se está recordando los crímenes del imperialismo
occidental, también apunta en esta dirección y hace imposible una
centralidad permanente del orden mundial en Occidente. (3)


        Unipolarismo y valores occidentales

Históricamente, un orden mundial multipolar ha sido “la norma»: casi a
lo largo de toda la historia de la humanidad, el mundo siempre ha
constado de diferentes polos de poder. Incluso en los últimos siglos de
dominación europea, han existido diferentes centros de poder en la
propia Europa, que se controlaban y restringían mutuamente. El intento
de Francia bajo Napoleón de unificar toda Europa por la fuerza militar
fracasó a causa de Rusia. El intento del «Tercer Reich» de subyugar de
nuevo a Europa por la fuerza militar también fracasó por culpa de Moscú.
Y el intento de Estados Unidos, iniciado tras el colapso de la URSS, de
extender su poder desde Europa a todo el mundo también fracasó de nuevo
a causa de la resistencia rusa.

¿Debido a este patrón de la historia la OTAN está ahora literalmente
apuntando a Rusia y descuidando los demás factores que hacen imposible
un orden mundial unipolar? Sea como fuere, con el advenimiento de un
orden mundial multipolar el mundo volverá a un viejo patrón. No hay
ninguna razón para describir este retorno a un orden antiguo como el
«mayor riesgo de todos», como hizo Stoltenberg en la última Conferencia
de Seguridad de Munich.

Al contrario: un orden unipolar monopoliza el poder a escala global. Tal
evolución no sólo es contraria a los intereses de Rusia, China, India y
otros muchos países del hemisferio sur y oriental, sino que tal
concentración de poder también es fundamentalmente contraria a los
valores del propio Occidente.

Los valores occidentales surgieron de una serie de revoluciones que
comenzaron con las aspiraciones de autonomía de las ciudades-estado
italianas del Renacimiento, continuaron en la Confederación Helvética, a
través de la guerra de los campesinos alemanes, la revuelta holandesa,
las revoluciones inglesa y estadounidense, y finalmente culminaron en la
gran revolución francesa. (4)

Los valores occidentales son, por tanto, valores revolucionarios,
totalmente incompatibles con la idea de una concentración mundial del
poder. Se basan en la posibilidad de una inversión de las relaciones de
poder existentes que puede iniciarse en cualquier momento. Desacralizan
el poder y pueden así comprometerlo en favor del bien común. Esta idea
se institucionalizó con la derrota de las monarquías y el advenimiento
de la República. La idea de la separación de poderes desempeña un papel
decisivo a la hora de garantizar equilibrios de poder estables, hacer
visibles los abusos de poder y corregir las políticas erróneas.

El hecho, que tras la caída del Muro de Berlín, las élites de Occidente
hayan adoptado la idea de un orden mundial unipolar y, por tanto, del
concepto de una concentración global de poder como la base de su
política exterior, muestra hasta qué punto el mundo occidental se ha
alejado de sus fundamentos intelectuales. Por supuesto, Occidente
siempre ha estado dividido entre sus tradiciones imperial y republicana.
A menudo ambas han existido en paralelo, aunque sus principios
filosóficos se excluyeran mutuamente. Un ejemplo famoso es la revuelta
de esclavos en Haití, que el gobierno francés intentó en vano sofocar
por la fuerza de las armas, a pesar que los esclavos sublevados
invocaban los valores de la Revolución Francesa. Con sus acciones, París
dejó claro que los valores de la Revolución Francesa -es decir,
libertad, igualdad, fraternidad- sólo debían aplicarse a los ciudadanos
franceses, pero no a los de las colonias. (5)

Sin embargo, algo ha debido de ocurrir en el propio Occidente para que
la ambivalencia que existía entonces entre república e imperio -que pudo
existir paralelamente durante mucho tiempo – haya prácticamente
desaparecido en nuestra época a favor del imperialismo en forma de un
orden mundial unipolar. Un Occidente dispuesto a profesar sus valores
políticos podría, por el contrario, luchar por un mundo multipolar, de
acuerdo con Rusia y las grandes civilizaciones de Asia. Un orden mundial
multipolar trasladaría al mundo la idea de la separación de poderes y,
por tanto, el efecto beneficioso del equilibrio de poder; la competencia
entre civilizaciones se mantendría.


        Competencia entre civilizaciones

La competencia entre civilizaciones es un factor importante para el
desarrollo futuro de la humanidad. Precisamente porque las nuevas
tecnologías del siglo XXI permiten interferir en los derechos naturales
de las personas a una escala mucho mayor que en el siglo XX, la
competencia entre civilizaciones debe mantenerse a toda costa. Los
derechos naturales son derechos que preceden al derecho positivo
establecido por un Estado. Estos derechos existen «por naturaleza» y se
dan por sentados, como el derecho a disponer del propio cuerpo, los
derechos fundamentales de la libertad humana o el derecho de los padres
a educar a sus hijos.

Tecnológicamente, ahora es posible vigilar a una persona durante toda su
vida, almacenar y evaluar permanentemente sus rastros digitales y, sobre
esta base, regular y restringir individualmente su acceso a la sociedad.
Esto hace posible una intervención en el orden de la ley natural que
antes era impensable. El futuro desarrollo de la ingeniería genética se
suma a todo esto y podría, por ejemplo, cuestionar el derecho a la
integridad corporal y a la autonomía del individuo de forma mucho más
drástica de lo que pudieron hacerlo los dictadores del pasado. Mientras
las civilizaciones puedan compararse entre sí, estos desarrollos
indeseables de las distintas civilizaciones podrán reconocerse y
nombrarse. En un mundo determinado por civilizaciones diferentes,
ninguna de ellas podría interferir en los derechos naturales de sus
ciudadanos durante mucho tiempo sin sufrir una desventaja estructural
frente a las demás civilizaciones.

En un mundo unipolar, sin embargo, la comparabilidad y la competencia
latente de las civilizaciones desaparecerían. En un mundo así, sería
mucho más fácil imponer el poder de la tecnología moderna y limitar o
incluso abolir los derechos naturales. De ello se deduce que: quienes
sueñan con un mundo tecnocrático en el que el hombre esté supeditado a
la tecnología no pueden evitar luchar por un mundo unipolar para hacer
realidad este objetivo. Por el contrario, si uno quiere ver protegidas
la libertad y la dignidad humanas en el siglo XXI, debe luchar por un
mundo multipolar. Vemos, pues, que los dos conceptos de orden mundial,
unipolarismo y multipolarismo, representan órdenes de valores diferentes.

Otra desventaja del orden mundial unipolar es que no da cabida a la
diversidad cultural del mundo ni a la diversidad de civilizaciones que
han surgido en la historia. Puesto que el orden unipolar pretende
gobernar el mundo según un principio único, inevitablemente sería una
amenaza a la diversidad cultural al pretender unificar culturalmente el
mundo. Pero esto provocaría inevitablemente una resistencia, a la que el
gobierno mundial unipolar sólo puede responder con propaganda,
manipulación o violencia. Por esta razón, un orden mundial unipolar sólo
sería posible como dictadura global.

Los partidarios de un orden mundial unipolar suelen argumentar que sólo
un gobierno mundial podría abolir la guerra y garantizar la paz mundial.
Sin embargo, cualquier conquistador del pasado podría haber dicho lo
mismo, según el lema: «Cuando os haya conquistado a todos, entonces…».
Debe haber otras formas de garantizar la paz mundial que la realización
de un monopolio global del poder. Porque el camino hacia este objetivo
está empedrado de sangre y violencia, como señaló recientemente el
músico Roger Waters en su discurso ante las Naciones Unidas. (5)

Los partidarios de un orden mundial unipolar suelen argumentar que sólo
un gobierno mundial podría abolir la guerra y garantizar la paz mundial.
Sin embargo, cualquier conquistador del pasado podría haber dicho lo
mismo, según el lema: «Cuando os haya conquistado a todos, entonces…».
Debe haber otras formas de garantizar la paz mundial que la realización
de un monopolio global del poder. Porque el camino hacia este objetivo
está empedrado de sangre y violencia, como señaló recientemente el
músico Roger Waters en su discurso ante las Naciones Unidas. (6)

Es cierto que incluso en un orden mundial multipolar existe el peligro
de guerra debido a la multitud de actores. Sin embargo, hay que decir en
primer lugar que las guerras dentro de un orden mundial multipolar
probablemente no asumirían el carácter absoluto que caracteriza la
búsqueda de la unipolaridad, a la que también se refirió Roger Waters en
su discurso ante la ONU. En segundo lugar, no es sólo el equilibrio de
poder lo que protege contra la guerra, sino también la cultura. En
cierta medida, el nivel de cultura determina la capacidad de paz de una
sociedad. Dado que el nivel de cultura en un mundo multipolar podría
estar desigualmente más desarrollado que en un orden mundial unipolar
orientado a la unificación, la paz en un orden mundial multipolar podría
garantizarse de dos maneras: por un lado, mediante el equilibrio de
poder y, por otro, mediante el mayor nivel de cultura posible.

El argumento de que ciertos problemas, como la regulación de las armas
de destrucción masiva, el cambio climático o la prevención de pandemias,
sólo podrían resolverse a escala internacional tampoco es eficaz, porque
el polo de poder unipolar o «gobierno mundial» trataría de convertir
estos problemas internacionales en una fuente de legitimidad para su
propio poder. En lugar de resolver los problemas, se temería, con razón,
su apropiación indebida. Un polo de poder unipolar no tendría ningún
interés en resolver los problemas internacionales o mundiales, ya que
los necesitaría como pretexto para ejercer su propio poder. Cualquiera
que haya seguido los debates públicos en Occidente en los últimos años
podría ver fácilmente los indicios de esa apropiación indebida del
poder. Por tanto, quienes realmente quieran resolver los problemas
mencionados deberían esforzarse más por lograr tratados entre Estados
soberanos, en lugar de un «gobierno mundial» que estaría por encima de
todos y, por tanto, ya no podría ser controlado por nadie.


        Unipolarismo, guerra y fracaso político de Europa

Forma parte de la naturaleza de nuestro mundo el hecho de que esté
formado por varias civilizaciones muy grandes y antiguas. Muchas de
estas civilizaciones han producido importantes logros culturales en el
pasado que también han establecido puntos de referencia para el futuro
de la humanidad. Sin embargo, estas civilizaciones surgieron de
religiones, filosofías y de historias distintas. Aunque se pueden
encontrar valores y puntos de vista comunes, los enfoques elegidos se
basan a muy menudo en principios opuestos entre los que no siempre
parece posible alcanzar un compromiso. Por ejemplo, los límites de la
vergüenza, el orden de los sentimientos y afectos, la relación del
individuo con la familia, la sociedad y el Estado, el sentido del tiempo
y la historia o la relación con la propia subjetividad están codificados
de forma muy diferente en las distintas culturas.

El polo de poder unipolar, a su vez, no puede ser culturalmente neutral
y globalizaría inevitablemente el orden de valores de su cultura de
origen -en el mundo actual, la de Estados Unidos-. Por tanto, otras
culturas ajenas al polo de poder difícilmente podrían estar
culturalmente representadas. Su diversidad cultural representaría una
fuente constante de inestabilidad dentro del «Estado mundial», que el
orden mundial unipolar tendría que contrarrestar con una homogeneización
cada vez mayor. Para ello habría que recurrir constantemente a la
propaganda y a la violencia, lo que a su vez provocaría nuevas
resistencias. Pero este mecanismo suprimiría, debilitaría y tal vez
incluso disolvería los logros culturales que la humanidad tanto necesita
para recuperar su futuro.

Es evidente que muchas civilizaciones antiguas no pueden consentir sin
resistencia su disolución en un orden mundial unipolar dominado por la
cultura consumista estadounidense. Por lo tanto, el intento de
establecer un mundo unipolar debe conducir necesariamente a una
situación en que las pretensiones de un orden unipolar y los estados
soberanos (que posiblemente también represente su propia esfera
cultural) entren en conflicto existencial permanente entre sí. En este
conflicto, o bien se derrumba el concepto de gobierno mundial, o bien el
Estado en cuestión pierde su soberanía. En cierto sentido, entre Estados
Unidos y Rusia ha surgido exactamente un conflicto de este tipo: dado
que no es posible ningún compromiso entre Estados Unidos, como
representante del orden mundial unipolar, y Rusia, como un representante
de los países emergentes que luchan por su soberanía. El conflicto es de
tal dimensión que ahora la OTAN llegue a la amenaza de una guerra entre
las dos potencias nucleares.

Cualquiera que reflexione sobre estas cuestiones con cierto conocimiento
histórico y sentido de la responsabilidad debe, por todas estas razones,
rechazar la idea de un mundo unipolar o de un gobierno mundial. Dado que
el concepto de establecer un gobierno mundial conduce necesariamente a
un conflicto existencial entre potencias nucleares, este concepto nunca
debería haber sido aceptado por los europeos. Cuando, a partir de la
década de 1990, quedó claro que Estados Unidos ya no podía desvincularse
de este plan, los europeos deberían haberse separado de Estados Unidos.

El hecho de que Estados Unidos haya sido receptivo a estas fantasías de
poder se debe también a que es un país muy joven que se ha expandido
casi continuamente desde su fundación. Al mismo tiempo, Estados Unidos
no tiene el tipo de experiencias históricas dramáticas que Europa ha
sufrido repetidamente en su suelo, desde la Guerra de los Treinta Años
hasta las dos guerras mundiales. Los que han sido tan mimados por la
historia como Estados Unidos han tenido dificultades para aprender
madurez y autocontrol. Por tanto, habría correspondido a los europeos
hacer gala de sabiduría y previsión y contrarrestar la euforia de poder
de Estados Unidos con una reflexión sobre el bien común de toda la
humanidad. Una reflexión, eso sí, que debería haber sido concebida en
diálogo con las demás grandes civilizaciones.

Como puede verse, los argumentos a favor de un orden mundial multipolar
son obvios. Podrían haberse desarrollado sin esfuerzo en los ministerios
de Asuntos Exteriores de Alemania, Francia o Italia. Resulta
desconcertante por qué esto no sucedió, por qué Europa no tomó un camino
independiente y, en su lugar, siguió la «Gran Estrategia» estadounidense
que puede convertir a Europa, una vez más, en el campo de batalla de una
gran guerra. Que casi ninguno de los miles de expertos que trabajan en
los ministerios de Asuntos Exteriores de los distintos países europeos
haya aparecido públicamente como voz crítica y de advertencia indica, o
bien una enorme falta de sentido de la responsabilidad, o bien muestra
que los representantes de la intelectualidad han sido excluidos de estas
instituciones.


        El fracaso de Europa y el miedo real de las élites

El hecho de que hoy, 33 años después de la reunificación, Europa se
enfrente al peligro real de una guerra nuclear es la expresión de un
fracaso fundamental de la política exterior alemana, francesa e italiana
que difícilmente puede describirse con palabras. En 1989, Europa fue
bendecida por las circunstancias de la historia. Estaba dotada de la
posibilidad de un orden de paz, potencialmente duradero , en forma de
unificación alemana y europea. La Europa de hoy, en cambio, que vuelve a
soltar los perros de la guerra sobre su continente con la vista puesta
en el futuro e incluso con cierta astucia, (7) ha demostrado ser indigna
de este don. El poder de la política exterior de al menos dos décadas se
ha desperdiciado en un objetivo cuestionable.

La separación de Ucrania de Rusia era un antiguo objetivo bélico del
Imperio Alemán en la Primera Guerra Mundial, impuesto por la fuerza en
el tratado de paz de Brest-Litovsk. El «Tercer Reich» reactivó este
objetivo bélico y lo amplió aún más, buscando no sólo apoderarse de
Ucrania, sino también exterminar a una parte considerable de todos los
rusos. De hecho, la campaña de Hitler contra la Unión Soviética se
concibió abiertamente como una guerra racial e ideológica de exterminio.
En la antigua República Federal y en la RDA, (pero también en la
Alemania reunificada de Kohl y Schröder) se llegó al consenso que
aquellos viejos objetivos bélicos alemanes habían fracasado y que, por
tanto, había que evitar a toda costa un futuro conflicto con Rusia por
Ucrania. Que esta convicción perdiera su validez incondicional durante
los mandatos de Merkel y Scholz es nada menos que una catástrofe
intelectual y moral para nuestro país y para Europa en su conjunto.

Volvamos a la declaración del Secretario General de la OTAN: Jens
Stoltenberg cree que una victoria rusa sería peor que una /escalada
continuada/ , un escalada que podría conducir a una verdadera guerra
mundial con miles de millones de muertos. Que tal apuesta podría
planearse lo indican también las declaraciones de numerosos políticos y
testigos contemporáneos citadas al principio. ¿Qué temor subyacente
podría haber llevado a Stoltenberg a pedir una /escalada/?

¿Tal vez teme que salga a la luz la irracionalidad de 30 años de
política exterior occidental, y que los ciudadanos se den cuenta de lo
que realmente ha intentado silenciosamente la OTAN en las últimas tres
décadas? A saber, que los políticos occidentales han buscado un orden
mundial que, por un lado, conduce necesariamente a la guerra? Y, por
otro, contradice fundamentalmente el orden de valores occidental.

Sin embargo, si esta revelación llega a conocerse, podría ser el
comienzo de una revalorización que, en la medida, que avance, podría
convertirse en una segunda Ilustración. La primera Ilustración puso en
tela de juicio el poder ilegítimo de la Iglesia y el clero, así como de
la nobleza y la sociedad dividida en castas. Hoy vivimos de nuevo en un
mundo en el que el poder ha crecido enormemente -como en la Francia
absolutista-, pero pierde cada vez más su base de legitimidad en el
curso de esta expansión.

Una segunda Ilustración hoy, siguiendo el ejemplo de la crítica al
clero, debería cuestionar el poder de los medios de comunicación y
desenmascarar sus sofisticadas técnicas de manipulación psicológica. Y,
siguiendo el modelo de la crítica de la aristocracia y de la gracia
divina de la monarquía, debería iluminar hoy el poder de la oligarquía y
la economía mundial cada vez más dominada por los monopolios. Por
supuesto, si se iniciara esta segunda ilustración, surgiría una dinámica
que iría mucho más allá de una simple reforma de nuestro sistema
político. ¿Es a ésta evolución a la que Stoltenberg llama «el mayor
riesgo de todos» ? Es decir, el retorno de Occidente a sus valores
originales?

Em
OBSERVATORIO DE LA CRISIS
https://observatoriocrisis.com/2023/05/22/guerra-contra-el-mundo-multipolar/
22/5/2023

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