terça-feira, 27 de fevereiro de 2024

La Unión Europea: un proyecto de EEUU convertido en el brazo político de la OTAN

 




ANDRÉS PIQUERAS, PROFESOR DE LA UNIVERSIDAD JAUME I

/*Macron es uno de los principales guerreristas contra Rusia y acaba de
proponer -ante la evidente y por otra parte irremediable derrota de
Ucrania- en la muy reciente reunión de París (de 26 de febrero de 2024),
con más de 20 dirigentes de la OTAN y su brazo político, la UE, la
posibilidad del envío de tropas de la OTAN al campo de batalla ucraniano. */

A principios del siglo XIX el canciller austriaco von Metternich había
propuesto la necesidad de instaurar un Concierto Europeo supranacional,
por encima de los intereses de cada Estado, como método de defensa común
contra las revoluciones.

Las diferencias entre el Viejo Orden y el Nuevo que se iba asentando, lo
impedirían en la práctica. Fuera de ello, la idea de una Europa Común ya
en el siglo XX en realidad no es europea sino estadounidense. La
estrategia de Washington tras la Segunda Guerra Mundial para asegurarse
su dominio del mundo capitalista estuvo basada en la apertura de los
mercados de trabajo europeos a su capital, y de los mercados en general
a sus bienes industriales.

Algo en lo que se empeñó muy especialmente y obtuvo de la Alemania
vencida, a la que impuso la total apertura de su economía a las
mercancías norteamericanas y a su inversión externa directa. Después
presionó para una integración de la Europa Occidental a través de
tratados que garantizasen la apertura de la economía de cada país a las
mercancías de los demás. De esta forma, desde su base alemana, los
capitales industriales norteamericanos tendrían a su alcance la
totalidad de mercados de la Europa Occidental.

Durante cerca de 30 años EE.UU. lideró indiscutiblemente el espacio
político y económico unificado en que había convertido al hasta entonces
conjunto disperso de potencias capitalistas. Sin embargo, a partir de
los años 70 del siglo XX los EE.UU., tras desatar la segunda
“globalización” (la primera había sido emprendida entre el último cuarto
del siglo XIX y el primero del XX), inicia la carrera hacia el liderazgo
mundial, rompiendo las reglas del juego con sus antiguos “socios” y
financiarizando los entresijos económicos internacionales.

Es por ello que Europa se ve forzada a buscar su reacomodo ante la falta
de reglas y el uso de la fuerza militar a conveniencia que presidirán la
nueva dinámica hegemónica norteamericana tras la caída del Este.

Las clases dominantes europeas han ido dando los pasos pertinentes para
aproximarse al modelo capitalista norteamericano (el más proclive a lo
que se ha conocido como “capitalismo salvaje”).

Desde el Tratado de Maastricht de 1992 a la Cumbre de Lisboa de 2001, el
rosario de cumbres y acuerdos o tratados que salpican esos 10 años
responde a un cuidadoso plan de desregulación de los mercados de trabajo
(lo que significa la paulatina destrucción de los derechos y conquistas
laborales), de liberalización económica (en detrimento de la
intervención de carácter social de los Estados y en beneficio del papel
que éstos juegan a favor del gran capital), y de ruptura unilateral, en
suma, de los “pactos de clase” que habían mantenido el equilibrio social
en la larga postguerra europea, extremando e adelante las desigualdades
tanto intra como intersocietales entre los países de la Unión.

La UE se ha venido conformando, pues, como la mayor expresión del
capital oligopólico transnacional “financiero”, una vía para puentear
los parlamentos y las instituciones locales, sustrayendo las decisiones
e intereses del Gran Capital a las luchas de clase a escala estatal que
forjaron las distintas expresiones nacionales de la correlación de
fuerzas entre el Capital y el Trabajo.

Se trata de una construcción supraestatal destinada a mantener
relaciones de desequilibrio entre sus partes, un sistema deficitario-
superavitario diseñado para trasvasar riqueza colectiva de unos Estados
(la mayoría) a unos pocos (sobre todo Alemania y su “hinterland”
centroeuropeo), especialmente mediante el mecanismo de la moneda única.

Constituye el mayor ejemplo mundial de institucionalización del
neoliberalismo a escala de un continente entero; el primer experimento
de ingeniería social a escala regional o supraestatal en favor de la
institucionalidad de las estructuras financieras de dominación.

Si la “Europa socialdemócrata” fue la mayor manifestación del reformismo
capitalista cuando éste todavía impulsaba con vigor el desarrollo de las
fuerzas productivas, hoy la Unión Europea es el primer experimento de
ingeniería social a escala regional o supraestatal en favor de la
institucionalidad de las estructuras financieras de dominación.

Supone en sí un cuidadoso plan de desregulación social de los mercados
de trabajo y de las condiciones de ciudadanía, que se dota de todo un
conjunto de disposiciones y requisitos, de toda una institucionalidad
concebida y conformada para ser irreformable (pues requiere de
unanimidades casi imposibles para que no sea así).

Se inspiraba la UE en la idea del “constitucionalismo económico” de
finales de los pasados años 70, y desarrollada en los años 80 por la
flor y nata del neoliberalismo (Buchanan, Milton Friedman, Hayek…) para
restringir los poderes económicos, monetarios y fiscales de los
gobiernos, “evitando que los gobernantes de turno pudieran tomar
decisiones circunstanciales”, según su jerga, y que no quiere decir sino
que tales decisiones pudieran estar influidas por las luchas populares.
Se trataba, por tanto, de establecer determinados principios
obligatorios, inamovibles, fuera quien fuese que llegara al gobierno en
cada país.

Pero un derecho petrificado deja ser útil no sólo para las clases
populares, sino llegado un punto también para la propia clase
capitalista. Así cuando ésta ha querido aumentar aún más el grado de
explotación social y ambiental o la “financiarización” de las economías,
ha tenido que recurrir a puentear a la propia UE, creando nuevas
instancias de eso que ellos llaman “gobernanza”, en definitiva,
estructuras de poder dual respecto de la Unión.

Así, por ejemplo, el Tratado de Estabilidad, Coordinación y Gobernanza
de la Unión Económica y Monetaria, para consolidar la penetración
financiera de los Estados, y el Mecanismo Europeo de Estabilidad, para
asegurar los Programas de Ajuste Estructural que garanticen el pago de
las deudas en favor del gran capital a interés global acreedor y en
detrimento de las condiciones sociales, laborales y, en conjunto, de
“seguridad social”, de las poblaciones de los respectivos Estados (ver
sobre estas cuestiones, Albert Noguera, /El sujeto constituyente. Entre
lo viejo y lo nuevo/. Trotta. Madrid).

De hecho, si hace falta, se modifican las propias constituciones, de
manera que sea “anticonstitucional” intentar cambiar la falta de
soberanía nacional, como el tándem PP-PSOE demostró al meter mano al
artículo 135, subordinando los derechos sociales reconocidos en la
constitución española al pago de la deuda externa.

Ese complicado entramado de blindaje va, por tanto, de la mano de un
sistemático debilitamiento de las capacidades de regulación social
expresadas a través del Estado, para debilitar todas las opciones
democráticas que las poblaciones pudieran conseguir para defenderse.

La des-substanciación de las instituciones de representación popular
está garantizada desde el momento en que las decisiones parlamentarias
estatales quedan subordinadas a los marcos dictatoriales dados por la UE
sobre inflación, déficit presupuestario, deuda pública o tipos de
interés, por ejemplo.    

Pero el Eje Anglosajón (EE.UU. + Inglaterra) más la Red Sionista Mundial
obligan a Europa a ir más allá en su (auto-)destrucción.

Autodestrucción forzada de Europa

“Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos ha apostado
por la integración militar, política y económica de los países de Europa
y Japón en un bloque que controla. A través de la estructura OTAN+,
Estados Unidos se aseguró un dominio militar completo dentro del grupo
imperialista, desplegando muchas bases militares en países derrotados en
la Segunda Guerra Mundial, como en Japón (120), Alemania (119) e Italia
(45). Esta última alberga a más de 12.000 militares estadounidenses.     

Tras la caída de la Unión Soviética y la posterior reunificación de
Alemania, la burguesía alemana codiciaba los mercados y la energía de
bajo coste de Rusia. Deseaba establecer lazos económicos con Rusia, pero
sólo mientras ellos y sus compatriotas franceses pudieran mantener su
dominio sin trabas del proyecto europeo, que habían mantenido desde la
Segunda Guerra Mundial. Esto significaba establecer dichos lazos, pero
excluyendo a los dirigentes políticos rusos de cualquier participación
en pie de igualdad en los asuntos, decisiones o estructuras políticas de
Europa.

A su vez, la estrategia estadounidense había consistido en evitar
cualquier relación estratégica entre Rusia y Alemania, ya que su fuerza
combinada crearía un formidable competidor económico en Europa.”
Hiperimperialismo: Una nueva etapa decadente y peligrosa
(thetricontinental.org) <https://thetricontinental.org/es/estudios-
sobre-dilemas-contemporaneos-4-hiper-imperialismo/>

En realidad, este objetivo forma parte del Eje Anglosajón desde el siglo
XIX: impedir a toda costa, y digo a “toda costa” con lo que eso
significa (asedio, ofensivas económicas y diplomáticas, guerras
mundiales, guerra hoy en Ucrania, voladura de los conductos gasíferos,
sanciones, golpes de Estado…), que Eurasia pueda constituirse en una
entidad política, geoestratégicamente entrelazada. Eso sería el fin de
la dominación anglosajona del mundo.

Ahora bien, ¿por qué la clase capitalista industrial alemana acepta hoy
que le corten el cuello? Para empezar, hay que insistir en que Alemania
es un país ocupado militarmente por EE.UU., con miles de tropas y
armamento nuclear.

En segundo lugar, hay que tener en cuenta eso que se ha llamado
“financiarización de la economía” dentro del capitalismo actual, y que
no es sino una alusión a la importancia que cobra la forma autonomizada
del capital dinero como capital a interés ficticio en la dinámica de
acumulación del capital, lo que supone que las finanzas pasen de jugar
un papel importante pero intermediario para la producción, a asumir la
responsabilidad del crecimiento mediante una función parasitaria,
focalizada principalmente en la extracción rentista.

Se trata de un /dinero/ que busca reproducirse a sí mismo por fuera del
capital productivo como capital industrial (es decir, más allá de la
generación de /nuevo valor/ como plusvalor), pero que también, y este es
el gran juego de la economía capitalista cuando las cosas van mal, puede
hacer las veces de dinero-capital, listo para engrasar de nuevo los ejes
de aquélla, como si procediera de la valorización del trabajo humano (de
ahí su creciente “ficción” y la de la economía que sustenta, aunque
pueda hacerla seguir funcionando, a pesar de todo y de los problemas que
va acumulando.

Es algo substancialmente diferente de una fase financiera del capital y
tiene consecuencias mucho más profundas. Se ha perfilado como un colosal
mecanismo de disciplinamiento social, de expropiación universal y de
gubernamentalización de las exigencias cada vez más parasitarias del /
capital/.

Así, al menos en las cuatro últimas décadas la capacidad del capital
para desmaterializarse y moverse en tiempo instantáneo a escala
planetaria en un número creciente de formas, como acciones, pagarés,
bonos, bienes inmuebles, bienes raíces y una gran variedad de derivados,
especulación sobre alimentos, monedas, energía, incluso el agua, etc.,
permite a la clase capitalista realizar todo tipo de ganancias usureras
y especulativas a corto, medio y largo plazo.

Mucho de todo ese complejo financiero se va centralizando en los grandes
fondos de inversión o “fondos buitre” (Vanguard, State Street,
Blackrock, entre los más destacados), que a su vez están participados
por miríadas de capitales privados de muy distinta procedencia (aunque
dominados por personajes y corporaciones privadas sobre todo sionistas).
De esta forma tenemos que una empresa alemana que sale a bolsa puede
hacerlo tanto en la bolsa estadounidense como en la alemana. Con el
tiempo, los accionistas originales de esta empresa pueden vender sus
acciones, que ahora cotizan en bolsa. Ya no dependen de la gestión de su
patrimonio a través de su inversión en una empresa.

En lugar de ello, contratan a gestores de patrimonio, ya sea a través de
empresas como Goldman Sachs o de sus propios asesores, que a su vez
invierten los ingresos en efectivo de la venta de acciones. A muchos
capitalistas, sus asesores les harán invertir bastante más del 50% de su
cartera en la bolsa estadounidense, que se erigió tras los años 80 del
siglo pasado en la “atractora” mundial del capital a interés
especulativo parasitario.

Las consecuencias económicas, políticas y sociales de este cambio en los
mercados de capitales y en la propiedad son enormes. Este nuevo
capitalista global —antes «alemán»— se comporta de forma muy parecida a
sus homólogos franceses, ingleses, suecos o estadounidenses.

Por lo que este nivel de integración del capital conlleva su /
desnacionalización/, lo que refuerza finalmente la preponderancia de eso
que llaman “capital financiero” estadounidense, y por consiguiente, el
poder político de Estados Unidos.   

“La situación actual de Alemania ilustra claramente la eficacia de este
proceso de integración y consolidación económica por parte de Estados
Unidos. Según datos de IHS Markit de 2020, sólo el 13,3% del valor del
mercado bursátil alemán pertenece a alemanes, mientras que los
inversionistas de Norteamérica y el Reino Unido poseen el 58,3% (…)  Las
principales empresas de la economía alemana no son primordialmente
propiedad de alemanes. El valor agregado industrial de Alemania ha
descendido del 9% mundial a poco más del 6% en los últimos 18 años. (…)

La pérdida de la energía barata rusa y su adaptación al desacoplamiento
con gestión de riesgos serán probablemente desastrosas para su
competitividad internacional. En 2022, la inversión extranjera directa
(IED) en Alemania disminuyó un 50,4% interanual. (…) En el transcurso de
15 trimestres, a partir del tercer trimestre de 2019, el PIB de Alemania
aumentó un mísero 0,6% en total, a precios constantes…”
Hiperimperialismo: Una nueva etapa decadente y peligrosa
(thetricontinental.org) <https://thetricontinental.org/es/estudios-
sobre-dilemas-contemporaneos-4-hiper-imperialismo/>

Esto se traduce para Alemania en una falta de voluntad política soberana
y en la aceptación de que su clase capitalista industrial se corte las
venas.

“El colapso de la «voluntad nacional», la voluntad de seguir un camino
que corresponda a sus intereses capitalistas nacionales, demostrada por
Alemania en el contexto de la guerra en Ucrania, muestra que Alemania ha
sido derrotada por tercera vez desde principios del siglo XX (…) Estados
Unidos seguirá privando a la burguesía alemana de todas las opciones
importantes para afirmar posiciones políticas independientes.

Con la ayuda de los vínculos de propiedad del capital que hemos
descrito, la burguesía alemana se enfrentará a la subsunción absoluta de
las opciones de acción del capital alemán bajo la égida estadounidense.
La hostilidad hacia Rusia actúa como motor de la subordinación de Europa
a Estados Unidos y como pérdida de cualquier posibilidad de desarrollo
independiente.” Hiperimperialismo: Una nueva etapa decadente y peligrosa
(thetricontinental.org) <https://thetricontinental.org/es/estudios-
sobre-dilemas-contemporaneos-4-hiper-imperialismo/>

La desindustrialización de los centros del Sistema Mundial capitalista y
especialmente del Eje Anglosajón ha venido cobrando existencia desde
hace décadas, en favor del Mundo Emergente.

Faltaba, sin embargo, Alemania y su hinterland más próximo. El Eje
Anglosajón busca eliminar esa competencia, y la del conjunto de la UE,
al tiempo que abortaba la posibilidad de la vinculación
infraestructural, económica y política de Eurasia. Las sanciones a Rusia
se han convertido en un elemento estelar para ese objetivo.

Todo lo cual para Europa en su conjunto tiene unos costos energéticos y
económicos de enorme gravedad, que está reportando cuantiosas pérdidas
en sus sectores primario e industrial y, en general, la desarticulación
de sus economías, con el consiguiente desmontaje de su “capitalismo
social” (eso que en otros tiempos llamaron “Estado del Bienestar”).
Circunstancia que además de causar el paulatino arruinamiento de sus
poblaciones, está tensionando a la propia UE, por ejemplo, hasta el
punto de que pronto podría fragmentarse.

Todos sabemos que Alemania no sólo ha sido y es “la locomotora” de
Europa, como nos insisten si cesar en los grandes media, sino que
también lleva la dirección vicaria de la misma (vicaria de EE.UU.). Eso
quiere decir que si Alemania se entrega con todos los pertrechos y
bagajes a EE.UU., todos los demás países europeos subalternos, sin
soberanía alguna, también. Francia fue la única excepción europea, con
su orgulloso “gaullismo”,  pero desde la llegada de Sarkozy, cuando De
Villepin y los gaullistas fueron derrotados,  entrega también su
política exterior.

Hoy Macron es uno de los principales guerreristas contra Rusia y acaba
de proponer -ante la evidente y por otra parte irremediable derrota de
Ucrania- en la muy reciente reunión de París (de 26 de febrero de 2024),
con más de 20 dirigentes de la OTAN y su brazo político, la UE, la
posibilidad del envío de tropas de la OTAN al campo de batalla ucraniano.

Es decir, parece que los subalternos líderes europeos contemplan dar un
paso más en la escalada bélica, convirtiendo de nuevo a Europa en un
terrorífico campo de guerra en favor del sostenimiento del liderazgo
mundial de EE.UU.

En general, como vengo diciendo, la /otanización/ del conjunto de Europa
(la del Este en sus formas más agresivas) pasa también por
“americanizar” la economía y la sociedad europeas, lo que es sinónimo de
completar su conversión al capitalismo salvaje. La UE y su Constitución
y Tratados se vienen encargando de ello.

La sumisión europea está claramente completada y exhibida con la guerra
proxy en Ucrania del Eje Anglosajón y la Red Sionista Mundial contra
Rusia, donde una nueva inmolación europea cobra tintes cada vez más
probables.

Ante todo ello, la pregunta que queda por plantearse es si /están
dispuestos a llegar al enfrentamiento nuclear/.

Las declaraciones, amenazas y avisos a sus propias poblaciones de los
distintos ministros de la guerra europeos, parecen ominosamente mostrar
que es así.

Sea como fuere, y ante estas dramáticas circunstancias, cualquier
izquierda ya no sólo mínimamente alternativa, sino con una décima de
honradez coherente, debería tener muy claro que romper con la UE deviene
vital para poder salvar algunas de las bases sociales de nuestras
sociedades y que romper con la OTAN es básico para la propia supervivencia.

Cualquier visión o esperanza de mejora social y de “bienestar económico”
dentro de la férula de esas instituciones constituye un tremendo
autoengaño, cuando no deliberado colaboracionismo para la destrucción de
las sociedades.

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Em
OBSERVATORIO DE LA CRISIS
https://observatoriocrisis.com/2024/02/27/la-union-europea-un-proyecto-de-eeuu-convertido-en-el-brazo-politico-de-la-otan/
27/2/2024

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