segunda-feira, 30 de setembro de 2013

Lo público y la autogestión: defensa y avance***

Domingo, 29 de Septiembre de 2013 13:44 Compartir redes sociales


Reflexionando sobre lo público y lo estatal somos conscientes de la visión que
se ha dado de los servicios públicos desde algunos sectores del movimiento
libertario y de la izquierda radical, únicamente como actividades controladas
por el Estado y ajenas al interés social de los trabajadores.
Lo público y la autogestión: defensa y avance
Reflexionando sobre lo público y lo estatal somos conscientes de la visión que
se ha dado de los servicios públicos desde algunos sectores del movimiento
libertario y de la izquierda radical, únicamente como actividades controladas
por el Estado y ajenas al interés social de los trabajadores. Por eso queremos
compartir nuestra postura al respecto y crear puentes en torno a ella, para
sentar las bases de un trabajo o perspectiva común revolucionario.
Lo público
En la actualidad, vivimos el desarrollo de un proyecto capitalista que comenzó
en los 80 (en EE UU y Gran Bretaña), se introdujo en España y el resto de la UE
tímidamente a principios de los 90 y está destinado a convertir unos sectores
vitales de la sociedad española, los servicios públicos que hoy gestiona el
Estado y en donde antes apenas podían meter mano, en un nuevo mercado del que
seguir sacando beneficios y haciendo rapiña.
El coste de esta tendencia privatizadora de lo público se está reflejando en una
degradación continua de las condiciones de vida de los trabajadores, que tiene
su reflejo en la mercantilización del bienestar social:
Sectores cedidos a empresas privadas, como los servicios públicos de limpieza,
son algo visible y desde hace unos años es palpable el empeoramiento de recogida
de basuras y reciclaje en nuestras calles. En el transporte público subidas de
precios abusivas, despidos, pérdida de calidad del servicio y merma en la
seguridad… Aumento del gasto en la sanidad, con pacientes derivados a la privada
teniendo todo lo necesario en la pública, reducción de la inversión, despidos…
La educación con financiación en enseñanza media a privados concertados por
encima de los públicos, ideología franquista con la LOMCE (jerarquización de los
directores, religión…), subida de tasas en las matriculas en universidades y
Formación Profesional… El servicio de abastecimiento y saneamiento, el agua, el
bien social más básico presto a su encarecimiento. Y es que en general ya no hay
disimulo a la hora de recortar presupuestos para los servicios públicos;
mientras tanto se conceden conciertos y prebendas a las privadas, un trasvase
del sustento de los servicios públicos a lo privado en toda regla.
Hay que recalcar que los servicios públicos no son sólo actividades controladas
por el Estado y mucho menos ajenas al interés de los trabajadores. Entendemos lo
público como aquello que tiene cualidades para no ser una mercancía o que su
gestión no esté basada en criterios de mercado. Se consideran por tanto un bien
social que debe tener un carácter universal. Además, estos servicios serían
igualmente necesarios en un escenario posrevolucionario (con los cambios
evidentes de gestión, en manos nuestras, los trabajadores).
Defendiendo la necesidad pública de estos servicios hay que plantearse:
1.- ¿Qué entendemos por ello?
Un derecho público es lo opuesto a un privilegio, y si por algo se caracteriza
el capitalismo es por la concentración de privilegios en las manos de la clase
propietaria. Así pues, cuando el pueblo avanza y consigue garantizar el derecho
al acceso de un servicio para todos, estamos frente a una esfera de la vida que
rompe con la lógica de mercado del capital.
También hay que apuntar que el reconocimiento de un derecho por parte de una ley
no significa la inmediata materialización de este, sino que bien puede quedar
como algo simbólico. Por eso lo único que tenemos seguro para que ese derecho se
haga efectivo es la fuerza y la capacidad para imponerlo mediante la
organización y la lucha. Así pues, es la confianza en las capacidades del pueblo
de organizar su propia vida la que hace cumplir ese derecho público. Por ello,
supone la lucha frente al Capital por una necesidad básica.
2.- Ante el hecho privatizador de los capitalistas mediante el Estado ¿Qué
proponemos los anarquistas como alternativa de lucha? ¿Podemos contentarnos con
la mera defensa nostálgica de los “buenos días” del estado de bienestar o
queremos más que eso?
La clave para responder a estas cuestiones pasa por pensar el concepto de
autogestión y aclarar sus posibilidades como práctica.
La autogestión
Es la gestión cooperativa de una comunidad, en la que participan todos sus
integrantes de forma libre e igualitaria y con independencia de factores
externos. Promueve la participación en una actividad de los implicados en ella,
sin delegar en otras personas y sin relaciones de autoridad entre los
participantes.
En este sentido es importante poner como base una tensión estratégica de la
autogestión con cualquier forma de capitalismo. También hay que poner el acento
en la participación y funcionamiento de los que se dotan los miembros que se
organizan en estos proyectos y procesos: la democracia directa. Aunque es
evidente que en el proceso de lucha y como táctica podamos ampliar la
participación y control obrero o practicar ciertas formas de autogestión en
empresas recuperadas, como en la Argentina posterior a la crisis del 2001-2002,
esta situación a largo plazo es insostenible por sí misma. Por tanto, para dar
el paso de la autogestión a la socialización, que es la eliminación de las
relaciones capitalistas de mercado y control estatal, se precisa tener un
proyecto político-social de carácter global, lo que implica necesariamente
pensar un proceso de revolución social.
Creemos que hay que aclarar ciertos términos que se confunden erróneamente con
ciertas prácticas de economía “alternativa” dentro de la sociedad capitalista.
Siendo precisos, el término es usado, indistintamente, como sinónimo de
producción artesanal, microempresa o cooperativa, y autofinanciación.
Hablar de autogestión es indisociable al ataque de las bases mismas del sistema:
en sus relaciones de propiedad y en las relaciones jerárquicas que se desprenden
de la organización de la sociedad de clases. Para nosotros la autogestión no
puede bastarnos con ser un submodelo coexistente con la producción capitalista y
que, directa o indirectamente, participe de sus leyes. Por tanto, la autogestión
sólo cobra pleno sentido en función del proceso revolucionario, de reapropiación
del conjunto del Capital social sobre nuevas bases socialistas y libertarias.
Entendido esto, creemos que no se trata de cómo fundamos nuevos servicios
públicos, sino de cómo aspiramos en la lucha a la reorganización de los mismos,
es decir, a la capacidad de decidir los trabajadores y usuarios sobre qué y cómo
se hacen las cosas, bajo un proyecto de expropiación social.
Nuestro concepto de autogestión, que recoge el sentido original que le daban los
sindicalistas revolucionarios y los clásicos del anarquismo, capacita para
pensar en una sociedad moderna, compleja y sofisticada; que emana del conflicto
de clases ocasionado por la sociedad industrial respecto al control de la
producción. Este modelo, que se expresó rudimentariamente en las colectividades
urbanas y rurales de la España del 36 o en los consejos obreros o soviets rusos
del 17, no es una vuelta atrás, sino una superación revolucionaria de la
sociedad capitalista y del estatismo.
Así pues, la socialización implica una cuestión de fines, un asunto estratégico
y la autogestión una cuestión táctica, un asunto de medios. Que los mismos
trabajadores se hagan cargo de sus asuntos implica la construcción de una
experiencia organizativa que configura, aunque sólo de forma inicial, las bases
de la nueva sociedad a la cual aspiramos.
Es necesario, por tanto, que los movimientos sociales piensen en la autogestión
de la propiedad que hoy posee el empresariado y el Estado; es necesario
comprender que mientras exista la propiedad privada, no podemos competir con
ella, pues tenemos los recursos, los medios y la infraestructura, es decir, el
Capital, en nuestra contra. Eso mismo ocurre hoy con las industrias
autogestionadas en Argentina, experiencias valiosas y que nos llenan de
entusiasmo revolucionario, pero que no van a pasar a mayores si, en lugar de la
apropiación sólo de las empresas quebradas no comenzamos a pensar en la
expropiación de las empresas “saludables”, transformando la autogestión en un
verdadero ariete de guerra en contra del capitalismo, más allá que en una simple
alternativa de supervivencia, y hacia la socialización de los medios de
producción.
Defensa y avance
Cuando hablamos de destruir las instituciones existentes normalmente nos
referimos a las que ejercen una función parasitaria y represiva (policía,
ejército, cárceles, magistraturas…), pero no se nos pasa por alto que otras
instituciones, las que supuestamente sirven para asegurar la vida de la
humanidad, no pueden ser destruidas eficazmente si no se las sustituye con una
cosa mejor.
El intercambio y distribución de productos, las comunicaciones y todos los
servicios públicos ejercidos por el Estado o por particulares, han sido
organizados de modo que sirven intereses reales de la población. No podemos
desorganizarlos (y tampoco nos lo permitiría la población interesada), sino
reorganizándolos de modo mejor. Eso no se puede hacer en un día, ni en la
actualidad tenemos la capacidad necesaria para hacerlo. Tenemos claro que la
vida social no admite interrupciones, y todos queremos vivir el día de la
revolución, pero también el día siguiente y los sucesivos.
Es, por tanto, menester para el desarrollo de un proyecto revolucionario, que
los medios sean coherentes con los fines, y en nuestro caso que la autogestión,
como norte revolucionario, sea a su vez un método aplicado de forma correcta en
relación a los servicios públicos.
Las privatizaciones, uno de los pilares de la sinvergonzonería neoliberal, es el
supuesto de que el Mercado es el mejor distribuidor de recursos y que no hay
mecanismo más eficiente para que los servicios y la producción funcionen mejor
que mediante la propiedad privada. Las consecuencias de las privatizaciones
(que, paradójicamente, representan una auténtica política de Estado) las
sufrimos en carne propia el pueblo, con servicios que se encarecen y ven
afectada drásticamente su calidad.
Pero ¿es posible oponerse a las privatizaciones sin oponer una salida
revolucionaria y libertaria?
La socialdemocracia y el resto de partidos marxistas (IU, PCE, IA…), estatistas
por naturaleza, cree y defiende como proyecto que los servicios y la propiedad
sea gestionada por el Estado, a fin de cuentas, esperan que pronto llegue su
turno de estar a la cabeza del Estado para con sus burócratas dirigirlo
teóricamente en beneficio del pueblo. Por lo demás, tienen una perfecta
coherencia entre sus medios y sus fines, entre su táctica y su estrategia; pero
nosotros estamos en otra.
En cambio, los libertarios nos vemos en una disyuntiva de profunda
trascendencia, pensar qué relación establecer entre propiedad y gestión. Para
resolver esta cuestión es necesario tener una visión realista de cómo será en
términos prácticos, y no valen las consignas, la cuestión de la propiedad y la
administración de los servicios en la sociedad revolucionaria: ¿La propiedad
sería colectiva y los trabajadores y usuarios se encargarían de gestionar en
función de la necesidad de la colectividad? Seguramente llegado el caso las
posibilidades serán más numerosas, pero urge tratarlas para poder trazar el
camino a seguir hasta nuestro proyecto finalista.
Y es ahí donde tenemos la clave para comenzar a pensar alternativas que
solucionen esta problemática. Por eso pensamos en la autogestión con un sentido
muy preciso: que la gestión de los servicios públicos no recaiga en manos ni de
los burócratas ni de los tecnócratas estatales o privados, sino en los propios
implicados en estos servicios. De esta manera damos el paso de la negación (no a
las privatizaciones) a la afirmación (gestión popular de los servicios). Esto
plantea en términos reales nuestra lucha en contra de los privados (que compran
nuestros servicios) y en contra del Estado (que los vende). Así, nuestra lucha
contra las privatizaciones se transforma en una lucha en contra del Estado y del
Capital, entregando al propio pueblo la capacidad de decidir sobre los asuntos
que nos afectan más directamente.
¿Y qué ocurre con los recursos necesarios para garantizar el óptimo
financiamiento de los servicios públicos? Estos deben ser exigidos de las arcas
estatales, al ser éste el espacio en el cual se concentra el capital producido
socialmente y acumulado (mediante la recaudación de impuestos, por ejemplo), un
hecho que no podemos ni debemos obviar. En este sentido, no se trata de
“legitimar” al Estado, sino de reapropiarnos socialmente de los recursos que las
clases dominantes nos enajenan y que el Estado concentra, para poder utilizarlos
según la libre determinación popular.
Así que volviendo a la escena de la calle, hemos presenciado cómo al calor del
15-M y ante la agudización privatizadora de gobiernos y capitalistas, ha
repuntado temporalmente una conflictividad social que hacía tiempo no se
recordaba, con las Mareas de los distintos sectores públicos y la confluencia
tibia con sindicatos combativos. Junto a esto, es importante tener claro que
nuestra alternativa implica que seamos capaces de proyectarnos mucho más allá de
los servicios públicos, y que podamos trabajar una respuesta revolucionaria del
conjunto de toda la sociedad, que vincule los distintos sectores económicos y
sociales, y que conecte las luchas del presente con las conquistas del mañana.
Para concluir, diremos que la postura que entendemos coherente con una
perspectiva de emancipación social y revolucionaria pasa por la oposición
frontal a todos los procesos privatizadores que están llevándose a cabo, por
cuanto contribuyen a la degradación de nuestras condiciones de vida. En esta
línea creemos que nuestra primera tarea es defender los servicios públicos con
un objetivo claro de capacitarnos, trabajadores y usuarios, para posibilitar que
podamos tomar su control y su gestión.
Valoramos, como base a desarrollar por los luchadores sociales de hoy en día y
para que los trabajadores podamos gestionar algún día los servicios públicos, o
para que no nos alejemos más de este objetivo:
1.- Defender unos servicios públicos, universales, gratuitos y de calidad,
impidiendo que pasen a ser gestionados por manos privadas, lo que conlleva su
mercantilización y elitismo.
2.- Fortalecer la movilización y organización social en torno a los servicios
públicos para aumentar la fuerza de sus sindicatos y asociaciones de usuarios,
apoyando también un avance organizativo en el resto de sectores económicos y
sociales del país.
3.- Capacitarnos trabajadores y usuarios de cara a presionar al Estado para
mejorarlos y para profundizar en nuestro control y orientación de la gestión en
lo posible, práctica que posibilitará su socialización, es decir, su autogestión
por la comunidad y los trabajadores en el futuro.
¡Por unos servicios públicos autogestionados!
¡Porque la emancipación de los trabajadores ha de ser obra de los trabajadores
mismos!
¡Arriba los que luchan!

Grupo Anarquista Albatros (FAI)
albatros@nodo50.org
***-
Não há necessariamente coincidência entre nossa posição e as materias
veiculadas.
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In
http://www.kaosenlared.net/component/k2/item/69673
29/09/2013

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