quarta-feira, 18 de março de 2020

Crisis mundial, coronavirus y capitalismo moribundo: un cóctel mortal





*Andrés Piqueras, Profesor de Sociología y Antropología Social
Universidad Jaume I*

Sería demasiado ingenuo creer que la crisis financiera y los terremotos
económicos que vamos a padecer por una larga temporada son sólo
consecuencia del corona-virus. La economía capitalista está tocada desde
hace bastante tiempo. El crecimiento anual a escala mundial se ha
ralentizado en torno al 2,5%. EE.UU. creció al 2%, mientras que Europa y
Japón lo hicieron al 1%. En concreto Italia ha venido arrastrando 17
meses consecutivos de declive en la actividad manufacturera. Parecida
contracción que en Francia, donde la actividad de las empresas (índice
PMI) cayó 1.3 puntos, hasta 49.8 (por debajo de 50 significa que más de
la mitad de las empresas no tienen ganancias).

La deuda global en relación al PIB ha crecido un 322% en el último
cuarto de 2019, sobrepasando los 253 billones $. Simplemente una
recesión mediana conllevaría que la deuda de las corporaciones
capitalistas, de más de 19 billones $, sería sencillamente impagable
para muchas de ellas. Las empresas “zombi”, aquellas que quebrarían
solamente con subirse los tipos de interés, se estiman en un 10% a
escala mundial. Según Bloomberg, las obligaciones de muchos Estados y la
salud de los fondos de inversión no es precisamente mejor.

Toda esa desaceleración, sin embargo, fue acompañada una vez más, por la
estúpida euforia de las Bolsas, mostrando toda la irrealidad de la
economía capitalista y haciendo presagiar desde hace tiempo un
considerable estallido de burbuja.

Los Bancos Centrales (en comanda con los gobiernos) ya no saben qué
hacer para “salvar” a la economía: desde inyectar “dinero mágico”
inventado de la nada, a poner los intereses en negativo, bajar al mínimo
los costos laborales (salarios y cotizaciones patronales a la seguridad
social), hacer grandes recortes sociales… Pero aun así el enfermo no
reacciona. Y no reacciona porque la inversión capitalista está
paralizada (en torno al 22% del PIB). La cual a su vez lo está porque no
obtiene suficientes beneficios, y no los obtiene porque padece un grave
problema de pérdida de /valor/ provocado por una sobreacumulación de
capital (debido a la sustitución de personas por máquinas).

Es decir, que estamos desde hace tiempo inmersos en una “crisis
sistémica” que afecta la capacidad del capital de reproducirse.
Entonces, y de la forma más sorprendentemente extraña posible surge algo
inverosímil: una pandemia que mata sobre todo a la población menos
“productiva” y con mayor incidencia en el gasto público. Una pandemia
salida de… ¿dónde?

El 18 de octubre de 2019, el Johns Hopkins Center for Health Security,
en Baltimore (EE.UU.), llevó a cabo una cuidada simulación de una
epidemia tipo “corona-virus”, titulada nCoV-2019. Incluso la OMS, que ha
actuado más como agente comercial de las transnacionales farmacéuticas
que como velador de la salud de las poblaciones del mundo[1] <#_ftn1>,
dio primero al virus el mismo acrónimo que el del experimento, para
cambiarlo finalmente por el de COVID-19.

En la simulación 201 se llegaba a la conclusión de que el 15% de los
mercados financieros colapsaría y que alrededor de 65 millones de
personas en el mundo perderían la vida. Participaron en esa simulación
la Fundación Gates, el Foro Económico Mundial, así como las
corporaciones Johnson & Johnson y Henry Schein (líder mundial de la
producción de material médico).

Ese mismo mes se celebraron los Juegos Mundiales Militares, del 18 al
27, en Wuhan, con amplia participación de militares estadounidenses.
Hoy, muertes que desde entonces se creyeron por influenza en EE.UU.
están siendo revisadas como posibles decesos por corona-virus; pero ese
país americano no encuentra a su “paciente cero”. Lo que sí está claro
es que muchos de los rasgos de la simulación han ocurrido en enero de
2020, y ese 15% de desplome bursátil es el que realmente se ha producido
a finales de febrero de este año. En Wall Street se tuvo que intervenir
la Bolsa para que no se hundiera.

Pero más allá del que sea el origen real de este “oportuno” virus (y el
hacinamiento industrial de miles de millones de animales no augura nada
bueno para el futuro en ese sentido), veamos algunas otras de las claves
que enfrentamos:

El COVID-19 no sólo ataca duramente a economías estatales, como la
italiana o la española. El “modo pánico” en que ha entrado el mercado
mundial está golpeando las cadenas de producción y suministros,
afectando de plano el conjunto de las cadenas mundiales del valor.
Jamás, ni en los momentos de guerra, el consumo se ha visto sometido a
tal disciplina de choque.

El círculo vicioso es el clásico: se detiene la actividad comercial, se
frena la producción, se dispara el desempleo, se desploma el consumo.
Esto es ya catastrófico, pero lo será mucho para todos los indicadores
económicos (hasta el 10% de bajada en el PIB y una disminución del
crecimiento anual de la producción mundial del 6,5%, se están ya
pronosticando –por lo bajo-). Pero atención, los indicadores sociales
pueden ser peores, especialmente cuando el virus golpee con fuerza a
países con escasos recursos sanitarios. En el caso concreto del Reino de
España, el asunto es muy grave, pues nos pilla sin soberanía alimentaria
ni industrial (además de monetaria y fiscal). Dependemos enormemente de
lo que produzcan otros.

Si por cualquier razón se obstaculizan las cadenas de suministros, no lo
vamos a pasar nada bien.

  * Estamos asistiendo de forma traumática a un cambio de ruta del
    sistema, para el cual se precisa acometer una limpieza de capitales
    sin precedentes en “tiempo de paz”. Es decir, el corona-virus está
    llamado a cumplir las funciones de una guerra de importantes
    dimensiones. Empezamos un nuevo tiempo del capitalismo, (¿su lenta y
    larga agonía?), que será de barbarización generalizada para la mayor
    parte de la humanidad (ver El Público,
    https://blogs.publico.es/dominiopublico/30412/empiezan-los-20-los
    <https://blogs.publico.es/dominiopublico/30412/empiezan-los-20-los>
    terribles-20/). 

  * Como toda crisis, ésta será también una oportunidad para algunos
    especuladores. Provocará un reacomodo del mercado, para dar comienzo
    también a otro tipo de tecnologías (el cuento para las poblaciones
    será a buen seguro el de acabar con la producción contaminante, para
    empezar a hacer un “capitalismo sostenible”, oxímoron donde los haya
    que no tiene más misión que la de acomodar conciencias a lo que viene).

  * Cualquier salida a esta crisis traerá una nueva y dura vuelta de
    tuerca a los mercados laborales en detrimento de la población
    trabajadora, así como redoblados ajustes sociales y recortes. Esto
    es, conllevará una recomposición de la relación de las clases
    dominantes con sus sociedades, abundando en el perjuicio de estas
    últimas. Las organizaciones laborales, políticas y sociales de la
    población deben estar muy atentas para enfrentar desde el principio
    lo que se viene encima. Para empezar, dejar de creer en un
    capitalismo humano, reformable, y comenzar a establecer las
    posibilidades de otra sociedad.

  * De igual manera, se reestructurará el poder entre la propia clase
    capitalista global. En este sentido, por ejemplo, la fracción más
    globalista-financiera de EE.UU. parece haberle preparado una
    encerrona a Trump. Su pésima gestión de la epidemia (es casi
    imposible gestionarla bien en un país con un sistema de salud
    pública prácticamente inexistente) bien puede costarle una
    reelección que hasta ahora tenía prácticamente ganada. Pero si
    entran los demócratas en la Casa Blanca habrán más amenazas de
    guerra, pues están buscando el enfrentamiento militar, sobre todo
    con Rusia.

  * En general, por todas partes, la crisis corona-vírica cambiará
    ejecutivos y estructuras de poder entre las burguesías, y se llevará
    por medio “gobiernos de izquierda” (de coalición con las
    burguesías), donde las “izquierdas integradas” en el sistema
    soñaban, o esa decían a la sociedad, con que el capitalismo se
    dejaría endulzar socialmente.

  * Más allá de que haya sido pretendido desde el principio o no (como
    manifestación de una “guerra bacteriológica”), estamos delante de un
    experimento de grandes dimensiones mundiales: el control y
    confinamiento de poblaciones en una escala sin precedente. También
    un ensayo de psicología colectiva tipo “Guerra de los Mundos” pero a
    lo grande. ¿Se está preparando con ello el terreno para dinámicas de
    choque propias de tiempos de guerra social y militar?

La campaña mediática para generar psicosis global y permanente puede
ayudar a justificarlo todo. ¿Nos imaginamos que cada día los media
reportaran los contagios y las muertes por malaria, ébola, cólera o
gripe normal? Claro, este virus mata europeos y eso es “más
preocupante”, pero aun así también los mataba la gripe, el cáncer y los
suicidios (alrededor de seis cada hora en la UE).

Ya antes de los estados de alerta, por puro miedo la gente estaba
dejando de viajar, se suspendían eventos, no sólo actividades
productivas y comerciales, sino también sociales. De tal manera que en
2020 el crecimiento de la demanda mundial de petróleo se estima por la
OPEP un 30% inferior
<https://edition.cnn.com/2020/02/13/business/oil-prices-coronavirus/index.html> de
lo previsto; lo que quiere decir que el aumento del consumo se limitará
a 825 mil barriles al día  (hecho que no sólo está desmoronando el
precio del petróleo –y haciendo subir las primas de riesgo de sus
bonos-, sino de todo el sector energético).

Esta parece ser la única manera en que se haga algo real por el clima: a
la fuerza. Los golpes de crisis son hasta ahora los únicos momentos en
que se han rebajado las emisiones de efecto invernadero en la
civilización capitalista. Esto muestra que si las cosas volvieran a la
normalidad seguiríamos con nuestro suicidio ecológico-climático,
volveríamos en masa, como si nada, a coger aviones para irnos a sitios
remotos, a lanzarnos sobre nuestros coches para quemar petróleo, a
producir mercancías sin apenas utilidad y con una programada
obsolescencia, a consumir recursos sin parar…

Pero si un virus puede paralizar la economía capitalista, ¿no deberíamos
preguntarnos de una vez qué tipo de economía tenemos? ¿Es la competencia
de todos contra todos y el exclusivo lucro privado los que pueden salvar
a la humanidad de su autodestrucción, de pandemias, del cambio
climático, del hambre, de la guerra? Parece evidente que no. Ahora que
este virus ha dado el arranque del principio del fin de la
globalización, quizás sea hora de prestar atención a China que, con sus
defectos (¿quién no los tiene?), está mostrando otro camino.

No lo perdamos de vista. Fueron medicamentos cubanos, sobre todo el
interferon Alfa 2B, los que llegaron a China para comenzar la lucha
contra el corona-virus. Por su parte, este país ha demostrado al mundo
cómo una economía planificada, en la que cada quien no va a la suya para
sacar más beneficios que sus rivales, es capaz de poner de rodillas un
virus desconocido en un tiempo récord. Y ahora personal sanitario chino
y cubano (y venezolano) llega a Italia a colaborar en el combate contra
el COVID-19. España ya ha reconocido también la necesidad de su ayuda.

Mientras, la UE, más preocupada de nuevo por preservar de la crisis a la
Banca y a las grandes transnacionales que a las poblaciones, ha mostrado
una vez más su fracaso como entidad política, dejando claro lo que ha
sido siempre, un simple Mercado en favor de las oligarquías, y dejando
por tanto 27 modalidades diferentes de salvarse cada quien como pueda,
sin ni siquiera colaborar de forma efectiva en la emergencia sanitaria
de Italia (¿y ahora tampoco en la de España?).

Mientras, en la mayoría de Europa nos hemos quedado con unos sistemas de
salud cada vez más precarizados, con menos personal sanitario y recursos
(hasta mascarillas faltan). Mientras, las principales farmacéuticas
compiten por ver quién saca antes la vacuna en vez de colaborar para eso
a escala mundial, y suben alegremente los precios de los productos de
protección. Mientras, EE.UU. sigue bloqueando económica y sanitariamente
más de 10 países, algunos tan golpeados por el virus como Irán.

Y mientras, gran parte de las poblaciones europeas ya no se acuerdan de
las calamidades y guerras que la UE provoca en otros lugares, ni de los
refugiados y desahuciados causados… tampoco se han percatado de que
siguen llegando más uniformados estadounidenses a Europa (30.000 a
desplegar en la maniobras /Defender 20/), aumentando el peligro de
enfrentarnos contra Rusia…

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[1] <#_ftnref1> El actual presidente de la OMS, Tedros Adhanon
Ghebreyesus, ha tenido desde hace tiempo estrechas relaciones con la
Fundación Gate y con la Fundación Clinton, y estuvo envuelto en oscuras
maniobras como presidente de la Fundación Global para la lucha contra el
sida, la tuberculosis y la malaria, con acusaciones de corrupción y
fraude. Como ministro de salud de Eiopía llegó a tapar una epidemia de
cólera caracterizando los casos de “diarreas agudas”, además de impulsar
campañas de vacunación de la mano de las 5 grandes farmacéuticas
productoras de vacunas: GlaxoSmithKline, Novartir, Merck&Co., Sanofi y
Pfizer.


In
OBSERVATORIO DE LA CRISIS

https://observatoriocrisis.com/2020/03/17/crisis-mundial-coronavirus-y-capitalismo-moribundo-un-coctel-mortal/
17/3/2020

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