quinta-feira, 27 de outubro de 2022

Tomar el timón: hacia un programa cibercomunista

 





        /CIBCOM (Grupo de investigación interdisciplinar dedicado a
        explorar las posibilidades de la planificación socialista de la
        economía en las condiciones tecnológicas actuales)./

Al calor de la revolución digital de las últimas cuatro décadas, las
tecnologías de la información y la computación han permeado nuestras
sociedades hasta el punto de convertirse prácticamente en ubicuas,
conectando entre sí a miles de millones de personas. El movimiento
socialista no iba a ser menos, y en los últimos años han surgido varios
colectivos bajo el paraguas de lo que podría denominarse cibercomunismo.

Pese a lo que pueda parecer, esto no va solo de comunistas usando
ordenadores. En este artículo pretendemos argumentar que el comunismo
cibernético se adjetiva así por considerar que la cibernética, como
ciencia de la información y el control, complementa a la crítica de la
economía política marxista de tal modo que permite vislumbrar el
sustrato informacional escondido tras las realidades burguesas y
compararlas con instituciones alternativas en términos de eficiencia y
adaptabilidad.

Para comprender las características esenciales de este nuevo paradigma
teórico es conveniente hacer un repaso histórico de los conceptos,
autores y corrientes de las que se nutre. Esta será la intención última
de este escrito: esbozar una suerte de «árbol genealógico» del
cibercomunismo.

I

Esta es la historia de cómo dos conceptos relativamente dispares
terminan confluyendo de manera coherente: comunismo y cibernética. El
primero es más conocido en los círculos en los que nos encontramos.
Hablamos de la expresión política del movimiento obrero desde la Primera
Internacional de los Trabajadores, sistematizada, entre otros, por Karl
Marx y Friedrich Engels. Teóricamente, esta partiría de la crítica de la
economía política expuesta en El capital. La desnaturalización de las
instituciones burguesas (mercados, dinero, precios, incentivo de la
rentabilidad, etc.) y el análisis de sus leyes internas abrirían el
camino para reclamar una planificación radicalmente democrática de la
economía: el programa político revolucionario capaz de romper con esas
leyes.

Ahora bien, ¿qué hay de la cibernética? Hablamos de un campo de estudio
interdisciplinar que dio sus primeros pasos diseñando antiaéreos para la
Segunda Guerra Mundial y se consolidó proyectando innovadores enfoques
en ámbitos como la neurociencia o la ecología.[1] Los seres vivos
empezaron a ser conceptualizados como sistemas complejos que obtienen
información de su entorno a través de los sentidos, la cual es
transmitida al cerebro para que la procese y tome decisiones de manera
eficiente. Un comportamiento que podía ser modelizado como un sistema de
control que reacciona a ciertas señales de entrada (input), generando
una señal de salida (output) y creando lo que se conoce como un bucle de
realimentación (entre el individuo y su entorno).

Pues bien, la hazaña de la cibernética fue descubrir que, en realidad,
este tipo de comportamientos se dan, de una forma u otra, en multitud de
realidades. Norbert Wiener —al que muchos consideran el padre de
disciplina— definió a la cibernética como «el campo de las teorías de
control y comunicación, ya sea en la máquina o el animal”[2], explicando
que dichos procesos de control no solo no quedaban confinados al mundo
animal sino que podrían ser emulados, creando autómatas que también
serían capaces de adaptarse e interactuar con un entorno cambiante.

El desarrollo de dichos autómatas, en toda su complejidad, habría sido
imposible de no ser por dos de los mayores desarrollos teóricos del
siglo pasado: la teoría de la información de Claude Shannon[3] y la
máquina de Turing de Alan Turing.[4] Shannon dotó de formalización
matemática al concepto de «información», concediendo un arsenal de
herramientas teóricas que permitieron el desarrollo de mecanismos para
la transmisión y almacenamiento de la información mucho más eficientes
que los utilizados hasta el momento.

Por su parte, Turing demostró la posibilidad de codificar cualquier
función matemática computable paso a paso; es decir, cualquier
algoritmo, en una secuencia finita de bits conocida hoy en día como
programa o aplicación. Es más, también fue capaz de demostrar que dicho
código binario podía ser procesado por una máquina de Turing universal,
capaz implementar cualquier otra máquina de Turing, estableciendo de
este modo los fundamentos de los computadores actuales, capaces de
ejecutar cualquier programa.

Influidos por estos planteamientos, autores como William Ross Ashby
demostraron ciertas relaciones entre la teoría de la información y el
control de sistemas complejos. Una de las más relevantes es lo que se
conoce como ley de la variedad requerida o teorema del buen regulador:
todo «buen controlador» debe ser capaz de manejar la complejidad del
sistema bajo control, expresada por la cantidad de posibles situaciones,
teniendo una respuesta para cada ellas. En caso contrario, la reducción
forzosa de la complejidad del sistema disminuye seriamente su capacidad
de respuesta.[5]

Llegados a este punto el lector podría preguntar, ¿qué tiene que ver
todo esto con el comunismo? Pues bien, ¿y si este análisis informacional
de los sistema complejos se aplicase a la economía? ¿Es posible y
fructífero? Es curioso comprobar cómo el mismo Wiener deslizó
declaraciones como las siguientes:

/“Escribo este libro principalmente para los ciudadanos de los Estados
Unidos, en cuyo ambiente las cuestiones de información serán evaluadas
con el criterio normal, propio de este pueblo: una cosa vale en cuanto
puede producir algo en un mercado abierto a todos. […] El destino de la
información en un mundo típicamente americano consiste en venderla o
comprarla. […] No es mi tarea dilucidar si esa actitud mercantilista es
moral o inmoral, grosera o sutil. Pero es mi deber demostrar que conduce
a que se entienda mal y se trate inadecuadamente la información y sus
conceptos asociados”.[6]/

Sorprendentemente anticapitalista, ¿verdad? Al menos eso fue lo que
empezó a pensarse en ciertos sectores de la URSS y la RDA a partir de
1955. Wiener consideraba que las relaciones mercantiles manejan mal la
información porque convierten los descubrimientos y creaciones
tecnocientíficas —que son producto del esfuerzo colectivo y terminan
afectando a toda la humanidad— en propiedad privada, generando opacidad
social y, por ende, una gestión irresponsable de los mismos. Kitov,
Sobolev y Lyapunov declararon que esto suponía «una aguda crítica a la
sociedad capitalista» poco explorada hasta entonces.[7]

II

Una vez abierta esta incógnita, la aplicación de análisis cibernéticos
para fines socialistas no se hizo esperar. Los mercados y las empresas
capitalistas empezaron a explicarse como autómatas o sistemas de control
defectuosos.

El economista polaco Oskar Lange, apoyándose en Wiener, desarrolló una
novedosa comprensión de la problemática económica. En su polémica con la
Escuela Austriaca, Hayek y compañía habían intentado criticar a su
propuesta de «socialismo neoclásico» insinuando que los ordenadores que
Lange pretendía usar para calcular los precios de los productos sin
necesidad de competencia entre empresas eran una «versión digital del
mercado»; que este último, en realidad, es un «sistema de
telecomunicaciones» imprescindible para las sociedades industriales.[8]

Pues bien, dándole la vuelta a este argumento, Lange argumentó que el
mercado no es más que un ordenador sui generis que resuelve sistemas de
ecuaciones mediante interacciones sociales a través de información
meramente estadística y dinámicas de tanteo. Una afirmación congruente
con los mencionados desarrollos de Turing: el mercado, al ser un
«programa descentralizado», debería ser equivalente a uno que se puede
realizar en cualquier máquina de Turing universal. De esta forma, si
comprendiésemos claramente su funcionamiento, podríamos reproducir un
mecanismo de retroalimentación capaz de hacer lo mismo y mucho más, sin
todos los inconvenientes del «mercado analógico» convencional.[9]

Al otro lado del telón de acero, el británico Stafford Beer llevó la ley
de la variedad requerida de Ashby hasta sus últimas consecuencias,
considerando que la economía de mercado, al tener que encorsetar la
espontánea generación de necesidades e iniciativas sociales dentro de
los límites de lo rentable y colapsar toda la información a las
reductivistas variables monetarias, forzaba el metabolismo social a
dinámicas cibernéticamente «torpes» cuyas consecuencias humanas son
dramáticas.[10] Para ambos, la planificación socialista superaba
claramente a los mercados al ser capaz de: tener un acceso transparente
a toda la información económica, poder actuar en reacción inmediata a
las nuevas necesidades ciudadanas sin la mediación de la rentabilidad y
tener la capacidad previsora de hacer cálculos económicos a largo plazo.

Las concreciones histórico-políticas más destacadas de estos
planteamientos fueron: 1) el OGAS de Víktor Glushkov en la URSS,[11] 2)
el Cybersyn de Beer en el Chile del Frente Popular[12] y 3) los
proyectos de «geografía económica» que, a la luz de las obras de Leonid
Kantorovich y Nikolai Veduta, orquestó el Instituto de Novosibirsk. Los
primeros se conocen más. El ultimo está mucho menos explorado, pero
tiene interés por la sensibilidad ecológica que desarrollaron mientras
urbanizaban la estepa siberiana.[13]

III

Tras la extensión de dictaduras neoliberales por América Latina y el
posterior desmantelamiento de la URSS, todos estos proyectos fueron
abortados. Sin embargo, de manera inesperada, aparecía en el Occidente
de 1993 una obra que, poco a poco, resucitaría el interés de pequeños
círculos por estos planteamientos: Towards a New Socialism, de los
escoceses Paul Cockshott y Allin Cottrell.[14] Esta, junto a Classical
Econophysics, publicada una década y media más tarde junto a Gregory
John Michaelson, Ian P. Wright y Victor Yakovenko, rescataban todas las
intuiciones de los autores antes mencionados llevándolas a grados de
formalización y refinamiento sin precedentes.

Se puede decir sin rodeos que estos trabajos fundaron el actual
cibercomunismo, brindando dos interesantes armas teóricas al movimiento
revolucionario: la econofísica, como análisis de las economías de
mercado, y la planificación cibersocialista, como propuesta política que
aspira a superar los estructurales deficiencias de las formas
tradicionales de planificación.

Empezando por la primera, merece una especial atención la obra de 1983,
Laws of Chaos. A Probabilistic Approach to Political Economy, de
Emmanuel Farjoun y Moshé Machover. Esta, reproduciendo el paso de la
determinista física clásica a la física estadística, explicaría que la
dinámicas de la economía política solo son expresables matemáticamente a
través de la estadística, ya que el objeto de estudio es un sistema
fundamentalmente caótico.[15] Las técnicas matemáticas del marxismo
quedarían actualizadas, permitiendo el desarrollo de modelos más
precisos capaces de captar toda la complejidad mercantil. Como había
insinuado Lange, la dinámica competitiva mediante la cual se establecen
precios, salarios y demás, juega con información de naturaleza meramente
estadística.

Esta tarea se profundizaría en Classical Econophysics, donde el marxismo
terminaría de conjugarse con la cibernética. Así, autores como Wright
explicarían que el capital, como relación social de producción, es, en
términos cibernéticos, un «sistema de control» que pretende adaptarse a
nuestro entorno biofísico, pero también geopolítico, mediante cierto
bucle de retroalimentación: unidades sociales atomizadas compiten entre
sí por ciertos nichos de consumo para rentabilizar monetariamente su
actividad.[16] La ley del valor y su fórmula básica, D-M-D’,[17] actúan
cómo un estándar de validación que filtra a las iniciativas no rentables
como «irracionales».

La conceptualización de Marx del capital como un «sujeto automático»
cuya «voluntad» está por encima incluso de los capitalistas mismos no es
una metáfora.[18] Los capitalistas, incentivados por la opulencia ligada
a sus privilegios y atemorizados por la posibilidad de ser barridos por
la competencia, en realidad, no hacen otra cosa que personificar o
ejecutar las señales de salida del sistema de control al que están
subsumidos.

Dichas señales de salida, supuestamente, garantizan la adaptación social
a nuevas circunstancias optimizando gastos monetarios en torno a cierto
«equilibrio». En la práctica, tal y como demuestran Farjoun y Machover,
el equilibrio es inalcanzable ya que las señales son demasiado
simplistas para recoger toda la complejidad del sistema, derivando así
en dinámicas de inversión y recortes impulsivas y rudimentarias. Esto no
solo forzaría a la mayoría social a ciertos salarios y nivel de consumo,
cierta tasa de crecimiento o, en definitiva, cierta tasa de ganancia,
sino que también estaría detrás de la continua inestabilidad social y
crisis periódicas que observamos en nuestros días. Por esta razón se
califica a los mercados como autómatas defectuosos.

Estos sobrecomplejizan el metabolismo social al generar paralelismos y
opacidad, dando lugar a información algunas veces redundante y otras,
directamente, inútil. Esto se traduce en sobresfuerzo y desperdicio de
recursos en periodos de crecimiento, y en infrautilización de las
capacidades productivas en periodos de crisis. Pensemos que cientos de
empresas se lanzan diariamente a producir distintas variantes del mismo
bien en cantidades que los ciudadanos no pueden ni pagar ni consumir.

Sin embargo, eso no es todo. Paradójicamente y al mismo tiempo, el
mercado ignora e incluso obstruye la consideración de información de
vital importancia para nuestro futuro. En algún sentido, esto es así
porque el mercado, simplemente, «no detecta» como señal de entrada
aquello que transcienda los estrechos limites de las variables monetarias.

Pero el verdadero problema es que, incluso cuando estos son
visibilizados políticamente, su consideración entra en contradicción con
el imperativo de la rentabilidad, por lo que son desatendidos. Así, una
infinidad de cuestiones que los especialistas no dejan de señalar como
cruciales (aridificación de terrenos, escasez progresiva, estrés
crónico, etc.) son incluidas dentro del cajón de sastre de las
«externalidades negativas«, abandonándonos a la suerte de unas
administraciones publicas que, a medio plazo, dependen tanto de la
rentabilidad empresarial como las empresas mismas.[19]

Llegados a este punto, podemos intuir cual es la conexión entre
econofísica y planificación cibersocialista. La primera nos permite
explicar que, frente a la economía de mercado, esta última optimiza o
ajusta el uso de la información social, aumentando considerablemente
nuestra capacidad de adaptación. La planificación es cibernéticamente
superior cuantitativa y cualitativamente. Al quitarnos de encima
información redundante, hace lo que hace el mercado (optimizar costes y
distribuir trabajo entre sectores en base a la demanda) de manera más
rápida y precisa. La posibilidad, abierta por TICs, de recolectar,
almacenar y procesar enormes cantidades de información de manera viable
nos permite prescindir de este.[20]

La planificación también es claramente distinta y superior en términos
cualitativos. Tal y como explicó Otto Neurath, gracias al cálculo en
especie y la democracia directa, emerge un nuevo tipo de racionalidad
aprehensiva de factores multidimensionales y centrada en la satisfacción
de necesidades sociales.[21] Hablaríamos de un sistema de control con la
capacidad de decidir conscientemente qué hacer y cómo. Los planes son la
expresión consciente de la voluntad popular en un determinado momento a
través de objetivos y restricciones autoimpuestas.

Esto puede concretarse tanto en expansiones como en retracciones de
diferentes los sectores productivos, según se considere. ¿Por qué?
Porque al barrer del mapa a la clase capitalista y centralizar los
medios de producción, la reproducción social ya no depende de que cierto
empresario vea expectativas de ganancia en un sector ni de los
deficientes juegos monetarios, sino que, los diferentes ámbitos de la
vida humana (la salud, el consumo, la ecología, etc.) se gestionarían,
caso por caso, en base a estudios científicos particulares y
consideraciones ético-políticas expresadas en la deliberación pública.

Para esta nueva forma de organizar el metabolismo social, la democracia
—algo bien distinto del despotismo representativo del parlamentarismo
burgués, postrado ante el poder del capital y cuya tarea esencial es
garantizar sus condiciones generales de reproducción— no es una
floritura retórica. Solo la participación popular masiva y recurrente
puede garantizar una reproducción social no turbulenta en tanto que
consentida.

Asimismo, el registro objetivo; es decir, expresable de manera
matemática, de necesidades sociales y, por ende, la planificación misma,
es imposible sin una transmisión fluida de información de abajo a
arriba.[22] Algo que, afortunadamente, se ha venido reconociendo en
nuestro entorno por —si se nos permite la expresión— cibercomunistas
avant la lettre como Felipe Martínez Marzoa: «la integración de toda la
producción en un cálculo único sólo es posible mediante la total
transparencia del aparato productivo […], [lo cual] solo se logra si la
información y el control constituyen un hecho de comunicación social
general; pues es evidente que estas condiciones solo pueden cumplirse en
una situación política de democracia sin restricciones».[23]

IV

Esperamos que con este escueto esbozo haya quedado un poco más claro a
qué nos referimos con que complementamos a la crítica de la economía
política mediante las modernas teorías de la información y el control.
Es curioso que incluso la etimología de la palabra parece sugerirnos
algo así. «Cibernética» viene del verbo griego kybernao, que significa
«manejar» o «timonear» un navío.[24] Por lo que una manera visual de
explicar nuestro planteamiento sería que el mercado supone dejar el
barco (la sociedad) a la suerte de los vientos y mareas, mientras que la
planificación cibernética permitiría tomar el timón y navegar hacia
donde queramos.

En cualquier caso, y como conclusión, nos gustaría señalar que nuestra
intención última es la de advertir que cualquier programa político
revolucionario del siglo XXI debería tener entre sus prioridades la
promoción de proyectos de investigación que ayuden a conceptualizar la
socialización de los medios de producción y su gestión radicalmente
democrática mediante el uso de las tecnologías disponibles. Como tal,
aun queda mucho por hacer, de ahí la importancia de los nuevos teóricos
y colectivos de trabajo.[25] Tenemos camino por delante, pero la rápida
proliferación de este enfoque en los últimos cinco años nos indica que
sus bases son sólidas y su futuro prometedor.

*Notas*

[1] El éxito de la cibernética ha sido tal que ha quedado diseminada en
distintas ramas del conocimiento, siendo la más novedosa el denominado
machine learning. Si la cibernética es a día de hoy “invisible” es
porque está en todas partes: telecomunicaciones, ingeniería de control,
biotecnología, neurología, Inteligencia Artificial, robótica, etc.

[2] Norbert Wiener. Cybernetics: Or Control and Communication in the
Animal and the Machine. 1948.

[3] Claude Shannon. Una teoría matemática de la comunicación. 1948.

[4] Alan Turing. Maquinaria computacional e inteligencia. 1950.

[5] Roger C. Conant y W. Ross Ashby. Every Good regulator of a system
must be a model of that System. 1970.

[6] Norbert Wiener. The Human Use of Human Beings: Cybernetics and
Society. 1950.

[7] El texto que inicia todo este interés es el articulo de los
mencionados soviéticos, Las principales características de la
cibernética, de 1955. En el caso de la RDA, el principal promotor de
esta fue Georg Klaus, sobre el cual se puede leer en:
https://cosmonautmag.com/2021/07/the-introduction-of-cybernetics-in-the-gdr-by-jerome-segal/.

[8] Friedrich August von Hayek. El Uso del Conocimiento en la sociedad.
1945.

[9] Oskar Lange. La computadora y el mercado, 1966; Introduction to
economic cybernetics, 1969.

[10] Staffor Beer. Brain of the Firm; Second Edition (much extended). 1981.

[11] Vasily Pikhorovich. Glushkov y sus ideas: La cibernética del
futuro. 2014. Disponible en:
https://cibcom.org/glushkov-y-sus-ideas-la-cibernetica-del-futuro/.

[12] Jeremey Gross. Stafford Beer: Eudemony, Viability and Autonomy.
2020. Disponible en:
https://www.redwedgemagazine.com/online-issue/stafford-beer-eudemon.

[13] West, D. K. Cybernetics for the command economy: Foregrounding
entropy in late Soviet planning. 2020. Disponible en:
https://journals.sagepub.com/doi/full/10.1177/0952695119886520.

[14] Tenemos constancia de que Elena Veduta, hija de Nikolay Veduta,
parece haber jugado un papel similar en la Rusia post-soviética,
influyendo a colectivos cibercomunistas como Tsifrovoy Sotsializm
(Socialismo Digital) (https://vk.com/@digital_socialism), pero, hasta
hace pocos meses, nos hemos desarrollado de manera relativamente paralela.

[15] Un buen acercamiento a estos planteamientos puede encontrarse en la
reseña de I. Wright a How labor powers the global economy, el ultimo
libro que Farjoun y Machover han publicado junto a David Zachariah:
https://weeklyworker.co.uk/worker/1395/understanding-capitalist-dynamics/.

[16] I. Wright. Marx on Capital as a Real God. Disponible en:
https://ianwrightsite.wordpress.com/2020/09/03/marx-on-capital-as-a-real-god-2/.

[17] Sin entrar en muchos detalles, la formula D – M – D’ es la
expresión formal de la dinámica básica de los mercados: cierto agente
hace una primera inversión monetaria (D) para comprar capital y producir
cierta mercancía (M) que espera poder vender a posteriori generando
cierta ganancia; es decir, más dinero del que tenía en un principio (D’).

[18] K. Marx. El Capital. Crítica de la economía política. 1867. Ver
fragmento en: https://webs.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/capital1/4.htm.

[19] E, Altvater. Notes on some problems of state interventionism.1973;
W. Müller and Christel Neusüss, The illusion of state socialism and the
contradiction between wage labor and capital.

[20] Ver Paul Cockshott y Allin Cottrell, Hayek, information and
knowledge, en “Classical Econophysics”; Contra Hayek, en
“Ciber-comunismo. Planificación económica, ordenadores y democracia”.

[21] J. O’Neil. Cálculo Socialista y Valoración Ambiental: Dinero,
Mercado y Ecología. 2021. Disponible en:
https://cibcom.org/calculo-socialista-y-valoracion-ambiental-dinero-mercado-y-ecologia/ ; A. Benavav. Cómo fabricar un lápiz. 2020. Disponible en: https://cibcom.org/como-fabricarun-lapiz/.

[22] Esta idea se desarrolla ampliamente en la obra de Marzoa: “solo es
posible un cálculo total cuando todos los datos del sistema productivo
son de tal naturaleza que pueden ser todos ellos expresados en términos
rigurosamente objetivos, y esto implica la sustitución de un proceso
productivo con infinidad de microoperaciones humanas contingentes por
uno de carácter automático, en que las decisiones se centren en los
procesos de cálculo científico-técnico” (Felipe Martínez Marzoa. La
Filosofía de El Capital. 1983. Capítulo IX.).

[23] Ibíd. Capítulo X.

[24] Etimología de CIBERNÉTICA:
http://etimologias.dechile.net/?ciberne.tica.

[25] Tomas Härdin, Jan Phillip Dapprich, David Zachariah, Grigory
Kopanev, Spyridon Samothrakis, Nicolas D. Villarreal, etc. Son buenos
ejemplos.

Publicado en: A fondo
<https://observatoriocrisis.com/category/actualidad/a-fondo/>,
Actualidad <https://observatoriocrisis.com/category/actualidad/>

Em
OBSERVATORIO DE LA CRISIS
https://observatoriocrisis.com/2022/10/27/tomar-el-timon-hacia-un-programa-cibercomunista/
27/10/2022

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