sábado, 25 de março de 2023

Francia: Un país que se levanta

 


 

FRÉDÉRIC LORDON , FILÓSOFO FRANCÉS

*/La pregunta de ahora en la agenda es cómo poner fin a «Macron y al
orden capitalista «… Esta pregunta puede ser revolucionaria sin que la
situación misma lo sea. Pero, la historia ha demostrado que aquí había
dos partes posibles: quedarse en el sofá esperando a que se forme una
situación revolucionaria “por sí misma ”, o echarle una mano activamente
para que lo haga…/*

El lunes pasado las portadas de la prensa nacional se llenaron
especulando acerca de una moción de censura, contando los diputados
susceptibles de votar, calculando las chances, considerando futuras
combinaciones, jugando a informados, qué deleite la del periodismo
político: en realidad un pasaporte a la inanidad política.

Durante este tiempo, la política, en apogeo, se apoderó del país. Una
nube de iniciativas espontáneas estalla por todos lados, paros sin
previo aviso, bloqueos de caminos, estallidos de disturbios o simples
manifestaciones salvajes, asambleas estudiantiles en cada esquina, la
energía de la juventud en la calle y en la Concorde. Todos sienten fuego
e impaciencia en las piernas, pero no por las tonterías que fascinan al
dedal parisino. El dedal es como la cabeza de alfiler, con periodistas
pegados a los pasos de Macron y Borne, y totalmente ignorantes de lo que
realmente está pasando: la efervescencia.

Es hermoso lo que sucede cuando el orden comienza a descarrilarse. Cosas
pequeñas pero inauditas rompen el resignado encierro y la atomización
con que los poderes sostienen su poder. Aquí los agricultores llevan
cestas de verduras a los trabajadores ferroviarios en huelga  ; allí, un
restaurador libanés distribuye falafels a manifestantes cansados; los
estudiantes se unen a los piquetes; pronto veremos a personas que abren
sus puertas para ocultar a los manifestantes de las arremetidas
policíacas. Comienza el verdadero movimiento. Ya podemos decir que la
situación es prerrevolucionaria. ¿ A qué perspectivas se enfrenta  ?
¿Será capaz de deshacerse del «pre-» para volverse plenamente
revolucionario  ?

*Gobernar por redondeo*

Este poder, con su  legitimidad colapsada, no es más que un bloque de
coerción. A destruido él mismo todas las mediaciones, el autócrata ya no
está separado del pueblo más que por una trinchera de policías. De lo
que haga este individuo -al que toda razón abandonó hace mucho tiempo-
nada puede ser excluido.

Macron nunca reconoció la alteridad. Su psiquis no sabe qué es “el
otro”, otra persona. Está en diálogo sólo consigo mismo y el exterior no
existe. Por eso no se siente sujeto a ninguna de las validaciones
colectivas de la interlocución. El 3 de junio de 2022 podrá sostener sin
pestañear que va a «cambiar de método» y que «los franceses están
cansados ​​de las reformas que vienen de arriba» , el 29 de septiembre
que «el ciudadano no es alguien sobre quien impondremos decisiones”.

¿No es evidente que ante un tipo de este tipo, toda posibilidad
dialógica queda de hecho abolida? ¿Que nada de lo que diga puede ser
tomado en serio ? Es fácil comprender que tal individuo, al no conocer
nada más que a sí mismo, es estrictamente incapaz de admitir un error
que no sea ficticio, ya que debe haber escuchado al exterior, al no-yo,
para darse cuenta de que estaba equivocado. Por eso todas sus promesas
de “reinvención” (que tanto encantan a los periodistas) no pueden ser
más que pantomimas producidas en su circuito cerrado.

Ha  dado poder a instituciones políticas poderosas, y ahora realmente,
liberticidas, ha estimulado todos los niveles de violencia posibles,
cualquier cosa puede suceder. Todo está sucediendo en otros lugares. Las
secuencias de la trampa en la rue Montorgueil este domingo son
perfectamente claras a este respecto. La política de Macron va camino de
la completa desintegración con la intimidación policial permanente. En
adelante la policía reinará por completo. Cualquiera, los transeúntes
ajenos a la manifestación, las mujeres y hombres asustados, las
estupefactos por lo que está pasando recibirán un solo mensaje: no
salgas a la calle ; quédate en casa ;  ve la televisión; no te arriesgues.

El proceso inconsciente que la policía establece con su poder se termina
por imponer: el acuerdo es inmediato entre una institución dedicada a la
violencia y los individuos en busca de soluciones legales para
satisfacer sus propios impulsos violentos. Este acuerdo encuentra una
oportunidad inigualable en una situación prerrevolucionaria, cuando el
poder, ya no se sostiene sino por la fuerza, y cuando se atribuye una
importancia desmesurada de la fuerza policial. Un último recurso con un
cheque en blanco. Como ya hemos visto con motivo de los «chalecos
amarillos», es el momento de los sádicos y matones uniformados.

La tesis de la “Policía está con nosotros” está totalmente obsoleta, ya
no tiene ninguna posibilidad: el dominio instintivo de la violencia
policial prevalece absolutamente sobre la proximidad social en la que
descansaba la ilusión de un “encuentro con los civiles” (el materialismo
vulgar si toma en consideración solamente los datos sociales e ignora
todo lo demás). Tales son las formas en que las estructuras de poder
producen sus efectos, en las que un orden satisface sus necesidades:
estas órdenes son transmitidas a la psique de los funcionarios
adecuados, y esto pasa desde el mismo Macron hasta el último matón
policial que golpea en la calle.

*Contrafuerzas*

Las contrafuerzas, sin embargo, nos protegen del descenso a una tiranía
aún más abyecta o, más simplemente, de ser aplastados por la policía.
Mencionemos la primera por conciencia, es decir sin creer demasiado en
ella. Tal vez sea posible que algunos restos de moralidad, alguna idea
de límites y puntos de inflexión, aún permanezcan en el aparato estatal,
seguramente no en el Ministerio del Interior donde la viruela lo ha
conquistado todo, donde, al igual que en sus tropas, en el gobierno
manda un ministro cuasi fascista.

Sin embargo, teóricamente en los gabinetes, en algún momento, podría
formarse la conciencia, la preocupación de cometer lo irreparable. Pero,
como sabemos, es mejor no contar con este hipótesis, sería una suerte de
milagro secular, tanto más por el estado de corrupción, tanto moral como
financiero, de esta «república ejemplar francesa».  El orden burgués que
debe conservarse a cualquier precio piensa la casa dominante   

Una contrafuerza material se produciría al posible desbordamiento de la
policía. No al calor de alguna acción localizada sino a escala de todo
el país. Porque si en algún lugar del Ministerio del Interior hay un
gran tablero estilo Dr. Strangelove , debe estar parpadeando como un
árbol de Navidad, pero con rojo por todas partes. La policía aguantó
durante los «chalecos amarillos» no sin llegar al borde del agotamiento,
porque ocurría en un número limitado de grandes ciudades y solo una vez
a la semana.

Ahora viene de todas partes de Francia y todos los días. Maravilloso
poder el de los números (la obsesión de todos los poderes, el norte de
toda revolución). La policía ya debe empezar a sacar la lengua detrás de
sus cascos. Pero no han terminado de correr y hacer kilómetros en
furgonetas. Tenemos que ponerles fuegos artificiales, para que el árbol
se convierta en una enorme guirnalda y el gran tablero explote el cuadro
de luces. El agotamiento de la policía: este es un centro neurálgico
para el movimiento.

Finalmente, existe recursos de otro tipo: el odio a la policía, en
cuánta fuerza motriz. Cuando un poder da rienda suelta a sus matones,
pueden ocurrir dos efectos radicalmente opuestos: intimidación o aumento
de la ira. Todas los cambios ocurren cuando el primer afecto muta al
segundo. Hay muchas razones para pensar que estamos ahí. Porque es un
eufemismo decir que el ambiente es embravecido. El odio a la policía
promete alcanzar una profundidad y amplitud sin precedentes. Sin
embargo, con Macron pegado a su policía, el odio a la policía se
convierte ipso facto en odio a Macron. Este personaje, de verdad, no
sabemos cómo va a terminar, lo mejor sería sin duda: arriba de un
helicóptero.

*Ir más allá de lo “ pre- ” *

Es evidente para todos que al querer entronizarse en la gloria, Macron
se apegó a todo: se apegó a la ley de pensiones, como se apegó a la
policía, de modo que, por metonimia, se ha convertido en la síntesis
viviente de todas las maldiciones particulares. Por una muesca de
metonimia adicional, también está adherido al “orden capitalista”.
Entonces esta es la pregunta de ahora en la agenda: cómo poner fin a
«Macron y al orden capitalista «.

Esta pregunta puede ser revolucionaria sin que la situación misma lo
sea. La historia ha demostrado que aquí había dos partes posibles:
quedarse en el sofá esperando a que se forme la situación revolucionaria
“por sí misma ”, o echarle una mano activamente para que lo haga. A
riesgo de desplomarse quizás, pero con la posible ayuda de ritmos que,
en determinadas circunstancias, pueden experimentar aceleraciones
deslumbrantes.

En todo caso, no se pasa de un momento“  prerrevolucionario ” a
simplemente “ el momento revolucionario ” con la sola negatividad de una
negativa. También se necesita una afirmación, un enorme afirmación «para
producir la unidad de todos los poderes populares. ¿Cual puede ser  la
respuesta? —entendida  ésta bajo la condición que estamos en un proceso
de insurgencia de un país – aunque todavía sea en forma indefinida—
pero, precisamente, por eso es necesario hacerlo pasar a una forma definida.

Para que la insurrección sea un medio y no un fin, para que se convierta
verdaderamente en un proceso revolucionario, se debe articular una
salida . Es decir, formular una voluntad política positiva, donde el
número de los participantes pueda reconocerse. Pero no hace falta buscar
mucho para darse cuenta, en realidad lo sabemos. El deseo político
positivo, aquel que el capitalismo y las instituciones políticas
burguesas ofenden por principio y por definición, es el de la soberanía .

La soberanía de los productores sobre la producción es algo que puede
hablar mucho más allá de la sola clase obrera, la primera interesada.
Porque cada vez más -los que se llaman ejecutivos- sufren también de la
estupidez gerencial, del gobierno ciego de los accionistas, de la
idiotez de las elecciones de sus gerencias. Los llamados ejecutivos
aspiran, con una aspiración gigantesca, a tener voz y voto en todo
aquello de lo que son desposeídos.

Solo hay legitimidad, por lo tanto, título de soberanía, para aquellos
que hacen el trabajo. En cuanto a los que, ignorándolo todo pretenden
sin embargo organizarlo no son más que parásitos y hay que expulsarlos
(consultores, especuladores financieros y otros de este tipo). El
argumento irrebatible a favor de la soberanía de los productores lo dio
un sindicalista, Eric Lietchi, de la CGT Energie París: “los balances
hablan por sí solos, bajo el liderazgo de una clase parasitaria, el país
ha sido destruido” .

La sanidad pública está en ruinas, la justicia está en ruinas, la
educación está en ruinas, la investigación y la universidad están en
ruinas, la medicina está en ruinas: a los fumetas se les ruega que
administren la amoxicilina en los ·patios traseros”. Este otoño, Borne
pidió a Dios “que no hiciera demasiado frío en invierno para que el
sistema eléctrico –en ruinas como el resto– aguantara”.

Reclutamos maestros por media hora. A los funcionarios públicos los
obligan a conducir los autobuses, ¿pronto serán los trenes ? Y la gente
tiene hambre. No hubiéramos creído posible escribir algo así algún día,
pero los hecho estás ahí: una cuarta parte de los franceses no tienen
suficiente para comer. Los jóvenes tienen hambre. Las colas del hambre
son interminables. Entre eso y la policía, France 2 haría un informe
pero a ciegas, sin indicar de qué país se trata, inmediatamente
organizaríamos una maratón solidaria, Binoche se cortaría una mecha y
Glucksmann prepararía una plataforma para estos “desafortunados” o
“miserables”.

En unas pocas décadas, todo el modelo se ha puesto de rodillas. Pusieron
a la economía de rodillas. Los “competentes” han arruinado el país. La
desorganización es total. Como sabemos, el diploma y la competencia han
sido históricamente promovidos por la burguesía como títulos
sustitutivos de la sangre y el linaje para derrocar a la aristocracia.
Paradoja (que no lo es), en el capitalismo tardío, la incompetencia de
la burguesía se convirtió en una fuerza en sí misma – al fenómeno se le
puede dar nombre haciendo una mínima rectificación a Schumpeter: han
producido una destrucción destructiva. O un nombre propio para este
desastre en una sola palabra: McKinsey.

*Imagina lo inaudito*

El argumento de Lietchi adquiere aquí toda su fuerza. Porque la idea de
la soberanía de los productores, habitualmente referida al mundo de los
sueños, cae como una consecuencia lógica del momento, ahora es una
constatación irrefutable. Su conclusión se deduce con la misma agudeza:
hay que embargar el poder de estos nefastos imbéciles y quitarles toda
la producción. ¿Es posible hacerlo? Los trabajadores lo saben, ya lo
saben. Este es el verdadero significado que debe darse a las palabras
«huelga general”: no el paro general del trabajo, sino el acto de
iniciar la reapropiación general de la herramienta – el comienzo de la
soberanía de los productores.

Es en este momento que el evento debe mostrar su poder,  aunque, por el
momento, esta fase está en la imaginación, debería ser posible. Será
increíble el aspecto de las empresas cuando vuelven a manos de los
empleados. Inaudita la reorganización de los servicios públicos cuando
están bajo la dirección de quienes saben tratar, enseñar, controlar la
seguridad de las vías férreas, conducir trenes, repartir el correo
teniendo tiempo para hablar con la gente, etc. Será inédita la apertura
de las universidades a todos los públicos, la emancipación del arte de
la burguesía y sus patrocinadores capitalistas. Será insólito el
descalabro de la burguesía, la condena histórica de su característica
mezcla de soberbia y nulidad: no saben hacer nada, nunca han hecho nada
sino mandar para que otros lo hagan.

Se estará de acuerdo en que esta utopía no considera una forma
totalmente armada, tanto mejor. Pero al menos marcan una dirección para
la acción y la mente. ¿Debería haber una dirección común, derivada de la
cuestión política? ¿pero, quién decide ? El principio para este asunto
es : todos los interesados ​​tienen derecho a decidir.

El principio forma una línea divisoria de aguas. Para la burguesía, sólo
la burguesía tiene el poder de decidir. C News, que representa la verdad
de la burguesía tardía, una verdad fascista si es necesario, es
perfectamente consciente del peligro: “¿ Debemos temer el regreso del
comunismo?  pregunta angustiada. Probablemente sin querer, la pregunta
está bien planteada. Ya que “comunismo” se entiende como el partido
opuesto, el partido de todos, el partido de la soberanía general, el
partido de la igualdad.

El maravilloso resurgimiento de los «chalecos amarillos» tuvo la culpa
de no estar aferrado a la cuestión salarial. En dos meses, todo cambió.
Las formas de lucha se van diversificando y complementando: ya no será
posible separar las manifestaciones de los jueves, masivas pero inocuas,
de los salvajes que mantienen a la policía en retirada hasta el final de
la noche. Entonces, la sustancia de la lucha de clases fluye hacia la
forma «chalecos amarillos». Combinación sin precedentes, tan esperada. Y
esta vez impresionante.

Em
OBSERVATORIO DE LA CRISIS
https://observatoriocrisis.com/2023/03/25/francia-un-pais-que-se-levanta/
25/3/2023

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