sábado, 25 de janeiro de 2020
Aproximación a un debate Partido y fuerzas armadas son claves en la lucha revolucionaria
Fernando Bossi Rojas
Ya es tiempo de ir sacando algunas enseñanzas sobre la experiencia
vivida en las dos últimas décadas de gobiernos progresistas y
revolucionarios en América Latina y el Caribe. Con avances y retrocesos,
triunfos y derrotas, la ofensiva unionista e independentista –por lo
tanto antineoliberal y antiimperialista– que comenzó apenas entrado el
Siglo XXI no se ha agotado. Tal vez podemos afirmar que hubo en estos
años una contraofensiva de las fuerzas imperialistas y oligárquicas,
pero éstas no aparecen consolidadas ni mucho menos; por el contrario,
respuestas populares de distinta magnitud se manifiestan en casi todos
los países contra los gobiernos reaccionarios.
¿Qué caracteriza a los gobiernos revolucionarios que han resistido y
resisten la embestida imperialista? ¿Cuáles son los elementos
fundamentales que han permitido a esos gobiernos mantenerse en el poder
y seguir avanzando en la senda de la justicia social y la plena
soberanía? ¿Podemos encontrar puntos comunes a la hora de constatar los
fundamentos del éxito de esa resistencia?
Dos elementos se vislumbran como comunes y esenciales cuando analizamos
los gobiernos de Venezuela (20 años), Cuba (60 años) y Nicaragua (13
años), los tres gobiernos revolucionarios que han resistido estoicamente
los feroces embates imperialistas: 1) la existencia de Fuerzas Armadas
comprometidas profundamente con los procesos transformadores, y 2) la
existencia de poderosos partidos revolucionarios con extraordinario
poder de movilización, Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV),
Partido Comunista de Cuba (PCC) y Frente Sandinista de Liberación
Nacional (FSLN).
En los tres casos se han conformado FFAA cuyos hombres y mujeres
proceden del seno del pueblo, imbuidas de doctrina patriótica
antiimperialista (bolivariana en Venezuela, martiana en Cuba y
sandinista en Nicaragua) y comprometidas con los procesos de
transformación revolucionaria. Asimismo, cada uno de estos gobiernos ha
contado con poderosos partidos revolucionarios cohesionados, fruto de la
confluencia de fuerzas, de cuadros y masas, experimentados en la lucha y
resistencia, con victoria concretas para vanagloriarse, con notoria
disciplina organizativa e inmenso poder de movilización.
Estos dos elementos, sin duda alguna –y seguramente otros–, han pesado
categóricamente en el blindaje a la soberanía de cada uno de estos
países y han impedido el retorno al coloniaje.
Si repasamos los procesos de gobiernos progresistas de los últimos años
en nuestra América, y cómo muchos de ellos fueron derrotados por las
fuerzas reaccionarias –más allá de otras razones que sin duda hay que
incluir en el análisis de cada caso en particular–, observamos que en
todos faltó una política acertada con respecto a las FFAA, y también, un
déficit llamativo en la presencia y acción de la organización
revolucionaria que los sostenía.
No cabe duda que Manuel Zelaya no tuvo ni apoyo de los militares ni
pudo, en ese momento, contar con un partido revolucionario que lo
respaldara. Lo mismo ocurrió con Fernando Lugo en Paraguay.
En Brasil, tanto Lula como Dilma no presentaron una política efectiva
para que las FFAA se involucren en el proyecto de liberación nacional,
desaprovechando así trabajar con ciertas tendencias nacionalistas que
históricamente existieron en su seno. Y el Partido de los Trabajadores
(PT), la principal fuerza política del gobierno, de ser una organización
nacida del núcleo duro del movimiento obrero, se institucionalizó de tal
forma que fue perdiendo impulso revolucionario, poder de movilización y
contacto directo con las bases (una autocrítica que el propio PT hizo
luego del Golpe a Dilma).
En el caso de Argentina, tanto Néstor como Cristina, no intentaron sumar
a los militares a su política de soberanía nacional y desarrollo
económico, olvidando que el fundador del movimiento que representan, el
peronismo, fue un hombre proveniente de las FFAA, el General Juan
Domingo Perón. Asimismo, los Kirchner subestimaron la conformación de
una fuerza política sólida que los respaldara, se desgastaron con el
Partido Justicialista, armaron frentes electorales y también alguna
organización más afín a sus directivas, pero en general no pudieron
constituir un espacio organizativo de militancia que enfrentara con
éxito los tremendos ataques de la reacción. La unidad alcanzada por el
peronismo y sus aliados en las elecciones del año pasado fue la clave
para el triunfo de la fórmula Alberto Fernández y Cristina Fernández,
pero la asignatura con respecto a FFAA y organización partidaria sigue
pendiente.
El Ecuador de Rafael Correa tampoco tuvo una correcta política con sus
FFAA. Tal vez el trauma de la traición de Lucio Gutiérrez no dejó ver
con claridad que esos militares habían jugado un rol importante cuando
acompañaron al movimiento indígena en las movilizaciones que habían
derrocado a gobiernos neoliberales. Igualmente, el Movimiento País nunca
se conformó como un sólido partido cohesionado y revolucionario, más
bien fue un espacio meramente electoralista, disperso y con bases
doctrinarias muy endebles. De allí que la traición de Lenin Moreno no
fuera novedad para muchos.
Más reciente es el caso de Bolivia y el golpe de Estado contra Evo
Morales y la Revolución Democrática y Cultural. En este país, si bien se
había avanzado más que en otros de los ejemplos mencionados con respecto
a las FFAA, se evidenció que la política implementada no fue suficiente
y menos aún eficaz. La Escuela Antiimperialista de las FFAA “JJ Torres”
evidentemente no funcionó o funcionó mal, no hubo seguimiento y menos
aún un involucramiento de los militares al proceso de industrialización
llevado a cabo por el gobierno. En síntesis: se verificó falta de
política revolucionaria hacia los militares y fuerzas de seguridad.
También, hay que señalar, la supeditación del partido, Movimiento al
Socialismo (MAS), a los movimientos sociales, sin considerar que éstos,
por su naturaleza, no alcanzan a tener una visión integral del proyecto
nacional independentista y transformador y muchas veces su visión queda
reducida a demandas meramente sectoriales. Esto minimizó la función
estratégica del partido revolucionario y lo fue empujando, poco a poco,
a convertirse en un mero apéndice del gobierno, o a lo sumo, en un
poderoso pero vulnerable aparato electoral. El análisis de lo sucedido
en Bolivia es complejo y aún no está cerrado, pero no cabe dudas que ha
presentado déficit significativo en las dos áreas que estamos considerando.
En El Salvador se perdió de la peor manera. Si bien se contaba con un
partido revolucionario experimentado, el Frente Farabundo Martí para la
Liberación Nacional (FMLN), la división imperó de forma categórica,
sumando a esto una nula política hacia los militares. En Uruguay el
Frente Amplio se debilitó como fuerza política unitaria en la base, lo
que no se pudo revertir al final de la campaña. También demostró una
política poco efectiva con respecto a sus FFAA.
En estos dos últimos casos la socialdemocracia enquistada dentro de las
fuerzas de izquierda se impuso contra la toma de políticas revolucionarias.
Guste o no guste quien detenta el poder de las armas sigue siendo un
factor estratégico a considerar, y fundamentalmente en los momentos
críticos, ya sea por acción u omisión. Sin una política correcta hacia
las FFAA la composición del bloque revolucionario presenta debilidades
de orden mayor, sin la existencia de un núcleo duro partidista, de un
partido u organización templada en la militancia en el seno del pueblo
la unidad popular se debilita y aparece el estigma de la división.
La revolución latinoamericana caribeña debe extraer enseñanzas de estos
últimos 20 años. Es necesario revisarnos, discutir, criticarnos y
autocriticarnos, entender que las FFAA deben ser parte sustancial del
bloque histórico de fuerzas revolucionarias, que es necesario fortalecer
los partidos y organizaciones políticas dispuestas a conducir la nueva
gesta independentista, con programas, tácticas y estrategias de cara al
pueblo, sin artilugios.
Con más luces que sombras, los procesos revolucionarios de Venezuela,
Cuba y Nicaragua son ejemplos que debemos observar detenidamente. Sin
FFAA y partido u organización política revolucionaria, la nueva ofensiva
unionista e independentista nuestramericana iniciada a principios del
presente siglo, puede resquebrajarse; con militares patriotas y
militantes nucleados en torno a la organización revolucionaria las
posibilidades de alcanzar la liberación nacional y la justicia social
serán siempre mayores.
*Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante
una licencia de Creative Commons
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libertad para publicarlo en otras fuentes.*
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25/1/2020
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