segunda-feira, 14 de agosto de 2023

El insoportable maniqueísmo de la izquierda «antiimperialista» ***

 




Por William I. Robinson


El socialista alemán August Bebel comentó una vez que el antisemitismo
es el “socialismo de los tontos” porque los antisemitas reconocen la
explotación capitalista solo si el explotador era judío, pero de lo
contrario haría la vista gorda ante la explotación que emana de otros
sectores.

Más de un siglo después, ese socialismo de tontos ha sido resucitado por
una autoproclamada izquierda “antiimperialista” que condena la
explotación y la represión capitalista en todo el mundo cuando las
perpetra por Estados Unidos y otras potencias occidentales o los
gobiernos que estas potencias apoyan, pero hace la vista gorda o incluso
defiende a los Estados represivos, autoritarios, y dictatoriales
simplemente porque estos Estados enfrentan la hostilidad de Washington.

Las políticas de la explotación capitalista y el control social en todo
el mundo están moldeadas fundamentalmente por la contradicción entre una
economía globalmente integrada al lado de un sistema de dominación
política basado en el Estado-nación. La globalización económica y la
integración transnacional de capitales brindan un impulso centrípeto al
capitalismo global, mientras que la fragmentación política brinda un
poderoso contra-impulso centrífugo que está resultando en una escalada
del conflicto geopolítico. El abismo se está ampliando rápidamente entre
la unidad económica del capital global y la competencia política entre
los grupos dominantes que deben buscar la legitimidad y evitar que el
orden social interno de sus respectivas naciones se rompa frente a la
creciente crisis del capitalismo global. Esta coyuntura global es el
telón de fondo del “socialismo de los tontos” contemporáneo.

Discutiré aquí los casos de China, Nicaragua, los BRICS, y la
multipolaridad ya que sacan a relucir la lógica enrevesada y la política
retrograda de esta izquierda “antiimperialista.”

*China y el Desarrollo Capitalista*

El capitalismo con peculiaridades chinas ha implicado el surgimiento de
poderosos capitalistas transnacionales chinos fusionados con una elite
del Partido-Estado dependiente de la reproducción del capital y de
estratos medios de alto consumo, alimentados por una devastadora ola de
acumulación
<https://www.amazon.com/Commune-Capitalism-Peasants-Collective-Farming/dp/1583676988/ref=sr_1_1?crid=AFAP0F7UAK3M&keywords=zhun+xu&qid=1685996786&s=books&sprefix=Zhun+Xu%2Cstripbooks%2C237&sr=1-1> primitiva en el campo y la explotación de cientos de miles de trabajadores chinos. Chino es ahora uno de los países más desiguales <https://www.pnas.org/doi/10.1073/pnas.1403158111> del mundo. Las huelgas y los sindicatos independientes no son legales en China. El Partido Comunista Chino hace tiempo que abandonó cualquier referencia a la lucha de clases o el poder de los trabajadores. A medida que las luchas laborales continúan aumentando en el país, también lo hace la represión estatal <https://www.amazon.com/Workers-Change-China-Responsiveness-Contentious/dp/1108831109/ref=sr_1_1?crid=3GL1CGWQ11FF8&keywords=elfstrom+workers+and+change+in+china&qid=1685997430&s=books&sprefix=elfstrom+workers+and+change+in+chin%2Cstripbooks%2C232&sr=1-1&ufe=app_do%3Aamzn1.fos.18ed3cb5-28d5-4975-8bc7-93deae8f9840> contra ellas.

Es cierto que el desarrollo capitalista ha sacado a millones de personas
de la pobreza extrema –al menos de acuerdo con las estrechas mediciones
de pobreza del Banco Mundial por debajo de $785 dólares en ingresos
anuales– y ha provocado una rápida industrialización, progreso
tecnológico e infraestructura avanzada. Es igual de cierto que los
países centrales de América del Norte y Europa Occidental experimentaron
estos logros durante sus periodos de rápido desarrollo capitalista desde
finales del siglo XIX hasta mediados del siglo XX. La izquierda nunca
vio este desarrollo capitalista en el Occidente como una victoria para
la clase trabajadora ni perdió de vista el vínculo entre este desarrollo
y la ley de la acumulación desigual y combinada en el sistema
capitalista mundial. China se está “poniendo al día”.

El modelo chino se basa en un complejo de empresas estatales y privadas
en las que el capital privado representa las tres quintas partes
<https://www.nytimes.com/2022/01/16/business/economy/china-economy.html>
de la producción y las cuatro quintas partes del empleo urbano. China no
ha seguido la ruta neoliberal hacia la integración capitalista
transnacional. El Estado juega un papel clave en el sistema financiero,
en la regulación del capital privado, en el gasto público, especialmente
en la infraestructura, y en la planificación. Este puede ser un modelo
distinto de desarrollo capitalista que la variante neoliberal
occidental, pero sigue obedeciendo las leyes de la acumulación de
capital. Tras la apertura al capitalismo global en la década de los
1980, China se convirtió en un mercado para las corporaciones
transnacionales y un sumidero de capital excedente acumulado capaz de
aprovechar una vasta oferta de mano de obra barata controlada por un
estado de vigilancia omnipresente y represivo. Pero al viraje del siglo
se estaban acumulando presiones para encontrar salidas en el extranjero
para el capital chino excedente acumulado durante años de desarrollo
capitalista intensivo.

Sostener este desarrollo pasó a depender ahora de la exportación de
capital al exterior. En las dos primeras décadas del siglo XXI, China
lideró al mundo en una oleada de inversión extranjera directa (IED)
hacia países del Sur y del Norte Global por igual, profundizando la
integración transnacional de capitales y acelerando la transformación
capitalista en los países en los que invierte. Entre 1991 y 2003, la
inversión extranjera directa de China se multiplicó por 10
<https://www.wri.org/insights/chinas-overseas-investments-explained-10-graphics> y luego se multiplicó por 13,7 entre 2004 y 2013, de 45 mil millones de dólares a 613 mil millones de dólares. Para 2015, China se había convertido en el tercer inversor extranjero más grande <https://www.bbvaresearch.com/wp-content/uploads/2015/06/15_17_Working-Paper_ODI.pdf> en el mundo. Se IED saliente comenzó a superar la IED entrante y el país se convirtió en acreedor neto. ¿Qué sucede cuando esta IED china en el exterior aterriza en el antiguo Tercer Mundo?

*Despojo y Extracción Se Convierten en “Cooperación Sur-Sur”*

Las comunidades indígenas del departamento de Apurímac, en el altiplano
de Perú, han librado luchas sangrientas
<https://www.tandfonline.com/doi/full/10.1080/14747731.2023.2179813> en
los últimos años contra la mina de cobre a cielo abierto Las Bambas, de
propiedad y operación china, una de las más grandes del mundo, que han
dejado decenas de muertos y heridos. De hecho, el estado peruano vende
legalmente servicios policiales a las empresas mineras, lo que permite
que la MMG de China compre la fuerza física de la policía para avanzar
en la extracción de cobre por medios violentos. Si bien este espacio
extractivista chino-peruano y otros similares son promocionados por los
“antiimperialistas” como un modelo de cooperación Sur-Sur y
modernización post-occidental, los agudos observadores reconocerán de
inmediato la estructura clásica de extracción imperialista, mediante la
cual el capital transnacional desplaza comunidades y se apropia de
recursos bajo la protección política y militar de Estados locales
encargados de la represión violenta de la resistencia a la expulsión y
la explotación.

El patrón es el mismo en toda América Latina. Los bancos chinos han
otorgado más de $137 mil millones en préstamos para financiar proyectos
de infraestructura, energía y minería. Un informe de 2022
<http://chinaambienteyderechos.lat/wp-content/uploads/2022/03/Informe-reporte-medio-termino-1.pdf> de una coalición de grupos ambientalistas y de derechos humanos analizó 26 proyectos en Argentina, Brasil, Bolivia, México, Perú, y Venezuela. Encontró violaciones generalizadas de los derechos humanos, el desplazamiento de comunidades locales, devastación ambiental y conflictos violentos dondequiera que se realizaran inversiones chinas en minas y megaproyectos. Los defensores de las prácticas crediticias de China afirman que estos préstamos son diferentes de los que provienen de Occidente porque no imponen condiciones como lo hacen los prestamistas occidentales. Esto no es enteramente verdad <https://www.fdiintelligence.com/content/feature/chinas-growing-footprint-in-latin-america-82014>. Pero incluso si lo fuera, ¿qué diferencia hace eso para los trabajadores, campesinos y comunidades indígenas que resisten la explotación, la represión y la destrucción ambiental asociadas con el capital chino en colaboración con inversionistas transnacionales de otros lugares y Estados capitalistas locales?

El punto no es que el capital chino sea peor o mejor que el capital
originario de otros países. El capital es capital independiente de la
identidad nacional o étnica de sus portadores. Sin embargo, cuando un
Estado capitalista occidental y un Estado capitalista en el Sur Global
cooperan para imponer megaproyectos a las comunidades locales o para
facilitar el saqueo corporativo transnacional en la extracción o la
industria, esta cooperación es condenada (correctamente) como
explotación por parte del imperialismo y las clases dominantes locales.
Cuando dos Estados capitalistas del Sur Global cooperan para los mismos
megaproyectos y la explotación corporativa, esto se elogia como una
“cooperación Sur-Sur” progresista y antiimperialista y “que trae
desarrollo”.

Organizaciones como la Tricontinental, encabezada por Vijay Prashad,
elogian a borbotones
<https://www.blackagendareport.com/china-and-us-relations-latin-america>
este papel chino en el antiguo Tercer Mundo como “mutuamente
beneficioso”, “ayudando el desarrollo” y “ganador-ganador” para China y
los países en los que invierten sus corporaciones. ¿Realmente debemos
creer que los inversionistas chinos están expandiendo las zonas francas
industriales y reubicando la producción industrial intensiva en mano de
obra de China a zonas de salarios más bajos en Etiopia, Vietnam y otros
lugares, ¿no para obtener ganancias sino para “ayudar a estos países a
desarrollarse”? ¿No es ese el mismo discurso legitimador del Banco
Mundial? Repitiendo el discurso legitimador de la elite china
Partido-Estado, la Tricontinental también ha insistido
<https://thetricontinental.org/wp-content/uploads/2023/03/20230308_Eight-Contraditions_EN_Web.pdf> en que “el ascenso pacífico del socialismo con particularidades chinas” proporciona una alternativa al imperialismo occidental. Bueno, lo hace. Pero no una alternativa al despojo y la explotación capitalista. El desarrollo capitalista no es un proceso neutral frente a los antagonismos de clase. Es /por definición/ un proyecto de clase de la burguesía. El desarrollo capitalista, ya sea del Oeste o del Este, se trata de expandir las fronteras de la acumulación.

*El Mal Uso de la Soberanía y la Solidaridad*

La izquierda “antiimperialista” condena legítimamente la propaganda
occidental, pero parece incapaz de denunciar o incluso reconocer la
propaganda no occidental en todo el mundo, o peor aún, repite esa misma
propaganda como cámara de eco.

Nicaragua proporciona un caso de manual
<https://againstthecurrent.org/atc221/nicaragua-daniel-ortega-the-ghost-of-louis-bonaparte/>. El régimen de Ortega ha demostrado ser hábil en el uso de un lenguaje que suena radical y una retórica antiimperialista para tocar una cuerda reflexiva de apoyo de apoyo entre la izquierda internacional. Ortega volvió al poder en 2007 a través de un pacto con la tradicional oligarquía de derecha del país, los exmiembros de la contrarrevolución armada y la jerarquía conservadora de la Iglesia Católica y las sectas evangélicas. Prometiendo respeto absoluto por la propiedad privada y libertad irrestricta para el capital, procedió a cogobernar hasta 2018 con la clase capitalista, otorgando al capital transnacional 10 años de exenciones fiscales, desregulación, libertad irrestricta para repatriar ganancias y represión de los trabajadores en huelga. El 96 porciento de la propiedad del país sigue en manos del sector privado. La dictadura ha reprimido toda la disidencia y ha cerrado más de 3,500 organizaciones de la sociedad civil desde 2018, esto en un país de apenas seis millones de habitantes, porque considera que cualquier vida cívica fuera de la propia es una amenaza.

Muchos progresistas pueden estar genuinamente confundidos debido al
merecido apoyo que la revolución Sandinista de 1979-1990 recabó en todo
el mundo y la historia de la despiadada intervención norteamericana
contra el país. Esa revolución murió en 1990 y lo que llegó al poder en
2007 bajo Ortega fue todo menos revolución. Sin embargo, la izquierda
“antiimperialista” ha optado por abrazar calurosamente la dictadura,
justificada por los supuestos intentos de Estados Unidos de
desestabilizar el régimen y en nombre de la “soberanía”. Pero la
evidencia no respalda la afirmación de estos detractores de que Estados
Unidos está impulsando un “cambio de régimen contrarrevolucionario”
contra Ortega, a pesar retórica de ruido de sables de Washington.

Nicaragua no enfrenta sanciones comerciales o de inversión. Estados
Unidos es el principal socio comercial del país (el comercio bilateral
<https://www.census.gov/foreign-trade/balance/c2190.html> superó los
$8,3 mil millones en 2022) y la inversión corporativa transnacional
continúa llegando, al igual que los préstamos multilaterales al Banco
Central. No hay intervención militar o paramilitar estadounidense. Sin
embargo, ninguno de estos hechos ha impedido que la organización
estadounidense Code Pink, entre otras, afirme que el de Ortega es un
“gobierno socialista” bajo la presión de “sanciones devastadoras” y que
enfrenta “violentos intentos de golpe de estado”.

Washington si emprende campañas de desestabilización en toda regla, no
contra Ortega, sino contra Irán, Venezuela y otros países. Tales
crímenes no tienen nada que ver que los intereses de las masas obreras y
populares en estos países y deben ser condenados por vehemencia por
cualquier izquierdista digno de ese nombre. Pero esto no absuelve a la
izquierda del compromiso con el internacionalismo y la solidaridad con
los imprimidos solo porque resistimos las pretensiones imperiales de
Estados Unidos en todo el mundo. La izquierda “antiimperialista”, sin
embargo, le dirá lo contrario. Preste atención a la advertencia de la
periodista Caitlin Johnstone
<https://caitlinjohnstone.com/2022/12/20/youre-not-actually-helping-when-you-support-protesters-in-empire-targeted-governments/>: si vives en un país occidental, “simplemente no es posible que prestes tu voz a la causa de los manifestantes en las naciones atacadas por el imperio sin facilitar las campañas de propaganda del imperio sobre esas protestas. O tienes una relación responsable con esta realizad o una irresponsable”. Es así de sencillo. ¡Proletarios de solo algunos países uníos!

Los “antiimperialistas” han vuelto a una concepción de soberanía, no del
pueblo o de las clases trabajadoras, sino de los gobiernos en los países
que defienden. Las luchas anticolonialistas y antiimperialistas del
siglo XX defendieron la soberanía nacional, no estatal, frente a la
injerencia de las potencias imperiales. Los Estados capitalistas usan
este reclamo de soberanía como un “derecho” para explotar y oprimir
dentro de las fronteras nacionales libres de injerencia externa.
Nosotros la izquierda no tenemos reparos en “violar la soberanía
nacional” para condenar los abusos de los derechos humanos por parte de
los regímenes pro-occidentales, y tampoco deberíamos tenerlos en defensa
de los derechos humanos en aquellos regímenes no favorecidos por Washington.

El internacionalismo proletario llama a las clases trabajadoras y
oprimidos de un país a extender la solidaridad no a los Estados sino a
las luchas de las clases trabajadoras y oprimidas de otros países. Los
Estados merecen el apoyo de la izquierda en la medida –y sólo en la
medida– que impulsan las luchas emancipatorias de las clases populares y
trabajadoras, que impulsen, o se vean obligados a impulsar, políticas
que favorezcan a estas clases. Los “antiimperialistas” confunden el
Estado con la nación, el país, y el pueblo, generalmente careciendo de
cualquier concepción teórica de estas categorías y avanzando en la
orientación policía populista sobre la de clase. Nosotros en la
izquierda, condenamos la invasión y ocupación estadounidense de Irak a
principios de este siglo. Lo hicimos no porque apoyáramos al régimen de
Saddam Hussein –solo un tonto podría haberlo hecho– sino porque nos
solidarizamos con el pueblo iraquí y porque todo el proyecto imperial
para el Medio Oriente equivalía a un ataque contra los pobres y los
oprimidos en todas partes.

*BRICS: Sustitución de la Contradicción Capital-Trabajo por una
Contradicción Norte-Sur*

Los “antiimperialistas” aplauden a los BRICS
<https://www.theguardian.com/commentisfree/2013/apr/02/brics-challenge-western-supremacy> como un desafío del Sur al capitalismo global, una opción progresista, incluso antiimperialista, para la humanidad. Solo pueden hacer tal afirmación reduciendo el capitalismo y el imperialismo a la supremacía occidental en el sistema internacional. En el apogeo del colonialismo y sus secuelas inmediatas, las clases dominantes locales eran, en el mejor de los casos, antiimperialistas, pero no anticapitalistas. Su nacionalismo borró las divisiones de clase al proclamar una identidad de intereses entre los ciudadanos de un país en particular.

Este nacionalismo tuvo un aspecto progresista y, a veces, en la medida
en que todos los miembros del país en cuestión estaban oprimidos por la
dominación colonial, los sistemas de castas que impuso y la supresión de
capital endógena. Los “antiimperialistas” de hoy se entusiasman por los
BRICS como un “proyecto del Tercer Mundo” revivido, en palabras de
Prashad, una nostalgia anticuada por ese momento anticolonial de
mediados del siglo XX que oscurece las contradicciones de clase internas
junto con la red de las relaciones de clase transnacionales en las que
están enredados. Dos referencias bastarán para ilustrar cuán
desconectado está ese pensamiento de la realidad del siglo XXI.

Hace varios años tue la oportunidad de dar una charla en Manila a un
grupo de activistas revolucionarios filipinos. Una mujer presente,
originaria de la India, se opuso a mi análisis del surgimiento de una
clase capitalista transnacional que incorporó contingentes del antiguo
Tercer Mundo. Me dijo que en la India “estamos luchando contra el
imperialismo y por la liberación nacional”. Le pregunté qué quería decir
con esto. Los capitalistas centrales estaban explotando a los
trabajadore indios y transfiriendo el excedente a los países
imperialistas siguiendo las líneas que analizó Lenin, respondió ella.

Fue pura coincidencia que en la misma semana de mi charla, el
conglomerado corporativo global con sede en la India, Tata Group, que
opera en más de 100 países en seis continentes, había adquirido una
serie de íconos corporativos de su antiguo amo colonial británico, entre
ellos, Land Rover, Jaguar, Tetley Tea, British Steel, y la cadena de
supermercados Tesco, lo que convirtió a Tata en el mayor empleador del
Reino Unido. Entonces, estos capitalistas con base en la India se habían
convertido en los mayores explotadores individuales de los trabajadores
británicos. ¡Según la propia lógica de esta mujer, el Reino Unido ahora
era víctima del imperialismo indio!

Poco después de su primera toma de posesión, en 2003, y luego nuevamente
en 2010 durante su segundo mandato presidencial, el presidente brasileño
Lula cargó un avión del gobierno con ejecutivos corporativos brasileños
y se dirigió a África. El séquito presidencial-corporativo presionó a
Mozambique y otros países africanos para que se abrieran a la inversión
en los abundantes recursos minerales del continente por parte de la
corporación minera transnacional con sede en Brasil, Vale, que también
opera en los seis continentes, bajo la retórica de la “solidaridad
Sur-Sur”. No está claro qué había de antiimperialista, y mucho menos
anticapitalista, en los safaris corporativos africanos de Lula y, por
extensión, en la agenda de “cooperación Sur-Sur” que personifica, o
porque la izquierda debería aplaudir la expansión del capital con sede
en Brasil en África, capital con sede en China en América Latina,
capital con sede en Rusia en Asia Central o capital con sede en India en
el Reino Unido.

Podemos apoyar las políticas (ligeramente) redistributivas a nivel
doméstico y la política exterior dinámica en el extranjero de gobiernos
como el de Lula. Todos los Estados capitalistas no son iguales y es muy
importante quién está en el gobierno. Pero un gobierno “progresista” no
es necesariamente socialista ni tampoco necesariamente antiimperialista.
Para los miopes, la expansión hacia el exterior del capital chino, indio
o brasileño es vista como una especie de liberación del imperialismo.
¿Qué se puede hacer con la extraña afirmación
<https://internationalmanifesto.org/wp-content/uploads/2021/08/through-pluripolarity-to-socialism-a-manifesto-final.pdf> del Geopolitical Economy Research Group (Grupo de Investigación de Economía Geopolítica) con sede en Canada y el International Manifesto Group (Grupo de Manifiesto Internacional) que patrocina, para quienes el compromiso ideológico triunfa sobre los hechos, de que los BRICS se encuentran “entre los éxitos más conocidos” en los esfuerzos por promover “desarrollo nacional e industrialización autónomos e igualitarios para romper las cadenas imperialistas”?

Si bien los BRICS no representan una alternativa al capitalismo global y
la dominación del capital transnacional, sí señala el cambio hacia un
sistema interestatal más multipolar y equilibrado dentro del orden
capitalista global. Pero tal sistema interestatal multipolar sigue parte
de un mundo capitalista global brutal y explotador en el que los
capitalistas y Estados BRICS están tan comprometidos con el control y la
explotación de las clases trabajadoras y populares globales como sus
contrapartes del Norte. A medida que aumenta la membresía de los BRICS,
los nuevos candidatos para unirse al bloque en 2023 incluyen Estados tan
magníficamente “autónomos e igualitarios” que luchan contra las “cadenas
imperialistas” como Arabia Saudita, Egipto, Baréin, Afganistán, Nigeria
y Kazajstán.

*Multipolaridad: El Nuevo Albatros*

La invasión rusa de Ucrania en 2022 y la respuesta política, militar y
económica radical de Occidente pueden señalar el golpe de gracias de un
orden interestatal decadente posterior a la Segunda Guerra Mundial. Un
capitalismo global cada vez más integrado es incompatible con un orden
político internacional y una arquitectura financiera controlados por
Estados Unidos y el Occidente, y con una economía global denominada
exclusivamente en dólares. Estamos al comienzo de una reconfiguración
radical de las alineaciones geopolíticas globales al ritmo de la
creciente turbulencia económica y el caos político. Sin embargo, la
crisis de hegemonía en el orden internacional tiene lugar dentro de esta
economía global única e integrada. El pluralismo capitalista global
emergente puede ofrecer un mayor margen de maniobra para las luchas
populares en todo el mundo, pero un mundo políticamente multipolar no
significa que los polos emergentes del capitalismo global sean menos
explotadores u opresores que los centros establecidos.

Por el contrario, el Occidente establecido y los centros emergentes en
este mundo policéntrico están convergiendo en turno a tropos de “Gran
Potencia” notablemente similares, especialmente el nacionalismo
jingoísta, a menudo étnica, y la nostalgia de una “civilización
gloriosa” mitificada que ahora debe recuperarse. Las narrativas
spenglerianas difieren de un país a otro según las historias y culturas
particulares, a saber:

En China el hipernacionalismo se combina con la obediencia confuciana a
la autoridad, la supremacía étnica Han y una nueva Gran Marcha para
recuperar el estatus de gran potencia. Para Putin son los días de gloria
de un imperio de la “Gran Rusia” anclado en Eurasia, políticamente
respaldado por un conservadurismo patriarcal extremo que Putin llama
<https://carnegieendowment.org/politika/88451> “valores espirituales y
morales tradicionales” que encarnan la “esencia espiritual de la nación
rusa sobre el Occidente decadente”. En EEUU, es la bravuconería
hiperimperial de una Pax Americana menguante, legitimada por la doctrina
de “excepcionalismo estadounidense” y la grandilocuencia de la
“democracia y la libertad”, en cuyo margen siempre ha estado la
supremacía blanca, ahora encarnada en un movimiento fascista en ascenso
como “teoría del reemplazo”. A estos podríamos agregar el panturquismo,
el nacionalismo hindú y otras ideologías cuasi fascistas en este mundo
policéntrico en ascenso. ¡Haz América Grande de Nuevo! ¡Haz China Grande
de Nuevo! ¡Haz Rusia Grande de Nuevo!

Estados Unidos puede ser el mandamás y el criminal más peligroso entre
los cárteles de Estados criminales que compiten entre sí. Debemos
condenar a Washington por instigar una Nueva Guerra Fría y por empujar a
Rusia a través de una expansión agresiva de la OTAN para que invada
Ucrania. Sin embargo, la izquierda “antiimperialista” insiste en que hay
un solo enemigo, Estados Unidos y sus aliados. Este es un cuento
maniqueo del “Occidente y el resto”. Tal narrativa metafísica de /Star
Wars/ (Guerra de las Galaxias) sobre la lucha virtuosa contra el
singular Imperio del Mal termina legitimando la invasión rusa de
Ucrania. Y al igual que Star Wars, se vuelve difícil distinguir el
balbuceo fantástico de un mundo de fantasía del balbuceo de la izquierda
“antiimperialista”.

*William I. Robinson*. *Distinguido Profesor de Sociología. Universidad
de California en Santa Barbara*.

Publicado en inglés en /Los Angeles Review of Books/ (The Philosophical
Salon)

Em
REBELION
https://rebelion.org/el-insoportable-maniqueismo-de-la-izquierda-antiimperialista/
12/8/2023

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