sexta-feira, 21 de abril de 2023

Historia de una involución: de la política estructural al moralismo histérico

 




ANDREA ZHOK, PROFESOR DE FILOSOFÍA DE LA UNIVERSIDAD DE MILÁN

*/El viejo sistema de control social alternaba la represión violenta de
las pasiones juveniles con guerras periódicas para dejarlas desahogar;
el nuevo sistema de control, en cambio, proporciona lugares donde es
posible hacer revoluciones fingidas con espadas de cartón, en islas sin
comunicación con ese continente donde el poder real juega sus juegos./*

El otro día reflexionaba sobre cómo ha podido ocurrir que la capacidad
operativa de la oposición política al sistema se haya extinguido y hoy
necesite reconstruirse esencialmente desde cero.

Dado que este es el problema de los problemas de hoy, y dado que, como
todo proceso histórico, sus causas son plurales, quiero detenerme
brevemente en una sola causa, de carácter específicamente cultural.

La era de la democracia y la oposición política desde abajo fue una
época circunscrita que se inició hacia mediados del siglo XIX, en la que
el marxismo jugó un papel fundamental.

Específicamente, el marxismo fue fundamental para entender, y hacer
entender, cómo en el mundo moderno todo cambio de hábito y de opinión
(que se torna hegemónico) tiene siempre una raíz primaria en la
«estructura», es decir, en la esfera de la producción económica y la
gestión correlativa del poder .

Si en una descripción de lo que ocurre no se tiene conciencia de su raíz
estructural , si no se comprende cómo debe situarse el problema respecto
a los mecanismos de distribución de la economía y del poder (muchas
veces coincidentes), se termina por perder de vista la única esfera
donde se pueden mover las palancas causalmente decisivas.

Una vez recordado este hecho, no se puede dejar de pensar en la
distribución generacional de la conciencia política actual. Las
experiencias repetidas, desde la recolección de firmas hasta los debates
públicos y los mítines, señalan una visión común: la distribución
generacional de la conciencia política sigue casi perfectamente una
curva decreciente. Quienes muestran mayor urgencia por actuar frente a
las palancas del poder son los mayores, y a medida que se es más joven
se reducen las filas de los políticamente conscientes, hasta el punto de
casi desaparecer en el ámbito de los jóvenes y muy jóvenes  (digamos el
grupo de 18 a 24 años).

Ahora, es importante señalar que este es un hecho históricamente sin
precedentes. Hasta hace poco tiempo, los jóvenes formaban parte de las
filas de los «pirómanos», las universidades siempre fueron fraguas de
protesta, la pasión política nació en el umbral biográfico entre el
estudio y el ingreso al mundo del trabajo. Y esto es natural, porque el
compromiso y la energía necesarios para la participación política
crítica se encuentran más fácilmente en un veinteañero que en uno de
sesenta; y en otros factores porque las limitaciones, las cargas y las
responsabilidades normalmente aumentan con la edad.

*Entonces la pregunta es: ¿qué nos pasó?*

Para tener una pista, basta mirar el activismo político juvenil, que de
hecho todavía existe, pero cuya forma es instructiva. Es interesante
notar en qué temas se enfoca el activismo hoy. Un breve registro nos revela:

1) un ambientalismo centrado en el cambio climático;

2) cuestiones de identidad de género, violencia de género, igualdad de
género, autodeterminación de género, lenguaje de género;

3) animalismo del tipo Disney y prácticas alimentarias autoflagelatorias
(veganismo, elogios a la carne sintética y harina de insectos, etc.);

4) para los más atrevidos, apelaciones a los «derechos humanos» en una
versión muy selectiva (donde por cierto las violaciones ocurren sólo
entre los enemigos de Estados Unidos).

Lo que es esencial subrayar es que en cambio puede existir y existe:

1) un auténtico ambientalismo “estructural”;

2) una conciencia histórico-estructural de la división sexual del
trabajo (y sus consecuencias consuetudinarias);

3) un análisis de las formas de «reificación» de la naturaleza sensible
(animales) en la industrialización moderna;

4) una conciencia política de la explotación y violación de la
naturaleza humana.

Y en cada uno de estos casos es posible reconocer problemas reales al
ubicarlos en el marco general de los procesos de producción económica y
distribución del poder en el mundo contemporáneo.

Pero nada de esto es mayormente parte del activismo político juvenil,
que en cambio acoge su agenda de «protesta» que viene desde arriba, en
un formato rigurosamente saneado de sus implicaciones estructurales.

En otras palabras, los recintos en los que ejercer la contestación y las
formas en que identificar los problemas han caído desde alturas
inescrutables, a través del aparato mediático, el adoctrinamiento
escolar y universitario. De esta forma se crean cómodas burbujas de
disputa, con el certificado de bondad progresista, proporcionado por
fuentes acreditadas.

El viejo sistema de control social alternaba la represión violenta de
las pasiones juveniles con guerras periódicas para dejarlas desahogar;
el nuevo sistema de control, en cambio, proporciona lugares donde es
posible hacer revoluciones fingidas con espadas de cartón, en islas sin
comunicación con ese continente donde el poder real juega sus juegos.

Sin embargo, este proceso de construcción de cercos artificiales, sin
anclaje estructural, no es nuevo y es erróneo enfocarse solo en los
jóvenes de hoy. Es un proceso que comenzó al menos en la década de 1980
y simplemente se ha expandido y perfeccionado con el tiempo. Todo el
esfuerzo conceptual realizado por la reflexión marxista (en parte ya en
la época hegeliana) y luego desarrollado durante más de un siglo, ha
sido anulado con la lejía del nuevo poder mediático.

Hoy estas agendas «políticas» cuidadosamente castradas se difunden y
hacen oír su característica voz estridente, que luego se hace eco, tal
vez con benevolencia reprochada, pero finalmente bendecida, por los
voceros del poder.

Hemos recaído así en un análisis de la historia, la política y la
geopolítica que, olvidando cuáles son las verdaderas palancas del poder,
se dedica en cuerpo y alma a lecturas moralizantes del mundo, a la
actualidad policiaca, al alboroto de la “rectitud” y a la corrección
política, a los chismes entre las élites .

Las interpretaciones geopolíticas proliferan y prosperan donde Putin es
el malvado y los rusos son los ogros; lecturas sociales donde la crítica
a la “ideologías de género” son abominaciones homofóbicas; donde quien
no abraza a un chino es «fascista», y quien lo abraza después de una
contraorden es «estalinista»; lecturas ecológicas donde los cuadros de
museos se ensucian porque “ya no hay un minuto que perder”, antes de
volver a casa a jugar en la Smart TV de 88 pulgadas; etc. etc.

Esta infantilización del análisis histórico-político vuelve fatalmente
impotente cualquier «activismo», que examina el mundo como si la
distribución de adjetivos morales estuviera en su centro. Y cuando
alguien señala que todo ese extenuante graznido histérico no produce ni
un desasosiego al poder, que hasta aplaude, tienen preparado otro
atributo moral: eres un cínico.

La compartimentación de la protesta según los cercos ideológicos
elaborados aguas arriba produce, además de un efecto de impotencia
sustancial, una pérdida total del equilibrio y de la capacidad de
evaluar las proporciones de los problemas.

Cada uno de estos juegos ideológicos aparecen a quienes los frecuentan
como un cosmos, el único punto de vista desde el cual se ve mejor el
mundo entero. Y esto genera una sensibilidad desequilibrada a los
visitantes de estos recintos, porque invierten toda su energía y pasión
en un campo cuidadosamente delimitado: hay gente que pasa dos veces al
día frente a la anciana muriéndose de hambre en el departamento de al
lado, pero saltan con los ojos inyectados en sangre si usas un pronombre
de género mal visto; hay gente que se escandaliza por las violaciones de
los derechos humanos en Bielorrusia (donde nunca han puesto un pie) y
luego te explican que es justo golpear a las «novaxes» y privarlas de
atención hospitalaria; hasta hay estudiantes que reclaman meritocracia y
luego votan por Calenda…

En general, el panorama es el siguiente, mientras que el poder real nos
aconseja ser resilientes (porque si tomas la forma de la bota que te
pisotea, sufres menos), nos aconseja no tener hijos y no jubilarte por
el bien de el futuro, mientras todos los días te explica que tienes que
ser móvil para trabajar donde haya necesidad y que tienes que dejar de
moverte porque arruinas el clima, porque mientras te mea en la cabeza te
exige que ahorres en la ducha.  Mientras todo esto sucede, y sucede
mucho más, estos activistas se pelean furiosamente entre ellos …porque
ninguna injusticia debe quedar impune, incluyendo “los derechos de los
espárragos».

Em
OBSERVATORIO DE LA CRISIS
https://observatoriocrisis.com/2023/04/20/historia-de-una-involucion-de-la-politica-estructural-al-moralismo-histerico/
21/4/2023

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