sexta-feira, 1 de fevereiro de 2013

La metamorfosis del trabajo

01-02-2013
La metamorfosis del trabajo
Luis Moliner Prada
Público
  Artículo 35.1
  Todos los españoles tienen el deber de trabajar y el derecho al trabajo, a la
  libre elección de profesión u oficio, a la promoción a través del trabajo y a
  una remuneración suficiente para satisfacer sus necesidades y las de su
  familia, sin que en ningún caso pueda hacerse discriminación por razón de
sexo.
  (CONSTITUCIÓN ESPAÑOLA Aprobada por las Cortes el 31 de octubre de 1978)
El sistema económico, social, político y cultural sobre el que se basan la
experiencia del trabajo y las relaciones laborales de la era moderna capitalista
e industrial arranca con fuerza en el s. XVIII, se consolida y expande a lo
largo del XIX, llega a su apogeo en el segundo tercio del XX y entra en un
periodo de profundas transformaciones en la transición entre milenios.
Buena parte de lo que sabemos actualmente sobre trabajo y relaciones laborales –
fruto de una importante tarea interdisciplinar – es un conocimiento
retrospectivo, que va incrementando su valor arqueológico en la misma medida en
que disminuye su potencial explicativo del presente y predictivo del futuro que
se nos viene encima. A veces tenemos la impresión de estar avanzando a gran
velocidad hacia un porvenir inexplorado, con un vehículo todoterreno, equipado
con un magnífico retrovisor (que nos ofrece una nítida imagen panorámica del
camino recorrido), pero con un parabrisas embarrado, a través del cual
vislumbramos sólo una imagen borrosa del horizonte hacia el que nos dirigimos,
echando mano de la brújula y aferrados a un rumbo que hemos definido mediante un
sistema de coordenadas obsoleto.
Conocemos acerca del pasado probablemente más que ninguna generación anterior,
pero afrontamos cuestiones, desafíos, amenazas, oportunidades y dilemas
concernientes al futuro desde una incertidumbre sin precedentes sobre lo que
podemos saber y esperar de ese porvenir.
En pocos campos de la existencia humana, el vértigo y el desasosiego asociados
al no saber hacia dónde se progresa (y a la consiguiente desorientación
histórica) se hacen tan visibles y palpables como en el del trabajo.
Mientras tanto, los compañeros de viaje neoliberales proclaman a los cuatro
vientos que la respuesta teórico-práctica a los interrogantes que nos inquietan
el ánimo nos la brinda la razón instrumental de una
sociedad centrada en el mercado, de una economía orientada al crecimiento
permanente y de una organización del trabajo y de las relaciones laborales
basada en la desregulación, la flexibilización y la reingeniería de procesos.
Algunas de estas soluciones suenan a recetas típicas del protocapitalismo del
siglo XVIII, aplicadas a problemas generados en la transición hacia el XXI.
Por su parte, los neosocialistas nos acompañan en esa progresión hacia el futuro
dispuestos a compartir con nosotros lo que conservan del utillaje intelectual y
político que han elaborado en los dos siglos precedentes, así como de los
proyectos de desarrollo del Estado del Bienestar neocapitalista, a cuya
materialización tanto esfuerzo han aportado en el siglo recién concluido.
En suma, a primera vista parece que, ante preguntas que plantea el futuro, se
tiende a echar mano a respuestas del pasado, lo que significa afrontar la era de
los biochips con esquemas intelectuales e ideológicos construidos en la de las
chimeneas.
La actual metamorfosis del trabajo conlleva discontinuidad con el presente, de
prolongación de tendencias pasadas y de puesta en práctica de planes actuales:
la introducción a gran escala de las tecnologías de la información y de la
comunicación, la globalización de la economía y las nuevas formas de
organización flexible del trabajo. Todo ello nos aportará elementos y criterios
básicos para la comprensión de la llamada crisis de la civilización del trabajo
y para la prospección de los desarrollos futuribles de la institución del
trabajo asalariado y de la estructura del empleo, en un milenio que arranca con
cambios profundos en el espacio, el tiempo, la organización, la naturaleza, las
formas y las funciones de la actividad laboral.
Para terminar un recordatorio del paradigma hegemónico que nos rodea que
sistematizamos siguiendo a Joseph Ramoneda en “Después de la Pasión Política”
(Ed Taurus)
El breviario de nuestro tiempo puede enunciarse así:
“Todo lo que implica crecimiento de la producción y acumulación de riqueza es
bueno de por sí.
Los gobiernos deben evitar al máximo interferir en las decisiones económicas. Su
papel es acompañar las estrategias de alta tecnocracia representada por los
directores de los bancos emisores.
El interés es prueba de la capacidad de acción racional del ciudadano, un factor
positivo en tanto que evita las impertinencias políticas.
La mejor decisión es aquella que otorga mayor libertad a los mercados, todo lo
demás se dará por añadidura.
Donde hay mercado la libertad se acabará imponiendo.
El Estado es ineficiente por tanto hay que debilitarlo en el mayor grado posible
No hay alternativa al modelo neocapitalista regido por el FMI.
No hay salvación fuera del sistema de producción y trabajo.
MORALEJA: la llamada sociedad liberal no concibe otro modo de existencia que el
que está ligado al trabajo, con lo cual la idea de libertad se constriñe
enormemente. Sólo hay libertad para operar en el mercado. El entramado económico
demuestra los límites de la libertad en la sociedad permisiva.”
Fuente:
http://blogs.publico.es/econonuestra/2013/01/31/la-metamorfosis-del-trabajo/
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http://rebelion.org/noticia.php?id=163130
1/2/2013

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