quarta-feira, 31 de março de 2021

Adiós a la «clase media»

 

    

GÖRAN THERBORN, PROFESOR SUECO DE SOCIOLOGÍA DE LA UNIVERSUDAD DE CAMBRIDGE

El aumento de la desigualdad desde 1980 fue impulsado desde arriba, en
parte por el 10% más rico de la sociedad, y en mayor medida por el 1%
más rico y por algunas fracciones todavía más pequeñas que acumulan una
riqueza de proporciones faraónicas. La pobreza no afectó en igual medida
al 90% restante, pero todos los sectores que lo componen fueron
abandonados a su suerte. Este proceso estuvo en el origen de una amarga
literatura académica y periodística típica del Norte global, que
contrasta fuertemente con los sueños de una «clase media en ascenso»
propagados por los bancos de desarrollo y por las consultoras.

Para fortalecer la determinación burguesa en un momento de crisis y baja
autoestima, el libro de Torben Iversen y David Soskice, Democracy and
Prosperity (2019), le rinde homenaje a las «democracias capitalistas
avanzadas» (aunque los autores muestran más deferencia hacia el
capitalismo que hacia la democracia, a la que acusan de la desigualdad).
«La esencia de la democracia», aseveran, es «el avance de los intereses
de la clase media».

Iversen y Soskice, ambos destacados economistas institucionales,
argumentan que la clase media está en línea con el capital a través de
dos mecanismos fundamentales. Uno es la «inclusión en el flujo de la
riqueza» que produce la acumulación de capital. El otro es el Estado de
bienestar: el sistema de impuestos y transferencias asegura que las
clases medias «participen» de la economía del conocimiento. Pero las
recientes investigaciones sobre desigualdad muestran que lo que se está
terminando es justamente esta «inclusión» y esta «participación».

Al comienzo, la distribución neoliberal efectivamente favoreció los
intereses de la clase media. La privatización de algunos servicios
públicos les valió algunas ganancias a ciertos segmentos afortunados de
la clase media. El financiamiento público de algunas instituciones de
educación privadas a través de un sistema de subvenciones, tal como se
hace hoy Suecia, le dio a los padres de clase media una buena
oportunidad para enviar a sus hijos a «buenas escuelas» con pocos niños
inmigrantes y de clase trabajadora. La privatización de la salud fue
menos popular y más propensa a escándalos públicos, pero todavía es
aceptada por muchos como la pareja natural de la austeridad y de la
escasez de las prestaciones públicas.

Por otro lado, la exclusión de la clase media de las viviendas urbanas
de primera clase se desarrolla a un ritmo acelerado mientras crecen las
brechas de ingresos y de riqueza. Mientras tanto, el ambientalismo
penetra cada vez más profundamente en la clase media educada, que
jerarquiza explícitamente la supervivencia del planeta y la
sustentabilidad ecológica por encima de los intereses del capital.

*Quedarse atrás*

A causa de la polarización de los ingresos, el tamaño total de la clase
de ingresos medios –es decir, aquellos cuyos ingresos representan entre
el 75 y el 200% de la media– se hundió en el área de la OCDE y la
posibilidad de pertenecer a ella se redujo notablemente. La movilidad
ascendente hacia la educación terciaria se estancó en 1975, mientras que
el riesgo de la movilidad descendente creció de manera considerable en
los años 2010, especialmente en el Reino Unido.

El COVID-19 prosiguió, y en algunos países incluso aceleró, la ruptura
entre las clases medias y las clases altas. En EE. UU., la riqueza de
los multimillonarios incrementó un 44% desde mediados de marzo de 2020
hasta fines de febrero de 2021, en un momento en el cual el 50% de las
personas con títulos universitarios o educación superior declaraban
enfrentar dificultades para costear sus gastos cotidianos. A fines de
julio de 2020, la riqueza de los multimillonarios británicos había
crecido un 35% más que durante el año anterior, mientras que uno de cada
cinco empleados de ingresos medios declaró que había disminuido su
capacidad de ahorro y la mitad declaró que esta no se había modificado.

*El fracaso de Biden*

Los niños de la clase media son dejados de lado por un sistema educativo
elitista que es cada vez más excluyente y que abarca desde los jardines
de infantes hasta las universidades más destacadas. Mientras tanto, los
padres de las clases altas hacen inversiones inigualables para preparar
a sus hijos para las mejores posiciones que ofrece el mercado laboral.

David Markovits, profesor de Derecho de la Universidad de Yale, calculó
que esta inversión en una formación de élite que supera el gasto
promedio en educación equivale a una herencia de 16.8 millones de
dólares. El resultado es que los «niños ricos ahora superan a los niños
de clase media en el SAT en una proporción que representa el doble de
aquella en la que los niños de clase media superan a los niños criados
en la pobreza».

El proyecto de Biden para fortalecer a la clase media bajo el gobierno
de Obama no logró garantizar la asistencia para el cuidado de los niños
ni el acceso a la universidad, y fracasó también en lo que respecta a la
cobertura de salud. El 1% más rico de Estados Unidos perdió contacto, no
solo con la clase media nacional, sino también con todas las clases
altas de Occidente, y se retiró para constituir una casta singular.

*Plustrabajo*

En toda el área de la OCDE, los niños que aspiran al ascenso social
enfrentan la reducción de las oportunidades de movilidad. Pero esto no
es todo. Se está debilitando el núcleo mismo del trabajo de la clase
media. El trabajo de la clase media siempre adoptó tres formas
principales: el trabajo por cuenta propia, el trabajo de oficina para
alguna autoridad delegada y las profesiones «liberales». En el largo
plazo, la pequeña burguesía autónoma, compuesta típicamente por
comerciantes y por una rama rural de productores agrícolas y ganaderos,
disminuyó en número e importancia.

Es cierto que, en el Reino Unido, a lo largo del último siglo, se
observó un incremento del número de trabajadores autónomos urbanos que
son dueños de sus propios negocios. Sin embargo, este incremento está
completamente determinado por los cuentapropistas, la mayoría de los
cuales están más cerca de los trabajadores precarizados que de la
pequeña burguesía histórica cuyos negocios se están reduciendo
drásticamente. La media de sus ingresos anuales en 2015-2016 fue de 21
000 libras esterlinas, es decir, un tercio del ingreso promedio de un
asalariado.

Antes de ser completamente expulsados, como sucedió con amplias franjas
de empleados bancarios y del correo, los empleados de oficina y los
gerentes de bajo nivel estarán cada vez más sometidos a lo que David
Boyle denomina acertadamente «taylorismo digital». Los empleos de
oficina de cuello blanco dejaron de ser trabajos seguros y formas
relativamente cómodas de escapar a la clase trabajadora y se
convirtieron en el principal objetivo de la automatización.

El tercer sector clásico de los empleos de clase media solía ser el de
las profesiones «liberales», es decir, trabajos a los que se accede
luego de una prolongada formación en las instituciones de educación
superior que permite hacerse de conocimientos inaccesibles a la
población en general. Incluyen profesiones antiguas como la docencia, la
medicina, el derecho, en muchos países las carreras de funcionario
público, y, a partir del S. XX, algunas «semiprofesiones» como la
enfermería y el trabajo social, para nombrar solo dos.

Durante mucho tiempo, estas profesiones eran respetadas y percibidas
como algo carente de interés para los negocios y para el capital. En la
tradición alemana del S. XIX y principios del S. XX, a estos sectores se
los llamaba Bildungsbürgertum (burguesía culta) y estaban más o menos
asociados a la Wirtschaftsbürgertum (burguesía económica). En oposición
al mundo de los negocios, cuyo fin es la ganancia, la sociología definía
a las profesiones como actividades orientadas al cultivo del
conocimiento y del servicio público.

*Las profesiones socavadas*

En este momento las profesiones de clase media están siendo atacadas
–con la excepción, en términos generales, de los abogados– y están en
proceso de ser destruidas. El ataque proviene de distintos ángulos, que
pueden resumirse como una invasión del «gerencialismo». Esto implica una
relativa devaluación del conocimiento de los especialistas al que, a su
vez, se le pierde el respeto. En la práctica, esto significa antes que
nada la subordinación de los profesionales docentes, investigadores,
médicos, enfermeras, ingenieros y otros, a los gerentes y
administradores de las escuelas, universidades, hospitales y empresas.

La práctica del conocimiento profesional está sometida al control,
evaluación y sanción de los gerentes, lo cual deriva de la desconfianza
institucionalizada de la autonomía y de la ética profesionales. La
práctica y la ética profesionales están sujetas a cálculos generales de
costo-beneficio, muchas veces inventados especialmente para estos cuasi
mercados internos, como, por ejemplo, las administraciones
universitarias que les cobran a los departamentos universitarios por el
uso de los locales universitarios. Estos inventos de costo-beneficio
también forman parte de un ataque antiprofesional especialmente intenso
que se realiza bajo el lema del mercado.

La imposición de una norma ideal de mercantilización –el opuesto
instrumental a la mentalidad profesional de valores intrínsecos, como el
conocimiento, la satisfacción de las necesidades y la imparcialidad de
la ley y de las normas– es promovida tanto por la privatización (de
escuelas, hospitales, cárceles, etc.) y por la así denominada «Nueva
Gestión Pública» de instituciones financiadas con impuestos. Se supone
que estas últimas deberían trabajar internamente como empresas en el
marco de un cuasi mercado, comprándose y vendiéndose servicios las unas
a las otras, mientras que externamente se les exige que contraten a
empresas privadas para brindar servicios públicos.

De esta manera, la educación, la atención sanitaria y los servicios
sociales se convirtieron en áreas rentables para la acumulación de
capital, lo cual atrajo en gran medida el interés de la «burguesía
económica» que demolió a la «burguesía cultural» en su propio terreno.

Las profesiones de clase media no deben ser idealizadas, dado que sus
rutinas repetitivas ciertamente pueden hacer que quienes las practican
se vuelvan cerrados, conservadores, autocomplacientes e ineficientes.
Pero este no es un rasgo inherente al profesionalismo y ser docente,
doctor o funcionario público fue alguna vez una fuente de orgullo y
seguridad para la clase media. Ese orgullo y esa seguridad están siendo
pisoteados y el látigo de los gerentes está prevaleciendo por sobre la
colegialidad. Muy pocos tienen éxito en su intento de escapar hacia la
clase media alta de los gerentes y los profesionales «estrella», pero
para el resto, el presente –y probablemente también el futuro– es la
inestabilidad y una trayectoria descendente.

*Una nueva política*

La dialéctica del capitalismo industrial, que Marx analizó y predijo con
una precisión impactante, dejó de operar en el Norte global y se topó
con obstáculos en el Sur. El capitalismo posindustrial dejó de producir
una clase obrera cada vez más grande y concentrada. Este proceso terminó
en el Norte durante el período 1965-1980, cuando el peso social de la
clase trabajadora alcanzó su punto más álgido. En el Sur global, la
manufactura se estancó en los años 1990 y el empleo industrial
–incluyendo la minería y la construcción– lo hizo aproximadamente en 2010.

Aun si los sectores de la clase trabajadora perdidos en manos de la
derecha pueden ser recuperados, el movimiento obrero es solo uno de los
componentes necesarios de una política igualitaria y no es más el único
agente suficiente ni su centro natural. Las propuestas políticas de
izquierda para la clase media son decisivas para cualquier política
igualitaria que pretenda ser exitosa.

Este es un tema muy delicado y difícil, porque estas políticas
igualitarias para la clase media no pueden abandonar a los más
vulnerables, ni a la mitad más pobre de la población frente a las
privatizaciones y el estancamiento de los ingresos, ni tampoco dejar de
lado los derechos de los empleados frente a los empleadores. Se trata de
hacer lo opuesto al blairismo y a cierta orientación de derecha para la
clase media que destruyó al Partido Socialista francés y al Partido
Socialdemócrata de Alemania, es decir, lo opuesto a darle la espalda al
pueblo y a salir de fiesta con el capital mientras se representa una
visión del mundo de clase media alta.

La tarea es convencer a la clase media –o a una parte considerable de
ella– de las ventajas que representan la igualdad y la solidaridad
humana por sobre los privilegios neofaraónicos y las recompensas de las
que gozan el capital y sus hijos. El punto de partida es que el
capitalismo financiero y posindustrial está abandonando y excluyendo a
la clase media mientras produce una sociedad que enfrenta al 1% contra
el 99%. Gobierne quien gobierne en estas pobres democracias, no será
seguramente el votante medio de las teorías económicas de la democracia.
«Se terminó el “medio pelo”» podría ser el epitafio neoliberal para la
clase media.

In
OBSERVATORIO DE LA CRISIS
https://observatoriocrisis.com/2021/03/29/adios-a-la-clase-media/
29/3/2021

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