quarta-feira, 23 de agosto de 2023

La encrucijada rusa

 






*Ángeles Maestro*

En Rusia es muy conocida esta frase atribuida a Pushkin: Si quieres
escuchar tonterías, deja que un europeo hable sobre Rusia. Y es cierto,
sobre todo en el caso de las élites políticas occidentales.
Probablemente por eso han perdido una tras otra las guerras contra ella,
a pesar de los gigantescos aparatos bélicos desplegados.

Para las organizaciones políticas revolucionarias – sobre todo para
aquellas que han comprendido la esencia imperialista de la guerra de la
OTAN contra Rusia que usa como ariete el fascismo ucraniano – es vital
intentar analizar la complejidad y las contradicciones de la Rusia
actual, por muchas razones que no voy a enumerar, pero sobre todo,
porque está actuando en primera línea.

Sin atribuirme la capacidad de comprender en profundidad los procesos en
juego en ese enorme país, si creo que es posible trazar algunas líneas
de estudio tomando como referencia a analistas y escritores que además
de dedicarse con clarividencia a desentrañar la realidad de su país,
consideran, como la mayoría de la población rusa y bielorrusa, que el
hundimiento de la URSS fue una inmensa catástrofe. Sin duda, el más
lúcido de los que he podido consultar es Serguei Kurginyan, dirigente
del movimiento político “Esencia del Tiempo”^1 <#sdfootnote1sym> , y a
sus análisis me remito en muchas de las consideraciones que aquí transmito.

Treinta años después del hundimiento de la URSS, la guerra en Ucrania, y
sobre todo las posibilidades de que se transforme en un conflicto de
larga duración, están obligando a la sociedad rusa a despertar de un
prolongado letargo basado en las falsas ilusiones de “entrar en
occidente” o al menos, de mantener relaciones amistosas con él. Por otra
parte, la rebelión militar dirigida por el l*í*der del grupo Wagner,
Yevgeni Prigozhin, el pasado mes de junio, ha puesto de manifiesto
debilidades y contradicciones profundas presentes en la propia
estructura del Estado que, de no resolverse positivamente, podrían poner
en cuestión la victoria de Rusia en una guerra larga, más allá de
Ucrania, que, con toda la razón, se considera como existencial.

Sin entrar a valorar en este artículo las causas internas y externas del
colapso de la URSS, quiero destacar algunos hechos que contribuyen a
explicar la situación actual: la destrucción de la estructura social se
realizó en un tiempo récord, se demolieron los aparatos del estado
soviéticos para sustituirlos por otros proclives a occidente, se
cerraron miles de empresas y se privatizó buena parte de ellas. Las
consecuencias fueron brutales para la población. Según el CIDOB: “En
1995 el índice de mortalidad creció un 70% por comparación con el año
1989, llegando a la cifra de sobremortalidad de 2,2 millones de personas
al año”^2 <#sdfootnote2sym>. Los suicidios, los asesinatos, las drogas,
las mafias, el alcoholismo, el abandono de niños, la morbilidad por
enfermedades pr*á*cticamente erradicadas, etc, reflejan el desplome
total de una sociedad.

Estos hechos no sucedieron en toda la URSS. En Bielorrusa, Lukashenko,
viendo el desastre, no sólo no privatizó empresas y servicios, sino que
revirtió las pocas privatizaciones realizadas. La gráfica que sigue^i
<#sdendnote1sym>, que relaciona la mortalidad por tuberculosis entre
países de las ex URSS que siguieron las políticas del FMI (todos excepto
Bielorrusia) y los que no las siguieron es suficientemente explícita.

Tomado de: Stuckler, D., King, L. P. y Basu, S. (2008). International
Monetary Fund Programs and Tuberculosis Outcomes in Post-Communist
Countries. /PLos Medicine 5/ (7): e143.
DOI: 10.1371/journal.pmed.0050143
<https://doi.org/10.1371/journal.pmed.0050143#inbox/_blank>

Un técnico estadounidense destinado a Rusia en la época se expresaba
así: “Me di cuenta rápidamente de que el plan de privatizaciones de la
industria rusa se iba a llevar a cabo de la noche a la mañana, con
costes muy altos para centenares de miles de personas (…) Se iban a
fulminar decenas de miles de empleos. Pero además las fábricas que iban
a cerrar proveían a la población de escuelas, hospitales, atención
sanitaria y pensiones de la cuna a la tumba. Informé de todo esto en
Washington y les dije que allí no iba a quedar red alguna de seguridad
social. Comprendí claramente que se trataba precisamente de eso; querían
eliminar todos los restos posibles del estado para que no volviera el
Partido Comunista”^^3 <#sdfootnote3sym> .

La desaparición de la URSS fue una hecatombe social. No sólo se
destruyeron en un tiempo récord las estructuras del estado soviético –
como si los dirigentes imperialistas hubieran leído “El estado y la
revolución”- se demolió modo de vida y se intentó aniquilar la identidad
de su pueblo.

La vivencia de todo este desastre, el imperialismo lo llamó “terapia de
choque”, ocasionó en la población un trauma severo en todos los órdenes
que no se ha rehabilitado. Kurginyan, que viene analizando este proceso
en profundidad, lo llama “heridas en la conciencia”, y valora que “la
conciencia deformada pierde su adecuación y no puede comprender
normalmente lo que ocurre en el tiempo y en el espacio”^4 <#sdfootnote4sym>.

Sobre esa profunda herida social se erigió la Rusia postsoviética. Se
construyó una sociedad amnésica y anestesiada, con un profundo vacío
ideológico, que en parte ocupó la iglesia ortodoxa^5 <#sdfootnote5sym> ,
sobre la ausencia de todo proyecto colectivo en una sociedad en la que
lo comunitario – más allá de la superestructura política – estaba
profundamente inscrito en la conciencia popular. A ello se sumaron las
insultantes desigualdades sociales producto del robo impune de empresas
socializadas y la degradación científica, cultural y educativa.

La destrucción, autodestrucción, de las fuerzas productivas rusas de
alta tecnología es uno de los factores determinantes de la profunda
regresión sufrida por la Rusia postsoviética. Como señala Kurginyan,
ningún otro país, en ningún proceso político, ha hecho algo parecido.
Quizás ahora, habría que incorporar a la UE a esas excepciones
históricas de autoaniquilación productiva, exactamente bajo el mismo
hegemón.

En definitiva, los aparatos del Estado de esa Rusia mutilada y
desestructurada, estaban, y lo están en buena mediada, controlados por
élites políticas y económicas – preparadas y dirigidas desde mucho
tiempo antes por estructuras como el Club de Roma, o la soviética
“Firma”^^6 <#sdfootnote6sym> – Estas élites fueron las que dirigieron la
demolición de la URSS y las que, además de apropiarse de gran parte de
los recursos del país, actuaron como valedores de las políticas del
imperialismo para Rusia. Este nuevo poder, gestado desde el interior de
las estructuras del Estado ruso modificó totalmente su naturaleza; el
Ejército, el más sovietizado, constituye una excepción relativa. Esta
oligarquía, política y económica, y el correspondiente engranaje del
Estado, ha estado trabajando durante treinta años para el objetivo que
se presentó como un sueño dorado: “entrar en occidente”.

*Los cambios paulatinos en la política exterior de Rusia*

Desde la desaparición de la URSS, EEUU – secundado de forma
contradictoria por la UE hasta su subordinación absoluta actual a la
OTAN y apoyado de forma cada vez menos encubierta por el Estado sionista
– fue arrasando uno tras otro países cuyos gobiernos no se sometían a
sus designios: Iraq (1991, 2003), Yugoslavia (1999), Afganistán (2001),
Libia (2011).

Hasta el caso de Libia, en todo este sangriento proceso, la
representación rusa en el Consejo de Seguridad de la ONU votó a favor de
todas las resoluciones que amparaban las criminales agresiones militares
del imperialismo, incluida la Resolución 1244 de 1999 que daba vía libre
a los bombardeos de la OTAN sobre la nación hermana de Yugoslavia.

La destrucción completa a manos de la OTAN de Libia en 2011, el país más
desarrollado de África y que sustentaba importantes proyectos de
soberanía para el continente, también fue avalada por el CS de la ONU,
pero esta vez China y Rusia se abstuvieron.

Este momento marca un punto de inflexión en la política exterior Rusa
que alineada con China, ha vetado a partir de entonces todos los
proyectos de resolución presentados por el imperialismo
euro-estadounidense para avalar su intervención militar en Siria.
Además, como es bien sabido, Rusia aceptó la solicitud de ayuda militar
del gobierno sirio que ha contribuido decisivamente a modificar una
correlación de fuerzas en la zona, que ya venía gestándose. A este
respecto hay que destacar acontecimientos tan importantes en la región
como la derrota de Israel en 2006 por una coalición libanesa liderada
por Hezbolah y que marca el comienzo del desarrollo del Eje de la
Resistencia anti-imperialista y antisionista^7 <#sdfootnote7sym>.

Los intentos de los dirigentes rusos de mantener buenas relaciones con
occidente, incluidas sus sorprendentes propuestas de entrada en la OTAN,
fueron chocando progresivamente desde 1999, fecha en la que Polonia,
Hungría y la República Checa se integran en la Alianza, con la evidencia
de que el imperialismo anglosajón no perseguía otra cosa que la
desintegración de Rusia previa a su dominación. Doce países de la zona
de influencia de la URSS se incorporaron a la Alianza, desde que en 1991
se aprobara un documento^8 <#sdfootnote8sym> suscrito por los Ministros
de AA.EE. de Reino Unido, EEUU, Francia y Alemania en el que se le
garantizaba a Rusia que la OTAN no se ampliaría hacia el Este.

No se trató sólo de la incorporación de nuevos países. Las sucesivas
maniobras militares del OTAN fueron ratificando materialmente lo que los
documentos de Seguridad Nacional de EEUU afirmaban con toda claridad:
Rusia, seguida inmediatamente por China, era el enemigo principal^9
<#sdfootnote9sym>.

Se fue configurando así un cambio progresivo pero radical en la política
de alianzas políticas, económicas, militares, culturales, deportivas,
etc, que sitúa a Rusia, junto a China, como columnas verteb*r*ales de un
frente multipolar, que no hace más que ampliarse sobre la base del
respeto a la soberanía y la independencia de los países, frente a un
imperialismo que sólo ofrece la política de las cañoneras. Insisto, no
obstante, en que todo este proceso se lleva a cabo con grandes
contradicciones en el interior de unas estructuras estatales y
gubernamentales rusas construidas para objetivos políticos totalmente
diferentes.

El golpe fascista de febrero 2014 en Ucrania, diseñado, financiado y
organizado por EEUU y la UE, incluyendo todo tipo de atrocidades como la
masacre de la Casa de los Sindicatos de Odesa, la persecución y tortura
de la población de cultura rusa o los bombardeos cotidianos de la
población civil del Donbas, estaba claramente dirigido contra Rusia. Era
una amenaza inminente de guerra, que incluía el ingreso de Ucrania en la
OTAN. Aún así, un año después, en 2015, Rusia junto a Francia, Alemania
y Ucrania firmó el Acuerdo de Minsk que planteaba una solución negociada
al conflicto del Donbas. Ángela Merkel declaró en diciembre de 2022 que
no había ninguna intención de cumplir sus condiciones y que tal Acuerdo
se firmó para que Ucrania ganara tiempo para armarse^10 <#sdfootnote10sym>.

La firma del Acuerdo de Minsk no se produjo porque Rusia fuera engañada,
como se suele decir. Fue el último acto de un Estado, construido a la
medida de los intereses de occidente, que se resistía a enfrentar la
evidencia: el imperialismo anglo-sajón iba a declarar la guerra a Rusia.

*La Operación Militar Especial, un camino sin retorno.*

La decisión del gobierno ruso de intervenir militarmente en Ucrania
supone un paso decisivo para en futuro de Rusia. Le conecta
directam*e*nte con un sentimiento popular que, a pesar de todo, conserva
marcado a fuego en su cerebro el recuerdo de los 27 millones de muertos
que le costó a la URSS derrotar al fascismo, y que forma parte indeleble
de la identidad nacional rusa. Ese sentimiento popular que incluye la
reivindicación de la Unión Soviética sin que se haya concretado aún como
objetivo político, y que va creciendo cada vez más como muestran hasta
las encuestas occidentales, ha sufrido y sufre como propias las masacres
de los nazis ucranianos en el Donbas y clamaba por el apoyo militar a
sus milicias populares. Implica también el odio creciente a los
oligarcas, los denostados “nuevos ricos”, y con él al individualismo
consumista identificado con occidente.

El imperialismo juega con los oligarcas como quinta columna. Ellos, que
deben a occidente sus fabulosas fortunas y que tan jugosos negocios
estaban haciendo con sus bancos y multinacionales, son también los
valedores de sus políticas. Por si acaso flaqueaban a la hora de ejercer
sus influencias en el Estado, contra ellos se han dirigido buena parte
de las sanciones. Sintiendo sus presiones y comprobando las importantes
pérdidas sufridas por sus empresas, los mayores magnates como Mordashov
(siderúrgica Everstal, minería de oro NordGold, banco Rossiya), Tinkov
(banco digital Tinkoff), Mixail Fridman (supermercados DIA y AlfaBank) y
algunos otros, han clamado contra la guerra, lamentándose amargamente
por la muerte de inocentes, pronunciándose contra el gasto militar, etc.

Putin les fulminó inmediatamente, sólo con palabras, tratándolos de
títeres de occidente y amenazando con que “el pueblo ruso sabría limpiar
adecuadamente a los traidores, escupiéndoles como mosquitos que se meten
accidentalmente en la boca”. El tratamiento pareció surtir efecto y las
pocas algaradas que se convocaron “contra la guerra” quedaron en agua de
borrajas.

A pesar de ello, los conflictos de fondo siguen desarrollándose, entre
el reto histórico que supone la necesidad de responder a una
confrontación militar a gran escala y durante largo tiempo con un
enemigo muy poderoso, con unos aparatos del Estado diseñados para otros
objetivos y una estructura social que, hasta ahora, no parece ser
consciente de que muchas cosas deben cambiar para ser capaz de hacerle
frente.

A pesar de que la supuesta contraofensiva ucraniana resulto un fiasco,
no por ello dejará el imperialismo de inundar al gobierno de Kiev con
todo tipo de armas “hasta el último ucraniano”. “Lo único que Occidente
no quiere hacer y no hará, por ahora, es poner a su propio pueblo bajo
las balas. Unos cinco millones de hombres ucranianos, que ya han sido
vendidos a Occidente por cerca de un billón de dólares, están destinados
a este fin. La élite ucraniana está muy satisfecha con este sangriento
intercambio”, señala Kurginyan.

Además, recuerda que las palabras que señalaron desde el principio los
objetivos de la intervención militar “la desnazificación y la
desmilitarización de Ucrania”, no son un mantra vacío de sentido, sino
que por el contrario muestran el núcleo de la cuestión^^11
<#sdfootnote11sym> . El fascismo que se ha desarrollado en Ucrania,
seguido por alrededor de un millón de personas, alimentado por el
imperialismo y al que ha entregado todos los recursos del estado, es
especialmente bestial y considera a los rusos como su enemigo principal.
Sería un gran error subestimar esa fuerza, señala el dirigente de
“Esencia del Tiempo”.

*Lo que la rebelión militar de Prigozhin ha puesto de manifiesto.*

Los delirantes análisis de los “expertos” occidentales sobre los Wagner,
que pasaron de ser para ellos de paladines de la libertad a sucios
mercenarios, ponen de manifiesto que no tenían la menor idea de que la
rebelión se iba a producir y que no entienden lo que sucede en Rusia.
Todo ello, dice Kurginyan, no exime al pueblo ruso de valorar en
profundidad lo ocurrido y, sobre todo, de extraer las consecuencias.

Para crear los Wagner el Estado invirtió ingentes cantidades de dinero,
armamento y se les otorgaron grandes poderes, como por ejemplo, el
reclutamiento. Se creó, señala Kurginyan, un sistema paralelo al del
Ministerio de Defensa. Y, ese sistema, se creó por mandato del
Presidente del Gobierno y le obedecía a él directamente. ¿A qué responde
su creación? ¿Cuándo un líder, se pregunta Kurginyan, crea un sistema
paralelo?. Y se responde: “En primer lugar cuando sospecha que el
sistema no le es del todo leal, y en segundo lugar, cuando sospecha que
no cumple con las tareas que tiene asignadas”.

La rebelión de Prigozhin ha puesto de manifiesto las graves
contradicciones existentes. Su fracaso, creyó que parte sustancial del
ejército iba a seguirlo, si bien ha permitido al sistema, léase el
Ministerio de Defensa, confrontar directamente con el sistema paralelo
creado por Putin y eliminar, por el momento, la posibilidad de
alternativas, no le ha destruido.

El juego interno de fuerzas se puso en evidencia. La rebelión de los
Wagner, que se encaminó a Moscú prácticamente sin oposición interna,
terminó con un indulto y con Prigozhin participando en la Cumbre África
– Rusia, en San Petersburgo. Además, nuevas tareas de Estado han llegado
para los Wagner: Bielorrusia, tras la inteligente y oportuna mediación
de Lukashenko, y la intervención en África a petición de los nuevos
movimientos anticoloniales de diferentes países del Sahel.

Los grandes problemas siguen sin resolver y son en el sentido estricto
de la palabra, estructurales. Una parte del Estado ruso, es decir, la
representación de los oligarcas en los poderes del Estado, estaría
abogando por una paz negociada con Ucrania, casi a cualquier precio, y
volver a las buenas relaciones y negocios anteriores, y otra es
consciente del carácter irreversible de la ruptura con occidente y de la
envergadura de la confrontación que deberá asumir el pueblo ruso. “El
sistema existente fue construido para ser parte de la civilización
occidental y, por lo tanto, no puede estar en guerra con esta
civilización, insiste Kurginyan. No puede garantizar estratégicamente
que Rusia se enfrente a Occidente, que es 10 veces más poderoso que
Rusia, durante mucho tiempo. Si un sistema creado para los viejos
propósitos no logra hacer frente a la nueva situación, acumulará
disfunción. No se trata de individuos como Shoigu, Gerasimov, Surovikin,
etc., sino de la arquitectura del sistema, construida para otras tareas,
para otros tipos de guerra”.

La disfunción esencial entre el “sistema”, la maquinaria del Estado y
las élites económicas a las que sirve, y los objetivos – la guerra
contra occidente – radicalmente diferentes a los que responde su
creación y funcionamiento, puede dar lugar a que sea precisamente el
“sistema” el que cambie la realidad, para adecuarla a las finalidades
que le dieron origen. Y si eso se pretendiera materializar, se pregunta
el dirigente de la Esencia del Tiempo, ¿quién se convierte en su
principal oponente? El que le impide hacer lo de siempre: trabajar poco,
robar mucho y drogarse. ¿Quién es el estorbo? Objetivamente: el líder
del país.

*Los grandes retos de Rusia.*

El país se enfrenta a una guerra de larga duración frente a un enemigo
muy poderoso, que va más allá de Ucrania y que puede resurgir en
Polonia, Países Bálticos, etc. Todo ello en un marco en el que EEUU se
prepara para enfrentar a la gran potencia que empieza a superarles y a
disputar su hegemonía, China. En este caso, plantea lúcidamente
Kurginyan, “cuando EEUU se ve superado por algún país según sus propias
reglas, no le dan un premio, sino que cambian las reglas del juego. La
introducción de la agenda ambiental o la pandemia Covid, son buenos
ejemplos de cómo cambian las reglas del juego”^^12 <#sdfootnote12sym> Y
para enfrentarse a China, no basta desestabilizar Taiwan; no son
suficientes las batallas navales. Como planteaba el geógrafo británico
Mackinder, para que un imperio marítimo domine el planeta, primero tiene
que controlar el “corazón continental”, el “pivote del mundo”, es decir,
Rusia^^13 <#sdfootnote13sym> .

Las previsiones del gobierno ruso de una rápida victoria militar en
Ucrania, resultaron completamente erróneas, aunque afortunadamente
identificó como objetivos la desnazificación y la desmilitarización del
régimen de Kiev. Una vez más el “sistema” postsoviético intentaba obviar
la realidad: Rusia no estaba sólo frente a un conflicto con Ucrania, se
trataba de una guerra contra la OTAN. Y, claro que había que
desnazificar y desmilitarizar Ucrania, pero era occidente quien había
colocado a los fascistas en el poder y los armaba hasta los dientes.

Rusia se enfrenta a una guerra de larga duración contra la OTAN, una
guerra de posiciones, de desgaste, que además no acabará con la guerra
de Ucrania. En muchos aspectos esta guerra es todavía más terrible que
la II Guerra Mundial y el pueblo ruso debe saber la verdad. Y la verdad
aprendida en la Gran Guerra Patria, es que esa guerra se pudo ganar sólo
porque la dictadura del proletariado, es decir, el proletariado erigido
en clase dirigente, fue capaz de comprender y transmitir al conjunto de
la sociedad soviética el gigantesco reto que debía asumir: la defensa de
la humanidad contra el fascismo, de la humanidad contra la esclavitud,
de la vida contra la muerte. Y todo ello, se resumió en una consigna
bien concreta: “Todo para el Frente, Todo por la Victoria”. Y el pueblo
soviético latió y actuó como un solo ser colectivo.

La enorme potencia que el pueblo soviético fue capaz de desplegar no
respondía sólo a un deber patriótico. Defendía también su dictadura del
proletariado, la primera revolución obrera triunfante, y por ello, tenía
una dimensión internacional, no sólo antifascista, sino histórica para
la clase obrera mundial.

La Rusia de hoy tiene ante sí grandes retos que superar para enfrentar a
un enemigo no inferior al que enfrentó la URSS. Kurginyan identifica dos
objetivos:

En primer lugar, abordar un salto científico – técnico en el complejo
militar – industrial que permita superar al enemigo con todo tipo de
armamento y de equipos. Después de la destrucción de las empresas y
equipos más avanzados de la URSS, para ganar la guerra contra la OTAN –
más allá de Ucrania – es preciso dar un salto descomunal. Las palabras
de Stalin en 1931 fueron claves para la victoria en la Gran Guerra
Patria: “si en diez años no recorremos el camino que costó a las
potencias occidentales entre 50 y 100 años, seremos aplastados”. Rusia
necesita reconstruir la poderosa industria de bienes de equipo,
destruida durante el colapso de la URSS, imprescindible para poner en
marcha al nivel requerido el complejo militar industrial. A su vez, esto
precisa el concurso del sistema educativo para la preparación acelerada
de cuadros técnicos y de capacidades humanas en alguna medida semejante
al esfuerzo de la sociedad soviética en los años previos y durante la II
Guerra Mundial.

La URSS lo pudo hacer gracias a la industrialización, que requería que
toda la sociedad funcionara como un puño en movimiento. Y la gran duda
es, ¿lo podrá hacer la Rusia actual?

En segundo lugar, es imprescindible abordar la batalla ideológica, la
lucha de ideas contra el imperialismo y el fascismo. No es sólo Ucrania,
el fascismo crece en toda Europa y en EEUU. Es inútil que Rusia espere
que la extrema derecha la trate mejor que la actual élite occidental.
¡Es exactamente todo lo contrario!, afirma Kurginyan. Además, la moral
del ejército decae si no hay un trabajo ideológico poderoso y si la
sociedad no está penetrada por ese impulso espiritual. Y “si el jolgorio
en la retaguardia no desaparece, si el robo no desaparece, advierte,
entonces la victoria en una guerra larga es imposible”. La guerra de la
información no debe llevarse a cabo en el lenguaje de las ovejas.
Kurginyan aboga por un sistema de movilización, de despliegue, y un
sistema de formación de nuevos cuadros que pueda convertir a las
«sub-ovejas» en «perros lobo». Y no se trata de sacar banderas y de dar
lecciones de patriotismo en las escuelas, sino de la movilización de un
millón de personas en el bando antifascista. Pero hasta ahora, subraya,
se ha hecho todo lo posible para que esto no sucediera.

El problema de fondo es cómo despertar la fuerza vital necesaria para
galvanizar a una sociedad que se creyó el mito ideológico del
capitalismo y que en buena medida vive ajena a lo que sucede en el
frente; a una clase obrera que asiste desmoralizada e impotente al robo
cotidiano de la oligarquía y que no ha rehabilitado las “heridas de la
conciencia” porque eso sólo puede hacerse reanudando el hilo histórico
de la lucha por su emancipación.

Kurginyan plantea activar el resorte antifascista que sin duda es muy
potente en Rusia. El asunto es si la comprensión histórica colectiva e
internacional de lo que entraña el fascismo, y sobre todo, la actuación
consecuente para impedir que triunfe – Cueste lo que Cueste, Todo para
el Frente, Todo para la Victoria – es posible abordarla sin la
reconstrucción de la herramienta que concentra la fuerza obrera y
popular: el partido comunista.

*La lucha es internacional*

La situación internacional actual guarda semejanzas con la II Guerra
Mundial. La voluntad manifiesta de control del mundo por parte de la
Alemania nazi está representada hoy sin tapujos por el imperialismo
anglosajón, inmerso en una crisis económica terminal y cuya hegemonía en
decadencia le empuja a la guerra como única opción.

Tras la derrota de la República española y en pleno auge del fascismo,
Alemania fue ocupando uno tras otro los países europeos sin apenas
resistencia. Hoy el sometimiento de la UE a la OTAN, dirigida con mano
de hierro por EE.UU, con su territorio plagado de bases militares, es
absoluto. También lo es el vasallaje de la política económica europea,
autodestrucción incluida, a los intereses estadounidenses. A ello hay
que añadir la colonización cultural o el control de los medios de
comunicación, es un escenario político de auge del fascismo, hoy como
entonces, facilitado por la socialdemocracia.

Es en este contexto en el que hay que analizar el apoyo económico y
militar masivo del imperialismo a la Ucrania nazi. No se trata sólo de
que use al pueblo ucraniano como carne de cañón. La alianza es mucho más
íntima y más antigua. Es la propia continuidad del nazismo alemán en los
aparatos políticos y militares de EE.UU y de la OTAN^14
<#sdfootnote14sym>, es el odio primario a todo lo ruso de los
banderistas ucranianos y, sobre todo, es el fascismo con la supresión de
derechos y libertades, con la represión salvaje y la militarización
social, el que necesita el capitalismo en crisis irreversible y la
guerra imperialista a gran escala que se está gestando.

Es el pueblo ruso, como ayer el soviético, el que ha comprendido que es
su propia identidad y existencia como pueblo la que está en juego;
aunque como hemos visto – si bien ha sido capaz de responder atacando a
la amenaza ucronazi – su situación objetiva y subjetiva dista mucho de
ser la de entonces.

Como se ha venido analizando, hoy no se vislumbra la solución a la
incógnita de si el pueblo ruso será capaz o no de llevar a cabo las
transformaciones revolucionarias que le permitan afrontar con éxito las
tareas vitales para su futuro y para el resto de los pueblos. Lo que es
cierto es que, tras treinta años de dominación ideológica, el pueblo
ruso demuestra con sus actos – seguramente porque la herencia recibida
es muy poderosa – que no ha sido doblegado. El apoyo popular mayoritario
e incontestable a la intervención militar contra el fascismo en Ucrania
es un gran ejemplo.

Lo que es una realidad incuestionable, tanto para el pueblo ruso, como
para el resto de los pueblos del mundo – especialmente para los de
Europa – es que nos encaminamos a una época de gran inestabilidad
política caracterizada por profundos cambios destructivos en los medios
de producción y en las condiciones de vida de millones de personas y por
la imposición de un escenario de guerra permanente de intensidad
variable contra Rusia y China.

La agudización de la lucha de clases en situaciones de profundas crisis,
y sobre todo la guerra, amplían e intensifican las contradicciones
internas de la burguesía, debilitan su hegemonía ideológica, y abren,
como se ha demostrado históricamente, posibilidades de revolución obrera
y popular. Y hoy, más que nunca, es imprescindible que la lucha que la
clase obrera y los sectores populares desarrollen en cada lugar tenga
dimensión internacional.

El atraso organizativo y político en la construcción de la única
herramienta que ha demostrado ser capaz tanto de conducir a la victoria
la revolución, como de derrotar al fascismo, el partido comunista, debe
dejar de ser una justificación o un lamento. Debe convertirse en el
campo de trabajo en el que los comunistas y las comunistas de hoy
llevemos a cabo las tareas históricas de las que depende, no sólo la
revolución socialista, sino el futuro de la humanidad.

Agosto de 2023

Em
COORDINACIÓN NÚCLEOS COMUNISTAS
https://cnc2022.wordpress.com/2023/08/21/la-encrucijada-rusa/
21/8/2023

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