quarta-feira, 30 de janeiro de 2013

La vigencia de la polémica entre el Che y Bettelheim sobre el socialismo

LA IZQUIERDA A DEBATE
         30-01-2013
La vigencia de la polémica entre el Che y Bettelheim sobre el socialismo

Cristian Guillén
Rebelión


La polémica entre el Che y Bettelheim, que se dio a principios de los años 1960
y que originó el artículo elaborado por el Che: La planificación socialista, su
significado (Junio 1964), es de gran relevancia en los momentos actuales donde,
por un lado, se plantea la obsolescencia de la teoría desarrollada por Marx y
por otro, el surgimiento de nuevos pensamientos posmarxistas que tratan de
desvirtuar los planteamientos centrales de Marx para establecer alternativas que
no rompen a nivel esencial con el capitalismo.
El Che cuestiona la concepción de Bettelheim sobre el socialismo basado en el
primado de las fuerzas productivas, donde la contradicción principal que
generaría el cambio es la que se daría entre las fuerzas productivas y las
relaciones sociales y no la lucha entre el capital y el trabajo. Para el Che, en
contraposición con Bettelheim, habría que “buscar en las relaciones de
producción de Cuba los motores internos que han provocado la revolución actual”.
El Che pone en tela de juicio igualmente el darle a la estructura jurídica una
existencia propia, con el fin de promover la idea que la propiedad estatal puede
ser considerada como socialista sin tomar en cuenta el carácter de las
relaciones sociales que se dan en su seno.
A nivel fenoménico pueden aparecer contradictorios los planteamientos de
Bettelheim con respecto a los dos aspectos centrales referentes a la denominada
“transición al socialismo” y que son: el primado de fuerzas productivas; y la
“autonomía” de la estructura jurídica, que formaría parte de superestructura.
Sin embargo, ambos elementos están articulados por la lógica positivista que
trata en el fondo de mantener la esencia de las relaciones capitalistas, que es
el trabajo alienado. Lo expuesto se sustenta en que si bien la idea central de
Bettelheim fue la concepción economicista del desarrollo de las fuerzas
productivas como factor decisivo para el “cambio”, es preciso para lograrlo no
modificar la organización social de las unidades productivas y del Estado, en
tanto las fuerzas productivas que se fomentan son las capitalistas y, por ende,
requieren una estructura organizacional igualmente capitalista. La explicación a
nivel esencial de lo señalado es que la supuesta contradicción entre las fuerzas
productivas y las relaciones sociales no se dan primero, porque las fuerzas
productivas no son neutras y segundo, porque en un proceso de reproducción
dinámico, las fuerzas productivas son expresión de relaciones sociales pasadas.
De lo anterior se deduce que podrán existir ciertos conflictos producto de
desajustes entre las relaciones sociales cristalizadas (fuerzas productivas) y
las presentes (que serían motivo para promover la innovación) pero de ninguna
manera pondría en juego las relaciones sociales predominantes, es decir las
capitalistas.

Es por todo lo señalado que la estatización en la ex Unión soviética no modificó
a nivel esencial las relaciones sociales. En el seno de las empresas y del
Estado, se mantuvo y promovió el taylorismo (que se desarrolló a principios del
siglo XX para promover las relaciones de producción capitalistas en Estados
Unidos y también en Europa),  en tanto se concibió en la ex Unión soviética como
una forma científica de la organización del trabajo, y por tanto neutra. Para
fomentar esta modalidad de trabajo, se creó en la ex Unión soviética el
Instituto central de trabajo (ICT) y se denominó a la organización del trabajo
NOT.

El taylorismo promovió en el Estado y en las unidades de producción la
disociación entre trabajo manual e intelectual, la jerarquización, el
fraccionamiento dentro del proceso de trabajo que fomentó el trabajo individual,
en lugar del trabajo colectivo y cooperante. Esta modalidad individualizada de
trabajo condujo a promover la productividad, es decir el incremento de las
fuerzas productivas mediante el pago por pieza, que en el fondo lleva a una
competición entre los trabajadores en lugar de crear solidaridad entre ellos.
Esta forma de organizar el trabajo hizo por un lado que se mantengan como
categorías de mercancía los salarios, los precios y las ganancias, por más que
“desde arriba” se tratara de regular administrativamente estas categorías de
mercancía. Debido a lo anterior, se colocaron los mayores recursos en las
empresas más “eficientes” y rentables por encima de las necesidades más sentidas
de la población.
El Che Guevara se opuso a mantener las categorías de mercancía en el socialismo
promovidas por una concepción economicista de éste y preconizaba para
eliminarlas la creación de “relaciones nuevas entre los hombres” tendientes a
promover un hombre nuevo donde los incentivos morales primarían sobre los
materiales. El hombre nuevo del Che también fue vislumbrado por Marx en sus
“Manuscritos Económicos y Filosóficos” de 1844 donde planteaba como tarea
central para crear un nuevo hombre la eliminación del trabajo alienado en el
capitalismo, el cual ve al ser humano como una cosa, como un simple factor de
producción que es ajeno a la forma en que produce y a lo que elabora. Igualmente
para promover el trabajo colectivo y creativo, es necesario que se vaya contra
la visión individualizada de las empresas y la concepción mercantil de concebir
las relaciones entre el campo y la ciudad. El socialismo real nunca trató de
eliminar lo anterior, promoviendo el trabajo alienado en su versión
burocratizada. Es decir que nunca buscó transformar a nivel esencial las
relaciones sociales capitalistas, por lo que no fue una casualidad que se
desplomara el supuesto socialismo real.

Los planteamientos errados de Bettelheim, que lúcidamente el Che criticó pese a
que eran difíciles de percibir con la claridad que se ven ahora por la primacía
del pensamiento estalinista en ese entonces, fueron posteriormente revisados por
Bettelheim. En el primer volumen de su libro Les luttes de clases en URSS (1974.
P.13), señala que el principal obstáculo para el desarrollo socialista ya no se
encuentra en el nivel de desarrollo de las fuerzas productivas sino en la
naturaleza de las relaciones sociales dominantes. Para este nuevo Bettelheim, el
desarrollo de las fuerzas productivas no pueden jamás por sí solas hacer
desaparecer las formas capitalistas de la división del trabajo ni las otras
relaciones sociales burguesas. Lo antes señalado lo refuerza en el segundo
volumen de su libro Les luttes de classes en URSS (1977. P.29) al postular que
la contradicción fundamental es la que opone en la transición al proletariado
con la burguesía, que se manifiesta en la oposición entre la clase obrera y los
dirigentes de empresa estatales y privados, es decir que la forma de propiedad
estatal no elimina la lucha de clases como suponía en sus planteamientos de
1960.
La visión del Che, el análisis crítico de los errores y la posterior
rectificación de Bettelheim deben ser tenidas muy en cuenta en el proceso
complejo de construir una teoría emancipadora que tienda a rechazar la
concepción positivista de ver la transformación sustentada en el desarrollo de
las fuerzas productivas que promueven el estalinismo, el neoestalinismo y el
posmarxismo bajo sus distintas formas.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una
licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras
fuentes.
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In:
http://rebelion.org/noticia.php?id=163028
30/1/2013

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