sábado, 23 de maio de 2020

El debate sobre Bolivia y el rol de García Linera en el estancamiento del proceso de cambio




Mauro Alcócer Hurtado

A seis meses del sangriento golpe fascista en Bolivia del 10 de
noviembre de 2019 que derrocó al gobierno de Evo Morales, se ha iniciado
un debate sobre las causas que llevaron a ese terrible desenlace.

Al respecto, algunos autores bolivianos ya han publicado estudios aún
preliminares: Rafael Bautista (“Bolivia: génesis y naturaleza del
golpe”), Jorge Viaña (“El ciclo estatal de las luchas en Bolivia 2006 –
2019, crónica de una muerte anunciada”) y Hugo Moldiz (“Golpe de Estado
en Bolivia, la soledad de Evo Morales”). Lo curioso es que, hasta ahora,
ninguno de los más connotados dirigentes del gobierno anterior ha
efectuado una autocrítica política integral. Aunque se debe reconocer
que realizan campañas internacionales denunciando al gobierno golpista
de Jeanine Añez, lo uno no vale por lo otro; denunciar al golpe no
sustituye la necesidad de un balance de aciertos y errores.

Del que más llama la atención su silencio sobre este tema es de Álvaro
García Linera, quien durante casi 14 años fue el vicepresidente de Evo
Morales. Fungiendo como ideólogo al mismo tiempo que gestor público,
García Linera fue Presidente de la Asamblea Legislativa (Congreso
nacional de diputados y senadores) y miembro permanente de los gabinetes
de Morales en el poder ejecutivo. No había ningún tema (económico,
político, social, comunicacional, ambiental, de relaciones exteriores,
de seguridad) del gobierno en el que no tuviese participación, por lo
que estamos hablando de una persona clave para el proceso político ya
que sus ideas influían decisivamente –para bien o para mal- en las
acciones gubernamentales. Siendo así, ¿puede Álvaro García continuar
evadiendo el debate?

Luego del golpe de Estado, en Bolivia las cosas no han hecho más que
empeorar. La represión militar y policial, que ya dejó un saldo de al
menos 35 muertos en las masacres de Yapacaní, Sacaba y Senk’ata, se ha
intensificado en las últimas semanas con el ilegal encarcelamiento de
cientos de activistas sociales que lideran protestas, así como
cibernautas que expresan críticas al gobierno de facto. La economía se
ha hundido en la recesión y desempleo, con graves consecuencias de
desabastecimiento o encarecimiento de alimentos y medicamentos. Los
derechos laborales son vulnerados cotidianamente dejando a los
trabajadores en precaria situación. Los abusos racistas contra
originarios aymaras y quechuas son cosa común en un país que, hasta hace
poco, se preciaba de ser el que más había avanzado en Latinoamérica en
inclusión social. La crisis por la pandemia del Covid 19 (cuyas
verdaderas dimensiones está ocultando al pueblo y a la comunidad
internacional el gobierno de Añez) podría dejar en Bolivia 4.000 muertos
y 48.000 personas infectadas, según las proyecciones del ex ministro de
salud, Aníbal Cruz, cesado en el cargo por negarse a manipular información.

Quienes nos quedamos en Bolivia luchando contra los golpistas que se
atrevieron a quemar nuestra wiphala, tenemos la obligación de analizar
críticamente el “proceso de cambio”, para no volver a cometer los
errores que llevaron a su derrota. Es en este contexto que emplazamos a
García Linera a que asuma su responsabilidad por ser autor intelectual
de dos conceptos no revolucionarios que llevaron a una práctica
gubernamental que frenó, desde adentro, el proceso de transformaciones
durante el gobierno de Evo Morales. Esos dos conceptos fueron: 1) El
planteamiento del “capitalismo andino” como objetivo de la denominada
revolución democrática y cultural, anclándola en políticas de moderación
pactada, que terminaron preservando el capitalismo extractivista. 2) La
actitud colaboracionista con la burguesía, definiéndola nada menos que
como “aliada del proceso”, bajo la lógica de que los grandes
inversionistas privados constituyen el sujeto económico necesario para
el “capitalismo andino”.

*El “capitalismo andino”. *A mediados del 2005, luego de una trayectoria
política en el indianismo intentando articular la insurgencia de las
comunidades aymaras con la teoría marxista, lo que le costó varios años
de cárcel, Alvaro García fue designado por el Movimiento al Socialismo
(MAS) para acompañar a Evo Morales en el binomio electoral. Por entonces
ya venía sorprendiendo por su tono políticamente discreto, muy alejado
de cualquier radicalismo, que se esforzaba en mostrar como panelista en
un programa televisivo llamado “El Pentágono”. Como parte de esa
reconversión política y negando todo lo que había escrito en los años
noventa, dio a conocer ese 2005 su planteamiento del “capitalismo
andino”, expresado inicialmente de la siguiente forma:

“/Nuestro objetivo no puede ser el socialismo ya que no están dadas las
condiciones materiales para ello. En una formulación más concreta
propongo un modelo de capitalismo adecuado a las características de
nuestro país, provisionalmente denominaremos a este modelo capitalismo
andino amazónico”/ [ii].

Las críticas revolucionarias a este planteamiento conservador no se
hicieron esperar, pero Alvaro García respondía de manera petulante:
/“Nos observa en Bolivia esa izquierda cadavérica, de los años 50 y 70,
seudo marxista, que ya es un fantasma, frente a la que surge una nueva
izquierda indígena de acción colectiva con su propia estructura,
ideología y simbologías”/ [iii].

Como los reproches de los verdaderos comunitaristas no cesaron y venían
incluso desde las filas del Movimiento al Socialismo, el candidato a la
vicepresidencia tuvo que cambiar su planteamiento inicial, tratando de
dar entender que no se había referido a un modelo económico que sólo
administre el sistema capitalista, sino que estaba hablando de una larga
fase de transición postneoliberal. Lo hizo en un artículo que escribió
en enero de 2006, en cuyas partes esenciales se podía leer:

“/El triunfo del MAS abre una posibilidad de transformación radical de
la sociedad y el Estado, pero no en una perspectiva socialista (al menos
en corto plazo), como plantea una parte de la izquierda. Actualmente hay
dos razones que no permiten visualizar la posibilidad de un régimen
socialista en nuestro país. Por un lado existe un proletariado
minoritario demográficamente e inexistente políticamente; y no se
construye socialismo sin proletariado. Segundo: el potencial
comunitarista agrario y urbano está muy debilitado (…) El potencial
comunitario que vislumbraría la posibilidad de un régimen comunitarista
socialista pasa, en todo caso, por potenciar las pequeñas redes
comunitaristas que aún perviven y enriquecerlas. Esto permitiría, en 20
o 30 años, poder pensar en una utopía socialista (…) Los desafíos de la
izquierda en la gestión de los asuntos públicos se encaminarán
fundamentalmente a la puesta en marcha de un nuevo modelo económico que
he denominado, provisoriamente, ‘capitalismo andino-amazónico’. Es
decir, la construcción de un Estado fuerte, que regule la expansión de
la economía industrial, extraiga sus excedentes y los transfiera al
ámbito comunitario para potenciar formas de autoorganización y de
desarrollo mercantil propiamente andino y amazónico”/[iv].

En este alegato hay una falacia histórica: “no se construye socialismo
sin proletariado”. Menos mal que no se guiaron por este axioma los
revolucionarios en Vietnam o Cuba, donde el proletariado era
demográficamente muy pequeño. Allí persistieron en efectuar verdaderas
revoluciones de orientación socialista, con las consiguientes medidas de
transformación estructural.

Pero dejemos que sea el propio García, no el refinado gradualista del
2005 sino el rebelde socialista de 1991, que responda a la falacia:

“/Marx nos muestra que estas luchas de estas masas no capitalistas
pueden asumir un profundo carácter revolucionario al adoptar el “punto
de vista del proletariado”, esto es, que las luchas de las masas
trabajadoras no capitalistas contra el avance burgués en determinadas
condiciones puede asumir el mismo carácter progresivo y revolucionario
que el que pueden adoptar en un momento determinado las del
proletariado”/.[v]

“/La posibilidad de revolucionarizar la sociedad no radica ni en la
cantidad de esas fuerzas productivas, ni en el número de esos
proletarios, sino, sobre la existencia más o menos generalizada de
estos, sea cual sea su número, en la lucha radical del trabajo vivo por
autodeterminarse por encima y en contra del ser impuesto de la
burguesía”/.[vi]

¿Cómo se entiende esta contradicción tan flagrante entre lo que escribía
García en los noventa y lo que hizo cuando fue parte del gobierno quince
años después? No obedece por cierto a una maduración teórica porque, si
ese fuera el caso, habría algún libro escrito por él en que revise
íntegramente sus postulados de juventud que leímos en sus obras “De
demonios escondidos y momentos de revolución” (1991) y “Forma valor,
forma comunidad” (1995). Pero no hay ninguno. Por eso se puede calificar
lo hecho por Álvaro García como un viraje pragmático, carente de
honestidad intelectual.

Pero esa no es la única observación a la vía gradualista propuesta por
García el 2006. Al iniciarse el gobierno de Morales, su vicepresidente
planteó un objetivo práctico, que se evidenciará como un engaño en los
siguientes años: que hay que “cabalgar” dentro del capitalismo
postneoliberal, para potenciar el Estado y fortalecer las redes
comunitarias, para así en un lejano futuro (20 o 30 años) poder pensar
en una utopía socialista.

Hace catorce años, cuando estaba iniciando el gobierno de Evo Morales,
los comunitaristas afirmamos que, con su teoría del cambio gradual
(primero el “postneoliberalismo”, después el “postcapitalismo”)
formulada en términos tan volátiles, Álvaro García condenaría al proceso
de transformación boliviano a quedarse dentro de los límites del
capitalismo. No fuimos los únicos en alertar de este peligro, recordemos
lo que escribió el hermano Raúl Prada Alcoreza, un conocido pensador
marxista en Bolivia: /“P//lantear el capitalismo andino después de seis
años de luchas por la soberanía, contra las poliformes estructuras
coloniales, no es más que proponer un nuevo colonialismo interno que
continuará destruyendo las relaciones comunitarias en una decodificación
cultural y una colonización de cuerpos sobre una patria restringida”/.

Oportunamente y con parecidas palabras, los comunitaristas alertamos a
Evo Morales que su vicepresidente estaba utilizando su pasado político
de manera oportunista, para mostrarse como un cuadro teórico de avanzada
cuando, en los hechos, terminaría convirtiéndose en un estorbo para el
avance del programa de transformaciones revolucionarias en Bolivia. Hoy,
con los hechos consumados en nuestro país, podemos decir con tristeza
que la realidad nos dio la razón.

*El colaboracionismo con la burguesía. *La conclusión política y
económica que se deriva de la premisa de construir un “capitalismo
andino” es que hay que lograr la colaboración de la burguesía, a la que
se comenzó a denominar “nacional y patriótica”.

El planteamiento de fortalecer una “burguesía nacional” para una vía
autónoma de desarrollo, se ha demostrado hace mucho tiempo que es una
quimera y ya ningún estudioso serio plantea algo parecido. En el debate
económico [vii] continental de hace más de medio siglo quedó plasmado
que no puede existir en América Latina, menos en Bolivia, una “burguesía
nacional”. Si alguna vez pudo pensarse que surgiera fue en el período
posterior a la gran depresión capitalista iniciada en 1929, cuando
intentó aplicarse en algunos países (Argentina, México, Brasil) el
modelo de industrialización sustitutiva de importaciones. Pero, al
agotarse ese modelo con la gran expansión económica luego de la segunda
guerra mundial con predominio del capitalismo estadounidense, la llamada
“burguesía nacional”, en la medida que se articulaba al mercado mundial,
pasó a ser cada vez más dependiente de los grandes capitales
transnacionales.

Una característica de los proyectos que plantean el desarrollo dentro
del capitalismo con fuerte regulación estatal, como es el caso de la
teoría linerista del “capitalismo andino”, es que conforme pasan los
años tiene que realizar cada vez mayores concesiones a la gran empresa
privada. Se debe esto a la necesidad práctica de su propio modelo
económico de contar con la inversión directa de capitales privados, para
preservar la estabilidad económica y un cierto nivel de crecimiento.

En Bolivia ha pasado esto con quienes administraron por casi 14 años el
gobierno, aplicando el recetario gradualista: terminaron administrando
el capitalismo para colmo en su versión extractivista, sin llegar a
transformarlo.

Sin embargo, si nos referimos a los principales mandatarios, hay que
diferenciar el caso de Evo Morales del caso de Álvaro García. Nuestro
hermano Evo Morales se ha guiado siempre por un sólido vínculo con su
base social campesina, que sufre la opresión originada en la subsunción
formal del poder económico del capital sobre sus comunidades. Esto
explica que Evo no haya cambiado, a lo largo de todos estos años, la
identidad del Movimiento al Socialismo (MAS) como un partido político
anticolonialista, antimperialista y anticapitalista.

El caso de García es distinto. Hombre de clase media sin ninguna base
social orgánica que le controle, decidido a convertirse en interlocutor
oficial con los sectores empresariales, convencido de lo que él definió
como “la concepción pactista del poder”, comenzó a actuar en términos
cada vez más funcionales a la seguridad jurídica que demandaban las
organizaciones burguesas y las empresas multinacionales.

El año 2007, ya ocurrida la nacionalización de los hidrocarburos [viii],
el vicepresidente había comenzado a dar un nuevo giro pragmático: el
fortalecimiento del Estado (con las nacionalizaciones) ya no estaría
principalmente orientado a la construcción de un modelo económico que
comience a transferir excedentes hacia el sector social y comunitario de
la economía [ix]. La nueva orientación era que el Estado se convierta en
la locomotora del desarrollo dentro de un “modelo económico productivo”
inspirado en algunas experiencias asiáticas (Corea del Sur, Japón), en
las que el Estado asumía un fuerte rol de regulación interna y de
ampliación de las oportunidades de negocios y de los mercados de
exportación para sus propios emprendedores burgueses.

Veamos lo que Álvaro García afirmaba ese año 2007 en una entrevista en
la ciudad de Santa Cruz, el lugar donde está asentada la burguesía más
poderosa de Bolivia:

“/Es que el Estado es el único que puede unir a la sociedad, es el que
asume la síntesis de la voluntad general y el que planifica el marco
estratégico y el primer vagón de la locomotora. El segundo es la
inversión privada boliviana; el tercero es la inversión extranjera; el
cuarto es la microempresa; el quinto, la economía campesina y el sexto,
la economía indígena. Éste es el orden estratégico en el que tiene que
estructurarse la economía del país”/.[x]

Comenzaban los halagos a la gran inversión privada nacional (burguesa) y
extranjera (empresas transnacionales). ¿Dónde quedaba el sector
campesino? En quinto lugar. ¿Dónde las formas productivas indígenas? En
sexto lugar. ¿Dónde las empresas autogestionarias obreras? Ni las
mencionaba. ¿Qué de las iniciativas económicas colectivas del sector
social de la economía, que no son público-estatales ni
privadas-capitalistas? Nunca las tomó en cuenta.

La fórmula de gobernabilidad pactada con la burguesía era: estabilidad
política para el gobierno a cambio de seguridad jurídica para los
capitalistas. Inevitablemente modificó el planteamiento programático que
el MAS había defendido en la Asamblea Constituyente de 2006-2008: el
Modelo Económico Social Comunitario. Este modelo tenía como punto de
partida el fortalecimiento del Estado a través de nacionalizaciones cada
vez más profundas en áreas estratégicas de la economía. Pero eso sólo
tuvo vigencia entre los años 2006 al 2008, cuando se efectuaron las
nacionalizaciones más importantes: la de los hidrocarburos, la de la
principal empresa de telecomunicaciones, la de la mina de Huanuni, la de
una empresa metalúrgica en Oruro, la de una empresa nacional de energía
eléctrica. Hasta ahí llegó la voluntad política gubernamental, porque
luego comenzaron a pesar más los intereses de los inversionistas
nacionales y extranjeros. Álvaro García lo reconoció el año 2010, cuando
en una conferencia en Argentina afirmó:

“/El país gradualmente va adquiriendo sus propios recursos, frutos de
estos procesos de recuperación del gas y del petróleo, las
telecomunicaciones y la energía eléctrica que son las 4 áreas que hemos
procedido a nacionalizar gas, petróleo, energía eléctrica,
telecomunicaciones y parte de la minería. Ahí nos hemos detenido en este
primer impulso y seguramente en algún otro momento habrá que tomar otro
impulso para avanzar en otras áreas que le permitan al Estado capacidad
de gestión, capacidad de administración y de inversión y
fundamentalmente de distribución de la riqueza”./[xi]

Nunca llegó el nuevo impulso. Los acuerdos de gobernabilidad pactada lo
impidieron bajo el discurso gubernamental de que: “no hay que dar
señales negativas a la inversión privada”.

A cambio de esa seguridad jurídica sobre sus propiedades e inversiones,
que tendría efecto de obturador sobre el modelo económico a ser aplicado
en los siguientes años, la burguesía abandonó a finales del año 2008 la
conspiración política y empezó a coordinar acciones económicas con el
gobierno de Evo Morales. A su modo, la burguesía fue también pragmática:
dándose cuenta de que podía seguir realizando buenos negocios con un
gobierno que no les representaba, aceptó la cohabitación. La
colaboración pactada duró, por parte de los grandes capitalistas, el
tiempo necesario para evitar una nueva radicalización gubernamental,
preservando e incrementando todos estos años su poder económico, hasta
que decidieron como clase sumarse al golpe fascista en noviembre de 2019.

Durante el tiempo que Evo Morales gobernó Bolivia, fue su vicepresidente
Álvaro García el más entusiasta promotor y operador de estos pactos con
la burguesía, a la que mostraba nada menos que como “aliada” del proceso
de cambio. Cuando se reunía con sus representantes les hablaba de
seguridad jurídica sobre sus inversiones, del rol positivo que jugaban
para la economía nacional, de la importancia de su modelo capitalista
emprendedor y de cómo el gobierno estaba atendiendo la agenda
empresarial. Para demostrar esto que afirmo haré un pequeño recuento de
hechos significativos:

En octubre de 2014, el vicepresidente asistió en la ciudad de Santa Cruz
al acto por el 50 aniversario de la Cámara Agropecuaria del Oriente. La
CAO es la organización de los empresarios agropecuarios que se dedican
al monocultivo y la exportación de commoditties y que constantemente
demandan subvenciones, créditos, más tierras y garantías de que no se
revertirán sus propiedades. A estos burgueses potentados García Linera
les propuso, con las siguientes palabras, extender la frontera agrícola
en un millón de hectáreas por año en favor de la agroindustria: /“Vamos
a hacer lo que sea necesario, en leyes, normas administrativas,
créditos. Digan qué necesitan, les vamos a ayudar en lo que sea
necesario, hoy tenemos dos tercios del congreso por lo que no habrán
trabas para llegar a este desafío. La ampliación de la frontera agrícola
es una prioridad para el país y son ustedes los principales actores de
esta estrategia”./[xii]

En julio de 2015 viajó hasta la frontera con Chile en el departamento de
Potosí, cerca de la enorme mina de San Cristóbal, para decirles a los
inversores japoneses de la Sumitomo: “/En estos últimos días había
amenazas de que iban a cortar la electricidad, de que iban a tomar San
Cristóbal, el Gobierno no lo va a permitir… ustedes hacen un buen
trabajo, sigan haciendo su buen trabajo”./[xiii] La multinacional
Sumitomo explota la mayor mina de concentrados de zinc-plata y
plomo-plata en Bolivia. Su aporte fiscal siempre fue ínfimo en relación
a las millonarias utilidades que obtiene, tanto en territorio boliviano
como fuera del país, pero gozó de la mayor protección gubernamental.

En marzo de 2016, García fue invitado a la posesión del nuevo directorio
de la Cámara de Industria, Comercio y Servicios (CAINCO) en la ciudad de
Santa Cruz. La CAINCO es la entidad burguesa más poderosa de Bolivia.
Veamos la siguiente reseña que hizo sobre ese acto un periódico
boliviano: /“El  vicepresidente Álvaro García Linera ofreció anoche una
‘alianza’ entre el Estado y el sector empresarial para empujar el
crecimiento de la economía boliviana, en ocasión en que el rumbo de la
economía mundial no es tan alentadora.  García Linera sostuvo que el
Gobierno no será rival ni competidor de los empresarios, sino un aliado
para el crecimiento económico”./[xiv]

Lo vuelvo a decir: durante todos los años (2006-2019) de la denominada
revolución democrática y cultural, ha sido García el principal ideólogo
de la colaboración con la burguesía para el crecimiento económico, le ha
dado forma teórica a ese colaboracionismo. El que fuera vicepresidente
no es un heterodoxo como él gusta definirse, es un ecléctico que se
ufana de estar “actualizado” y que toma prestados conceptos de autores
europeos como Negri, Bourdieu, Foucault, Harvey, Piketty y otros,
adecuándolos a sus propios fines prácticos, aunque al hacerlo no respete
la lógica interna de esos conceptos y los deforme.

Hay un claro ejemplo de esto en una grosera interpretación que hizo del
pensamiento del teórico comunista italiano Antonio Gramsci. En ocasión
de la XX reunión anual del Foro de San Pablo de partidos políticos de
izquierda y centro izquierda de Latinoamérica que se realizó en la
ciudad de La Paz, le tocó a Alvaro García pronunciar un discurso. En esa
disertación y hablando sobre cómo deberían comportarse los gobiernos
progresistas en su relación con los “grupos de poder económico” se
inventó nada menos que la siguiente perla: /“¿Cómo se construye
hegemonía? No olviden: siempre hay que sumar a Lenin con Gramsci. Al
adversario hay que derrotarlo, eso es Lenin. Ahora Gramsci: al
adversario hay que incorporarlo, pero no se incorpora al adversario en
tanto adversario organizado sino en tanto adversario derrotado”./[xv]

Al admirable marxista italiano nunca se le ocurrió que la burguesía
sería aliada de la revolución proletaria. Hay numerosos escritos de
Gramsci para corroborarlo, mencionemos uno de ellos: /“El criterio
metodológico en el cual hay que fundar el examen es éste: que la
supremacía de un grupo social se manifiesta de dos modos, como ‘dominio’
y como ‘dirección intelectual y moral’. Un grupo social es dominante
respecto de los grupos adversarios que tiende a ‘liquidar’ o a someter
incluso con la fuerza armada; y es dirigente de los grupos afines o
aliados. Un grupo social puede y hasta tiene que ser dirigente ya antes
de conquistar el poder gubernativo (esta es una de las condiciones
principales para la conquista del poder); luego, cuando ejerce el poder
y aunque lo tenga firmemente en las manos, se hace dominante, pero tiene
que seguir siendo también ‘dirigente’ ”./[xvi]

Como puede verse, Álvaro García utilizaba de la peor manera a Gramsci,
para justificar su propia visión colaboracionista con la burguesía. El
proletariado organizado debe buscar convertirse en dirigente de los
sectores sociales afines o aliados, vale decir los sectores campesinos y
de otros sectores de trabajadores urbanos para, a través de una
revolución, llegar a ser dominante en relación a la burguesía, planteaba
el italiano. García lo reinterpretaba desde su gradualismo: la burguesía
pasaba a ser “afín” y “aliada”, por lo que había que “incorporarla” como
“adversario derrotado”.

Por este tipo de planteamientos se explica la paulatina pérdida de
credibilidad de García entre las organizaciones revolucionarias en
Bolivia. Así también entre las organizaciones sindicales, que lo
recuerdan como un operador de intereses patronales. Lo mismo entre las
organizaciones campesinas originarias, que le culpan por los errores que
cometió Evo Morales. Por estas razones, el linerismo ha desaparecido hoy
en Bolivia.

No es entonces por su actual importancia en la política boliviana que me
interesa saldar cuentas con el que fuera vicepresidente. De ninguna
forma. Es por el rol que tuvo en el proceso de cambio, Álvaro García
Linera con sus concepciones neocoloniales tuvo su cuota de
responsabilidad en el estancamiento de la denominada revolución
democrática y cultural, que terminará siendo uno de los factores –no el
único, por supuesto- que desgastó al propio gobierno de Evo Morales
hasta su derrumbe.

No estoy diciendo que García Linera es culpable de la caída, eso sería
un exceso inaceptable y una injusticia considerando que tuvo también un
aporte positivo. Digo que debido a la puesta en práctica de la
concepción ideológica linerista el proceso boliviano no avanzó más. Y es
sabido que en sociopolítica, como en la vida, lo que no avanza, pierde
el impulso, termina estancándose y luego retrocede. Y no es simplemente
un asunto de “correlación de fuerzas sociales”, pues esa correlación
también se construye; es asunto de lucha entre concepciones ideológicas
revolucionarias y no revolucionarias que terminan, como pasó en el caso
de Bolivia, debilitando a unas fuerzas sociales y preservando e
incrementando el poder económico de otras fuerzas sociales.

Es tiempo de hacer el balance de lo sucedido en Bolivia. Un balance
crudo, valiente, frontal, incisivo, sin falsas modestias. No estoy
planteando que nos distraigamos en debates interminables, descuidando la
lucha contra los golpistas, eso sería absurdo. La resistencia en Bolivia
no va a parar y nosotros seguiremos corriendo riesgos junto a un pueblo
heroico, que se ha convertido nuevamente como dijeron nuestros mayores,
en guerreros del arco iris (wiphala). Tampoco se trata de volcar página
como plantea alguno, si no aprendemos de los errores cometidos, mañana
otra vez tropezaremos con la misma piedra.

*Notas:*

i <#sdendnote1anc>^ Componente del “Colectivo de Estudios Comunitarios
Larama” de la ciudad de El Alto, Bolivia. Este artículo es resultado de
una reflexión colectiva.

ii <#sdendnote2anc>^ Periódico La Prensa, entrevista a Álvaro García,
edición del 30 de agosto de 2005. La Paz, Bolivia.

iii <#sdendnote3anc>^ Declaraciones de Álvaro García a BBC.com.
Diciembre de 2005.

iv <#sdendnote4anc>^ García, Álvaro. “El capitalismo andino –
amazónico”. En Le Monde Diplomatique, enero de 2006.

v <#sdendnote5anc>^ García, Álvaro. “De demonios escondidos y momentos
de revolución”. La Paz, 1991. Página 112.

vi <#sdendnote6anc>^ García, Álvaro. “De demonios escondidos y momentos
de revolución”. La Paz, 1991. Página 289.

vii <#sdendnote7anc>^ Se puede mencionar muchos autores económicos que
fueron parte de este debate: André Gunder Franck, Vania Bambirra,
Theotonio Dos Santos, Ruy Mauro Maurini, Osvaldo Sunkel, Raúl Prebisch.

viii <#sdendnote8anc>^ El 1 de mayo de 2006, el gobierno de Evo Morales
nacionalizó por decreto los hidrocarburos aunque sin expulsar a las
empresas transnacionales que operaban en el país.

ix <#sdendnote9anc>^ Algunos tecnócratas que fueron parte del gobierno
del MAS intentan confundir diciendo que se repartieron tractores, que se
fortaleció el Fondo Indígena y se aumentó el presupuesto de los
municipios rurales. Si bien esto es cierto, puede calificarse sólo como
“factores de redistribución” del ingreso, que no cambiaron para nada la
matriz capitalista.

x <#sdendnote10anc>^ Periódico El Deber, entrevista a Álvaro García,
edición del 21 de enero de 2007. Santa Cruz, Bolivia.

xi <#sdendnote11anc>^ García, Álvaro. Conferencia dictada sobre
“Propiedad privada, propiedad pública y comunidad” en la Universidad
Popular Madres de Plaza de Mayo, Centro de Estudios Económico y
Monitoreo de Políticas Públicas. Buenos Aires, 6 de octubre de 2010.
Página 11.

xii <#sdendnote12anc>^ Portal del periódico El Deber. Santa Cruz,
Bolivia. 28 de octubre de 2014.

xiii <#sdendnote13anc>^ Periódico La Razón digital. La Paz, Bolivia. 27
de marzo de 2015.

xiv <#sdendnote14anc>^ Periódico Los Tiempos digital. Cochabamba,
Bolivia. 18 de marzo de 2016.

xv <#sdendnote15anc>^ Participación de Álvaro García en la XX Reunión
del Foro de San Pablo. La Paz, Bolivia. 28 de agosto de 2014. Archivo de
video en el siguiente link: https://www.youtube.com/watch?v=M_GLRjNTzKg

xvi <#sdendnote16anc>^ Antonio Gramsci. “El problema de la dirección
política en la formación y el desarrollo de la nación y del Estado
moderno en Italia”. En Antología. Selección, traducción y notas de
Manuel Sacristán. Siglo XXI editores. Madrid, España. Decimosexta
edición. 2007.

In
REBELION
https://rebelion.org/el-debate-sobre-bolivia-y-el-rol-de-garcia-linera-en-el-estancamiento-del-proceso-de-cambio/
19/5/2020

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