terça-feira, 12 de março de 2024

La izquierda de moda

 

 



DANILO RUGGIERI, ESPECIALISTA EN HISTORIA CONTEMPORÁNEA

/*Hablamos de la izquierda, o más exactamente de la izquierda europea,
que es neoliberal en economía, partidaria de la arquitectura política de
la UE y de la narrativa de la supuesta superioridad democrática y
civilizatoria del europeísmo, en política exterior proclive a los
satélites del atlantismo angloamericano, en sociedad partidaria de las
campañas de opinión sobre los derechos individuales, socia instrumental
del mundo feminista y ecologista. */

Ir contracorriente es una de las virtudes de Sarah Wagenknecht. La ya ex
dirigente del Die Linke alemán, tras una larga batalla interna, rompió
hace unos meses y abandonó el partido junto a otros, culpables de un
giro liberal y cosmopolita, ya no atento a las luchas sociales,
patrimonio tradicional de la histórica izquierda obrerista y
socialdemócrata alemana. Esta ruptura fue precedida por la publicación
en Alemania en 2021 de un libro suyo («Contra la izquierda neoliberal»)
que suscitó muchas discusiones y que se publicará próximamente en España.

Hay que decir de una vez que ha pasado mucha agua bajo el puente desde
que se escribió el libro.

Solo tres años después de su publicación, una alteración sistémica del
equilibrio geopolítico ha redibujado los mapas de la confrontación
internacional. El inicio de la operación militar especial de Rusia en
Ucrania en defensa de las poblaciones rusoparlantes del Donbass, la
extensión del conflicto a la OTAN, que dirige y supervisa el esfuerzo
bélico ucraniano, la destrucción de las líneas estratégicas de
suministro de gas entre Rusia y Europa, y la guerra de exterminio
israelí en Gaza en los últimos meses con escenarios de una posible
ampliación en Oriente Medio, marcan un cambio de época en la perspectiva
política, incluso interna, de los movimientos «antisistema» que se
mueven en el continente europeo.

El libro se detiene sólo en parte en los efectos nefastos de la crisis
pandémica que estalló en 2020 y se silenció en correspondencia con los
conocidos sucesos de febrero de 2022. Los rasgos generales del análisis
político y social que la autora hace de la situación alemana, y que
podrían extenderse a Europa Occidental, se confirman, incluso se
refuerzan, al observar las posiciones adoptadas por gran parte de las
clases políticas que lideran la izquierda liberal «progresista» y «radical».

Podemos decir que la guerra mundial en curso entre el mundo occidental y
el mundo oriental contempla a esta izquierda –baste pensar en los
socialdemócratas y verdes alemanes, pero sin olvidar a nuestro PD local
y arbustos varios– como activa partidaria de las opciones belicistas
atlánticas, y animada por un espíritu de presunta superioridad moral y
cultural hacia los otros mundos.

Dicho esto, el libro tiene el mérito de analizar concretamente y en un
lenguaje muy sencillo las contradicciones fundamentales del pensamiento
de la izquierda «de moda», correspondiente a nuestra izquierda reflexiva
de clase media que vive en la zona residencial de las grandes ciudades
metropolitanas. Hay que apreciar la valentía con la que una figura
histórica de la izquierda socialista alemana, animadora de batallas
históricas, ha decidido coger el toro por los cuernos.

Su tesis parte de la constatación de la mutación genética consumada de
gran parte de los grupos dirigentes de la izquierda histórica, que ha
conducido a la traición de su base social, constituida por los
trabajadores de los servicios de bajos ingresos y la clase obrera, que
en los últimos treinta años han sufrido todas las contrarreformas del
liberalismo económico y el progresivo desplazamiento de las batallas
políticas y culturales hacia los temas de los derechos individuales y
las minorías sexuales, abandonando por completo el campo de la lucha por
la defensa del trabajo público y privado, la sanidad y las condiciones
sociales generales de las clases subalternas.

Wagenknecht no sólo enumera muchos datos y ejemplos para demostrar esta
tesis, sino que dedica un capítulo a definir los nuevos sujetos sociales
que representan la base de consenso electoral de esta izquierda liberal,
cosmopolita y de moda.

Este punto es muy importante porque no se queda en la vaguedad, en una
crítica superficial, sino que analiza los grupos sociales que han ganado
posiciones económicas y prestigio con el liberalismo y que muy a menudo
tienen una actitud de presunta superioridad moral hacia los trabajadores
con baja formación, hacia esa parte del proletariado del sector
servicios que sufre la «modernidad» liberalista. Conviene citar este
pasaje que introduce la tesis del libro:

/«Dos personas que proceden de medios sociales diferentes tienen cada
vez menos que decirse, precisamente porque viven en mundos diferentes.
Si la burguesía acomodada y con estudios universitarios de las grandes
ciudades aún consigue encontrarse en la vida real con los menos
afortunados, sólo lo hace gracias a la valiosa labor de mediación del
sector servicios, que puede ofrecerles quien les limpie la casa, quien
les entregue los paquetes y quien les sirva sushi en un restaurante. Las
burbujas no sólo existen en las redes sociales. Cuarenta años de
liberalismo económico, desmantelamiento del Estado del bienestar y
globalización han dividido las sociedades occidentales hasta tal punto
que la vida real de muchos ya sólo se mueve en la burbuja en la que se
encuentra su clase. Nuestra sociedad, aparentemente abierta, está en
realidad llena de muros» /

Este pasaje subraya una pequeña verdad cotidiana que marca profundamente
la vida social y psicológica de una gran parte del proletariado
descompuesto y fragmentado que hoy prevalece en las grandes áreas urbanas.

La incomunicabilidad social, la división casi atomística del tejido de
las clases subalternas es una de las grandes cuestiones con las que
tendrá que contar una izquierda que quiera hablar al abigarrado mundo de
los trabajadores típicos y atípicos, por subalternos que sean, como su
principal punto de referencia.

Pero veamos qué entiende precisamente Wagenknecht por la izquierda de moda:

/«El imaginario público de la izquierda social está dominado por una
tipología que en adelante denominaremos izquierda de moda, en la medida
en que quienes la apoyan ya no sitúan los problemas sociales y político-
económicos en el centro de la política de izquierdas, sino las
cuestiones relativas al estilo de vida, los hábitos de consumo y los
juicios morales sobre el comportamiento. Esta oferta política de una
izquierda de moda muestra su forma más pura en los partidos verdes, pero
también se ha convertido en una corriente dominante en los partidos
socialdemócratas, socialistas y de izquierdas de casi todos los países.»/

Aquí habría que decir algunas cosas a modo de aclaración. Si bien el
razonamiento básico responde a la mutación real de la izquierda
socialista, socialdemócrata o ex comunista, los contextos nacionales
también marcan diferencias secundarias pero no irrelevantes.

Por ejemplo, en Alemania, los Verdes tienen una historia política y unas
raíces sociales que no son comparables a las de nuestro país, sino
también a las de otros como Francia. Por el contrario, en Italia la
izquierda ex comunista, ex socialdemócrata (depende del punto de vista)
ha hecho algo más que abandonar a sus propias clases de referencia, han
sido agentes activos de las peores contrarreformas sociales, del peor
liberalismo privatizador, gobernando en contra de las clases populares.

Al mismo tiempo que esta prolongada carnicería social, los grupos
dirigentes de la «izquierda» han recuperado su virginidad defendiendo la
imaginería europeísta, las batallas por las libertades sexuales y el
estilo de vida moderno como señas de identidad de la izquierda «moderna»
del siglo XXI.

La naturaleza de esta mutación es profundamente social antes que
política. Este aspecto queda bien esbozado en el libro de Wagenknecht,
en el que se dedica un capítulo a la base social de esta izquierda
cosmopolita, europeísta y «progresista».

Hablamos de la izquierda, o más exactamente de la izquierda europea, que
es neoliberal en economía, partidaria de la arquitectura política de la
UE y de la narrativa de la supuesta superioridad democrática y
civilizatoria del europeísmo, en política exterior proclive a los
satélites del atlantismo angloamericano, en sociedad partidaria de las
campañas de opinión sobre los derechos individuales, socia instrumental
del mundo feminista y ecologista.

Aquí, todo esto ya no tiene nada que ver con el viejo mundo de la
izquierda del siglo XX, comunista o socialdemócrata, obrera y
asalariada, aunque nos encontremos con que a menudo los grupos
dirigentes, al menos en Italia, proceden de ese mundo. He aquí otro
pasaje esclarecedor de Wagenknecht, que en sus líneas generales define
un paradigma, un tipo social y un carácter político:

/«El representante de la izquierda de moda vive en un mundo
completamente distinto y se define por otros temas. Evidentemente, es
proeuropeo y cosmopolita, aunque cada cual entienda estas palabras de
moda de forma ligeramente diferente. Le preocupa el clima y está
comprometido con la emancipación, la inmigración y las minorías
sexuales. Está convencido de que el Estado nación es un modelo moribundo
y se considera un ciudadano del mundo y sin demasiados lazos con su
propio país…»/

/y otra vez:/

/«Como el izquierdista de moda apenas entra en contacto directo con las
cuestiones sociales, éstas le interesan muy poco. Por supuesto, el
objetivo sigue siendo una sociedad justa y sin discriminación, pero el
camino para llegar a ella ya no pasa por las viejas cuestiones de
economía social, es decir, salarios, pensiones, impuestos y subsidios de
desempleo, sino principalmente por los símbolos y el lenguaje./

/Pero volvamos a las clases sociales de referencia, quedándonos en la
situación alemana de la que habla Wagenknecht./

El consenso activo y pasivo de esta izquierda está arraigado entre
licenciados de clase media que trabajan en la administración pública, en
puestos medios-altos, profesionales de la comunicación y el marketing,
en servicios financieros que trabajan en obra social, en empresas de
movilidad verde, piezas de la burocracia sindical y del abigarrado mundo
del ecologismo y las culturas alternativas.

En este medio crece y prospera una narrativa posmoderna, de mil
lenguajes, de vago pacifismo, de odio hacia cualquier recuperación de
una soberanía nacional y popular, etiquetada siempre y en todo caso como
un remanente reaccionario y de derechas, y abanderados convencidos de un
europeísmo abstracto que no significa otra cosa que un apoyo consciente
e interesado a las políticas neoliberales de Bruselas.

En resumen, esta izquierda ha cambiado de forma y de contenido desde sus
orígenes. Ha optado por representar los intereses, expectativas y
sentimientos de aquellas clases que han salido victoriosas y/o
aseguradas de las transformaciones sociales de las últimas décadas.

Hechas estas breves incursiones en la deriva del mundo de la izquierda
políticamente correcta y compatibilista, el valor añadido de la
reflexión de la socialista alemana reside en las partes dedicadas a la
cuestión del Estado-nación y su recuperación en la lucha política y en
el imaginario colectivo por la emancipación social de las clases
subalternas.

Si no se aborda también hoy claramente esta contradicción, se permanece
inevitablemente, voluntaria o involuntariamente, consciente o
inconscientemente, de buena o mala fe, en la subordinación total a los
intereses del gran capital.

Si bien es cierto que la vulgata de la izquierda, incluso y sobre todo
de la izquierda radical, según la cual la invocación de la soberanía
nacional sería antihistórica, por no decir otra cosa, e ideológicamente
decididamente de derechas, cuando no fascista, esta manera de ver las
cosas es a menudo el producto de una ignorancia total de la historia del
movimiento obrero y socialista internacional.

Y eso sería lo de menos, dada la tendencia general en nuestras partes.
La cuestión es que referirse a un internacionalismo vago y genérico de
los pueblos es, en el mejor de los casos, un signo de extremismo senil
incurable y, en el peor, significa trabajar para el enemigo.

El nudo es absolutamente contundente, sobre todo en nuestras latitudes,
y la guerra de la OTAN contra Rusia confirma la necesidad de reabrir un
debate serio en las filas de una izquierda popular, si es que existe.

Sobre todo si tenemos en cuenta que nuestros países son naciones de
soberanía limitada, no sólo porque hay decenas de bases militares
estadounidenses en nuestros territorios, sino esencialmente porque toda
decisión digna de relevancia es aprobada y ratificada primero por las
oligarquías anglosajonas y el poderoso lobby israelí-sionista. ¿Podemos
encogernos de hombros ante esta realidad o limitarnos a vagos eslóganes
sobre un internacionalismo sin fronteras?

Dicho esto, no faltan debilidades en el marco propositivo de
Wagenknecht. En primer lugar, se queda mucho en la superficie sobre la
cuestión de la Unión Europea y su carácter estructuralmente
antidemocrático y antipopular, una jaula que durante décadas ha
aprisionado todo posible proyecto de emancipación popular y de
recuperación de una soberanía basada en los intereses de la mayoría de
las clases trabajadoras. El texto carece de una idea de fondo, de una
vía programática radical que profundice y enfatice el potencial
antisistémico.

Al tiempo que expresa una dura crítica al capitalismo financiero y de
libre mercado, en Wagenknecht existe la idea, en mi opinión ingenua e
infundada, de proponer o aspirar a una vuelta a un capitalismo
«diferente», «verdaderamente meritocrático», no monopolista (que nunca
lo fue), sino en los deseos de la ideología reformista de la
socialdemocracia, hija de un mundo que ya no existe y al que no es
posible, aunque se quisiera, volver.

Cuando se afirma que «la propiedad privada y la búsqueda del beneficio
sólo pueden fomentar el progreso tecnológico y aumentar así el potencial
de bienestar de la economía allí donde existe una auténtica competencia
y unas normas y leyes claras que velan por no gravar a los asalariados y
al medio ambiente», el autor se desliza hacia la narración nostálgica de
un capitalismo con rostro humano que, si existió, fue el producto
histórico y determinado de dos corrientes históricas fundamentales, la
existencia de un bloque socialista opuesto al mundo capitalista y una
lucha de clases que tenía en la clase obrera y en el proletariado en
general una fuerza relativamente homogénea capaz de ganar posiciones y
mejoras progresivas.

A pesar de algunas debilidades programáticas y, como dirían algunos, de
una visión fragmentada de la tarea antisistémica, sigue siendo un libro
que ofrece una visión crítica y hunde el cuchillo en el mundo de la
izquierda. Lo necesitamos, pero aún queda mucho camino por recorrer.

Em
OBSERVATORIO DE LA CRISIS
https://observatoriocrisis.com/2024/03/13/la-izquierda-de-moda/
12/3/2024

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