quarta-feira, 3 de abril de 2024

Genealogía y bases del neofascismo brasileño

 



Fernando de la Cuadra

En este artículo el autor sostiene que existe en la historia de Brasil
una línea que podríamos definir como ‘ur-fascista’ que conecta el
esclavismo con las dictaduras militares y culmina con el bolsonarismo y
neofascismo, que «resurge permanentemente para recordarle a sus
habitantes y a sus instituciones que los soportes democráticos de este
país son demasiado inestables y endebles».

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/El fascismo aún está en nuestro alrededor, a veces en trajes civiles./

*Umberto Eco*

El documental /Extremistas.br/ ganó recientemente el premio Václav Havel
como la mejor película en defensa de los derechos humanos que otorga
el /One World Film Festival/ de la República Checa. El premio recibido
por esta obra documental ha recolocado en el tapete de la discusión un
tema que sigue intrigando a investigadores, académicos, políticos,
periodistas e interesados en general, que se interrogan y analizan el
resurgimiento de la extrema derecha en Brasil y, claro, en el resto del
mundo.

Esta serie compuesta por ocho episodios muestra como el extremismo de
derecha fue tomando cuenta de una parcela significativa de la población
brasileña y las causas que llevaron a miles de ciudadanos a adherir y
difundir los discursos totalitarios de ideólogos radicales inspirados en
el ideario nazifascista: ataques a la democracia, autoritarismo y
despotismo; nacionalismo exacerbado y exaltación del odio y la violencia
en nombre de una supuesta superioridad nacional, culto a las tradiciones
perdidas y construcción de mitos sobre la grandeza del pasado;
animadversión hacia los extranjeros, desprecio por las minorías y
combate vehemente a la diversidad, desconfianza por la cultura, el arte
y la inteligencia[1]; adoración por las armas y culto a la muerte;
machismo y menosprecio hacia las mujeres, entre otras características.

Muchos de estos aspectos tienen su origen en la ideología nazifascista
surgida desde hace un siglo en Italia y Alemania, aunque ellos se han
ido renovando y cambiando a través de los años formándose algo que
Robert Paxton atribuye a la propia dinámica socio histórica del proyecto
fascista, cristalizándose quizás en aquello que Umberto Eco ha llamado
de ur-fascismo o fascismo eterno. Dicha doctrina es integrada por una
constelación de elementos de este mismo tenor y que se encuentran
presentes en los movimientos con esta orientación en las sociedades
contemporáneas.

En la serie documental conocemos la opinión de especialistas y
estudiosos, así como la de un sinfín de militantes de la extrema derecha
que participaron en las actividades que propiciaban un golpe de Estado
para impedir que el candidato electo Lula da Silva pudiera asumir o
mantenerse como Presidente de la República. Pero antes de ello, la serie
va mostrando la diseminación del odio y los discursos antidemocráticos
de numerosos sectores de la población que son alimentados por las /fake
news/ producidas por milicias digitales, personas e instituciones que se
dedican a difundir ataques a personalidades del mundo de la política, el
arte y la cultura. Un capítulo completo del ciclo está dedicado a las
arremetidas realizadas por influenciadores radicales en contra los
miembros del Poder Judicial, en especial, a los ministros del Supremo
Tribunal Federal (STF).

En esa parte de la serie se puede conocer precisamente la labor de un
mercenario digital que recibe un salario mensual para investigar la vida
de diversas personalidades influyentes con el objetivo de difundir
falsas noticias sobre ellas y también para inventar hechos completamente
inverosímiles, pero que son incorporados por los cibernautas como
perfectas verdades[2]. Hay decenas de casos de historias y relatos
burdos desperdigados en el ciberespacio, pero sería agotador citar
algunas de las numerosas mentiras que vienen siendo concebidas durante
los últimos años. Estos grupos de milicianos digitales funcionan en
total anonimato y se inspiran –probablemente sin saberlo- en el conocido
teorema del sociólogo estadounidense William Thomas que decía: “Si los
individuos definen las situaciones como reales, éstas son reales en sus
consecuencias”.

Después de asistir las diversas secciones de Extremistas.br queda muy
claro para el espectador que la emergencia de la extrema derecha y del
“bolsonarismo”[3] no representan un mero capricho histórico o un
accidente del curso de la historia. Ellos no nacieron por casualidad y
sus bases se encuentran ancladas en el devenir de la sociedad brasileña.
En este proceso de extrema derechización de la sociedad cumplen un papel
central las iglesias pentecostales y sus pastores, los cuales viene
insuflando los sentimientos y los comportamientos contra el progreso y
la modernidad de forma vehemente.

Fanatismo religioso, sumado a la ignorancia y falsas narrativas se
funden en una sopa reaccionaria que asume sin matices la lucha del bien
contra el mal. El mal son los izquierdistas, los comunistas, los
homosexuales, los drogadictos que quieren acabar con la libertad de los
ciudadanos de bien que deben protegerse ante esta amenaza permanente. En
el documental se ven escenas de pastores distribuyendo armas entre los
fieles, enseñándoles a disparar para enfrentar a enemigos ocultos que
estarían agazapados esperando el momento propicio para dar el zarpazo final.

Estos comportamientos de personas comunes que viven bajo la influencia
de pastores inescrupulosos son estimulados por el clima de miedo en que
viven los ciudadanos en el mundo actual. Para el crítico literario
británico Terry Eagleton, el fundamentalismo no tiene sus raíces en el
odio, sino en el miedo. Es el miedo de un mundo moderno y cambiante, en
que todo está en movimiento, donde la realidad es transitoria y con
final indefinido, en que las certezas y los pilares más sólidos parecen
haber desaparecido.

Es lo que en otras palabras el sociólogo polaco Zygmunt Bauman
denominaría como “modernidad líquida”. En esta modernidad líquida los
individuos se sienten aislados, fragilizados, carentes de los
referenciales que le daban peso o solidez a las estructuras en las que
estábamos inmersos. Los individuos se ven sucumbiendo ante un contexto
de transformaciones aceleradas que no son capaces de procesar. Los
valores de la sociedad industrial se desvanecen y el pánico a la
inseguridad se apodera de las personas, por eso ellas buscan refugio en
las iglesias, en las sectas o en cualquier entidad que les provea algún
tipo de sustento o piso ante tanta incertidumbre.

En dicho escenario la extrema derecha se nutre competentemente de los
temores, las ansiedades y el malestar de los ciudadanos, transformando
estas sensaciones, en la mayoría de los casos, en sentimientos de
indignación y revuelta reaccionaria. Los problemas concretos de la
gente, por una mejor calidad de vida, por mayor estabilidad laboral y
seguridad ciudadana, por mejores equipamientos y servicios sociales y un
largo etcétera, la extrema derecha los convierte en una convicción
antisistema, contra la política y los políticos, contra los tribunales
de justicia y el parlamento, haciendo que finalmente los sujetos
direccionen su rabia contra las instituciones democráticas y hacia
enemigos invisibles como el comunismo, el globalismo o las fuerzas
satánicas.

La extrema derecha dice entender los problemas y los miedos de la
población y acude para aplacar este sufrimiento psíquico, entregando a
cambio falsas soluciones e impregnando de resentimiento y virulencia la
frustración de las personas. Si a ello le agregamos las bases
conservadoras de una cultura esclavista construida en torno al machismo,
la exclusión y el desprecio por los más débiles, tenemos los
ingredientes necesarios para que el caldo neofascista prospere,
convirtiendo a una parte de esta sociedad en una masa de maniobra que
nutre las expresiones más radicales del pensamiento retrógrado.

En ese contexto, surge en Brasil la figura de Jair Bolsonaro, un ex
capitán expulsado del Ejercito y prohibido de ingresar a los cuarteles e
instalaciones militares, diputado mediocre e inexpresivo del bajo clero
y personaje bizarro que apoyaba dictadores y torturadores. En 2016
mientras se votaba en el Congreso Nacional el /impeachment/ de la
Presidenta Dilma Rousseff, el diputado Bolsonaro le dedicó su voto al
Coronel Carlos Brilhante Ustra, reconocido torturador y asesino de
muchos presos políticos durante la dictadura militar (1964-1985). Lejos
de salir preso del hemiciclo del Congreso por su apología a la tortura,
Bolsonaro se transformó en el vocero de la extrema derecha y el Coronel
Ustra en un héroe para los grupos más radicales que pedían ardorosamente
intervención militar.

Sin embargo, los orígenes de estas expresiones de los ultraderechistas
ya pueden observarse en las manifestaciones que irrumpieron en junio de
2013, durante la realización de la Copa de las Confederaciones. En esa
ocasión, frente a un conjunto innumerable de demandas de diversos
segmentos sociales, surgieron las primeras señales de que se estaba
incubando un movimiento de derecha radical, con grupos enarbolando
banderas con los símbolos nazistas y pancartas llamando a la sedición.
Tales grupos -con células fascistas ya organizadas- exigían la acción de
los militares en la perpetración de un Golpe de Estado que acabase con
el Congreso Nacional, los partidos políticos, el Supremo Tribunal
Federal y, consecuentemente, arremetiese contra los enemigos de la patria.

Estos sectores comenzaron a vestir la camiseta verde-amarilla de la
selección y autoproclamarse como “patriotas” en lucha contra la
corrupción, la decadencia moral, los políticos y el comunismo instalado
en el país. En el documental se muestran imágenes de cursos de tiro para
“ciudadanos de bien” que desean defenderse de las hordas de bárbaros y
marginales que amenazan sus vidas pacatas y cristianas. Disparan a
blancos que simulan ser personas que es preciso eliminar para proteger a
Dios, la patria, la familia y la propiedad.

Quienes verdaderamente lucraron con esta política de armamento de la
población que estimuló el gobierno Bolsonaro, fueron los fabricantes y
comerciantes de armas y también las academias de tiro. En efecto,
durante el gobierno del ex capitán, entre 2019 y 2022, más de un millón
de armas fueron registradas después que el ejecutivo liberó el porte y
uso de armas de fuego. Según los datos recogidos por el Instituto /Sou
da Paz/ por medio de la Ley de Acceso a la Información, en total, casi
un millón y medio de nuevos armamentos entraron en circulación en ese
periodo de cuatro años.

Solamente en 2022, más de 550 mil armas fueron registradas, siendo que
432 mil correspondían a los Clubes de /Colecionadores, Atiradores
Desportivos y Caçadores/ (CAC), que proliferaron de manera descomunal
durante esa gestión. El resto de las armas fueron registradas por
individuos comunes para la defensa personal, principalmente miembros de
las clases más acaudaladas que adhirieron a este discurso de rencor y
peligro inminente diseminado por la extrema derecha.

Como certeramente nos advierte Robert O. Paxton en su libro /La anatomía
del fascismo/, no existe un régimen fascista ideológicamente puro,
aunque –nos recuerda el autor- la mayoría de los estudiosos notaron que
esos regímenes se basaban en algún tipo de pacto o alianza entre el
partido fascista y las poderosas fuerzas conservadoras. Es decir, los
regímenes fascistas no se explican solamente por la incitación estatal,
sino que existirían fuerzas en la propia sociedad que impulsan su
desarrollo. Tampoco existiría un fascismo definido, estático, sino más
bien un fenómeno fascista en permanente movimiento.

Por lo mismo, nos encontramos frente a una multiplicidad de fascismos,
cada cual expresando la dinámica histórica y el contexto en el cual
emerge. El fascismo en Brasil tiene antecedentes en organizaciones de
raigambre y vena autoritaria surgidas en la década de treinta y
amalgamadas en torno al movimiento de la Acción Integralista Brasileña
liderada por Plinio Salgado, que se anunciaba como un movimiento
dictatorial, conservador y cristiano[4].

Por su parte, el gobierno de Getulio Vargas también reúne una cantidad
significativa de características que lo podrían acercar ciertamente del
recetario fascista. Como bosquejábamos en líneas anteriores, la actual
expresión del fascismo a la brasileña se llama bolsonarismo y ella
resulta de una síntesis de múltiples experiencias y miradas sobre el
país, que incluye desde los militares nostálgicos de la dictadura
militar, pasando por los monarquistas que no pierden la esperanza de
recuperar el trono o por grupos pentecostales de la teología de la
prosperidad, o de milicianos que controlan extensos territorios en las
principales capitales o por productores de madera y ganado que desean
seguir depredando los biomas sin ningún tipo de control estatal o de
empresarios conservadores que tienen pavor de perder sus lucros y sus
privilegios en una sociedad que se encaminaba crecientemente hacia
políticas más inclusivas, justas y democratizantes.

En síntesis, tenemos como corolario que matriz esclavista, dictaduras
militares, bolsonarismo y neofascismo forman parte de un mismo eje que
atraviesa la historia brasileña y que resurge permanentemente para
recordarle a sus habitantes y a sus instituciones que los soportes
democráticos de este país son demasiado inestables y endebles.

A dichas conclusiones se puede llegar cuando se asiste el documental
Extremistas.br, una inmersión necesaria para pensar los destinos de esta
Nación atrapada por su historia y por una extrema derecha cavernaria que
ha cooptado o anulado a otros sectores de la derecha tradicional y de
las elites del poder, para impulsar y consolidar su proyecto de
violencia, prejuicio y autoritarismo sobre la nación brasileña.

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*Notas*

[1] Como no recordar a dos icónicos e innobles personajes de esta
postura anti intelectual. El primero, Joseph Goebbels quien declaraba
que “cuando escucho la palabra cultura, saco mi revolver” o al General
José Millán-Astray que en la Universidad de Salamanca enfrentaba a
Miguel de Unamuno con una sentencia brutal: “Viva la muerte, muera la
inteligencia”.

[2] En la película polaca “/Red de Odio/” (2020), el director y
guionista Jan Komasa nos presenta la vida de un joven que comienza a
tener éxito explotando el odio hacia personalidades públicas en campañas
de /fake news/ que se expanden velozmente y se hacen virales en las
redes sociales, acabando con la credibilidad y la imagen de los enemigos
políticos de sus contratantes.

[3] Bolsonarismo es un concepto acuñado por algunos analistas políticos
que ven en la figura del ex capitán aquellos elementos que constituyen
un nuevo ciclo de la extrema derecha brasileña. Si esa expresión se
podrá mantener a partir de la articulación internacional de esta
ultraderecha con otras fuerzas neofascistas dispersas por el mundo es un
asunto que es difícil determinar, aun cuando nos atrevemos a afirmar que
la tendencia pueda ser que sobreviva un bolsonarismo sin el protagonismo
de Bolsonaro.

[4] Su acercamiento al catolicismo aproximaba este integralismo
brasileño más a la experiencia fascista española de Francisco Franco que
a los regímenes totalitarios de la Italia de Mussolini o la Alemania de
Hitler.

*Fernando de la Cuadra es doctor en Ciencias Sociales, editor del
blog Socialismo y Democracia <https://fmdelacuadra.blogspot.com/> y
autor del libro /De Dilma a Bolsonaro: itinerario de la tragedia
sociopolítica brasileña/ <https://fmdelacuadra.blogspot.com/2021/04/de-
dilma-bolsonaro-itinerario-de-la.html> (editorial RIL, 2021).*

Fuente: https://fmdelacuadra.blogspot.com/2024/04/genealogia-y-bases-
del-neofascismo.html <https://fmdelacuadra.blogspot.com/2024/04/
genealogia-y-bases-del-neofascismo.html>

Em
REBELION
https://rebelion.org/genealogia-y-bases-del-neofascismo-brasileno/
2/4/2024

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