terça-feira, 29 de agosto de 2023

El mundo necesita una nueva teoría socialista del desarrollo

 



INSTITUTO TRICONTINENTAL DE INVESTIGACIÓN SOCIAL

/*La tradición del marxismo de liberación nacional —que se inauguró con
Vladimir Lenin y fue promovida por Mao Zedong, Fidel Castro y otros—
sostiene que el imperialismo juega un papel fundamental en la
estructuración del mundo y que primero se debe establecer la soberanía
nacional para construir la dignidad de los pueblos que sufren los
efectos de las estructuras coloniales y neocoloniales de acumulación. */


En todo el mundo, es cada vez más fácil encontrar pruebas de la miseria
humana. Los datos que recogen y comunican los organismos internacionales
son sobrecogedores: miles de millones de personas en todo el planeta no
tienen acceso a educación, atención de salud, alimento ni abrigo
adecuados, ni tampoco un acceso razonable a la información y la cultura.
Nadie niega estos datos, que recogen cada año los gobiernos y las
agencias de Naciones Unidas.

Surgen desacuerdos sobre qué hacer respecto a estos hechos persistentes,
estas condiciones duraderas de sufrimiento. Ideas antiguas pero que
siguen circulando, nacidas en tiempos predemocráticos y en una era de
escasez, insisten en que las personas están en la miseria por el destino
o debido a alguna otra sanción religiosa, porque son perezosas, o porque
simplemente no hay recursos suficientes. Todos estos argumentos son
erróneos.

Es simplemente ilógico suponer que el destino o la religión han llevado
a familias de la clase trabajadora a las mismas condiciones generación
tras generación, y es fácticamente incorrecto decir que las y los
trabajadores que se esfuerzan durante más que la mitad de la jornada y
aún así apenas sobreviven, son perezosos.

Toda la evidencia indica que, a pesar de las miserables condiciones que
enfrenta la mayoría de la población mundial, los recursos abundan. Por
ejemplo, producimos alimentos suficientes para alimentar a 14.000
millones de personas, casi el doble de lo necesario para la actual
población mundial de 8.000 millones (FAO, 2014).

Mientras tanto, el número de personas desnutridas en el mundo aumentó a
828 millones en 2022, incluido un nuevo récord de 349 millones de
personas que enfrentan inseguridad alimentaria aguda (World Hunger
Statistics, 2022). Estas ideas predemocráticas —justificaciones
fatalistas y neomaltusianas de la situación del mundo— se basan en
ilusiones más que en hechos, pero siguen siendo un elemento fijo del
discurso intelectual y político.

En el siglo XIX, Karl Marx se interrogó sobre las condiciones de miseria
social y arrojó luz sobre la raíz de problemas como el hambre, la falta
de vivienda y la desesperación, que no tiene que ver con la pereza, la
condenación, o la escasez, sino con la estructura del capitalismo. La
mayoría de las personas del mundo, a través de la violencia, perdieron
el acceso a los medios de producción, que anteriormente les permitían
producir una vida por encima de los niveles de supervivencia. Ahora,
liberados de la capacidad de reproducirse, las y los desposeídos
tuvieron que vender sus capacidades —lo que Marx llamó su /fuerza de
trabajo/— a quienes controlaban los medios de producción (los
capitalistas).

A través de la explotación de las y los trabajadores, ya fuera mediante
largas jornadas laborales y/o mediante el aumento de la producividad a
través de la mecanización, los capitalistas extrajeron y acumularon cada
vez más plusvalía mientras las y los trabajadores luchaban por
sobrevivir. La competencia entre capitalistas les obligó a ser cada vez
más eficientes, impulsando un proceso que empobreció a la clase
trabajadora y los enriqueció a ellos.

El descubrimiento de Marx proporcionó un argumento racional —y basado en
hechos— de por qué existe la miseria en medio de la abundancia. El
antídoto a esta miseria, planteó Marx, es que los trabajadores se
organicen y socialicen los medios de producción (socialismo). Entonces,
las ideas predemocráticas que siguen existiendo no son solo
predemocráticas en su orientación, sino también premarxistas, un retorno
al pensamiento anterior al descubrimiento de Marx del funcionamiento de
la plusvalía.

A lo largo del siglo pasado, los debates en el seno de la tradición
marxista evolucionaron considerablemente. Uno de los principales ámbitos
de discusión se centró en la mejor de manera de clasificar los diversos
vectores de desigualdad en el mundo moderno. Se han identificado tres
vectores principales: primero a lo largo de las líneas de clase;
segundo, a lo largo de las líneas de origen nacional; y tercero, a lo
largo de las líneas de jerarquías sociales (como las barreras verticales
de género, raza, casta y etnia). Estos tres vectores —clase, origen
nacional y jerarquías sociales— corren simultáneamente, aunque ha habido
diferencias de opinión acerca de cuál es más trascendental que los demás.

Los marxistas que niegan el impacto del imperialismo en el mundo —lo que
desbarata la posibilidad de avance social para los pueblos del mundo
colonizado y semicolonizado— se empeñan en señalar el predominio de la
clase como causa principal de la diferenciación social. Esta línea de
argumentación, aunque débil, mantiene una influencia significativa en
los sectores académicos de Europa, Estados Unidos y otros países
occidentales.

La tradición del marxismo de liberación nacional —que se inauguró con
Vladimir Lenin y fue promovida por Mao Zedong, Fidel Castro y otros—
sostiene que el imperialismo juega un papel fundamental en la
estructuración del mundo y que primero se debe establecer la soberanía
nacional para construir la dignidad de los pueblos que sufren los
efectos de las estructuras coloniales y neocoloniales de acumulación.

Las luchas de las personas que han experimentado la dureza de las
miserables jerarquías sociales, pusieron de relieve un vector adicional
que opera bajo la forma del patriarcado, el racismo, las divisiones de
casta y otras barreras sociales, y enfatizaron la importancia de luchar
contra esas jerarquías como clave para establecer la dignidad humana. A
pesar de las diferencias de opinión sobre cuál de estos vectores debe
priorizarse —origen nacional, clase o jerarquías sociales— hay una
amplio acuerdo en esta tradición de que deben combatirse las tres.

Antes de la Segunda Guerra Mundial y la era de la descolonización, el
argumento a favor del desarrollo social en todo el planeta simplemente
no se tomaba en serio. Las potencias imperiales negaban la humanidad y
el potencial humano de sus súbditos coloniales, por lo que el núcleo
imperial no produjo una teoría del desarrollo en ese periodo. La única
teoría emergente del desarrollo procedía de los movimientos
anticoloniales, que plantearon que no había posibilidad de desarrollo en
las naciones subyugadas sin descolonización, porque el imperialismo
drenaba las riquezas de las colonias (un concepto desarrollado primero
por Dadabhai Naoroji, nacionalista indio y el autor de uno de los textos
clave de este periodo: /Poverty and Un-British Rule in India/[Pobreza y
dominio no británico en India], 1901.

Durante y después de la Segunda Guerra Mundial, se hicieron evidentes
dos cambios claves en el orden mundial: primero, las colonias ya no
permitirían ser gobernadas directamente por los centros imperiales, y
segundo, los principales países imperialistas —con Estados Unidos
superando a Gran Bretaña como potencia principal— empezaron a imponer un
nuevo sistema financiero y de desarrollo anclado en las instituciones
financieras internacionales de Bretton Woods: el Fondo Monetario
Internacional (FMI) y el Banco Mundial.

Las nuevas naciones independientes de la posguerra se enfrentaron
inmediatamente a problemas clave que se anteponían a sus aspiraciones de
desarrollo. El más importante de ellos era la falta de acceso al
financiamiento necesario para llenar el inmenso vacío dejado por el
drenaje de su riqueza durante siglos por parte del núcleo imperial. Las
instituciones financieras internacionales impidieron que se aplicaran
soluciones que abordaran estos problemas, negando la existencia de
presiones “externas” sobre las nuevas naciones y haciendo hincapié en
sus problemas “internos”. La dialéctica entre el proceso de
descolonización y la estructura neocolonial de la economía mundial
configuró los debates inmediatamente posteriores a la Segunda Guerra
Mundial y, de forma diferente, sigue entorpeciendo las discusiones sobre
la agenda de desarrollo.

Para simplificar la discusión, es útil periodizar la posguerra en cuatro
eras: la era de la teoría de la modernización (1944-1970); la era del
Nuevo Orden Económico Internacional (1970-1979); la era de la
globalización y el neoliberalismo (1979-2008); y la era de transición en
la que vivimos desde la crisis financiera de los mercados occidentales
de 2007-2008


    */La era de la teoría de la modernización (1944-1970/)*

La Conferencia de Bretton Woods de 1944 reconoció algunas limitaciones
del manejo de la economía mundial por parte de la arquitectura
internacional, pero no identificó ningún problema importante con la
estructura neocolonial de la economía. Se empezó a hablar sobre recaudar
fondos para reconstruir Europa tras la Segunda Guerra Mundial, pero no
hubo una discusión comparable sobre la necesidad de “reconstruir” las
naciones recientemente liberadas en África, Asia y América Latina luego
del saqueo del colonialismo.

A través de Bretton Woods, quedó claro que no se revisaría la estructura
de la economía mundial y que, aparte de la reconstrucción de Japón y
Corea del Sur ocupados por Estados Unidos, no se transferirían fondos en
condiciones favorables a las naciones poscoloniales (solo a Europa
Occidental a través de la inyección masiva de fondos del Plan Marshall).
Ambas características determinaron la labor del FMI y del Banco Mundial
en los años siguientes.

En 1960, W. W. Rostow publicó The Stages of Economic Growth: A
Non-Communist Manifesto [Las etapas del crecimiento económico: Un
manifiesto no comunista], cuyo título inmediatamente indicaba la
orientación anticomunista y antimarxista del libro y del autor. Rostow,
que contribuyó a dar forma al Plan Marshall y después fue asesor de
seguridad nacional del presidente estadounidense Lyndon B. Johnson,
propuso un modelo que esbozaba varias etapas de desarrollo social.

Según Rostow, estas etapas comenzaban con una “sociedad tradicional” que
sería proyectada hacia un “despegue” del crecimiento económico y un
“impulso hacia la madurez” a través de la industrialización y el
surgimiento de una élite nacional, cuyo liderazgo transformaría
finalmente la antigua “sociedad tradicional” en una “sociedad de alto
consumo de masas”. De acuerdo con este modelo, la mayoría del Tercer
Mundo estaba simplemente estancada en la etapa de “sociedad
tradicional”, una concepción ahistórica que omitía completamente el
hecho de que las sociedades en África, Asia y América Latina habían sido
empobrecidas por el robo colonial.

Todos los problemas de la “sociedad tradicional” eran internos (o
culturales) y había que descartar todos los problemas externos (como la
desigual división internacional del trabajo, producto del colonialismo).
Para Rostow, garantizar que las nuevas naciones independientes
“resistieran a las seducciones y tentaciones del comunismo” era “el
punto más importante de la agenda occidental”. Con este fin, Rostow
abogaba por que Occidente utilizara la ayuda al desarrollo para disuadir
a los gobiernos del Tercer Mundo de las alternativas socialistas,
inducirlos a olvidar las críticas al orden neocolonial, y orientar su
industrialización hacia sectores que no fueran de interés comercial para
las corporaciones multinacionales domiciliadas en Occidente.

Las Naciones Unidas adoptaron el enfoque de la teoría de la
modernización durante el Primer Decenio de Desarrollo (1960-1970),
evitando toda mención a la estructura neocolonial de la economía
mundial, a la vez que instaban a los Estados miembros a “obtener y
mantener el apoyo” de modo que los países en desarrollo pudieran
“acelerar el avance hacia una situación en la que el crecimiento de la
economía de las diversas naciones y su progreso social se sostengan por
sí mismos, de modo que en cada país insuficientemente desarrollado se
logre un considerable aumento del ritmo de crecimiento” (ONU, 1961: 20).
La idea general era que los países anteriormente colonizados pidieran
préstamos a los organismos multilaterales y mercados privados de capital
para construir la infraestructura y la industria necesarias para su
modernización, y que las exportaciones generadas amortizarían las deudas
contraídas.

Las Comisiones Económicas de Naciones Unidas para América Latina (CEPAL)
y para Asia y el Lejano Oriente (CEALO)1 <#_prol_ftn1> confrontaron este
argumento de los teóricos de la modernización, en ambos casos planteando
el punto —luego desarrollado por el secretario ejecutivo de la CEPAL,
Raúl Prebisch, en 1950— de que los términos de intercambio para los
exportadores de productos primarios con respecto a los exportadores de
productos manufacturados tendían a declinar con el tiempo, empobreciendo
a los primeros (CEPAL, 1962 [1950]). En otras palabras, las comisiones
económicas para América Latina y Asia dejaron claro desde los primeros
meses de la década de 1950 que el paradigma de modernización que vendían
las instituciones financieras internacionales —lideradas por Estados
Unidos y Europa— no lograrían provocar un “despegue” de los países del
Tercer Mundo. El punto de vista de Prebisch tuvo cierto éxito entre los
teóricos de la economía burguesa, así como entre una serie de
economistas del desarrollo que propusieron ideas como la “trampa del
bajo nivel de ingresos”, aunque, a diferencia de los economistas de la
CEPAL y de la CEALO, ninguno de esos grupos cuestionó la estructura
neocolonial subyacente de la economía mundial (incluida la dependencia
de la exportación de materias primas) (Leibestein, 1957 y Adelman, 1958).

Estas críticas a la teoría de modernización desde el Tercer Mundo
desembocaron en la creación de la Conferencia sobre Comercio y
Desarrollo (UNCTAD), en 1964, con Prebisch como su secretario general
fundador. Su trabajo y el de la UNCTAD, así como la aparición de nueva
literatura contra la arquitectura global neocolonial (especialmente el
libro de Kwame Nkrumah, Neocolonialismo: la última etapa del
imperialismo en 1965), provocaron serias discusiones en las capitales
del Tercer Mundo y sus academias sobre las limitaciones de la concepción
de desarrollo de la teoría de la modernización y su superficialidad
teórica. Los debates académicos sobre la ausencia de historia social en
la teoría de la modernización y su incapacidad para apreciar el robo de
la riqueza de las colonias, junto con la influencia del argumento de
Prebisch sobre los “términos de intercambio”, condujeron a la creación
de la escuela de pensamiento de la teoría de la dependencia, que tenía
secciones tanto marxistas como desarrollistas.2 <#_prol_ftn2> Fue este
reconocimiento de la inadecuación de la teoría de la modernización entre
los líderes políticos del Tercer Mundo lo que comenzó un debate de una
década sobre los factores externos que obstaculizaban el desarrollo de
los países antes colonizados, que a su vez condujo a la elaboración de
un programa denominado Nuevo Orden Económico Internacional. El trabajo
intelectual y político contra la teoría de la modernización produjo un
serio desafío al paradigma neocolonial, no solo dentro de las aulas
universitarias y las oficinas de las agencias internacionales, sino
también en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York.


    */La era del Nuevo Orden Económico Internacional (1970-1979)/*

En el seno de la UNCTAD, los países del Tercer Mundo tomaron sus propias
experiencias en relación con las limitaciones de la teoría de la
modernización y las combinaron con las ideas que extrajeron de la teoría
de la dependencia. Este proceso dio lugar a la publicación de numerosos
informes y estudios que enfatizaban en los factores externos que
estructuraban el fracaso de los países del Tercer Mundo para superar sus
retos internos. Estos factores externos incluían la escasez de
financiamiento disponible a tipos de interés favorables para construir
la agotada infraestructura en estos países; la falta de voluntad de
Occidente para transferir tecnología y ciencia al Tercer Mundo o para
permitir un régimen comercial (con aranceles y subsidios) que permitiera
la industrialización y diversificación de sus economías a menudo basadas
en una solo producto básico; y el fracaso de los Estados del Tercer
Mundo para romper su cordón umbilical económico con las antiguas
potencias coloniales y sustituir esta relación de dependencia por una
mayor cooperación entre ellos.

Ningún cambio interno significativo o duradero —como la creación de
capacidad técnica en su población a través de educación universal, la
construcción de instituciones estatales comprometidas con la igualdad
social y no con el mantenimiento de la ley y el orden, o el desarrollo
de normas en la vida pública para luchar contra la corrupción— sería
posible si el entorno neocolonial externo seguía agotando los recursos
de los Estados del Tercer Mundo.

Las conversaciones mantenidas en las reuniones de la UNCTAD y en el
Movimiento de Países No Alineados, establecido en 1961, empezaron a
trazar una agenda para la construcción de lo que sería conocido como el
Nuevo Orden Económico Internacional (NOEI). En octubre de 1970, la
Asamblea General de la ONU aprobó la resolución 2626, en la que se
convocaba al Segundo Decenio de las Naciones Unidas para el Desarrollo.

En particular, como resultado de esta presión del Tercer Mundo, la
resolución señala que los Estados miembros de la ONU “se comprometen
individual y colectivamente, a seguir políticas diseñadas a crear un
orden económico y social mundial más justo y racional, en el que la
igualdad de oportunidades sea prerrogativa tanto de las naciones como de
los individuos que componen una nación”. La resolución declaró que se
necesitaban “cambios cualitativos y estructurales” y que “las
diferencias existentes —regionales, sectoriales y sociales— deben
reducirse sustancialmente” (AG ONU, 1971: 44-45).

Esta resolución de la ONU estableció el marco para la tercera sesión de
la UNCTAD, que tuvo lugar en Santiago de Chile, entre abril y mayo de
1972, donde el secretario general de la UNCTAD, Manuel Pérez Guerrero,
señaló que los países del Tercer Mundo “legítimamente desean una voz en
las decisiones monetarias mundiales que, de otra manera, podrían
resultarles muy perjudiciales.

Y puesto que la mayor parte de sus ingresos del exterior proviene de la
venta de sus productos primarios, es obvio que consideren que este es el
campo más importante en el que la acción traería resultados inmediatos y
sustanciales” (UNCTAD, 1973). Estas dos cuestiones —toma de decisiones
en la política monetaria mundial y control sobre los precios de los
productos primarios— formaron dos pilares importantes del NOEI.

El 1 de mayo de 1974, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó
el NOEI, que consistía en un amplio conjunto de propuestas económicas
fruto de este debate de décadas sobre los factores estructurales
heredados del colonialismo, la importancia de trascender estas barreras
y la parálisis engendrada por la trampa endeudamiento-austeridad
establecida por las instituciones de Bretton Woods y su teoría de la
modernización, que no produjo el “despegue” prometido por Rostow. Los
principios del NOEI siguen siendo vitales en nuestros días, por lo que
algunos de ellos merecen una reflexión aquí:

  * “La igualdad soberana de los Estados (…) la no injerencia en los
    asuntos internos de otros Estados (…) La plena y efectiva
    participación, sobre una base de igualdad, de todos los países en la
    solución de los problemas económicos mundiales”; y el derecho de
    cada país a adoptar el sistema económico y social que considere más
    apropiado.
  * La “plena soberanía permanente de los Estados sobre sus recursos
    naturales y todas sus actividades económicas” … La reglamentación y
    supervisión de las actividades de las empresas transnacionales”.
  * “El establecimiento de relaciones justas y equitativas entre los
    precios de las materias primas” (…) y otros productos que exporten
    los países en desarrollo (…) y los precios de las materias primas” y
    otros productos que exporten los países desarrollados.
  * Reforzar la ayuda internacional bilateral y multilateral para
    promover la industrialización en los países en desarrollo, en
    particular proporcionando recursos financieros suficientes y
    oportunidades para la transferencia de técnicas y tecnologías
    apropiadas (ONU, 1974).

Unos pocos meses después, en octubre de 1974, en Cocoyoc, México, la
UNCTAD y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente se
reunieron para un simposio en el que propusieron una nueva concepción de
desarrollo, que sirvió de base para el proyecto del NOEI:

Nuestra preocupación primordial consiste en definir de nueva cuenta los
propósitos globales del desarrollo. No debe tratarse del desarrollo de
los objetos sino del desarrollo del hombre. Los seres humanos tienen
como necesidades básicas el alimento, la vivienda, el vestido, la salud
y la educación. Cualquier proceso de crecimiento que no lleve a la plena
satisfacción de estas necesidades, o peor aún, que obstruya cualquiera
de ellas, es en realidad, una parodia de la idea del desarrollo (PNUMA,
1974).

Esta visión inspiradora y esperanzada de la humanidad y del futuro no se
pudo establecer debido a varios procesos adversos y complementarios,
incluidos:

  * Un ataque político de los países del recientemente establecido Grupo
    de los 7 (G7) (Canadá, Francia, Italia, Japón, Reino Unido, Estados
    Unidos y Alemania Occidental), creado en 1975 para hacer frente al
    desafío planteado por el NOEI. El G7, que surgió en un contexto en
    el que los países productores de petróleo del Tercer Mundo habían
    construido en la década anterior una organización conocida como la
    Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), que flexionó
    sus músculos para provocar la crisis del petróleo de 1973. La OPEP
    fue la primera de varias organizaciones en torno a productos básicos
    que otorgaron a los países que los producían poder sobre la fijación
    de precios frente a las corporaciones multinacionales, que de otro
    modo establecían los precios en contra de los países productores y
    exportadores de esos productos.
  * Un ataque económico contra los países del Tercer Mundo a través del
    shock Volker (1979-1987), cuando Estados Unidos subió bruscamente
    las tasas de interés, lo que espoleó la crisis permanente de la
    deuda del Tercer Mundo.
  * El uso que el FMI y el Banco Mundial hicieron de la crisis de la
    deuda del Tercer Mundo, exigiendo a los países que necesitaban
    préstamos para cubrir problemas en su balanza de pagos a corto plazo
    que aplicaran amplias políticas de ajuste estructural como una
    condición para recibir financiamiento. Estas políticas impusieron
    severos recortes al financiamiento de los programas de bienestar
    social, a la par que promovían un régimen general de austeridad,
    atrapando a menudo a los países del Tercer Mundo en una trampa de
    endeudamiento-austeridad. Esto debilitó las agendas de desarrollo de
    esos gobiernos y su poder político en la escena mundial.
  * La desarticulación del modo de producción fordista y del sistema de
    fábricas, y la creación de cadenas de producción globales y
    fragmentadas, un proceso posibilitado por los nuevos avances en las
    tecnologías de comunicación y transporte, así como por las nuevas
    leyes sobre derechos de propiedad intelectual establecidas en la
    ronda final del Acuerdo General sobre Comercio y Aranceles, entre
    1986 y 1994.3 <#_prol_ftn3>
  * El asalto del agronegocio a los pequeños agricultores y campesinos
    en los países en desarrollo (profundizado por los subsidios
    concedidos al agronegocio en los países desarrollados) y el
    surgimiento de una cadena de suministro mundial subcontratada, que
    debilitó a la clase obrera y al campesinado en la lucha de clases
    mundial y planteó nuevos y significativos obstáculos para la
    organización sindical. Además, esto significó que estrategias de
    desarrollo como la nacionalización ya no funcionaban como antes.

Estos acontecimientos socavaron a las fuerzas progresistas en el Tercer
Mundo y condujeron a la marginalización gradual del debate sobre el
NOEI, sentando las bases para el ascenso a la hegemonía de la política y
la teoría neoliberal.


    */La era de la globalización y el neoliberalismo (1979-2008)/*

En diciembre de 1980, la Asamblea General de la ONU aprobó una
resolución para establecer el Tercer Decenio de las Naciones Unidas para
el Desarrollo. Esta resolución dice que los Estados miembros de la ONU
“reafirman solemnemente su determinación de establecer un nuevo orden
económico internacional” y declaró que “el objetivo último del
desarrollo es el aumento constante del bienestar de toda la población,
sobre la base de su participación plena en el proceso de desarrollo y de
una distribución justa de los beneficios derivados de este” (AG ONU,
1980: 113).

Sin embargo, el deterioro de la agenda de desarrollo ya había empezado a
hacerse evidente. Nuevos términos entraron en el vocabulario de esta
resolución de la ONU, como “liberalización del comercio” y “ajuste
estructural”, que habían sido introducidos en las discusiones mundiales
por el FMI. Por ejemplo, la resolución señala: “Todos los países se
comprometen con un sistema de comercio abierto y en expansión, a
fomentar la ‘liberalización del comercio’ y promover los ‘ajustes
estructurales’ que faciliten la realización dinámica de las ventajas
comparativas» (Ibíd.: 117).

A pesar del guiño simbólico al NOEI, estaba claro que, bajo la presión
de los crecientes índices de endeudamiento (que estallarían
dramáticamente cuando México se declarara en bancarrota en agosto de
1982), cada vez más Estados del Tercer Mundo habían empezado a adoptar
las ideas monetaristas que aparecieron en los departamentos de economía
estadounidenses, inspiradas en la obra de Milton Friedman.

Bajo presión del gobierno estadounidense, la dirección de las
principales instituciones financieras internacionales se entregó a estos
monetaristas, que se opusieron al NOEI y comenzaron a promover la idea
de que el desarrollo no debía enmarcar los debates mundiales, sino que
era un problema de los gobiernos individuales. Por ejemplo, William Hood
—que trabajó brevemente en la universidad de Chicago— asumió el cargo de
economista jefe del FMI en 1979, mientras que Anne Kruger —una defensora
del neoliberalismo de Friedman— se convirtió en economista jefa del
Banco Mundial en 1982. Una década más tarde, el economista del
desarrollo John Toye calificó esta dinámica de erosión del NOEI como una
“contrarrevolución” (Toye, 1987; Prashad, 2012).

Los debates en la teoría del desarrollo se silenciaron a medida que la
correlación de fuerzas se volvió adversa a cualquier sugerencia de
cambio en las estructuras neocoloniales de la economía mundial. Los
países del Sur Global que enfrentaban el enorme peso de la deuda
—especialmente en África y América Latina— se apresuraron a recortar el
gasto público, reducir los subsidios, liberalizar los mercados internos
y frenar los salarios, un conjunto de políticas que desinflaron sus
economías y condujeron a lo que se conoce como la década perdida del
desarrollo.

Presionados para pasar de la sustitución de importaciones al fomento de
las exportaciones, muchos de estos países simplemente comenzaron a
exportar más y más de sus productos primarios, o bien a liberalizar sus
economías para permitir que las corporaciones multinacionales
establecieran eslabones de la cadena de producción global
de commodities dentro de sus fronteras, con mínimo control regulatorio.4
<#_prol_ftn4>

Las doctrinas del FMI y del Banco Mundial comenzaron a dar forma a los
debates sobre desarrollo con las voces marxistas y de liberación
nacional restringidas a los márgenes, relegadas a ser figuras críticas
en lugar de líderes del debate. Las instituciones financieras
internacionales y las Naciones Unidas realizaron algunas intervenciones
llamativas: por ejemplo, el Banco Mundial señaló —por primera vez— que
aunque la pobreza podría reducirse, la erradicación de la pobreza y ya
no iba a ser posible, mientras que en diciembre de 1990, la resolución
del Cuarto Decenio de las Naciones Unidas para el Desarrollo enfatizó la
necesidad de «facilitar un franco intercambio de ideas, así como
respuestas flexibles a las transformaciones de la economía mundial» en
el contexto de la aceleración de la globalización (AG ONU, 1990: 140;
Banco Mundial, 1990). Ese mismo año, la URSS se derrumbó y las fuerzas
de la globalización neoliberal avanzaron sin freno.

La situación era grave. El Informe de 1993 sobre la situación social en
el mundo, encargado por la Asamblea General de la ONU para evaluar la
aplicación de la Declaración sobre el Progreso y el Desarrollo en lo
Social (1989), señaló que, aunque las metas de la declaración no han
cambiado,

“las prioridades, los enfoques y los énfasis se han revisado y renovado,
a medida que se ha profundizado la comprensión de las fuerzas que
subyacen al desarrollo. Así, se hace énfasis en ayudar a los países
receptores a fortalecer su capacidad institucional para sostener el
proceso de desarrollo” (ONU, 1993).

Lo que la ONU estaba diciendo ahora —en concordancia con las opiniones
del Banco Mundial y del FMI— era que los factores externos no serían el
centro de atención cuando se tratara de cuestiones de desarrollo del
Tercer Mundo. Más bien, se pondría énfasis en las reformas internas,
como terminar con los regímenes de subsidios-aranceles (liberalización
del comercio) y eliminar las protecciones de las y los trabajadores
(liberalización del mercado laboral). La agenda para el siguiente
periodo sería atajar la corrupción, promover la “buena gobernanza” y
enfatizar en los derechos humanos en términos políticos pero no laborales.

Las organizaciones financieras internacionales se centraron en los
avances logrados por varias economías del noreste de Asia, como los
Cuatro tigres asiáticos (Hong Kong, Singapur, Corea del Sur y Taiwán),
para argumentar que el crecimiento endógeno era posible en todo el
Tercer Mundo, ya sea a través del modelo de promoción de exportaciones o
emulando los “valores asiáticos” que se decía que permitieron a esos
países “despegar” a pesar de condiciones externas adversas (Banco
Mundial, 1993; Stiglitz, 1996).5 <#_prol_ftn5>

Los factores que proporcionaron una ventaja para el crecimiento de esas
economías, incluidos su pequeño tamaño, los largos periodos de dictadura
que restringieron los derechos laborales, el menor gasto militar que
exigía estar bajo el paraguas imperialista estadounidense, los términos
más favorables de comercio e inversión que les concedía Estados Unidos y
la amplia intervención estatal en la economía que se les permitía, no se
abordaban en estos textos, escritos en gran medida como críticas al NOEI
(Patnaik, 1997). En lugar de ello, “el milagro del Sudeste asiático” se
usó como arma para inducir a otros Estados del Sur Global a liberalizar
sus mercados laborales y sus procedimientos comerciales transfronterizos
(Banco Mundial, 1994).

En este periodo, las discusiones sobre desarrollo no se centraron en el
NOEI o en las estructuras neocoloniales de la economía mundial, sino en
la cuantificación de las necesidades básicas y en la obligación de los
Estados —a pesar de su falta de recursos— de cumplir determinados
objetivos. Esto se estableció en la Declaración del Milenio (2000) y en
la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible (2015) que,
respectivamente, establecieron los ocho Objetivos de Desarrollo del
Milenio (ODM) y los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), todos
ellos basados en el trabajo técnico desarrollado por el Proyecto de
Indicadores de Desarrollo Humano (1990) del Programa de las Naciones
Unidas para el Desarrollo y por los objetivos de desarrollo
internacional de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo
Económico (1996).

Ninguno de estos objetivos consideró los factores externos que suprimen
las posibilidades de desarrollo (como la permanente crisis de la deuda),
ignorando totalmente las políticas de ajuste estructural del FMI y la
trampa endeudamiento-austeridad, y sin proponer un camino sostenible
para construir la riqueza social necesaria para alcanzar estos hitos.
Como dijo el Banco Mundial en 1996, la planificación era obsoleta, y los
gobiernos del Sur Global tenían que poner su fe en los mercados para
aumentar las tasas de crecimiento y el financiamiento público necesario
para lograr los ODM y los ODS (Banco Mundial, 1996).

En el transcurso de las décadas recientes, pocos países en el Sur Global
han sido capaces de alcanzar apenas un puñado de los ODS. La crisis
financiera de 2007-2008, la pandemia con su punto álgido entre 2020 y
2022, y la guerra en Ucrania no han hecho sino provocar nuevos
retrocesos en los objetivos.


    */La era de la transición en los cinco controles (2007 a la
    actualidad)/*

La crisis de los mercados financieros occidentales de 2007-2008,
desencadenada por una corrida bancaria provocada por el quiebre del
mercado hipotecario en Estados Unidos, hizo mella en la confianza de la
agenda neoliberal. Los países del Sur Global —especialmente los grandes
países en desarrollo, incluida China— comenzaron a reconsiderar su
dependencia de Estados Unidos, que había sido el comprador de última
instancia. Esta toma de conciencia de la debilidad fundamental del
mercado interno estadounidense y la vulnerabilidad de las redes
financieras occidentales provocó varios cambios prácticos en el Sur
Global, dos de los cuales son especialmente importantes de resaltar.

 1. Los grandes Estados en desarrollo —Brasil, China, India, Rusia y
    Sudáfrica— se articularon para formar el bloque BRICS en 2009 y,
    junto con Indonesia, México, Nigeria y otros, comenzaron a
    contemplar la reactivación de la agenda de desarrollo Sur-Sur. Estos
    acontecimientos conllevaban la promesa de la futura creación de un
    nuevo sistema de comercio y desarrollo, con el Nuevo Banco de
    Desarrollo como ancla, y de un nuevo sistema monetario y financiero,
    incluido un sistema de transferencias bancarias del Sur.
    La agresiva política de sanciones de Washington que expulsó a
    decenas de países del sistema financiero dominado por Occidente
    supuso un ímpetu adicional para esta evolución. Esta reactivación de
    la agenda Sur-Sur dio lugar a una oleada de nueva literatura,
    compuesta en su mayor parte por informes técnicos sobre cómo
    construir la infraestructura necesaria para este tipo de desarrollo.
    Hasta el momento, no ha surgido una teoría del desarrollo propia de
    esta agenda Sur-Sur. Las Naciones Unidas crearon una Oficina de
    Cooperación Sur-Sur en 2013, cuyo mandato se limita a impulsar la
    labor de los ODS. No existe una evaluación más profunda de la
    necesidad de construir planes nacionales o regionales de desarrollo,
    ni ninguna claridad conceptual sobre lo que significa la cooperación
    Sur-Sur más allá de un aumento en el comercio dentro del Sur.
 2. El paradigma de desarrollo chino cambió radicalmente, sobre la base
    de los avances de su producción industrial, especialmente en
    inteligencia artificial, biotecnología, tecnología verde, trenes de
    alta velocidad, computación cuántica, robótica y telecomunicaciones.
    El gobierno de China aplicó medidas para aumentar el mercado interno
    (a través de la erradicación de la pobreza absoluta y de la
    estrategia de desarrollo “Go West” [Ir al oeste] para sus provincias
    occidentales) y para construir nuevas redes para el comercio y el
    desarrollo a través de la política de Una Franja Una Ruta que
    comenzó en 2013 y pasó a llamarse Iniciativa de la Franja y la Ruta
    (IFR) en 2016._6 <#_prol_ftn6>_. La rápida expansión de la política
    comercial de China y su énfasis en la creación de organizaciones
    regionales y multilaterales, incluido el Foro de Cooperación
    China-África (fundado en 2000) y la Organización de Cooperación de
    Shanghái (fundada en 2001), dieron lugar a la creación del mayor
    bloque de comercio del mundo, la Asociación Económica Integral
    Regional, que entró en vigor en 2022. China es ahora el principal
    socio comercial de la mayoría de los países del Sur Global. Se están
    desarrollando las teorías sobre esta expansión y su impacto, pero la
    bibliografía hasta el momento es sobre todo descriptiva.7 <#_prol_ftn7>

En lugar de involucrarse en los rápidos cambios en el comercio y el
desarrollo mundiales o abordar los procesos históricos reales que
subyacen a ellos, Estados Unidos y sus aliados están llevando a cabo una
agenda política y militar para revertirlos, que ha sido denominada por
algunos como Nueva Guerra Fría (Prashad et. Al., 2022).8
<#_prol_ftn8> Liderada por Washington, esta agenda intenta agresivamente
bloquear o retrasar los avances económicos chinos y los nuevos programas
Sur-Sur mediante políticas hostiles de tipo bloque, desacoplamiento
económico forzado y militarización desenfrenada, lo que ha
desestabilizado el mundo. Es como si los principales países occidentales
se hubieran rendido ante el hecho de que no pueden competir con el
crecimiento económico de China y con los proyectos Sur-Sur de comercio y
desarrollo. Debido a su fracaso para competir económicamente, Occidente
ha intentado desbaratar estos avances recurriendo a su superioridad
militar. Cualquier teoría del desarrollo del presente debe dar cuenta de
esta Nueva Guerra Fría, que está socavando los esfuerzos para abordar
los problemas más urgentes del Sur Global.

En la actualidad se postulan una serie de teorías del desarrollo, pero
pocas de ellas capturan la totalidad y la gravedad de nuestra realidad
contemporánea. Académicos de la escuela del “posdesarrollo” —incluyendo
a Arturo Escobar, Gustavo Esteva y Aram Ziai— devuelven el debate al
terreno local, con enfoque del tipo “lo pequeño es bello” que ignora la
escala del problema y las restricciones de los Estados y los movimientos
para construir una agenda que vaya más allá de lo local. Si bien dicho
enfoque aporta ideas clave sobre el desarrollo a pequeña escala, opera
en el terreno del “neoliberalismo desde abajo”.

Quienes siguen atrapados por la religión del neoliberalismo, incluidos
los economistas del FMI, repiten los viejos dogmas del ajuste
estructural y la buena gobernanza, ahora plasmados en un nuevo
vocabulario pero con los mismos argumentos intactos. Pocas personas de
quienes escriben hoy sobre desarrollo parten de los hechos y construyen
teoría a partir de ellos; en cambio, demuestran una actitud religiosa
hacia sus teorías, las cuales imponen a la realidad.

Empezar por los hechos requeriría un reconocimiento de los problemas de
la deuda y la desindustrialización, la dependencia de las exportaciones
de productos primarios y la realidad de los precios de transferencia y
otros instrumentos empleados por las corporaciones multinacionales para
exprimir regalías de los Estados exportadores, las dificultades para
implementar estrategias industriales nuevas y amplias, y para
desarrollar las capacidades tecnológicas científicas y burocráticas en
las poblaciones de la mayor parte del mundo.

Estos hechos han sido difíciles de superar para los gobiernos en el Sur
Global, aunque ahora —con el surgimiento de las nuevas instituciones
Sur-Sur y las iniciativas globales de China— estos gobiernos tienen más
opciones que en las décadas pasadas y ya no dependen tanto de las
instituciones financieras y de comercio controladas por Occidente.

Estas nuevas realidades exigen la formulación de nuevas teorías del
desarrollo, nuevos análisis de las posibilidades y caminos para
trascender los hechos persistentes de la miseria social. En otras
palabras, lo que se ha vuelto a poner sobre la mesa es la necesidad de
planificación nacional y cooperación regional, así como la lucha para
producir un mejor entorno exterior para las finanzas y el comercio.

El surgimiento de instituciones de cooperación Sur-Sur y el proyecto de
la IFR ofrecen nuevas oportunidades para que los movimientos socialistas
y los proyectos gubernamentales trabajen juntos para proporcionar una
nueva teoría socialista del desarrollo. Esta teoría debe abordar los
“cinco controles”, tal y como los define Samir Amin (1996;
Tricontinental, 2018), que continúan limitando la agenda de desarrollo,
y debe encontrar mecanismos para hacerse con el control de estos ámbitos:

 1. *Control de los recursos naturales*. La mayor parte de los recursos
    primarios para la producción industrial se encuentran en África,
    Asia y América Latina, pero el control de esos recursos lo ejercen
    sobre todo las corporaciones multinacionales occidentales, sea por
    propiedad directa, o a través del control de la cadena
    de commodities. La nacionalización de estos recursos, el principal
    instrumento de la era anterior, ya no es suficiente. Como estos
    países o regiones no tienen el potencial industrial para aprovechar
    sus recursos primarios, se ven obligados a venderlos en lugar de
    producir y luego vender productos más desarrollados, con valor
    agregado. ¿Cuáles son los medios disponibles para controlar y
    explotar los recursos naturales? La respuesta a esta pregunta
    servirá de base para cualquier nueva teoría del desarrollo.
 2. *Control de los flujos financieros*. La mayoría de países en
    desarrollo son incapaces de generar las altas tasas de ahorro
    necesarias para producir una acumulación de capital interno. Esto se
    debe sobre todo a que su riqueza interna es limitada y está
    desigualmente distribuida, y los ricos utilizan su poder político
    para negarse a pagar impuestos, ocultando en cambio su riqueza en
    paraísos fiscales ilícitos. Además, las empresas multinacionales
    utilizan diversos mecanismos opacos (precios de transferencia, por
    ejemplo) para extraer ganancias de los países en desarrollo por
    billones de dólares. Establecer un control sobre los recursos
    nacionales mediante controles de capital y una mejor gestión fiscal
    y obtener financiación en condiciones favorables son aspectos
    necesarios para ejercer un control sobre los flujos financieros.
    ¿Pueden los países en desarrollo utilizar las nuevas fuentes de
    financiamiento externo que están emergiendo, como el Banco Popular
    de China o el Nuevo Banco de Desarrollo, y no solo las fuentes
    controladas por Occidente, como el Banco de Londres, para ejercer
    control sobre los mercados financieros?
 3. *Control de la ciencia y la tecnología*. Debido a las antiguas
    historias coloniales y a los nuevos regímenes de propiedad
    intelectual, muchos países en el Sur Global luchan por desarrollar
    instituciones científicas y tecnológicas propias. Por ello se ven
    obligados a pagar grandes cantidades para obtener tecnologías y
    conocimiento técnico en el exterior y, a menudo, sus jóvenes más
    brillantes se marchan a países occidentales para estudiar y hacer
    sus vidas. En otras palabras, la falta de control del Sur sobre la
    ciencia y la tecnología provoca tanto una hemorragia de recursos
    como una fuga de cerebros. ¿Pueden los planes nacionales y
    regionales de desarrollo encontrar mecanismos para insistir en la
    transferencia de ciencia y tecnología?
 4. *Control del poder militar*. Los Estados miembros de las Naciones
    Unidas gastan cada año más de 2 billones de dólares en armamento, de
    los cuales la mitad corresponde a Estados Unidos (SIPRI, 2022). Los
    vendedores de armas están ubicados en un puñado de países y Estados
    Unidos alberga a un número desproporcionado de ellos. Los países en
    desarrollo que no han conseguido resolver las disputas fronterizas
    con sus vecinos, que tienen problemas de seguridad interna o que se
    enfrentan a la siempre acechante amenaza exterior de un cambio de
    régimen gastan enormes cantidades de su preciada riqueza social en
    armas. A menudo sucede que, al comprar esos sistemas de armas, se
    vern inmersos en la agenda militarizada del imperialismo. ¿Es
    posible que una nueva agenda de desarrollo incluya una iniciativa
    internacional para limitar el gasto militar, exigir a las grandes
    potencias que no intensifiquen los conflictos y crear y ampliar
    zonas de paz?
 5. *Control de la información*. En 1980 el Informe MacBride de la
    UNESCO, Voces múltiples, un solo mundo advirtió sobre el control
    monopólico de la información, con monopolios localizados sobre todo
    en los Estados occidentales. Ahora, casi 50 años después, la
    concentración de poder sobre la información es aún más dramática, ya
    que un puñado de empresas occidentales —Google, Facebook (Meta) y
    Twitter—controlan la arquitectura de los flujos de comunicación e
    información (Prashad, 2023). Ninguna agenda de desarrollo ha
    reconocido suficientemente tanto la importancia del control de la
    información como la necesidad de educación mutua entre pueblos
    acerca de sus respectivos mundos culturales y políticos. ¿Podría una
    nueva teoría del desarrollo socialista enfatizar la importancia de
    la información, y podrían estas nuevas redes Sur-Sur y de la IFR
    crear nuevos canales de información para promover la comunicación
    honesta y la transferencia de información en el mundo en desarrollo?
    (ALBA-TCP y Tricontinental, 2021).

Estas preguntas deben estar sobre la mesa mientras construimos una nueva
teoría del desarrollo en el presente. Cualquier teoría de este tipo debe
desarrollar un camino para que los movimientos, los Estados y las
regiones establezcan su propio control sobre estos cinco ámbitos, sin
dejarse dominar por fuerzas externas e imperialistas.


      *Notas*

^1
<https://thetricontinental.org/es/dossier-66-nueva-teoria-desarrollo/#_prol_ftnref1> Actualmente, Comisión Económica para América Latina y El Caribe (CEPAL), ECLAC por su sigla en inglés y Comisión Económica y Social para Asia y el Pacífico (CESPAP), ESCAP por su sigla en inglés.

^2
<https://thetricontinental.org/es/dossier-66-nueva-teoria-desarrollo/#_prol_ftnref2> Entre los primeros textos clave que criticaban la literatura de la dependencia desde un punto de vista marxista se encuentran /The Political Economy of Growth /[La economía política del crecimiento] de Paul Baran y /Formação econômica do Brasil/ de Celso Furtado.

^3
<https://thetricontinental.org/es/dossier-66-nueva-teoria-desarrollo/#_prol_ftnref3> Para más información sobre la desarticulación de la producción, véase: Instituto Tricontinental de Investigación Social. /En las ruinas del presente, /Documento de trabajo nº 1, 2018.

^4
<https://thetricontinental.org/es/dossier-66-nueva-teoria-desarrollo/#_prol_ftnref4>En términos simplificados, la sustitución de importaciones es una estrategia económica que pretende sustituir las importaciones extranjeras por la producción nacional, dando prioridad a la protección, la incubación y el desarrollo de nuevas industrias. La promoción de las exportaciones se refiere a una estrategia económica que prioriza la exportación de bienes para los que un país tiene una «ventaja comparativa» y una mayor apertura al comercio internacional.

^5
<https://thetricontinental.org/es/dossier-66-nueva-teoria-desarrollo/#_prol_ftnref5> Y varios estudios del Korea Development Institute.

^6
<https://thetricontinental.org/es/dossier-66-nueva-teoria-desarrollo/#_prol_ftnref6> Para más información sobre la erradicación de la pobreza absoluta en China, véase el primer estudio de la serie Socialismo en construcción del Instituto Tricontinental de Investigación Social./ Servir al pueblo: La erradicación de la extrema pobreza en China/, 2021 . <https://thetricontinental.org/es/estudios-1-construccion-socialismo/%3C/a>

^7
<https://thetricontinental.org/es/dossier-66-nueva-teoria-desarrollo/#_prol_ftnref7>Para comenzar, se recomienda la serie de siete volúmenes titulada /Five Years of the Belt and Road Initiative /[Cinco años de la Iniciativa de la Franja y la Ruta], publicada por el Instituto Chongyang de Estudios Financieros de la Universidad Renmin de China y Foreign Language Press (2019) y /New Silk Road, New Thinking /[Nueva Ruta de la Seda, Nuevo Pensamiento], una colección publicada por Foreign Language Press (2018).

^8
<https://thetricontinental.org/es/dossier-66-nueva-teoria-desarrollo/#_prol_ftnref8> Para más detalles, visitar https://nocoldwar.org/ <https://nocoldwar.org/>.

Em
OBSERVATORIODE LA CRISIS
https://observatoriocrisis.com/2023/08/29/el-mundo-necesita-una-nueva-teoria-socialista-del-desarrollo/
29/8/2023

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