sábado, 15 de dezembro de 2018

¿Cuál será el detonador de la guerra global?



James Petras
Rebelión

      Traducido para Rebelión por Paco Muñoz de Bustillo

Vivimos en un mundo sembrado de múltiples guerras. Algunas de ellas son
conflagraciones directas entre las potencias mundiales y otras comienzan como
conflictos regionales para en seguida convertirse en confrontaciones entre
potencias.
Comenzaremos identificando las confrontaciones entre “potencias mundiales” para
luego explorar las fases de las guerras “por delegación” con repercusiones
mundiales.
En nuestro tiempo, Estados Unidos en la principal potencia que busca la
dominación mundial mediante la fuerza y la violencia. Washington apunta a lo más
alto a la hora de fijar sus objetivos: a China, Rusia e Irán; entre sus
objetivos secundarios están Afganistán, África central y septentrional, el
Cáucaso y América Latina.
China es el principal enemigo de Estados Unidos por diversas razones,
económicas, políticas y militares: es la segunda economía mundial, su tecnología
supone un desafío a la primacía estadounidense y ha construido redes económicas
globales que abarcan tres continentes. China ha reemplazado a EE.UU. en los
mercados, inversiones e infraestructuras extranjeros; ha elaborado un modelo
socioeconómico alternativo que vincula la banca y la planificación estatal con
las prioridades del sector privado. En todas estas cuestiones, Estados Unidos le
va a la zaga y sus perspectivas futuras están reduciéndose.
Estados Unidos ha reaccionado ante todo ello recurriendo al proteccionismo en el
ámbito interno y a una economía imperial agresiva en el exterior. El presidente
Trump ha declarado una guerra arancelaria a China, además de una guerra
propagandística y una política de cerco militar por mar y aire.
La primera línea de ataque ha sido la imposición de exorbitantes aranceles a las
exportaciones chinas a EE.UU. y sus países vasallos. Además, ha optado por
ampliar sus bases militares en Asia. En tercer lugar, EE.UU. presta apoyo a sus
clientes separatistas en Hong Kong, Tíbet y entre los uigures. En cuarto lugar,
ha utilizado las sanciones para coaccionar a sus aliados asiáticos y europeos
para que se unan a su guerra económica contra China. Por su parte, China ha
respondido incrementando su seguridad militar, expandiendo sus redes económicas
e imponiendo aranceles a las exportaciones estadounidenses.
La guerra económica de Estados Unidos ha subido de nivel con el arresto y
secuestro de la vicepresidenta de la compañía tecnológica puntera china, Huawei.
La Casa Banca ha incrementado la escala de agresión, pasando de las sanciones a
la provocación, quedándose a tan solo un paso de las represalias militares. El
detonador nuclear se ha encendido.
Rusia se enfrenta a amenazas similares a su economía doméstica y a sus aliados
extranjeros, especialmente China e Irán. Además, Estados Unidos ha roto [este
mismo año] el compromiso adquirido cuando firmó el tratado de misiles nucleares
de alcance medio.
Irán se enfrenta a sanciones petroleras, cerco militar y ataques a sus aliados
en Yemen, Siria y la región del Golfo. Washington utiliza a Arabia Saudí, Israel
y a sus grupos paramilitares para aplicar una presión militar y económica a Irán
que debilite su economía e imponer así un “cambio de régimen”.
Los tres objetivos estratégicos de Estados Unidos son fundamentales para
conseguir la supremacía global: el dominio de China le otorgaría el poder sobre
Asia; el debilitamiento de Rusia aislaría a Europa; el derrocamiento de Irán
aumentaría el poder de EE.UU. sobre el mercado del petróleo y el mundo musulmán.
Mientras Estados Unidos intensifica sus agresiones y provocaciones, el mundo se
enfrenta a la amenaza de una guerra nuclear global o, en el mejor de los casos,
a una depresión económica mundial.
 Guerras por delegación 
Estados Unidos ha identificado una segunda línea de enemigos en América Latina,
Asia y África.
En América Latina, ha librado guerras económicas contra Venezuela, Cuba y
Nicaragua y, más recientemente, ha aplicado presión política y económica sobre
Bolivia. Washington utiliza a sus vasallos en Brasil, Perú, Chile, Ecuador,
Argentina y Paraguay y a las élites nacionales de la derecha política.
Como se ha visto en muchos casos, Washington utiliza los golpes militares y los
legisladores y jueces corruptos para tumbar regímenes progresistas electos.
Contra Evo Morales, se sirve de ONG financiadas por EE.UU., líderes indígenas
disidentes y oficiales retirados del ejército. Estados Unidos depende de
representantes locales armados para alcanzar sus metas imperiales aparentando la
existencia de una “guerra civil” para evitar una intervención directa descarada.
De hecho, una vez que los supuestos “disidentes” o “rebeldes” establecen una
cabeza de puente, “invitan” a asesores del ejército estadounidense, consiguen
ayuda militar y actúan como armas propagandísticas contra China, Rusia e Irán,
los adversarios de primera línea.
En los últimos años, los conflictos por delegación de EE.UU. han sido el arma
utilizada en la guerra separatista de Kosovo contra Serbia; en el golpe de
Estado de Ucrania de 2014 y la guerra contra Ucrania oriental; en el control
kurdo sobre el norte de Irak y de Siria, así como en los ataques de los uigures
separatistas en la provincia china de Sinkiang.
Estados Unidos ha establecido 32 bases militares en África para coordinar sus
actividades con los señores de la guerra y los plutócratas locales. Sus guerras
por delegación son descritas como conflictos locales entre regímenes “legítimos”
y terroristas islamistas, tribalistas y tiranos.
Tres son los objetivos de estas guerras delegadas. En primer lugar sirven para
alimentar guerras territoriales más amplias con las que rodear a China, Rusia e
Irán. En segundo lugar, sirven como “terreno de pruebas” para calibrar la
vulnerabilidad y capacidad de respuesta de los adversarios estratégicos de
primera línea. Y, en tercer lugar, las guerras por delegación son ataques “de
bajo coste” y “poco riesgo” sobre enemigos estratégicos. Allanan el camino,
sigilosamente, para una confrontación mayor.
Estas guerras por delegación también se utilizan como instrumentos de
propaganda, pues sirven para acusar a los adversarios estratégicos de enemigos
“expansionistas y autoritarios” de los “valores occidentales”.
Conclusión 
Los constructores del imperio americano participan en múltiples tipos de
agresión con el fin de imponer un mundo unipolar. Los principales son la guerra
comercial contra China, el conflicto militar con Rusia y las sanciones
económicas contra Irán.
Estas armas estratégicas a gran escala y largo plazo se complementan con guerras
por delegación en las que participan estados vasallos, cuyo objetivo es
erosionar las bases económicas de los aliados de las potencias
antiimperialistas.
Por tanto, los ataques estadounidenses a China mediante la guerra arancelaria
pretenden sabotear sus proyectos de infraestructura global denominados la “Ruta
de la Seda”, que vinculan a 82 países.
Lo mismo sucede con las iniciativas estadounidenses para aislar a Rusia mediante
la guerra por delegación en Siria, algo que ya hizo en Libia, Irak y Ucrania. El
aislamiento de las potencias antiimperiales estratégicas mediante guerras
regionales prepara el escenario para el “asalto final”: el cambio de régimen
mediante golpe de Estado o la guerra nuclear.
No obstante, la voluntad estadounidense de dominar el mundo no ha conseguido
aislar o debilitar a sus enemigos estratégicos.
China sigue adelante con su programa global de infraestructuras y la guerra
comercial no ha logrado aislar a Pekín de sus principales mercados. Además, la
política estadounidense ha aumentado el rol de China como principal defensora
del “comercio abierto” frente al proteccionismo del presidente Trump.
Igualmente, las tácticas destinadas a cercar y sancionar a Rusia han
profundizado los vínculos entre Pekín y Moscú. Estados Unidos ha aumentado sus
“representantes” nominales en América Latina y África, pero todos ellos dependen
del comercio con China y las inversiones chinas. Esto se acentúa en el caso de
las exportaciones agrícolas y minerales a China.
A pesar de los límites del poder de EE.UU. y su incapacidad para derribar
regímenes, Washington ha efectuado movimientos para compensar dichos fracasos y
ha incrementado las amenazas de una guerra global. Ha secuestrado a líderes
económicos chinos; ha desplazado buques de guerra frente a las costas chinas; se
ha aliado con las élites neofascistas en Ucrania; amenaza con bombardear Irán.
En otras palabras, los dirigentes políticos estadounidenses se han embarcado en
políticas arriesgadas que podrían poner en marcha uno, dos o muchos detonadores
nucleares.
No es difícil imaginar cómo una guerra comercial infructuosa puede provocar una
guerra nuclear, cómo un conflicto regional puede llevar a una guerra de mayor
envergadura.
¿Podemos evitar una Tercera Guerra Mundial? Yo creo que es posible. La economía
estadounidense se levanta sobre cimientos frágiles y las élites de aquel país
están muy divididas. Sus principales aliados en Francia y Reino Unido atraviesan
profundas crisis. Quienes promueven la guerra y quienes la llevan a cabo carecen
del apoyo popular. ¡No desfallezcamos! ¡Hay razones para la esperanza!

In
REBELION
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=250239
15/12/2018

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