sexta-feira, 13 de dezembro de 2019

¿Cual es el origen de la actual crisis social?







Luis Casado,

 ingeniero chileno integrante del Centro de Estudios
Superiores Industriales, Francia.

La causa de las causas

El día que don Pedro Quijada, profe de Física en el Liceo Neandro
Schilling de San Fernando, atacó la primera clase, nos titiló la
pensadora con el Principio de Causalidad. Ese momento quedó grabado para
siempre en el disco duro de mi cafetera porque me dio la impresión de
que me abrían el cráneo y la luz entraba a raudales. Miles de dudas
acumuladas en fila india en los meandros neuronales de mi triperío
cerebral quedaron aclaradas de golpe. O eso me pareció en ese momento.

De ahí en adelante supe que para comprender un fenómeno hay que mirar
hacia atrás, visto que el 2º Principio de la Termodinámica le pone
flecha al tiempo: cada fenómeno tiene una genealogía, y se trata de
hurgar en sus orígenes hasta ponerla en evidencia. Simplemente
expuestos, el Principio de Causalidad unido al 2º Principio de la
Termodinámica sostienen que todo efecto tiene una causa y –detallito
simpático– que un efecto no puede preceder cronológicamente a la suya.

Así, el advenimiento de esta forma particularmente brutal del
capitalismo que llaman neoliberalismo no es sino el retorno a las
fuentes. En su origen el capitalismo fue bestial e inhumano al punto que
Marx pudo escribir que nació chorreando sangre y lodo por todos sus
poros. Si algo chorrea es eso: sangre. No hace falta ninguna
demostración visto que la tenemos ante nuestros ojos, si nos queda
alguno después de la represión con balines.

Hay que ser inmune a las náuseas para conservar la calma leyendo /La
Situación de la Clase Obrera en Inglaterra /(1845) de Friedrich Engels.
El horror del hacinamiento de millones de seres humanos en condiciones
más propias para las ratas, los niños amarrados con cadenas a las
Spinning Jennies –las hiladoras industriales que James Hargreaves
inventó en 1764 en Stanhill (Lancashire) – para que no huyesen de las 14
a 16 horas de trabajo diario a cambio de un salario miserable, son los
aspectos más visibles de las atrocidades que nutrieron la Revolución
Industrial.

Explotaron a millones de seres humanos hasta la muerte porque había que
acumular el capital necesario para desarrollar las fuerzas productivas
de manera inimaginable. A ese proceso le llamaron la “acumulación
primitiva”, sin precisar que la acumulación forma parte del mecanismo
intrínseco del capitalismo. En esto también se verifica el 2º Principio
de la Termodinámica: no hay vuelta atrás.

Simon Kuznets, –economista ruso avecindado en los EEUU, especialista de
las estadísticas, inventor de la muy mentada patraña conocida como PIB–
insinuó que en una fase inicial del capitalismo la explotación y la
acumulación eran imprescindibles, pero daban paso más tarde a una
generosa distribución de la riqueza que debía hacer la felicidad en la
Tierra. La ‘ciencia’ económica bautizó su estafa como ‘la Curva de
Kuznets’ y por ella le dieron el pseudo premio Nobel de economía en 1971.

La inexistencia de tal curva fue probada entre otros por Thomas Piketty
en sus libros /Los altos ingresos en Francia en el siglo XX:
Desigualdades y redistribuciones, 1901-1/998 y /El Capital en el Siglo
XXI/. Con ello Piketty no hizo sino probar que Marx tenía razón.

Karl Marx siempre consideró que su descubrimiento más notable en
Economía Política había sido la baja tendencial de la tasa de ganancia,
granito de arena que determina la inestabilidad del capitalismo y es la
causa de su futura desaparición.

La evolución de la economía capitalista, su desarrollo, dice Marx, trae
consigo una funesta tendencia a la baja de la tasa de lucro por unidad
de capital. El fenómeno tiene que ver con su composición orgánica, o sea
la continua progresión de la parte de capital constante con relación al
capital variable: la maquinaria, las herramientas, la tecnología, las
instalaciones, adquieren cada vez más importancia frente a la parte que
representan los salarios.

De modo que no hay tutía: para sobrevivir cada capitalista tiene que
crecer indefinidamente, y apropiarse parte del lucro que generan otros
capitalistas. Aun así, no basta. De modo que la mecánica del sistema lo
obliga –así sea un pan de dios o una madre Teresa de Calcuta– a
encontrarle solución a una cuestión que no la tiene: mantener, y aun
aumentar, la tasa de ganancia.

Como en el fútbol, el capitalista cree que ‘la ténica y la tática
condusen al ésito’ como decía un mentiroso con buzo muy dado a los
métodos extradeportivos. Se trata de intensificar la explotación de la
mano de obra, de capitán a paje, de obrero a gerente, pasando por toda
la nutrida escala de capataces, contramaestres, petitmaîtres, mayorales,
ayudantes y subalternos, incluyendo a los ‘profesionales’ que creen
estar al mando.

Para eso el capital busca mejorar la ‘productividad’ del trabajador, o
sea arrancarle más producto por hora trabajada. O bien aumentar las
horas de trabajo. O aun, reducir los salarios a un mínimo que no oso
llamar vital.

Desafortunadamente, la productividad no crece indefinidamente, ni
siquiera al precio del considerable aumento del capital constante
(maquinaria, herramientas, tecnología…). En los EEUU, durante décadas,
el aumento de la productividad se concentró en sectores como la gran
distribución que en Chile llaman retail. Walmart y similares redujeron
notablemente la cantidad de trabajadores por m2 de supermercado. Hoy por
hoy intentan suprimir hasta las cajeras, pero la treta tiene límites:
Amazon lo sabe, y no tiene ni siquiera supermercados.

La productividad está tan acotada que los patrones imaginaron la
introducción masiva de robots en los procesos productivos, sin
percatarse de que con ello no hacen sino agravar el fenómeno de la baja
tendencial de la tasa de ganancia. Isaac Asimov –un novelista– se había
dado cuenta. Los economistas pueden decir lo que quieran, pero de la
llamada Economía Clásica nadie ha logrado echar abajo la Teoría del
Valor: solo el trabajo humano lo genera. Ergo, mientras menos
trabajadores haya… menos valor se crea. Detallito suplementario: los
robots no cobran. Si no hay distribución de salarios, no hay consumo.
Ergo… ¿para qué producir tanto? Jean-Baptiste Say debe estar como
pirinola en su tumba.

En cuanto al aumento de las horas de trabajo, los capitalistas se vieron
confrontados a las luchas de los asalariados para disminuir la duración
de la jornada laboral desde el siglo XVIII. En el siglo XIX, poco a poco
se impuso la noción del día dividido en tres partes: 8 horas de trabajo,
8 horas de descanso y 8 horas de tiempo libre.

Pero lo cierto es que el gran capital es astuto, retorcido y taimado. El
tiempo total de trabajo de un currante no se mide solo por la duración
de su jornada. También hay que tomar en cuenta la cantidad de años
durante los cuales un asalariado genera lucro, ganancia o plusvalía, tú
la llamas como quieras: el capitalista habla del ROI (return on investment).

En los EEUU es común ver tatitas que trabajan a los 70 años de edad y
aun más viejos. No es que sean unos enamorados del curro, una suerte de
workaholic o trabajólico como dicen en Chile: pasa que sin trabajo no
viven. Las pensiones en los EEUU… el tema trae tela y da para un libro.

En Europa, en la posguerra, la edad de jubilación (nótese: jubilación
viene de júbilo, sinónimo de alegría…) se estableció en los 60 años. El
ingreso de sustitución –la pensión– se calculaba sobre la base de un
porcentaje de las remuneraciones de los últimos años de trabajo, o sea
de las remuneraciones más altas.

Si hoy los trabajadores galos están en las calles y tienen a Francia
paralizada, es porque poco a poco los gobiernos fueron degradando las
pensiones. Un truco consistió en calcular la pensión no sobre la base de
los últimos años de actividad, sino sobre la base del promedio de los
últimos 20, e incluso de los últimos 30 años, o sea de remuneraciones
significativamente más bajas. El socialista Hollande, y el ectoplasma
Macron congelaron las pensiones durante ya casi 10 años, y no contentos
con eso aumentaron los impuestos que pagan… los jubilados.

En cuanto al número de años de cotización necesarios para percibir una
pensión ‘plena’, aumentó primero de 37,5 a 40, y luego de 40 a 43 años.
En pocas palabras, para recibir una pensión cada vez menor, debes
trabajar 5,5 años más, o lo que es lo mismo 39.754 horas suplementarias.

La idea consiste en lograr –progresivamente– que cada currante trabaje
hasta los 70 años de edad, antes de exigirle que trabaje hasta que se
muera: de ese modo se ahorran hasta el pago de pensiones.

En cuanto a la reducción de los salarios, ya sea en los EEUU, en Francia
o en Alemania, las remuneraciones actuales equivalen a los salarios en
vigor hace 30 a 40 años. En Francia eso logró desplazar 10 puntos
porcentuales del PIB de la remuneración del trabajo a la remuneración
del capital.

Esto es, cada año, más de 200 mil millones de euros que ahora no cotizan
para las pensiones, ni para la Salud, ni para la Educación, reduciendo
proporcionalmente los recursos fiscales que financian los presupuestos
del Estado, o sea los servicios públicos.

La causa de todo esto, ya se dijo, es la tendencia a la baja de la tasa
de ganancia, y los remedios que el gran capital encuentra para
sostenerla. Tú ya puedes argüir lo que te dé la gana: el mecanismo
intrínseco del capitalismo, indetenible, imparable a menos de terminar
con el capitalismo, lo lleva a sustraer todo lo que la masa de
trabajadores asalariados logró en siglos de lucha, para asegurar su
propia supervivencia.

De ahí que privaticen todo, eliminen los servicios públicos, vendan o
roben el patrimonio del Estado, te obliguen a trabajar más por menos
dinero, y prolonguen tu agonía de currante hasta que te mueras.

El Principio de Causalidad se verifica una vez más. Cada país impone lo
que precede de acuerdo a su propia realidad. Como laboratorio de la
infamia tienen a Chile. Por eso, particularmente en Europa, se habla
poco del estallido social que comenzó en octubre: porque explotó el
laboratorio.

Los pretendidos éxitos del modelo terminaron en una inmensa hoguera en
la que arden las teorías pergeñadas por manadas enteras de
desvergonzados economistas funcionales.

Lo peor de todo es que, aun al precio de la pauperización generalizada
de miles de millones de seres humanos, el capitalismo no tiene
salvación. Sus contradicciones internas terminarán por arrojarlo al
abismo. Para colmo de males, destruye radicalmente las condiciones
medioambientales que permiten la existencia de la especie humana.

De ahí que no esté tan claro –eso postuló Bernard Maris antes de morir
en lo de Charlie Hebdo– que haya una salida para la Humanidad.

Pero ese es otro tema. Por lo pronto hemos identificado, gracias a Karl
Marx, la causa original de los desastres que vivimos hoy. El estallido
social planetario no lo van a parar con balines de goma.

In
OBSERVATORIO DE LA CRISIShttps://observatoriocrisis.com/2019/12/13/cual-es-el-origen-de-la-actual-crisis-social/
13/12/2019

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