sábado, 14 de outubro de 2017

El fin de las sociedades democráticas en AL



Raúl Zibechi

Escena 1: Semanas atrás en un  centro cultural de la localidad de Munro, en la
zona norte de Buenos Aires, se presentó la Orquesta Típica Fernández Fierro, una
de las más potentes bandas de tango de la actualidad argentina. En cierto
momento, cerca del final del recital, uno de los 13 músicos tomó el micrófono
para decir: Queremos que aparezca Santiago Maldonado.
La mitad del público, de unas 500 personas, se retiró del local con gritos e
insultos contra los músicos. Salieron de golpe, como si hubiera un resorte en
las butacas, según uno de los miembros de la banda. Entre los improperios
llegaron a escuchar algo que los dejó perplejos: Ustedes rompieron todo y
nosotros tenemos que pagarlo (goo.gl/A1gu6b). Esa brutal reacción se produjo
porque pidieron por la vida de un joven solidario con los mapuche desaparecido
por la Gendarmería.
Escena 2: La exposición Queermuseu-Cartografías de la Diferencia en el Arte
Brasileño, que llevaba un mes en cartelera en el centro Santander Cultural en
Porto Alegre, fue cancelada por el banco que la auspiciaba por el vendaval de
reproches que recibió en las redes sociales. Los críticos acusaban a la muestra
artística de blasfemia y de apología de la zoofilia y la pedofilia
(goo.gl/kDnZiq).
Se trataba de 270 obras de 85 artistas que defienden la diversidad sexual. Las
críticas provinieron básicamente del Movimiento Brasil Libre (MBL) que jugó un
papel destacado en la caída del gobierno de Dilma Rousseff, convocando
manifestaciones con millones de participantes. Como señala la crónica, se trata
de un grupo conservador nacido en 2014 que ha venido cobrando fuerza con el giro
de la sociedad brasileña a la derecha.
En un comunicado, Santander llamó a reflexionar sobre los retos a los que nos
debemos enfrentar en relación con las cuestiones de género, diversidad y
violencia, entre otras cosas. Pero la amenaza de boicot por el MBL pudo más que
cualquier razonamiento.
Puede imaginarse el nivel de agresividad que soportan los sectores populares, si
un banco multinacional y una orquesta célebre son acosados de ese modo. En este
punto quisiera reflexionar sobre lo que considero como la erosión de las bases
culturales y políticas de las democracias, ante la brutal polarización social
que se vive en los principales países de la región.
El primer punto consiste en observar la profunda grieta social existente, que se
agrava con el modelo extractivo y la cuarta guerra mundial en curso. Una parte
de las sociedades optó por atrincherarse en sus privilegios, de color y de
clase, que se resumen en vivir en barrios consolidados donde no les falta el
agua y las viviendas son seguras. Este sector abarca a la mitad de la población,
la que tiene acceso a la educación y la salud porque puede pagarlas, los que
tienen empleos medianamente bien remunerados pero sobre todo estables, los que
pueden viajar incluso en aviones, dentro o fuera de sus países. Son las y los
ciudadanos que tienen derechos y son respetados como seres humanos.

El segundo punto es que la democracia electoral tiene sentido sólo para ese
sector, aunque no sean los únicos que acuden a las urnas. Pueden elegir a los
candidatos que los representan, que suelen ser de su mismo color de piel (en
general varones blancos), que tienen estudios universitarios, son reconocidos y
estimados por los medios de comunicación, que les abren generosamente sus
espacios.
No es cierto que no exista democracia en América Latina. Es una democracia a la
medida de la parte integrada de la población. Estamos ante dos sociedades que no
se reconocen. Los medios argentinos sostienen que quienes preguntan por el
paradero de Santiago Maldonado nos han declarado la guerra. O peor, grandes
medios que se dicen respetuosos de la democracia, asimilan a los mapuche con el
Estado Islámico (goo.gl/t3GQRm).
El tercer punto es la retroalimentación entre poder político y sociedad. Se
suele argumentar que esta parte derechista y conservadora de la sociedad toma la
ofensiva cuando las derechas son gobierno. En parte, es cierto. Pero también es
verdad que el activismo de ese sector es el que ha llevado a las derechas a los
gobiernos, sobre todo en Brasil y Argentina.
Pienso que es necesario preguntarse porqué emergió una nueva derecha capilar tan
reaccionaria, tan incapaz de dialogar, que ha desgarrado el tejido social, desde
Estados Unidos hasta Sudamérica. Trump es la consecuencia, no la causa.
La causa está en el modelo extractivo y la cuarta guerra mundial. Cuando el
modelo ha sido administrado por el progresismo, esa derecha emerge incluso con
mayor intransigencia, porque detesta a los pobres con los que a menudo debe
compartir sus espacios. Podemos decir que estamos ante unas clases medias
funcionales a la cuarta guerra mundial, dispuestas a aplastar a los de abajo sin
miramientos.
El cuarto punto, finalmente, somos nosotros, los que queremos derrotar al
capitalismo pero no sabemos bien cómo hacerlo. Lo primero es tener claro que el
sistema se está desintegrando y una de sus consecuencias es la ruptura de la
sociedad.
Los de arriba y los del medio se protegen; los de abajo no tenemos lugar en sus
escuelas ni en sus hospitales, ni en sus medios ni en sus urnas. Esto no quiere
decir que no reclamemos, no exijamos, no negociemos.
Cuando reclamamos podemos hacerlo porque realmente esperamos que nos van a dar
lo que nos corresponde, o como pedagogía política, para mostrarle a los nuestros
los límites del sistema. Porque sí existe un nosotros y un ellos, como siempre
lo tuvieron claro los obreros industriales hasta, digamos, el último tercio del
siglo pasado.
Si llegamos a la conclusión que ya no existe una sociedad de derechos, nuestras
estrategias deben adaptarse a esta nueva realidad. Debemos crear nuestra
estrategia, con nuestras reglas de juego en nuestros territorios, porque las
bases sociales y materiales de las democracias han sido erosionadas por este
modelo de guerra y despojo.

In
LA JORNADA
http://www.jornada.unam.mx/2017/10/13/opinion/021a1pol
13/10/2017

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