segunda-feira, 4 de junho de 2012

La geografía de la protesta

Otro mundo es posible :: Resistencia Global
         04-06-2012
Immanuel Wallerstein
La Jornada


Cuando son buenos los tiempos, y la economía-mundo se expande en términos de
nueva plusvalía producida, la lucha de clases se acalla. Nunca desaparece, pero
en tanto exista un bajo nivel de desempleo y los ingresos reales de los estratos
más bajos suban, aunque sólo sea en pequeñas cantidades, los arreglos sociales
son la orden del día.
Pero cuando se estanca la economía-mundo y el desempleo real se expande
considerablemente, esto significa que el pastel total se encoge. La cuestión
entonces resulta ser quién cargará el peso del encogimiento –dentro de cada país
y entre países. La lucha de clases se torna aguda y tarde o temprano conduce a
un conflicto abierto en las calles. Esto es lo que ha estado ocurriendo en el
sistema-mundo desde la década de 1970 y del modo más dramático desde 2007. Hasta
ahora, el estrato más alto (el uno por ciento) se ha aferrado a su tajada, de
hecho la ha incrementado. Esto necesariamente significa que la tajada del 99 por
ciento se ha encogido.
La lucha por las asignaciones gira primordialmente en torno a dos aspectos del
presupuesto global: los impuestos (cuánto y para quiénes) y la red de seguridad
para el resto de la población (gastos en educación, salud, y garantías para un
ingreso de por vida). No hay país en el mundo donde esta lucha no esté
ocurriendo. Pero estalla en algunos países con más violencia que en otros
–debido a su localización en la economía-mundo, a su demografía interna, y
debido a su historia política.
Una aguda lucha de clases hace surgir, para todos, la pregunta de cómo manejarla
políticamente. Los grupos en el poder pueden reprimir duramente los disturbios
populares, y muchos lo hacen. O, si los disturbios son muy fuertes para los
mecanismos represivos, pueden intentar cooptar a los manifestantes fingiendo
unirse a ellos y así limitar el cambio real. O hacen ambas cosas: intentan
primero la represión y si ésta falla, cooptan a la gente.
Los manifestantes también enfrentan un dilema. Comienzan siempre con un grupo
valeroso relativamente pequeño. Necesitan persuadir a un grupo más grande (que
es mucho más tímido políticamente) que se les una, si es que han de impresionar
a los grupos que detentan el poder. Esto no es fácil pero puede ocurrir. Sucedió
en Egipto en la plaza Tahrir en 2011. Ocurrió con el movimiento Occupy en
Estados Unidos y Canadá, Ocurrió en Grecia en las últimas elecciones. Ocurrió en
Chile en las huelgas estudiantiles que han perdurado. Y en este momento parece
ocurrir de un modo espectacular en Quebec.
Pero cuando ocurre, ¿entonces qué? Hay algunos manifestantes que desean expandir
sus estrechas demandas iniciales hacia demandas fundamentales de mayor amplitud
y deconstruir el orden social. Y hay otros, siempre hay otros, que están listos
para sentarse con los grupos en el poder para negociar algún arreglo.
Cuando los grupos en el poder reprimen, con mucha frecuencia avivan las flamas
de la protesta. Pero muchas veces la represión funciona. Cuando no funciona y
los grupos en el poder hacen arreglos y cooptan, a veces son capaces de
neutralizar políticamente a los manifestantes. Esto es lo que parece haber
ocurrido en Egipto. Las recientes elecciones conducen a una segunda ronda entre
dos candidatos, ninguno de los cuales apoyó la revolución de la plaza Tahrir
–uno es el último primer ministro del depuesto presidente Hosni Mubarak, y el
otro es un líder de la Hermandad Musulmana cuyo objetivo primordial es instituir
la sharia en la ley egipcia y no implementar las demandas de aquéllos que
estuvieron en la plaza Tahrir. El resultado es una cruel opción para el
aproximado 50 por ciento que no votó en la primera ronda por ninguno de los dos
que contaron con la mayor pluralidad de votos. Esta desafortunada situación,
resultó de que los votantes pro plaza Tahrir dividieron sus votos entre dos
candidatos con antecedentes algo diferentes.
¿Qué habremos de pensar de todo esto? Parece existir una geografía de la
protesta que cambia rápida y constantemente. Salta aquí y luego es reprimida,
cooptada, o se agota. Y tan pronto como esto ocurre, salta en otra parte, donde
de nuevo se le reprime, se le coopta o se agota. Y luego salta en un tercer
lugar, como si por todo el mundo fuera irreprimible.
Es irreprimible por una simple razón. El apretón a los ingresos mundiales es
real, y no parece que vaya a desaparecer. La crisis estructural de la
economía-mundo capitalista hace inoperantes las soluciones convencionales a las
caídas económicas, no importa qué tanto nuestros expertos y políticos nos
aseguren que hay un nuevo periodo de prosperidad asomándose en el horizonte.
Vivimos en una situación mundial caótica. Las fluctuaciones en todo son vastas y
rápidas. Esto se aplica también a la protesta social. Esto es lo que miramos
conforme la geografía de la protesta se altera constantemente. Ayer fue la plaza
Tahrir en El Cairo, las marchas masivas desautorizadas con sartenes y cacerolas
en Montreal hoy, y en alguna otra parte (probablemente sorpresiva) mañana.
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2012/06/03/opinion/026a1mun
Traducción: Ramón Vera Herrera
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In: Rebelión
http://rebelion.org/noticia.php?id=150722
España 4/6/2012

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