quarta-feira, 14 de maio de 2014
Una crítica de las “dos almas” de la teoría marxista del partido
Hipótesis sobre la organización política
Martín Mosquera y Tomás Callegari
Democracia Socialista
El presente texto fue publicado en el número cero de la Revista Contra-tiempos.
Actualmente está en prensa el siguiente número de esta revista y en preparación
el sitio web.
Introducción a una problemática
Este texto pretende ser una introducción a un trabajo teórico de largo aliento
sobre la cuestión de la organización política en la historia del movimiento
socialista y la tradición marxista. Intentaremos avanzar con cautela y
precaución en un terreno sedimentado por un siglo de polémicas y donde se anudan
algunos de los dilemas más significativos de la estrategia socialista.
Las actuales discusiones sobre la “forma-partido”, la crítica a las
organizaciones burocráticas y el rechazo a la centralización, no son una novedad
en el movimiento socialista. Más allá de lo abusivo de ciertas críticas, éstas
señalan dificultades reales de la práctica política y puntos ciegos de la teoría
marxista a atender cuidadosamente por parte de cualquier intento serio de
renovar las aspiraciones emancipatorias. Es recurrente en la historia del
movimiento obrero que en paralelo a la degeneración burocrática de
organizaciones políticas o experiencias revolucionarias surjan como reacción
concepciones ingenuas que, apelando a algún tipo de unificación espontánea de
las luchas sociales, buscan volver superflua la mediación estrictamente
política. Aparece, entonces, la siempre renovada tentación de proponer una
vinculación directa, inmediata, entre el sujeto social y su praxis política,
cultural y productiva, como simple solución a la “cuestión burocrática”,
reactivando el tópico idealista de la reabsorción de lo político en lo social.
De este modo, en rigor no se resuelve el grueso problema teórico y político que
constituye el fenómeno de la burocracia para toda perspectiva emancipatoria,
sino que se anula el terreno en el que cobraba sentido como problema.
El activismo surgido durante la última década desarrolló una fuerte desconfianza
respecto a la lógica partidaria. Este rechazo es previsible si reparamos en los
rasgos sectarios y burocráticos de la izquierda tradicional, así como el impacto
del fracaso de las experiencias del “socialismo real”, con sus partidos únicos y
sus lógicas autoritarias. Frente al progresivo desencanto con este
espontaneismo, que lleva a cuestas la frustración de las ilusiones más
ambiciosas que surgieron al calor de la movilización de 2001-2002, se corre el
riesgo de pretender volver a un “centralismo puro”, sin beneficio de inventario.
Las mieles de la centralización “redescubierta” por el nuevo activismo puede
recaer en una subestimación de los perpetuos riesgos del vanguardismo, el
burocratismo y el sustituismo del movimiento de masas.
Si bien es comprensible el recelo ante la organización partidaria, resulta
excesivo responsabilizar a la “forma-partido” como tal del devenir burocrático
de las tentativas revolucionarias del siglo pasado. La tendencia a la
burocratización se asienta, más bien, en fenómenos de largo alcance histórico,
como son la autonomía del campo político, la dinámica de la división social del
trabajo y la creciente complejidad de las sociedades modernas. Su imbricación
con los procesos sociales generales, donde encuentra en la inercia de la vida
social su complemento necesario, vuelve impensable el diseño de una ingeniería
organizativa que permita desterrar de antemano los riesgos del sustituismo. Las
organizaciones sin estructuras estables no están más a salvo de las
cristalizaciones burocráticas que los partidos políticos [1] . Esto no significa
que las formas organizativas de las que se doten las clases subalternas sean
neutras respecto a sus resultados. Luego de un siglo de miserias burocráticas
surgidas desde el seno de las tentativas revolucionarias, debemos advertir que
la más amplia democracia y la auto-actividad popular han de ser el fundamento de
cualquier proyecto de emancipación. Partiendo de este suelo común, nuestro
problema consiste en identificar el lugar, el rol y la fisonomía de la, o mejor
dicho, las organizaciones políticas que intervienen en todo proceso de
construcción anticapitalista.
A los fines de aportar a la actualización de la teoría sobre la organización
política retrocederemos hacia algunos de los momentos que establecieron las
coordenadas fundamentales de la concepción del partido y su relación con los
movimientos de masas en la tradición marxista (Marx, Kautsky, Lenin, Luxemburgo,
Gramsci). Un juego de oposiciones atraviesa este largo debate:
espontaneidad/conciencia, clase/partido, movimiento/institución. Estas
oposiciones suelen proyectarse hacia dos concepciones organizativas diferentes:
el partido como auto-organización política del conjunto de la clase y el partido
como destacamento de vanguardia de los obreros más conscientes y los
intelectuales socialistas. Estas “dos almas” de la teoría marxista del partido
político, por supuesto, conllevan sus estrategias revolucionarias
correspondientes.
Sin ninguna pretensión de síntesis ecléctica, en el presente trabajo
intentaremos reexaminar críticamente ambas concepciones para lograr desplazarnos
hacia un terreno donde se debilite la polaridad excluyente entre ambas
propuestas organizativas. Intentaremos mostrar que reconocer la multiplicidad y
complementariedad de los instrumentos organizativos de las clases subalternas
resulta decisivo para una estrategia socialista que sea, a la vez, estrategia de
desgaste y de enfrentamiento. Y en esta multiplicidad tanto los movimientos
amplios, transitorios y laxos como las organizaciones centralizadas de cuadros
cumplen un rol, no necesariamente contrapuesto o excluyente. También
intentaremos mostrar, en algunas de las experiencias más decisivas de la lucha
de clases del siglo pasado, que la historia del movimiento socialista presenta,
al revés de las interpretaciones canónicas, momentos de articulación entre ambas
formas organizativas.
No buscamos acercarnos a ninguno de estos temas, autores o experiencias con una
pretensión de análisis exhaustivo. Más bien queremos comenzar a dar forma a
algunas hipótesis que permitan repensar la cuestión de las herramientas
organizativas en las condiciones sociales y políticas actualmente existentes.
Marx y las organizaciones obreras. Espontaneísmo y partido-clase
Las concepciones espontaneístas tienen una larga historia en la filosofía
política y el marxismo, y pueden remitir a dos fundamentos diferentes: o bien se
considera que una determinación objetiva externa a la acción política de los
hombres (como las anónimas fuerzas productivas) “hacen todo el trabajo”, o se
postula cierta armonía preestablecida de las relaciones humanas, cierta
disposición originaria inhibida del sujeto social, de modo que para alcanzar la
emancipación sólo hace falta despojarse de las instituciones que,
rousseneanamente, estropean la bondad natural, el “comunismo” espontáneo de las
masas. Como veremos, en la obra de Marx podemos encontrar ambas versiones de
este razonamiento que soslaya el lugar diferenciado de la política como un campo
autónomo e irreductible. Desde un enfoque hegeliano, la concepción de lo
político como mera forma expresiva de lo social impone a Marx la tendencia a
reducirlo a resultado pasivo de un proceso que le es exterior. En ambos casos,
la “emancipación humana” se identifica con la extinción del Estado y la
desaparición de la política como tal [2].
Ya tempranamente Marx, tal como lo enuncia explícitamente en el Manifiesto
comunista, fue contrario a la idea de fundar o participar de lo que hoy
denominaríamos, después del bolchevismo, un “partido revolucionario” en sentido
estricto. No se preocupaba por crear organizaciones que se ajustaran a sus
ideas, sino que se unía a las organizaciones obreras existentes con el objeto de
influirlas y ganarlas para las posiciones del socialismo científico. La
determinación del ser social contenía por sí misma el acceso consciente, más o
menos demorado, a la opción política por el comunismo. Por tanto, la tarea
política de los comunistas consistía en mezclarse entre los trabajadores, en las
organizaciones más dinámicas, con cierta independencia de su programa explícito,
facilitando la expansión de las posiciones revolucionarias aun en el seno de las
organizaciones con direcciones pequeño burguesas o reformistas.
Complementariamente, no puede encontrarse en la obra de Marx una teoría
sistemática y articulada sobre el partido o la organización política. Como han
señalado sucesivos autores, la cuestión del partido se enmarca en el déficit más
general relativo a la inexistencia de una teoría marxista específica sobre la
política (es decir, sobre el Estado, la representación, el derecho, la
organización), que acompaña la subestimación del lugar propio de la mediación
partidaria.
En el joven Marx, el ser genérico, de raíz feuerbachiana, le permite identificar
la realidad social como el reflejo dialéctico, alienado, de una unidad
desgarrada: ya no la Idea especulativa de Hegel, sino la naturaleza humana como
sociabilidad armónicamente libre. Dice Marx en los Manuscritos de París: “El
hombre es un ser genérico, no sólo porque práctica y teóricamente convierte en
objeto suyo al género, tanto al propio como al de las restantes cosas, sino
también (…) porque se relaciona consigo mismo como con un ser universal y, por
ello, libre.” [3] . Cada hombre individual es un ser que lleva en sí la
totalidad de la esencia humana, ya plenamente constituida; en razón de lo cual
se entiende que lleve también en sí, ya plenamente constituidas, las condiciones
necesarias y suficientes para la redefinición de sus relaciones sociales de
manera espontáneamente armónica, autónomamente libre, y esencialmente universal.
Una vez identificado el momento de la unidad (el ser genérico) y su “ruptura”
(su objetivación alienada en la sociedad de clases), se puede proyectar el nivel
superior de la “recomposición” que lleve a cabo la “negación de la negación”, es
decir, una sociedad plena que se ajuste cabalmente a la naturaleza del hombre,
una realidad social que se atenga íntegramente a su verdad. “Marx llama, en la
Cuestión judía, “democracia” a este punto de partida, modelo-esencia que sirve
de referencia antitética de lo realmente existente (el “Estado abstracto”): un
régimen de convivencia igualitaria donde los nexos interhumanos se universalizan
directamente, sin necesidad de la mediación artificial de la política, donde el
hombre se refleja sin contradicción” [4] . El hombre de la “democracia”, o el
comunismo, no necesita de la política ni del Estado, porque en tanto puede
expresar su esencia sin contradicciones, ha retornado a su unidad perdida, a la
vinculación plenamente armónica con la sociedad universal sin mediaciones. Lo
político en la “sociedad transparente” se reduce, en la línea del positivismo
saintsimoniano, a la dimensión técnico-administrativa de la “gestión de las
cosas”, entendida como la antítesis superadora de lo político como “dominio de
los hombres”.
El Marx maduro, que deja atrás en buena medida el lenguaje humanista
feuerbachiano, parte de una fuerte previsión sociológica que lo conduce a
conclusiones similares por otros medios. Marx supone que el propio desarrollo
capitalista iría haciendo madurar naturalmente al proletariado en su
constitución como sujeto social y político. En la medida en que se profundizara
el desarrollo capitalista se simplificaría la estructura social y se unificaría
la clase obrera, facilitando la toma de conciencia y la organización. La
transparente continuidad entre la posición social y la opción política
garantizaba la espontánea convergencia revolucionaria del proletariado unificado
por el programa común de sus verdaderos intereses. Un fuerte “optimismo del
intelecto” dictaba que el desarrollo industrial estaba conduciendo a una crisis
económica, a la par que crecían exigencias en el seno del capitalismo
incompatibles con él, según la fórmula de que el desarrollo de las fuerzas
productivas chocaría y superaría a las relaciones sociales burguesas de
producción en una contradicción última y definitiva. De esta forma, el
proletariado se expresaría inmediatamente como fuerza revolucionaria, sin la
ayuda de una mediación política “exterior”.
Con estos presupuestos, Marx aborda la cuestión del partido político. Es así que
el partido no puede tener para él carácter alguno de exterioridad respecto de la
clase misma. Por el contrario, para Marx el partido es el mismo proletariado
organizado políticamente en la medida en que asume sus intereses y se eleva al
nivel de sus tareas históricas. El significado del término “partido” indicaba,
en este sentido, no una determinada organización instituida, sino el rol
histórico y político que la clase tenía por sí misma, dado su ser social
específico: una u otra organización política surgida de su seno podía ser la
expresión contingente y variable de ese partido. Del mismo modo en que la nueva
sociedad no segregaría un Estado propio, por fuera de su ser social inmediato,
el proletariado en lucha tampoco produciría una institución aparte, distinta de
su existencia inmediata. “Si en Marx, por consiguiente, no hay una teoría del
partido, es porque en su teoría de la revolución no existe necesidad de ella ni
espacio para la misma”. [5]
Marx diferencia entre el “partido efímero”, las diversas organizaciones
políticas del proletariado, y el “partido histórico”, la clase obrera en su
devenir sujeto, a la vez que casi los vuelve indistinguibles. El primero es la
forma provisoria y transitoria del segundo. Así, con Marx se inicia una
concepción del partido que piensa a éste como el movimiento hacia la
auto-organización política de toda la clase obrera, en base a una virtual
indistinción entre la fuerza social (la clase) y el agente político (el
partido).
Una lógica común en la concepción de lo político (y por tanto del partido)
subyace a las orientaciones estratégicas que primaron en las experiencias de la
I y II Internacional, a pesar de los evidentes desplazamientos organizativos y
programáticos. Ambas basaron sus estrategias en una visión del partido como
expresión inmediata de la lucha de clases y del estadío vigente del capitalismo.
Según este modelo, el rol del partido tiende a reducirse a tareas pedagógicas,
de propaganda, de acompañamiento y sistematización de la experiencia de las
masas y de las múltiples luchas en curso. De esta manera, los grandes partidos
socialdemócratas europeos del siglo XIX encaran tareas educativas e ideológicas
en el seno de la clase trabajadora que los convierten en fuerzas de masas e
inmensos aparatos políticos, casi indistinguibles del movimiento obrero mismo,
tanto en su extensión como en su heterogeneidad ideológica. El marco estratégico
social-demócrata no pasaba por la búsqueda de la confrontación directa con el
Estado burgués sino por un gradual desgaste de sus condiciones de posibilidad.
Decía Kautsky, “la socialdemocracia es un partido revolucionario, no un partido
que hace revoluciones”. [6]
A tal punto el partido es concebido a lo largo de todo este período como la
cáscara residual del desarrollo espontáneo e inmanente del agente real de la
historia que Engels llega a preguntarse en 1891 si la clase obrera alemana no
podría prescindir del Partido Socialdemócrata, si no haría mejor en deshacerse
de esa “banda de burócratas” que integraban la dirección del partido y
arreglárselas por su cuenta, liberada de su jurisdicción y su guía [7].
Innumerables veces cuando se quiso encontrar un refugio o un punto de referencia
para una concepción socialista de la organización alternativa a las formas
dominantes (al paradigma leninista de partido, ante todo) se creyó encontrarla
en el retorno a los mismos textos del viejo y buen Marx (Luxemburgo, Pannekoek,
Hal Draper). ¿Quedan, sin más, comprometidas estas concepciones fuertemente
centradas en la auto-actividad de la clase obrera, críticas de todo sectarismo o
sustituismo, en tanto parte orgánica de un cuadro general donde no se identifica
el lugar diferenciado de la política?
Para Marx las organizaciones políticas particulares del proletariado siempre son
instrumentos transitorios, que en ciertas coyunturas permiten apuntalar el
avance de la clase obrera, “el partido histórico”. Nunca una organización
política particular constituye una forma acabada, un modelo organizativo
consumado, sino expresiones circunstanciales del movimiento real de la clase
obrera. Incluso, la idea misma de una forma organizativa consumada sería, para
Marx, un oxímoron, un artificio anti-histórico. Los partidos obreros son la
forma de expresión, siempre parcial e imperfecta, del sujeto social emergente.
De allí la furibunda crítica de Marx a los sectarios y utopistas, a los que
pregonan verdades eternas al margen del movimiento vivo de las luchas reales,
aquellos “alquimistas de la revolución”.
Más allá de la ingenua tendencia a la identificación entre el partido y la
clase, entre lo político y lo social, encontramos poderosas intuiciones que
alertan respecto a los peligros del vanguardismo y el sustituismo. La
organización revolucionaria debe considerarse permanentemente al servicio de una
lucha que tiene “sus momentos propios, sus niveles políticos autónomos” [8] .
Esto vale tanto para la autonomía del movimiento social, como para la relación
entre los núcleos ideológicos del marxismo revolucionario y los movimientos
políticos amplios. El partido debe aspirar a establecer formas de
relacionamiento con las organizaciones y movimientos en los que participa que no
se reduzcan a la instrumentalización y la subordinación para no devaluar su
propio programa basado en el creciente protagonismo democrático de las clases
subalternas. Esto implica superar el modelo de la separación necesaria entre el
momento puramente reivindicativo de la lucha social y el momento político como
responsabilidad exclusiva del partido, para pensar la politización como un
proceso multifacético, sin centros monopólicos. Estas advertencias constituyen
una valiosísima referencia para evitar el desplazamiento del sujeto histórico de
la clase a una vanguardia política externa que se erija a sí misma como único
principio de evaluación y regulación del proceso de masas.
El carácter imperfecto y transitorio de la organización política permite pensar
en base a una ductilidad y apertura organizativa más radical que las frecuentes
versiones jacobinas del partido-vanguardia cerrado sobre su propio
auto-discurso. La lucha política puede adoptar formas muy diferentes, según los
contextos y las características sociales y nacionales. En etapas defensivas, de
repliegue y recomposición, la dimensión política bien puede, por ejemplo, casi
indistinguirse con la construcción social. La mejor continuación de este
concepto difuso, dúctil y procesual que Marx forja sobre la organización
política la realiza Hal Draper en su crítica al sectarismo. “La alternativa [a
la forma-secta] era actuar como una corriente en el movimiento de clase. Debe
distinguirse claramente entre estas dos formas de organización. El movimiento de
clase está basado y cementado por su rol en la lucha de clases. La secta se basa
y se cementa en sus ideas especiales o programa. La historia del movimiento
socialista comenzó en la mayoría de los casos con sectas (continuando la
tradición de los movimientos religiosos). Fue el continuo desarrollo de la clase
trabajadora lo que posibilitó llegar a partidos de masa que también procuraban
representar y reflejar a toda la clase-en-movimiento. El ejemplo del movimiento
de clase, en contraposición a la secta, fue dado por la Primera Internacional:
ésta quebró las líneas sectarias (incluso inicialmente no incluyó el socialismo
en su programa). Los estatutos, presentados por Marx, procuraban organizar el
movimiento de la clase obrera en todas sus formas. Muchas de sus características
fueron continuadas por la Segunda Internacional, a la cual sólo los sindicatos
no estaban afiliados” [9].
Haciendo un balance de las experiencias partidarias de la posguerra que se
consideraban herederas del bolchevismo, sostiene Draper: “hay una falacia
fundamental en la idea de que el camino de la miniaturización (imitando un
partido de masas en miniatura) es el camino al partido revolucionario de masas.
Si se intenta crear una miniatura de un partido de masas, no se consigue un
partido de masas miniaturizado, sino un monstruo. La razón básica es la
siguiente: el principio vital de un partido revolucionario de masas no es
simplemente su programa completo, que puede copiarse sin más que un activista
mecanógrafo y puede ser ampliado o reducido como un acordeón. Su principio vital
es su involucramiento integral como una parte del movimiento de la clase obrera,
su inmersión en la lucha de clases no por la decisión de un Comité Central, sino
porque vive en ella. Este principio vital no puede imitarse o miniaturizarse; no
se reduce como un dibujo animado ni se encoge como una camisa de lana. Como una
reacción nuclear, este fenómeno se produce únicamente cuando existe una masa
crítica, por debajo de la cual el fenómeno no es menor, sino que desaparece”.
[10]
Rosa Luxemburgo es otra continuadora de la lógica organizativa propuesta por
Marx, fundamentalmente a partir de su concepto de partido-proceso. Pese a cierto
arrastre de resabios hegelianos – donde el proceso se identifica con la
exteriorización evolutiva de las determinaciones que la clase conlleva “en si”
[11] -, hay en Luxemburgo una penetrante intuición crítica respecto a las
concepciones organizativas que consideran que lo que separa un pequeño núcleo
político de una dirección revolucionaria de masas es una mera cuestión
cuantitativa. El partido-proceso involucra sus aspectos cualitativos más íntimos
en el transcurso histórico y en la coyuntura específica de la lucha de clases.
Despojado de todo concepto “universal” de organización política, se arma de una
amplia ductilidad táctica y organizativa, por la cual puede transformarse en
partido amplio o estrecho, puede convertirse en un grupo de propaganda o
indistinguirse con el movimiento social, según las presiones y las
características de la etapa.
Nuestra historia reciente brinda un ejemplo paradigmático de esta lógica en el
proceso de recomposición organizativa de las clases subalternas que se inicia a
fines de los noventa. La primera fase de ascenso de las luchas debió lidiar con
un contexto marcado por el más amplio desarme político y organizativo de los
sectores populares, producto de la derrota histórica que había sufrido la clase
trabajadora en las últimas décadas del siglo. En tal etapa, el surgimiento de
las luchas sociales más elementales, de movimientos reivindicativos sin mayor
elaboración programática, constituyeron una genuina forma de lucha política para
un momento en que lo prioritario pasaba por la regeneración del tejido social y
organizativo, requisito elemental para una posible reconstrucción política del
movimiento socialista.
“Un paso del movimiento real vale más que mil programas”, va a ser la sentencia
que expresa la prioridad estratégica que toda organización debe fijar en aquello
que la trasciende. Esta es el “núcleo racional” de la intuición de Marx que hay
que desgajar de la “corteza mística” de la identificación del ser social y la
conciencia política, y la derivada pretensión de extinción del Estado. Por su
parte, será justamente aquella indistinción entre clase y organización política
lo que cuestionará Lenin, enfatizando la necesidad de introducir los vectores de
la ciencia socialista “desde afuera” del ser inmediato de la clase trabajadora.
Sin embargo, tan fuerte es la influencia de aquellas visiones espontaneístas que
incluso Lenin, el primer político del marxismo, elabora una concepción del
Estado y la política que se mueve íntegramente en el campo idealista de la
reabsorción de lo político en lo social, retrocediendo sobre sus mejores
intuiciones politicistas. En efecto, a la hora de delinear los trazos gruesos de
su teoría del Estado en el pasaje de la fase socialista a la comunista, Lenin
acude acríticamente en El Estado y la revolución a los planteos gradualistas y
economicistas de Engels sobre la extinción natural del Estado. Una vez abolida
la “contradicción principal” de la explotación del trabajo, destruida por tanto
la ideología que la clase capitalista hacía pesar sobre los trabajadores, el
optimismo de Lenin reposará en la capacidad de la clase obrera para apropiarse
progresivamente del Estado, volviéndolo tendencialmente indistinto respecto de
su ser social. Ninguna necesidad de una táctica específica para la clase
trabajadora en el terreno particular del Estado y la compleja cuestión de la
“contradicción política” sino, nuevamente, la vieja confianza en la
espontaneidad del curso de las cosas, desembarazadas de los obstáculos que
encorsetaban su potencia transformadora.
Tan pesado es el acervo teórico espontaneísta legado por las tradiciones
revolucionarias, que la fuerte intuición política de Lenin no basta para
despejar el misticismo de una teoría que guardaba mayor coherencia y cohesión
con el marco estratégico de la socialdemocracia que con la ruptura que
significaba el concepto leninista del partido. Este lastre idealista no será
inocente en la subestimación por parte de Lenin del problema burocrático, que
recién va a comenzar a advertir en sus últimos meses de vida, cuando se vuelve
crecientemente sensible a los “peligros profesionales del poder” mientras
observaba la emergencia a su alrededor del vasto fenómeno burocrático que
conoceríamos como estalinismo.
La ruptura de Lenin: el partido-vanguardia
Hacer un balance serio y recuperar críticamente el legado teórico de Lenin
supone partir de una fuerte delimitación respecto de las corrientes mayoritarias
en la izquierda revolucionaria que, considerándose herederas directas del
bolchevismo, redujeron la rica y multifacética obra teórica y práctica del
revolucionario ruso a la fórmula del hiper-centralismo y el monolitismo
organizativo. Para estas concepciones, al igual que para los anti-leninistas
tout cour, la imagen construida de Lenin es la de quien, al estilo blanquista,
propone una organización política alejada de las masas a las que pretende
dirigir. “Un grupo de especialistas profesionales colocados ‘afuera’ del
movimiento de masas real, unido por una completa coherencia de doctrina,
homogénea en sus procedimientos, absolutamente centralizado en sus acciones, que
procede de manera conspirativa y que se ha venido arrogando la propiedad
indiscutida de los intereses históricos de la clase trabajadora” [12].
¿Cuál es el núcleo de ruptura que aporta Lenin a la teoría socialista del
partido? En la famosa discusión con Martov sobre los estatutos [13] , que divide
a bolcheviques y mencheviques, “Lenin está llevando a fondo, y por primera vez
de manera explícita, su ruptura con la concepción del «partido-clase» (esto es,
partido de toda la clase), presente hasta el momento en toda la literatura
marxista” [14] . Para Lenin únicamente deben ser miembros del partido los
obreros más conscientes, junto a la intelectualidad socialista proveniente de la
pequeña burguesía. La clase puede despojarse de su subordinación a la burguesía,
puede convertirse en sujeto, sólo a través de la mediación del partido. Éste no
debe limitarse a acompañar y esclarecer la experiencia de las masas, sino que
debe anteponerse a esa experiencia: poseer un análisis general de la coyuntura y
la situación relativa de los distintos conflictos particulares, llevar una
evaluación permanente de las correlaciones de fuerza, agitar consignas adecuadas
a un determinado momento político y ser capaz de señalar el rumbo a tomar. “La
idea es la de un partido estratega, un partido que organiza las luchas
proponiendo sus objetivos y que puede, por otra parte, organizar y limitar las
derrotas, preparando la retirada cuando fuera necesario” [15].
Si el partido-clase acompaña y esclarece la experiencia de las masas, el
partido-estratega combate los elementos burgueses, reformistas y conservadores
arraigados en la propia clase obrera, a los fines de articular una estrategia de
confrontación directa con el poder. Esta concepción de la política y el partido
por parte de Lenin supone el reconocimiento del carácter inevitablemente
heterogéneo de la clase obrera. En contraste con la influencia romántica del
marxismo donde se piensa lo social como una unidad sólo temporalmente
desgarrada, desde el momento en que se afirma que partido y clase no se
confunden emerge el terreno de lo político, cuya mediación se vuelve ahora un
paso obligado. Pero, por esto mismo, engendra nuevos peligros, consustanciales a
la delicada cuestión de la organización política “externa”.
El planteo de Lenin en el ¿Qué hacer? parte del supuesto, simétricamente
contrario al paradigma del partido-clase, de que la clase obrera es incapaz de
alcanzar espontáneamente conocimiento cabal de su situación real, elevarse hacia
el plano político y tomar conciencia de sus tareas históricas. En su combate
contra la dominación del capital, por muy contundentes que sean sus
enfrentamientos, el obrero está incapacitado para rebasar justamente la
conciencia dominante, que lo ubica como un vendedor de esa mercancía muy
especial que es su fuerza de trabajo y lo ciñe, por tanto, a los límites del
nivel de conciencia tradeunionista o economicista. Así, la tarea del partido
consiste en una operación externa de sustracción de la influencia de la
ideología burguesa sobre la clase obrera. La conciencia “de clase” en sentido
estricto, el punto de vista revolucionario a la altura de su rol histórico, ha
de ser indefectiblemente aportada por el influjo de la ciencia marxista, lejos
de la fábrica y al margen de los sindicatos, separada de los ámbitos de
sociabilidad inmediatos del proletariado y encarnada por el partido.
El concepto de la “introducción de la conciencia socialista desde el exterior” a
las luchas obreras tiene su antecedente directo en el pensamiento de Kautsky y,
todavía antes, en los “conspiradores” que Marx critica por su secretismo
sectario. Lenin utiliza esta concepción para apuntalar la novedad de un partido
de combate que debe tomar en sus manos la tarea de preparar la revolución,
descartadas las expectativas de que el curso natural de las cosas se oriente en
esa dirección. Lenin en el ¿Qué hacer? sólo puede fundar este nuevo desafío a
condición de despojarse de la ilusión de una clase obrera esencialmente
revolucionaria, pero funda su necesidad en un nuevo esencialismo: el de una
clase obrera naturalmente incapaz de superar por si misma el plano
reivindicativo. La externalidad, como momento irreductiblemente político, que se
separa de la inercia de las cosas para actuar sobre ella y darle forma, asume
por tanto en 1902 las características de un Iluminismo jacobino en base a la
intelligentsia socialista, de militantes profesionales del partido, erigido como
epicentro de la auténtica actividad revolucionaria.
Por el contrario, como muestran distintas experiencias históricas concretas de
la clase trabajadora, en momentos de alta conflictividad, ésta es capaz de
alcanzar niveles de politización que superan largamente el nivel tradeunionista.
Una amplia variedad de movimientos, surgidos directamente del seno de la clase
trabajadora, demostraron tener un carácter superior al economicista, como fueron
las jornadas de junio de 1848, la comuna de París, las revoluciones de 1905 y
febrero de 1917, las de las repúblicas húngara y bávara de los soviets en 1918 y
1919 [16] . Lenin mismo reconocería que estos fenómenos desmentían su distinción
concluyente. En rigor, tal como el mismo Lenin reclama que se entienda su
folleto, las tesis del ¿Qué hacer?, lejos de postular un modelo general de
partido universalmente válido, responden a urgencias de una coyuntura atravesada
por fuertes debates con tendencias espontaneistas del POSDR y en un contexto
marcado por la clandestinidad.
Varios autores – como Norman Geras, Daniel Bensaid, Slavoj Zizek o, en nuestro
medio, Rolando Astarita [17] – han intentado rescatar el desplazamiento,
imperceptible para el propio Lenin, que su planteo realiza frente a la posición
estrictamente positivista e intelectualista de Kautsky. Mientras este último
entiende la conciencia política como “exterior a la lucha de clases” como tal,
Lenin está refiriéndose a la conciencia socialista exterior “a la lucha
económica de la clase”. Mientras que Kautsky establece efectivamente el asiento
preferencial en los cerebros de los intelectuales pequeño burgueses que tienen
la función de ilustrar a las masas inconscientes, el escrito de Lenin se refiere
a la conciencia política elaborada por un partido obrero (del cual son miembros
intelectuales socialistas burgueses, así como trabajadores que, en tanto
militantes de partido, cumplen una función intelectual). Este señalamiento
semántico es correcto, pero no alcanza para desmentir la tendencia sustituista y
excesivamente partido-céntrica del concepto de “introducción desde afuera de la
conciencia socialista”.
A más de un siglo de la redacción de este documento de polémica, no es difícil,
ni significa un gran hallazgo teórico, criticar ciertas fórmulas toscas allí
elaboradas. Sin embargo, el ¿Qué hacer? no deja de plantear – con sus
elementales recursos a la mano y recurriendo a la autoridad del teórico marxista
más reconocido de su época – un tema que sobrevive a la inflexión jacobina del
texto y que plantea un corte definitivo en la teoría marxista del partido: la
cuestión de la externalidad. La organización política de los trabajadores
siempre es externa al ser social, pero no como portadora iluminada del
conocimiento científico que ellos no pueden alcanzar por sí mismos, sino en el
sentido de que no le es natural. La organización política es necesariamente un
medio artificial, en el sentido estricto de la palabra, exterior a los ámbitos
de sociabilidad natural de la clase trabajadora. Es una construcción de la que
se dotan sectores siempre parciales de las clases populares. En este sentido,
cualquier pretensión de “interioridad” del partido a la clase o al movimiento
social es una ilusión que disimula el fenómeno real e impide actuar frente a los
riesgos reales de esta exterioridad. De la misma manera en que el plano político
no puede ser absorbido plenamente en lo social, las organizaciones de la clase
guardan siempre su carácter de opacidad y refracción respecto del ser social
inmediato del conjunto de los trabajadores, primordialmente porque se fundan
como resistencia a la inercia hegemónica de la ideología burguesa.
Que lo político no sea continuidad homogénea de lo social nos enfrenta a una
dificultad real e irreductible que se mostró en toda su crudeza en las
experiencias burocráticas del siglo pasado: la representación de unos por otros
pierde armonía y se expone a los riesgos del burocratismo y el verticalismo
autoritario. Las concepciones del partido como representante inequívoco de la
clase trabajadora, depositario de la ciencia marxista y Sujeto Absoluto de la
emancipación social, son los términos de la degeneración burocrática que
conocimos como estalinismo. Si bien resultaría equivocado identificar la
revolución bolchevique con su contra-revolución burocrática, no podemos
desconocer que algunos de los dispositivos organizativos y de las decisiones
tomadas en situación de “emergencia” por los bolcheviques tuvieron continuidad y
facilitaron la concepción autoritaria y policial del partido del estalinismo.
Lejos de cualquier idealización de la experiencia bolchevique, no podemos
desconocer momentos burocráticos y sectarios en la profusa obra teórico-práctica
de Lenin que, hipostasiada ésta y unilateralizados aquellos, han dado lugar a
una concepción de la organización política que es un obstáculo mayor para las
actuales experiencias emancipatorias.
La experiencia rusa y el partido orgánico
La interpretación que hace el leninismo “oficial” de la revolución rusa y del
papel dirigente de Lenin refiere a la aplicación escrupulosa de las fórmulas
centralistas del ¿Qué hacer? por parte de los bolcheviques, quienes, por la
corrección de su programa y la disciplina de su metodología, pudieron pasar en
cuestión de meses de ser una “insignificante minoría” a encabezar la primera
revolución obrera triunfante. Sin embargo, la historia de la socialdemocracia
rusa, la ruptura bolchevique y la insurrección de octubre poco tienen que ver
con esta imagen simplificada, hecha a la medida del sectarismo de la izquierda
tradicional.
La extendida pertenencia de la corriente bolchevique al Partido Obrero
Socialdemócrata Ruso no es un hecho que pueda menospreciarse como efecto de un
déficit o error convenientemente corregido. Su convergencia en la organización
más representativa de las masas trabajadoras fue, por el contrario, la condición
de su inserción en la vida política del proletariado, habilitada precisamente
por la heterogeneidad ideológica, la incesante proliferación de debates y la
conformación permanente de tendencias internas que caracterizaron a la
socialdemocracia rusa. Sin esa convivencia perseverante y sin esa imbricación
con la pluralidad de elementos existentes al interior del partido de la clase
trabajadora no sería posible concebir su carnadura en las masas rusas. Ninguna
corrección programática ni política de delimitación habrían valido como
sustituto de ese arraigo en la cultura popular que, aun tras periodos de
incidencia minoritaria, le permitió ganar la confianza de las mayorías y
terminar erigiéndose en dirección del proceso revolucionario.
Es pertinente el concepto de partido orgánico que algunos autores utilizan para
describir la trayectoria del bolchevismo, desde ala izquierda del POSDR a
partido independiente que encabeza la insurrección y conquista la mayoría en los
soviets [18] . Permite visibilizar la diferencia sustancial entre un núcleo
militante con vocación abstracta de conducción de un proceso revolucionario pero
recortado del movimiento social real, y un partido o tendencia que parte de
tradiciones arraigadas en los sectores subalternos para construir una hegemonía
revolucionaria. El concepto de partido orgánico recupera un aspecto decisivo que
el planteo del partido-clase originalmente proponía, pese a sus limitaciones
teóricas. La organización política, aunque no puede dejar de ser una
organización particular y, por tanto, con su grado de “externalidad” respecto de
la vida social, debe lograr un alto nivel de conexión con las tradiciones, la
cultura, la sensibilidad, el estilo de vida y las aspiraciones de las clases
subalternas de modo que el hiato irreductible entre lo social y lo político no
se convierta en un abismo. La “continuidad” entre lo social y lo político, así,
se vuelve una aspiración de cara a la conquista de las masas.
No puede soslayarse el hecho de que los esfuerzos argumentativos leninistas a
favor del centralismo y la homogeneidad partidaria, correctos en numerosas
ocasiones, se daban en un contexto diametralmente inverso, con el objeto de
“enderezar la vara” en una cultura política caracterizada por un amplio
pluralismo político y un excesivo federalismo organizativo. El partido
bolchevique, muy lejos de la imagen convencional de una organización
íntegramente compacta, en sus momentos de cierta masividad nunca fue más que una
red de células militantes, con muchos márgenes de autonomía, y poca comunicación
horizontal y vertical. En muchos casos, los círculos de bolcheviques y
mencheviques se mantenían unificados, o con muchísimo intercambio y convivencia
militante, aún después de la ruptura de la socialdemocracia. Si el “centralista”
partido bolchevique admitía en los hechos tamaña promiscuidad organizativa, la
socialdemocracia apenas representaba un vago movimiento político. Estas
concepciones, protagonizadas por quienes son considerados los fundadores del
monolitismo partidario, se encuentran muy alejadas de las formas organizativas y
la cultura política de nuestra época. De hecho, se encuentran más cerca del
“movimientismo” de Marx y los orígenes de las organizaciones obreras que del
encierro sectario y el centralismo burocrático característico de buena parte de
la izquierda tradicional.
La búsqueda organizativa de nuestro siglo
Una teoría de la organización se halla íntimamente vinculada con una hipótesis
estratégica sobre la revolución y no puede ser abstraída de ella. El
partido-vanguardia de Lenin, así como el partido-clase de Marx y la
socialdemocracia europea, se enmarcan en hipótesis estratégicas disímiles. Para
la socialdemocracia, la lucha anticapitalista se basaba en un desarrollo social
y político gradual, donde el partido se concentra en desarrollar tareas
culturales, educativas e ideológicas en la clase trabajadora, al calor de la
conquista de reformas sociales, con la aspiración de que el capitalismo
terminaría por caer como fruto maduro luego de un extendido proceso histórico.
En una época donde los mecanismos de integración de la clase trabajadora al
sistema social apenas estaban comenzando, esta estrategia dio lugar a inmensas
construcciones culturales y sociales por parte del movimiento obrero. La
socialdemocracia alemana y el laborismo inglés son las mayores expresiones de
esta “sociedad dentro de la sociedad” que significó el socialismo europeo a
comienzos del siglo XX. La vida del trabajador se desarrollaba casi
completamente en ámbitos de distinto tipo pertenecientes o vinculados al partido
(el sindicato, la biblioteca, la cooperativa, la casa de cultura, el club,
etc.), dando lugar a un riquísimo espacio público de la clase trabajadora. La
traición social-demócrata ante la “gran guerra”, en el marco de una estrategia
gradualista, reformista y progresivamente conservadora, suele obliterar la
mirada sobre el fenómeno global más significativo. La experiencia de 1917-1921 –
con procesos revolucionarios atravesando a la mitad de Europa, protagonizados
por fracciones revolucionarias que rompían con el reformismo de la
socialdemocracia para embarcarse en una estrategia de enfrentamiento directo con
el Estado – resultaría impensable sin el precedente de aquel inmenso y largo
trabajo cultural (de hegemonía política y moral, diría Gramsci). Este trabajo
previo, protagonizado por el socialismo europeo, requirió de otras formas
organizativas, más laxas, más abiertas, que las propias del enfrentamiento
directo con el Estado, que después se generalizarían y podrían demostrar también
su eficacia. Aún en sociedades con un escaso desarrollo de las instituciones de
la sociedad civil, no puede dimensionarse la efectividad de las estrategias de
enfrentamiento y de los partidos de combate sin reconocer las décadas de
construcción social y política que la socialdemocracia venía desenvolviendo
desde el siglo XIX.
Una cuestión de método es importante para captar el fenómeno global que estamos
queriendo señalar. Cuando se identifica el valor de cierta intervención (por
ejemplo los esfuerzos por “enderezar la vara” de Lenin contra el excesivo
federalismo y movimientismo ruso) haciendo abstracción de las características
del medio social de su aplicación, se comete el error de perder la esencia misma
del gesto en cuestión. Cuando se reivindica el duro centralismo que pregona
Lenin, ignorando que su contexto de aplicación era el de un amplísimo pluralismo
ideológico, se pierde la razón de ser y la eficacia de dicho centralismo. Lo
mismo puede afirmarse en relación al partido-vanguardia, del cual sólo puede
estimarse cabalmente su valor y eficacia como dispositivo organizativo si se lo
integra al cuadro del ambiente social y cultural construido por la
social-democracia. Para utilizar una metáfora hegeliana, el centralismo
leninista es una unidad que “contiene” la inmensa multiplicidad previa del
pluralismo ideológico y organizativo, una unidad que “supera y conserva” la
diferencia. En cambio, cuando se aplica el férreo centralismo “en el vacío” sólo
nos queda la unidad indiferenciada, monolítica. Esta unidad monolítica
abstracta, que hoy es mayoritaria en el amplio espectro de la izquierda
revolucionaria, es en rigor invención del estalinismo (con el antecedente de los
excesos centralistas de Lenin, como las 21 condiciones de ingreso a la
Comintern).
El partido-monolítico era para ese entonces absolutamente extraño a las
tradiciones organizativas del socialismo, donde estaba naturalizada la
existencia de tendencias, la intensa vida interna y las múltiples influencias
ideológicas. Comparemos la rica producción teórica del movimiento socialista de
principios de siglo (desde Karl Koch y Pannekoek al mismo Lenin o Trotsky, del
austro-marxismo al debate Berstein-Kautsky, desde Rosa Luxemburgo a Hilferding,
de Plejanov a Bogdanov), contra el silencio de la ortodoxia que recorrió el
marxismo hasta entrados los años ’60. Como los camellos en el Corán según
Borges, a nadie se le ocurrió teorizar lo que era el hábitat natural del
movimiento socialista, el pluralismo, el debate ideológico, la heterogeneidad
organizativa. Luego, cuando el prestigio de Lenin y la revolución de Octubre, se
hipostasió en sus fórmulas ultra-centralistas y, mucho peor, se lo pasó por la
traducción que el estalinismo hizo de él, se consumó la defunción de toda una
cultura democrática característica de los movimientos anti-capitalistas hasta
ese momento.
Cuando se quiso replicar el centralismo bolchevique, desconociendo sus
condiciones históricas de posibilidad, se reprodujeron esqueletos sin carne,
artificios organizativos aislados de las masas y con fuertes tendencias
burocráticas. El centralismo leninista es un proceso orgánico, no administrativo
[19] . No puede decretarse sino que debe conquistarse. Y el proceso de
adquisición es un trayecto complejo y multifacético, imposible de reducir a la
lógica de evolución lineal del mini-partido. El “movimientismo” de cierto
periodo puede ser la condición del centralismo del siguiente. O mejor, más que
precederlo, puede ser su complemento permanente. La articulación de un momento
unitario, de centralización y homogeneidad ideológica, junto a la construcción
de movimientos de masas amplios, tiene una larga trayectoria en la tradición
organizativa de las clases subalternas. Además de la historia de la
social-democracia de principios de siglo y sus alas revolucionarias, podemos
pensar al mismo Partido Bolchevique y su intensa vida interna, al caso del POUM
español, o incluso a la breve experiencia del FAS argentino como ejemplos de
articulación virtuosa de un momento centralista y otro “movimientista”. En la
actualidad los partidos anticapitalistas amplios de la izquierda radical europea
recuperan parte de esta tradición organizativa. Y en nuestro país, los variados
procesos de estructuración de organizaciones sociales en diversas formas de
corrientes políticas también expresan parcialmente una lógica similar.
En cierto modo, todavía estamos bajo la égida de los debates programáticos de la
Internacional comunista en sus III y IV congresos cuando, tras el fracaso del
Levantamiento Espartaquista en Alemania, se identificó una insuficiencia
estratégica fundamental de cara a la nueva situación mundial y a las
características de las sociedades desarrolladas. Lenin se enfrentaba al fracaso
de la revolución en Europa con poderosas intuiciones, dimensionando la
complejidad de las sociedades occidentales, las fuertes identidades de sus
clases trabajadoras, sus mecanismos de integración, su resistencia a una
confrontación rápida “a la rusa”. Nuestro pensamiento estratégico debe comenzar
por retomar los conceptos fundamentales que surgen del balance realizado al
calor de esa derrota de alcance histórico: las tesis del “frente único” y la
hegemonía, el “ir a las masas” y la táctica del “gobierno obrero” [20] . Este
nuevo punto de partida estratégico – que entrevió Lenin y Gramsci profundizó
genialmente en sus Cuadernos de la cárcel – fue abortado primero por el
izquierdismo del VI congreso y su consigna “clase contra clase” e,
inmediatamente después, por la estrategia de los frentes populares.
La “conquista de la mayoría” en nuestras sociedades es inseparable de un largo
proceso de construcción de una nueva hegemonía. No podemos prever una
identificación extendida de las masas con un proyecto de cambio radical sino en
la medida en que tiendan a sentirlo como efectivamente posible y no sólo como
racionalmente pensable. Y esto será viable en tanto los sectores populares, en
alguna medida, se hayan adelantado al cambio y experimenten los “prototipos” de
una nueva sociedad. El partido, los movimientos, las reformas sociales
conquistadas, las organizaciones gremiales, la cultura popular, deben estar
atravesados – aunque parcial y contradictoriamente – por elementos de la
sociedad futura, como una alternativa presente en la sociedad burguesa. Para
esta construcción contra-hegemónica, “la organización es la instancia
transitoria que permite su realización inacabada y que es pues, también aquí,
una «prefiguración» de la sociedad socialista y de la revolución” [21].
A diferencia del pasaje del feudalismo al capitalismo, donde la burguesía pudo
desarrollar su poder económico en paralelo a la sociedad feudal, la transición
al socialismo no puede gozar de esa ventaja. Las limitaciones estructurales que
impone el capitalismo a la expectativa de construir una sociedad comunista en su
propio seno, ya fueron señaladas por Marx en su famosa discusión con los
cooperativistas. Esto da lugar al dilema fundamental de la lucha
anticapitalista, el carácter constitutivamente inmaduro de la transición al
socialismo en base a la asimetría fundamental entre la dimensión “política” de
la revolución y la profundidad de las aspiraciones sociales, culturales y
subjetivas de la transformación. Sólo una inmensa construcción social y cultural
previa a la revolución política permite que el “peligroso salto” que significa
la ruptura revolucionaria no sea nuevamente ocasión para la conformación de una
casta burocrática que crezca en base a las limitaciones subjetivas y
organizativas de las clases subalternas, en los intersticios que deja la
inmadurez de todo proceso de transición al socialismo. La guerra de posiciones
en el ámbito social es una condición necesaria para la conquista del poder
político y el inicio de una transición factible al socialismo.
Una estrategia socialista no puede ser otra cosa que, simultáneamente,
estrategia de desgaste y de enfrentamiento. Despojada de sus ingenuas
connotaciones espontaneístas, debemos entonces recuperar y actualizar las
mejores intuiciones de la concepción del partido-clase: la apertura y ductilidad
organizativa, el fomento de instancias de auto-organización, el enraizamiento en
las tradiciones e identidades culturales de los sectores subalternos. La
posición del viejo Marx nunca hubiera sido, en nombre del centralismo,
simplemente denunciar como centristas o reformistas a los nuevos movimientos que
surgen acarreando sus confusiones y contradicciones, al tiempo que sus propias
preguntas e innovaciones. Una articulación “movimientista” de corrientes del
marxismo revolucionario, junto a movimientos sociales y las nuevas camadas de
activistas combativos, es fundamental para encarar un proceso de recomposición
organizativa de las clases subalternas. A su vez, un concepto de la organización
política como estratega y vanguardia, lejos de todo jacobinismo, es
indispensable para enfrentar al Estado capitalista, resistir las presiones
reformistas y oportunistas propias de la sociedad burguesa, y articular una
estrategia y un programa global.
Estableciendo énfasis diferentes y con sus correspondientes limitaciones
teóricas, tanto Marx como Lenin parecían ser sensibles a esta pluralidad
organizativa de la clase trabajadora. Marx funda la concepción del
partido-clase, pero, a su vez, considera necesario la organización diferenciada
de los comunistas como destacamento político de avanzada, tal como queda
señalado en las últimas páginas del Manifiesto. Para Lenin – como señala
Astarita – “la clave de la organización es un partido de revolucionarios rodeado
de un amplio «movimiento obrero socialdemócrata». No se trataba de una «suma de
conspiradores», como decían sus críticos, sino de crear organizaciones «del»
partido del más diverso tipo, hasta las más amplias: círculos de lectores,
círculos de actividad sindical, sindicatos dirigidos o influidos por el partido”
[22].
Despojados de sus fundamentos espontaneístas, por un lado, y preparados frente a
los riesgos sustituistas, por otro, las “dos almas” de la teoría marxista de la
organización suavizan su oposición para manifestarse como momentos internos del
amplio y multifacético proceso de construcción organizativa que requieren las
condiciones actuales. En sociedades crecientemente complejas – con una extendida
institucionalidad inmersa en la sociedad civil, con múltiples puntos de
conflicto y contradicciones que no se reducen automáticamente a la “cuestión
obrera” – el complemento entre una multiplicidad de formas organizativas resulta
palmariamente necesario. En la articulación inteligente entre la apertura
organizativa y la homogeneidad política se juegan las posibilidades de avanzar
en la construcción de un nuevo bloque histórico emancipatorio. Estas son las
coordenadas fundamentales que estructuran el terreno desde el cual pueden
emerger las formas organizativas para las revoluciones de este siglo. Nuevamente
retomamos las intuiciones de Marx y Lenin para, subidos a los hombros de
gigantes, convertirnos en contemporáneos de nuestro tiempo.
Notas
[1] Ver Freeman, J., “La tiranía de la falta de estructuras” en El Rodaballo, n°
15, Bs. As., 2004
[2] Existe en Marx, es cierto, una concepción embrionaria de lo político que
late, sobre todo, en sus textos históricos. Podríamos decir que Marx entrevió a
la lucha política como “guerras y revoluciones”, como intervención intempestiva
de las fuerzas sociales en el plano político, alterando el funcionamiento normal
e “inmanente” de la sociedad. Podríamos decir, en lenguaje contemporáneo, que se
acercaba a entender a la lucha política como “acontecimiento”. (Ver al respecto
la entrevista a Bensaid, “Actualidad del marxismo”, en este mismo número.) Sin
embargo, esto no desmiente la ausencia en la obra de Marx y Engels de un
análisis de la autonomía irreductible del campo político y sobre las posibles
formas institucionales y políticas de un tentativo Estado de transición (más
allá de las referencias genéricas a la Comuna de París, en algunos casos, o a la
“república democrática”, en otros, como la forma política de la “dictadura del
proletariado”). Todas estas cuestiones resultaban oscurecidas por el mito de la
extinción del Estado y la desaparición de la política que Marx y Engels nunca
abandonan.
[3] Marx, K., Manuscritos económico-filosóficos de 1844, Colihue, Bs.As., 2006,
p. 111
[4] Dotti, J., Dialéctica y derecho, Hachette, Bs. As., 1985, p. 247
[5] Rossanda, R., “De Marx a Marx: clase y partido” en Teoría marxista del
partido político/3, Cuadernos de Pasado y Presente, Siglo XXI, Bs. As., 1973, p.
5.
[6] Kautsky, K., El camino del poder, Ed. Grijalbo, México D.F., 1968, p. 65.
[7] Fay, V., “Del partido como instrumento de lucha por el poder al partido como
prefiguración de una sociedad socialista” en Teoría marxista del partido
político/3, Cuadernos de Pasado y Presente, Siglo XXI, Bs. As., 1973, p. 34.
[8] Il Manifiesto/Jean Paul Sartre., “Masas, espontaneidad, partido” en Teoría
marxista del partido político/3, Cuadernos de Pasado y Presente, Siglo XXI, Bs.
As., 1973, p. 28.
[9] Draper, H., “El mito del “concepto de partido” de Lenin. Qué hicieron con el
¿Qué hacer?”, en Revista Herramienta, n° 11, Bs. As., 1999.
[10] Draper, H. “Hacia un nuevo comienzo… por otro camino”, en Marxist Internet
Archive, 2001. En su justa crítica a la forma-secta y el mini-partido Draper
saca conclusiones desmedidas, al reducir la organización política a tareas de
propaganda y descartando que las definiciones programáticas justifiquen
delimitaciones orgánicas. El afán de superar todo rasgo sectario lo conduce a
una solución terminante, muy similar al planteo de Marx, donde la delimitación
ideológica sólo justicia centros de propaganda y no también organizaciones para
la intervención política.
[11] Ver Daniel Bensaïd & Alain Nair, “El problema de la organización. Lenin y
Rosa Luxemburgo”, en Teoría Marxista del Partido Político (Problemas de
Organización), Cuadernos de Pasado y Presente, Siglo XXI, Bs. As., 1975.
[12] Sanmartino, J., “Pasado y presente de la teoría socialista de partido”, en
Revista Corriente Praxis , Número especial, Buenos Aires, octubre 2005, pág. 12.
[13] El debate sobre los estatutos del partido en el II congreso del POSDR que
enfrentó a Lenin con Martov, consistía en definir quiénes eran considerado
miembros del partido: todos los adherentes al programa socialdemócrata (Martov)
o quienes formaban parte disciplinadamente de alguna de sus organizaciones
(Lenin). En Un paso adelante, dos pasos atrás (Ediciones en lenguas extranjeras,
Pekín, 1977, p. 91), Lenin se detiene nuevamente en la fórmula de Martov, que
dice “nuestro partido es el intérprete consciente de un proceso inconsciente”, y
concluye : “esto está bien porque es un error querer que cada huelguista pueda
titularse miembro del partido; puesto que si cada huelga no fuera la expresión
simple y espontánea de un poderoso instinto de clase, sino la expresión
consciente del proceso que lleva a la revolución social., entonces nuestro
partido se identifica inmediatamente de un solo golpe, con toda la clase obrera,
y en consecuencia terminaría de un solo golpe con toda la sociedad burguesa”.
Citado en Daniel Bensaïd & Alain Nair, “El problema de la organización. Lenin y
Rosa Luxemburgo”, en Teoría Marxista del Partido Político (Problemas de
Organización), Cuadernos de Pasado y Presente, Siglo XXI, Bs. As., 1975.
[14] Garmendia, O. (seudónimo de Rolando Astarita), “La importancia de la teoría
leninista del partido”, en Debate marxista, n° 7, Bs.As., 1996, p. 10
[15] Bensaid, D., Estrategia y partido: un curso de formación, disponible en
http://danielbensaid.org/Estrategia-y-partido?lang=fr.
[16] Ver Víctor Fay, “Del partido como instrumento de lucha por el poder al
partido como prefiguración de una sociedad socialista”, en Teoría marxista del
partido político / 3, Cuadernos de Pasado y Presente N° 38.
[17] Ver Geras, N., “Lenin, Trotsky y el partido” en Masas, partido y dirección,
Fontamara, Barcelona, 1980. Bensaid, D., Strategie et Partie, La Bréche,
Montreuil-sous-Bois, 1987. Zizek, S., A propósito de Lenin, Atuel, Buenos Aires,
2004. Garmendia, O. (seudónimo de Rolando Astarita), “La importancia de la
teoría leninista del partido”, en Debate marxista, n° 7, Bs.As., 1996.
[18] Ver Sanmartino, J., “Pasado y presente de la teoría socialista de partido”,
en Revista Corriente Praxis, Número especial, Buenos Aires, octubre 2005, pág.
20.
[19] El mismo Lenin afirmaba, en este sentido: “El bolchevismo existe como
corriente del pensamiento político y como partido político desde 1903. Sólo la
historia del bolchevismo en todo el periodo de su existencia puede explicar de
un modo satisfactorio por qué él pudo forjar y mantener, en las condiciones más
difíciles, la férrea disciplina necesaria para la victoria del proletariado”.
Lenin, V.I.: “El izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo” en Obras
escogidas, Editorial Progreso, Moscú, 1961, vol. 1, pp. 353-354.
[20] La táctica del “gobierno obrero” es una fórmula adoptada por la
Internacional Comunista que se aplicó frente a los gobiernos de Sajonia y
Turingia dominados por sectores reformistas de izquierda. La táctica consistía
en habilitar la participación de los revolucionarios en gobiernos parlamentarios
encabezados por corrientes obreras reformistas, en condiciones de aguda crisis
social y política pero donde las instituciones burguesas no habían sido
destruidas. La IC entendía esta política como la posibilidad de establecer un
gobierno “intermedio”, que facilitara el desarrollo político de los
trabajadores, quebrara la resistencia de la burguesía y sedimentara las
condiciones para una ruptura definitiva con el estado burgués. No se trataría de
la “dictadura del proletariado”, pero tampoco de un funcionamiento normal de las
instituciones “democrático liberales”. Para una posible actualización de la
“táctica del gobierno obrero” en las actuales condiciones sociales y políticas,
ver Bensaid, D., Sobre el retorno de la cuestión político-estratégica
en:http://www.vientosur.info/articulosweb/noticia/index.php?x=1565.
[21] Castoriadis, C.: “Proletariado y organización II (frag.)”, en Políticas de
la memoria, n° 8/9, Bs. As., 2008/2009, pp. 92-93.
[22] Garmendia, O. (seudónimo de Rolando Astarita), “La importancia de la teoría
leninista del partido”, en Debate marxista, n° 7, Bs.As., 1996, p. 11.
Bibliografía:
BENSAID, D., Strategie et Partie, La Bréche, Montreuil-sous-Bois, 1987.
BENSAID, D., Sobre el retorno de la cuestión político-estratégica, 2007, en
http://www.vientosur.info/ articulosweb/noticia/index.php?x=1565
BENSAID, D., Estrategia y partido: un curso de formación, 2007, en
http://danielbensaid.org/Estrategia-y-partido?lang=fr.
CASTORIADIS, C., “Proletariado y organización II (frag.)”, en Políticas de la
memoria, n° 8/9, Bs. As., 2008/2009.
Documentos de Los cuatro primeros congresos de la Internacional Comunista, 1973,
Tomo II (Buenos Aires, Ediciones Pluma).
DOTTI, J., Dialéctica y derecho, Hachette, Bs. As., 1985.
DRAPER, H., “El mito del “concepto de partido” de Lenin. Qué hicieron con el
¿Qué hacer?”, en Revista Herramienta, n° 11, Bs. As., 1999.
DRAPER, H., Hacia un nuevo comienzo…por otro camino, Marxists Internet Archive.
2001
FREEMAN, J., “La tiranía de la falta de estructuras” en El Rodaballo, n° 15, Bs.
As., 2004.
GARMENDIA, O. (seudónimo de Rolando Astarita), “La importancia de la teoría
leninista del partido”, en Debate marxista, n° 7, Bs.As., 1996.
GERAS, N., “Lenin, Trotsky y el partido” en Masas, partido y dirección,
Fontamara, Barcelona, 1980.
GRAMSCI, A., Notas sobre Maquiavelo, sobre la política y sobre el Estado
moderno, Buenos Aires, Nueva Visión, 2003.
KAUTSKY, K. El camino del poder, Ed. Grijalbo, México D.F., 1968.
LENIN, V. I. Obras completas, Buenos Aires, Editorial Cartago, 1960.
LENIN, V.I., “El izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo” en Obras
escogidas, Editorial Progreso, Moscú, 1961, vol. 1.
LENIN, V. I., Qué Hacer, Extracto, del prefacio a la recopilación “En 12 años”,
Nuestra América Editorial, Buenos Aires, 2004.
LENIN, V.I., Un paso adelante, dos pasos atrás, Ediciones en lenguas
extranjeras, Pekín, 1977.
LENIN, V. I., El Estado y la revolución, Editorial Nuestra América, Buenos
Aires, 2004.
MARX, K., El manifiesto comunista, , Tesis XI Grupo Editor, Buenos Aires, 2003.
MARX, K., Manuscritos económico-filosóficos de 1844, Colihue, Buenos Aires,
2006.
PORTANTIERO, J. C., Los usos de Gramsci, Editorial Grijalbo, Buenos aires, 1999.
SANMARTINO, J., “Pasado y presente de la teoría socialista de partido”, en
Revista Corriente Praxis, Número especial, Buenos Aires, octubre 2005.
VV.AA, Teoría marxista del partido político/3, Cuadernos de Pasado y Presente,
Siglo XXI, Bs. As., 1973.
VV.AA, Teoría Marxista del Partido Político (Problemas de Organización),
Cuadernos de Pasado y Presente, Siglo XXI, Bs. As., 1975.
ZIZEK, S., A propósito de Lenin, Atuel, Buenos Aires, 2004.
Fuente original: http://www.democraciasocialista.org/?p=3062
In:
Rebelion
http://rebelion.org/noticia.php?id=184648
terça-feira, 13 de maio de 2014
La patronal ganó la batalla salarial
El 50% de los españoles tiene ingresos inferiores a los 900 euros
La patronal ganó la batalla salarial
Manuel Medina
Canarias-semanal.org
La batalla del gobierno y sus patrones, los empresarios, ha sido dura, pero
finalmente lo están consiguiendo. En el curso de los últimos años han estado
forcejeando perseverantemente para lograr arrastrar hacia abajo el listón
salarial. Periódicamente, controlaban a través de encuestas el nivel de
oposición que los asalariados ofrecían a la hora de aceptar la precarización
laboral. Pero los resultados obtenidos en estas encuestas no solo les permitían
detectar esta resistencia, sino también construir sofisticadas campañas
publicitarias para persuadir a los trabajadores de que en situaciones de crisis
como la actual sería inaceptable aspirar a salarios "decentes". "Mejor poco que
nada", fue el lema difundido a través de sus medios de comunicación. La campaña
no fue dirigida exclusivamente a los que ya habían perdido su puesto de trabajo,
sino también a aquellos otros a los que se amenazaba con la posibilidad de
perderlo. Había que implantar un nuevo y falso "sentido común" en la mentalidad
de la gente a través del cual el asalariado pudiera llegar a convencerse de que
la mejor forma de salvar parte de lo conseguido era entregarse en cuerpo y alma
a la voluntad de su enemigo de clase.
Una "labor" concertada
La verdad es que la patronal no ha hecho sola su trabajo. Además de con los
apoyos de sus representantes en el Ejecutivo gubernamental, los grandes
empresarios han contado con la contribución inestimable de los intermediarios de
las dos centrales sindicales amarillas, CCOO y UGT. El papel que ambas han
jugado en la quiebra de la resistencia de los asalariados no ha sido
irrelevante. En lugar de poner en pie de lucha a los que lo iban a perder casi
todo si renunciaban a defender lo suyo, han llamado a los trabajadores a
concertar acuerdos de recortes salariales con los patrones, haciendo pender
sobre ellos la amenaza de los ERES.
Pero las razones que los dos "sindicatos" han tenido a la hora de desempeñar su
obsceno papel de defensa de los intereses patronales no han sido únicamente las
originadas por su largo proceso de degradación ideológica, aunque éste haya
tenido una notoria influencia. Tras la felonía sindical de las dos grandes
centrales ha estado también el lucrativo negocio de los ERE, sobre el que solo
hemos empezado a conocer los aspectos más superficiales.
Vienen estas breves reflexiones a propósito de la última encuesta del CIS, que
pone al descubierto la magnitud de los cambios que se han operado en el mapa
salarial español. Según el estudio sociológico realizado por esta institución
oficial, el 48% de los españoles -la mitad de los encuestados- están viviendo
con unos ingresos inferiores a los 900 euros. El 14,1% cobra entre 601 y 900
euros al mes. El 12,7% tiene unos ingresos que se encuentran entre los 301 y los
600. El éxito de la patronal y del gobierno en su disputa con los trabajadores
para lograr quebrar su resistencia a aceptar salarios misérrimos, o su negativa
a reducir aquellos que percibían, es evidente. Difícilmente podía haber habido
un resultado diferente con una clase obrera desorganizada y sometida a la
influencia de formaciones sindicales que cada día se asemejan más a los
sindicatos norteamericanos de la década de los cincuenta que a organizaciones de
clase.
¿Desaparición de las "clases medias"?
Hay otro aspecto del informe del CIS que ofrece interesantes datos sobre los que
reflexionar. Durante los últimos decenios, los sociólogos del sistema han estado
perseverantemente empeñados en hacer desaparecer el peso de la clase
trabajadora. Estaban convencidos de que si lograban aplicar unos nuevos
criterios de clasificación social, en función de la cuantía de los salarios
percibidos, el mapa de la división de clases en las sociedades modernas variaría
sustancialmente, y la preponderancia numérica de los trabajadores disminuiría.
Se trataba de una simple operación cosmética: los asalariados mejor remunerados
pasaban a engrosar las filas de lo ellos denominan "clases medias". Hasta
entonces, se había entendido que las clases medias estaban constituidas por
pequeños comerciantes, pequeños empresarios o propietarios rurales con
posesiones limitadas.
Pero la "nueva estructuración" artificiosa que se inventaron los ingenieros del
sistema iba a provocar efectos mágicos en el seno de no pocas sociedades
occidentales. Entre los asalariados mejor remunerados empezó a cundir la
sensación de pertenencia a una "nueva clase social" en ascenso, que tendía a
imitar las formas, costumbres y valores de las élites realmente poderosas.
Sin embargo, la treta de los teóricos empeñados en ofrecer una cara más amable
al sistema capitalista era tan solo un espejismo que tenía las patas muy cortas,
como ahora la crisis ha terminado poner en evidencia. Y es que la clave para
pertenecer a una clase social u otra no reside, como estos sociólogos pretenden,
en la cuantía de las percepciones mensuales, sino en la relación que los
individuos tienen con la propiedad de los medios de producción. Si a cambio del
trabajo desempeñado recibes un salario, serás siempre un asalariado de cuyos
emolumentos el patrón se encargará de arrancar las plusvalías que engordarán sus
beneficios. Las ilusiones que no pocos trabajadores asalariados sustentaron
durante años -generalmente administrativos, profesionales, técnicos...- de haber
abandonado las filas del proletariado no fueron suficientes para que estas se
convirtieran en realidad. La arrasadora fuerza del tsunami de la crisis ha
servido para poner a cada uno en su lugar de la pirámide social. Otra cosa es
que los sujetos afectados por semejante conmoción hayan sido capaces de
asumirlo.
El hecho de que en los últimos decenios se produjeran unas condiciones muy
específicas en el desarrollo del capitalismo y en la correlación de fuerzas en
el planeta capaces de enmascarar aspectos de esa realidad, no implicó que ésta
desapareciera. La clave de la bóveda que mantiene en pie el edificio del
capitalismo reside en la apropiación de las plusvalías resultantes del proceso
de trabajo por parte de los propietarios de los medios de producción. Si tal
apropiación no se diera la existencia del sistema capitalista carecería de
sentido.
Lo que dicen los datos del CIS al respecto
Los datos que ofrece la encuesta del CIS constatan que el 49,4% de los hogares
españoles viven con unos ingresos netos inferiores a 1.800 euros mensuales. Que
un 15,2% de las familias ganan entre 1.201 y 1.800 euros al mes. Que las
percepciones salariales del 14,2 % están comprendidas entre 901 y 1.200 euros.
Las familias que ingresan más de 3.000 euros netos mensuales -en una media
teórica de dos salarios de 1.500 euros- alcanzan tan solo el 4,8%.
Nos encontramos, pues, ante unos porcentajes reveladores que nos obligan a
preguntarnos: ¿Dónde han quedado aquellas "clases medias" sobre las que los
partidos de la socialdemocracia vergonzante y los sindicatos amarillos lanzaron
sus reclamos de conciliación de las clases sociales?
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una
licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras
fuentes.
In:
http://rebelion.org/noticia.php?id=184599
13/5/2014
domingo, 11 de maio de 2014
Cooperativa Mol Matric
Entrevista a Salvador Bolancer
La cooperativa Mol Matric se creo a partir de la suspensión de pagos que
realizó la empresa durante los años 80 y que en cierta manera “obligaron”
a los trabajadores a recuperar la empresa para ganarse la vida, proyecto
que actualmente subsiste.
Mol Matric es por lo tanto un resto del naufragio de finales de los 70 y
los 80, momento en el que la conciencia de clase retroalimentó la decisión
de “apropiarse” de la empresa.
A pesar de lo loable de la inciativa, la cooperativa como institución
colectiva, también ha tenido que enfrentarse a las dificultades que
representan en realidad muchas cooperativas insertas en el mundo
capitalista; autoexplotación, reparto de responsabilidades y retribución
desigual para garantizar la organización de la cooperativa,
contrataciones, prestamos de bancos, etc
Mol Matric en la actualidad ha sabido tejer la solidaridad de su proyecto
con otras cooperativas a las que se han ido federando, como el Col-lectiu
Ronda o Coop 57 , extiendo su solidaridad en diferentes proyectos
En la entrevista que os pasamos a continuación se explica cual ha sido la
trayectoria de la cooperativa Mol Matric a través de la visión de uno de
sus fundadores Salvador Bolancer
14/02/2014
Salvador Bolancer es uno de los fundadores de la cooperativa Mol Matric.
Ahora está jubilado pero mantiene una fuerte actividad en diversos campos
del cooperativismo y la solidaridad. Nos hemos citado en Santa Coloma un
día lluvioso. Salvador tiene tendencia a restar importancia a lo hecho: la
aventura que va de la lucha obrera a la autogestión cooperativa. Pero, al
final uno se da cuenta que lo que pusieron en pié él y sus compañeros es
una experiencia histórica.
¿Ustedes trabajaban para una empresa, era Talleres Alá?
Sí, el dueño de aquello se hizo mayor. Quiso traspasarlo todo a sus hijos.
Se fue retirando y todo empezó a ir de capa caída. Eso pasaba durante la
crisis de los 80. La empresa estaba muy inflada con trabajadores
indirectos. Bajó la faena y nos dejaron de pagar la semanada hacia mayo
del 1981 y con la paga extra de verano dejaron de pagar definitivamente.
Eso les hizo movilizar. ¿Estaban organizados?
Era la transición y ciertamente en la empresa había un grupo de
trabajadores vinculados a organizaciones obreras. Había pues ,gente que
tenia conciencia social y conciencia política. Eso hizo posible que
hubiera cohesión, junto a la situación del momento. Como la clase obrera
no estaba disgregada había posibilidad de solidaridad y apoyo en la gente.
¿Cuanta gente trabajaba en la empresa?
Eramos poco más de 50. Al principio de la crisis en la empresa hubo una
desbandada. Marchó mucha gente cercana a la dirección. Y reaccionamos. No
queríamos que se sacara de la empresa más material ni maquinaria.
Gráficamente pusimos un coche atravesado en la puerta del taller y
decidimos hacer guardia las 24 horas del día. Mantuvimos la acción durante
todo el verano. También fuimos donde vivía el empresario para afearle la
conducta. Era lo que ahora llaman escraches..
¿Cómo era su patrón?
Era un buen empresario, una buena persona. Se llamaba Josep Alá. Se había
hecho a si mismo, desde abajo. Incluso en algún momento cuando había
huelgas del metal, justificaba ante otros empresarios que los trabajadores
fuéramos a hacer piquetes i a manifestarnos.
Como se organizaron antes de crear la cooperativa
A partir de septiembre y después de diversas movidas intentamos encontrar
algún empresario que pudiera hacerse cargo de la empresa. Pero no fue
posible.
¿Legalmente cuál era la situación?
El empresario nos debía dinero. Entonces la ley consideraba que los
primeros que tenían derecho a cobrar eran los trabajadores. Hubo un largo
proceso por el cual en subasta conseguimos adquirir la maquinaria. En la
operación nos ayudó mucho un abogado del Col·lectiu Ronda, Joan Lluís
Jornet, que nos asesoró en todo momento. Después de muchas vicisitudes
conseguimos nuestro objetivo, primero las máquinas y luego el local.
¿Ya pensaban en una cooperativa?
En septiembre nos convencimos que ningún empresario aceptaría quedarse la
empresa y los trabajadores. Pensamos que o lo hacíamos nosotros o no
funcionaria. Miramos algunos modelos y finalmente vimos que lo que nos
interesaba era hacer una cooperativa. Tuvimos la suerte de coger como
asesores al Col·lectiu Ronda, que al principio se centraban en defender a
los trabajadores, luego ellos mismos se convirtieron en cooperativa.
Crearon la cooperativa que se llamó Mol-Matric, de moldes y matrices. ¿Y
cómo se organizaron?
Cambiamos el sistema. Primero vimos qué trabajadores eran más aptos
profesionalmente y a nivel de ideas y les fuimos dando responsabilidades.
Eran los responsables. Uno lo fue de la gestión general; otro como si
fuese el encargado. Nosotros cambiamos el vocabulario, el nombre jefe lo
eliminamos. La gente era responsable de su trabajo y finalmente la
asamblea decidía de las cosas importantes, mientras que el día a día era
cosa del Consejo Rector.
¿A todo eso ustedes llevaban meses sin cobrar?
Es una larga historia porqué el empresario nos tuvo que pagar por la deuda
que tenia con la Seguridad Social, conseguimos así el local y un dinerillo
con el que fuimos tirando, además de con los fondos de la solidaridad.
Pero además teníamos un trabajo casi terminado para un cliente, que era
General Motors. Les urgían las piezas para sacar coches y llegamos a un
acuerdo: nosotros hacíamos la faena que quedaba a cambio de que ellos nos
pagaran, y me parece que el pedido eran 11 millones de pesetas de 1981...Y
además empezamos a coger algunos trabajos de talleres vecinos del
Poblenou.
Pero los materiales, ¿cómo los compraban?
Esa era otra, porqué los materiales los teníamos que pagar al contado.
Como no teníamos dinero un compañero tuvo que ponerlo de su bolsillo.
Luego pudimos hacer hipotecas y con la Caixa conseguimos unos avales con
nuestras propiedades como garantía. Piense que en aquella época eramos
unos 30..
A todo esto, ustedes estaban tramitando la creación legal de la
cooperativa
Si, pero cómo no teníamos dinero y sí que teníamos algunos encargos
decidimos recurrir al paro, porqué no existía la posibilidad de
capitalizarlo. Así que hubo algún momento de tensión porqué trabajábamos
mientras cobrábamos del desempleo, y nos pillaron, pero finalmente
legalizamos la situación. Fruto de ello es que nos dimos de alta como
cooperativa en la Seguridad Social, y Mol Matric siempre ha estado en el
sistema general, eso de ser autónomos nunca lo hemos visto viable.
¿Y cuándo se normalizó un poco la situación?
Eso fue a partir de enero de 1982. Al cabo de unos meses hubo un problema
interno porque había gente que no estaba de acuerdo con el modelo
cooperativista, decían que era autoexplotación. Discutimos i debatimos
mucho y al final hubo que expulsar a dos. En favor nuestro pasaba que en
el sector sabían que habíamos hecho como empresa.
En los inicios les ayudó el hecho de que para realizar matrices y moldes
se precisa maquinaria especializada y operarios muy expertos...
Nosotros trabajábamos para empresas muy grandes, como la General Motors y
otras que hacen piezas que se han de replicar muchas veces. La gente
conocía la forma de trabajar de la antigua empresa. También se empezó a
trabajar para empresas dedicadas a la estampación que necesitaban hacer
matrices. Otra empresa que tenia su sede en Poblenou, cerca de donde
estábamos, que hacía cojinetes para barcos también nos hizo muchos
encargos.
¿Qué característica tenia el trabajo que realizaban en aquel momento?
Nosotros decidimos que lo que hiciéramos lo teníamos que hacer bien. Eso
es tener responsabilidad. También la crisis de los 80 empezó a remontarse
y fuimos cada vez mejor.
¿Cómo organizaron los sueldos, todos igual o se hubo compensaciones
diferentes?
Al principio hicimos lo siguiente. Como no entraba suficiente dinero, no
podíamos cobrar como antes. Decidimos hacer tabla rasa: cuando teníamos
algunos fondos los repartíamos de forma igualitaria. Cuando la situación
empezó a remontarse decidimos cobrar por categorías, de acuerdo con las
que teníamos antes. La base era el oficial de primera, que éramos la
mayoría, y a partir de ahí una diferencia pequeña tanto hacia arriba como
hacia abajo, y por ejemplo al responsable se le daba un plus.
¿Y no hubo problemas?
Algunos, porque, respecto al mercado los peones estaban muy bien valorados
económicamente y los responsables muy poco. Además, el que era un peón o
un oficial no tenía otra que estar trabajando cada día 8 horas, mientras
que los responsables tenían que trabajar no solo la jornada sino estar
casi las 24 horas cavilando y planificando que hacer en la empresa. Así
que decidimos situar la diferencia de 1 a 2, tomando oficial de primera
como base y un poco menos a los peones. Ahora supongo que la diferencia
debe ser ahora como mucho de 1 a 3.
¿Por qué los directivos de la cooperativa Mol Matric han salido casi todos
de la cantera?
Hemos tenido la suerte de no ir a fichar mirlos blancos. Bueno contratamos
una vez un gerente y no salió muy bien. He de decir que desde los inicios
tuvimos la suerte de estar asesorados por un economista del Col·lectiu
Ronda, David Santacana. Él nos ayudó muchísimo, lo digo en pasado porqué
murió. Siempre nos asesoró muy bien, por ejemplo, nos dijo que
dependiéramos más de un tercio del trabajo de una sola empresa.
Precisamente ellos, el Col·lectiu Ronda nos ayudaron des de el principio y
luego, fuimos nosotros los que les ayudamos a crear un departamento de
asesoría técnica y de empresas.
Santacana era una persona con una gran formación. Tanto que le ofrecieron
gestionar uno de los grandes hospitales de Catalunya y aunque ganaba muy
poco y trabajaba mucho prefirió estar con las cooperativas asesorando.
¿Cómo fueron formando los cuadros, los especialistas en las áreas técnicas
y de gestión?
Pues fuimos contratando gente para los puestos de trabajo normales.
Entraban como aprendices o como peones. Uno, entró de joven, de fresador
mucho tiempo. Hicimos unos cursos de informática y casi todos nos
enteramos de la misa la mitad y el se enteró de todo. Y ese es hoy el
responsable de toda la informática técnica que hay en la empresa.
Otro lo cogimos porqué necesitábamos un peón para ayudar a los operarios a
montar las máquinas y a limpiar el taller. Estuvo años barriendo. En este
momento esta persona es la responsable de compras de la cooperativa.
El gerente es uno que fue de los fundadores. Era un ajustador. Lo cogimos
y como era meticuloso y ordenado asumió la responsabilidad y ahí está.
Otro caso es el del responsable de mecanización, que vino de Galicia y
entró de aprendiz, y ahora es uno de los responsables, que aparte de ser
un gran profesional cree en la cooperativa y en lo que hemos hecho.
¿La vía ha sido pues, contratar personas que luego se integran en la
cooperativa?
Si, al principio se contrataron personas como trabajadores y con el tiempo
se hacen socios. Antes de ser socios cobraban un poquito menos y luego al
entrar de socios cobraban más. Así que cuando entraban de socios se les
mantenía el sueldo anterior durante un tiempo hasta que se entendía que
habían hecho su aportación a la sociedad.
¿Cómo luego hubo mucho más trabajo, se consiguieron beneficios, o
excedentes, que hacían con ellos?
Desde el principio nuestro objetivo fue que la cooperativa diera para
cobrar un sueldo digno, pero no nos planteamos repartir beneficios. Los
excedentes, cuando los hubo, fueron a mejorar las instalaciones. Cuando se
nos quedaron pequeñas tuvimos que comprar otro local ya en Barberà del
Vallès y, además ahora se ha comprado una nave en Caldes de Montbui.
Siempre hemos invertido en la cooperativa, que ha de tener unas reservas
importantes.
Un problema podría ser que los directivos de Mol Matric marchasen, ¿por
qué cobran menos que la competencia?
Se dan circunstancias curiosas. Como Mol Matric está considerada una firma
puntera en la matriceria en Catalunya, nuestros responsables han de hablar
y negociar con gestores de primera línea de otras firmas, como Seat, o
General Motors, y mientras esa gente cobra por ejemplo 200.000 euros, el
nuestro cobra, diríamos, 35.000. Y sin ser tan extremos, a veces nuestros
responsables hablan con gerentes de empresas proveedoras nuestras que
cobran mucho más que ellos cuando el nivel de responsabilidad no es ni
parecido.
¿Cómo afrontan ese problema?
Como de alguna manera la gente no ha aspirado a otra cosa que a ganarse la
vida en condiciones y a lograr una respetabilidad en el mercado de
matricería que es conocida en toda Catalunya, la gente está de acuerdo con
la idea global de las cooperativas.
¿Y la vinculación con otras cooperativas, de qué les vino?
Una parte de nosotros estábamos influidos por conceptos como solidaridad y
cooperación, pero también gracias a Víctor Santacana hicimos una
reflexión: Si nos quedamos aislados, pensamos, vamos a desaparecer en
cuatro días, y decidimos federarnos. Primero una federación en la que
estábamos muy a gusto, en la que también estaba el Col·lectiu Ronda, entre
otras. Se montó una escuela de formación, y también desde ahí se montó
Coop 57.
¿La cooperativa de servicios financieros?
Si, se ha de pensar que el primer presidente del Coop 57 era miembro de
Mol Matric, que era promotora. Y ese ha sido siempre nuestro intento,
estar en las movidas que tienen que ver con el movimiento cooperativo. Era
una forma de no quedar aislados y de trabajar con otra gente en el
conjunto.
¿El vincularse al movimiento les ha resultado positivo?
Si, siempre lo ha sido porqué eso ha hecho que se mantenga entre la gente
de Mol Matric el espíritu del cooperativismo. Quizás económicamente no
haya reportado mucho, pero socialmente si nos ha aportado.
Actúan también de forma solidaria a nivel general
Si, creamos el fondo de solidaridad, al que aportamos el 10% de los
beneficios. Nosotros le añadimos un 1% más. Con ese dinero, que no es poco
porqué ha habido años de beneficios, hicimos un proyecto de solidaridad
con el Sáhara. Concretamente, mantenemos un comedor escolar para los niños
deficientes de Smara. Hemos hecho también algún proyecto con gente de
Nicaragua.
Y cuando hay un problema como lo de Haití, también hacemos alguna
aportación. Lo que decidimos en esa ocasión fue que la gente se sintiese
vinculada. La solución fue que cada persona que voluntariamente quiera
aporta lo equivalente a dos horas de trabajo mensuales y su valor se da a
esos proyectos urgentes. La idea es ayudar, pero también hacer posible que
la gente se implique. En el caso de Haití dijimos, por cada euro que la
gente ponga, la cooperativa pone otro.
La intercooperación también la fomentan...
Participamos en la xarxa d'economia solidària, i en las iniciativas de la
federación de cooperativas, que se unificó entre la que representaban
cooperativas como la nuestra y la otra que existía y que fue cambiando, lo
que facilitó nuestra fusión.
In:
http://iceautogestion.org/index.php?option=com_content&view=article&id=629%3Aentrevista-a-salvador-bolancer&catid=19%3Anoticias&lang=es
sábado, 10 de maio de 2014
O retorno da geopolítica
Atilio Boron
Uma olhada nas novidades editoriais produzidas no estudo das
relações internacionais – ou, se quisermos usar uma linguagem
“politicamente incorreta”, porém, mais clara e acessível: o
imperialismo – revela a crescente presença de obras e autores
que apelam à problemática geopolítica. A súbita irrupção dessa
temática nos move a compartilhar uma breve reflexão, por duas
razões.
Primeiro porque o assunto e a palavra há tempos tinham sido
expulsos, aparentemente para sempre, do campo dos estudos
internacionais e agora estão de volta. Propomos a hipótese, em
segundo lugar, de que sua reincorporação não tem nada de
casual ou acidental, mas é um sintoma de um fenômeno que
transcende o plano da teoria e a semiologia: a decadência do
império norte-americano.
Em relação ao primeiro, digamos que o abandono da perspectiva
geopolítica não só se verificou nas elaborações dos mandarins
da academia, o que não é motivo algum de preocupação, mas que
também se fez sentir nas obras dos pensadores da esquerda,
isto sim motivo de inquietude. Tanto era assim, e tanto mudou
em tão pouco tempo, que ao terminar a edição do meu livro
“América Latina na Geopolítica do Imperialismo”, em meados de
2012, e proceder à última revisão do texto antes de enviá-lo
para impressão, pensei ser necessário introduzir um largo
parágrafo, que reproduzirei parcialmente a seguir, para
responder aos muitos amigos e camaradas que, sabedores da
problemática que investigava, me fizeram conhecer sua
surpresa, e em alguns casos desacordos, por dirigir minha
atenção a um tema, a geopolítica, associada às colocações da
direita mais reacionária e racista. Daí que senti a
necessidade de dizer o seguinte, no início do livro:
“Umas palavras, precisamente, sobre a problemática
geopolítica. Trata-se de uma questão que em geral a esquerda
demorou mais do que o conveniente em estudar, por uma série de
razões que não podemos senão apenas enunciar aqui:
concentração no exame de temas ‘nacionais’; visão economicista
do sistema internacional e do imperialismo; menosprezo da
geopolítica pela gênese reacionária deste pensamento e pela
utilização que dela fizeram as ditaduras militares
latino-americanas dos anos 70 e 80 do século passado.
A generalização do conceito e as teorias da geopolítica se
encontram na obra de um geógrafo e general alemão, Karl Ernst
Haushofer, quem propôs uma visão fortemente determinista das
relações entre os diferentes Estados para assegurar o que, em
um conceito de sua autoria, qualificou como ‘espaço vital’
(Lebensraum). O desprestígio dessa teorização se relaciona com
o fato de que foi esse conceito de Lebensraum o empregado por
Hitler para justificar o expansionismo alemão, que culminou
com a tragédia da Segunda Guerra Mundial. Hauschofer teve como
fonte de inspiração a obra de um geógrafo e politico
britânico, Halfor John Mackinder, que em 1904 havia escrito um
muito influente artigo sobre ‘o pivô geográfico da história’”
(1).
Em todo caso, o nascimento dessa perspectiva teve lugar em um
momento histórico marcado pelo predomínio das concepções
colonialistas, imperialistas e racistas, de finais do século
19 e começo do século 20. Se hoje reaparece, completamente
ressignificada no pensamento contestador, é porque traz uma
perspectiva imprescindível para elaborar uma visão crítica do
capitalismo em uma fase como a atual, marcada pelo caráter já
global desse modo de produção, sua febril depredação do meio
ambiente e as práticas selvagens de despossessão territorial,
padecidas pelos povos nas últimas décadas. Não deveria
surpreender-nos, então, que dois dos principais pensadores do
nosso tempo sejam geógrafos marxistas: David Harvey e Milton
Santos.
É que a política e a luta de classes, tanto no nacional como
no internacional, não se desenvolvem no plano das ideias ou da
retórica, mas sobre bases territoriais, e o entrelaçamento
entre território (com os “bens públicos ou comuns” que nos
caracterizam), projetos imperialistas de exploração e
despossessão e resistências populares ao despejo requerem
inevitavelmente um tratamento onde a análise da geografia e o
espaço se articulem com a consideração dos fatores econômicos,
sociais, políticos e militares.
Em tempos como os atuais, nos quais a devastação capitalista
do meio ambiente chegou a níveis desconhecidos na história,
uma reflexão sistemática sobre a geopolítica do imperialismo é
mais urgente e necessária do que nunca. Tal como recordara o
comandante Fidel Castro em sua profética intervenção na Cúpula
da Terra – Rio de Janeiro, junho de 1992 –, “uma importante
espécie biológica está em risco de desaparecer pela rápida e
progressiva liquidação de suas condições naturais de vida: o
homem”.
Creio que as razões pelas quais, a partir da esquerda, temos
de recuperar a problemática geopolítica – que estava presente,
ainda que expressada com outra linguagem, no marxismo
clássico! – são por demais convincentes. Mas, a que se deve o
fato de a direita ter feito isso por conta própria e de a obra
de intelectuais orgânicos do império (Zbigniew Brzezinski e
Henry Kissinger, para nominar só dois de maior gravitação) e
dos acadêmicos do mainstream norte-americano recorrerem a
considerações geopolíticas em seus estudos e pesquisas cada
vez com mais com frequência? Trata-se de uma superficial e
efêmera moda intelectual, para substituir o já defunto
conceito de “globalização”, cuja morte foi anunciada
simultaneamente a seu advento, ou há algo mais?
Efetivamente, há algo mais. Não é um tema de modas
intelectuais ou escolásticas, e esta é a segunda questão que
queríamos colocar. A reflexão geopolítica no campo do
pensamento imperial é filha de uma dolorosa (para alguns)
comprovação: o império norte-americano superou seu zênite e
começou a percorrer o caminho de seu lento e irreversível
ocaso. Para os governantes e as classes dominantes dos Estados
Unidos, trata-se, portanto, de tomar os cuidados necessários
para evitar desenlaces inaceitáveis:
a) que o crepúsculo imperial precipite uma descontrolada
reação anárquica em cadeia no sistema internacional, onde um
bom número de Estados e uma quantidade desconhecida, mas
significativa, de atores privados dispõem de um arsenal
atômico capaz de eliminar na raiz toda forma de vida no
planeta;
b) que, produto da irreversível redistribuição do poder
mundial, a segurança nacional e o modo de vida dos Estados
Unidos possam ver-se irremediavelmente minados.
Essa é a razão de fundo pela qual os estrategistas militares
estadunidenses estão há mais de 10 anos se referindo
obliquamente ao tema e alertando, em seus cenários bélicos
prospectivos de longo prazo, que esse país deverá estar
preparado para guerras, nos mais diversos rincões do planeta,
durante os próximos 20 ou 30 anos. Doutrina da “guerra
infinita”, cujo objetivo não será acrescentar sua primazia
mundial mediante a incorporação de novas áreas de influência
ou controle, mas apenas preservar as já existentes, ou evitar
uma catastrófica derrubada dos parâmetros geopolíticos
globais.
Esses prognósticos tardaram mais de 10 anos para se
incorporarem às análises do mandarinato acadêmico e dos
publicistas do império, profundamente enquistados nos grandes
meios de comunicação. Porém, não mais. A teimosa realidade os
obrigou a falar do que até há pouco tempo era impensável,
quando uma camarilha de reacionários reunida no Projeto para o
Novo Século Americano, fundado por Dick Cheney em 1997, se
iludiu ao acreditar que o mundo que aparecia ante seus olhos
após a queda do muro de Berlim e a implosão da União Soviética
tinha chegado para ficar, para sempre, em uma típica
reiteração da incapacidade do pensamento burguês para
compreender a historicidade dos fenômenos sociais (2).
Foi uma ilusão infantil, assim julgou esse velho lobo do
império que é Zbigniew Brzezinski, que a realidade frustrou em
poucos anos. Os atentados de 11 de setembro derrubaram não só
as Torres Gêmeas, mas também as ilusões tranquilizadoras com
as quais se iludiam os “experts” do Projeto para o Novo Século
Americano. Não é por acaso que, em seu mais recente livro,
Brzezinski dedicou surpreendentes páginas introdutórias ao
tema da declinante longevidade dos impérios, e, ainda que não
o tenha dito explicitamente, está claro que, para ele, como
para muitos outros, os Estados Unidos são um império (3).
Claro que se trataria de um império de novo tipo, movido pelo
idealismo Wilsoniano, como assegura Henry Kissinger em seus
diversos escritos, idealismo que o levaria, segundo esta visão
autocomplacente, em um porta-estandarte das melhores causas da
humanidade: democracia, direitos humanos, liberdade,
pluralismo etc. Em uma palavra, o país a quem Deus confiou
supostamente a realização de um "destino manifesto" e em
virtude do qual se irradiariam os nobres valores e
instituições ao redor do planeta.
Um argumento muito semelhante foi formulado por Henry
Kissinger em um livro publicado em 1994 e traduzido para o
castelhano no ano seguinte: "Diplomacia". Nele, o
ex-secretário de Estado Richard Nixon advertia para a
precariedade dos sistemas internacionais, observando que "a
cada século diminui a duração dos sistemas internacionais. A
ordem que surgiu a partir da Paz de Vestefália durou 150 anos
... a do Congresso de Viena foi mantida por 100 anos ... a
Guerra Fria terminou, depois de 40 anos ", e conclui: "Nunca
antes os componentes da ordem global, a sua capacidade de
interagir e seus objetivos mudaram tão rapidamente ou tão
profundamente quanto globalmente” (4).
Dado este contexto, não surpreende a nota que dias atrás
publicou David Brooks no New York Times e que foi reproduzida
em Buenos Aires pelo La Nación e, certamente, em outros
diários da América Latina e Caribe. Brooks, um homem de clara
persuasão conservadora, cita em sua nota a opinião de Charles
Hill, um dos maiores peritos do Departamento do Estado, não
mais no cargo, que disse textualmente: “A grande lição
ensinada pela história da alta estratégia é que, quando um
sistema internacional estabelecido entra em fase de
deterioração, muitos líderes atuam com indolência e
despreocupação, felicitando-se a si mesmos. Quando os lobos do
mundo cheiram isso, supostamente começam a se mover para
sondar as ambiguidades do sistema que envelhece e assim
arrebatam as partes mais preciosas”.
Brooks reflete, desconfortavelmente, a literatura que cada vez
com maior frequência examina o processo de declínio imperial,
essa "fase de deterioração" à qual aludiu Hill, embora nem
todos os autores se atrevam a abandonar os eufemismos
tranquilizadores. A última edição da revista Foreign Affairs,
órgão conservador do establishment diplomático dos EUA,
apresenta um par de artigos de dois dos principais
especialistas em análises das relações internacionais e que,
para além de suas diferenças, concordam com o fato de que "a
geopolítica está de volta". [5]
E, se está, é precisamente porque a correlação de forças que
se cristalizou no plano internacional depois da Segunda Guerra
Mundial e, sobretudo, as fantasias que anunciavam o advento de
um "novo século americano" entraram em colapso.
Exemplos: Os Estados Unidos são derrotados irrecorrivelmente
(29 a 3) em uma votação na OEA que pretendia decretar a
intervenção desse organismo na crise que afeta a República
Bolivariana da Venezuela; assistem impotentes à reincorporação
da Criméia à Rússia, embora, em uma atitude incomum e
provocativa, sua Secretária de Estado para Assuntos
Euroasiáticos, Victoria Nuland, estivesse na Plaza Maidan em
Kiev, distribuindo biscoitos e bolachas para gangues
neonazistas, que então tomariam de assalto os edifícios
governamentais e constituiriam um novo governo, rapidamente
reconhecido pelas corruptas e decrépitas democracias
capitalistas; e suas bravatas e ameaças contra a Síria ruíram
como um castelo de cartas, enquanto a Rússia - e de maneira
mais cautelosa, a China – fizeram saber a Washington que não
ficariam de braços cruzados se a Casa Branca lançasse uma nova
aventura militar no região.
Mudanças inesperadas, muito profundas e ocorridas em tempo
muito curto, que nos obrigam a refletir sobre - e a atuar em -
uma transição geopolítica mundial que dificilmente pode ser
realizada de forma pacífica. Se olharmos para as lições da
história, todas as transições geopolíticas anteriores foram
violentas. Nada permite supor que hoje a história será mais
benigna para os nossos contemporâneos, especialmente se
reparada a desproporção fenomenal de recursos militares que
são retidos pelo centro imperial, comparativamente a todos os
outros países do planeta
Notas:
(1) Mackinder ( 1861-1947 ) argumentou que o planeta é uma
"Ilha Mundo ", que é onde a maior riqueza natural está
concentrada e que é formado pela grande massa euroasiática e
africana. No interior deste enorme espaço, recorta-se, de
acordo com este autor, um território que se estende do Volga,
a leste, até o rio Yangtze, na China, e do Himalaia ao Oceano
Ártico e a Sibéria. Quem controla este território, sustenta
Mackinder, controla a Ilha Mundial, e quem exerce esse
controle pode estender-se a todo mundo. Tempos depois, o
geopolítico americano Nicholas Spykman (1893-1943) reelaborou
as concepções de Mackinder e destacou a importância das terras
e mares do anel em torno do pivô central. Se o cerco for bem
sucedido, diz Spykman, a potência vencedora dominará a
Eurásia, e quem controla a Eurásia governará os destinos do
mundo. Zbigniew Brzezinski é o maior seguidor desta tradição
que atribui ao eixo central da massa eurasiana um papel
crucial no domínio do planeta. A obsessão por cercar este
território com todos os tipos de alianças político-militares
alimentou a política externa dos Estados Unidos desde o
triunfo da Revolução Russa, em 1917, até os dias atuais, como
provam os mapas usados por Brzezinski em sua referida obra.
(2) Lembre-se que Cheney se tornaria, sob a presidência de
George W. Bush, o vice-presidente dos Estados Unidos durante
seus dois mandatos e um dos personagens mais influentes no
processo decisório da Casa Branca, algo incomum, se se recorda
o caráter eminentemente protocolar, quase cerimonial, dos
vice-presidentes da república imperial americana
(3) Pode-se consultar essa questão da declinante longevidade
dos impérios em Zbigniew Brzezinski, Strategic Vision.America
and the Crisis of Global Power (New York: Basic Books, 2012),
pp. 21-26.
(4) Henry Kissinger, La Diplomacia (México: Fondo de Cultura
Económica, 1995), p. 803.
(5) Ver John Ikenberry, “The Illusion of Geopolitics. The
Enduring Power of the Liberal Order” e Walter Russell Mead,
“The Return of Geopolitics. The Revenge of the Revisionist
Powers”, ambos en Foreign Affairs, Mayo-Junio de 2014.
http://www.atilioboron.com.ar/2014/05/el-retorno-de-la-geopolitica-y-sus_2.html
Atilio A. Boron, Diretor do PLED, Programa Latino-americano de
Educação à Distância em Ciências Sociais, Argentina.
In:
http://www.correiocidadania.com.br/index.php?option=com_content&view=article&id=9596:submanchete090514&catid=72:imagens-rolantes
10/5/2014
quinta-feira, 8 de maio de 2014
A reforma agrária popular
Stedile: “o neodesenvolvimentismo chegou ao seu limite”
Léa Maria Aarão Reis
João Pedro Stédile não hesita em dizer: “Perdeu-se a oportunidade histórica de
fazer a chamada reforma agrária clássica no Brasil.” Para ele, o importante
agora é a luta resultante da aliança entre os trabalhadores do campo e os da
cidade - os que farão a reforma agrária popular.
“A reforma agrária fixa o homem no campo e desfaveliza o país.” É a ideia
central, hoje, do discurso que, com perseverança, põe em prática há 35 anos, o
fundador e uma das lideranças mais expressivas do Movimento dos Trabalhadores
Rurais Sem Terra (MST), o economista gaúcho João Pedro Stédile, de 61 anos.
Carismático, um dos pensadores de raiz marxista e dos ativistas de esquerda mais
importantes do país, Stédile não hesita em dizer: “Perdeu-se a oportunidade
histórica de fazer a chamada reforma agrária clássica no Brasil.” Para ele, o
importante agora é a luta resultante da aliança entre os trabalhadores do campo
e os da cidade - os que farão a reforma agrária popular. E acrescenta: “A cidade
grande é o inferno em vida para o camponês, pois sobra para ele a favela e a
superexploração.”Gaúcho nascido na cidade de Lagoa Vermelha, região de
agropecuária do nordeste do Rio Grande do Sul, nesta entrevista exclusiva a
Carta Maior João Pedro relembra três datas seminais do MST, 17 de abril: o Dia
Nacional da Luta pela Reforma Agrária, o Dia Mundial da Luta Campesina e os 18
anos do Massacre de Eldorado dos Carajás, no sul do Pará, quando 1500
trabalhadores rurais foram brutalmente agredidos pela Polícia Militar do estado
e 19 trabalhadores foram por ela assassinados. Privatizações de terras, de
acesso aos minérios – do subsolo do país -, de águas, fontes naturais, lençóis
freáticos, e até do ar da Amazônia estão na pauta da nossa conversa assim como o
tema do agronegócio: “A mídia é a arma para protegê-lo e aos seus lucros,”
lembra o líder do MST.
Carta Maior: Quais as mudanças nas ações do MST a partir
deste ano?
Stédile: A reflexão coletiva no MST e na Via Campesina Brasil é a de
que, no passado, estava posto um programa de reforma agrária que visava resolver
o problema de terra de trabalho, e ao mesmo tempo desenvolver as forças
produtivas, o mercado interno para a indústria nacional e assim participava do
processo de desenvolvimento nacional.Esse tipo de reforma agrária ficou
conhecido como reforma agrária clássica. Ele se realizava quando havia condições
de uma aliança tácita entre os camponeses que precisavam de terra e a burguesia
industrial, que precisava de mercado interno. No Brasil, chegamos mais próximo
dessa possibilidade na crise da década de 60 quando o governo Goulart apresentou
um projeto de reforma agrária clássica, que era também revolucionário para a
época. Ele apresentou o projeto dia 13 de março e caiu dia 1 de abril. Mais
tarde, esse programa poderia ainda ter sido implementado na redemocratização do
país, no governo Tancredo, quando José Gomes da Silva, nosso maior especialista
em reforma agrária clássica foi presidente do Incra. Ele preparou um plano que
previa assentar 1,4 milhões de famílias em quatro anos. Apresentou ao Sarney dia
4 de outubro e caiu dia 13 de outubro de 85. Quando Lula chegou ao governo
também imaginávamos que esse programa poderia ser retomado. Mas aí o contexto
econômico e político já era outro. E a reforma agrária clássica ficou nas
calendas.
CM: A reforma agrária clássica, então, não tem mais sentido aqui no
Brasil? E o que é projetado no lugar dela para que se cumpra, enfim, a justiça
social e econômica no campo?
Como eu disse: a reforma agrária clássica visava
resolver a questão do trabalho no campo e o desenvolvimento industrial com
mercado interno. Nos tempos atuais, o que hegemoniza o capitalismo é o capital
financeiro e as empresas transnacionais que controlam o mercado mundial de
alimentos. Para essa classe dominante não interessa mais reforma agrária, de
nenhum tipo, pois eles não precisam de mercado interno, nem de camponeses, nem
de indústria nacional. E por isso estão implementando um novo modelo de controle
da produção agrícola pelo capital, que é o agronegócio.O agronegócio representa
os interesses apenas dos grandes proprietários de terra, do capital financeiro e
das empresas transnacionais. Um modelo baseado na monocultura, em que cada
fazenda se especializa num só produto como soja, cana, pastagens ou eucalipto.
(No Brasil de agora, 80% de todas as terras se dedicam apenas a esses cinco
cultivos.) Em lugar de usar mão-de-obra eles fazem uso intensivo de máquinas
agrícolas e de venenos, ambos controlados pelas empresas transnacionais.
Destroem o meio ambiente, pois o único objetivo é o lucro máximo. E estão
completamente dependentes do capital financeiro, que adianta o crédito para que
comprem os insumos das empresas transnacionais - e assim se fecha o ciclo.Meia
dúzia de empresas fica com o lucro, e o povo fica desempregado e com passivo
ambiental, que já está afetando o clima até nas cidades. Por isso, não interessa
mais reforma agrária clássica para a classe dominante atual. E ela está
inviabilizada para os camponeses. Então, nós temos levantado a tese da
necessidade de lutar por um novo tipo de reforma agrária que chamamos de reforma
agrária popular.
CM: O que você chama de “reforma agrária popular”?
Diante dessa nova realidade agrária, com o domínio do capital internacional e financeiro,
fizemos um intenso debate dentro do MST que envolveu toda nossa militância,
nossa base, intelectuais e professores, amigos, durante dois anos. E terminamos
com a realização do evento do VI Congresso Nacional há menos de dois meses, em
fevereiro deste ano onde aprovamos essa formulação da necessidade de uma reforma
agrária popular.Reforma agrária popular porque agora ela precisa atender não só
as necessidades dos camponeses sem terra, que precisam trabalhar. Mas as
necessidades de todo o povo. E o povo precisa de alimentos, alimentos sadios,
sem venenos, precisa de emprego, precisa de desenvolvimento da agroindústria,
precisa de educação e cultura. Então, o nosso programa de reforma agrária de
novo tipo, parte da necessidade de democratização da propriedade da terra,
fixando limites, e propõe a reorganização da produção agrícola, priorizando a
produção de alimentos sem venenos. Para isso precisamos adotar e universalizar
uma nova matriz tecnológica que é a agroecologia. E foi isso que pedimos ao
Silvio Tendler para mostrar em seu novo documentário, O veneno está na mesa
2.Como é possível e necessária a matriz da agroecologia para produz alimentos
sadios que beneficiam toda a população e evitam as enfermidades, sobretudo o
câncer, provocado pelos alimentos contaminados por agrotóxicos. O Instituto
Nacional do Câncer advertiu que, neste ano de 2014 teremos 526 mil novos casos
de câncer entre os brasileiros. A maior parte deles de mama e de próstata.
Precisamos uma reforma agrária que valorize a vida no interior, gerando emprego
para jovens. E para isso propomos a implantação de milhares de pequenas
agroindústrias na forma de cooperativas que vão dar emprego a milhões de jovens
que precisam estudar. Propomos a democratização da educação para que todos
tenham os mesmos direitos e oportunidades sem sair do meio rural.CM: Você tem
denunciado que nesse modelo do agronegócio privatiza-se até o ar. Como é isso?De
fato, entre as características desse novo modelo do capital, é que este, agora
mais poderoso, pois é dominado pelo capital financeiro e pelas empresas
transnacionais, quando chega à agricultura, eprocura se apropriar de todos os
recursos naturais para tirar lucro máximo.Em períodos de crise capitalista no
hemisfério norte, como o que estamos vivendo, essa necessidade deles aumenta,
pois a apropriação privada dos recursos naturais, seja terra, minérios, água,
energia elétrica, é fonte inesgotável de uma renda extraordinária, mais além da
exploração do trabalho. Pois os recursos estão na natureza, e eles, ao se
apropriarem desses recursos, colocam no mercado a preços bem acima do seu valor,
medido pelo custo de produção.Para isso, desde a implantação da hegemonia do
neoliberalismo, foram impondo condicionamentos jurídicos, em todos os países do
mundo, sob orientação dos Estados Unidos e dos organismos internacionais a seu
serviço, como FMI, OMC, Banco Mundial, para garantir a propriedade privada de
bens da natureza. Então, pela lei de patentes (aprovada em 1995), eles agora
podem ser donos das sementes. Para isso fazem mudanças genéticas e dizem que é
um novo ser vivo, transgênico, produzido em laboratório. Privatizaram as águas.
Seja nos lençóis freáticos, seja nas fontes naturais. Privatizaram o acesso aos
minérios.
CM: As riquezas do subsolo do país, propriedade da população e que
deveriam estar a serviço do povo não escaparam desse processo de espoliação.O
Brasil concedeu, nos últimos anos, sob a gestão da velha Arena, que até hoje não
largou a teta do Ministério de Minas e Energia, mais de oito mil licenças de
mineração no nosso subsolo para empresas privadas que deveriam estar a serviço
de todo povo. E agora, como você disse, estão tentando privatizar o oxigênio
produzido pelas florestas nativas. Medem pelo GPS a quantidade de oxigênio
produzido pelas florestas, emitem um documento que estabelece certo valor e isso
se converte em dólares como crédito de carbono que é vendido na Europa para as
empresas poluidoras se justificar e assim continuarem poluindo. Aqui, no Brasil,
até a empresa Natura está praticando isso.
CM: Como agem as transnacionais dessa
área no Brasil, hoje?
Para se ter uma ideia, por outro lado, em termos de
valores, da crise mundial de 2008 para cá entraram no Brasil mais de 200 bilhões
de dólares que foram aplicados em recursos naturais. Somente no setor
sucroalcoleiro, que era propriedade da tradicional burguesia nacional, agora
apenas três empresas transnacionais (Cargill, ADM e Bungue) controlam mais de
50% de todo setor.
CM: Muito importante você enfatizar estes temas: mudança de parâmetros da
agricultura no país e uma agricultura voltada para a produção de alimentos.
Quais os novos parâmetros?
Nossa análise coletiva considera que a organização da
produção de alimentos e dos produtos agrícolas tem que estar submetida a outros
parâmetros. Os capitalistas, com seu modelo do agronegócio, fundam sua ação
baseados apenas no paradigma da produção de mercadorias para o mercado mundial,
na busca incessante do lucro máximo, do aumento da produtividade do trabalho e
da produtividade física de cada palmo de terra.Nós queremos reorganizá-la
baseada em outros parâmetros. Baseados na história da civilização que sempre viu
os alimentos como um bem - e não como mercadoria. Visão de que todos os seres
humanos têm direito a se alimentar. Na produção agrícola em equilibro com a
natureza, e não contra ela. E, sobretudo, organizando a produção para dê
trabalho para as pessoas, para que elas tenham renda e possam viver em boas
condições e felizes, no interior, sem cair na ilusão de que somente serão
felizes se vierem para a cidade grande. Cidade grande é o inferno em vida para o
camponês. Pois sobra para ele apenas a favela e a superexploração.
CM: Mas e a bancada ruralista, com trânsito livre nos palácios de Brasília… e o agronegócio
- não aceitam esses parâmetros…
Claro, eles são os porta-vozes da classe
dominante. Os capitalistas, para manterem seus altos lucros no campo espoliam a
natureza e expulsam o povo do interior e se protegem num estado burguês, que é o
estado brasileiro. Protegem-se fazendo leis apenas para seus interesses, como
fizeram nas mudanças do código florestal etc. Protegem-se com o seu poder
judiciário que é o poder ainda monárquico, que inviabiliza as desapropriações
para reforma agrária, que impede a legalização das terras indígenas e de
quilombolas, que impede inclusive as desapropriações das fazendas com trabalho
escravo, como determina a Constituição - mas que eles não cumprem.E tudo isso é
respaldado pela mídia televisiva, sobretudo a Globo, a Bandeirantes, SBT, que
manipulam todos os dias o nosso povo para lhes dizer que o agronegócio é a única
solução. Que o agronegócio é que sustenta o Brasil, quando é justamente o
contrário. A mídia é a arma ideológica para proteger o agronegócio e seus
lucros.
CM: Como se dará a mudança do foco das ações, deslocado para o urbano?
Como é esta aliança do MST com as cidades?
O nosso programa de reforma agrária
popular implica agora em envolver todo o povo, pois ela não interessa apenas aos
sem-terra. E, portanto, temos que explicar ao povo, à classe trabalhadora que a
reforma agrária é necessária para ele se alimentar melhor, de forma sadia, sem
venenos. Que o programa de agroindústrias vai dar emprego, que universalizar a
educação no interior vai gerar milhões de empregos para educadores etc.Esta
aliança vai se fazendo através da construção de uma consciência coletiva de
todas as classes trabalhadoras. Por um plano de lutas conjunto que envolva a
todos na luta por mudanças sociais. E, sobretudo, num programa político de
mudanças para o país que unifica todos os setores da classe trabalhadora da
cidade e do campo.Tudo isso leva tempo, exige energias, mas é o caminho para
construirmos verdadeiras mudanças na cidade e na agricultura. Para isso teremos
que travar muitas batalhas, passar por muitos “pedágios” que a classe dominante
vai nos impor.
CM: E as cidades?
A cidade virou um grande negócio que alija os
mais pobres cada vez mais para os seus confins. Mas como mudar isto? Os
territórios urbanos, as cidades e suas periferias também estão sendo vitimas
desse modelo do grande capital que igualmente quer a renda extraordinária nas
cidades, conquistada através da especulação sobre os preços dos prédios, dos
terrenos, dos espaços urbanos. A diferença entre o valor real de uma casa, de
uma praça, de um prédio, e o preço de mercado, que eles impõem, é que representa
a renda da qual eles se apropriam e que toda sociedade acaba pagando.Pior, os
trabalhadores acabam sendo expulsos para as periferias de uma maneira
permanente, e ali os transportes públicos não chegam. Ou foram privatizados. Ou
são caríssimos. Por isso, a bandeira de luta de tarifa zero para os transportes
públicos em todas as grandes cidades é mais do que justo e é necessária.A par de
tudo isso, como tem defendido nossa querida professora Ermínia Maricato, somente
uma grande reforma urbana que devolva ao povo o direito de usar a sua cidade. As
cidades foram usurpadas do povo, e agora pertencem apenas aos especuladores, aos
bancos e à indústria automobilística.
CM: O mais recente governo do PT foi
decepcionante?
Os governos Lula e Dilma não foram governos do PT, nem da classe trabalhadora.
Foram governos de composição de classe, que gerou um programa de governo do
neodesenvolvimentismo, que se propunha a fazer a economia crescer, distribuir
renda e retomar o papel do estado suplantando o mercado (dos tempos do
neoliberalismo). Nesse sentido eles cumpriram o programa, e nesse programa todas
as classes ganharam um pouco, sendo que, como diz o próprio Lula, os banqueiros
foram os que mais ganharam.Mas esse programa e essa composição de classes, na
opinião dos movimentos sociais, bateram no teto. E agora já não conseguem mais
resolver os problemas fundamentais do povo que ainda padece com falta de moradia
digna, emprego qualificado, acesso à universidade, e transporte público
civilizado. As manifestações do ano passado foram o sinal de que o modelo do
neodesenvolvimentismo chegou ao seu limite.E como disse antes, espero que os
setores organizados da classe trabalhadora construam um programa unitário de
mudanças, e retomem a iniciativa das mobilizações de massa. Isso permitiria
termos, no futuro, governos também populares, que possam fazer as mudanças
estruturais de que precisamos. Por ora, os movimentos sociais de todo país
construíram uma unidade em torno da necessidade de uma reforma política que
devolva ao povo a soberania para escolher seus representantes.Já que, no regime
atual, as empresas sequestraram as eleições. Veja: segundo o TSE, em torno de
2262 empresas gastaram mais de 4,6 bilhões de reais, nas últimas duas eleições
sendo que 80% desses recursos foram de apenas 117 empresas. Ou seja, o novo
colégio eleitoral que decide quem deve ser eleito, são essas 117 empresas que
usam o dinheiro para elegê-los. Isso precisa mudar, para salvar uma democracia
frágil e capenga. Então, a necessidade urgente de uma reforma política. Para
tanto, será necessário convocar uma assembléia constituinte soberana (na forma
de ser eleita) exclusiva para essas mudanças.
CM: Mas a força do MST está intacta
- ou não?
Vinte mil trabalhadores foram protestar defronte do Planalto, dois
meses atrás. Acabaram sendo recebidos pela Presidenta Dilma.O MST é uma pequena
parcela do conjunto das forças populares do povo brasileiro. Nós temos procurado
nos manter unidos, resistindo à avalanche do capital e mantendo nossos projetos
de mudança. Outros setores da classe, influenciados pela pequena burguesia ou
pela mídia, foram derrotados em seus projetos. Levamos nossos 15 mil militantes
ao VI Congresso, como um espaço de unidade e de celebração de nossa mística da
mudança. Por isso, fomos recebidos pela Presidenta, e apresentamos nossas
idéias, sem ilusões. As mudanças não vêm de palácios; vêm das ruas e de um povo
consciente e organizado; sempre foi assim na historia da humanidade. E nós vamos
seguir esse caminho.
CM: Esta semana, dia 17 de abril, mais uma vez é lembrada a
data dos 18 anos do Massacre de Eldorado dos Carajás, quando 1500 trabalhadores
sem terra foram brutalmente agredidos pela Polícia Militar do Pará e 18 deles
cruelmente assassinados por agentes daquela PM.
Como está a situação do processo
de punição dos policiais que participaram da ação criminosa? Como o MST está
agindo sobre o assunto?
Nunca mais poderemos esquecer aquele 17 de abril de
1996, sendo presidente Fernando Henrique, quando a Polícia Militar do Pará,
financiada pela empresa Vale, assassinou cruelmente 19 companheiros nossos.
Posteriormente, outros dois vieram a falecer e há ainda até hoje 69 feridos, com
sequelas graves.O processo judicial se arrasta até os nossos dias. Apenas os
dois comandantes foram condenados a mais de 200 anos de prisão. Porém apelaram,
e estão em prisão domiciliar num quartel da PM de Belém, em apartamentos com
todas as regalias de oficiais. Tradicionalmente, todos os anos repetimos, no
mesmo local, um grande acampamento com a nossa juventude do MST da regional
amazônica, para que os nossos jovens não se esqueçam, e ajudem a lutar por
justiça e por reforma agrária.Em todo Brasil vamos fazer manifestações, cultos
ecumênicos, e protestar perante o poder judiciário, que protege descaradamente
apenas os interesses dos ricos e fazendeiros do país. Entre as suas reformas
estruturais, o Brasil precisa de uma reforma do judiciário que democratize e
coloque esse poder sob controle da sociedade. Haja visto como se comporta o
imperador Joaquim Barbosa, com suas estripulias, megalomanias e diárias em
tempos de férias. Ainda bem que ele comprou um apartamento em Miami, e imagino
que seu sonho é ir morar lá…Em todo mundo, nos mais de cem países em que a Via
Campesina está organizada haverá manifestações, pois esse dia 17 de abril foi
declarado Dia Mundial da luta camponesa. E até aqui no Brasil, envergonhado, no
último ano de seu governo, FHC assinou um decreto, declarando o dia 17 de abril,
Dia Nacional de Luta pela Reforma Agrária. Então, nesse dia, é até legal você
lutar pela reforma agrária. Imprimir
In
O Diário.info
http://www.odiario.info/?p=3251
20/4/2014
Léa Maria Aarão Reis
João Pedro Stédile não hesita em dizer: “Perdeu-se a oportunidade histórica de
fazer a chamada reforma agrária clássica no Brasil.” Para ele, o importante
agora é a luta resultante da aliança entre os trabalhadores do campo e os da
cidade - os que farão a reforma agrária popular.
“A reforma agrária fixa o homem no campo e desfaveliza o país.” É a ideia
central, hoje, do discurso que, com perseverança, põe em prática há 35 anos, o
fundador e uma das lideranças mais expressivas do Movimento dos Trabalhadores
Rurais Sem Terra (MST), o economista gaúcho João Pedro Stédile, de 61 anos.
Carismático, um dos pensadores de raiz marxista e dos ativistas de esquerda mais
importantes do país, Stédile não hesita em dizer: “Perdeu-se a oportunidade
histórica de fazer a chamada reforma agrária clássica no Brasil.” Para ele, o
importante agora é a luta resultante da aliança entre os trabalhadores do campo
e os da cidade - os que farão a reforma agrária popular. E acrescenta: “A cidade
grande é o inferno em vida para o camponês, pois sobra para ele a favela e a
superexploração.”Gaúcho nascido na cidade de Lagoa Vermelha, região de
agropecuária do nordeste do Rio Grande do Sul, nesta entrevista exclusiva a
Carta Maior João Pedro relembra três datas seminais do MST, 17 de abril: o Dia
Nacional da Luta pela Reforma Agrária, o Dia Mundial da Luta Campesina e os 18
anos do Massacre de Eldorado dos Carajás, no sul do Pará, quando 1500
trabalhadores rurais foram brutalmente agredidos pela Polícia Militar do estado
e 19 trabalhadores foram por ela assassinados. Privatizações de terras, de
acesso aos minérios – do subsolo do país -, de águas, fontes naturais, lençóis
freáticos, e até do ar da Amazônia estão na pauta da nossa conversa assim como o
tema do agronegócio: “A mídia é a arma para protegê-lo e aos seus lucros,”
lembra o líder do MST.
Carta Maior: Quais as mudanças nas ações do MST a partir
deste ano?
Stédile: A reflexão coletiva no MST e na Via Campesina Brasil é a de
que, no passado, estava posto um programa de reforma agrária que visava resolver
o problema de terra de trabalho, e ao mesmo tempo desenvolver as forças
produtivas, o mercado interno para a indústria nacional e assim participava do
processo de desenvolvimento nacional.Esse tipo de reforma agrária ficou
conhecido como reforma agrária clássica. Ele se realizava quando havia condições
de uma aliança tácita entre os camponeses que precisavam de terra e a burguesia
industrial, que precisava de mercado interno. No Brasil, chegamos mais próximo
dessa possibilidade na crise da década de 60 quando o governo Goulart apresentou
um projeto de reforma agrária clássica, que era também revolucionário para a
época. Ele apresentou o projeto dia 13 de março e caiu dia 1 de abril. Mais
tarde, esse programa poderia ainda ter sido implementado na redemocratização do
país, no governo Tancredo, quando José Gomes da Silva, nosso maior especialista
em reforma agrária clássica foi presidente do Incra. Ele preparou um plano que
previa assentar 1,4 milhões de famílias em quatro anos. Apresentou ao Sarney dia
4 de outubro e caiu dia 13 de outubro de 85. Quando Lula chegou ao governo
também imaginávamos que esse programa poderia ser retomado. Mas aí o contexto
econômico e político já era outro. E a reforma agrária clássica ficou nas
calendas.
CM: A reforma agrária clássica, então, não tem mais sentido aqui no
Brasil? E o que é projetado no lugar dela para que se cumpra, enfim, a justiça
social e econômica no campo?
Como eu disse: a reforma agrária clássica visava
resolver a questão do trabalho no campo e o desenvolvimento industrial com
mercado interno. Nos tempos atuais, o que hegemoniza o capitalismo é o capital
financeiro e as empresas transnacionais que controlam o mercado mundial de
alimentos. Para essa classe dominante não interessa mais reforma agrária, de
nenhum tipo, pois eles não precisam de mercado interno, nem de camponeses, nem
de indústria nacional. E por isso estão implementando um novo modelo de controle
da produção agrícola pelo capital, que é o agronegócio.O agronegócio representa
os interesses apenas dos grandes proprietários de terra, do capital financeiro e
das empresas transnacionais. Um modelo baseado na monocultura, em que cada
fazenda se especializa num só produto como soja, cana, pastagens ou eucalipto.
(No Brasil de agora, 80% de todas as terras se dedicam apenas a esses cinco
cultivos.) Em lugar de usar mão-de-obra eles fazem uso intensivo de máquinas
agrícolas e de venenos, ambos controlados pelas empresas transnacionais.
Destroem o meio ambiente, pois o único objetivo é o lucro máximo. E estão
completamente dependentes do capital financeiro, que adianta o crédito para que
comprem os insumos das empresas transnacionais - e assim se fecha o ciclo.Meia
dúzia de empresas fica com o lucro, e o povo fica desempregado e com passivo
ambiental, que já está afetando o clima até nas cidades. Por isso, não interessa
mais reforma agrária clássica para a classe dominante atual. E ela está
inviabilizada para os camponeses. Então, nós temos levantado a tese da
necessidade de lutar por um novo tipo de reforma agrária que chamamos de reforma
agrária popular.
CM: O que você chama de “reforma agrária popular”?
Diante dessa nova realidade agrária, com o domínio do capital internacional e financeiro,
fizemos um intenso debate dentro do MST que envolveu toda nossa militância,
nossa base, intelectuais e professores, amigos, durante dois anos. E terminamos
com a realização do evento do VI Congresso Nacional há menos de dois meses, em
fevereiro deste ano onde aprovamos essa formulação da necessidade de uma reforma
agrária popular.Reforma agrária popular porque agora ela precisa atender não só
as necessidades dos camponeses sem terra, que precisam trabalhar. Mas as
necessidades de todo o povo. E o povo precisa de alimentos, alimentos sadios,
sem venenos, precisa de emprego, precisa de desenvolvimento da agroindústria,
precisa de educação e cultura. Então, o nosso programa de reforma agrária de
novo tipo, parte da necessidade de democratização da propriedade da terra,
fixando limites, e propõe a reorganização da produção agrícola, priorizando a
produção de alimentos sem venenos. Para isso precisamos adotar e universalizar
uma nova matriz tecnológica que é a agroecologia. E foi isso que pedimos ao
Silvio Tendler para mostrar em seu novo documentário, O veneno está na mesa
2.Como é possível e necessária a matriz da agroecologia para produz alimentos
sadios que beneficiam toda a população e evitam as enfermidades, sobretudo o
câncer, provocado pelos alimentos contaminados por agrotóxicos. O Instituto
Nacional do Câncer advertiu que, neste ano de 2014 teremos 526 mil novos casos
de câncer entre os brasileiros. A maior parte deles de mama e de próstata.
Precisamos uma reforma agrária que valorize a vida no interior, gerando emprego
para jovens. E para isso propomos a implantação de milhares de pequenas
agroindústrias na forma de cooperativas que vão dar emprego a milhões de jovens
que precisam estudar. Propomos a democratização da educação para que todos
tenham os mesmos direitos e oportunidades sem sair do meio rural.CM: Você tem
denunciado que nesse modelo do agronegócio privatiza-se até o ar. Como é isso?De
fato, entre as características desse novo modelo do capital, é que este, agora
mais poderoso, pois é dominado pelo capital financeiro e pelas empresas
transnacionais, quando chega à agricultura, eprocura se apropriar de todos os
recursos naturais para tirar lucro máximo.Em períodos de crise capitalista no
hemisfério norte, como o que estamos vivendo, essa necessidade deles aumenta,
pois a apropriação privada dos recursos naturais, seja terra, minérios, água,
energia elétrica, é fonte inesgotável de uma renda extraordinária, mais além da
exploração do trabalho. Pois os recursos estão na natureza, e eles, ao se
apropriarem desses recursos, colocam no mercado a preços bem acima do seu valor,
medido pelo custo de produção.Para isso, desde a implantação da hegemonia do
neoliberalismo, foram impondo condicionamentos jurídicos, em todos os países do
mundo, sob orientação dos Estados Unidos e dos organismos internacionais a seu
serviço, como FMI, OMC, Banco Mundial, para garantir a propriedade privada de
bens da natureza. Então, pela lei de patentes (aprovada em 1995), eles agora
podem ser donos das sementes. Para isso fazem mudanças genéticas e dizem que é
um novo ser vivo, transgênico, produzido em laboratório. Privatizaram as águas.
Seja nos lençóis freáticos, seja nas fontes naturais. Privatizaram o acesso aos
minérios.
CM: As riquezas do subsolo do país, propriedade da população e que
deveriam estar a serviço do povo não escaparam desse processo de espoliação.O
Brasil concedeu, nos últimos anos, sob a gestão da velha Arena, que até hoje não
largou a teta do Ministério de Minas e Energia, mais de oito mil licenças de
mineração no nosso subsolo para empresas privadas que deveriam estar a serviço
de todo povo. E agora, como você disse, estão tentando privatizar o oxigênio
produzido pelas florestas nativas. Medem pelo GPS a quantidade de oxigênio
produzido pelas florestas, emitem um documento que estabelece certo valor e isso
se converte em dólares como crédito de carbono que é vendido na Europa para as
empresas poluidoras se justificar e assim continuarem poluindo. Aqui, no Brasil,
até a empresa Natura está praticando isso.
CM: Como agem as transnacionais dessa
área no Brasil, hoje?
Para se ter uma ideia, por outro lado, em termos de
valores, da crise mundial de 2008 para cá entraram no Brasil mais de 200 bilhões
de dólares que foram aplicados em recursos naturais. Somente no setor
sucroalcoleiro, que era propriedade da tradicional burguesia nacional, agora
apenas três empresas transnacionais (Cargill, ADM e Bungue) controlam mais de
50% de todo setor.
CM: Muito importante você enfatizar estes temas: mudança de parâmetros da
agricultura no país e uma agricultura voltada para a produção de alimentos.
Quais os novos parâmetros?
Nossa análise coletiva considera que a organização da
produção de alimentos e dos produtos agrícolas tem que estar submetida a outros
parâmetros. Os capitalistas, com seu modelo do agronegócio, fundam sua ação
baseados apenas no paradigma da produção de mercadorias para o mercado mundial,
na busca incessante do lucro máximo, do aumento da produtividade do trabalho e
da produtividade física de cada palmo de terra.Nós queremos reorganizá-la
baseada em outros parâmetros. Baseados na história da civilização que sempre viu
os alimentos como um bem - e não como mercadoria. Visão de que todos os seres
humanos têm direito a se alimentar. Na produção agrícola em equilibro com a
natureza, e não contra ela. E, sobretudo, organizando a produção para dê
trabalho para as pessoas, para que elas tenham renda e possam viver em boas
condições e felizes, no interior, sem cair na ilusão de que somente serão
felizes se vierem para a cidade grande. Cidade grande é o inferno em vida para o
camponês. Pois sobra para ele apenas a favela e a superexploração.
CM: Mas e a bancada ruralista, com trânsito livre nos palácios de Brasília… e o agronegócio
- não aceitam esses parâmetros…
Claro, eles são os porta-vozes da classe
dominante. Os capitalistas, para manterem seus altos lucros no campo espoliam a
natureza e expulsam o povo do interior e se protegem num estado burguês, que é o
estado brasileiro. Protegem-se fazendo leis apenas para seus interesses, como
fizeram nas mudanças do código florestal etc. Protegem-se com o seu poder
judiciário que é o poder ainda monárquico, que inviabiliza as desapropriações
para reforma agrária, que impede a legalização das terras indígenas e de
quilombolas, que impede inclusive as desapropriações das fazendas com trabalho
escravo, como determina a Constituição - mas que eles não cumprem.E tudo isso é
respaldado pela mídia televisiva, sobretudo a Globo, a Bandeirantes, SBT, que
manipulam todos os dias o nosso povo para lhes dizer que o agronegócio é a única
solução. Que o agronegócio é que sustenta o Brasil, quando é justamente o
contrário. A mídia é a arma ideológica para proteger o agronegócio e seus
lucros.
CM: Como se dará a mudança do foco das ações, deslocado para o urbano?
Como é esta aliança do MST com as cidades?
O nosso programa de reforma agrária
popular implica agora em envolver todo o povo, pois ela não interessa apenas aos
sem-terra. E, portanto, temos que explicar ao povo, à classe trabalhadora que a
reforma agrária é necessária para ele se alimentar melhor, de forma sadia, sem
venenos. Que o programa de agroindústrias vai dar emprego, que universalizar a
educação no interior vai gerar milhões de empregos para educadores etc.Esta
aliança vai se fazendo através da construção de uma consciência coletiva de
todas as classes trabalhadoras. Por um plano de lutas conjunto que envolva a
todos na luta por mudanças sociais. E, sobretudo, num programa político de
mudanças para o país que unifica todos os setores da classe trabalhadora da
cidade e do campo.Tudo isso leva tempo, exige energias, mas é o caminho para
construirmos verdadeiras mudanças na cidade e na agricultura. Para isso teremos
que travar muitas batalhas, passar por muitos “pedágios” que a classe dominante
vai nos impor.
CM: E as cidades?
A cidade virou um grande negócio que alija os
mais pobres cada vez mais para os seus confins. Mas como mudar isto? Os
territórios urbanos, as cidades e suas periferias também estão sendo vitimas
desse modelo do grande capital que igualmente quer a renda extraordinária nas
cidades, conquistada através da especulação sobre os preços dos prédios, dos
terrenos, dos espaços urbanos. A diferença entre o valor real de uma casa, de
uma praça, de um prédio, e o preço de mercado, que eles impõem, é que representa
a renda da qual eles se apropriam e que toda sociedade acaba pagando.Pior, os
trabalhadores acabam sendo expulsos para as periferias de uma maneira
permanente, e ali os transportes públicos não chegam. Ou foram privatizados. Ou
são caríssimos. Por isso, a bandeira de luta de tarifa zero para os transportes
públicos em todas as grandes cidades é mais do que justo e é necessária.A par de
tudo isso, como tem defendido nossa querida professora Ermínia Maricato, somente
uma grande reforma urbana que devolva ao povo o direito de usar a sua cidade. As
cidades foram usurpadas do povo, e agora pertencem apenas aos especuladores, aos
bancos e à indústria automobilística.
CM: O mais recente governo do PT foi
decepcionante?
Os governos Lula e Dilma não foram governos do PT, nem da classe trabalhadora.
Foram governos de composição de classe, que gerou um programa de governo do
neodesenvolvimentismo, que se propunha a fazer a economia crescer, distribuir
renda e retomar o papel do estado suplantando o mercado (dos tempos do
neoliberalismo). Nesse sentido eles cumpriram o programa, e nesse programa todas
as classes ganharam um pouco, sendo que, como diz o próprio Lula, os banqueiros
foram os que mais ganharam.Mas esse programa e essa composição de classes, na
opinião dos movimentos sociais, bateram no teto. E agora já não conseguem mais
resolver os problemas fundamentais do povo que ainda padece com falta de moradia
digna, emprego qualificado, acesso à universidade, e transporte público
civilizado. As manifestações do ano passado foram o sinal de que o modelo do
neodesenvolvimentismo chegou ao seu limite.E como disse antes, espero que os
setores organizados da classe trabalhadora construam um programa unitário de
mudanças, e retomem a iniciativa das mobilizações de massa. Isso permitiria
termos, no futuro, governos também populares, que possam fazer as mudanças
estruturais de que precisamos. Por ora, os movimentos sociais de todo país
construíram uma unidade em torno da necessidade de uma reforma política que
devolva ao povo a soberania para escolher seus representantes.Já que, no regime
atual, as empresas sequestraram as eleições. Veja: segundo o TSE, em torno de
2262 empresas gastaram mais de 4,6 bilhões de reais, nas últimas duas eleições
sendo que 80% desses recursos foram de apenas 117 empresas. Ou seja, o novo
colégio eleitoral que decide quem deve ser eleito, são essas 117 empresas que
usam o dinheiro para elegê-los. Isso precisa mudar, para salvar uma democracia
frágil e capenga. Então, a necessidade urgente de uma reforma política. Para
tanto, será necessário convocar uma assembléia constituinte soberana (na forma
de ser eleita) exclusiva para essas mudanças.
CM: Mas a força do MST está intacta
- ou não?
Vinte mil trabalhadores foram protestar defronte do Planalto, dois
meses atrás. Acabaram sendo recebidos pela Presidenta Dilma.O MST é uma pequena
parcela do conjunto das forças populares do povo brasileiro. Nós temos procurado
nos manter unidos, resistindo à avalanche do capital e mantendo nossos projetos
de mudança. Outros setores da classe, influenciados pela pequena burguesia ou
pela mídia, foram derrotados em seus projetos. Levamos nossos 15 mil militantes
ao VI Congresso, como um espaço de unidade e de celebração de nossa mística da
mudança. Por isso, fomos recebidos pela Presidenta, e apresentamos nossas
idéias, sem ilusões. As mudanças não vêm de palácios; vêm das ruas e de um povo
consciente e organizado; sempre foi assim na historia da humanidade. E nós vamos
seguir esse caminho.
CM: Esta semana, dia 17 de abril, mais uma vez é lembrada a
data dos 18 anos do Massacre de Eldorado dos Carajás, quando 1500 trabalhadores
sem terra foram brutalmente agredidos pela Polícia Militar do Pará e 18 deles
cruelmente assassinados por agentes daquela PM.
Como está a situação do processo
de punição dos policiais que participaram da ação criminosa? Como o MST está
agindo sobre o assunto?
Nunca mais poderemos esquecer aquele 17 de abril de
1996, sendo presidente Fernando Henrique, quando a Polícia Militar do Pará,
financiada pela empresa Vale, assassinou cruelmente 19 companheiros nossos.
Posteriormente, outros dois vieram a falecer e há ainda até hoje 69 feridos, com
sequelas graves.O processo judicial se arrasta até os nossos dias. Apenas os
dois comandantes foram condenados a mais de 200 anos de prisão. Porém apelaram,
e estão em prisão domiciliar num quartel da PM de Belém, em apartamentos com
todas as regalias de oficiais. Tradicionalmente, todos os anos repetimos, no
mesmo local, um grande acampamento com a nossa juventude do MST da regional
amazônica, para que os nossos jovens não se esqueçam, e ajudem a lutar por
justiça e por reforma agrária.Em todo Brasil vamos fazer manifestações, cultos
ecumênicos, e protestar perante o poder judiciário, que protege descaradamente
apenas os interesses dos ricos e fazendeiros do país. Entre as suas reformas
estruturais, o Brasil precisa de uma reforma do judiciário que democratize e
coloque esse poder sob controle da sociedade. Haja visto como se comporta o
imperador Joaquim Barbosa, com suas estripulias, megalomanias e diárias em
tempos de férias. Ainda bem que ele comprou um apartamento em Miami, e imagino
que seu sonho é ir morar lá…Em todo mundo, nos mais de cem países em que a Via
Campesina está organizada haverá manifestações, pois esse dia 17 de abril foi
declarado Dia Mundial da luta camponesa. E até aqui no Brasil, envergonhado, no
último ano de seu governo, FHC assinou um decreto, declarando o dia 17 de abril,
Dia Nacional de Luta pela Reforma Agrária. Então, nesse dia, é até legal você
lutar pela reforma agrária. Imprimir
In
O Diário.info
http://www.odiario.info/?p=3251
20/4/2014
quarta-feira, 7 de maio de 2014
Electricidad comunitaria se enciende en España
Por Inés Benítez
MÁLAGA, España, 6 may 2014 (IPS) - Hasta hace poco era impensable que, en países
industriales totalmente electrificados como España, pequeños grupos ciudadanos
generaran su propia luz de fuentes limpias, desafiando el modelo energético
imperante.Ahora, cualquiera que quiera convertirse en “agente de cambio” puede
ser copropietario de proyectos colectivos que promueven las energías renovables,
como la Huerta Solar Amigos de la Tierra, una planta fotovoltaica de 20
kilovatios en el municipio sudoriental de Sisante, impulsada por la empresa sin
ánimo de lucro Ecooo y Amigos de la Tierra España.
“Tenemos que cambiar el paradigma del siglo XX, donde energía es igual a
combustibles fósiles y el ciudadano es considerado un simple consumidor”, dijo a
Tierramérica el responsable de Energía y Clima de Amigos de la Tierra, Héctor de
Prado.
“Comprando participaciones desde 100 euros, las personas se convierten en
copropietarias y reciben una rentabilidad”, explicó a Tierramérica el portavoz
de Ecooo, José Vicente Barcia, que cuenta con 65 instalaciones fotovoltaicas
colectivizadas colocadas sobre tejados de distintas comunidades españolas,
rurales y urbanas.
Ecooo, que forma parte de la Plataforma por un nuevo modelo energético junto a
más de 300 organizaciones, también instala y mantiene paneles fotovoltaicos para
particulares y realiza auditorías para analizar el consumo eléctrico.
“La potencia instalada es superior a lo que se necesita, para lucro de las
corporaciones eléctricas”, advirtió Barcia. Lo que se necesita es una cultura
del ahorro, porque “el kilovatio más ecológico y económico es el que no se
consume”, añadió.
Otra posibilidad de un usuario que quiera tomar parte en el progreso de la
energía colectiva y renovable es cambiar su comercializadora habitual de
electricidad por una de varias cooperativas “verdes” que operan en España, como
Zencer, en la sureña región de Andalucía, Som Energia, en la oriental Cataluña,
o GoiEner y Nosa Enerxia, en la noroccidental Galicia.
“Queremos hacer partícipe al consumidor en la gestión de la energía que
consume”, dijo a Tierramérica el arquitecto Francisco Javier Porras, fundador y
presidente de Zencer, que desde enero de 2013 comercializa electricidad a nivel
nacional procedente de fuentes renovables.
Estas cooperativas pueden adquirir electricidad en el mercado general y a los
grandes oligopolios energéticos, pero garantizan el origen limpio de toda la
energía que comercializan gestionando Certificados de Garantías de Origen ante
los productores de fuentes renovables.
Según Porras, entre 30 y 40 por ciento de la energía que se comercializa en el
mercado eléctrico español procede de fuentes renovables.
En su oficina de Fuengirola, en Málaga, Porras reconoce que el usuario es “muy
reacio a los cambios en el tema energético” a pesar de que el precio de las
facturas se ha disparado en los últimos años.
El costo de la electricidad para los socios de estas cooperativas no es mayor
que el de las grandes corporaciones como Iberdrola, Gas Natural Fenosa, Endesa,
HC y E.On, e incluso puede ser menor, y supone una aportación limpia al consumo,
enfatizan algunos de sus miembros.
Es que, con un desempleo de 25 por ciento y los costos de la electricidad que
siguen subiendo, aparece un fenómeno nuevo: la pobreza energética.
La cantidad de españoles que tienen dificultades para pagar su consumo de
electricidad creció en dos millones entre 2010 y 2012 en este país de más de 47
millones de habitantes, según un estudio de la Asociación de Ciencias
Ambientales (ACA).
En este país hay una pobreza energética media de más de 10 por ciento de las
viviendas, lo que representa más de cuatro millones de personas, de acuerdo al
estudio.
Artículos relacionadosReforma energética de Rajoy enferma al sector
fotovoltaico – 2013
España pone el freno a las energías renovables – 2011
ESPAÑA: Renovables para superar la crisis – 2010
José Luis López, coordinador de esta investigación, cree que las iniciativas de
gestión colectiva de la energía pueden tener “cierta influencia” en reducir la
pobreza energética cuando logran abaratar el costo de las facturas de sus
socios, aunque “no existe un efecto inmediato a corto plazo”.
Promover la energía renovable y autóctona también reduce la dependencia de los
combustibles fósiles y, por tanto, los millones de euros de costos fijos que
deben aportar las arcas del Estado, agregó López.
Amigos de la Tierra critica que el gobierno obstaculice el progreso de las
energías renovables en este país de gran potencial “desaprovechado”, mientras
otros países de la Unión Europea encuentran en esas fuentes un camino para
abatir las emisiones de gases que recalienta la atmósfera.
“Lo que está haciendo el gobierno es una desfachatez”, opinó Marc Roselló, de
Som Energia, en referencia a las políticas del gobierno, que privilegian a las
grandes empresas que usan combustibles fósiles.
En julio el gobierno inició una reforma energética y en diciembre aprobó la
enmienda de la Ley del Sector Eléctrico, rechazada por cientos de organizaciones
de la Plataforma y catorce partidos de la oposición política.
Roselló dijo a Tierramérica que Som Energia trasladó a España a finales de 2010,
un año después de la liberalización del mercado eléctrico, la experiencia de
modelos europeos afianzados como Ecopower, de Bélgica, o Enercoop, de Francia.
“No solo comercializamos sino que también producimos mediante proyectos
propios”, dijo. Las facturas de la cooperativa detallan a sus más de 14.000
socios el origen de la electricidad que distribuyen. En 2013, por ejemplo,
provino de fuentes fotovoltaicas, eólicas y biogás.
También para Porras, de la andaluza Zencer, “el gran objetivo” es que la
cooperativa, con 600 socios y acreditada para distribuir en toda España,
produzca con fondos propios su energía mediante pequeños proyectos de
generación.
Si bien hace unos años no era posible la participación social en el sistema
energético, ahora miles de personas de distinto perfil –inversores comprometidos
con el ambiente, ecologistas y otros— se están asociando o participando en
proyectos de energía limpia, como Viure de l’aire, un aerogenerador de propiedad
compartida en Cataluña.
“Cada kilovatio/hora verde que añades a la red eléctrica es un kilovatio/hora
menos que se quema de combustible fósil”, destacó Héctor de Prado.
In:
http://www.ipsnoticias.net/2014/05/electricidad-comunitaria-se-enciende-en-espana/
6/5/2014
quarta-feira, 2 de abril de 2014
Assinar:
Postagens (Atom)