quinta-feira, 29 de maio de 2025

¿Existe todavía la OTAN?

 


por Dmitri Orlov. En Club Orlov. Publicado originalmente el 27 de mayo de 2025. Traducción de Comunidad Saker Latinoamérica

Como dice la página web de la OTAN, “La OTAN es una alianza política y militar de países de Europa y Norteamérica”. Obsérvese el orden de los adjetivos: primero política y después militar. Esto no es casualidad: resulta que la OTAN es militarmente insignificante. Su único éxito fue desmembrar Serbia para crear Kosovo. Destruir Libia difícilmente cuenta como un éxito. Pero la OTAN sin duda ha tenido éxito político, creciendo mucho más. Entre el colapso de la URSS y el inicio de la Operación Militar Especial de Rusia en la antigua Ucrania, la OTAN absorbió a la República Checa, Hungría, Polonia, Bulgaria, Estonia, Letonia, Lituania, Rumanía, Eslovaquia, Eslovenia, Albania, Croacia, Montenegro y Macedonia del Norte. La OTAN tenía planes de absorber también a Ucrania y Georgia, pero fracasó, conformándose con Finlandia y Suecia, más digeribles, como premio de consolación.

La expansión es una de las principales funciones de la OTAN. Las naciones recién incorporadas deben tener sus ejércitos entrenados y equipados con armas, principalmente de fabricación estadounidense, según los estándares de la OTAN, inspirados principalmente por la Alemania nazi, lo que requiere una burocracia enorme y extensa. Otra función importante de la burocracia de la OTAN es planificar y organizar ejercicios de entrenamiento en los que varios ejércitos miembros de la OTAN colaboran para atacar a Rusia o repeler un ataque ruso (porque no hay otros enemigos en los que pensar), sin inmutarse ante el hecho de que atacar a Rusia sería un suicidio y que Rusia no tiene ningún interés en atacar a ningún país miembro de la OTAN (pero está dispuesta a destruirlos si atacan a Rusia).

Esta última aclaración entre paréntesis requiere cierta explicación. Aunque la OTAN supuestamente es una organización defensiva, en realidad nunca ha defendido a ninguno de sus miembros. Ha participado en varias operaciones ofensivas lideradas por Estados Unidos (en la ex Yugoslavia, Irak y Afganistán). El Artículo 5 de la Carta de la OTAN estipula que, en caso de ataque contra miembros de la OTAN, los demás miembros deben consultarse sobre la posibilidad de acudir en ayuda del miembro afectado, pero cada miembro decide qué ayuda ofrecer (podría limitarse a enviarle una caja de deliciosas piruletas). Más importante aún, no se estipula que, si un miembro de la OTAN es atacado, los demás miembros deban suicidarse voluntariamente intentando defenderlo.

Consideremos un ejemplo específico. Supongamos que Rusia decide que ya está harta de la intromisión británica en países cercanos a sus fronteras y decide solucionar el problema de una vez por todas. Un arma ideal sería uno de sus nuevos misiles Sarmat. Estos misiles se disparan desde un lanzador móvil, tardan unos minutos en desplegarse, recorren trayectorias arbitrarias a través de la estratosfera (lo que los hace imposibles de interceptar) y transportan 10 vehículos hipersónicos de reentrada, cada uno de los cuales maniobra de forma independiente y precisa hacia su objetivo y lleva una carga nuclear de entre 800 kilotones y 2 megatones. Un solo cohete, con una capacidad de 20 megatones, sería suficiente para neutralizar política y militarmente a Gran Bretaña para siempre, lo que significa que el resto de la OTAN no tendría nada que defender allí.

Aún quedaría la cuestión de la venganza, pero ¿qué miembros de la OTAN estarían dispuestos a suicidarse atacando a Rusia en un inútil intento de vengar a Gran Bretaña? Ninguno, en realidad. En cuanto a la represalia británica, Gran Bretaña cuenta con cuatro submarinos clase Vanguard armados con misiles balísticos Trident II D-5 de fabricación estadounidense, cada vez más poco fiables, pero es totalmente incierto si alguno de ellos se lanzaría en respuesta y, en cualquier caso, Rusia cuenta con baterías de defensa antimisiles que podrían interceptarlos. Todo esto es puramente hipotético, por supuesto, porque los rusos son pacientes hasta la médula y, con toda probabilidad, se quedarán de brazos cruzados viendo cómo el establishment británico degenera a su propio ritmo, estando a solo una o dos décadas de volverse completamente inofensivo. Por otro lado, si Rusia destruyera a Gran Bretaña profilácticamente, ninguno de los países restantes soñaría siquiera con molestar a Rusia durante mucho tiempo. “Más vale prevenir que curar”, como suelen decir los británicos. Dejemos, pues, de lado la absurda idea de que la doctrina de defensa mutua de la OTAN es un cuento para niños con retraso mental y centrémonos en las verdaderas competencias centrales de la OTAN: expansión, adquisición de armas y ejercicios de entrenamiento militar. Mientras que la parte de la burocracia de la OTAN encargada de la expansión ahora se dedica a devorar a Suecia y Finlandia, es difícil ignorar que el fracaso en absorber y devorar a Ucrania y Georgia ha frenado en seco la avalancha de expansión de la OTAN.

La absorción de Georgia en la OTAN se interrumpió con bastante rapidez. En 2008, durante los Juegos Olímpicos de Verano en Pekín, el ejército georgiano, bajo la tutela de la OTAN e Israel, atacó a las fuerzas de paz rusas en la vecina Osetia del Sur. Los rusos irrumpieron entonces en Georgia y apenas tardaron una semana en humillar por completo al ejército georgiano. Se restableció la paz, aunque algunos georgianos aún lamentan su derrota y se unen a los ucranianos como mercenarios, logrando así dos derrotas por el precio de una. Los georgianos se dieron cuenta rápidamente de que entrar en guerra con Rusia era una mala idea y que la pertenencia a la OTAN los haría vulnerables en lugar de seguros, pero persistía la posibilidad de ser absorbidos y devorados por la Unión Europea. Esta posibilidad persistió hasta 2024, año marcado por el fracaso de un intento de revolución de colores. El presidente de Georgia, instalado por la UE (de nacionalidad francesa), fue destronado y se restablecieron las relaciones civiles con Rusia.

El intento de la OTAN de absorber y devorar a Ucrania se viene gestando desde 2014 y sigue en desarrollo, aunque la mayoría de la gente sensata ahora lo considera imposible por varias razones de peso, como la falta de fronteras indiscutibles y seguras y el conflicto militar en curso con Rusia. Todo comenzó con el derrocamiento del gobierno legítimo y electo de Kiev y su reemplazo por uno ilegítimo y no electo, nombrado personalmente por Victoria Nuland, del Departamento de Estado de Estados Unidos. Los habitantes de Crimea no tendrían nada que ver con estos nuevos gobernantes, ni tampoco los de las regiones de Donetsk y Lugansk. Crimea se separó rápidamente y votó a favor de unirse a la Federación Rusa, mientras que Donetsk y Lugansk permanecieron como regiones separatistas dentro de Ucrania. El régimen de Kiev lanzó entonces lo que denominó una “operación antiterrorista” contra estas dos regiones. En respuesta, Donetsk y Lugansk organizaron fuerzas de resistencia locales.

¿Por qué los rusos aceptaron Crimea, pero no inmediatamente Donetsk y Lugansk? La respuesta es sencilla: Rusia comprendió que la guerra era inevitable, pero necesitaba tiempo. Aprovechó ese tiempo para construir nuevos sistemas de armas (Kinzhal, Tsirkon, Oreshnik, Poseidon, Sarmat/Avangard, etc.), botar 42 buques de guerra, 11 submarinos nucleares de ataque y 11 submarinos diésel-eléctricos, y reorganizar su ejército y su industria de defensa para prepararlos para el combate moderno.

Avanzamos rápidamente hasta 2022. Las fuerzas de resistencia compuesta de voluntarios, de apenas 30.000 hombres, mantuvieron una línea defensiva durante nueve largos años, sufriendo unas 10.000 bajas, en su mayoría civiles, debido al incesante bombardeo ucraniano de distritos residenciales. Para febrero de 2022, el ejército ucraniano estaba finalmente listo para aplastar la resistencia. Ambas regiones se prepararon para esta inevitabilidad celebrando referendos de independencia, declarando su independencia y solicitando asistencia militar a Rusia. Rusia respondió reconociendo a las nuevas repúblicas independientes y accediendo a ofrecer asistencia militar. Todas estas fueron maniobras perfectamente legales, de acuerdo con el derecho internacional, con Kosovo como precedente legal. El ejército ruso atacó exactamente un día antes del ataque ucraniano planeado y lo frustró. Poco después, Kiev y Moscú alcanzaron un acuerdo negociado para poner fin al conflicto: Ucrania dejaría Donetsk y Lugansk en paz, se desarmaría, derogaría las leyes antirrusas y juraría neutralidad militar.

Sin embargo, la OTAN no aceptó nada de eso. Boris Johnson voló a Kiev y ordenó a los ucranianos luchar “hasta el último ucraniano”, y eso es exactamente lo que han estado haciendo desde entonces, durante tres años consecutivos. Eso no es sorprendente; después de todo, no se puede esperar que la OTAN deje escapar a sus víctimas tan fácilmente. Lo sorprendente es que los ucranianos se han mostrado muy dispuestos, durante tres años consecutivos, a librar esta guerra inútil “hasta el último ucraniano”, sufriendo un número de bajas desproporcionadamente mayor que el de Rusia, mientras que su derrota final ha estado garantizada desde el principio. Pero este es tema para otro artículo, uno mejor escrito por un equipo de psiquiatras clínicos expertos en sectas suicidas. En cualquier caso, en resumen, la OTAN ha perdido dos veces seguidas: en Georgia y en la antigua Ucrania.

“¿Cuál es la diferencia?”, podría pensarse. “Otro país, otro fiasco; la OTAN ya debería estar acostumbrada a las derrotas sin fin”. Pero la antigua Ucrania es diferente. En primer lugar, Ucrania no es en absoluto un caso trivial. Está justo en el centro de Europa y es el país más grande de Europa en superficie. En segundo lugar, la guerra en Ucrania no es entre Ucrania y Rusia, como pretende hacer creer la propaganda occidental. Más bien, los ucranianos son meros peones, dispuestos o (cada vez más) reticentes, en un conflicto indirecto entre Estados Unidos (con el resto de la OTAN a cuestas) y la Federación Rusa. El secretario de Estado, Marco Rubio, afirmó que se trata de una “guerra indirecta”, con estas mismas palabras; ¿quiénes somos nosotros para argumentar lo contrario? Una derrota en esta guerra indirecta no sería tan mala para Estados Unidos, que se esconde tras un océano y no carga con demasiados refugiados ucranianos (unos cientos de miles están a punto de ser expulsados, junto con algunos haitianos y sirios). Pero sería un desastre para la UE (especialmente Polonia y Alemania), donde los refugiados/migrantes ucranianos se cuentan por millones y es probable que sus filas aumenten aún más tras la derrota ucraniana. Los líderes europeos, a pesar de su impopularidad, temen el daño a su reputación como partidarios del régimen de Kiev, que han impuesto medidas de austeridad a sus poblaciones para despilfarrar fondos en Kiev y los refugiados.

Ucrania es un problema local, pero existe un problema global: la OTAN se está quedando sin países que absorber y devorar. Como un cáncer, la OTAN tiene que crecer constantemente (o habría que despedir a todo un ejército de burócratas bien pagados de la OTAN por no tener nada que hacer). Ya se han tragado a todas las pequeñas naciones: Estonia, Letonia, Lituania; Montenegro y Macedonia (del Norte). Así que la OTAN no tuvo más remedio que engullir a Suecia y Finlandia, hasta entonces neutrales.

Sin embargo, existe un problema con la incorporación de Suecia y Finlandia a un bloque militar. Suecia, como saben, firmó el Tratado de Nystad con Rusia en 1721, en el que, tras ser derrotada en la Guerra del Norte, juró neutralidad militar. Y Finlandia, tras su desastroso flirteo con Hitler, firmó con Rusia el Tratado de París de 1947, en el que Finlandia juró… neutralidad militar. Ahora bien, el acto de abdicar de las responsabilidades estipuladas en un tratado de paz generalmente implica el retorno automático al estado de guerra. Al aceptar a estos dos países, la OTAN amplió su membresía con dos países que ahora se encuentran automáticamente en estado de guerra con Rusia, violando así el Capítulo 8 de la Carta de la OTAN. Quizás Yanis Varoufakis, economista y exministro de finanzas griego, tenía razón cuando dijo que Europa es ahora “el continente estúpido”.

¿Cómo sería una guerra así? Más humillación para la OTAN, debemos suponer, pero ¿será el mismo tipo de humillación que sufrió la OTAN en la antigua Ucrania o algo más severo? Debemos tener en cuenta que para Rusia, el territorio ucraniano es un caso especial, ya que es territorio históricamente ruso (Malorusia y Nueva Rusia es como se le llamó durante siglos), poblado por personas que hablan ruso como lengua materna, fueron bautizadas en la Iglesia Ortodoxa Rusa y son culturalmente rusas. Sí, han sufrido daños cerebrales hasta el punto de odiar quienes realmente son y adoptar una identidad falsa y sintética. Un ucraniano es un ruso que se vio obligado a dejar de ser ruso, pero fue más allá y dejó de ser humano. Las atrocidades cometidas por las tropas ucranianas en la región rusa de Kursk dan fe de que estos son monstruos con daños cerebrales. Ser ucraniano no es tanto una identidad étnica como una máscara. En algunos casos, se adhiere a la cara y debe ser extirpada quirúrgicamente, junto con la cabeza. Pero en muchos otros casos, la máscara se despega sin esfuerzo en cuanto se iza una bandera rusa en el centro de una ciudad y los antiguos ucranianos olvidan al instante cómo hablar ucraniano y empiezan a cantar el himno nacional ruso y a solicitar pasaportes rusos. Los rusos ven a los ucranianos como rusos que han perdido el rumbo y esperan aceptarlos de vuelta como hijos pródigos. Esto explica la lentitud del esfuerzo bélico ruso en Ucrania, impulsado por el imperativo de evitar bajas rusas, ya sean militares o civiles, en ambos bandos, dejando solo los objetivos militares ucranianos como blanco legítimo. Rusia podría demoler fácilmente todos los puentes, estaciones de ferrocarril, depósitos de combustible, estaciones de bombeo, etc., en territorio ucraniano, haciéndolo completamente inhabitable, pero ese no es su objetivo, ya que el territorio está poblado por rusos.

¿Están los países de la OTAN (Finlandia y Suecia incluidas ahora) poblados por rusos? No, no lo están. Por lo tanto, Rusia no tiene la obligación de evitar daños colaterales mientras destruye militarmente a estos países. Los líderes occidentales y los funcionarios de la OTAN cometen un grave error al pensar que las acciones rusas en la antigua Ucrania son, de alguna manera, representativas de cómo Rusia libraría una guerra con los países de la OTAN. Realmente necesitan entender que los países de la OTAN no son rusos; por lo tanto, Rusia no tiene motivos para ser indulgente con ellos. ¿Quizás Varoufakis tenga razón y los líderes de la OTAN sean simplemente demasiado estúpidos para asimilar este hecho?

Como señaló recientemente Nikolai Patrushev, asesor de Putin, la OTAN está “realizando ejercicios en nuestras fronteras a una escala sin precedentes en décadas… Se están entrenando para lanzar una amplia ofensiva desde Vilna hasta Odesa, tomar la región de Kaliningrado, imponer un bloqueo naval en los mares Báltico y Negro y ejecutar ataques preventivos contra las bases de las fuerzas de disuasión nuclear rusas”. Algo no cuadra. Por un lado, la OTAN ha dedicado 11 años a entrenar y equipar al ejército ucraniano, que actualmente es la segunda formación militar más grande y con mayor capacidad de combate de Europa, solo superada por la rusa, y ha perdido, porque la derrota de Ucrania es ahora, según la mayoría de los expertos, un hecho inevitable. Por otro lado, la OTAN se prepara para luchar contra Rusia, ¿y qué? ¿Perder incluso más rápido que Ucrania? ¿Es un plan razonable? ¿Es realista en algún sentido?

¡Para nada! Estados Unidos, aunque sus fuerzas representan casi la mitad de la OTAN, quiere poner fin a su guerra indirecta contra Rusia en la antigua Ucrania y no tiene intención de librar más guerras con Rusia. Estados Unidos posee numerosos reactores nucleares peligrosamente antiguos que necesitan ser reemplazados, y el mayor proveedor de tecnología nuclear del planeta, con una cuota de mercado del 74 %, es el consorcio estatal ruso Rosatom. Este es solo el ejemplo más claro de por qué Estados Unidos necesita mantener buenas relaciones con Rusia.

La negativa de Estados Unidos a combatir a Rusia deja a la otra mitad de la OTAN —”el continente estúpido”— en una situación desesperada. Sí, constituye la mitad de la OTAN, pero es una mitad que no puede hacer nada sin Estados Unidos. Las fuerzas de la OTAN están comandadas por el general estadounidense Christopher G. Cavoli, utilizan principalmente armas estadounidenses y dependen de la logística y la inteligencia estadounidenses. En esencia, la OTAN no puede actuar sin órdenes de Washington, y Washington no autorizará un ataque contra Rusia.
Los ejercicios de entrenamiento de la OTAN para combatir a Rusia no reflejan la realidad; reflejan falta de imaginación. ¿Qué se preparan entonces las naciones de la OTAN para hacer? Malgastar el dinero de los contribuyentes, por supuesto —es obvio—, y los estadounidenses están totalmente de acuerdo, ya que la mayor parte de ese dinero de los contribuyentes europeos se destina a contratistas militares estadounidenses, quienes luego financian las campañas electorales de los políticos estadounidenses. Pero ¿para qué se preparan militarmente? He aquí una sorpresa: ¡se preparan para luchar entre sí!

En realidad, no debería ser una sorpresa: los últimos 80 años, desde el final de la Segunda Guerra Mundial, han sido un período de paz excepcionalmente largo en la historia europea. Es bastante normal que las naciones europeas estén en guerra de forma más o menos continua. Y ahora que la OTAN ha seguido su larga serie de fiascos con su mayor fiasco hasta la fecha (el fiasco ucraniano), es hora de que los europeos abandonen este marco fallido y busquen conflictos más ganables. Atacar a Rusia no sería ganable —sería suicida—, pero atacarse entre sí podría considerarse una diversión sana y bastante deportiva.

¿Hay alguna evidencia de que los europeos estén tramando algo similar? ¡Claro que sí! Varias naciones europeas están empezando a conspirar y maquinar fuera de la OTAN, prácticamente dándola por muerta. Tan pronto como Suecia y Finlandia se unieron a la OTAN, comenzaron a trabajar en la creación de una Alianza Escandinava, compuesta por Suecia, Finlandia, Dinamarca y Noruega. Han supuesto que no tienen nada que hacer como parte de la OTAN, ahora que Trump los ha traicionado al hacer la paz con Rusia. “¡No necesitamos a Estados Unidos!”, pensaron, y se pusieron manos a la obra:

  • Suecia, que aún conserva algo de industria, fabricará armas: tanques, aviones, etc. Tiene bastante escasez de energía y recursos naturales… pero puede comprárselas a Rusia, ¿no?
  • Los finlandeses tienen el mayor ejército per cápita de Europa y han demostrado repetidamente su disposición a morir sin una buena razón. Noruega controla importantes vías marítimas y cuenta con una poderosa armada: seis submarinos antiguos (de unos 35 años de antigüedad), cinco fragatas (antes eran seis, pero una se hundió mientras estaba comandada por una tripulación exclusivamente femenina después de que una barcaza no se apartara con la suficiente rapidez) y numerosas lanchas patrulleras.
  • Dinamarca puede ofrecer dos compañías enteras de tropas de élite que fueron fundamentales para los fiascos de la OTAN en Irak y Afganistán. Los daneses necesitarán ayuda para repeler los ataques estadounidenses a Groenlandia. Suplican a los franceses que les presten una o dos armas nucleares. Si los franceses aceptan, los rusos suspirarán, menearán la cabeza y… añadirán Copenhague a su lista de lugares que borrarán automáticamente de la faz de la Tierra en caso de problemas graves. Qué triste sería, considerando que los daneses firmaron el “Tratado de Amor y Hermandad” con Rusia en 1493.
  • Islandia también quería unirse a la Alianza Escandinava, pero no se le permitió por carecer de fuerzas armadas.

Pero de inmediato surgieron problemas en el paraíso: los finlandeses anunciaron de inmediato que no lucharían junto a sus hermanos daneses en defensa de Groenlandia. Tienen una frontera de 1.272 km con Rusia y están ocupados construyendo refugios antiaéreos. Parecen haberse fijado como objetivo poder ocultar bajo tierra a toda su población de 5,5 millones. Por qué los rusos perderían el tiempo atacando Finlandia es una pregunta que no parecen haberse planteado. Los rusos simplemente no ven a los finlandeses como una amenaza. Son los sospechosos habituales de quién se bebió todo el vodka, pero eso no es un delito capital.

Pero los finlandeses no se detuvieron ahí. Se buscaron a un esquizofrénico golfista llamado Alexander Stubb, quien invitó a contingentes de la OTAN para… librar una guerra contra Rusia, y luego pidió armas nucleares. Los rusos suspiraron, negaron con la cabeza y… organizaron el Distrito Militar de Leningrado que borrará a Finlandia de la faz de la Tierra en caso de problemas graves.

¿Es la Alianza Escandinava la única entidad nueva que se ha desprendido del cadáver en descomposición de la OTAN? ¡Para nada! El rey Guillermo Alejandro de los Países Bajos acaba de alzar la voz y opinar públicamente que los Países Bajos deberían estar armados hasta los dientes. Debió de mirar a sus vecinos —Alemania y Bélgica— y sentirse amenazado. Yo también me sentiría amenazado, dado lo que Alemania hizo con los Países Bajos bajo el régimen de Hitler y lo que Bélgica hizo en el Congo bajo el régimen del rey Leopoldo. Para estar seguros, quizás los Países Bajos deberían atacar primero.

Al otro lado del cadáver en descomposición, se encuentra Hungría, que parece estar buscando la salida de la Unión Europea, ya que está a punto de perder su poder de veto en esta augusta organización. Hungría se prepara para unirse a una alianza con Serbia. Ambos países tienen objetivos militares que lograr. Hungría necesita arrebatarle un pedazo a la antigua Ucrania, que en su día formó parte de Austria-Hungría y aún está habitada por húngaros cuyos derechos han sido gravemente violados por el régimen de Kiev. Serbia necesita recuperar Kosovo y la República Srpska. Contra Serbia se alza una poderosa alianza entre Albania y Croacia.

¡Será una lucha durísima! Albania cuenta con 6.600 valientes soldados (7.500 si contamos a los reservistas) equipados con 40 tanques anticuados, 19 aviones y 19 helicópteros. La poderosa fuerza de Croacia cuenta con 18 mil soldados, 10 antiguos aviones de combate soviéticos Su-21 (además, los franceses les están dando 12 aviones Rafale igualmente antiguos) y algunos vehículos blindados de época yugoslava.

Serbia es la nación neutral mejor armada de la región. Cuenta con 82 sistemas de misiles, 117 aviones de combate, algunos helicópteros Mi-35M, 262 tanques, sistemas de defensa aérea rusos Pantsir-C1 y S-400, y algunos equipos donados por China. Serbia también es el mayor productor de armas de la región. En 2021, vendió armas por valor de 384 millones de dólares a Chipre, Argelia, Estados Unidos, Azerbaiyán, Turquía, Bulgaria y Arabia Saudita. Serbia fue víctima de los bombardeos de la OTAN en 1999, como resultado de los cuales perdió territorios habitados por serbios. La constitución serbia exige que Serbia defienda los derechos de los serbios dondequiera que se encuentren. Mientras la OTAN se desintegra, Serbia se prepara para reparar estas pérdidas.

Mientras tanto, en el corazón del subcontinente europeo occidental se encuentran Gran Bretaña, Francia, Alemania y Polonia. Sus líderes están jugando a ser el rey de la colina (cuando no están esnifando cocaína juntos) intentando averiguar quién será el desastre económico más poderoso de toda Europa. Dados los ínfimos índices de aprobación de estos líderes, parece improbable que consigan movilizar a las tropas y no está claro qué podrán lograr, si es que lograrán algo.

  • El británico Kir Starmer parece no haber pagado a sus tres prostitutos ucranianos, quienes han incendiado casas y coches que creían suyos.
  • El francés Emmanuel Macron parece ser víctima de maltrato conyugal.
  • Los polacos se sienten un poco más poderosos en una alianza con Estonia, Letonia y Lituania, pero se sienten amenazados porque, como descubrieron recientemente, ¡la mayoría de sus pepinos son importados de Rusia! ¡Imaginen su angustia!
  • Y luego está Merz, quien se esforzó por declararle la guerra a Rusia, lo que provocó que Rusia convocara al Consejo de Seguridad de la ONU para debatirlo, aunque convocar a algunos hombres con batas blancas y jeringas cargadas con haloperidol, lorazepam o prometazina habría sido más útil.

Sería un descuido no mencionar al segundo ejército más grande de toda la OTAN, que es Turquía. Turquía es su propio peor enemigo, pero puede sentirse orgullosa porque se ha ganado muchos otros enemigos por sí sola. Está, por supuesto, Grecia, siempre dispuesta a atacar a Turquía y recuperar algunas de sus islas cuando Turquía se debilite. Y, por supuesto, están los kurdos, uno de los grupos étnicos más grandes que se han visto privados de su propio país, repartidos entre Turquía, Siria, Irak, Irán y Armenia, con una presencia particularmente numerosa e insatisfecha en Turquía. Y ahora Turquía ha decidido arrebatarle una parte del estado fallido de Siria, enemistándose así tanto con árabes como con israelíes simultáneamente, una hazaña que requiere talentos especiales. Es imposible predecir qué será de Turquía, pero la coexistencia pacífica con sus vecinos parece un resultado particularmente improbable.

¿Existe aún la OTAN? Existen diferentes grados de existencia:

  • Para que se diga que las organizaciones existen, deben estar organizadas; las organizaciones desorganizadas pueden decirse que no existen, lo cual es una contradicción en sus términos.
  • La realidad de las alianzas militares cuyos miembros se dedican a formar otras alianzas militares parece bastante cuestionable.
  • Las organizaciones también deben ser eficaces, aptas para su propósito declarado. El propósito declarado de la OTAN es la defensa mutua, pero pocos miembros, si es que hay alguno, parecen particularmente dispuestos a arriesgar su vida y su integridad física en defensa de los demás. El tan mencionado Artículo 5 de la Carta de la OTAN solo exige a los miembros mantener conversaciones, algo que sin duda están dispuestos a hacer, especialmente si la reunión cuenta con servicio de catering y hay cócteles después.
  • La existencia de organizaciones políticas es particularmente difícil de determinar porque los políticos (como el Secretario General de la OTAN, Mark Rutte) pueden hablar sin parar, haciendo que parezca que la organización que representan existe, cuando en realidad es un mero producto de su imaginación enfermiza. Los narcóticos pueden exacerbar este efecto. En particular, la cocaína tiende a hacer que las personas sean excesivamente habladoras y se sientan mucho más interesantes e importantes de lo que son.

Podemos imaginarnos a la OTAN navegando hacia el ocaso sobre olas de adicción a la cocaína que emanan de la oficina del narcoführer Zelenski en Kiev. Diversos representantes del “continente estúpido” se reunirán sin cesar, se estrecharán la mano, se abrazarán, se besarán… esnifarán cocaína… balbucearán incoherencias… mientras la realidad se aleja cada vez más de su alcance.

Em

SAKERLATAM

https://sakerlatam.blog/existe-todavia-la-otan/

29/5/2025 

segunda-feira, 26 de maio de 2025

Esclavitud moderna

 


Brigada de médicos cubanos en imagen de archivo. Foto
Brigada de médicos cubanos en imagen de archivo. Foto Afp / Archivo
08 de mayo de 2025 00:03

En un ejercicio de cinismo diplomático que raya en lo grotesco, el gobierno de Estados Unidos acusa a Cuba de “esclavitud moderna” por su cooperación médica internacional, mientras practica, a plena luz del día y con aparente cobertura legal, formas brutales de trata institucionalizada contra migrantes latinoamericanos.

La paradoja no es menor: mientras médicos cubanos salvan vidas en las regiones más empobrecidas del planeta, el gobierno de Trump encadena a seres humanos de pies y manos, los embarca como ganado hacia terceros países y los entrega para que desaparezcan en las entrañas de centros de tortura.

A lo largo de décadas, Cuba ha sostenido un programa de colaboración médica sin precedentes, con la presencia de más de 600 mil cooperantes sanitarios en 165 naciones.

Esos médicos han enfrentado pandemias, huracanes, hambrunas y crisis humanitarias sobre la base de un principio descrito por Fidel Castro a propósito de la colaboración cubana en salud: “En las relaciones internacionales practicamos nuestra solidaridad con hechos, no con bellas palabras” (https:// acortar.link/usRGWt).

Pero Washington, desde Bush hasta Trump, no ha dejado de intentar desacreditar ese modelo, acusándolo de “tráfico humano” y “trabajo forzoso”, cuando en realidad lo que molesta es que Cuba exporta dignidad, tal y como la definió Kant: el filósofo alemán distinguía entre lo que tiene precio y lo que tiene dignidad. Tienen precio aquellas cosas que pueden ser sustituidas por algo equivalente, mientras que aquello que trasciende todo precio y no admite nada equivalente, eso tiene dignidad.

Contrasta profundamente con lo que ocurre al norte del río Bravo. La nueva administración Trump, decidida a implementar una política migratoria de “tolerancia cero” bajo parámetros supremacistas, ha reactivado el mecanismo de deportaciones encadenadas y sin el debido proceso de la ley. Los inmigrantes son deportados, sin juicio ni oportunidad de responder a los alegatos contra ellos.

Son expulsados con grilletes en los tobillos y esposas en las muñecas, amontonados en aviones que los llevan no necesariamente a su país de origen, sino al país que Washington designe como “tercero seguro”.

El caso de los venezolanos deportados a El Salvador es especialmente escandaloso.

El país centroamericano, convertido por Bukele en una distopía vigilada con drones, ha ofrecido al gobierno estadunidense una infraestructura de represión sin rendición de cuentas: el Centro de Confinamiento del Terrorismo (Cecot), la megacárcel donde el hacinamiento, la tortura, la desaparición y la negación del debido proceso y del vínculo con familiares son moneda corriente, según organizaciones de derechos humanos. Así, Washington externaliza su violencia migratoria con las lecciones bien aprendidas de la era Bush: si los detenidos están fuera del territorio nacional, no tienen derechos ante la justicia estadunidense. Esa fue la doctrina para Guantánamo. Hoy, Trump la recicla para deportar y reprimir sin costo judicial.

Mientras, la maquinaria propagandística del Departamento de Estado y sus satélites mediáticos en Miami repiten el mantra de que “los médicos cubanos son esclavos”.

Pero ¿dónde está la esclavitud? ¿En el bisturí que opera gratis a un niño en Haití? ¿En la vacuna que se administra en Angola? ¿O en las manos encadenadas del migrante que huye de situaciones de violencia en su país de origen y acaba en una celda salvadoreña sin nombre ni abogado? ¿Qué diferencia esta situación de los desaparecidos en Argentina, Uruguay, Guatemala o Chile, durante la guerra sucia de los años 70 y 80?

La hipocresía no es nueva, pero sí más descarada. Acusar a Cuba de lo que EU practica a escala industrial es una vieja estrategia: culpar a la víctima para ocultar los propios crímenes. Los grilletes con que deportan a los migrantes no pueden ocultar el verdadero rostro del imperio que se dice libre y democrático, mientras reproduce, con nueva tecnología, las cadenas de los barcos negreros que siguen navegando por la conciencia moderna de Occidente.

En Barco de esclavos (Capitán Swing, 2023), el historiador estadunidense Markus Rediker analiza la trata a través del Atlántico desde finales del siglo XV hasta casi terminar el XIX, durante 400 años. “Los compartimentos estaban tan atestados que casi no había espacio para darse la vuelta. Las cadenas que llevaban para evitar cualquier tentación de fuga les dejaban en carne viva muñecas, cuellos y tobillos”. Exactamente como ahora.

El trumpismo es la ausencia oficial de máscaras: hay barra libre de fascismo y al que se pase no lo echan de la fiesta, sino que lo ponen a organizar otra, como ésta de culpar a Cuba de “esclavitud moderna”, mientras los aviones “negreros” vuelan rasantes de norte a sur, por encima de nuestras cabezas.

Em

LA JORNADA

https://www.jornada.com.mx/noticia/2025/05/08/opinion/esclavitud-moderna

8/5/2025

 

sexta-feira, 23 de maio de 2025

O elo inseparável entre capitalismo e guerra

 


A única maneira de acabar com a guerra é substituir o modo de produção capitalista por um novo modo de produção que não esteja focado na busca do lucro máximo…

DOMENICO MORO, SOCIÓLOGO ITALIANO 

A guerra se tornou uma atividade característica da humanidade desde que ela foi dividida em classes sociais. Na verdade, as causas econômicas sempre estiveram na raiz das guerras. Mas foi somente com o capitalismo plenamente desenvolvido que surgiram as guerras mundiais, ligadas à globalização do capital e à criação de armas de destruição em massa, devido aos enormes gastos em pesquisas e novas tecnologias. 

A guerra é, acima de tudo, uma força motriz da economia capitalista em tempos de crise estrutural e quando a hierarquia de poder em que se baseia é desafiada a nível internacional. Em tempos de crise, os gastos militares e a imensa destruição causada pelo uso de armas modernas rapidamente vêm em auxílio dos lucros.

Não é por acaso, aliás, que no momento atual, caracterizado por uma crise que afeta as áreas de maior desenvolvimento tradicional do capitalismo — Estados Unidos, Europa Ocidental e Japão — assistimos a um aumento dos gastos militares. 

Nos Estados Unidos, os cortes de gastos federais, que já levaram à demissão de milhares de funcionários públicos, seriam estendidos aos gastos militares, que teriam sido reduzidos em cerca de um terço em cinco anos: de US$ 968 bilhões em 2024 para US$ 600 bilhões em 2030. No entanto, o governo Trump mudou de rumo e os gastos militares planejados para 2026 crescerão para US$ 1,01 trilhão, incluindo a modernização nuclear, o Golden Dome, o escudo espacial e de mísseis e a expansão das forças navais [i] .

Os gastos militares também estão crescendo na Europa. A Comissão Europeia lançou um plano de rearmamento no valor de € 800 bilhões ao longo de quatro anos. Até recentemente, a OTAN exigia que seus estados-membros atingissem gastos de pelo menos 2% do PIB, embora alguns estados importantes, incluindo Itália e Alemanha, não tenham conseguido atingir esse nível. 

Hoje, enquanto a Itália declarou que atingirá os 2% até 2025, o Secretário-Geral da NATO, o holandês Mark Rutte, propõe reduzir o nível mínimo de despesa para 5% do PIB (3,5% da despesa militar real e 1,5% destinado à cibersegurança) [ii] .

Um aumento para 3,5% representa uma despesa adicional de 33 bilhões de euros para a Itália. O país que mais se rearma é a Alemanha, que, em recessão há dois anos e com seu aparato industrial em dificuldades, aumentou seu orçamento de defesa de € 52 bilhões em 2024 para € 60 bilhões em 2025 e planeja gastar centenas de bilhões nos próximos anos. 

O chanceler alemão Friedrich Merz declarou que transformará o seu exército na “força armada convencional mais poderosa da Europa” [iii] . Enquanto isso, uma conferência sobre a reconstrução da Ucrânia será realizada em Roma nos dias 10 e 11 de julho, o que trará enormes benefícios para as empresas europeias envolvidas.

Mas voltemos à conexão entre capital, gastos militares e guerra. O modo de produção capitalista é caracterizado pela acumulação expandida, isto é, pela acumulação sempre crescente, em cada ciclo econômico, de capital na forma de meios de produção e força de trabalho. 

O problema é que essa acumulação contínua produz o chamado aumento da composição orgânica do capital. Isso significa que a parcela do capital investida em meios de produção aumenta proporcionalmente mais do que aquela investida em trabalho, porque o capitalista tende a substituir trabalhadores por máquinas cada vez mais eficientes. 

Como somente a força de trabalho determina a criação de mais-valia, ou seja, lucro, e a taxa de lucro é calculada colocando a mais-valia obtida no numerador e o capital total investido no denominador, gera-se uma diminuição na taxa de lucro. Marx chama a esta tendência, específica do capital, a lei da tendência de queda da taxa de lucro [iv] 

Como a produção capitalista é impulsionada pela busca do lucro máximo, uma queda na taxa de lucro leva à contração do investimento, à subutilização das instalações e, portanto, às crises que afligem ciclicamente o capitalismo.

Marx também diz que essa lei é contrastada por alguns fatores antagônicos que determinam sua natureza tendencial. Esses fatores incluem: o crescente grau de exploração do trabalho, a redução dos salários, a existência de um grupo de desempregados ao qual recorrer e, acima de tudo, a expansão externa do capital. 

Esta última consiste na tendência à conquista de novos mercados para a exportação de mercadorias e, sobretudo, de capital excedente, que é investido em países onde a acumulação é menos avançada e os salários são menores, e onde, portanto, a taxa de lucro é maior. 

Dessa tendência decorrem duas consequências: a criação do mercado mundial e a afirmação do imperialismo como tendência dos Estados capitalistas mais avançados e como fator de desenvolvimento do militarismo e da guerra. 

A globalização, tanto a que ocorreu entre o final do século XIX e o início do século XX como a que se desenvolveu a partir da década de 1990 até hoje, é, portanto, o resultado, como diz David Harvey, do “arranjo espacial”, isto é, do ajustamento no espaço da acumulação capitalista [v] .

Entretanto, como vimos ao longo do século XX e nesta primeira parte do XXI, a globalização não foi capaz de resolver a superacumulação de capital, ou seja, o excesso de capital investido nos meios de produção. 

A superacumulação ocorre quando há muito capital investido, o que é “demais” no sentido de que o novo investimento não produz o lucro esperado pelos capitalistas. Nesse caso, os investimentos diminuem, levando a uma crise. É, portanto, a superacumulação de capital que está na raiz das crises cíclicas e da superprodução de bens. 

Neste ponto, a única maneira do capital resolver a superacumulação e retomar o ciclo de acumulação é a destruição do próprio capital. Somente a destruição física do capital acumulado na forma de bens, meios de produção e infraestrutura pode resolver o problema. Em parte, essa destruição física ocorre pela morte de empresas mais fracas ou sua absorção por outras mais fortes, a chamada centralização de capital. 

Mas quando a superacumulação é realmente excessiva e persiste, mesmo que todos os fatores antagônicos à queda da taxa de lucro tenham sido utilizados, só há uma maneira de resolvê-la: a guerra. 

É a guerra moderna, com seus enormes gastos militares, que fornece um mercado adicional e lucrativo para as empresas capitalistas e, sobretudo, com a imensa destruição que causa, que elimina o excesso de capital e, graças à reconstrução, restabelece as condições para a retomada da acumulação.

Como escreveram dois economistas americanos, Paul A. Baran e Paul M. Sweezy, em sua obra Monopoly Capital , as guerras representam um poderoso estímulo externo para superar as depressões econômicas: "Ninguém em sã consciência afirmaria que, sem guerras, a história econômica do século XX teria sido o que foi. Portanto, devemos incorporar as guerras em nosso esquema explicativo; para tanto, propomos considerá-las, juntamente com as inovações revolucionárias, como estímulos externos de fundamental importância. [você]

Podemos ver como o efeito regenerativo da guerra e dos gastos militares foi sentido ao longo do último século e continua a ser sentido na economia do estado mais importante do mundo, os Estados Unidos, apesar do fato de que as duas guerras mais devastadoras que a humanidade já conheceu não foram travadas em seu território. 

É por isso que Baran e Sweezy afirmam que “sem a Primeira Guerra Mundial, a década de 1910-20 teria ficado registrada na história americana como um período de depressão extraordinária”. [vii] Mas após o período de desenvolvimento da década de 1920, a partir de 1929, ocorreu em todo o mundo avançado o que foi chamado de Grande Depressão, a crise mais importante do modo de produção capitalista. 

Nos Estados Unidos, o presidente Roosevelt lançou o New Deal, um plano de gastos públicos para estimular a demanda agregada e a produção. Entretanto, o New Deal não ajudou a economia dos EUA a escapar da crise, pois após uma breve recuperação, a economia dos EUA voltou a cair em recessão em 1938. 

A Grande Depressão só foi resolvida graças aos enormes gastos causados ​​pelo rearmamento militar e à eclosão da Segunda Guerra Mundial. Foram esses gastos e a imensa destruição de capital que resolveram definitivamente a crise e determinaram o desenvolvimento do modo de produção capitalista durante trinta anos após a guerra. 

De fato, a reconstrução, financiada pelo capital excedente dos Estados Unidos por meio do Plano Marshall, deu um poderoso impulso à acumulação, especialmente nos países que haviam perdido a guerra, Alemanha, Itália e Japão, onde a maior destruição havia se concentrado.

Nos Estados Unidos, tendo se tornado a potência hegemônica mundial e, portanto, necessitando de grandes forças armadas, os gastos militares não diminuíram após o fim da Segunda Guerra Mundial. 

A maior parte do aumento nos gastos do governo deveu-se aos gastos militares, que aumentaram de 1% para 10% do produto nacional bruto. "Cerca de seis ou sete milhões de trabalhadores", escrevem Baran e Sweezy, "mais de 9% da força de trabalho depende de gastos militares para seu emprego. 

Se essas proporções retornassem às proporções anteriores à Segunda Guerra Mundial, a economia nacional retornaria às condições de profunda depressão prevalecentes nas décadas de 1930 e 1940, com taxas de desemprego acima de 15%. [viii] E ainda: “Em 1939, 17,9% da força de trabalho estava desempregada e pode-se presumir que aproximadamente 1,4% do restante estava empregado na produção de bens e serviços de defesa. 

Em outras palavras, 18% da força de trabalho estava desempregada ou empregada em atividades dependentes de gastos militares. Em 1961 (…) os números correspondentes eram de 6,7% de desempregados e 9,4% empregados dependentes de gastos militares, ou seja, um total de aproximadamente 16%. (…) Segue-se que uma redução do orçamento militar às proporções de 1939 faria com que o desemprego voltasse às proporções daquele ano.” [ix]

Nesse ponto, surge a pergunta: os gastos públicos civis podem ser tão eficazes quanto os gastos públicos militares no combate às crises? E se sim, por que os gastos militares não são substituídos por gastos civis? 

A resposta é que isso não é possível em uma sociedade capitalista monopolista, onde a oligarquia dominante se opõe a novos aumentos nos gastos civis, como foi o caso durante o New Deal, quando o desemprego ainda atingia 15% da força de trabalho. 

A razão é que o aumento dos gastos públicos civis afeta os interesses da oligarquia capitalista. De facto, a despesa pública civil é combatida “sempre que determina uma situação de concorrência com a iniciativa privada” [x] . Isso é evidente, por exemplo, nos gastos públicos com assistência médica, que afastam os consumidores dos planos de saúde privados, e na construção de moradias, onde a construção em massa de moradias públicas tiraria oportunidades de lucro de incorporadores privados. 

Em contraste, não há concorrência com empresas privadas no setor militar e, de fato, os gastos militares vão diretamente para empresas privadas no setor, que muitas vezes também têm um ramo civil que pode se beneficiar do financiamento fornecido ao ramo militar, como é o caso da Boeing, que produz aeronaves militares e civis.

O papel especial dos gastos militares e de guerra na economia dos EUA permaneceu evidente mesmo depois de 1961, ano ao qual os dados citados por Sweezy e Baran se referem. De facto, se observarmos a evolução dos lucros das empresas não financeiras dos EUA entre 1929 e 2008, vemos que os picos de crescimento do lucro líquido após impostos, como percentagem dos custos do stock líquido de capital fixo, ocorrem em conjunto com as guerras que os Estados Unidos travaram, desde a Segunda Guerra Mundial até à Guerra da Coreia, à Guerra do Vietname e às contra o Iraque e o Afeganistão [xi] 

Mas mesmo em tempos de relativa paz, os gastos militares aumentam, como está acontecendo agora. De fato, o "complexo militar-industrial" se desenvolveu dentro da economia e da estrutura de classes sociais dos EUA, conforme definido pelo presidente Eisenhower em 1961. Esse entrelaçamento de interesses entre a indústria militar, os mais altos escalões das Forças Armadas e membros do Congresso influencia as decisões econômicas e políticas do país. 

Uma demonstração recente da influência do complexo militar-industrial é o aumento dos gastos militares para US$ 1,01 trilhão até 2026, apesar do anúncio anterior de Trump de uma redução de um terço nos gastos até 2030. Além disso, nos últimos dez anos, entre 2014 e 2024, os gastos militares dos EUA a preços constantes aumentaram de US$ 833,7 trilhões para US$ 968,3 trilhões, um aumento de 16,1% [xii] .

A influência do Estado, através da guerra e das despesas de guerra, na acumulação capitalista não é um facto recente, mas é também a causa da acumulação original do capital, tal como definida por Marx no primeiro livro de O Capital [xiii] . A acumulação primitiva, da qual surgiu o modo de produção capitalista entre o final da Idade Média e o início da era moderna, é baseada no sistema colonial e na dívida pública. 

Por meio da expansão colonial, baseada na violência e, portanto, na guerra armada, a riqueza americana é saqueada e levada para a Europa, onde forma a base da acumulação. A dívida pública, que determina a possibilidade subsequente de investimento lucrativo de dinheiro e o crescimento do capital bancário, representa uma invenção italiana, devido à necessidade de financiar a guerra permanente na qual as cidades-estado italianas estavam envolvidas. 

A dívida pública tornar-se-á cada vez mais importante e necessária para os primeiros Estados nacionais europeus devido às guerras e ao colonialismo, o que levou ao aumento exponencial das despesas militares, também devido à invenção da pólvora e, portanto, à introdução de artilharia e fortificações modernas e dispendiosas [xiv] .

A dívida pública, por meio de guerras e gastos militares, ainda hoje está vinculada à acumulação de capital. Vemos isso hoje na Europa, onde a Comissão Europeia decidiu suspender as restrições orçamentárias impostas pelos tratados europeus para limitar o déficit público a 3%, garantindo a possibilidade de aumentá-lo em mais 1,5% ao ano para gastos militares. 

Isto é especialmente verdade na Alemanha, o país que foi o defensor mais agressivo da austeridade fiscal e impediu qualquer desvio das restrições orçamentárias durante a devastadora crise da dívida grega. 

Na Alemanha, a disposição constitucional que impõe um limite de 0,35% do PIB para o déficit estrutural do governo federal foi recentemente revogada às pressas por uma maioria de dois terços no parlamento cessante, já que o novo parlamento, fortemente representado por parlamentares da AfD e do Die Linke, supostamente se opôs a ela. Assim, embora não seja possível contrair dívida adicional para assistência médica, educação, pensões e gastos sociais em geral, ela pode ser contraída para gastos militares. 

Esta é, portanto, mais uma confirmação do que dissemos acima: os gastos militares são ideais para o capital. Por um lado, porque a iniciativa pública neste domínio não é competitiva com a iniciativa privada e, por outro, porque subsidia a indústria bélica, que opera em condições de quase monopólio e com preços elevados, facilmente aceites pelos oficiais das Forças Armadas que depois encontram emprego, ao aposentar-se, nessa mesma indústria bélica.

Como escrevem Baran e Sweezy, a base de tudo isso é o estado de estagnação perpétua em que a economia moderna se encontra: o capital monopolista é incapaz de sair da estagnação sem estímulo externo. E o estímulo externo mais importante são os gastos militares e a guerra, com a destruição que isso acarreta. 

Por essa razão, a única maneira de acabar com a guerra é ir além do modo de produção capitalista e adotar um novo modo de produção que se concentre não na busca do lucro máximo, mas na satisfação das necessidades individuais e sociais.

Notas

[i] Marco Valsania, “O primeiro orçamento de Maga: cortes nas despesas sociais, mais dinheiro para armas”, Il Sole 24 ore , 3 de maio de 2025.

[ii] Gianni Trovati, “Defesa, 33 bilhões de gastos adicionais por ano para novos objetivos da OTAN”, Il Sole 24 minério , 17 de maio de 2025.

[iii] Gianluca Di Donfrancesco, “Merz: <<A Alemanha terá o exército mais forte da Europa>>”, Il Sole 24 minério , 15 de maio de 2025

[iv] Karl Marx , O Capital, Livro III, Seção Três: A Lei da Tendência da Taxa de Lucro à Queda , Newton & Compton Editori, Roma 1996.

[v] David Harvey, “Globalização e a “Solução Espacial”, Geographische revue , 2/2001.

[vi] PA Baran, PM Sweezy, Capital Monopoly. Ensaio sobre a estrutura econômica e social americana , editora Einaudi, Turim 1968, p. 188.

[vii] Ibid ., pág. 197.

[viii] Ibid., pág. 130 .

[ix] Ibid ., págs. 149-150.

[x] Ibid ., pág. 140.

[xi] Andrew Kliman, A Destruição do Capital e a Crise Econômica Atual , 2009. http://gesd.free.fr/kliman91.pdf

[xii] Sipri, Banco de Dados de Despesas Militares.

[xiii] Marx, op.cit., Livro I, Capítulo vinte e quatro. A chamada acumulação original .

[xiv] Giovanni Arrighi, O longo século XX. Dinheiro, poder e as origens do nosso tempo , Il Saggiatore, Milão 2003, pp. 143-151.

Em

OBSERVATORIO DE LA CRISIS

https://observatoriocrisis.com/2025/05/23/el-vinculo-inseparable-del-capitalismo-con-la-guerra/

23/5/2025