quarta-feira, 30 de janeiro de 2013

La vigencia de la polémica entre el Che y Bettelheim sobre el socialismo

LA IZQUIERDA A DEBATE
         30-01-2013
La vigencia de la polémica entre el Che y Bettelheim sobre el socialismo

Cristian Guillén
Rebelión


La polémica entre el Che y Bettelheim, que se dio a principios de los años 1960
y que originó el artículo elaborado por el Che: La planificación socialista, su
significado (Junio 1964), es de gran relevancia en los momentos actuales donde,
por un lado, se plantea la obsolescencia de la teoría desarrollada por Marx y
por otro, el surgimiento de nuevos pensamientos posmarxistas que tratan de
desvirtuar los planteamientos centrales de Marx para establecer alternativas que
no rompen a nivel esencial con el capitalismo.
El Che cuestiona la concepción de Bettelheim sobre el socialismo basado en el
primado de las fuerzas productivas, donde la contradicción principal que
generaría el cambio es la que se daría entre las fuerzas productivas y las
relaciones sociales y no la lucha entre el capital y el trabajo. Para el Che, en
contraposición con Bettelheim, habría que “buscar en las relaciones de
producción de Cuba los motores internos que han provocado la revolución actual”.
El Che pone en tela de juicio igualmente el darle a la estructura jurídica una
existencia propia, con el fin de promover la idea que la propiedad estatal puede
ser considerada como socialista sin tomar en cuenta el carácter de las
relaciones sociales que se dan en su seno.
A nivel fenoménico pueden aparecer contradictorios los planteamientos de
Bettelheim con respecto a los dos aspectos centrales referentes a la denominada
“transición al socialismo” y que son: el primado de fuerzas productivas; y la
“autonomía” de la estructura jurídica, que formaría parte de superestructura.
Sin embargo, ambos elementos están articulados por la lógica positivista que
trata en el fondo de mantener la esencia de las relaciones capitalistas, que es
el trabajo alienado. Lo expuesto se sustenta en que si bien la idea central de
Bettelheim fue la concepción economicista del desarrollo de las fuerzas
productivas como factor decisivo para el “cambio”, es preciso para lograrlo no
modificar la organización social de las unidades productivas y del Estado, en
tanto las fuerzas productivas que se fomentan son las capitalistas y, por ende,
requieren una estructura organizacional igualmente capitalista. La explicación a
nivel esencial de lo señalado es que la supuesta contradicción entre las fuerzas
productivas y las relaciones sociales no se dan primero, porque las fuerzas
productivas no son neutras y segundo, porque en un proceso de reproducción
dinámico, las fuerzas productivas son expresión de relaciones sociales pasadas.
De lo anterior se deduce que podrán existir ciertos conflictos producto de
desajustes entre las relaciones sociales cristalizadas (fuerzas productivas) y
las presentes (que serían motivo para promover la innovación) pero de ninguna
manera pondría en juego las relaciones sociales predominantes, es decir las
capitalistas.

Es por todo lo señalado que la estatización en la ex Unión soviética no modificó
a nivel esencial las relaciones sociales. En el seno de las empresas y del
Estado, se mantuvo y promovió el taylorismo (que se desarrolló a principios del
siglo XX para promover las relaciones de producción capitalistas en Estados
Unidos y también en Europa),  en tanto se concibió en la ex Unión soviética como
una forma científica de la organización del trabajo, y por tanto neutra. Para
fomentar esta modalidad de trabajo, se creó en la ex Unión soviética el
Instituto central de trabajo (ICT) y se denominó a la organización del trabajo
NOT.

El taylorismo promovió en el Estado y en las unidades de producción la
disociación entre trabajo manual e intelectual, la jerarquización, el
fraccionamiento dentro del proceso de trabajo que fomentó el trabajo individual,
en lugar del trabajo colectivo y cooperante. Esta modalidad individualizada de
trabajo condujo a promover la productividad, es decir el incremento de las
fuerzas productivas mediante el pago por pieza, que en el fondo lleva a una
competición entre los trabajadores en lugar de crear solidaridad entre ellos.
Esta forma de organizar el trabajo hizo por un lado que se mantengan como
categorías de mercancía los salarios, los precios y las ganancias, por más que
“desde arriba” se tratara de regular administrativamente estas categorías de
mercancía. Debido a lo anterior, se colocaron los mayores recursos en las
empresas más “eficientes” y rentables por encima de las necesidades más sentidas
de la población.
El Che Guevara se opuso a mantener las categorías de mercancía en el socialismo
promovidas por una concepción economicista de éste y preconizaba para
eliminarlas la creación de “relaciones nuevas entre los hombres” tendientes a
promover un hombre nuevo donde los incentivos morales primarían sobre los
materiales. El hombre nuevo del Che también fue vislumbrado por Marx en sus
“Manuscritos Económicos y Filosóficos” de 1844 donde planteaba como tarea
central para crear un nuevo hombre la eliminación del trabajo alienado en el
capitalismo, el cual ve al ser humano como una cosa, como un simple factor de
producción que es ajeno a la forma en que produce y a lo que elabora. Igualmente
para promover el trabajo colectivo y creativo, es necesario que se vaya contra
la visión individualizada de las empresas y la concepción mercantil de concebir
las relaciones entre el campo y la ciudad. El socialismo real nunca trató de
eliminar lo anterior, promoviendo el trabajo alienado en su versión
burocratizada. Es decir que nunca buscó transformar a nivel esencial las
relaciones sociales capitalistas, por lo que no fue una casualidad que se
desplomara el supuesto socialismo real.

Los planteamientos errados de Bettelheim, que lúcidamente el Che criticó pese a
que eran difíciles de percibir con la claridad que se ven ahora por la primacía
del pensamiento estalinista en ese entonces, fueron posteriormente revisados por
Bettelheim. En el primer volumen de su libro Les luttes de clases en URSS (1974.
P.13), señala que el principal obstáculo para el desarrollo socialista ya no se
encuentra en el nivel de desarrollo de las fuerzas productivas sino en la
naturaleza de las relaciones sociales dominantes. Para este nuevo Bettelheim, el
desarrollo de las fuerzas productivas no pueden jamás por sí solas hacer
desaparecer las formas capitalistas de la división del trabajo ni las otras
relaciones sociales burguesas. Lo antes señalado lo refuerza en el segundo
volumen de su libro Les luttes de classes en URSS (1977. P.29) al postular que
la contradicción fundamental es la que opone en la transición al proletariado
con la burguesía, que se manifiesta en la oposición entre la clase obrera y los
dirigentes de empresa estatales y privados, es decir que la forma de propiedad
estatal no elimina la lucha de clases como suponía en sus planteamientos de
1960.
La visión del Che, el análisis crítico de los errores y la posterior
rectificación de Bettelheim deben ser tenidas muy en cuenta en el proceso
complejo de construir una teoría emancipadora que tienda a rechazar la
concepción positivista de ver la transformación sustentada en el desarrollo de
las fuerzas productivas que promueven el estalinismo, el neoestalinismo y el
posmarxismo bajo sus distintas formas.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una
licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras
fuentes.
******
In:
http://rebelion.org/noticia.php?id=163028
30/1/2013

segunda-feira, 28 de janeiro de 2013

“No hay que esperar a la revolución para las pequeñas iniciativas de economía social”

 28-01-2013
Entrevista a Enric Valero, activista social y coordinador de cursos de
Agricultura Ecológica y Cooperativismo
“No hay que esperar a la revolución para las pequeñas iniciativas de economía
social”

Enric Llopis
Rebelión


Cuando el sistema cierra las todas las puertas, la gente se ve forzada a buscar
respiraderos para sobrevivir. De ahí la constitución de asambleas de parados,
cooperativas y todo tipo de iniciativas de economía social. Enric Valero
coordina los cursos de Agricultura Ecológica y Cooperativismo de las asambleas
de parados de Paterna y Montcada, en la provincia de Valencia. Lleva, además,
más de 40 años en el activismo social.
Enric Valero participó en la lucha antifranquista, fue uno de los promotores de
CCOO del País Valencià (a finales de los 60 y en los 70) y militó en el Moviment
Comunista (MC). También se enroló en los 70 en la pionera Assemblea d’Aturats de
l’Horta. Áños después, contribuyó a la fundación de Ca Revolta, centro de
actividades de calado sociopolítico y cultural en Valencia, de la que hoy es
coordinador.
El capitalismo está en crisis. El estado español roza los 6 millones de parados.
¿Qué hacer?
Estoy convencido de que tenemos una gran oportunidad. Hay mucha gente que en
otro momento nunca se plantearía opciones de economía alternativa, porque
resulta más cómodo trabajar en una empresa privada. Personalmente, las luchas
reivindicativas me parecen muy bien, pero si los parados se juntan y organizan
pueden ofrecer respuestas concretas a la situación que padecemos. Hemos de
aprovechar la coyuntura para promover una economía solidaria, inclusiva y que no
sólo piense en el dinero, en la maximización del beneficio. La rentabilidad hay
que medirla en otros términos: la calidad de vida de las personas, el respeto
por el medio ambiente y la sostenibilidad a largo plazo.
¿Existen referentes claros o ejemplos de la economía social que describes?
Pienso, sobre todo, en el tercer mundo. No han perdido el sentido comunitario
que hace falta para la construcción de una sociedad alternativa. Pero hay
numerosos ejemplos próximos. No hay más que mirar a Cataluña. En Euskadi, la
mayoría de los productores de agricultura ecológica se encuentran organizados y
cuentan con canales muy sólidos de distribución de alimentos. Incluso han
constituido una red de consumidores de productos ecológicos. Por lo demás, estas
iniciativas de economía social están muy desarrolladas en Francia y Alemania. Lo
mismo ocurre en Italia, donde cuentan con una legislación de apoyo a las
cooperativas. Se trata de un sector en crecimiento durante los últimos años y
que ni mucho menos se limita a la agricultura ecológica: existen iniciativas
para el trabajo de imprenta, la construcción de viviendas o la fabricación de
muebles con madera reciclada, entre otros muchísimos ejemplos.
¿Cuál consideras que sería el modelo idóneo? ¿Las cooperativas?
Creo que no existen ideales fijos ni un solo modelo. Además, los fines de las
iniciativas de economía social pueden ser muy diversos, y eso depende del
momento y de las circunstancias. Ahora bien, los valores sí deben estar claros.
Que no se explote a los trabajadores, ni se destruya el medio ambiente y,
además, que los productos sean de calidad. Lo primero, en todo caso, es conocer
los saberes de la gente que pone en marcha la iniciativa. Todos sabemos hacer
cosas y todos somos útiles. No existen los maestros imprescindibles.
¿Y a continuación?
En función de los conocimientos de la gente que se organiza, y de las
necesidades, hay que observar lo que ocurre en el entorno. Por ejemplo, en un
municipio con huerta abandonada alrededor, y donde los productos alimenticios
son habitualmente de poca calidad, éste sería un campo de actuación. Luego hay
que buscar los medios de financiación. También hay otro punto decisivo. Hemos de
apostar por la producción artesanal y de calidad. Por iniciativas que perduren
en el tiempo. Se ha de aspirar a un salario justo y ofrecer un buen servicio, no
a maximizar el beneficio, como ocurre en el capitalismo.
Hablas de proyectos a largo plazo, pero ¿Cómo garantizar la financiación?
Resulta esencial la financiación pública de las iniciativas. Por mi experiencia,
para que los ayuntamientos aporten recursos, hay que luchar mucho. Las asambleas
de parados de Montcada y Paterna han obtenido financiación tras “encierros” en
los consistorios. Hay que considerar, además, que la Administración se gasta
mucho dinero en cursos de formación que no sirven para nada. Ni siquiera han
cambiado los temarios a raíz de la crisis. Por el contrario, las asambleas de
parados piden muy poca financiación. Y, en sus proyectos, la gente trabaja
mientras se forma. Directamente se genera empleo. Pero también hemos de explorar
otras vías como el micromecenazgo.
¿Han de ser rentables las iniciativas de economía social?
Rentables y sostenibles a largo plazo, pero alejadas de la obsesión capitalista
por maximizar el beneficio. Cuando se le pide dinero a la Administración, ha de
ser presentando proyectos serios y viables. Ahora bien, ayuntamientos y
gobiernos autonómicos funcionan con las inercias de dar el dinero a sus
clientelas. Por eso, siempre verán con recelo las iniciativas de economía
social. Y, por eso, hemos de considerar siempre los mecanismos de presión.
¿Cómo funcionan las dos experiencias concretas en las que participas?
Se trata de dos cooperativas, en Paterna y Montcada, de agricultura ecológica y
bioconstrucción en caña, que impulsan las asambleas de parados de estos
municipios. Consisten, básicamente, en cursos de formación que duran dos o tres
años. Pero mientras los trabajadores aprenden, trabajan. Se trata de cursos
útiles y prácticos. Dedicamos tiempo a la producción y comercialización de
productos ecológicos, pero también a la divulgación (por ejemplo, con pequeños
huertos escolares en colegios). El primer paso consiste en aprender el oficio. Y
preparar las tierras, poner en marcha los campos para empezar a hacer algunas
ventas. Se adquieren conocimientos de todas las fases del cultivo y a trabajar
con todos los productos, también a hacer abono orgánico. Y se contacta con
granjas y puntos de distribución. También hemos propuesto al Ayuntamiento que
disponga un “banco de tierras”, con el fin de poner en cultivo –mediante
acuerdos con los propietarios- tierras abandonadas. Finalizada la fase
formativa, la cooperativa ya debe dar dinero para que la gente pueda vivir.
¿Tiene viabilidad la agricultura ecológica?
Su potencial es cada vez mayor. Entre otras razones, porque los cultivos no
ecológicos resultan cada vez menos rentables. De hecho, es imposible competir
con las grandes explotaciones de África y Latinoamérica, que venden a precios
muy bajos (por el uso de mano de obra muy barata) y sin reparar en la calidad de
los productos. Por lo demás, la viabilidad de la agricultura ecológica responde
a que la gente se inclina cada vez más por la alimentación saludable y de
calidad. Pero, ojo, hay que pagar estos productos por lo que valen.
¿Qué valores han de impregnar estas iniciativas?
Valores antagónicos a los del capitalismo, que únicamente nos propone
agresividad, competitividad y descontrol cultural, social y ambiental. La
alternativa ha de partir de una economía solidaria y que reparta los beneficios.
También, que la gente se empodere de su destino y no, como ocurre hoy, que una
elite tenga el control de la economía y de la sociedad. En definitiva, se trata
de fomentar una economía democrática y participativa, que respete la autonomía
del individuo y asimismo piense en la comunidad.
Por último, ¿Qué haría falta para arrancar con un proyecto?
Que se junte un grupo de gente. A partir de ahí, seguro que surgen ideas. Todo
el mundo tiene algo que aportar y, en el entorno, siempre hay cosas que hacen
falta. O cosas que se rechazan y podrían reciclarse. Y sumar conocimientos, por
ejemplo, mediante sinergias con la universidad, porque la formación y la
investigación resultan decisivas. La gran conclusión es que no hemos de esperar
a la revolución para empezar con pequeñas iniciativas de economía social. Hay
mucho que podemos hacer ya.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una
licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras
fuentes.
*******
In:
http://rebelion.org/noticia.php?id=162910

quinta-feira, 24 de janeiro de 2013

Capitalism, Crises, and a Socialist Alternative: In Conversation With Michael A. Lebowitz

by Rebekah Wetmore and Ryan Romard
Rebekah Wetmore and Ryan Romard (RW/RR): The crisis of world capitalism starting in 2007 was the most severe crisis of capitalism since the Great Depression and thus far the recovery, both globally and within Canada, has been weak at best.  With this mind, to what extent is the current crisis cyclical and in what ways is this related to a broader, systemic crisis of the capitalist system?
Michael Lebowitz (ML): This is not a question for which there is a quick answer.  What do we mean by a crisis of capitalism?  I distinguish between a crisis in capitalism and a crisis of capitalism.  For me, there is only a crisis of capitalism when there is an organized and conscious subject prepared to put an end to capitalism.
There are always crises, though, within capitalism.  Understanding this distinguishes a Marxian perspective from the perspective of mainstream neoclassical economists for whom the normal state of capitalism is equilibrium and crises are aberrations.  For Marx and Marxists, crises are inherent in capital's tendency toward overaccumulation.  It is inherent in the nature of capital that its orientation is to grow, to expand -- to accumulate, accumulate!  In a crisis, though, that process of accumulation is checked.
All crises take the form initially of the inability of capital to realise the surplus value extracted from workers through exploitation in the process of production.  If capital is unable to realise the surplus value which is contained within commodities through sale of those commodities, it will cut back on their production.  And, the result is unemployment as well as reduced demand for investment -- in other words, reduced demand for the sector producing means of production.  Growing unemployment in both the consumer goods sector and the sector producing means of production means that there will be greater difficulties in selling commodities.  Thus, the initial emergence of the inability to sell commodities brings with it a deepening crisis within capitalism.
Part of that deepening of the crisis involves a significant reduction in the values of capital -- in the value of raw material stocks, for example, but especially what is called fictitious capital.  By fictitious capital, we mean the capital invested in various vehicles which, while linked ultimately to the fortunes of real capital within the spheres of production and circulation, takes on a life of its own.  For example, the values of shares in corporations (which have their real basis in the profitability of those corporations) expand significantly in the period of a boom.  Presumably, these values are related to expectations of that profitability but those stock values are determined instead by prospects of money to be made in the stock market -- until the moment of truth: there comes a point as a crisis within the real economy emerges in which there is an enormous destruction of those values contained in this particular form of fictitious capital -- i.e., a crisis of the stock market.  And this is not the only form of fictitious capital.  We've seen a great destruction of fictitious capital in the form of various financial instruments such as derivatives, etc. as well as real estate values.  All of this has its impact and feeds back on the real, underlying economy to deepen a crisis.
None of this explains why crises occur, though -- why capital's drive to expand comes up against barriers.  In Marx's CAPITAL, he indicated that capital develops an ability to grow by leaps and bounds and comes up against no barriers except those presented by the availability of raw materials and the extent of sales outlets.  Both those barriers are the result of capital's tendency for overaccumulation.  In the case of the first, Marx described how overaccumulation tends to be manifested in lagging production of raw materials and other products whose source is nature.  Agriculture and extractive industries such as mining, Marx noted, are modes of production sui generis -- they cannot be expanded in the same way as spheres of production which are users of raw materials.  Precisely for this reason, then, in an extended period of accumulation, capital often comes up against the problem of the rising value of raw materials with the result that a greater proportion of capital outlays must be for what is called constant capital.  These will be periods in which the rate of profit tends to fall because overaccumulation in industry has as its counterpart underaccumulation in the production of raw materials.  You can see my discussion of Marx's argument in 'The General and the Specific in Marx's Theory of Crisis', which is reprinted in my book, Following Marx: Method, Critique and Crisis.
The second barrier that Marx identified is rooted in the antagonistic conditions within which capital functions -- in other words, in the nature of capitalist relations of production themselves (recall that Marx stressed that the real barrier of capital is capital itself).  Capital's drive to increase the rate of exploitation brings with it a tendency for its ability to produce more and more articles of consumption to come up against a barrier in terms of its ability to realise the surplus value contained in those commodities; this tendency for overproduction of capital often takes the form of intensification of capitalist competition.  The begged question, though, is if a rising rate of exploitation is significant, why doesn't the relatively increased share of income for capital lead to increased capitalist expenditures (investment and consumption)?  The answer is that capitalists are not likely to expand productive capacity if there is already unused capacity in the productive sector (because of overaccumulation) and falling profit rates because of the burden of the high costs of raw materials.  The situation is one in which workers can't spend and capitalists won't.  It's a situation when capitalists choose to place their funds elsewhere -- in securities, real estate, etc.
I have been describing a crisis which is essentially a cyclical crisis.  Cyclical crises, though, by definition don't last.  For one, the process of destruction of values can restore the conditions for resumption of profitable production.  But crises can be more than cyclical; they can also be structural.  When we talk about the overaccumulation of capital, it is essential to recognise that capital does not expand in unison.  There is an inherent tendency toward unevenness: some capitals will be the major contributors to the growth and accumulation of capital while others may bear the brunt of the effects of overaccumulation.  In particular, there are periods in which capital expands in new areas, new geographical regions, more rapidly than in the old regions of capitalist expansion.  This process may reflect new, advanced productive forces (thus, better means of securing relative surplus value) or very high rates of exploitation based upon low real wages and a high length and intensity of work --- and sometimes it may be both modern techniques and very low wages.
This emergence of new capitals and new forms of production provides a basis for a structural crisis -- in other words, a crisis which is the result of the changing structure of capital.  Although it does not occur with the periodicity of a cyclical crisis, this definitely has happened before -- in what was called the Great Depression in England in the latter part of the 19th century (as the result of the growth of production in Germany and elsewhere on the Continent as well as the US) and in the 1930s (after the growth of mass production in the US and the growth of the rate of exploitation in the 20s).  Crises in capitalism which embody not only cyclical elements but also significant structural elements will be deeper and longer than those which only involve cyclical swings.  Further, structural crises may generate significant tensions because the change in the geographical locus of capital resulting from unevenness may lead to an attempt to redivide spheres of influence and power (and thus inter-imperialist rivalry).  Finally, their resolution may require a process of restructuring of capitalist institutions in order to incorporate the new elements and manage these new relations -- the obvious case being the restructuring which occurred with the Bretton Woods agreements after the depression of the 30s and World War II.
I have been stressing this question of restructuring because it is obvious that the current crisis within capitalism is both cyclical and also structural in this sense.  There's been a very significant growth in productive capacity, an accumulation of capital, in centres such as China, South Korea, India, Brazil, etc.  A significant part of the explanation of this process has been the enormous reserve armies of labour in the countryside which could be drawn upon for the expansion of wage labour within industry at wage rates well below the levels in the old capitalist centres.  As a result, this has been a period marked by a rising rate of exploitation on a world scale and at the same time a rising demand for raw materials from these new expanding centres of capitalist accumulation (reflected in prosperity in raw material producing centres).
Both these characteristics tend to generate a crisis within world capitalism; however, within that general crisis, the unevenness is obvious.  In the old centres of capital, we see that, rather than the expansion of productive capital, money has flowed into finance and real estate; thus, one can speak accurately about the separation of finance capital from productive capital there (much like England's shift toward rentier capitalism in the late 19th century).  But there is more: in the context of capitalist competition and pressures upon profits we see that capital in these old centres has managed to insulate itself somewhat because of its success in shifting the tax burden to the working class -- reducing taxes upon corporations and upon those with high income (who are described as the 'job creators').  Capital has been able to do this because of the defeat of the working class in these centres.
To describe, though, the growth of finance capital at the expense of productive capital as characteristic of this crisis in capitalism (and especially to see this as a sign of the crisis of capitalism) is an example of one-sidedness (which happens to coincide with the location of those who come to this conclusion).  It doesn't look at all like a crisis of capitalism in China, Vietnam, India, Brazil etc.  In short, what we are seeing is a change in the structure of world capitalism, and the attempt to manage the change in that structure is reflected in such developments as the shift from the G7 to the G20.  Will that restructuring of capital succeed?  I suggest that, in the absence of the ability of the working class throughout the world to prevent it, capital will succeed in this as it has in the past.
Let me turn, though, to a question which you didn't ask explicitly: is there anything in this existing situation which points to the ultimate, final crisis of capitalism?  Although there are many Marxist economists who are predicting the end of capitalism (something Marxist economists are prone to do), my perspective is somewhat different.  It is obvious that there is a very serious problem of an emerging ecological crisis to which capital is contributing substantially.  However, that is a crisis of humanity -- not a crisis of capital.  How and if this crisis of humanity can be prevented depends upon a serious movement of working people to put an end to capitalism by all means possible and as soon as possible.  And that will be the crisis of capitalism.
RW/RR: Canada's Prime Minister Stephan Harper has unashamedly promoted the myth that the financial crisis did not greatly affect Canada.  Is this notion of Canadian exceptionalism warranted?  If not, what might the next couple of years be like for Canadians, particularly in light of the recent austerity measures?
ML: It is true that Canada has not been as affected by the financial crisis as the United States.  But that has really little to do with the actions of the Harper government.  In part, it reflects the difference in the nature of the banking system and the traditions of finance in Canada.  In part, too, it also reflects the difference in the risk orientation of Canadians.  But this is not a case of Canadian exceptionalism at all.  Not unless you forget about all those other exceptions like Chile, Ecuador, Venezuela, Brazil, and indeed all countries exporting raw materials to China and experiencing a boom based upon this.
There have been two distinct tendencies affecting the Canadian economy.  One is the tendency related to the depression in the United States, given Canada's long-term dependence upon that market.  The other tendency reflects the resource boom based upon exports to China and other Asian countries.  Those two tendencies reflect the changing structure of world capitalism and the geographical division involved is reproduced within Canada itself.  Thus, provinces like Québec and Ontario, which have focused upon manufacturing, are suffering significantly whereas Prairie provinces like Alberta, Saskatchewan, and Manitoba in particular have been benefiting from their resources.
The Harper government has thrown its lot in with the latter group of provinces and with the emerging new centres of capital.  In its so-called budget bill, its determination to push through pipelines to serve China, its interest in Chinese foreign investment, its removal of environmental protection measures, etc, we can see that it is placing a wager on the structural changes in capital.  This strategy has major implications for the Canadian economy.  Thomas Mulcair of the NDP has raised the question of the 'Dutch disease' -- i.e., the blow to Canadian manufacturing as a result of a rising value of the Canadian dollar linked to resource exports.  I think that's a bit premature because we cannot say at this point how much of this particular decline is cyclical and how much is structural.  However, over a long time period, I think it is correct to talk about the spectre of the Dutch disease.  The Harper government strategy points in the direction of a new model -- actually a return to the old model, that of the hewers of wood and drawers of water (i.e., to a hollowing-out of the economy similar to what happened to Venezuela over a number of years as the result of its oil wealth).
In this period, the two tendencies interact.  Budget deficits reflect the fate of the old capitals -- in particular, the problems in the U.S. economy and the pattern of tax cuts for corporations and high income earners that have occurred here.  As in the case of the United States, the defeat of the working class and the weakness of working class institutions has meant the successful imposition of capital's austerity plan which is an attack on the working class.  To this can be added the effect of resource exports which has significantly elevated the value of the Canadian dollar relative to that of the US and seriously affected manufacturing exports as well as those of sectors such as the forest industry (and thus employment in these sectors).
Of course, it is essential to recognise that these two tendencies are not occurring in two separate worlds.  The rapid accumulation of capital in China and other emerging capitalist countries has itself been based on the existence of markets in the developed North.  To the extent that the latter continue to slump, it can not help but affect the accumulation of capital in the former and thus their demand for resources.  When that happens (and I think the only thing in question will be its extent), Canada faces the real prospect of a serious decline.  All other things equal, this will accelerate and intensify the capitalist austerity project.
So, when you ask the question as to what may the next couple of years be like for Canadians, it is difficult to provide a definite answer.  It depends.  All other things are not necessarily equal.  If the working class continues to be defeated, we can look forward to one defeat after another -- one attack after another on social services, health and safety, education, everything that people have made sacrifices and struggled to achieve in the past.  It's not, of course, inevitable.  Nothing is inevitable when it comes to the question of class struggle.
RW/RR: In The Socialist Alternative, you argue that "given the heterogeneity of the collective worker (and its various forms of immiseration) and capital's use of differences to divide the working class in order to defeat it, a political instrument is needed to mediate among the parts of the collective worker, provide the welcoming space where popular movements can learn from each other and develop the unity necessary to defeat capital."  Is the anti-capitalist left in Canada ready to form such a party?  If not, what can be done to foster the development of this type of party?
ML: My immediate response is no, the anti-capitalist left in Canada is definitely not ready to form a party which can defeat capital.  But there is also the question as to whether an anti-capitalist left as such can ever defeat capital.  I doubt that.  When I was involved in Rebuilding the Left in Vancouver, I argued that we needed to go beyond organising on the basis of anti-capitalism and instead to stress explicitly the necessity for a socialist alternative.  Anti-capitalism means something different for everyone.  For some people, it is opposition to big corporations; for others, it is opposition to the banks or the capitalist state or money or large-scale industry, international capital or inequality in income and wealth.  Accordingly, the perceived alternative can range from breaking up the corporations to developing alternative currencies to supporting cooperatives and credit unions to putting an end to private ownership of the means of production and to returning simply to the good old days when people could anticipate a good job, a home of their own and all the amenities that their parents had.  The multiplicity of views about what we don't like about capitalism (ie, anti-capitalism) was apparent in the Occupy movement.
Of course people should struggle against every assault by capital and every violation of our conceptions of justice.  Marx made the point well: without the struggles of workers over wages, workers would be a 'heartbroken, a weak-minded, a worn-out, unresisting mass' and would be incapable of any larger struggles.  Of course, too, it is essential to try to link these struggles.  However, in the absence of a positive vision, capital can and will separate and defeat those who oppose it.  Trade unions under attack and facing capital's demand for concessions, for example, can look at issues outside their immediate concerns and say, 'what's this got to do with our members?'
Sometimes, though, capital and the capitalist state make it easier to connect issues.  In 1983, a simultaneous blanket assault by the Social Credit government in BC created conditions in which it was possible to unify teachers, hospital workers, renters, poverty movements and private sector trade unions who were injured by the proposed legislation in a movement toward a general strike.  Similarly, when capital is in a crisis period and moves to administer its affairs through a general programme of capitalist austerity, it is possible to bring together those under attack -- both those suffering from the crisis itself and those under attack by the capitalist state.  That is what Occupy, the Enraged, and the Middle East Spring demonstrate.  And, right now that potential is there as the result of the Harper government's so-called Budget Bill.
But, as the disintegration of the General Strike movement in BC demonstrated, many 'No's' do not make a big 'Yes'.  At the present time, people are fighting against reductions in social services, against measures which make universities and education inaccessible for many, against the removal of measures protecting against the destruction of the environment, against the removal of support for our current healthcare system -- against, indeed, many characteristics of what is viewed as our entitlement, an entitlement which didn't drop from the sky but which was the result of years of struggle.  In short, people are struggling out of a sense of fairness.  But there's a difference between struggling over questions of fairness (sometimes identified as characteristic of moral economy) and being able to understand why all this is occurring -- enough so to be able to put an end to such attacks.  If you don't understand the underlying factors, you are likely to look upon what you're fighting for as the restoration of the good old days.
Marx made this point in talking about the limits of wage struggles.  99% of those struggles, he said, were reactions against capital's previous actions to drive down wages.  They were attempts to restore the traditional standard of life and occurred under the conservative banner of a fair day's pay for a fair day's work.  And, it was accurate to describe this as a conservative slogan because workers fighting under that banner were seeking to conserve or preserve the pre-existing conditions.  While those struggles were essential for developing their collective strength and dignity, Marx stressed the necessity for workers to go beyond those guerrilla wars against capital and its state and to struggle under the revolutionary banner of putting an end to capitalist relations.
We need to understand the nature of capitalism, and we need a vision of a socialist alternative if we are to defeat capital.  This is my point in The Socialist Alternative: Real Human Development, where I argue for a vision of socialism which involves social ownership of the means of production, worker and community decision-making and production for social needs rather than exchange.  A focus upon human development unifies these elements and, indeed, has the potential to unify all our separate struggles.  This vision of a society in which all human beings are able to develop their capacities and realize their potential is the vision contained in The Communist Manifesto -- a society in which 'the free development of each is the condition for the free development of all'.  We need to communicate and struggle for the realization of that vision.
Defeating capital won't happen spontaneously through some kind of collective epiphany.  It requires conscious effort.  But any attempt to create at this point a party to defeat capital would be viewed correctly as just another vanguard sect promising to deliver socialism.  It is important to start from people's conception of fairness and to understand why they are moved to struggle.  However, we need to recognise the limits of guerrilla wars against capital and to learn to work together in practice to build an understanding about the nature of capitalism and the need for a socialist vision.  That means finding ways to create spaces where popular movements can learn from each other -- spaces and new forms like people's assemblies at every level.  We need but we're not ready to form a socialist party that can defeat capital.  But we can develop a socialist project, one which listens, educates, and helps to create the basis for a new type of party which is integral to and does not stand over and above social movements.
RW/RR: Drawing on your work in Venezuela, Cuba, and the former Soviet Union what might a socialistic response to the ongoing economic crisis look like?  What has been Venezuela's response to the economic crisis?  What can socialists in Canada and elsewhere learn from these experiences about how to respond to the crises of capitalism?
ML: I've just completed a new book, Contradictions of 'Real Socialism': the Conductor and the Conducted, which stressed, among other things, the importance of building upon aspects of the 'moral economy' of the working class in the former Soviet Union in order to move forward to socialism.  As we know, however, what did happen was precisely the opposite -- an attack on the concepts of fairness and justice of workers as part of the process of moving to capitalism.  Unfortunately, too, there are many signs in Cuba that the response to their current crisis is to move in the same direction although it is still too soon to rule out the possibility that there can be a return to the ideas of Che Guevara about the importance of building socialist human beings.
Venezuela, though, does offer some ideas that Canadians can draw upon -- precisely because it is a capitalist country with resource wealth, has the experience of suffering the Dutch disease and now has a government with the articulated goal of building a new socialism different from the experiences of the 20th Century.  In particular, the government of Hugo Chavez has decided to use its resource wealth to expand enormously access to health services and education, to reclaim as state property the oil and other basic industries as well as telecommunications, electricity, steel, cement, airlines, and a host of other sectors seen as important for satisfying the many needs of Venezuelans.  By building up local industry, housing and agriculture with oil revenues, it is explicitly attempting to demonstrate that there is nothing inevitable about the Dutch disease if you have a government committed to food sovereignty and to creating opportunities for jobs that can serve the needs of people.
There are many problems in Venezuela, and not the least is the inherited culture of clientelism and corruption (as well as a tendency to populism) to which the Chavez government is not at all immune.  But there are elements that can inspire many people within Canada who don't think of themselves as part of an anti-capitalist or socialist Left.  The idea of neighbourhood government where people can work together with their neighbours to solve local problems and to plan (something embodied in the communal councils and communes in Venezuela) and the idea of workers councils (without which, Chavez has said, you can't build socialism) -- these are ideas which don't need oil revenues or major state-directed programmes.  This concept of protagonistic democracy, a concept of democracy as practice through which people can develop their potential, can appeal to people precisely because of their sense of their powerlessness in modern capitalist society.
Are there ideas here for Canadian socialists to draw upon in the context of the current crisis and the capitalist austerity programme under way?  Think about it.  Taking resource wealth away from private corporations to be used for fostering the education and health of the people and building new socially-owned industry, creating new institutions which allow for the development of the capacities of people through their own practices, i.e., developing the ultimate productive forces -- wouldn't these be elements with which to counter capital's austerity programme and to substitute for it a socialist austerity programme (i.e., austerity for capital)?
Consider how different would be the situation in the current crisis in Canada if resource revenues were poured back into the economy for education and health and for building and modernising economic activity -- investments for the future as well as a means of mitigating (instead of exacerbating) the current crisis.  Capitalism, as Chavez has said, is a perverse system -- one which doesn't care about human beings.  We can use the opportunity of the current crisis to demonstrate how it is a system that we need to go beyond.

Michael A. Lebowitz is Professor emeritus of Economics at Simon Fraser University in Vancouver, Canada, and the author of, most recently, The Socialist Alternative: Real Human Development, and The Contradictions of "Real Socialism": The Conductor and the Conducted.  He was the Director of the Program in Transformative Practice and Human Development, Centro Internacional Miranda, in Caracas, Venezuela, from 2006-11.  Rebekah Wetmore is an independent researcher and community organizer. She has an MA in Sociology from Acadia University in Wolfville, Nova Scotia.  Ryan Romard is an MA Candidate in Sociology at Acadia University.  He studies the Sociology of Agriculture in Cuba.  This interview forms part of Great Recession-Proof? Shattering the Myth of Canadian Exceptionalism, and is also published in the most recent issue of Alternate Routes: A Journal of Critical Social Research.

URL: mrzine.monthlyreview.org/2013/lebowitz170113.html

MR

StatCounter - Free Web Tracker and Counter

quarta-feira, 23 de janeiro de 2013

Reflexões sobre a crise

por Remy Herrera [*]
I. Introdução

Um dos erros mais frequentes nas interpretações habituais da crise actual é que seria uma crise financeira que contaminaria a esfera real da economia. Na verdade, é uma crise do capital, em que um dos fenómenos mais visíveis e mediatizados surgiu na esfera financeira devido à extrema financiarização do capitalismo contemporâneo. Vemo-la como uma crise sistémica, que afecta o próprio coração do sistema capitalista, o centro de poder das altas finanças, que controla a acumulação há mais de três décadas. Não é um fenómeno conjuntural e sim estrutural. A série de repetidas crises monetário-financeiras que golpeou sucessivamente diferentes economias desde há 30 anos faz parte da mesma crise – desde o "golpe de Estado financeiro" dos Estados Unidos em 1979: o México em 1982, crise da dívida nos anos 80, Estados Unidos em 1987, União Europeia, incluindo a Grã-Bretanha, em 1992-1993, México, em 1994, Japão, em 1995, a chamada Ásia "emergente" em 1997-1998, Rússia e Brasil, em 1998-1999, bem como a Costa do Marfim nesse mesmo momento, novamente os Estados Unidos em 2000, com o estouro da bolha da "nova economia", depois a Argentina e Turquia em 2000-2001... Crise que se agravou recentemente, especialmente desde 2006-2007, a partir do centro hegemónico do sistema, e que se generalizou como uma crise multidimensional; sócio-económica, energética, política, climática, alimentar, inclusive humanitária e, claro, também financeira: na Islândia, na Grécia, na Irlanda, em Portugal ... Não é o " beginning of the end of crisis " entendido pelos conselheiros do presidente Barack H. Obama. Não é uma crise de crédito normal e corrente, nem tão pouco uma crise de liquidez passageira, mediante a qual o sistema encontraria o modo de se recompor, reforçar-se-ia e recomeçaria "normalmente" – com um novo auge das forças produtivas e no quadro das relações sociais modernizadas. Tudo isto parece mais grave, realmente muito mais grave...

II. Parte Um: a referência a Marx

A. Começo por dizer que, para analisar esta crise capitalista em particular, assim como as crises capitalistas em geral, a referência a Marx continua a ser, hoje, absolutamente fundamental.

1. Porque o marxismo, ou os marxismos (incluindo certas mesclas marxizantes), nos fornecem para esta análise, ferramentas, conceitos, métodos, teorias, assim como soluções políticas muito poderosas – e isto apesar das dificuldades e incertezas. É o quadro teórico mais poderoso e mais útil para compreender e analisar a crise e, especialmente, para apreender as transformações actuais do capitalismo e tentar explicar as transições pós-capitalistas que se abrem e iniciam – pelas razões e nas condições que aqui mencionarei.

2. Para aquelas e aqueles que – num determinado seminário – tiveram o desplante de não se convencerem e também de tratarem os marxismos como coisa pouca, acrescentaria que pouca coisa é melhor do que nada; porque o facto (incrível) é que não existe uma teoria da crise na corrente actualmente dominante em economia, ou seja, a mainstream neoclássica. Ou pior: para esta, a crise não existe como elemento da teoria. É tão verdade que a maioria das grandes enciclopédias "ortodoxas" não têm nem capítulo nem nenhuma entrada para "crise". Na teoria (para a economia padrão: formalização matemática) ou no empirismo (para esta mesma economia padrão: a econometria), o tema da crise pouco interessa: têm-lhes dedicado muito poucos trabalhos académicos da corrente neoclássica – incluídasas suas fronteiras (internas) "neo- keynesianas".

Para a corrente mainstream , a moeda não está integrada no circuito, nem na dinâmica de reprodução do capital: valor igual a preço; taxa de lucro igual à taxa de juros; em microeconomia, não existe moeda no equilíbrio geral versão Arrow-Debreu; em macroeconomia, a moeda em geral é considerada como neutra, de modo que o equilíbrio é automático e a crise está proibida por definição. É importante, pois, reter no espírito, e desde o início, que a ideologia científica do capitalismo não toma a crise como objecto de estudo e, portanto, não pode entender a crise do capitalismo realmente existente. Isso não quer dizer que, sobre este ou aquele assunto, certas análises neo-neoclássicas, não sejam, infelizmente, melhores do que as marxistas, pois, sobre estes pontos, os ortodoxos podem entender melhor o que se passa (por exemplo: quanto às transmissões dos efeitos da esfera financeira para a esfera real), ou inclusive em finanças [finanças matemáticas], onde os marxistas estão pouco presentes).

Portanto, há que ler Marx para não nos desconectarmos, mas, igualmente, há que ler a literatura dos nossos inimigos, incluindo a imprensa do establishment , e ainda mais quando as fracções das classes dominantes discutem entre si, como se os povos não estivessem ali ou não entendessem nada, e quando, ao contrário da maioria das direcções partidárias e sindicais "de esquerda", não abandonaram a defesa das suas posições de classe, nem uma certa solidariedade internacional (digamos antes, inter-imperialista).

Mas, como a crise é um facto muito difícil de negar na prática, aqueles dentre os neoclássicos que se interessam por ela, analisam-na a partir de factores externos aos mercados e perturbadores dos mecanismos automáticos de correcção pelos preços: as intervenções do Estado, os "bugs" informáticos (visto que a maioria das ordens de transacções financeiras passam por computadores, com tempos de reacção medidos em micronésimos de segundo (em nano-segundos), ou os excessos no comportamento de determinados agentes (as fraudes Ponzi estilo Madoff ou o buraco do Sr.Kerviel).

Mas, de facto, a especulação não é um excesso ou um erro da corporate governance ; é uma poção mágica contra o mal estrutural do capitalismo, um remédio para contrabalançar a tendência à queda da taxa de lucro e proporcionar saídas para as massas de capital que já não consideram rentável o investimento na produção – sendo a explosão das "bolhas" o preço a ser pago (ou seja, que os povos têm de pagar). Na visão ortodoxa, a concentração da propriedade privada e a lógica de maximização do lucro individual não são considerados problemáticos. A concepção neoclássica do Estado é a de uma entidade separada da esfera económica e não dominada pelos interesses do capital. Existem sindicatos, pelo menos em teoria, mas não a luta de classes.

Obviamente temos de nos afastar de tais interpretações, porque sabemos que as crises fazem parte integrante da dinâmica contraditória da reprodução ampliada do capital.

3. Provoquemos um pouco: as heterodoxias voltam a ganhar força logo que regressam a Marx. É o caso de Keynes. Na sua crítica aos neoclássicos, Keynes extraiu algumas das suas ideias de um fundo teórico comum a Marx. Os dois se encontram numa rejeição comum da Lei de Say. Keynes, em certo sentido, volta a uma teoria do valor-trabalho, mas sem a desenvolver, nem falar de exploração. Inclusive chega a retomar, no Treatise on Money , os esquemas de reprodução do Livro II (provavelmente sem o saber, porque na verdade nunca leu Marx, mas conhecia o russo Tugan-Baranovsky especialmente a sua Crises industriais na Inglaterra ), para abordar o problema da crise sob o ângulo monetário, à maneira das teorias do ciclo de negócios da época (e, portanto, de uma maneira muito diferente de Marx), e tudo para concluir que é a insuficiência do investimento (e não da poupança) que gera a crise.

Tal como Marx, Keynes vê o capitalismo desembocar num colapso por razões endógenas ao sistema. E olhando um pouco mais de perto, a causa última da crise, segundo Keynes, confirma a análise marxista: o que explica a crise para além da insuficiência do investimento (devido a uma diminuição na eficácia marginal do capital, ela própria ligada à obsolescência do capital e eventualmente acentuada pelo aumento da taxa de juros) é, em última análise, a concorrência capitalista – ou seja, o que Marx chamou as contradições internas do capitalismo. Em Keynes, a definição do lucro é muito mais próxima de Marx do que dos neoclássicos, num esquema em que, se o lucro baixa, as antecipações degradadas fazem baixar o investimento (Kalecki teria tido razão em corrigir dizendo: as antecipações fazem baixar os planos de investimento), que é o que faz entrar a economia em crise, a qual é caracterizada por um equilíbrio sem pleno emprego e sem mecanismos de ajuste espontâneo do mercado.

Portanto, convém ir mais além do exame da questão da repartição do valor adicionado (entre salários e lucros), tal como faz a maioria dos –verdadeiros ou falsos – keynesianos.

B. Que interpretação marxista da crise?

1. A crise em termos marxistas interpreta-se como uma crise de sobre-acumulação de capital. Desde há vários anos, alguns de nós têm sustentado a inevitabilidade de uma desvalorização do capital (brutal e de grande amplitude). Esta crise tinha que chegar... Fundamentalmente, pode ser explicada por uma sobre-acumulação de capital decorrente da própria anarquia da produção, que leva a uma pressão para a baixa tendencial da taxa de lucro quando as contra-tendências (incluindo as novas contra-tendências, ligadas, como se verá, aos novos instrumentos financeiros) acabam por se esgotar. E esta sobre-acumulação manifesta-se através de um excesso da produção vendável, não por causa de uma escassez de pessoas com a necessidade (ou o desejo) de consumir, mas porque a concentração das riquezas tende a excluir da possibilidade de aquisição de bens a uma proporção cada vez maior da população. Mas em vez de as vermos como uma superprodução padrão de mercadorias, o auge do sistema de crédito permite ao capital acumular-se sob a forma de capital-dinheiro, o qual pode apresentar-se sob formas cada vez mais abstractas, irreais, fictícias.

2. O conceito de "capital fictício" parece-me ser o mais importante para a análise da crise. Tanto o seu princípio básico – a capitalização de rendimentos decorrentes de uma mais valia a receber – como algumas formas sob as quais pode ser encontrado (capital bancário, acções da bolsa, dívidas públicas ...) já foram identificados por Marx na sua época. Marx esboçou o seu estudo, relacionado com os do capital portador de juros e o do desenvolvimento do sistema de crédito capitalista, na secção 5 do Livro III de O Capital , especialmente a partir do capítulo XXV, e especialmente no capítulo XXIX ("componentes do capital bancário "), e até ao capítulo XXXIII.

As ideias não estão acabadas – nunca estão. Apesar dos trabalhos dos grandes autores; as coisas mudaram muito (a moeda mudou de forma para se tornar ainda mais imaterial; o mercado de câmbios ou divisas expandiu-se extraordinariamente num regime desligado do ouro). Mas Marx deixou-nos elementos que permitem apreender os movimentos fictícios do capital, que integram o sistema de crédito e o capital monetário, cuja análise conduz aos da reprodução ampliada em estreito contacto com o desenvolvimento exorbitante de formas cada vez mais irreais do capital, enquanto fontes de valorização autonomizadas, aparentemente separadas da mais-valia, ou apropriadas sem trabalho, como "por artes mágicas". Marx falará aqui de capital a funcionar como um "autómato" – talvez se pudesse dizer como um "autocrata" – tal como disse [Marx entenda-se], em outro lado, sobre a máquina do Estado.

O lugar de formação por excelência do capital fictício situa-se no sistema de crédito, que liga a empresa capitalista ao Estado capitalista; e o que se encontra nesta intersecção são as bolsas, os bancos, mas também os fundos de pensões, fundos de investimento especulativos (ou hedge funds , localizados em paraísos fiscais) e outras entidades similares. Os actuais vectores privilegiados do capital fictício são a titularização (que transforma activos [por exemplo, créditos] em títulos financeiros) e os intercâmbios de produtos derivados, que são "potências" do capital fictício.

3. Porém, aqui, temos que resolver muitos e delicados problemas teóricos e empíricos. Problemas teóricos. Exemplos: distinguir as várias fontes de capital fictício, segundo o seu suporte e grau de desvinculação da esfera real. Ou para mostrar que os benefícios de capital fictício também são reais . Ou mostrar que os lucros do capital fictício também são reais. Ou mostrar como estes "lucros fictícios" (reais) podem ser assimilados à acção de uma contra-tendência à queda da taxa de lucro. Problemas empíricos: demonstrar igualmente a origem dos lucros fictícios. Ou chegar a recalcular as taxas de lucro e saber qual é o lugar do capital fictício na correcção das taxas de lucro. Ou como é repartida a mais-valia entre as diferentes fracções capitalistas...

O capital fictício é de natureza complexa, dialéctica, ao mesmo tempo real e irreal. A sua natureza é em parte parasitária, mas este capital beneficia de uma distribuição de mais valia (a sua liquidez dá ao seu titular o poder de convertê-la, sem perda em capital, em moeda , a "liquidez por excelência"). E este capital alimenta uma acumulação de capital fictício adicional como meio da sua própria remuneração.

De um modo mais geral, um dos problemas mais graves a este respeito é a quase impossibilidade de formalização (seja-se marxista ou não em economia), sem se ser forçado a separar as esferas real e financeira; o que, na verdade, não é muito satisfatório. Mesmo que seja verdade que a forma-mercadoria e a forma-moeda devem ser separadas para acabar por tornarem-se inseparáveis. Voltemos às origens da crise ...

III. Parte dois: origens, manifestações e efeitos da crise

1. As origens da crise A. As origens financeiras

a) A crise que eclodiu no sector subprime do mercado imobiliário dos EUA havia sido preparada por décadas de super-acumulação de capital fictício. É necessário apreender esta crise numa perspectiva de longo prazo no agravamento das disfunções dos mecanismos de regulação do sistema mundial sob a hegemonia dos Estados Unidos, pelo menos desde a sobre-acumulação de capital-dinheiro dos anos 1960, ligada ao défice dos EUA (causado, em parte, pela Guerra do Vietname), até às insustentáveis tensões sofridas pelo dólar e a multiplicação de eurodólares (depois petrodólares) nos mercados interbancários.

b) Neste processo, certos acontecimentos tiveram um papel fundamental, entre os quais podemos encontrar, no mercado de câmbios, o desmantelamento dos acordos de Bretton Woods com a decisão dos Estados Unidos em 1971-1973 de não os respeitar mais, abandonar a conversibilidade do ouro e desmonetizar o ouro, portanto, desmantelar o sistema do padrão-ouro no tempo de Nixon (e Paul Volcker, hoje conselheiro do presidente Barack Obama), e flexibilizar os regimes de taxas de câmbio.

Daí as grandes ondas de desregulamentação dos mercados monetários e financeiros do final dos anos 70, especialmente com a "liberalização" das taxas de câmbio e taxas de juros. A crise da dívida dos países do Sul resulta da subida das taxas de juro por parte do Fed em 1979, o "golpe de Estado financeiro", pelo qual as altas finanças, principalmente norte-americana voltam a tomar o poder da economia do mundo.

Nas origens profundas da crise estão actuando todos estes processos de desregulamentação (e, portanto, de re-regulação pelos oligopólios financeiros) e de integração dos mercados financeiros no seio de um mercado globalizado, os quais deslocarão o centro de gravidade do poder mundial para a alta finança, e lhe permitem impor os seus ditames a toda a economia.

c) Nesta nova era "neoliberal", os mercados financeiros foram modernizados, particularmente através do desenvolvimento de instrumentos de cobertura; instrumentos que se fizeram necessários devido à flexibilização dos intercâmbios e das taxas de juro nos mercados cada vez mais integrados. Quero mencionar aqui os produtos mundiais derivados, ou seja, de contratos que suportam transacções, sejam contratos firme (organizados a longo prazo [os futures ]), de contratação directa, ou contratos de comum acordo ou por adiantado [os forwards ]), por intercâmbio de fluxo, ou seja, contratos de permuta financeira [os swaps ] ...), sejam opcionais, e que fixam os futuros fluxos financeiros em função das variações de preço dos activos subjacentes, que podem ser uma taxa de câmbio, uma taxa de juros, o curso de acções ou de matérias-primas, ou um evento futuro probabilizável. São ferramentas de cobertura ( hedge em inglês), mas que de facto servem, na maioria das vezes, como estratégias de especulação, jogando com o "efeito de alavanca" ao correr riscos a partir de investimentos conjuntos limitados; especialmente quando se trata de híbridos e dão lugar a vendas a descoberto sem contrapartidas (ou short sells ) – em teoria, as operações mais arriscadas podem levar a perdas matematicamente infinitas (por exemplo, com opções de venda ou put ).

De onde se depreende que os montantes correspondentes à criação desse capital fictício superaram muito depressa e amplamente os destinados à reprodução do capital produtivo. Exemplo: em 2006, o valor anual das exportações era igual a três dias de intercâmbios de OTC ou over-the-counter, contratos " off-exchange " negociados sem intermediários com antecedência, portanto fora da bolsa – 420 mil milhões de dólares intercambiados diariamente. Este valor não significa nada, ou pelo menos, não nos diz nada. Mas estes 4,2 teradólares são movimentados por um número muito restrito de oligopólios financeiros, os primary dealers a que o Fed chama o G15: Morgan Stanley, Goldman Sachs e outros 13.

São, acima de tudo, o que se chama de desvios de crédito, com montagens muito complexas de tipo swaps de dívida de crédito (CDS) ou dívidas ligadas a activos (CDO), que levantaram problemas, transformando completamente a visão tradicional do crédito e pondo em jogo vários graus ou vários "potências" de capital fictício [as CDO de CDO ou CDO²]) ?– problemas dos quais, obviamente, ainda não saímos uma vez que uma das últimas e mais recentes inovações em finanças tem sido as CDO de CDO ², ou seja, as CDO ao cubo; as quais, obviamente, vão ser trocadas fora da bolsa, registadas fora do balanço e criadas quase sem regras prudenciais.

B. As origens reais

a) Mas, também e acima de tudo, convém entender a crise na articulação das esferas financeira e real: a longo prazo, as contradições que revelou mergulham as suas raízes no esgotamento dos motores de expansão após a Segunda Guerra Mundial, que trouxe consigo estas profundas transformações financeiras. Na esfera real, as formas de extracção de mais-valia e de organização da produção haviam chegado aos seus limites e tiveram que ser substituídas por novos métodos (do tipo Kanban) e re-impulsionadas pelo progresso tecnológico (informática, robótica), que transformou profundamente as bases sociais da produção – sobretudo, por uma substituição do trabalho pelo capital. Após a longa sobre-acumulação cada vez mais concentrada na esfera financeira, sob a forma de capital-dinheiro, o excesso de oferta acentuou a pressão para a baixa da taxa de lucro observada desde final dos anos 1960.

b) E para tentar resolver – na ficção – este problema, nos EUA, o Fed, onde dominavam as teorias monetaristas, aumentou as suas taxas de juros de forma unilateral nos finais dos anos 1970, marcando a entrada na chamada era do "neoliberalismo" (que continua a ser uma palavra vazia se não estiver dotada com um conteúdo de classe e relacionada com o poder dos oligopólios das altas finanças modernas).

Alguns dos principais factores da crise são de natureza "real" e estão ligados à austeridade: a crise das subprimes , pela qual muitas famílias pobres se depararam com dívidas impagáveis, também se explica pelas políticas neoliberais levadas a cabo desde há mais de 30 anos e agora crescem com todo o seu rigor, desfazendo os salários, flexibilizando o emprego, massificando o desemprego, degradando as condições de vida; políticas que têm destruído a procura e accionado as molas que a tornam artificial e insustentável.

c) Portanto, o crescimento no regime neoliberal só pode ser mantido estimulando fortemente a procura do consumo privado e disparando ao máximo as linhas de crédito – e é este pico exorbitante do crédito que acaba por revelar a crise de super-acumulação na sua versão actual. Numa sociedade em que massas de indivíduos cada vez mais numerosas são excluídas e sem direitos, a ampliação de saídas proporcionadas aos proprietários do capital só pode retardar a desvalorização do excedente dos capitais colocados nos mercados financeiros, mas certamente não pode evitá-la.

É no centro da lógica da dinâmica da economia dos EUA que nasce a crise. Por um lado, com um realinhamento dos equilíbrios internos e externos realizado por drenagem de capitais sustentáveis estrangeiros, o que pode ser interpretado como uma punção operada pelas classes dominantes dos Estados Unidos sobre as riquezas do resto do mundo. Por outro lado, no interior dos Estados Unidos, a mais forte concentração de riqueza desde há um século. Alguns dados: a parte de rendimentos apropriados pelos 1% mais ricos no produto total era de 10% há 30 anos, hoje é de 25%; a parte dos que estavam entre os 10% dos mais ricos era de um terço em 1979, hoje é de 50%. Tudo isso, devido ao extraordinária inchaço de benefícios financeiros (do capital fictício) das classes dominantes que distorcerá macroscopicamente a economia dos Estados Unidos, particularmente a taxa de poupança que se torna negativa pouco antes da crise. Desta forma, via esfera real, a actual catástrofe.

Como se manifesta?

2. As manifestações da crise

A. As manifestações financeiras e reais


a) A primeira manifestação da crise foi uma brutal destruição de capital fictício: até 2008, a capitalização total das bolsas mundiais passou de 48,3 para 26,1 milhões de milhões de dólares. Esta espiral descendente no valor dos activos é acompanhada por uma perda de confiança e falta de liquidez no mercado interbancário, num mundo que, no entanto, seria super-líquido, sendo o cenário mais provável o de uma insolvência de numerosos bancos.

Consequentemente, num contexto em que os títulos compostos e os riscos que os caracterizam estão cada vez pior avaliados (uma vez que não são mensuráveis – para não falar das aberrações de funcionamento de agências de notação tipo Moody's), os problemas deslocaram-se do compartimento subprimes para o dos créditos de créditos imobiliários (capital fictício de grau um para capital fictício de segundo grau), e depois para os créditos solventes (os primes ), antes que a implosão da bolha de instrumentos ligados a hipotecas de casas chegasse a contaminar os outros segmentos dos mercados financeiros e, a partir daí, o mercado monetário propriamente dito.

E foi então que todo o sistema de financiamento da economia ficou bloqueado.

b) A desvalorização do capital teve uma dimensão real, por via do credit crunch , pelo desaparecimento do crédito, principalmente empréstimos ao consumo. As economias entraram em depressão, conjunturalmente desde 2007, mas também estruturalmente, num mundo em que caem a pique alguns recursos estratégicos naturais (petróleo em primeiro lugar) e em que a busca de novas fontes de energia estabelece limites objectivos para o crescimento – e introduz pressões para entrar em guerra.

Resultado: os indicadores económicos são desregulamentados: queda das taxas de crescimento, dos intercâmbios comerciais, do consumo das famílias, perdas operacionais de empresas industriais, desemprego, perda de moradia, de poupança ...

c) Finalmente, uma dimensão extremamente preocupante desta crise é o endividamento dos poderes públicos, em particular dos Estados (que, em parte, "nacionalizaram" a dívida privada), e as dificuldades consequentes em matéria de finanças públicas, até em instituições locais, especialmente no que diz respeito aos gastos sociais (educação, saúde, pensões) ...

Daí as reestruturações (através de resgate-reagrupamento) das dívidas soberanas que se discutem actualmente.

B. E depois há a guerra ...

a) Crise e guerra estão interligadas. Primeiro, economicamente, porque a guerra está integrada no ciclo, como uma forma de destruição de capital, mas também politicamente, para a reprodução das condições de manutenção e continuidade na liderança das fracções dominantes das classes dominantes – as altas finanças – sobre o sistema global.

Durante a Guerra Fria, o desenvolvimento das forças produtivas deu um grande impulso aos EUA. Em parte, deveu-se a gastos militares e ao complexo militar-industrial, através da corrida armamentista e aos progressos técnicos induzidos (sistemas informatizados, robôs dirigidos por computadores, internet ...). Hoje, os gastos militares continuam sendo consideráveis (um quinto do orçamento federal, mais de metade dos gastos militares globais, com mais de mil bases no mundo) e o complexo militar-industrial continua a desempenhar um papel fundamental, mas agora sob o controlo das finanças. A influência das finanças sobre as empresas de armas dos EUA está a crescer e manifesta-se sob a forma da tomada de controlo da estrutura de propriedade do seu capital por investidores institucionais, aí colocados pelos grandes monopólios financeiros: no início dos anos 2000, essa proporção chegou a 95% do capital da Lockheed Martin, a 75% da General Dynamics, a 65% da Boeing... Igualmente para as empresas militares privadas, passando uma parte cada vez maior delas para as mãos das finanças, à medida que o Estado "externaliza" as suas actividades de defesa: a MPRI foi resgatada pela L-3 Communications, a Vinnell pela Carlyle, a DynCorp pela Veritas ...

b) Num contexto em que o uso da força armada é a estratégia imposta ao mundo pela alta finança norte-americana como condição para sua reprodução, e em que a militarização é um modo de existência do capitalismo, em que o papel do Estado (neoliberal) é fundamental para o capital (já que é o Estado que vai para a guerra por conta do capital, e são as agências governamentais as que atribuem as quantias astronómicas de contratos militares às firmas transnacionais de armamento, através de lobbying: General Electric, ITT ...), neste contexto, então, os gastos militares tornam-se uma importante fonte de rentabilidade para o capital. E, por acréscimo, pode ainda aumentar mais o capital fictício, sobretudo quando está financiado pela dívida pública.

c) Deve-se assinalar além disso, que as guerras no Afeganistão e no Iraque foram lançadas num tempo muito preciso – numa altura que já era de crise: a partir de 2001 (como 1913 e 1938 também foram anos de crise), crise que já havia surgido no momento das mudanças na política monetária nos EUA, em consequência do agravamento dos défices internos e externos no país – o primeiro por causa da necessidade de financiamento associada, em grande parte, às guerras imperialistas; o segundo, também em grande parte devido ás deslocalizações, especialmente para a China.

Assim, como resultado da redução do crescimento em 2000, o Fed reduziu muito fortemente a sua taxa de juros (6,5% em Dezembro de 2000 para 1,75% em Dezembro de 2001 e para 1%, em meados de 2003), e manteve-o neste nível baixo até meados de 2004. É precisamente durante este período, um período em que as taxas de juros reais se tornaram negativas, que se localizam os mecanismos da crise das subprime , correndo riscos cada vez maiores, especialmente no sector imobiliário. Devido ao peso do esforço de guerra, em particular, mas também, principalmente, o Fed foi obrigado a elevar a taxa de juros a partir de 2004, ou seja, um ano após o início da guerra do Iraque, para 5,5% em meados de 2006. E um pouco mais tarde, desde o final de 2006, os devedores começaram a interromper em massa os pagamentos dos empréstimos hipotecários – vendo-se agravado o número de não pagamentos pela contracção do crescimento e a estagnação dos salários.

E o Fed manteve essa taxa bem alta, acima de 5%, até meados de 2007, quando já surgiam todos os sinais da crise. Será só depois de 2007, portanto, muito tardiamente, que o Fed começa a fornecer aos bancos quantidade de crédito a taxas reduzidas, muito perto de 0% — sem, por outro lado, evitar os pânicos financeiros (pânicos modernos, não de gritos dos traders financeiros, mas dos seus ratos de computador). E a crise explode quando uma massa critica de devedores encontra dificuldades para reembolsar os empréstimos; o que foi o caso desde o fim do ano de 2006, depois de o Fed ter voltado a subir a sua taxa de juros para atrair capitais destinados a financiar os orçamentos militares dilatados pelas novas guerras imperialistas. E tudo isso sem a vitória militar dos Estados Unidos, nem reactivação da acumulação pelas destruições levadas a cabo por estas guerras imperialistas. E o prosseguimento destas guerras exacerba ainda mais as contradições capitalistas...

3. Quais são os efeitos da crise?

A. No Norte


a) Primeiro, num ambiente de grande incerteza, a criação maciça de moeda e a fixação de taxas de juro pouco acima de zero, por um lado; a erosão do défice orçamental (cerca de 10% do produto interno bruto nos Estados Unidos), por outro lado; e o desmedido crescimento da dívida pública, provocaram uma depreciação do dólar e uma "guerra de moedas".

Guerra monetária ganha por agora (mas por quanto tempo?) pelo dólar, pela simples razão de que os Estados Unidos dispõem de uma arma extraordinária, uma arma "de destruição em massa": o seu banco central pode criar – sem limites – moeda que é aceite por todos os outros países, porque o dólar continua a ser a reserva de valor internacional, o que permite aos Estados Unidos impor ao mundo os termos de uma capitulação que o obriga (ao mundo) a continuar com as políticas neoliberais, mas também a aumentar a taxa de câmbio do dólar que melhor convenha à estratégia de dominação dos EUA, mesmo que isso signifique uma forte desvalorização das reservas cambiais em poder das autoridades monetárias de outros países, entre os quais a China.

Os Estados Unidos acreditam que um dólar desvalorizado reabsorverá o seu défice comercial e estimulará a sua produção interna. Isso é um erro, pois que desde há vários anos que se observa que essas variáveis reagem muito pouco e cada vez menos, às baixas do dólar. O resultado é, na verdade, um crescimento muito fraco para os Estados Unidos, que estão numa quase estagnação. Mas poderá dizer-se: o crescimento do regime neoliberal já era de baixa intensidade; é verdade, mas a situação agrava-se, porque as causas agora são devidas a problemas do conjunto de todo o sistema de financiamento das economias.

Em paralelo, outra perturbação induzida opera sobre os mercados de matérias-primas, e, muito particularmente, sobre o do petróleo, sobre o fundo de esgotamento de reservas energéticas mundiais, que provoca o aumento disparado das cotações.

b) Sabe-se que as piores consequências dos efeitos reais da crise são suportadas pelos mais pobres entre as classes populares, com danos enormes, incluindo os Estados Unidos, que são sempre a primeira economia do mundo, mas com muito maus indicadores sociais em comparação com outros países ricos do Norte (no que respeita à expectativa de vida, à taxa de mortalidade infantil, ao direito à saúde ou mesmo á educação).

Os danos incluem, igualmente, no Norte, o mal-estar generalizado, particularmente em relação ao trabalho (aqueles que ainda o têm ...), incluindo fenómenos individuais de depressões psicológicas, constatados especialmente pela medicina do trabalho, chegando até ao suicídio. Quero falar aqui dos efeitos combinados da ameaça de desemprego e dos métodos de avaliação individual, que envolvem a competitividade entre os trabalhadores dentro da mesma unidade de produção. Daí a quebra dos laços de respeito, lealdade, solidariedade, convivência, daí a desconfiança entre os trabalhadores, a vigilância, o auto-controle, o medo do trabalho, o surgimento de patologias da solidão, acompanhada por sentimentos de traição moral a si próprio, a tomada de consciência da mentira da qualidade total e a certificação pelo mercado, em universos onde se reduzem os espaços colectivos para pensar e actuar em conjunto, a perda de sentimentos morais, a perda do sentido de responsabilidade, e para recuperar os instrumentos de transformação das relações com o trabalho. Assim se chega a depressões, já não económicas, mas psicológicas – nas fronteiras da psicanálise.

c) E no plano político, creio verdadeiramente não ter necessidade de insistir nos riscos da ascensão das extremas direitas, nas suas diversas variantes, assumindo um aspecto desde o religioso até ao neo-fascismo, passando pelas derivas da chamada direita "tradicional". E tudo isso sem excluir, infelizmente, o risco de novas guerras...

B. Efeitos da crise no Sul.

a) Em primeiro lugar, o agravamento de transferências do Sul para o Norte, através dos vários canais conhecidos: repatriamentos de lucros sobre investimentos directos ou de carteira, pagamento da dívida externa, conversão das reservas cambiais em empréstimos (concedidos em seguida aos Estados Unidos), mas também intercâmbio desigual, fugas de capital, etc. E essas transferências para o Norte vão ter, mais uma vez, que se acelerar para tentar financiar o salvamento do sistema capitalista central – sabendo que a hegemonia dos EUA dispõe da divisa chave do sistema internacional e do arsenal militar que o acompanha, para impor esta drenagem de capitais do resto do mundo. Até hoje, os Estados Unidos foram capazes de o impor a todos, tanto os seus parceiros imperialistas como potenciais rivais (especialmente a China) – mas por quanto tempo?

b) Os efeitos da crise são variáveis, dependendo das características das economias do Sul e da sua inserção no sistema mundial. Alguns países estão tão excluídos deste sistema global e afogados na miséria que a crise parece não os tocar. Mas tocará a todos eles, sejam "emergentes" ou não.

O sector agrícola, por exemplo, deve ser levado muito em conta na maioria das economias; mas as disfunções e paradoxos neste sector são gravíssimas: na verdade, três mil milhões de pessoas sobre a Terra padecem de fome ou carências alimentares, enquanto que a produção agrícola excede em muito (pelo menos em 50%) as necessidades alimentares (também aí há crise de superprodução). Por outro lado, três quartos dessas pessoas são também agricultores. A expansão das áreas cultivadas em todo o mundo é inversamente proporcional ao retrocesso das populações rurais em relação ao das cidades. Uma proporção crescente de terras é cultivada por transnacionais que não destinam a produção ao consumo, mas a saídas industriais ou energéticas. Na maioria dos países do Sul que estão excluídos dos benefícios da "globalização", um dinamismo "relativo" das exportações agrícolas derivadas das culturas comerciais, coexiste com importações de produtos alimentares de base.

E até mesmo sugeriria aqui interpretar (sem, é claro, querer reduzir a sua complexidade) os acontecimentos que estão abalando o mundo árabe-muçulmano, à luz de um capitalismo que destrói as suas estruturas a longo prazo e na forma neoliberal deste capitalismo que colocou, sob a alçada de uma good governance , as bases da explosão social actual; particularmente com o aumento dos preços dos produtos alimentícios – e durante todo esse tempo, o imperialismo anda à espreita.

c) Mas acima de tudo, parecem criadas as condições para que uma das principais consequências da crise seja o confronto Norte-Sul, apesar das cooptações dos 'G20'. Confronto Norte-Sul num mundo onde os níveis de contradições se tornam mais complexos: contradições entre as classes dominantes e as classes dominadas, contradições entre as diferentes classes dirigentes que dirigem os Estados, contradições entre os próprios países do Sul...; mas com uma predominância relativa das contradições entre as classes dirigentes, ligadas ao surgimento dos chamados países "emergentes".

A via interna dirigida por uma grande maioria dessas classes dirigentes é o caminho capitalista, ou alguma das variantes da via capitalista. Mas esta via, não só não tem saída, pois a resolução das contradições produzidas pelo capitalismo é absolutamente impossível no Sul, como também leva a entrar em conflito com as potências imperialistas do Norte. Assim, um dos riscos que pesa sobre as lutas populares no Sul é o de ver as suas resistências confiscados, neutralizadas, transformadas em forças pro-sistémicas pelas classes dirigentes; mesmo quando estas classes dirigentes do Sul, especialmente aquelas cuja estratégia é mais coerente e consequente (como na China), provavelmente, não chegarão a avançar sem transformações internas, no sentido de uma modificação na relação de forças a favor das classes populares.

E isso vale para a América Latina – na Venezuela bolivariana, por exemplo.

IV. Terceira parte: Quais têm sido, são e serão as políticas anti-crise?

A. Críticas das políticas ortodoxas


1. As políticas anti-crise, acima de tudo, têm consistido em coordenar as acções dos bancos centrais para injectar liquidez no mercado interbancário pela criação de moeda "primária", oferecer linhas de crédito especiais aos bancos e reduzir as taxas de juros. Na verdade, o objectivo era evitar o afundamento total do sistema, e também limitar a desvalorização do capital fictício, travando a queda dos mercados (em especial para que os derivados fossem pagos o mais próximo possível do seu valor facial), mas isso não resolveu nenhuma das contradições fundamentais do sistema.

Um momento crucial foi, como se sabe, a não intervenção das autoridades monetárias – neoliberalismo obriga... – quando da quebra do Lehman Brothers em meados de Setembro de 2008. Obviamente, ainda não se mediram as implicações deste imobilismo, pelo menos não em termos de redução dos riscos de desestabilização de todo o sistema, incluindo através da dívida do Estado.

Daí, em poucas horas, a mudança de direcção de 180º do Tesouro e do Banco Central: várias instituições financeiras em risco (como a seguradora AIG) foram nacionalizadas (geralmente sem direito a voto ou novos critérios de controle); as short sells foram temporariamente suspensas; depois o Fed abriu linhas de crédito para primary dealers em condições especiais (a taxas de juros próximas de zero); o Estado ajudou estes dealers na montagem de resgates aos grupos em quebra e recapitalizou-os – ou seja, susteve, e muito fortemente, o processo de hipercentralização do poder dos oligopólios financeiros em estruturas de propriedade do capital cada vez mais concentradas (o Lehman Brothers foi retomado pelo Citigroup, o Merrill Lynch pelo Bank of America, o Washington Mutual pelo Morgan ...); criava-se uma estrutura de "despoupança", uma separação de activos contaminados para fornecer uma garantia do Estado aos títulos "tóxicos"; e, medida crucial, em Outubro de 2008, o Fed estendeu o seu dispositivo de swap lines (ou "acordos temporários recíprocos sobre divisas") aos bancos centrais do centro e dos principais países do Sul, tornando-os quase "ilimitados" ...

Em seguida, houve os planos 1 e 2 de Paulson e os planos de apoio generalizado à economia (incluindo o da General Motors e outros, sem impedir os despedimentos maciços...), aliás, com recapitalizações do Fed, que já estava sem fôlego. E, finalmente, no início de 2011, o presidente do Fed preveniu o Tesouro de que não continuaria a financiar os défices públicos, que era necessário voltar ao rigor, que havia que aumentar as taxas de juro; com dois grandes riscos aqui: que nos EUA o fardo da dívida pública se tornaria ainda mais pesado; e, para o resto do mundo, que os fluxos de capital iriam servir de novo para financiar os défices dos EUA, e permitir-lhes novamente voltar a viver acima das suas possibilidades...

E tudo isso sob o olhar dos povos, que compreendem não só que o Estado se voltou contra os serviços públicos, mas que também os faz pagar o resgate das altas finanças – que dominam tudo.

2. Face a isso, uma parte – minoritária, mas significativa – das correntes liberais continua radicalizando-se, na direcção das teses ultra-liberais inspirada em Hayek, Mises e Rothbard. As suas análises da crise, por exemplo, por Rockwell e Rozeff do Instituto von Mises, baseiam-se numa fé reafirmada na natureza automática do reequilíbrio dos mercados.

Obviamente são aborrecidas para os neoliberais, na medida em que defendem que a crise viria do excessivo intervencionismo e que o Estado não tem que salvar os bancos e empresas em dificuldades. O que deveria ser feito, dizem, é acabar com os regulamentos estatais que limitam a liberdade dos agentes no mercado. Exemplo: enquanto as políticas públicas de habitação pretendiam que todos os cidadãos tivessem acesso ao imobiliário, os mercados (que não são "populistas") têm mostrado que não. Estes ultraliberais estão, portanto, contra todo o plano anti-crise, e em particular contra qualquer regulamentação das taxas de juro pelo banco central.

Os mais extremistas chegam inclusive a reclamar a abolição pura e simples das instituições do Estado – incluindo a militar – bem como a privatização da moeda. Naturalmente que eles estão conscientes de que estas medidas levariam o capitalismo ao caos, mas pensam que, graças aos mecanismos de mercado, este caos seria benéfico para o capital e que o capitalismo se reconstruiria mais rápidamente e melhor do que através de intervenções do Estado em forma de ajuda pública artificial a empresas que de qualquer forma estariam condenadas à falência.

3. E as posições reformistas? A gravidade da crise levou a um retorno das teses de Keynes: "Keynes está agora, mais do que nunca, na ordem do dia", escreve Paul Krugman – que é um economista neoclássico! Na verdade, mesmo que se oponham aos neoclássicos tradicionais no que respeita às intervenções do Estado, as interpretações keynesianas participam da mesma matriz teórica, diríamos, "burguesa".

Mesmo os mais avançados entre eles, apesar de nuances, variações, subtilezas, não formulam senão visões apenas "reformistas", que consistem em introduzir modificações mínimas no funcionamento do capitalismo para sobreviver o máximo de tempo possível.

O relatório da Comissão Stiglitz pode dar-nos uma boa ilustração disso. O documento final, elaborado em 2009 a pedido do presidente da Assembleia Geral das Nações Unidas, não questiona de forma alguma a ideologia dominante. As velhas certezas neoliberais estão justamente em revisão, mas não para abandono: as taxas de câmbio devem ser flexíveis, reafirmam-se as virtudes do livre comércio versus "proteccionismo"; as falhas da corporate governance estão por corrigir, mas a gestão de riscos continua sendo confiada aos oligopólios financeiros e a regulação do sistema mundial permanece sob a hegemonia do dólar dos EUA.

Estamos muito longe da rejeição da liberalização financeira globalizada expressa por cada vez mais países do Sul – e, não sem contradições, é verdade – da China popular e da Venezuela bolivariana ...

B. Keynes

1. Sejamos claros: as políticas anti-crise não são keynesianas. Embora sejam perceptíveis medidas "keynesianas" – desde o plano de G.W. Bush em 2008 (com reversões de uma parte dos impostos, por exemplo) e, principalmente, com o programa do presidente Barack H. Obama (com obras de infra-estrutura, etc.) –, a prevalência é ainda para o neoliberalismo para salvar o máximo de capital fictício sobre-acumulado. A conversão de emergência de planos de resgate do capital num intervencionismo dos Estados accionados de maneira tão perfeitamente antidemocrática pelos governos do Norte não pode servir de ilusão. As políticas anti-crise e os seus iniciadores não foram extraídos dos dogmas da ortodoxia.

O Fed e outros bancos centrais do Norte continuam a criar moeda primária maciçamente, como muito recentemente, com o quantitative easing 2. Mas essa política monetária "keynesiana" aparentemente afundou-se na realidade numa "armadilha de liquidez", de onde a estratégia de redução de taxas de juros reais não ser capaz de redireccionar a eficácia marginal do capital e transferir capital monetário da esfera financeira para a esfera da produção.

Daí a preocupação actual nos Estados Unidos desde o início de 2011, que é o endividamento do Estado: do Tesouro, do estado Federal, mas também dos Estados federados e das colectividades locais. O presidente do Fed (Bernanke) advertiu recentemente o ministro das Finanças (Geithner) e o Congresso que era chegada a hora do ajuste orçamental; é claro, que tinha que fazer exactamente o oposto do que Keynes defendia, quer dizer "limpar a casa": reabsorver o défice aumentando os impostos e reduzindo os gastos, através de cortes de pessoal e de salários; ou seja, voltar a carregar todo o peso sobre os trabalhadores – incluindo a via saúde, as reformas, etc. Idem para nós na Europa.

Não há, portanto, retorno a políticas "keynesianas", nem nos Estados Unidos nem na Europa, e a concepção dominante do Estado continua a ser a do Estado neoliberal, ao serviço do capital, particularmente no que diz respeito ao sistema de crédito.

2. E mesmo se houvesse (o que é muito improvável) um "retorno a Keynes" não desapareceriam os problemas.

Em primeiro lugar, os problemas teóricos. Não há em Keynes uma teoria "geral da crise "; há numerosos elementos teóricos dispersos, parciais, muitas vezes opostos e que muitas vezes têm dado lugar a confusões e mal-entendidos por alguns comentadores ou seus discípulos – começando pelo conceito, complexo, de "procura efectiva" (que melhor seria entender como uma oferta, enquanto valor esperado das vendas). Keynes sobretudo procurou uma estratégia de saída da crise para tentar salvar o capitalismo, encontrando o segredo de um "capitalismo sem crises", regulamentado, onde a solução é a criação de uma procura efectiva através de um factor exógeno, o Estado, cuja intervenção poderia, nas fases de contracção dos ciclos, minimizar o impacto da crise. Ele compreendeu, tal como também alguns outros, nomeadamente Schumpeter, que o curso da história ia no sentido da superação do capitalismo. Mas a sua teoria era confrontada com as dificuldades em lidar com a moeda e o sistema financeiro em particular.

Estes limites de Keynes para entender a crise, quero dizer, limites em relação a Marx, foram observados por alguns keynesianos lúcidos e honestos, como o genial Joan Robinson, que cito aqui: "a teoria keynesiana elabora inúmeros refinamentos e complexidades negligenciadas por Marx, mas o essencial encontra-se na análise marxista do investimento como "compra sem venda" e da poupança como uma "venda sem compra." Ao que Keynes teria respondido, quando Joan Robinson tentou aproximá-lo de Marx num ensaio publicado em 1942, que: seria inútil "querer dar um significado aquilo que não o tem".

Mas, acima de tudo, é a propriedade fundamental da moeda para funcionar como capital, analisada por Marx, que não figura de uma maneira desenvolvida, nem sequer clara, em Keynes – e obviamente, ainda menos, na teoria quantitativa da ortodoxia.

3. Esta análise limitada do sistema de crédito em Keynes, e a falta de diferenciação entre moeda estatal e moeda de crédito, levou logicamente – mas também abusivamente – a atribuir demasiada importância à moeda, mas especialmente uma responsabilidade excessiva ao Estado na determinação das taxas de juro. Segundo ele, o banco central reduz a taxa de juro graças ao aumento da oferta de dinheiro, pela via da criação "primária" de moeda para estimular o investimento nos activos onde a eficácia marginal do capital é mais elevada – e isso, até, supostamente, fazer desaparecer o que chamam os "aspectos mais chocantes do capitalismo" (o desemprego, as desigualdades, etc.). Ora bem, sabemos que a política monetária aplicada pelos bancos centrais, cujos objectivos são estabilizar a moeda e a luta contra a inflação, subverteu completamente o processo pelo qual se determinava a taxa de juros no mercado. Usam a taxa de juros como instrumento principal, com efeitos financeiros e reais sobre toda a economia. E sabemos que a taxa de juros do banco central é influenciada principalmente pelas taxas fixadas pelos grandes oligopólios financeiros sobre cada um dos segmentos de mercado nos quais dispõem de uma posição dominante.

Daí, problemas ou ilusões políticas transmitidas pela concepção do Estado de Keynes – a crença keynesiana numa capacidade todo-poderosa do Estado, muito diferente da de Marx. Pois, apesar dos limites da teoria marxista do Estado, mesmo aí, ela é superior à de Keynes.

O que é hoje o Estado? Não é suportado pelo capital através da dívida pública, por exemplo? A criação monetária não é, essencialmente, de origem privada? As taxas de juros do Fed não dependem em grande medida das determinadas pelos oligopólios? Será que o próprio Fed não é penetrado pelos interesses particulares dos oligopólios? Não é o Estado que concede contratos militares a empresas controladas pelas finanças? Não é o Estado neoliberal tanto ou mais activo do que se estivesse submetido á alta finança?

Em suma, o Estado keynesiano é uma ficção! E o seu "reformismo" não faz senão espalhar ilusões, falsas esperanças.

Então, quais são as alternativas?

V. Conclusão

A probabilidade de um agravamento da crise actual, enquanto crise sistémica do capital, é hoje extremamente elevada, dado que se reúnem todas as condições para tal agravamento. Recentemente as finanças inventaram as CDOs de CDOs de CDOs ou CDO 3 – mas este jogo de elevações ao cubo vai afundar-se. Vimos já que a unidade de medida, aqui, é o milhão de milhões de dólares ou teradólar (10 12 ); penso que "tudo isso vai acontecer" e chegará antes do petadólar (10 15 ) ! O capitalismo está em perigo e, especialmente, no centro do sistema. Dirão: houve outras crises, muitas outras, e o capitalismo sempre saiu delas, mais reforçado, mais monstruoso, mais monstruosamente concentrado. Sim, também houve, antes do capitalismo crises pré-capitalistas. Não estou anunciando o fim do mundo. É uma ilusão, talvez devido à impaciência, acreditar que o capitalismo entrará em colapso sob o efeito da actual crise: o monstro vai sobreviver e vai prosseguir matando mais ainda.

Ao longo da história, especialmente desde a Grande Depressão dos anos 30, o capital foi capaz de forjar instituições e instrumentos de intervenção pública, essencialmente ligados às políticas dos bancos centrais, permitindo, em alguma medida, "gerir" as crises e mitigar seus efeitos mais devastadores, pelo menos no Norte, no centro do sistema mundial; mas sem que nunca estas reorganizações de dominação do capital suprimissem as suas contradições. Portanto, ainda vamos sofrer por um longo tempo, até envelhecer, os males do capitalismo e, no Sul, o " silencioso genocídio dos mais pobres", do qual este é responsável...

Eu diria, antes, que a situação actual se parece, não com o início do fim da crise, mas com o início de um longo período de colapso do actual estádio do capitalismo, oligopolista e financeirizado. E esse processo de afundamento abre amplas perspectivas de transição, em que a luta de classes vai endurecer e complicar-se; obrigando-nos a repensar as alternativas de transformações sociais pós-capitalistas – porque somos cada vez mais, para lá das nossas diferenças, no querer socialista (e, como se diz, ainda mais... se há afinidades).

Ora bem, se o problema estrutural para a sobrevivência do capitalismo é uma pressão descendente sobre a taxa de lucro e se, para ele, a financeirização não é uma solução sustentável, a única coisa que este sistema vai oferecer, até à sua agonia, é o agravamento da exploração da força de trabalho.

Para chegar a reactivar um ciclo de expansão no centro do sistema mundial, a crise que vivemos deveria destruir quantidades absolutamente gigantescas de capital fictício, extraordinariamente parasitário; mas as contradições do sistema capitalista mundial tornaram-se agora tão profundas e difíceis de resolver que tal desvalorização correria o risco de o empurrar para o fundo.

Por outro lado, alguns ortodoxos acreditam que a actual crise vai levar ao colapso do capitalismo, por exemplo, os analistas de conjuntura do GEAB ou Global Europe Anticipation Bulletin, cujas previsões de agravamento da situação desembocam num deslocamento geopolítico no sistema, no colapso do dólar, no desaparecimento das bases do sistema financeiro globalizado; ou as previsões da Money & Markets nos Estados Unidos, que também prevêem o próximo agravamento da crise mas por encadeamentos muito mais tradicionais: o agravamento do défice orçamental, o aumento da dívida pública, uma defesa insuficiente do dólar pelas autoridades monetárias, etc.

Para nós, chegou, pois, a hora, da reconstrução de alternativas e propostas radicais – de esquerda. E entre as questões mais difíceis de tratar estão as relativas à moeda e às finanças. As relativas à componente externa da política monetária (aos sistemas de câmbio, junto com o debate que deve ser aberto por nós sobre a questão da saída do euro, sobre a sua pertença ou não, sobre a sua debilidade ou não, para reavermos alguma margem de manobra) ou a propósito da componente interna desta política (que controle político queremos do banco central?). As do financiamento da economia (como regular oligopólios financeiros? Ou melhor: como nacionalizá-los e controlá-los democraticamente). Os problemas do controle do capital estrangeiro, ligados á balança de pagamentos. Os das estratégias comuns frente á dívida externa. Os da construção de regionalizações alternativas (com nacionalizações continentais, para romper com a lógica do sistema e responder às necessidades sociais dos povos – o que, na realidade, deveria ser o objectivo próprio da ciência económica). E, finalmente, os problemas das novas formas de planeamento nas transições socialistas em curso ou para vir – a partir da teoria (até à supressão da moeda?), mas sobretudo os da participação democrática dos povos em todos os processos de tomada de decisão relativos ao seu futuro colectivo.

Certamente, as dificuldades que enfrentamos são muito sérias, mas – não temos outra escolha – há que ter esperança...
Bibliografia
Herrera, Rémy
- (2010), Un Autre Capitalisme n'est pas possible, 2010, Syllepse, Paris..
- (2010), Dépenses publiques et croissance économique - Pour sortir de la science (-fiction) neo-classique, 275 p, L'Harmattan, Paris..
- (2010), Les avancées révolutionnaires en Amérique Latine
- Des Transitions socialistes au XXI siècle? , 175 p., Parangon, Lyon.
- Os Avanços Revolucionários na América Latina, Ed. Avante, Lisboa, 2010, 152 p., ISBN: 9789725503713

Do autor em resistir.info:
  • Cuba e o projecto comunista
  • A propósito dos motins nos subúrbios franceses
  • Lições do Sul para uma Europa em crise?
  • As ideias feitas e a verdade escondida sobre Cuba
  • Depois do não francês
  • Cuba: Uma resistência socialista na América Latina


  • [*] Investigador do CNRS, UMR 8174 Centre d'Economie da Universidade de Sorbonne de Paris 1 Panthéon - Sorbonne, França. Estas reflexões foram originalmente apresentadas no seminário "Marx au XXIe siècle", organizado por Jean Salem na Sorbonne .

    A versão em castelhano encontra-se em http://laberinto.uma.es/index.php?option=com_content&view=article&id=53 .
    Tradução de Guilherme Coelho.


    Este texto encontra-se em http://resistir.info/ .
    23/Jan/13