domingo, 30 de junho de 2013

El neoliberalismo como “proyecto de clase”. Entrevista con David Harvey

por Elsa Roulet

En esta entrevista realizada por Elsa Roulet ·· David Harvey retoma el análisis
de la crisis del capitalismo, entendida como crisis del “proyecto de clase” que
es el neoliberalismo
Harvey, David. Geógrafo y Urbanista inglés, nacido en Kent en 1935. Ha
desarrollado el grueso de su carrera en los Estados Unidos y pertenece a la
cátedra de antropología del College University de Nueva York, tras haber
enseñado geografía y urbanismo en Oxford y Baltimore durante más de treinta
años. Estudioso en profundidad de la obra de Marx, en 1982 publica una obra
destacada de teoría económica, Los límites del capital. En 1985 publica dos
libros de ensayos sobre urbanismo, La conciencia y la experiencia urbana y La
urbanización del capital, y en 1989 aparece La condición de la postmodernidad
(publicado en español por Amorrortu), probablemente su obra más conocida, donde
investiga la emergencia de la cultura y del arte postmodernos como un efecto de
las transformaciones del capitalismo y de la aparición del postfordismo. Además
de las obras ya mencionadas es autor de Espacios de esperanza, Akal, (2000) y El
nuevo Imperialismo, Akal (2003). Ver en números anteriores de Herramienta, otros
trabajos publicados



En esta entrevista realizada por Elsa Roulet ·· David Harvey retoma el análisis
de la crisis del capitalismo, entendida como crisis del “proyecto de clase” que
es el neoliberalismo. Evoca asimismo las transformaciones de la clase obrera, la
situación en Europa y en EE UU, el papel que pueden desempeñar los intelectuales
críticos, y defiende la necesidad de construir una visión utópica si se desea
cambiar el mundo.

E. R. - Usted ha teorizado la adopción del neoliberalismo como una transición
del fordismo a un régimen de acumulación flexible [1]. ¿Cree que la crisis
económica que estalló en 2008 demuestra el fracaso de este modo de acumulación
flexible?
David Harvey - Esto depende de la manera en que se define el modelo de
acumulación flexible. Si se concibe como modelo para revitalizar el capitalismo
en su conjunto, yo diría que sí, pero que ya fracasó desde el principio. Si el
modelo se diseñó para concentrar y aumentar el poder de la clase capitalista, y
en particular de determinadas franjas de la clase capitalista, ha sido todo un
éxito. El crack de 2008 no fue sin duda un acontecimiento especial si se
contemplan todos los cracks que han tenido lugar desde 1997: el de Asia oriental
y sudoriental en 1998, los de Sudamérica en 2001. Todo ese periodo se
caracterizó por breves etapas de crecimientos interrumpidas por otros tantos
cracks, pero es indiscutible que estos cracks desempeñaron una función muy
importante en la consolidación de una riqueza y poder cada vez mayores en
fracciones cada vez más pequeñas de la clase capitalista. Creo que 2008 marcó
simplemente un paso más en esta vía hacia la concentración de riqueza y poder.
Por mi parte, comprendo el neoliberalismo ante todo como un proyecto de clase,
de consolidación y de refuerzo de la dominación. Creo que 2008 no marcó el final
de todo esto, una crisis de este proyecto de clase, sino un paso más.
Pero se podría decir que el liberalismo también era un proyecto de clase. ¿Cuál
es entonces la diferencia entre el liberalismo y el neoliberalismo?
Creo que la diferencia radica en el hecho de que el proyecto de clase que se
planteó a finales de la década de 1960 y comenzó a cristalizar realmente a
mediados de la de 1970 estaba mucho más centralizado, en la medida en que el
poder se había desplazado significativamente a favor del sector financiero. Este
último se convirtió en cierto modo en el agente principal. No ocurrió lo mismo
con el liberalismo. En la época del liberalismo se entendía que el sector
financiero debía facilitar la actividad productiva y su función era más la de un
lubricante que la de un motor del proceso de acumulación. Creo que el
neoliberalismo se caracteriza en mayor medida por lo que llamo la acumulación
por desposesión, y no por las formas clásicas de acumulación por expansión, por
crecimiento, formas clásicas que en determinados periodos no estaban en
contradicción con la idea del aumento del nivel de vida de los trabajadores. En
muchas partes del mundo, el aumento del nivel de vida de los trabajadores en las
décadas de 1960 y 1970 pudo producirse, en una época en que las tasas de
acumulación eran muy altas. Era un periodo en que los poderes financieros eran
significativos, pero no predominantes. Después surgió esta economía
caracterizada mucho más por la desposesión, a partir de los años setenta.

En esta evolución hacia el neoliberalismo, ¿cómo interpreta por un lado el papel
de las finanzas y por otro el de la globalización?
Ambas cosas están íntimamente ligadas. La moneda es lo que llamo la “forma
mariposa” del capital, que puede volar a donde le dé la gana. Las mercancías son
una especie de “forma oruga” del capital: se desplazan, pero lo hacen más bien
lentamente. La producción tiende a fijar la “forma crisálida” del capital. Al
otorgar más poder a las finanzas, se refuerza la “forma mariposa” del capital,
que tiene la capacidad de trasladarse casi a donde le plazca. Creo que ha habido
un proceso deliberado de refuerzo de la “forma mariposa” del capital, de modo
que ha podido posarse en territorios donde, por ejemplo, el coste de la mano de
obra es muy bajo, donde los impuestos son muy bajos. Así, los traslados resultan
más fáciles, con el resultado de que esto ha permitido rebajar los salarios de
los trabajadores en las antiguas zonas industriales del Norte, de América, de
Europa, etcétera. Asistimos por tanto a una desindustrialización de los centros
de producción clásicos. Esta desindustrialización se nutre del desplazamiento de
los puestos de trabajo a otros lugares y hacía falta algo que la facilitara; ese
algo fue la financiarización.
Parece que asistimos a una mercantilización creciente de “bienes immateriales”
como las ideas (con el fuerte aumento del número de patentes), la educación, la
cultura, así como a una mercantilización de la naturaleza (títulos financieros
sobre los genes, la lluvia, etcétera). ¿Cómo interpreta esta tendencia? ¿Qué
papel desempeña en esta crisis del capitalismo?

Producimos una cantidad cada vez mayor de plusvalía. Desde hace muchos años
existe ya un verdadero problema para encontrar lugares en los que colocar este
capital. Lo que ha sucedido en los últimos 30 o 40 años es que el capital se ha
interesado mucho más por el aumento del valor de los activos y por la
especulación en torno al valor de los activos. Sin embargo, en este proceso se
interesa cada vez más por la rentas, como hemos visto en particular con respecto
a la propiedad inmobiliaria, la renta de la tierra, los precios del suelo. Y,
desde luego, por los derechos de propiedad intelectual. De golpe se ha producido
una explosión de lo que se llama el sector rentista de la economía capitalista.
El sector rentista siempre ha sido muy importante. Por ejemplo: todo indica que
en los siglos XVIII y XIX el dinero que ganaban las clases superiores con el
arrendamiento y la apropiación de tierras era más cuantioso que el que sacaban
del sector manufacturero. Así que el sector rentista siempre ha sido importante,
en particular en la construcción de las ciudades. Y está claro que sigue
siéndolo; en determinadas áreas avanzadas del mundo capitalista, los
rendimientos de la propiedad de tierras y de activos son muy altos, y la
propiedad intelectual es una nueva forma de propiedad, que siempre ha estado
presente de alguna manera, pero que ahora ha cobrado mucha importancia. Y si uno
puede ganar dinero por el mero hecho de ser propietario de patentes, si uno
puede obtener buenos rendimientos del capital sin necesidad de emplear a ningún
trabajador, ¿por qué iba a molestarse en producir? Así pues pienso que en el
curso de los últimos 30 a 40 años ha habido numerosos signos de que estaba
construyéndose un potente sector rentista, con ingresos procedentes de las
rentas de toda clase de fuentes: tierra, propiedad de recursos, propiedad de
derechos de distinta naturaleza, entre ellos, por supuesto, los derechos de
propiedad intelectual. Este sector en su conjunto es ahora mucho más
significativo en la actividad capitalista y además no emplea a muchos
trabajadores.

Usted ha elaborado el concepto de acumulación por desposesión, que ha suscitado
numerosos debates. En ocasiones se ha considerado que es demasiado amplio. ¿Qué
conclusiones teóricas y políticas extrae de estos debates?

Creo que en cierto modo era un argumento muy general y que existen diversas
clases de desposesión. Algunos han preguntado, por ejemplo, si acaso lo que
ocurre en el proceso de producción no es una desposesión del excedente que
producen los trabajadores. Es una forma de desposesión, pero no se presta
atención a las distintas formas de desposesión que se producen en otros ámbitos,
en la circulación del capital. Esto es lo que yo quería formular teóricamente al
analizar el circuito del capital. Cuando contemplamos el circuito del capital,
vemos que está el circuito de las mercancías, el circuito de la moneda, el
circuito de la producción, todo ello está en el segundo tomo de El Capital.
Estos distintos circuitos están integrados entre sí, pero cada uno tiene su
agente: el circuito de la moneda tiene el sector financiero, el circuito de la
producción tiene el sector industrial, el circuito de las mercancías tiene el
sector comercial. Entonces la cuestión que se plantea es la siguiente: ¿de qué
manera estas esferas distintas reivindican el excedente y cómo se apropian
efectivamente de él? Mi tesis es que el sector financiero y el circuito de las
mercancías operan según un principio de acumulación por desposesión, porque lo
que hacen es utilizar su control sobre las mercancías o su control sobre la
moneda para detraer una tasa, una tasa que arrebatan a los trabajadores. Por
tanto, en cierto modo la burguesía puede recuperar a través de los banqueros y
los financieros todo lo que puede conceder en el ámbito de la producción.
Analicemos la cuestión de saber dónde se realiza la plusvalía, por oposición a
dónde se produce. Marx explica que se crea en la producción, cosa que no pongo
en duda en absoluto. Con lo que no estoy de acuerdo es con la suposición de que,
por crearse en la producción, también se realiza en la producción. De hecho, es
posible que tan solo una parte muy pequeña de la plusvalía se realice en la
producción. Si contemplamos el ejemplo que ya he utilizado y que es el de [la
cadena de supermercados] Wall Mart, que es una organización comercial
capitalista, veremos que obtiene elevadísimas tasas de beneficio sobre la base
de la subcontratación a productores chinos, que a su vez obtienen unas tasas de
beneficio muy bajas. Se trata por tanto de una relación de acumulación por
desposesión. Podemos ir todavía más lejos con la cuestión que ya he planteado de
saber cómo el capitalismo adquiere activos y luego trata de valorizar esos
activos. Pues bien, a menudo los roban a los miembros de otras clases. Hay algo
así como seis millones de viviendas en EE. UU. que han sido desahuciadas, es
decir, seis millones de familias que han perdido su hogar. ¿Qué ocurre con esas
viviendas? De momento tienen un precio muy bajo. Han sido adquiridas por grandes
grupos capitalistas que las mantienen durante dos o tres años, a la espera de
que el mercado se recupere, y entonces se llenan los bolsillos. Viviendas
recuperadas al precio de, pongamos, 200.000 dólares por unidad se venderán
entonces a 300.000 o 400.000 dólares cada una, siempre que el mercado se
relance. Se trata de una actividad especulativa, es lo que llamo acumulación por
desposesión. También existen formas de atraco directo cuando se suprimen las
pensiones de jubilación, se recortan los derechos a la sanidad, o cuando un bien
gratuito producido hasta ahora por el Estado se vuelve oneroso, como por ejemplo
la universidad o la educación en general. Yo pude gozar de una educación
gratuita en Gran Bretaña, pero ahora los que estudian tienen que pagar. En EE.
UU. el coste de la educación aumenta cada vez más, los estudiantes se endeudan y
ya existe una enorme deuda estudiantil. Esto también es una economía de
desposesión. Lo que deduzco de todo esto es que las formas que adopta la
desposesión son muy variadas, y como término general resulta probablemente
demasiado ambiguo decir tan solo que “es una economía de desposesión”. Debemos
estar más atentos a las formas de desposesión que se producen y dónde se
producen. Creo que es buena idea desarrollar una comprensión más sofisticada de
las distintas formas que puede adoptar la desposesión, esto es lo que concluyo
de los debates. Pero no quiero en modo alguno replantear la idea de que
constituye una parte muy importante de la estructura de la explotación en una
economía capitalista.

Y políticamente, ¿qué conclusión saca usted de estos debates en torno al
concepto de desposesión?

Desde el punto de vista político, lo que deduzco es la idea de la resistencia a
la acumulación por desposesión. Que hay mucha resistencia, en todas partes, y
que esas formas de lucha forman parte de la dinámica general de la lucha de
clases. Esto desplaza el centro de atención de la organización y de la
teorización política, alejándolo de lo que a menudo ha sido el centro de
atención exclusivo de determinadas organizaciones de izquierda, a saber, la
fábrica, para trasladarlo, por ejemplo, a la ciudad. Si contemplamos las
estructuras de la explotación en y alrededor de una ciudad, veremos la
explotación rentista, la explotación comercial. De este modo empezamos a tener
una noción muy distinta de lo que es la política de resistencia a la acumulación
capitalista, una vez se integran todas estas demás formas de explotación en el
paisaje.

En un artículo publicado en Counterpunch en 2009, usted escribió que la clase
obrera no siempre está, y no lo está en todos los países, en condiciones de
situarse en la vanguardia de la lucha social y política. ¿Puede desarrollar esta
idea?

Hay dos maneras de verlo. Podría decir que la clase obrera, tal como ha sido
definida tradicionalmente, no está en condiciones de estar en la vanguardia y
que en ciertos casos los movimientos sociales o políticos han estado en la
vanguardia. Si examinamos fenómenos como la revuelta zapatista, veremos que no
fue una revuelta de la clase obrera, sino una revuelta campesina. Era también
una revuelta contra la acumulación por desposesión; y lo mismo ocurre, por
ejemplo, con respecto a las guerras del agua en Bolivia, en Cochabamba, donde
también se trataba de una lucha contra la acumulación por desposesión. Y las
luchas en El Alto, donde una ciudad entera se rebela y destruye el poder
presidencial y abre la vía de acceso al poder de Evo Morales. Estos movimientos
revolucionarios han sido muy fuertes y potentes, y no se basaron en una clase
obrera tradicional. Lo que quiero decir es que si analizamos las dinámicas de la
urbanización y nos planteamos la cuestión de “¿quién produce la ciudad, quién
reproduce la ciudad?”, y si decimos que todos los que producen y reproducen la
ciudad forman parte de la clase obrera urbana, entonces esta abarca mucho más
que los trabajadores fabriles, para incluir al personal doméstico, a los
taxistas, por lo que tenemos una concepción diferente de la clase obrera. Estoy
a favor de cambiar nuestra concepción de quién constituye la clase obrera y de
qué tipos de puesto de trabajo son cruciales. Hemos visto ejemplos, he
mencionado El Alto, la gran fuerza que tenían sus habitantes para bloquear
totalmente la ciudad, lo que de hecho es una huelga general, una huelga en el
espacio urbano. Pienso que las huelgas de transportes son muy eficaces; en
Francia, por ejemplo, ha habido huelgas muy importantes en los transportes, en
la década de 1990 y en la de 2000. Se puede paralizar una ciudad, y paralizar
una ciudad es un tipo de instrumento muy eficaz en la lucha de clases. Y no son
únicamente los trabajadores de las fábricas quienes van a hacerlo, hace falta
que sea la ciudad entera la que secunde esta acción. Por tanto, o bien decimos
que “la clase obrera está aquí” y “aquellos” son otros movimientos sociales, o
bien cambiamos nuestra concepción de la clase obrera. Pienso que es preferible
cambiar nuestra concepción de la clase obrera.

¿Cómo interpreta usted la crisis de la Unión Europea? Parece que estamos
asistiendo a un proceso de radicalización neoliberal, justo en el momento en que
surgen relaciones neocoloniales entre el centro de Europa y la periferia, en
particular con la crisis de la deuda griega.

Me parece que hay que analizar la crisis de la U.E. en términos de clase. No
cabe duda alguna de que la creación del euro, por ejemplo, fue una operación muy
ventajosa para la clase capitalista, y en particular para las fracciones de la
clase capitalista que se hallaban en los sectores más avanzados, en los países
más avanzados de la Unión. Tenemos por tanto un ámbito geográfico desigual en el
que se produce una unificación, que resulta muy ventajosa para Alemania en
particular, aunque no solo para Alemania. Alemania ha ganado mucho con la
creación del euro, y cuando se examina lo ocurrido con las economías del sur de
Europa en general, y de Grecia en particular... No diré que los griegos no hayan
causado por sí mismos algunos de los desastres, al llevar a cabo toda clase de
engaños contables, etcétera, pero por otro lado Grecia se ha convertido en un
mercado maravilloso para Alemania, que ha podido explotarla al amparo de sus
superiores capacidades productivas y de organización. Alemania, en efecto, ha
podido aplicar una política de acumulación por desposesión a través de Grecia y
reducir la capacidad productiva de Grecia. Y cuando han surgido los problemas,
está claro que no había ninguna obligación por parte de ningún miembro de la
Unión de ayudar a otro miembro. A partir de entonces se produjo un desarrollo
geográfico desigual de la crisis, que se abate sobre las poblaciones y los
territorios más vulnerables. Un caso análogo en EE. UU. sería el del Estado de
California, que ha conocido dificultades notables, pero que no ha corrido la
misma suerte que Grecia porque el gobierno federal ha tenido que pagar el
Medicare etcétera, mientras que con respecto a Grecia no existe esta obligación.
Asistimos entonces a circunstancias extraordinarias en que la gente se hunde en
una penuria total en Grecia, en muchos aspectos a causa de la política de
austeridad impuesta por los poderes de la clase capitalista, cuyos intereses
principales están concentrados en Alemania y el norte de Europa. Me parece que
esta geografía desigual no cambiará a corto plazo. Tampoco percibo ningún cambio
de política, por lo que creo que este va a ser un problema duradero para Europa,
que no necesariamente se resolverá con la salida del euro de los países del sur.
Por tanto, se trata de una especie de dilema permanente que a mi juicio solo
podrá resolverse mediante una completa federalización de la base social de la
economía, mediante una colectivización de los derechos de pensión y este tipo de
cosas, cosa que políticamente es imposible, no creo que nadie votaría por eso.

¿Cree que en estos momentos asistimos a un viraje de tipo keynesiano en EE. UU.?
¿Es posible que el gobierno de Obama se aleje del neoliberalismo y aplique
políticas más keynesianas?

EE. UU. nunca ha sido puramente neoliberal, sino bastante keynesiano hasta
ahora. Ha sido neoliberal de palabra, particularmente en aspectos como el
salario social y la protección social, etcétera, pero jamás ha sido estricto con
respecto a la financiación por el déficit. El déficit de George Bush II financió
dos guerras, reducciones de impuestos para los ricos y un enorme programa social
de acceso a los medicamentos que fue muy beneficioso para las compañías
farmacéuticas. Ronald Reagan, que es una de las figuras asociadas al
neoliberalismo, era de hecho un keynesiano en materia de defensa y financió la
pulseada con la URSS a través de la deuda pública. EE. UU. siempre ha sido un
caso particular: su retórica sobre el sector público siempre ha sido muy
neoliberal, pero sus prácticas siempre han sido parcialmente keynesianas. Lo que
resulta interesante en la coyuntura actual es que el Partido Republicano, que de
hecho compartió bajo George Bush este enfoque de tipo keynesiano para hacer la
guerra, cuando perdió el poder decidió llevar de verdad hasta el extremo la
política de austeridad. Así trata de impedir la posibilidad de un programa
ligeramente expansionista, vagamente keynesiano, que preconiza el gobierno de
Obama desde el principio. Pienso que están pisando terreno resbaladizo, pues no
controlan más que la Cámara de Representantes, y si se puede demostrar a los
estadounidenses que lo que impide la recuperación de EE. UU. es la manera en que
el Partido Republicano actúa en la Cámara de Representantes, entonces
asistiremos en las elecciones de 2014 a la transferencia del poder a los
Demócratas, el Partido Republicano estará acabado. Claro que también es posible
que esto no suceda, se trata de una situación muy compleja. Creo que hay
miembros del Partido Republicano que se dan cuenta de que se hallan en terreno
resbaladizo y que intentan cambiar, aunque sin mucho éxito de momento. Hasta
ahora nunca se ha dudado en EE. UU. en emplear prácticas keynesianas, en
particular la financiación por el déficit, y en ser antikeynesianos en materia
de programas sociales, de protección social, y resueltamente antikeynesianos
cuando se trata de otorgar más poder a las organizaciones e instituciones de la
clase obrera. El neoliberalismo de EE. UU. siempre ha sido sospechoso, su
pragmatismo le ha llevado siempre a hacer lo que beneficia a las clases
superiores, y ha sido limitado por este criterio. No creo que esto vaya a
cambiar gran cosa, aunque pienso que en este momento el gobierno de Obama tiene
muy claro que la tasa de crecimiento de EE. UU. es muy baja y que existe la
posibilidad de una segunda recesión. Este gobierno, si tuviera las manos libres,
apostaría por prácticas expansionistas, hasta cierto punto incluso por prácticas
expansionistas que implicaran otorgar más poder a las organizaciones e
instituciones de la clase obrera. Creo que la idea de una política ligera y
parcialmente keynesiana bajo el gobierno de Obama ya se ha planteado y aceptado,
pero no será refrendada por la Cámara de Representantes controlada por los
Republicanos, a menos que estos últimos comprendan que esto les llevará a un
desastre electoral si la gente percibe que ellos son el obstáculo. Está por ver
cómo evolucionan las cosas.

A su juicio, ¿cuál puede y debe ser el papel de los intelectuales o
universitarios críticos?

Hay dos cosas. Lo que ocurre en el mundo universitario forma parte, desde luego,
de la lucha de clases, es la lucha de clases en el ámbito de las ideas. Por
tanto, una cosa que me gustaría que hiciéramos todos es luchar en el mundo
universitario por diferentes tipos de producción de saberes, de reproducción de
saberes. Los que están fuera de la universidad piensan a menudo que esta es una
torre de marfil, pero no es así, la universidad es un terreno de lucha bastante
encarnizada. Durante un tiempo estuve tratando de mantener abiertos los espacios
en el interior de la universidad en los que pudieran desarrollarse cosas como
las que centraban mi trabajo, y es muy duro cuando se hace frente a las
presiones de la transformación neoliberal y administrativa de las organizarse en
el seno de la universidad, y eso lleva mucho tiempo. Pero creo que también
tenemos la obligación de tomar ciertas cosas sobre las que reflexionamos y
presentarlas de manera que sean comprensibles para un público amplio, pensando
en cómo la gente puede leer esto y extraer sus propias conclusiones. No creo que
los universitarios conozcamos mejor el mundo que cualquier otra persona. Mi
opinión es que cuando trabajo con organizaciones sociales, estas saben qué es lo
que quieren y lo hacen mejor que yo, y no es mi tarea decirles qué tienen que
hacer, eso ni se me ocurriría. Pero el momento en que tal vez yo puedo ser útil
es cuando quieren saber cómo lo que están haciendo se relaciona con lo que
ocurre en el capitalismo, cuál es la relación entre lo que hacen y la lucha
anticapitalista. Si quieren reflexionar sobre esta relación, podemos sentarnos
juntos y tratar de comprender lo que hacen en relación con prácticas y
cuestiones más amplias. Creo que en el mundo universitario tratamos de
desarrollar este panorama de cómo funciona la economía, o cómo se aplica la
política, y a veces esto es útil para las organizaciones políticas y los
movimientos sociales. Así que creo que es preciso mantener abiertos los espacios
en el interior del mundo universitario para trabajos progresistas y estrechar
lazos con organizaciones sociales para aprender de ellas y que ellas aprendan de
nosotros en el proceso de lucha política.

Sin embargo, con las tendencias a la privatización de la educación, en
particular de la enseñanza superior, parece más difícil mantener este espacio y
esos debates en el seno de la universidad.

Así es. Todos estamos siendo atacados, inclusive en la universidad. Y por
supuesto, si contemplamos el proceso de trabajo en el mundo académico, en EE.
UU. ahora la mayor parte de la enseñanza corre a cargo de empleados que no
tienen un contrato fijo y que viven en unas condiciones económicas muy
precarias. Este es otro campo de batalla en relación con las condiciones de vida
de las personas empleadas en las universidades. No es una situación fácil, pero
¿qué se puede hacer? Hay que organizarse y luchar, como en todas partes.

¿Cuál es su visión personal de una sociedad socialista [2], si “socialista” es
la palabra adecuada?

Hay varias maneras de construir una visión utópica. Creo que siempre existe la
necesidad de tener en mente una visión utópica, de una manera u otra, un lugar
al que deseamos llegar, aunque al final no lleguemos, en cierto sentido no
importa mucho si se llega o no. Si se tiene una visión, tratando de cambiar las
cosas, estas se mueven en una dirección u otra. No tengo un esquema fijo, he
escrito uno en el apéndice a un libro que se titula Spaces of hope, una especie
de descripción utópica de una sociedad construida durante un periodo de 20 años.
Y creo que necesitamos un modo de construcción por la negación. Si se comprenden
los aspectos del capitalismo que no nos gustan, ¿qué rechazaríamos, cómo sería
una sociedad que ya no funcionara sobre la base del valor de cambio, sino sobre
la base del valor de uso, qué formas de coordinación de la división social del
trabajo se crearían, cómo se implementaría para asegurar que el abastecimiento
de cada uno en valor de uso fuera suficiente, que no se produjeran bloqueos
completos ni rupturas, ni penurias? Son cuestiones muy pragmáticas. Es posible
por tanto trabajar sobre esta clase de ideas, construir por negación: no
queremos hacer esto coordinándonos a través del mercado, queremos hacerlo de una
manera distinta, a través de los trabajadores asociados en colaboración, los
trabajadores asociados que organizan la división social del trabajo de manera
que todo el mundo tenga lo que necesita. Con la informática tenemos la
posibilidad de coordinar los inputs y outputs[3]/3 de un modo distinto. Algunas
fábricas recuperadas en Argentina funcionan ahora en red gracias a los
ordenadores y organizan los flujos de inputs y outputs de manera que comienzan a
coordinarse entre sí, pero no se trata de una planificación centralizada, es
algo que se organiza en red, sin ningún planificador central. Creo que con las
tecnologías que tenemos ahora existen nuevas posibilidades de plantear estas
cuestiones de un modo distinto y que podemos construir una visión utópica en la
que los trabajadores asociados controlen los medios de producción, se organicen
y tomen sus propias decisiones en cada unidad productiva, pudiendo coordinarse
entre sí, comunicarse entre sí para responder a las necesidades de todos y
todas.




·· Elsa Bouletes colaboradora de la revista Contretemps
http://www.contretemps.eu/en cuyo sitio se publicó esta entrevista el 24/03/13.
Traducción de Viento Sur http://www.vientosur.info/ Agradecemos a ambas
publicaciones amigas la autorización para su reproducción.


[1] La acumulación flexible designa el fenómeno de la “flexibilización” del
trabajo desde la década de 1970: la subcontratación, la jornada parcial, la
producción “justo a tiempo”, las actividades informales se han convertido en
elementos cruciales del procedo de producción. Esta “flexibilización” (o dicho
de otro modo, precarización) no se implanta del mismo modo en todas partes y es
más importante en los “países emergentes”. Corresponde a una transformación de
la gestión de las empresas, centrada cada vez más en un funcionamiento de
mercado (subcontratación de actividades, asegurando rentas importantes a los
accionistas) en detrimento de una gestión “interna” de la empresa.
[2] En inglés “socialist”.
[3] Términos que designan lo que “entra” (inputs) en el proceso de producción
(materias primas, fuerza de trabajo) y lo que “sale” (outputs: productos,
mercancías).
******
In:
http://www.kaosenlared.net/component/k2/item/61762-el-neoliberalismo-como-“proyecto-de-clase”-entrevista-con-david-harvey.html
30/06/2013

Nenhum comentário:

Postar um comentário