quarta-feira, 2 de outubro de 2019

Revisitando la cuestiones estratégicas: diez tesis*



Por Panagiotis Sotiris, profesor de la Hellenic Open University y
Miembro del comité editor de la revista Historical Materialism.

En el año 2006 Daniel Bensaïd escribió que la izquierda debe reabrir con
urgencia el debate sobre las cuestiones estratégicas (1). Este
llamamiento lo hizo en los días en que el gobierno de Lula en Brasil y
parte del movimiento antiglobalización daban un giro hacia posiciones
socialdemócratas. 

Lo que Bensaïd solicitaba era que no olvidáramos la riqueza de las
tradiciones revolucionarias que habían inspirado al pensamiento de la
izquierda militante durante el siglo XX ; tradiciones como la huelga
general, la insurrección armada y la guerra popular prolongada. En su
concepción había que salir al paso a teóricos, como John Holloway o Toni
Negri, que habían desechado las estrategias revolucionarias y que
limitaban la lucha a las contiendas electorales. A pesar del peso de
nuestras derrotas, lo que pedía era reabrir el debate y volver a pensar
en términos estratégicos.

Trece años después, es innegable que este llamamiento no ha sido
escuchado por la izquierda. Sin embargo, la realidad nos siguen
interpelando, exigiendo de nosotros un debate sobre las cuestiones
estratégicas.

*La crisis y la izquierda*

La crisis del capitalismo de 2007-2008, trajo consigo un profunda crisis
política y económica. La respuesta fue un impresionante retorno de las
masas a la política y, por lo tanto ha vuelto al centro del debate la
problemática del poder y la hegemonía.

Pero, perdimos una oportunidad. La falta de preparación de la izquierda
y la vergonzante pobreza de sus respuestas han impedido enfrentar con
coherencia este desafío.

El resultado ha sido una sucesión de derrotas; el caso de Grecia es sólo
un ejemplo, también está la deriva de Podemos, el aprovechamiento de la
ultraderecha del descontento y la manifiesta incapacidad de la izquierda
francesa para tener una “relación orgánica” con alzamientos populares
como el de los chalecos amarillos.

Por tanto, a pesar de la extensión y profundidad de la crisis, estamos
ante la ausencia de lo que Gramsci llamaría una “iniciativa histórica de
los subalternos”.

Como este debate estratégico no puede ser un lujo para “iniciados”
quiero proponer, en un formato un tanto esquemático, diez tesis para la
deliberación. 

*/Tesis Uno: Debemos repensar la soberanía popular con un horizonte
comunista/*

Los movimientos sociales tienen hoy en día como denominador común una
fuerte impronta democrática; todos exigen que la política deje de ser
una maquinaría a favor de las élites y en contra de las personas
comunes. Esta exigencia democrática se combina con una demanda por la
soberanía del espacio-temporal que la “modernidad” ha llamado ‘países’.

La gran mayoría de la población no quiere estar en manos del capitalismo
globalizado, se presente como “la mano invisible del mercado” o mediante
un modelo de soberanía reducida como la integración europea. De hecho,
la Unión Europea es un institución estructuralmente antidemocrática, por
tanto la izquierda debe luchar por recuperar la soberanía popular y
dejar de lado la fantasía de cambiar a la UE desde adentro.

Recuperar la soberanía popular no tiene nada que ver con el
nacionalismo. Tiene que ver con la democracia, con la posibilidad que
las clases subalternas tengan capacidad de decidir, de oponerse y
resistir las imposiciones del capital . Tiene que ver con desbrozar el
camino para un control democrático de la producción con un horizonte
postcapitalista.

Recuperar la soberanía popular no se opone al internacionalismo, al
contrario, es una condición previa necesaria. Sin embargo, la soberanía
popular no es un fin en sí mismo. Deberíamos oponernos a la tendencia
que desvincula la política con las relaciones de producción sobre las
cuales está cimentada la sociedad.

La erosión de la soberanía y el capitalismo autoritario
internacionalizado – para usar la expresión de Poulantzas (2) o el nuevo
cesarismo burocrático para usar la expresión de Durand y Keycheyan (3) –
son estrategias de clase para sostener el régimen contemporáneo de
acumulación.

La demanda por democracia y soberanía popular, que han caracterizado las
grandes manifestaciones de los últimos años, es la respuesta de los
pueblos al cerramiento en banda del estado capitalista ante la más
mínima iniciativa de participación democrática.

En este sentido, recuperar la soberanía popular es también una
estrategia de clase, ya que el cambio sólo puede lograrse mediante una
profunda transformación y repolitización de la economía

Recuperar la soberanía representa las resistencias, luchas y
aspiraciones de un amplio espectro de grupos y clases subalternas que se
reúnen no sólo por la indignación ante el autoritarismo del capital sino
también por que tienen una condición común : son explotados, son sujetos
de dominación de un agresivo régimen de acumulación. Un régimen que va
desde la violencia del mercado hasta la explosiva combinación de
precariedad y sobre-calificación de la juventud, desde la
mercantilización de los servicios sociales hasta la paralizante
catástrofe ecológica, desde la reproducción del patriarcado hasta el
racismo y el neocolonialismo.

Por tanto, necesitamos volver a hacer al comunismo como nuestro
horizonte estratégico (4).

Es imperativo pensar las luchas democráticas y las demandas por
soberanía popular como aspectos de un combate por el comunismo y
reconocer en estas batallas el surco abierto por la tradición de lucha
que tenían las diversas culturas comunistas.

Usando una tipología antigua, la revolución democrática sólo puede
hacerse realidad si es profundamente anticapitalista. Esto no es un idea
abstracta ni tampoco un intento de “ir más allá” ” de la dinámica de las
luchas populares.

De lo que se trata es de reconocer que las actuales resistencias tiene
límites y que la única manera de hacer posible la democracia, la
soberanía, la justicia, la equidad y la participación es reinventando el
horizonte comunista.

*/Tesis Dos: No es suficiente el “Keynesianismo de Izquierda”/*

No es suficiente pensar en términos de un incremento y redistribución
del gasto público. Incluso no se trata solamente de recuperar la
soberanía monetaria saliendo del Euro.

La integración europea – y  todas las formas actuales de
internacionalización del capital-  han provocado profundas derivaciones
tanto en la estructura de la economía como en el funcionamiento del
Estado. El capitalismo ha logrado expandir la lógica del mercado a toda
la sociedad, introduciendo desequilibrios, dependencias y una división
del trabajo internacional que son antagónicas con una economía que
satisfaga las necesidades sociales.

Lo que se necesita es una profunda transformación de la base productiva.
Es absolutamente insuficiente una política económica fundada sólo en un
hipotético aumento del gasto público o en un eventual crecimiento por un
regreso a la moneda nacional.

Lo que se necesita, desde el “día uno”, es un proceso radical de
transformación, tanto en términos de la propiedad (recuperación
inmediata  de los bienes públicos privatizados por el neoliberalismo)
como en el desarrollo de formas alternativas no-capitalistas de
organización de la producción y de la distribución ( autogestión).

No sólo necesitamos un horizonte estratégico también precisamos de un
modo y una práctica política capaz de enfrentar los escenarios de
endurecimiento político y económico que acechan los procesos de ruptura.

*/Tesis Tres: Necesitamos poner la transición en el programa /*

La anti-austeridad no es suficiente. Tampoco lo es la simple defensa de
los servicios públicos. Necesitamos que la correlación de fuerzas
cambien de tal manera que el programa transformador incluya el control
democrático de la economía, yendo efectivamente más allá de las lógicas
de mercado .

Tomando la noción de C. Wright Mill sobre “imaginación sociológica”,
Josep María Antentas ha sugerido la necesidad de tener imaginación
estratégica.(5) Yo, agregaría la necesidad de la “/experimentación
estratégica/” creando formas alternativas de organización económica y
social.

Las nuevas formas de planificación democrática requerirán conocimiento y
experiencia. En este sentido, muchas de las prácticas de los movimientos
sociales deben ser consideradas formas de experimentación: cooperativas,
fábricas ocupadas, empresas auto- gestionadas, redes de distribución
alternativas, etc.

Los movimientos de defensa de la salud y la educación pública (y también
los sindicatos industriales más radicales) contienen en su práctica de
lucha un proceso de aprendizaje. Por su actividad muchos de sus
integrantes tienen un mejor conocimiento del funcionamiento interno que
sus instituciones que sus propios “administradores”.

Incluso en las nuevas “plataformas”, la gente discute sobre cómo
utilizar las prácticas democráticas como un medio para satisfacer sus
necesidades más urgentes. En este sentido, muchos movimientos
sociales tienen el “expertise» colectivo necesario para construir
alternativas a la dictadura del mercado.

Esto es muy importante si queremos volver a elaborar un “programa de la
transición”. La única manera será retomar la práctica revolucionaria
como un proceso de experimentación de la inteligencia colectiva;
 “inventando lo desconocido” (6).

Cualquier avance real no se producirá con un nuevo capitalismo
“eficiente”, sino que será la resultante de un cambio profundo en los
patrones de producción y de consumo, de una transformación sociocultural
que porte una nueva jerarquía de valores. Es más, un enfoque de este
tipo es  la única manera de evitar un desastre ecológico, más allá de
los límites del capitalismo verde que recientemente a levantado la opaca
iniciativa denominada : “Green New Deal”.

*/Tesis Cuatro: No se trata simplemente de la “gobernanza de izquierda” /*

Aunque el proceso pueda incluir “un gobierno de izquierda” de lo que
estamos hablando es de un proceso revolucionario. Si realmente queremos
un cambio verdadero este deberá ser institucionalmente “violento” desde
el día uno. 

Explico: El gobierno elegido deberá a imponer límites a la propiedad
capitalista, nacionalizar los recursos naturales estratégicos, salir de
los tratados de comercio internacional y anular la deuda.

Incluso si el proceso es muy cuidadoso – porque está obligado a evitar
un ataque temprano del poder imperial – inevitablemente el gobierno de
izquierda se confrontará con las organizaciones internacionales del
capital y con el aparato de estado profundo.

Esto significa que las clases subalternas organizadas no pueden
conformarse  con la llegada al gobierno. La experiencia nos ha
demostrado que estos gobiernos suelen ser inestables y propensos a la
capitulación. Lo que se necesita es un contrapoder desde abajo de
organizaciones sociales autónomas y políticamente responsables .

Por tanto nos guste o no, la noción de “guerra o conflicto civil” debe
ser traída a colación, no en cuanto a la inevitabilidad de un conflicto
armado generalizado, sino como un recordatorio que la ferocidad de la
confrontación de clases  se produce siempre en todo proceso de
transformación; no hay que descartar la posibilidad de la violencia, o
como el fallecido George Labica lo expresó : “la imposibilidad de la
no-violencia”.(7)

*/Tesis Cinco: La insurrección es un arte, y una guerra popular
prolongada debe ser una ciencia/*

Con esta frase, me gustaría señalar tanto un desafío como una
dificultad. Las mayoría de las protestas de los últimos años han tenido
de forma simbólica un carácter casi insurreccional. Desde el movimiento
de los indignados, a las manifestaciones en Grecia y el Gezi Park todas
las grandes demostraciones han sido simbólicamente disruptivas ( como
ocurrió en una parada militar en Thessaloniki en 2011 o cuando lo
chalecos amarillos “invadieron” los Campos Elíseos en París).

Por tanto, es importante volver a pensar en el carácter disruptivo de
las movilizaciones políticas y sociales masivas. Cualquier cambio
político será el resultado de una protesta masiva de una magnitud tal
que permita crear una desequilibrio hegemónico y una crisis del Estado.

No estoy proponiendo un neo-Blanquismo como lo plantea el Comité
Invisible. Más bien, quiero insistir en el hecho que las protestas
masivas han probado ser más efectivas cuando realmente interrumpen los
procesos económicos y políticos, incorporando elementos estratégicos
como una huelga general.

Sin embargo, no estoy proponiendo “el fetiche” de la insurrección. El
punto está en encontrar la forma que la protesta y la movilización
tengan un costo material paralizante tanto para la economía como para el
funcionamiento del Estado.

Pero esto es solo un aspecto. También existe otra temporalidad, la
“largo duración” del proceso revolucionario. Necesitamos relacionarnos
realmente con los movimientos existentes, ensayar nuevas formas de
organización de las clases y los grupos subalternos, crear redes y
colectivos auto-gestionados. En definitiva construir la columna
vertebral de un movimiento obrero y popular abierto, inclusivo,
político, con una cultura de democracia y solidaridad.

Esto no es tan espectacular y mediático como una campaña electoral pero
sin duda será el  factor decisivo y el único medio eficaz para
garantizar que el proceso tenga larga duración en el tiempo.

*/Tesis seis: Necesitamos una concepción actualizada del poder dual/*

Una concepción renovada del poder dual se ha tornado más que necesaria.
Tenemos que pensar en un poder dual de carácter permanente.

No estoy sugiriendo esto de manera dogmática , sino que hago referencia
al poder dual porque necesitamos una politización permanente de las
clases subalternas, una expansión de sus formas de auto-organización,
una liberación de su potencial para imponer sus demandas y una
liberación de las prácticas de experimentación colectiva.

Referenciar al poder dual también apunta al hecho de que se trata de un
proceso complejo, desigual y confrontacional, donde la lucha no es sólo
contra las fuerzas del capital sino también contra ciertos gobiernos de
“izquierda” que terminan aplicando las recetas neoliberales .

Es la propuesta de un proceso dialéctico, un proceso constituyente que
trasciende los límites de legalidad constitucional, que no solo impone
limitaciones a la propiedad capitalista sino que también desarrolla
formas de control popular en el funcionamiento del Estado.

Este tipo de movilización popular es de particular importancia para
asegurar los cambios en el orden legal y constitucional que normalmente
no son posibles.

Un proceso constituyente institucionalmente “violento” es un
prerrequisito para mayores cambios sociales y para resistir el
contraataque del capital y del estado (El caso de Catalunya ejemplifica
este reto).

*/Tesis siete: Debemos pensar en un nuevo “bloque histórico”./*

No se trata de “construir pueblo”, encabezar una campaña electoral
exitosa, o formar parte de un gobierno “progresista”. Se trata de
conformar un nuevo bloque histórico.(8)

La noción gramsciana de bloque histórico no apunta a una política
concebida solo como el accionar dentro del sistema de representación
parlamentaria. La propuesta de Gramsci fue construir una alianza social
con un programa político de participación democrática masiva y una
movilización popular capaz de crear una nueva “gobernanza” para la
construcción de nueva sociedad.

Esto requiere mucho más que “hablar de la gente”, requiere mucho más que
prometerles “un cambio”, significa interactuar con ellos, escucharlos,
transformarlos y al mismo tiempo ser transformado por medio de muchas
instancias de experimentación colectiva.

También cometeremos un grave error si pensamos la soberanía en términos
nacionalistas ( incluso si creemos que determinadas naciones son el
“eslabón más débil”). Tampoco, es posible sustituir a la nación por un
demos posnacional.

Nuestra posición es que debemos pensar la soberanía en términos de una
manifestación de la voluntad popular. Hay que entender que el proceso
será desigual y complejo y deberá reconocerse en una identidad común,
una identidad que forma parte de la historia de las clases subalternas
en su combate permanente por la emancipación y el autogobierno.

Y esto significa trabajar por la unidad de todos quienes se oponen a  la
explotación, la dominación, el patriarcado y un inminente desastre
ecológico.

*/Tesis ocho: Necesitamos un nuevo internacionalismo/*

Una las mayores de las dificultades que debemos enfrentar son las
presiones internacionales que sufrirá cualquier proceso de cambio.

El enfoque del “eslabón más débil ” es hoy más pertinente que nunca.
Sólo una coyuntura específica en un determinado territorio puede
conducir a la ruptura, (aunque la crisis esté basada en el declive
general del globalismo neoliberal).

Si logramos instalar un proceso de ruptura, el grado de agresión y
chantaje internacional que enfrentaremos será enorme. Por tanto, un
nuevo internacionalismo será más necesario que nunca.

La solidaridad internacional deberá contribuir a neutralizar a las
fuerza agresoras. También, habrá que tejer alianzas regionales y sacar
ventaja de las contradicciones a nivel internacional en el campo
adversario: es un cierto tipo de “realismo revolucionario” que no debe
volverse en la práctica del habitual cinismo político. Esta es una de
las cuestiones más difíciles y a la vez más urgentes que deberemos enfrentar

*/Tesis nueve: Necesitamos organizaciones que sean laboratorios de
estrategia y esperanza/*

Las actuales formas de organización política de la izquierda son
estructuralmente ineficientes. La reciente historia ha demostrado que la
izquierda es incapaz de enfrentar a un “estado burgués integral”; un
estado que es una maquinaria que combina el poder público y privado, la
violencia sistemática y los efectos disgregantes de aparatos ideológicos
dominantes.

Esto explica las reiteradas crisis de las organizaciones política de la
izquierda. Tanto la metamorfosis de los “ frentes amplios” en
maquinarias electorales, como las sucesivas implosiones de
micro-organizaciones supuestamente “leninistas”.

Lo que necesitamos es repensar las formas de organización .
Probablemente será un suerte de “Frente Integral Unido”, capaz de
articular movimientos, corrientes políticas, sensibilidades,
investigaciones teóricas, experimentaciones sociales de un proceso
constituyente que no crea ni ejércitos ni máquinas electorales, sino
laboratorios de estrategia y talleres de esperanza.

Esto requiere un profundo proceso de autocrítica por parte de la
izquierda radical, un alejamiento de los hábitos y manierismos
políticos, un deseo de aprender y experimentar, un profundo
cuestionamiento de las jerarquías, un reconocimiento de nuestras
limitaciones, un intento de crear laboratorios de nuevas
intelectualidades y nuevas formas de disciplina política.

Una organización donde la militancia esté implicada en una forma de
sociabilidad abierta, democrática, participativa e igualitaria. No deben
ser “ islitas de comunismo”. Es más, debemos repensar la organización no
en términos de “pureza ideológica” ni de eficacia electoral. Las nuevas
organizaciones deben ser el ejemplo de la producción de estrategias que
responden a la emergencia de una nueva cultura popular, de una nueva
ciudadanía subalterna.

Pienso que esta es la única manera de concebir la instancia orgánica de
un bloque histórico. No se trata de representar al pueblo sino de
participar en un proceso de “autotransformación” de las clases
subalternos, afirmando su “autonomía”. Es también la única forma de
intervenir en una temporalidad compleja y plural y “prepararse para lo
inesperado”.

*/Tesis diez: Necesitamos aprender de las derrotas/*

Por su incapacidad para convertir la ola de malestar social en un
proyecto de emancipación la izquierda ha hecho evidente su derrota política.

El desastre de SYRIZA, la deriva de Podemos , el sumarse a los
postulados socialdemócratas de Bernie Sanders en Estados Unidos y la
escandalosa  incompetencia de la izquierda francesa( con la emergencia
de los “chalecos amarillos) ejemplifican el tamaño de nuestra crisis
política e ideológica .

Es tiempo que aprendamos de las derrotas, hay que empezar por
reconocerlas en toda su profundidad y extensión, en todas sus formas y
variaciones.

Debemos hacerlo no para desahogarnos con una especie de melancolía
izquierdista o de un pesimismo histórico, sino que para hacer una
evaluación objetiva de la actual correlación de fuerzas.

Al mismo tiempo debemos participar siempre en los procesos de
reconstrucción, refundación y recomposición. Habrá que crear nuevas
esferas de  experimentación y organización, escuchando y aprendiendo de
nuestros errores. Habrá que reapropiarse de las experiencias de lucha.

Tenemos que aceptar que los movimientos reales portan generalmente mucha
imaginación estratégica y proponen preguntas y respuestas que señalan
nuevas experiencias, nuevas maneras y nuevas soluciones en la dialéctica
de confrontación política.

A las diez tesis anteriores añadiría una más: ¡ Sí ! De lo que estamos
hablando es de una revolución. Es imposible pensar de una transformación
social sin un proceso revolucionario.

Claro, revolución no es idéntica a la insurrección porque hace
referencia a un proceso más que a un momento preciso. Lo que ponemos
sobre la mesa de debate es un proceso político de ruptura, de
confrontaciones, de secuencias que implican largos y duros combates, que
no pueden reducirse lo electoral y parlamentario.

La misma noción de revolución es una de las grandes invenciones de la
modernidad, sus límites y su apertura al futuro sigue siendo la mejor
descripción de las transformaciones que comprenden cualquier  proyecto
de emancipación social.

Para concluir: seguimos dentro de los contornos de un periodo de crisis
del sistema. Es una crisis inter-imperialista y una nueva crisis
económica porque el sistema ha sido incapaz de solucionar las
contradicciones estructurales del neoliberalismo globalizado.

Igualmente, habitamos en medio de una aguda crisis política, de una
crisis de hegemonía . En Europa las élites políticas no comprenden qué
está sucediendo en la sociedad, se niegan a  reconocer la profundidad de
la rabia acumulada.

Ni quieren darse cuenta que las demandas de justicia, equidad y
democracia, aunque hoy se expresen en forma rudimentaria, tienen un
potencial de disrupción capaz de desafiar al poder.

No estoy proponiendo un falso optimismo. En contrasto, creo que, en
cierto sentido, podríamos invertir la frase de Gramsci: necesitamos el
optimismo del intelecto para contrarrestar el pesimismo de la voluntad,
o dicho a la manera de Spinoza : /las tensiones inmanentes que recorren
el imperio tienen el potencial del cambio revolucionario inscrito en la
frente/.

NOTAS

1.Daniel Bensaïd, “On the return of the politico-strategic question,” 2006.

2.Nicos Poulantzas, State, Power, Socialism, Verso, 2000.

3.Razmig Keucheyan and Cédric Durand, “Bureaucratic Caesarism: A
Gramscian Outlook on the Crisis of Europe,” Histrorical Materialism
23.2: 23–51, 2015.

4.Isabelle Garo, Communisme et strategie, Paris, Editions Amsterdam, 2019.

5.Josep Maria Antentas, “Imaginación estratégica y partido,” Viento Sur,
150: 141-150, 2017.

6.“Inventer l’inconnu” was the title that Bensaïd chose for a collection
of texts by Marx and Engels on the Paris Commune (Paris, La Fabrique, 2008).

7.Georges Labica and Francis Sitel, “De l’impossibilité de la
non-violence. Entretien avec Georges Labica,” 2009.

8.Panagiotis Sotiris, “Gramsci and the Challenges for the Left: The
Historical Bloc as a Strategic Concept,” Science & Society: Vol. 82, No.
1, 94-119.

In
OBSERVATORIO DE LA CRISIS

https://observatoriocrisis.com/2019/09/30/revisitando-la-cuestiones-estrategicas-diez-tesis/
30/9/2019

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