quarta-feira, 8 de março de 2023

Algunas reflexiones sobre multipolarismo y socialismo (parte 1)

 

 



JESÚS LARA, ECONOMISTA MEXICANO, INTEGRANTE DEL CENTRO DE ESTUDIOS
ECONÓMICOS Y SOCIALES

*/Cometen un error quienes se apresuran a calificar de imperialista, a
un país de acuerdo con sus acciones de política exterior (Rusia) o por
la creciente importancia de sus relaciones con el exterior para la
economía doméstica (China). Ninguno de los países que se perfilan a
colocarse como fuerzas clave del nuevo polo emergente puede calificarse
de imperialista en tanto su nivel de desarrollo es incomparablemente
menor con el de los países de la tríada imperial ( EEUU, JAPÓN, UNIÓN
EUROPEA)/*…

Discursos y análisis sobre la multipolaridad emergieron y proliferaron
durante las últimas dos décadas en boca de diversos sectores políticos
en todo el planeta. Sin embargo, la consolidación de China como potencia
mundial y la guerra tecnológico-comercial que Estados Unidos libra
contra ella, así como el estallido de la guerra en Ucrania, que apunta
hacia la separación definitiva de Rusia del bloque occidental, han
colocado al debate sobre la multipolaridad al orden del día.

Del mismo modo, las fuerzas políticas de izquierda antimperialistas y
socialistas se posicionan firmemente por la construcción de un mundo
multipolar, y, generalmente, determinan sus posiciones en política
exterior tomando como criterio principal la medida en que un evento
particular contribuye a la multipolaridad. Esto vuelve imprescindible un
análisis crítico acerca de la relación entre multipolaridad,
imperialismo y socialismo.

El objetivo de este trabajo es contribuir a esa discusión. El argumento
central es que el marxismo cometería un error enorme al rechazar el
objetivo de la multipolaridad, pero también que no puede aceptar
acríticamente ninguna las concepciones dominantes sobre la misma. El
reto consiste en entender cómo el desarrollo real del capitalismo global
se dirige o no hacia la multipolaridad, y cómo esto favorece o no los
intereses de largo plazo de la clase trabajadora mundial.

Esto demanda análisis concretos de cada situación en las que se juega el
balance de fuerzas global, y no una toma de postura basada en un esquema
fijo y predefinido. En esta primera parte, presento la concepción básica
de la multipolaridad, su relación con el imperialismo y con las luchas
de las masas por vías de desarrollo alternativas al neoliberalismo y,
eventualmente, por el socialismo.

*Multipolaridad e imperialismo*

La primera y obvia definición de multipolaridad es que es lo contrario a
la unipolaridad. Esta última, a grandes rasgos, se refiere a la
concentración del poder en un solo polo, que en la actualidad está
liderado indiscutiblemente por Estados Unidos con sus aliados
subordinados de Europa occidental y Japón. El marxista egipcio Samir
Amin denomina a este polo la triada imperialista.

La fuente de esta asimetría de poder yace en la superioridad económica
(que abarca aspectos tecnológicos, de infraestructura y
organizacionales), científica y militar del bloque liderado por EE. UU.
Esto le otorga la capacidad de limitar el espacio de acción de los
gobiernos del resto del mundo y, más aún, de dirigir el desarrollo
económico de los mismos de acuerdo con sus propios intereses.

Este orden unipolar es, a su vez, producto del colapso del campo
socialista en los ochenta y noventa del siglo pasado, que significó el
fin del mundo bipolar. Los dos grandes polos en disputa eran el bloque
imperialista (el “primer mundo”) y el campo socialista (el “segundo
mundo”). Los países no abiertamente adheridos a uno de los bloques
aprovechaban en distinto grado el conflicto entre los dos hegemones y en
muchos casos el apoyo abierto y decidido de la Unión Soviética para
negociar condiciones favorables a su desarrollo económico o a sus
procesos revolucionarios y de liberación nacional.

/El multipolarismo, puesto de manera sencilla, significaría el fin del
poder desproporcionado de la triada imperialista sobre el resto del
mundo/. Esto supone, necesariamente, el surgimiento de otros polos con
capacidades económicas y militares, así como con importancia demográfica
y estratégica, similares a las de la triada; esto, por un lado,
obligaría a los participantes más importantes de cada polo a negociar en
pie de igualdad cualquier cuestión en la que busquen avanzar sus intereses.

Por otro lado, y quizás lo más relevante para la periferia mundial (que
en el corto plazo no tiene posibilidades reales de consolidarse como
poder global o regional) el mundo multipolar representaría un aumento
efectivo de la soberanía nacional para todos los países del mundo. O,
puesto en otros términos, representaría la posibilidad de elegir caminos
de desarrollo económico y político que actualmente son sancionados y
prohibidos por el imperialismo norteamericano.

Así entendida, muy pocas objeciones podrían encontrarse hacia la meta de
construir un mundo multipolar. Sin embargo, esta es una elaboración
sumamente abstracta de la cuestión. Al menos dos puntos se vuelven
evidentes cuando se analiza el problema desde el punto de vista
marxista. El primero es que se toma a los estados-nación e
implícitamente a los gobiernos nacionales como la unidad básica de análisis.

Se ignora así, en primer lugar, que cada nación está interconectada a
todas las demás por complejas redes de producción y distribución que
crecen y desarrollan siguiendo la lógica de la acumulación de capital,
que tiene independencia relativa de los distintos gobiernos nacionales.
En segundo lugar, y quizás más importante, en la formulación anterior
cada estado-nación es una unidad homogénea, carente de contradicciones
internas, la más importante de ellas siendo la división entre clases
sociales antagónicas que luchan por coordinar la producción social y
asignar el excedente que de ella se deriva.

Pongamos un ejemplo para ilustrar el problema. Supongamos que, fruto de
conflictos internos entre Estados Unidos, Europa y Japón, el bloque que
ellos representan se desmembrara en dos bloques distintos: Estados
Unidos (junto con Canadá) contra Europa occidental y Japón. Para la
ilustración del argumento, supongamos que ni China ni Rusia están en
condiciones serias de equipararse a alguno de estos dos bloques.

Este mundo, en el sentido puramente político, efectivamente habría
dejado de ser unipolar: ni Estados Unidos ni Europa-Japón podrían
avanzar sus intereses a costa del resto del mundo de manera unilateral.
Ahora bien, en un sentido más profundo, el mundo seguiría siendo
unipolar en tanto todo el planeta estaría dominado no solo por
relaciones de producción capitalistas, sino por la unidad entre el
estado nación de los países imperialistas con sus monopolios nacionales,
que se repartirían el mundo para la provisión de materias primas,
energía, mercados y súper explotación de fuerza laboral.

En una palabra: habríamos regresado a 1914, a la antesala de la Primera
Guerra Mundial, es decir, al sistema imperialista clásico en donde las
diversas potencias se  dividen el mundo y, además, entran en conflictos
inter-imperialistas por la redivisión del mismo, como tan nítidamente
apuntaron los grandes teóricos marxistas del imperialismo clásico:
Vladimir Lenin y Nikolai Bujarin. Ese mundo no es necesariamente más
propicio para el avance de luchas proletarias que la unipolaridad
imperialista.

Como demuestra la historia durante el periodo imperialista clásico, las
potencias capitalistas son capaces de superar temporalmente sus
diferencias para aplastar avances revolucionarios que amenacen al orden
capitalista; basta recordar la invasión conjunta de más de diez
ejércitos extranjeros en apoyo a las Guardias Blancas contra el Ejército
Rojo durante la Guerra Civil Rusa. Tampoco crea mejores condiciones para
el desarrollo económico de la periferia: el mundo de la preguerra fue el
del colonialismo abierto en toda Asia y África, mientras que América
Latina cayó definitivamente bajo el mando norteamericano.

De aquí se desprende una conclusión que, aunque puede parecer obvia, no
siempre se menciona con la claridad necesaria: para que el mundo
multipolar desempeñe un papel progresista con respecto al unipolarismo,
es indispensable que al menos uno de los polos emergentes tenga un
carácter no-imperialista.

Esto cambia radicalmente los términos del problema, porque en este caso,
uno de los polos no determina su política exterior y su relación con el
resto del mundo bajo el criterio del máximo beneficio para sus
monopolios y el fortalecimiento estatal-militar. Las grandes potencias
se ven en la necesidad, entonces, de negociar de manera más simétrica
cuestiones que afectan sus intereses (los de su clase dominante), y el
resto del mundo se puede beneficiar de esa nueva configuración.

Finalmente, es importante enfatizar que el carácter antimperialista o
no-imperialista de un proyecto político no se puede determinar por los
discursos o declaraciones de la clase dirigente del país en turno. La
base de la teoría marxista del imperialismo es que la política de
dominación más o menos directa sobre otras naciones, y los conflictos
con otras potencias imperialistas, son la consecuencia necesaria de
fenómenos de carácter económico: la formación del capital financiero o
monopolista, problemas de subconsumo y rentabilidad a nivel interno,
competencia con los oligopolios de otros países y sus respectivas
maquinarias estatales, entre otros.

Por eso, cometen un error quienes se apresuran a calificar de
imperialista, a un país de acuerdo con sus acciones de política exterior
(Rusia) o por la creciente importancia de sus relaciones con el exterior
para la economía doméstica (China). Ninguno de los países que se
perfilan a colocarse como fuerzas clave del nuevo polo emergente puede
calificarse de imperialista en tanto su nivel de desarrollo es
incomparablemente menor con el de los países de la tríada – siendo China
la única posible excepción.

Por último, a pesar de que el polo no-imperialista estaría constituido
temporalmente por países más “atrasados” en términos económicos,
tecnológicos y militares, aspectos importantísimos como la magnitud de
la población y el consecuente tamaño del mercado interno, y su papel en
el suministro de recursos naturales y materias primas, pueden ser
factores que eventualmente impongan costos enormes al polo imperialista
si este último insiste en el ejercicio del poder unilateralmente.

Sin embargo, como bien afirma Samir Amin, la triada deriva su poder de
cinco grandes monopolios: el monopolio tecnológico, producto de
descomunales gastos militares; el de armas de destrucción masiva; el de
acceso a los recursos naturales, el de control sobre los medios de
comunicación masiva, y el del sistema financiero global. Para que la
multipolaridad sea una realidad, el polo no-imperialista debe romper
inevitablemente esos monopolios, lo que demanda no sólo coordinación
entre gobiernos nacionales sino apoyo popular organizado y consciente:
consciente de la explotación imperialista y la necesidad de revertir esa
situación. Así, el régimen político y económico de los países que
conforman el nuevo polo cobra importancia esencial en la lucha por un
mundo multipolar.

En síntesis, la formulación de la multipolaridad como la simple
coexistencia de múltiples polos cuyas fuerzas tienden a un equilibrio
pacífico es incompleta al ignorar la naturaleza de los regímenes
político-económicos que constituyen esos polos. Estos sí son
determinantes importantes de la forma en que la multipolaridad
contribuye o no con objetivos de tipo progresistas y revolucionarios.
Por todo esto, los marxistas no pueden aceptar una visión de la
multipolaridad que ignore la importancia de las relaciones de producción
al interior de los nuevos polos emergentes y el papel que desempeñan en
ellos las masas populares.

Y, a pesar de esto, no hay duda de que, partiendo del desarrollo real en
la configuración de fuerzas, el mundo multipolar que emerge seguiría
siendo un mundo capitalista, en tanto los nuevos polos de desarrollo
seguirían estando caracterizados por relaciones capitalistas de
producción al interior y entre los países que los conforman, con la
excepción, siempre en disputa interna, de la República Popular China.

En el resto de países no habrá desaparecido la explotación del trabajo
ni la anarquía de la producción, con sus implicaciones en términos de
pobreza, desigualdad, crisis, destrucción ambiental y el riesgo de
nuevas guerras mundiales y nucleares. Todo esto, claro, con una menor
fuerza que en el mundo unipolar actual.

Si este es el caso: ¿por qué poner como objetivo la multipolaridad y no
directamente el socialismo? La respuesta más simple al cuestionamiento
anterior es que la multipolaridad, que no es sinónimo de socialismo, sí
crea las condiciones para una eventual transición a éste. La razón es
que, en un mundo unipolar, todo proyecto político que vaya en contra de
los intereses estratégicos de las potencias dominantes (dentro de los
que se encuentran a la cabeza los proyectos socialistas) pueden ser
dañados hasta niveles que vuelven al proyecto insostenible o sostenible
con costos enormes.

Los medios para provocar estos daños incluyen medidas económicas,
políticas y militares, como bloqueos y sanciones, el aislamiento
internacional, el sabotaje, o la intervención militar directa. Estas
medidas, cuando no logran provocar el colapso definitivo del proyecto,
obligan al gobierno en turno a adoptar medidas de emergencia en todos
los ámbitos, lo que suele acompañar una enorme centralización del poder
político que, en la práctica, se ha mostrado muy difícil de revertir.
Desde esta perspectiva, la unipolaridad imperialista es un obstáculo
casi infranqueable en la lucha revolucionaria.

En conclusión, habría que apoyar la formación de un mundo multipolar,
fundamentalmente, porque creará mejores condiciones para una transición
socialista. Pero, una vez más, incluso esta tesis bastante razonable
merece ser sometida a un escrutinio detallado, y éste puede iniciar con
las siguientes preguntas: ¿por qué ni Marx ni los clásicos del marxismo
hablaron nunca del multipolarismo como una etapa intermedia entre el
capitalismo y el socialismo?

O, puesto, en otros términos, ¿qué transformaciones en el capitalismo
global y en la experiencia revolucionaria han determinado la necesidad
del multipolarismo como esa etapa intermedia necesaria? A estas dos
cuestiones trataremos de dar respuesta en la segunda parte de este trabajo.

*NOTA*

Jesús Lara es economista por El Colegio de México e investigador del
Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.

Em
OBSERVATORIO DE LA CRISIS
https://observatoriocrisis.com/2023/03/07/algunas-reflexiones-sobre-multipolarismo-y-socialismo-parte-1/
7/3/2023

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