terça-feira, 2 de outubro de 2012

Construyendo y experimentando proyectos económicos alternativos

02-10-2012
Mercado Social
Construyendo y experimentando proyectos económicos alternativos
Toño Hernández
Revista “Papeles” de la FUHEM ecosocial. Nº 118
El capitalismo se ha revelado como un sistema económico incapaz de dar
satisfacción y respuesta a las necesidades de las mayorías sociales. Es un
sistema que, para mantener sus tasas de ganancia y la acumulación, no duda en
desmontar derechos sociales y laborales, en expropiar al conjunto de la
ciudadanía de recursos colectivos ni en destruir territorios y ecosistemas.
Pero para llevar esto a la práctica, el capitalismo necesita de agentes
institucionales, empresas y personas concretas que apliquen, consciente o
inconscientemente, voluntaria o involuntariamente, determinados valores,
prácticas  y procedimientos que permitan el objetivo de la acumulación.
En el otro lado del mercado, como consumidores, también se nos impone la fuerza
de la publicidad, del desconocimiento, de las economías de escala, que nos
impiden encontrar alternativas con las que mitigar nuestra desazón por tener que
comprar (dar nuestro dinero en definitiva) a los principales responsables del
desastre, convirtiéndonos en piezas necesarias de la máquina de la destrucción.
Sabemos que existen desde hace mucho tiempo empresas, organizaciones y grupos
variados que funcionan con otras lógicas: comercio justo, consumo responsable,
finanzas éticas, grupos autogestionados de consumo, empresas de inserción
social... que se enfrentan a grandes dificultades. La principal, tener que
enfrentar sus principios en un entorno económico inmoral que apenas deja cabida
para comportamientos económicos éticos.
Surge entonces la pregunta de si será posible unir todas esas prácticas en un
espacio económico auto-referente que sea capaz de funcionar con cierta autonomía
respecto a los mercados capitalistas. La respuesta es claramente que sí, puesto
que ya hay experiencias en este sentido, pero conviene explorar las
posibilidades, limitaciones y criterios que puede o debe tener ese espacio; y en
concreto el llamado Mercado Social[1]que estamos construyendo en el estado
español diferentes organizaciones.[2]
De donde viene el Mercado Social
Hace ya varios años, desde el cooperativismo real se vienen planteando
reflexiones sobre la necesaria inter-cooperación y sobre la conveniencia de
desarrollar redes económicas que trasciendan la “pequeñez” de los proyectos
individuales:
“Las cooperativas, en concreto, y las empresas sociales, en general, están
abocadas a inter-cooperar entre ellas, creando redes de producción y creando una
franja de consumidores intermedios y finales fieles, si no quieren caer en la
sobreexplotación, la marginalidad, o siendo satélites (llegando a ser
franquicias de las transnacionales, por ejemplo) o, bien, asimiladas, explícita
o tácitamente, a la empresa capitalista”.[3]
Particularmente desde REAS (Red de Economía Alternativa y Solidaria)[4], aunque
no sólo, se van diseñando propuestas en ese sentido tanto desde las diferentes
secciones territoriales como de forma coordinada, que van dando resultados
diversos aunque sinérgicos.
En el ámbito de Madrid[5], se produce en 2010 una confluencia entre diversas
entidades: redes cooperativas como La Madeja, La Traviesa y REAS Madrid; medios
de comunicación como Diagonal y ConsumaResponsabilidad; entidades de finanzas
éticas como Fiare y Coop57; centros sociales como El Patio Maravillas y La
Piluka; o personas a título individual que participan en movimientos sociales.
Existía la conciencia clara de que todas esas experiencias, dispersas las unas
de la otras, difícilmente podrían presentar una propuesta alternativa real. Era
necesario que esas organizaciones tomaran conciencia de sus diferencias con la
economía capitalista. Necesitábamos conocernos y reconocernos entre nosotras
como afines en nuestros valores, principios y en nuestra crítica al modelo
económico actual, aunque diversas y diferentes en nuestras prácticas. Y para
todo eso, resultaba imprescindible ponernos en relación.
En ese proceso se van respondiendo a las preguntas, inquietudes y deseos
iniciales que nos hacíamos: ¿Qué pasaría si todas las pequeñas iniciativas que
van en esa línea empezaran a coordinarse y organizarse en redes? ¿Qué pasaría si
juntáramos recursos y esfuerzos para crecer y fortalecernos? ¿Qué pasaría si
fuéramos capaces de construir un circuito económico único, compartido y
coherente con esos valores que compartimos?
La respuesta a la que llegamos fue que podríamos tener un mercado alternativo.
Un  mercado con valores y prácticas radicalmente diferentes
Conviene referirnos a algunas características de la empresa o del “homo
economicus” capitalista que nos resultan esencialmente rechazables, y de los
necesarios contravalores positivos cuando hablamos de construir una economía
alternativa.
Tenemos en primer lugar el egoísmo. Ya sea individual o corporativo es el
principal mito capitalista inoculado en la conciencia social para justificar la
competencia, la lucha a muerte con las otras empresas, que el pez grande (mas
eficiente) se coma al más chico, para justificar en definitiva un mercado lleno
de cadáveres en el que sólo sobrevive el más fuerte y poderoso.
Un Mercado Social alternativo al capitalismo debe rechazar de plano este
criterio y sustituirlo por la cooperación, una estrategia que ha sido mucho más
importante a lo largo de la historia, tanto para el desarrollo de la vida como
de la propia especie humana. Cooperación que no significa ignorar las
diferencias, la necesidad de aumentar la eficiencia, de mejorar productividades,
de premiar de alguna manera a quienes mejor hacen las cosas. Pero que significa
sobre todo ayudar, esperar y empujar a quien va más lento y tiene más
dificultades.
Estrategias (compartir, complementar, repartir trabajo...) que ya se utilizan,
utilizamos, en redes de empresas cooperativas, que no siempre es fácil aplicar y
menos en contextos de crisis y actuando dentro del mercado capitalista, pero que
sin duda están dando mejores resultados que el ir cada cual por su lado.
Un segundo elemento es el afán de lucro; el enriquecimiento personal y la
acumulación se nos presentan como el gran motor o aliciente para hacer crecer la
economía, la riqueza y el bienestar. Sin embargo lo que realmente ha conseguido
es la concentración de la riqueza y el poder, la expropiación a la  mayoría de
los instrumentos básicos para la supervivencia, unas desigualdades sociales de
magnitud nunca vistas en la historia.
Frente a esto es posible situar, también hay ejemplos, modelos basados en los
beneficios limitados, en la dedicación de los excedentes a otros menesteres (no
hablamos del lavado de imagen corporativo de algunas fundaciones), de la
auto-contención personal y empresarial buscando un equilibrio entre la
viabilidad económica y una buena vida.
Como tercer punto tenemos que una empresa capitalista, y un gestor de la misma,
solo debe mirar la cuenta de resultados, el “bien” de los accionistas; no puede
ni debe hacer otra cosa, es un ente supuestamente amoral. Pero lo que eso oculta
es la inmoralidad manifiesta en el hecho de no preocuparnos por las
consecuencias de nuestras acciones.
A una empresa de la economía solidaria le preocupan las personas: los
trabajadores propios y las personas que se ven afectadas por su actividad
económica. Le preocupa el entorno natural y social en que se desenvuelve o al
que afecta, y se pregunta o cuestiona como devolver, restituir o mejorar lo que
ese entorno proporciona para el funcionamiento de la empresa. Ésta no existe en
el “vacío”, vive en un territorio, en un contexto y en un tiempo que debe ser
tenido en consideración.
En cuarto lugar, observamos que la opacidad y el secretismo devienen en
condiciones necesarias para la empresa capitalista. Conocimiento privado para
presionar, especular o corromper, es lo que da ventaja en la loca carrera por
destruir a los demás. Opacidad que hace de la ciudadanía y las personas
trabajadoras sujetos pasivos e ignorantes del funcionamiento económico, de la
toma de decisiones, del porvenir de sus empleos.
La transparencia se convierte en una de las necesidades básicas para otro modelo
económico: en las diferentes condiciones salariales, en las laborales, en las
cuentas, en los objetivos. Las empresas tienen que dejar de ser “cajas negras”
en la medida en que actúan e inciden sobre nuestra vida, nuestro entorno y
nuestro futuro.
Hay que romper el mito del “laissez faire”, de la “mano invisible” que oculta
inmensas desigualdades en el acceso a la información y al poder, que habla de
mercados impersonales inexistentes. Hay que extender la luz a un mercado social
que estará compuesto de rostros y  territorios concretos y conocidos.
Por último es inconcebible una empresa capitalista sin una estructura vertical y
antidemocrática de mando. Mandar y decidir. Callar y obedecer. No pensar, no
decidir sobre el sentido de nuestro trabajo, de la actividad de nuestra empresa.
Cobrar y callar. Callar y trabajar. Trabajar auto-destruyéndonos y destruyendo
el entorno.
Empresas con relaciones jerárquicas así no pueden servir para vivir de otra 
manera, para tener otra economía. No se trata de eliminar cierta
especialización, de entender los diferentes roles, de negar la división en el
trabajo. Se trata de participación, de poder relacionarse en igualdad de
condiciones, de poder conocer y opinar sobre el rumbo y las características de
la empresa. Y no sólo de la “nuestra”, sino de todas las que repercuten sobre
nuestras vidas.
¿Qué es el Mercado Social?
Decíamos al principio que, existir, existen numerosas entidades que cumplen
muchos o algunos de los contravalores explicitados más arriba. También existen
desde hace años redes que relacionan a muchas de ellas en un nivel más bien de
coordinación política.[6]
La “novedad” del Mercado Social es pretender extender esta relación al ámbito
económico y comercial, ampliando alianzas intersectoriales, e introduciendo a
los consumidores como actores del proceso de regulación económica. Definimos
este espacio económico como “una red estable de producción, distribución,
financiación y consumo de bienes y servicios y  de aprendizaje común que
funciona con criterios éticos, democráticos, ecológicos y solidarios,
constituida tanto por empresas y organizaciones sociales y solidarias, como por
consumidores/as individuales y colectivos”.
Esta red nos debería permitir cubrir una parte significativa de nuestras
necesidades socioeconómicas, “desconectarnos” en un grado creciente de la
economía dominante y experimentar nuevas formas de producir, consumir, invertir
y vivir cualitativamente mejores. En la medida que seamos capaces de conformar
esta red común, potenciaremos nuestras posibilidades de transformar la realidad
socioeconómica.
Vemos por tanto, que supone algo más que una simple suma de añadidos
empresariales (comercio justo, finanzas éticas..) que buscara convertirse en un
simple escaparate o “tienda” donde colocar productos que atraigan a algunos
consumidores concienciados. Aunque no conviene menospreciar este riesgo, nuestro
objetivo es construir un movimiento social en el ámbito económico con una clara
perspectiva rupturista.
Es un reto, un gran reto. Somos conscientes de la dificultad de construir algo
así, inmersos como estamos y sin posibilidad de evitarlo, dentro del mercado
capitalista. Pero también sabemos que la burguesía se gestó y convivió con el
orden anterior hasta hacerse hegemónica. Creemos que, igual que hay que disputar
la hegemonía política, hay que disputar la hegemonía económica, con modestia,
sin contraponer acciones en distintos ámbitos e incluso sin contraponer “per se”
estrategias diversas de actuación a corto, medio y largo plazo. Mucho más en una
situación de crisis y desmantelamiento de los servicios públicos como la actual,
en la que resulta imprescindible dar respuesta a las necesidades cotidianas;
será mejor intentarlo desde otras lógicas económicas.
Es necesario caminar en otra dirección y para ello el Mercado Social se plantea
unos objetivos no demasiado complicados, basados en la idea del apoyo mutuo:
•                     Cada componente de la red se compromete a consumir el
máximo dentro de ésta.
•                     Cada componente de la red se compromete a producir el
máximo para ésta.
•                     Cada componente de la red contribuye a crear otras
iniciativas vinculadas a ésta, depositando ahorros y excedentes en instrumentos
financieros de la red.
Poner en marcha estas sencillas reglas resulta más difícil y lento de lo
deseable. Exige romper cierta inercia y comodidad a la que estamos
acostumbrados. A las personas y organizaciones nos cuesta variar los hábitos
cotidianos de funcionamiento. Es más, requiere incorporar nuevos conceptos
mentales en nuestro actos actos económicos cotidianos que suponen complejizar
los mecanismos de elección que ahora se basan mayoritariamente en el precio y en
una vistosa presentación. Cambiar las rutinas y escoger nuevos proveedores,
puede llegar a requerir cambios organizacionales y sobre todo necesita, al menos
al principio, de una mayor voluntad, compromiso y esfuerzo que la simple
asunción teórica de querer cambiar el mundo.
Herramientas para la construcción del Mercado Social
Relacionado con esto, se plantea uno de los problemas mas interesantes a
resolver por un mercado alternativo extenso: ¿cómo garantizar que las empresas
cumplen criterios no capitalistas?¿como puede un/a consumidor/a saber que no
está comprando a una empresa cualquiera?.
La pieza clave para construir este Mercado de la Economía Social es disponer de
una herramienta de análisis, de auditoría o de certificación que permita
evaluar, a través de de una serie de indicadores, la adecuación de los
principios con las prácticas reales. Todo esto entendido como un proceso
flexible, asumiendo que no es posible cumplir todos los criterios planteados y
que, por tanto, deben primar objetivos de mejora y cambio en los diferentes
aspectos evaluados.
Este tipo de asuntos ha sido resuelto en el mercado convencional con los sellos,
marcas de calidad y  mecanismos similares, que suelen estar avalados por un
organismo certificador. Aunque la idea puede ser parecida, desde el Mercado
Social apostamos por una garantía “integral” que no deje espacio a “lavados de
imagen” con actuaciones puntuales que esconden prácticas cotidianas vergonzosas.
Apostamos por un Sistema de Certificación que sea resultado de un proceso
deliberativo, democrático y participado por las organizaciones y empresas
proveedoras y por las personas y grupos consumidores. Un sistema de
certificación que mida las aportaciones sociales de cada entidad y que también
ayude a detectar las carencias y a formular objetivos de mejora; y que ayude a
difundir con claridad la responsabilidad y el compromiso que asumen las
entidades del mercado social.
En esto ya hay acumulada bastante experiencia como para que resulte algo
relativamente sencillo: el cuestionario de entrada a Coop57[7], el Balance
Social de la Xarxa de Economía Solidaria de Cataluña[8], los procesos de
Certificación Participativa en agroecología, la Matriz del Bien Común[9], son
ejemplos de que es posible establecer sistemas de garantía y control que no
estén en manos exclusivas de burócratas o lobbys empresariales.
La clave es la participación abierta y rotativa del mayor número de personas y
entidades, aspecto que por otra parte daría respuesta a la gran carencia
democrática de la empresa y economía capitalista. En este sentido la
participación en las comisiones que se han formado o se formen en el futuro,
estará abierta en todo momento para las personas y entidades que formen parte
del Mercado Social. Igualmente se realizará una asamblea anual en la que se
decidirán los aspectos más estratégicos de todo el proyecto.
Explorando con monedas complementarias
El otro gran paso que tiene que dar una propuesta de este tipo se refiere al
control de la masa y los flujos monetarios; ¿es posible crear un mercado
alternativo sin una moneda propia, sin depender de los vaivenes de la
especulación financiera?. Es decir ¿es posible “independizarse” del euro?.
Obviamente esto es mucho más complicado que lo anterior y en este sentido no
caemos en la ingenuidad. Diseñar o crear sistemas financieros extensos excede
nuestras capacidades actuales y ni siquiera sabemos si sería ese el objetivo.
Lo que si sabemos es de la existencia de muchos modelos de monedas
complementarias que están funcionando en entornos variados[10]y que conviviendo
con la moneda oficial, están posibilitando ciertos grados de autonomía monetaria
y una menor exposición a los riesgos de la economía especulativa.
En estos sistemas, la “creación” de la moneda se realiza en el momento en que se
produce una transacción comercial y una de las partes adquiere una deuda. Si A
compra un producto o servicio a B, éste tendrá un saldo x positivo y A tendrá
ese mismo saldo x pero negativo. Lógicamente hace falta que exista una gran
confianza entre los participantes y que la posibilidad de tener saldos negativos
esté bastante controlada. Pero en el fondo -recordemos que la moneda representa
una deuda del emisor-, no deja de funcionar como la moneda oficial: es necesario
que exista confianza, solo que en vez de confiar en el banco central que emite
la moneda, se hace en las personas que conforman la red y en la capacidad de
ésta para limitar o absorber posibles disfuncionalidades a través de distintos
procedimientos y limitaciones.
Luego, las diferentes redes territoriales de confianza se relacionan entre sí,
estableciendo entre ellas acuerdos, intercambios y flujos monetarios que
permiten extender las posibilidades más allá de la propia red a la que se
pertenece.
Por tanto, también nos planteamos caminar por esa senda, con prudencia. De
hecho, en estos momentos, sólo el Mercado Social de Madrid[11]se ha lanzado a
experimentar con una moneda propia. Tenemos dudas de lo que esto significará,
pero sí la voluntad de que dicha moneda sólo juegue el papel de medio de
intercambio, eliminando la posibilidad de que actúe como depósito de valor o
riqueza ya que su acumulación no generará intereses, no será convertible a euros
salvo excepciones, y por tanto sólo tendrá sentido circularla lo más posible.
Aspiramos a un aumento paulatino de los intercambios sólo en moneda social, pero
de momento la convivencia y paridad con el euro se hace inevitable (quizá
incluso deseable), y hasta cierto punto “ancla” y crea una gran dependencia
respecto a las fluctuaciones del euro. No obstante, y viendo que esa dependencia
sería absoluta sin la moneda social, creemos interesante conseguir cotas de
autonomía por muy pequeñas que sean, ya que además nos permite aprender,
experimentar y democratizar las dinámicas que se generan en los mercados con la
moneda que se pone en circulación.
Uno de los elementos más novedosos que incorpora nuestro sistema respecto a los
utilizados en otras redes de intercambio, es la idea de aplicar, con cada
compra, una bonificación en moneda social a los consumidores. Para los
proveedores es como hacer un descuento que, cuando se ha recibido el pago en
euros, “traslada” moneda del circuito oficial al alternativo.
Esto nos sirve para reforzar la autonomía del circuito, para alentar las
operaciones dentro del mercado social y para generar flujos que permitan
extender la operativa del sistema y emprender nuevos proyectos económicos que
respondan a necesidades no cubiertas dentro del mercado social.
Esa bonificación o descuento en moneda social (que se parece mucho a los
programas de fidelización de clientes que tienen algunas grandes empresas),
junto a la coexistencia con el euro, permite la incorporación paulatina al
mercado social de empresas que están totalmente inmersas en el mercado
ordinario; se hace más sencillo convivir de forma no traumática con otras
expresiones económicas menos formales que encuentran en el mercado y moneda
social una forma de acceder a espacios económicos más amables, o simplemente
posibles, por regirse de otros criterios y tener menos exigencias formales
innecesarias.
Aunque hemos hablado de otras opciones a futuro, sólo nos planteamos la
existencia virtual de la moneda[12], utilizando de momento para su registro
aplicaciones informáticas ya existentes a nivel mundial por muchas redes de
intercambio[13]. No obstante, y replicando la experiencia de las Ecoxarxas,
estamos promoviendo Ferias puntuales en las que ponemos en circulación moneda
social física sólo válida para ese día. El objetivo es principalmente
divulgativo: puede parecer absurdo tener que cambiar euros por moneda social
para realizar una compra en la Feria, pero se trata de informar y educar sobre
otras lógicas, además de promover la participación de cada vez más gente y
entidades en un proyecto de economía colectivo. Sin esta labor divulgativa estas
Ferias o mercadillos no serían muy diferentes de los que se realizan en la
actualidad. Tampoco descartamos a medio plazo encontrar formas de vincular los
intercambios en las Ferias con la dinámica cotidiana de la moneda social.
Para garantizar la “legalidad” de todas las actividades se está creando una
cooperativa de servicios de la que formen parte las redes territoriales, algunas
cooperativas transversales de ámbito estatal y algunas organizaciones sociales
estatales. El modelo legal cooperativo permite muchas posibilidades para
integrar también a las personas individuales en actividades económicas que se
realicen dentro del ámbito de la cooperativa.
Lo deseable es posible, si lo intentamos
Nuestro sistema económico hace aguas por todas partes y se está llevando por
delante muchos derechos, muchos servicios públicos y a muchas personas.
Reconociendo como imprescindible la lucha y la resistencia frontal contra todas
estas medidas, creemos que también es necesario, de forma complementaria y no
antagónica, ir plasmando propuesta prácticas que ayuden a solventar las
situaciones cotidianas.
Aunque ya se venían practicando desde hace tiempo, al calor del 15M se ha creado
una “ambiente” mucho más favorable para extender otras formas de lucha y de
estrategias en aras a conseguir una nueva hegemonía social, política y
económica.
Creemos que no podemos dejar el terreno de la construcción económica solamente
en manos de empresarios o “emprendedores” que responden a la lógica capitalista.
Ante una economía entrópica que disgrega las habilidades, los afectos, la
naturaleza y la comunidad, podemos y debemos promover el reagrupamiento de las
ingentes “partículas” críticas, para posibilitar la creación de nuevos órdenes
económicos y no tener que enfrentarnos individualmente al injusto mercado
capitalista.
Pensar nuevas formas de resistencia y construcción económica se convierte en una
obligación para no seguir dejando en manos de una élite peligrosa los inmensos
recursos generados por los y las trabajadoras. Hay que añadir nuevas fórmulas a
las ya existentes en las luchas y estrategias por el poder. No se trata de que
todo el mundo dedique sus esfuerzos a esta tarea, pero si que, con pequeños
cambios en las costumbres, se promueva y facilite la consolidación de otros
espacios de radicalidad económica.
Lo que estamos planteando no es nada novedoso. Se hizo en nuestro país, durante
la República por el movimiento cooperativista y por otros sectores sindicales;
lo han hecho los movimientos sociales de Latinoamérica posibilitando su
hegemonía política tras las recetas neoliberales que destruyeron sus países; lo
hacen, en otras coordenadas ideológicas, los movimientos islamistas en su
estrategia por alcanzar el poder, con muy buenos resultados.
Aunque con poco recorrido temporal, en nuestro país ya hay cientos de empresas e
iniciativas económicas y decenas de miles de personas participando en la
construcción de proyectos como el nuestro.
No tenemos la seguridad de en que puede acabar todo esto. Todo proyecto tiene
sus riesgos y seguramente muchos más si se hace en el ámbito económico, teniendo
que confrontar con unas prácticas y unas dinámicas que se han demostrado
altamente inteligentes, resistentes y con capacidad de adaptación y asimilación
de casi todo lo contestatario.
Pero en definitiva como en cualquier proyecto, lo importante es tener bien
definido los objetivos y la dirección. Luego nos hace falta inteligencia,
flexibilidad y bien hacer, pero sobre todo ilusión y ganas para realizar los
esfuerzos, individuales y colectivos, que supone avanzar por caminos no
trillados. Es de esto último de lo que más necesitamos las personas,
organizaciones y movimientos sociales que queremos construir un mundo mejor.


[1]Se puede ver la extensión actual (fase inicial), y potencialidad del
proyecto, por las entidades implicadas, en
http://www.konsumoresponsable.coop/mercado-social
[2]Existen otras experiencias (ecoxarxas, cooperativas integrales...)  que
comparten la mayoría de principios y criterios pero que organizativamente se
están estructurando de otras maneras, respondiendo a otras realidades o maneras
de plantear las redes. En ocasiones, las mismas personas y entidades participan
en varios de los proyectos. Nos parece muy necesario explorar vías diferentes.
[3]“Objetivo: mercado social”. Jordi García. 2009
[4]http://www.economiasolidaria.org/
[5]Este artículo se basa sobre todo en la experiencia en esta Comunidad, que es
en la que ha participado el autor para promover el Mercado Social. Mencionar
especialmente a Sandra Salsón y Fernando Sabín sus aportaciones.
[6]REAS, redes agroecológicas, redes cooperativas sectoriales, AERESS...
[7]http://www.coop57.coop
[8]http://www.xes.cat/pages/mscas.htm
[9]http://economia-del-bien-comun.org/
[10]Algunos referentes son el Banco Palmas de Fortaleza, en Ceará, norte de
Brasil, las Ithaca Hours en el estado de Nueva York, la red de Berkshires
promovido por el instituto Schumacker, o Chiemgauer en Alemania, entre otros.
Ver también: http://www.regiogeld.de/uploads/media/Herrmann2006_CdI-MR-CdT.pdf
[11]http://www.konsumoresponsable.coop/mercado-social-madrid/como-funciona-la-moneda-social
[12]La experiencia de Argentina tras el “corralito” trajo una explosión de
monedas complementarias que llegó a aglutinar a millones de personas y poner en
cuestión la necesidad de la moneda oficial. El que esas monedas se emitieran en
papel posibilitó la falsificación masiva desde sectores del poder y la quiebra
de muchas iniciativas.
[13]En la web del “Community Exchange System” existen registradas más de 400
redes, de las que 60 corresponden a España. Aunque es verdad que los niveles de
incidencia son muy diferentes, en Cataluña se calcula que hay más de 10.000
personas participando en las Ecoxarxas, con poco más de dos años de
funcionamiento.

Toño Hernández (Pertenece a la cooperativa Garúa, es miembro de Ecologistas en
Acción y participa en la comisión gestora del Mercado Social de Madrid)
******************
In: Rebelión
http://rebelion.org/noticia.php?id=156923
2/10/2012

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