quarta-feira, 3 de setembro de 2014

Cooperativas de Trabajo: Islas de autogestión en un mar capitalista








Ramon Samblas
Publicado en Solidaridad Obrera

El cooperativismo como movimiento organizado aparece poco después del
nacimiento del capitalismo industrial y supone una reacción de los obreros
y obreras frente a la brutalidad de este sistema. Previamente, en épocas
pasadas, habían existido entidades y agrupaciones que tenían rasgos
similares a las cooperativas.


Un ejemplo de esto son las asociaciones de arrendamiento de tierras en
Babilonia, o colectividades campesinas en Rusia, entre otros. Si bien es
cierto que a finales del siglo XVIII y principios del XIX habían existido
proyectos de vida en comunidad y de carácter cooperativo, muchos
historiadores fijan el nacimiento del cooperativismo moderno en la
experiencia de los Pioneros de Rochdale ('Rochdale Equitable Pioneers
Society') , 1844, con la constitución de una despensa comunitaria entre un
grupo de trabajadores de la industria textil.


Desde sus orígenes, las cooperativas son concebidas como un mecanismo de
defensa y, a la vez, de solidaridad económica de todos aquellos que
estamos abajo, contra quien domina la sociedad. Durante la primera mitad
del siglo XIX, la clase trabajadora hará uso de las cooperativas para
trabajar de forma autónoma, para dar trabajo a compañeros y compañeras
represaliadas en luchas sindicales y así "limpiar" su expediente laboral,
para prestarse dinero intentando huir de la usura o para adquirir bienes
de consumo fuera del economato de la empresa o desarrollar actividades de
carácter lúdico y cultural para sus asociados. Entonces no es de extrañar
que en la Barcelona del primer tercio del siglo XX todas las tendencias
ideológicas que organizaban con más o menos éxito la clase obrera
(anarquistas, socialistas y republicanos) tuvieran sus propias
cooperativas. Muchas veces las cooperativas estaban fuertemente vinculadas
a los sindicatos de clase, aunque a veces la relación entre cooperativas y
sindicatos no fuera fácil.

Uno de los rasgos diferenciales de las cooperativas de trabajo es que sus
socios son a la vez sus trabajadores. Esta dualidad es la fuente de su
fortaleza como proyecto de autoempleo, pero también la fuente de todas sus
contradicciones y límites. Las cooperativas de trabajo son empresas
controladas por sus trabajadores y pueden demostrar que una empresa puede
funcionar de manera asamblearia y con elementos de horizontalidad,
convirtiéndose así en transmisores de un mensaje muy poderoso. Sin
embargo, las actividades de las cooperativas se desarrollan en el marco
del sistema capitalista, con todas las consecuencias que conlleva.

La consecuencia principal es la necesidad de ser competitivo para
sobrevivir como empresa y el hecho de caer en la autoexplotación para
conseguirlo. Otro factor que alimenta esta autoexplotación es la falta de
financiación inicial que sufren gran parte de las cooperativas que
empiezan y que en la carrera de obstáculos de la competitividad pone a
muchas cooperativas de trabajo en una posición de clara desventaja que
retroalimenta esta autoexplotación y falta de competitividad,
convirtiéndose así en un pez que se muerde la cola.

Si bien es cierto que las cooperativas de trabajo tienen estos límites,
éstos no la invalidan como una salida laboral. En muchos casos, ha evitado
la atomización de grupos de trabajadores después de luchas que
desgraciadamente no terminan bien o simplemente sirven para generar una
fuente de autoempleo, sin caer en la explotación de terceras personas y
para organizar su actividad laboral con un mínimo de ética. Incluso en
ciertas profesiones de tipo artístico, profesional o artesanal,
marcadamente individualizadas, las cooperativas pueden convertirse en
herramientas para agrupar personas que de otra manera estarían aisladas y
desprotegidas.

Ahora bien, debemos ser conscientes de que la creación e incluso
multiplicación de cooperativas no supone por sí misma la creación de un
"postcapitalismo", ni tampoco es sinónimo de "colectivización". Es más, no
sólo no representan un elemento revolucionario por sí solas, sino que
incluso pueden llegar a jugar un papel socialmente pernicioso, como ha
mostrado Mondragón Corporación Cooperativa.
Desde sus inicios a finales de los años cincuenta, cuando sectores de la
iglesia en Guipúzcoa crearon la primera cooperativa de fabricación de
cocinas, con la intención de alejar la clase trabajadora del cinturón
industrial guipuzcoano del sindicalismo y sus luchas, hasta hoy día, que
llega a su declive y ha comenzado a despedir a sus propios
socios-trabajadores, sin olvidar toda su fase expansiva donde poco a poco
fue diluyendo sus principios cooperativistas y asamblearios iniciales,
para ir ampliando la brecha salarial entre gerentes y trabajadoras.


Sin embargo, cuando las cooperativas no dan la espalda a sus principios,
los mismos que convirtieron en una pata del movimiento obrero- pueden
llegar a constituir un espacio muy didáctico para interrelacionarse en un
espacio de trabajo en condiciones de igualdad y generar un polo de
pensamiento crítico. Eso sí, para acabar con el sistema necesitaremos
herramientas mucho más potentes que la llamada "economía social", ya que
sólo con la confrontación directa se puede derrotar el capitalismo o, como
mínimo, evitar que continúe avanzando y depredando nuestras condiciones de
vida y trabajo.

In
ICEA
http://iceautogestion.org/index.php?option=com_content&view=article&id=653:cooperativas-de-trabajo-islas-de-autogestion-en-un-mar-capitalista&catid=19:noticias
3/9/2014

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