terça-feira, 13 de setembro de 2022

*ENTREVISTA AL PROFESOR UNIVERSITARIO ANDRÉS PIQUERAS* REALIZADA POR SALVADOR LÓPEZ ARNAL CON MOTIVO DE SU ÚLTIMO LIBRO » DE LA DECADENCIA DE LA POLÍTICA EN EL CAPITALISMO TERMINAL*«

 
*ENTREVISTA AL PROFESOR UNIVERSITARIO ANDRÉS PIQUERAS* REALIZADA POR
SALVADOR LÓPEZ ARNAL CON MOTIVO DE SU ÚLTIMO LIBRO » DE LA DECADENCIA DE
LA POLÍTICA EN EL CAPITALISMO TERMINAL*«

*/Dedicas tu último libro «A los millones y millones de comunistas que
dieron sus vidas a lo largo del siglo XX, por un mundo sin explotación.
También a los comunistas que dedicaron su vida a ello… y vencieron».
¿Una vindicación de la tradición comunista… a pesar del estalinismo y de
El libro negro del comunismo?/*

Por supuesto. Diría que es la razón de ser del libro, en tanto que
entiendo que el movimiento comunista de la humanidad ha sido hasta hoy
el máximo exponente de la evolución humana en pos de unas posibilidades
de vida para la especie que permitan la armonía entre sí y con la
naturaleza. De hecho, a la postre, sólo un alto grado de cohesión basado
en amplias condiciones de igualdad podrá permitirnos la existencia como
especie.

El comunismo, como decían Engels y Marx, no es sino el constante
movimiento autoemancipador y autoconsciente de la humanidad. La
evolución no es sino una progresión no lineal de complejidad de los
organismos vivos (y sociales), de ahí deduce Engels que una sociedad
capaz de planificar su economía y su interacción con la naturaleza, de
eliminar las contradicciones inherentes a las clases sociales, es
necesariamente más evolucionada y está mejor preparada para mantenerse
(al estar también más cohesionada).

No voy a entrar a contestarte sobre el panfleto del Libro negro, fiel a
la propaganda capitalista desatada desde el último cuarto del siglo XX
(un proyecto sistemático de reescritura de la Historia y de amputación
de la Memoria histórica –ya prácticamente seccionada para las nuevas
generaciones–), empeñada en hacernos creer que «comunismo» y «nazismo»
son parte de lo mismo (como si el nazismo no fuera una excreción
despótica del capitalismo y como si, para empezar, la humanidad hubiera
llegado en algún momento al comunismo). No merece la pena en una
entrevista con espacio tan limitado entrar a contestar esos libelos
expandidos desde los centros de inteligencia del sistema.

*/Era una pequeña provocación entre amigos./*

Sí diré que la matanza de comunistas y de gentes acusadas de serlo, sólo
en el siglo XX, desatada por el capitalismo, ya sea en su forma
fascista, ya en la «democrática» (liderada por EE.UU.) supera con creces
cualquier pesadilla. El reciente libro de Vincent Bevins, El método
Yakarta, es uno de los que ha comenzado a revelar la magnitud de esa
matanza.

*/Seiscientas páginas, más de treinta de bibliografía, extensas e
interesantes notas al pie de página (que recuerdan en ocasiones las
notas no menos extensas e interesantes de El capital), prosa sustantiva,
nada ligera, argumentos que exigen codos y concentración… ¿A quién va
dirigido el libro?/*

A quienes todavía tienen ganas de transformar el mundo y además quieren
atreverse a pensar por sí mismos/as (algo cada vez más difícil partiendo
de unos medios de formación y socialización concebidos para subordinar e
idiotizar, nuestras vidas sometidas a continuos bombardeos mediáticos
teledirigidos, con sus «guasaps», «twitters», «instagrams», etc, que nos
permiten enorgullecernos de ser masa y seguir a «blogueros»,
«influencers» y otra ralea narcotizante semejante).

Como decía Labriola, ese gran pensador precursor de Gramsci tan olvidado
hoy, «pensar es producir», entraña un ejercicio cotidiano de
reconstrucción del mundo y de nuestra posición en él, de manera que
podamos manejar mejor nuestra vida. Ser comunista implica pensar, en su
sentido más profundo, «radical», por fuera de la cosmovisión dominante,
como pensar en acción.

*/Un concepto que usas con frecuencia: materialismo. ¿Qué es el
materialismo desde tu punto de vista? ¿Qué hay de singular en el
materialismo de Marx y Engels?/*

El materialismo busca conocer las causas más profundas que mueven los
procesos históricos y que se combinan siempre con la acción humana. Deja
de ver las ideas como categorías abstractas, creadoras del mundo, para
entenderlas como productos del mismo. Engels y Marx nos presentaron un
patrón para entender el mundo y las creaciones intelectuales humanas, de
tal manera que hoy podemos saber que las formas como los seres humanos
conseguimos la producción y reproducción de nuestra vida trazan nuestras
posibilidades sociales e ideológicas. Es decir, que el nudo que contiene
la mayor fuente de explicación social es la producción y reproducción de
la vida real.

Eso sí, la dialéctica enriquece y complementa al materialismo, dado que
entiende que lo concreto es sólo tal porque es la concentración de
infinitas determinaciones, su plasmación real nunca permanente sino en
continuo proceso de modificación. La condición clave es no entender más
las partes de la sociedad de manera separada; de ahí que a Marx nunca se
le ocurrió desarrollar una teoría política ni una teoría económica, por
ejemplo, sino que lo que hizo fue elaborar una penetrante crítica de la
«economía política» dada, a la que opuso el análisis dialéctico del todo
y sus partes. Análisis de la totalidad, el capitalismo, que a su vez no
es sino una totalidad dentro de otra: la de la especie humana, que a su
vez es una totalidad dentro de otra, la de la Vida, que a su vez es una
totalidad dentro de otra, el Cosmos…

Por su parte, lo material acompaña a lo dialéctico en cuanto que la
materia precede a la idea, el organismo a la conciencia, la formación
orgánico-química de la vida a la especiación y al Homo sapiens, los
procesos para conseguir energía a los ratos para dedicar al arte y a la
filosofía… Pero una vez que esos procesos cobran existencia, la idea, la
conciencia, la filosofía, entran también en relación dialéctica con el
todo. De este modo, como dice Felip a quien cito, el objeto del pensar
no es ya la materia como opuesta a la idea, sino la unidad dialéctica de
materia e idea en la forma de procesos de una totalidad compleja,
estructurada y contradictoria.

*/¿Es necesario seguir reivindicando a Marx en esta tercera década del
siglo XXI? ¿Quién duda a día de hoy, obrando y pensando de buena fe, que
Marx, el marxismo, han sido y son muy importantes para la comprensión de
la composición y evolución de las sociedades humanas y de su
transformación?/*

Esto es lo que he intentado expresar en todo momento en el libro. El
marxismo constituye hasta hoy la principal praxis de emancipación humana
que ha levantado la humanidad, es la piedra angular de una crítica de la
economía política capitalista, de toda su civilización; puntal de una
lucha para librar a la humanidad de estar sometida a leyes y fuerzas
sociales vinculadas a la explotación, la dominación y la exclusión que
de otra forma nos serían en gran medida desconocidas o camufladas bajo
los ropajes de la fetichización, la mistificación, la ilusión o la
naturalización de las cosas que secreta el capitalismo.

Por supuesto, el marxismo entraña un nuevo proyecto civilizatorio en el
que esas dinámicas de explotación y dominio de la especie humana entre
sí estén erradicadas. Por eso es a la vez, e irrenunciablemente, un
método científico, una proyección y un compromiso políticos y una
comprensión del mundo. En suma, un croquis que nos ayuda a caminar por
él para poder transformarlo. Lo cual implica, indefectiblemente, una
conducta o una síntesis práxica (precisamente la que han querido
suprimir los «neomarxismos»).

*/Respecto a la segunda pregunta…/*

Respecto a la segunda pregunta, podría decirte, con palabras de Borón,
que al igual que ocurriera con Copérnico en la astronomía, la revolución
teórica de Marx arrojó por la borda el saber convencional que había
prevalecido durante siglos. Marx, y subrayo Engels, desencadenaron en la
historia y las ciencias sociales una revolución teórica tan rotunda y
trascendente como la de Copérnico o Darwin en otros campos. «Y así como
hoy se convertiría en un hazmerreir mundial quien reivindicase la
concepción geocéntrica de Ptolomeo, no mejor suerte correría [deberían
correr, corrijo yo aquí a Borón] quienes increpasen a alguien acusándolo
de ‘marxista’.»

*/Tomo pie en tu «subrayo Engels». ¿Por qué hablamos tanto de Marx (que
está muy bien) y tan poco de Engels (que está muy mal, y es injusto
además)? ¿Marx fue el gran director de la orquesta y Engels un
interesante y fiel primer violín?/*

Afortunadamente, después de décadas de denigración de Engels, sobre todo
por parte de los «neo» y los «postmarxismos» (en el libro explico por
qué), está cobrando fuerza un movimiento de recuperación de su enorme
figura dentro del marxismo, por fin (y hace poco aprovechando el
bicentenario de su natalicio).

El Viejo Topo ha publicado recientemente un gran trabajo de González
Varela, Friedrich Engels antes de Marx, donde se pone en su sitio la
importancia teórica, política y revolucionaria de este coloso que se
empeñó en ser «segundo violín» para dar paso a Marx [como él mismo
escribió a Mehring, «Si encuentro algo que objetar es que usted me
atribuye más crédito del que merezco, aun si tengo en cuenta todo lo que
—con el tiempo— posiblemente podría haber descubierto por mí mismo, pero
que Marx, con su cop d’oeil más rápido, y su visión más amplia,
descubrió mucho más rápidamente. Cuando se tiene la suerte de trabajar
durante cuarenta años con un hombre como Marx, generalmente no se le
reconoce a uno en vida lo que se cree merecer. Si muere el gran hombre,
al menor fácilmente se le sobreestima, y este parece ser justamente mi
caso en la actualidad; la historia terminará por poner las cosas en su
lugar».

Engels tiene una dimensión impresionante, y fue precursor e inspirador
de Marx en diferentes campos (el de la lucha por la igualdad entre
mujeres y hombres, entre otros). De hecho, como es más que sabido, es
quien inicia a Marx en el materialismo y quien abre la vía a que ese
materialismo se dialectizara. Y sin embargo, parte de su grandeza está
en que él mismo se hace a un lado para permitir que fuera su amigo quien
ocupara un primer plano, porque a pesar de que fue Engels quien le guió
en diferentes ocasiones, había descubierto en Marx un potencial que le
superaba intelectualmente y, como buen revolucionario, decide quedar en
segundo plano.

*/«El capitalismo está en fase terminal». ¿Qué indicios te empujan a esa
conclusión? A primera vista no lo parece. Para algunos, que no son
pocos, sigue más vivo y fuerte que nunca a pesar de sus crisis y
tropiezos./*

Las razones principales las he venido indicando y desarrollando en mis
trabajos de al menos los últimos doce años, algunos de los cuales citas
en la Introducción. También las tenemos expuestas en las elaboraciones
colectivas del OIC. Te las resumo esquemáticamente.

En este momento histórico el capitalismo incumple crecientemente los dos
principales elementos que constituyen su razón de ser: la conversión del
dinero en capital y la conversión de seres humanos en fuerza de trabajo
asalariada (subsunción real del trabajo al capital), o dicho de otra
manera, en una mercancía que realiza trabajo abstracto.

Hemos visto algunas de las claves a las que se enfrenta el
neoliberalismo financiarizado como modelo de crecimiento que se ha
intentado poner en práctica a escala casi planetaria. Con la
degeneración de ese modelo el capitalismo en sí mismo enfrenta una serie
de contradicciones cada vez más insalvables:

1. Entre acumulación y regulación (forma en que se expresa hoy la
contradicción clásica entre desarrollo de las fuerzas productivas y
relaciones sociales de producción). 2. Entre valorización y realización
(dado que la escasa recuperación de la tasa de ganancia en la producción
se ha hecho a costa de una exacerbada depresión de la demanda).

3. Entre el valor ficticio generado por el entramado mundial
financiero-especulativo y la plusvalía real generada, que responde a un
estancamiento de la rentabilidad (lo que denotó una parcial recuperación
de las tasas de ganancia sin proporcional acumulación de capital).

4. Entre estancamiento y endeudamiento, el cual como factor
imprescindible del crecimiento actual no tiene contrapartida ni
productiva ni energética para posibilitar que una hipotética acumulación
futura pueda satisfacer las deudas del presente.

5. Entre el valor capitalista y la riqueza social y natural, pues aquél
depende cada vez más de la destrucción de éstas. 6. Entre el desarrollo
de las fuerzas productivas (la automatización) y las bases de
sustentación del capitalismo: valor, trabajo asalariado, plusvalía,
ganancia…, que resultan crecientemente deterioradas.

Se pone a prueba, además, la adaptación funcional del complejo
institucional y de dominación respecto del proceso de ajuste
capitalista. O lo que es lo mismo, podríamos apuntar a una probable
creciente contradicción entre legitimidad y formas unilaterales actuales
de «regulación social» (o si se quiere, de lo que ellos llaman la
«gobernanza» en curso).

Para calibrar esta última contradicción y al tiempo desafío, hay que
tener en cuenta que asistimos en este impasse, mientras se produce el
declive del neoliberalismo financiarizado (en el que siempre han
pervivido restos del keynesianismo) y no termina de coagularse ningún
modelo nuevo que lo sustituya, a una profunda reestructuración de la
dominación de clase y de concentración de poder entre las élites
dominantes a escala global. Pero la destrucción social que entrañan
todas estas dinámicas tiene un correlato ineludible: sin sociedad no hay
economía.

*/Hablas del carácter ilusorio de la democracia capitalista. ¿Por qué?
¿No es acaso el caso que muchas «conquistas democráticas», como el
derecho de huelga y manifestación, la jornada (muchas veces incumplida)
de las 40 horas semanales, son fruto de sacrificadas, arriesgadas y a
veces heroicas luchas de los trabajadores y trabajadoras?/*

Los logros democráticos en el capitalismo, esto es, conseguir decantarle
hacia su opción reformista o socialdemócrata (con una relativa mayor
distribución del poder social; mayor participación del conjunto de la
sociedad en las decisiones que la afectan; mayor redistribución del
conjunto de la riqueza social), sólo se han podido alcanzar
históricamente, siempre a través de las luchas de clase, cuando
coinciden tres tipos de factores: 1) Cuando la masa de ganancia y con
ella la tasa media de beneficio se desarrollan satisfactoriamente para
la clase capitalista. 2) Cuando la clase capitalista se ve con
dificultad de reemplazar o sustituir a la fuerza de trabajo; es decir,
cuando se reduce mucho el «ejército laboral de reserva». 3) Cuando la
fuerza de trabajo organizada adquiere una relevante fuerza social y
política (las posibilidades de esta condición están a su vez
profundamente vinculadas a las de las dos anteriores).

En esta fase del capitalismo no se dan ninguno de esos factores. Antes
al contrario, tenemos una acumulación de capital gripada sin visos de
superarse; un «ejército laboral de reserva» que hoy se ha hecho mundial,
con al menos 4.200 millones de personas en situación de «disponibilidad
migratoria», allá donde y cuando lo requiera el capital. El poder social
de negociación (capacidad de hacer valer los propios intereses a escala
social) de la fuerza de trabajo queda, con todo ello, reducido a mínimos.

Eso quiere decir que pretender mejoras sociales sustanciales dentro del
capitalismo actual se va convirtiendo cada vez más en una quimera (los
hechos históricos que vivimos desde hace al menos 30 años así lo
atestiguan). El avance social cada vez más claramente sólo se podrá
hacer contra el capitalismo, como parte de un proyecto de construcción
de otra civilización.

/*Una de */*/sus tesis centrales: la no independencia de la política
respecto del valor. ¿Nos puedes dar algún ejemplo de esa dependencia?/*

Por las mismas razones que acabo de exponer, si al capitalismo le va
mal, si tiene dificultades para ampliar el valor o realizar la
plusvalía, no puede permitirse aperturas democráticas. La política se
cierra y se dirige en toda su amplitud e intensidad a intentar paliar la
caída del valor. Eso se traduce en contrarreformas laborales y fiscales,
exponencial aumento de la explotación, degradación de los mercados
laborales y militarización de las relaciones internacionales. En la
ciencia hay bastantes premisas más difíciles de comprobar que esta
cuestión teórica que te estoy enunciando. La venimos constatando en
nuestras experiencias de vida desde los años 70 del siglo XX.

Por eso precisamente lo que propongo en el libro es que la política
dentro de los cauces del capital está prácticamente cerrada. Es cada vez
más un mero instrumento del (moribundo) valor. Repito, hoy ya sólo
contra el capital se pueden conseguir nuevos logros sociales, por lo que
hay que empezar a replantearse proyectos y estrategias a partir de estas
consideraciones, en lugar de mirar atrás, según hacen las izquierdas del
sistema (o izquierdas integradas) en todos lados, para ver si el
capitalismo vuelve o recupera su fase keynesiana. Como si eso fuera posible.

*/Y no lo es en tu opinión, queda claro. Dos de las cuestiones centrales
que desarrollas en la primera parte del libro: la teoría del
valor-trabajo y la ley tendencial de la caída de ganancia. Te pregunto
sobre ellas./*

*/SEGUNDA PARTE DE LA ENTREVISTA/*

*/Dos de las cuestiones centrales que desarrollas en la primera parte
del libro: la teoría del valor-trabajo y la ley tendencial de la caída
de ganancia. ¿Por qué son tan esenciales en su interpretación de la obra
de Marx y del marxismo?/*

Efectivamente, dedico toda la primera parte del libro a intentar
explicarlo. De nuevo, intento resumir. El valor es una relación social
de producción que cobra cuerpo en las mercancías, de donde resulta el
nexo social elemental del que derivan las formas de ser y de conciencia
en la sociedad capitalista.

El valor deviene una forma de riqueza que se media a sí misma y se mide
a través del gasto de (tiempo de) trabajo abstracto (un trabajo social,
promedio) empleado en la producción de mercancías, y que se expresa como
valor de cambio o precio. Si el trabajo concreto de cada quien genera
productos para satisfacer necesidades, el trabajo abstracto produce
mercancías para aumentar la ganancia de quien lo posee (y no de quien lo
ejerce), una vez que aquéllas han pasado por el mercado (es decir, casi
nunca esas mercancías están destinadas a quienes las producen).

Más la forma mercancía no alude sólo a los productos humanos destinados
al mercado (como en otros modos de producción), sino que estructura toda
la producción, distribución, consumo y, en suma, el conjunto de
relaciones sociales en el capitalismo.

Como quiera que las mercancías están directamente imbricadas en el valor
en vez de vincularse a la riqueza material, lo importante en el
capitalismo no es la generación de riqueza en cuanto que productos o
bienes satisfactores de necesidades (valores de uso), sino la obtención
incesante y ampliada de valor. Pero no tanto, tampoco, en sí mismo, sino
como plusvalor (plusvalía), o el valor nuevo que los seres humanos
generan con su trabajo y que no les es pagado.

Marx descubrió que al ir sustituyendo trabajo humano («trabajo vivo»)
por máquinas («trabajo muerto»), la fuente de ganancia, el plusvalor,
decae necesariamente. En el libro pretendo mostrar por qué Marx acertó
con esta previsión y la importancia sustancial que tiene para explicar
las crisis capitalistas, así como su enfermedad crónica, de la que no
puede escapar por más que la esquive: la sobreacumulación de capital
(cada vez más máquinas en vez de fuerza de trabajo, para decirlo
sencillamente). Y lo hago no sólo contra los teóricos clásicos y
neoclásicos que la niegan, sino contra algunos «neomarxistas» que
también la ponen en cuestión.

/*La segunda parte de tu libro está dedicada a escuelas neomarxistas
que, según afirmas, han borrado de facto la praxis. ¿Por eso hablas de
su carácter parcial e */*/impolítico? ¿No es un contrasentido hablar de
escuelas de inspiración marxista que han abandonado la praxis política?/*

Para mí sí. Sin proyección política traducida en programas y/o líneas de
acción y de intervención sobre la realidad, no hay marxismo. Podría
haber materialismo y podría haber dialéctica, pero no marxismo. De todas
formas algunos de los autodenominados neomarxismos reniegan también o
del materialismo o de la dialéctica, e incluso a veces de ambos.

*/¿Y cuál sería tu principal crítica a los neomarxismos que analizas en
tu libro?/*

Muy cercana a la que les dedicara Bensaïd. Han construido (o al menos
han intentado presentarnos) un Marx sin comunismo ni revolución, sin
organización ni partido, sin programa ni estrategia, un Marx abstracto y
«esotérico», desprovisto de cualquier vertiente programática e incapaz
de articular ni de movilizar sujetos reales colectivos. Una teoría
in-política que bien proclama el apoliticismo (como hace la Nueva
Crítica del Valor), bien hace propuestas que a la postre resultan
inocuas para el sistema (como el «marxismo abierto», el «autonomista» o
la Nueva Lectura de Marx).

No hay en sus elaboraciones análisis de correlación de fuerzas ni de
incidencia en ellas, tampoco estudio de fase ni de etapa del
capitalismo. Están sustentadas, por lo general, en abstracciones sin
traducción empírico-política o, en el mejor de los casos, se detienen en
el necesario análisis de ciertos elementos nucleares del capital, pero
sin ofrecer jamás una traducción política, sin dar el salto a la praxis.

*/Por la misma senda que la pregunta anterior: ¿por qué el populismo de
izquierdas ha tenido tanto éxito en ocasiones? ¿Por qué, como afirmas,
es el basamento de todos los postmarxismos?/*

Forma parte de la dotación in-política del capitalismo degenerativo
actual, que impregna a la izquierda integrada, la izquierda del sistema.
Lo explico.

El problema para las diferentes fracciones agenciales del capital fue
desde el principio cómo manejar, aun continuando su pugna por el
menguante beneficio, la descomposición de la civilización
industrial-fosilista, la destrucción de la sociedad y la metamorfosis de
las relaciones de clase. El neoliberalismo estuvo planificado desde un
principio para reprimir y desactivar políticamente a la sociedad.

En la medida en que, además, hace más tangible la dureza, suciedad y
corrupción de la política de clase del capital, provoca crecientemente
una generalizada desafección de la política y de «los políticos» (de
hecho, con él se consolidaría el divorcio entre la tradición liberal y
la democrática). Por eso, en cuanto que fragmentaria, por veces
contradictoria e incluso conflictiva y en todo caso incompleta
«revolución pasiva» de las élites, el post-neoliberalismo en el que
entramos ahonda en la «in-política», y dentro de ella, en la
construcción populista de la política (al igual que se sigue sirviendo
del postmodernismo en el ámbito académico-cultural).

El primer paso para ello ha consistido en crear una frontera política
capaz de agrupar una buena parte de las demandas sociales de un
determinado momento en un campo común, y definir al mismo tiempo un
enemigo al que se le sitúa al otro lado de esa frontera. En este
sentido, una de las estrategias recurrentes de contención del
descontento social por parte de las elites reside en lo que Marx llamó
la personificación de las relaciones sociales de producción, esto es, la
creación de un enemigo concreto que absuelva de la ira popular al propio
Sistema. Aquí las posibilidades son abiertas: los banqueros, los
políticos corruptos, las transnacionales, la «casta»… Se abren paso así
las dicotomías «nosotros» / «ellos»; el «pueblo» / la «casta»; el 99% /
el 1%, etc. Es de esa manera que, poco a poco, comienzan a levantarse
los cimientos del neopopulismo.

*/¿Sería un populismo sin pueblo?/*

Exacto, un populismo sin pueblo. Un siguiente paso, según los propios
Laclau y Mouffe, es que una de esas demandas, la que sea más capaz de
llenar los «significantes vacíos» en que se traducen las
reivindicaciones de unos y otros sectores de la población, aglutine a
las restantes (en esto consiste también, aproximadamente, su noción de
«hegemonía»).

Para completar el proceso, queda por definir aún el «nosotros», el
«pueblo», que no puede estar ya marcado por las construcciones
antagonistas del capitalismo industrial. Ahora ya sólo puede ser el
resultado de la sobre-determinación hegemónica de una demanda
democrática particular que colma o da sentido a un «significante vacío».
Mas como quiera que el neoliberalismo no sólo ha deshecho la sociedad,
sino que también ha desleído las clases, como sea que decreta el fin de
la lucha de la clase trabajadora contra la clase que personifica al
capital, hay que buscar una nueva «comunidad» (una vez descartadas las
organizaciones políticas de clase) que sea capaz de llevar a cabo las
aspiraciones individuales.

El neo-pueblo (como sumatorio de individuos que buscan su asiento en la
decadencia sistémica) está pensado para dejar de lado las clases, de
hecho, vendrá a sustituirlas. Se posicionará contra las ideas «viejas»
de la política y se levantará contra los efectos del mercado y las
consecuencias visibles de la redefinición del papel del Estado como
impulsor de la rapiña neoliberal contra la sociedad (precarización de
los mercados laborales, destrozo de los servicios sociales,
aprovechamiento creciente del trabajo no-pago, apropiación de lo público
y del común, deriva de fondos públicos a empresas privadas, corrupción
raizal y generalizada…).

La guinda de todo ello es la necesidad de un liderazgo fuerte que guíe
al neo-pueblo, lo más parecido a un líder bonapartista que articule de
manera vertical (estatal) las demandas populares. Entonces, el
neopopulismo necesita un vínculo directo de las masas en torno a la
figura de un/a líder/esa carismático/a; lo cual permite la sustitución
de un programa político estratégico por un rosario de ideas-fuerza o
consignas susceptibles de dar vida a una organización de élites pero con
predicado interclasista, en realidad poco democrática.

*/¿Cuáles serían tus principales críticas a lo que llamas feminismo
«post»? ¿Incluyes la obra de Silvia Federici en ese feminismo?/*

Claro, de hecho la pongo de ejemplo. Lo cual no va contra su gran obra
teórica en numerosos aspectos. Lo que me preocupa son las propuestas
prácticas, el engarce de la teoría con la capacidad de transformación
del mundo, esto es, la praxis. Brillan aquí por su ausencia los
programas, las estrategias, los análisis (una vez más) de correlación de
fuerzas, los pasos a dar inmediatos, mediatos y a largo plazo. De todo
ello carece también buena parte del feminismo hoy, el feminismo no marxista.

*/Lo mismo te pregunto sobre el decrecentismo de orientación socialista.
Por ejemplo, ¿no te parecen convincentes los argumentos esgrimidos por
uno de sus máximos defensores en España, el muy activo e incansable
amigo Jorge Riechmann?/*

Por supuesto que «decrecer» en ciertos aspectos es del todo necesario,
ahora bien, en qué, en razón de qué, con qué objetivos finales, cómo lo
hacemos. Gran parte del ecologismo hoy se ha hecho amoroso, buenista,
comparte la ingenuidad de pensar que los fundamentos del capitalismo
pueden invertirse o revertirse, y que la dictadura de la tasa de
ganancia es susceptible de dejar de funcionar para salvar a la Tierra,
al tiempo que el capitalismo puede continuar existiendo.

Por eso ya no nos habla tampoco de revolución política y social ni de
luchas de clase, nada de suma de masas organizadas con programas
políticos altersistémicos, tomas de poder, etc. No, lo que proponen,
como digo en el libro siguiendo a Alfredo Apilánez, es una suerte de
transición tranquila y serena hacia la «sociedad convivencial». Claro,
con esas premisas vemos hacia dónde está yendo hoy de verdad el Sistema.

En cuanto a Jorge, tengo un gran respeto por su trabajo. El problema es
que, como tantos otros en su campo, ha ido dejando aparcada la Política
para sustituirla por algo parecido a la prédica (y lo digo como crítica
fraterna). A veces, escuchando a muchos de estos autores y activistas me
da la impresión de estar asistiendo a admoniciones o a sermones desde
los púlpitos. Todo parece resumirse en adquirir conciencia, hacer
contrición, centrarnos en conseguir «revoluciones personales» y en
esperar que los poderes se conviertan al «decrecentismo», como el
Imperio romano se convirtió al cristianismo. Y ciertamente que por ese
camino al final habrá decrecimiento, pero será en forma de catástrofe.

*/No creo que Jorge haya ido dejando aparcada la política. Me dejo mil
preguntas más en el archivo. ¿Algo más que quieres añadir?/*

Sí. La grave encrucijada civilizatoria que atravesamos, con sus enormes
desafíos ecológico-climáticos, económico-demográficos y sociales, no
puede enfrentarse a partir de los principios básicos del modo de
producción capitalista (competencia, individualismo, dictadura de la
tasa de ganancia, intereses cortoplacistas, expolio de la riqueza social
y natural, desigualdad crecientemente abismal, guerra permanente…), sino
solamente a través de la cooperación, la mancomunidad y la planificación.

Ninguna de ellas puede darse a escala satisfactoria en un modo de
producción basado en la feroz competencia entre intereses privados y en
la toma de decisiones por parte de cada capital particular. La cohesión
social, imprescindible para aquellos objetivos, tampoco se puede lograr
sin nivelación de las partes. Esto es, sin al menos un considerable
grado de igualdad social tanto local como mundial.

Tales condiciones sólo tienen alguna posibilidad de alcanzarse a través
de un modo de producción en el que los medios de producción y vida estén
socializados; donde se pueda planificar, por tanto, a partir del interés
común y para el bien común. Quizá, ciertamente, la clásica máxima de
«Socialismo o Barbarie» vaya teniendo que ir dejando paso a otra aún más
perentoria, la de «Revolución o Extinción».

*Gracias por tu tiempo y por el libro. Remarco: «Revolución o extinción».*

*NOTA*

Andrés Piqueras es profesor titular de Sociología y Antropología Social
en la Universidad Jaume I de Castellón Y miembro del Observatorio
Internacional de la Crisis (OIC), con el que lleva tres lustros
estudiando la crisis civilizatoria del capitalismo.

Entre sus numerosos libros publicados, cabe citar aquí La opción
reformista. Entre el despotismo y la revolución, Capitalismo mutante.
Crisis y lucha social en un sistema en degeneración, La tragedia de
nuestro tiempo. La destrucción de la sociedad y la naturaleza por el
capital, Las sociedades de las personas sin valor y De la decadencia de
la política en el capitalismo terminal. El Viejo Topo ha publicado
recientemente su último libro: De la decadencia de la política en el
capitalismo terminal. Un debate crítico con los «neo» y los «post»
marxismos. También con los movimientos sociales.

Publicado en: A fondo
<https://observatoriocrisis.com/category/actualidad/a-fondo/>,
Actualidad <https://observatoriocrisis.com/category/actualidad/>

Em
Observatorio de la crisis
https://observatoriocrisis.com/2022/09/13/profesor-piqueras-los-neomarxistas-han-construido-un-marxismo-sin-revolucion-sin-organizacion-ni-partido-sin-programa-ni-estrategia-un-marx-abstracto-y-esoterico/
13/9/2022

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