quinta-feira, 22 de maio de 2014

Algunas ideas sobre Piketty


David Harvey
Rotekeil


Traducido para Rotekeil por Guillem Murcia.




A continuación publicamos la reseña que el profesor David Harvey ha hecho del
libro de Thomas Piketty “El Capital en el siglo XXI”. David Harvey es profesor
en la City University of New York, y lleva más de 40 años enseñando, divulgando
e investigando sobre la opera magna de Marx, El Capital. Entre sus
contribuciones se halla una serie de clases en vídeo sobre la obra que se pueden
consultar en su página.
Algunas ideas sobre Piketty

Thomas Piketty ha escrito un libro llamado El Capital en el Siglo XXI que ha
causado un cierto revuelo. Defiende los impuestos progresivos y un impuesto
global sobre la riqueza como la única forma de contrarrestar las tendencias
hacia la creación de una forma de capitalismo “patrimonial” marcada por lo que
califica como desigualdades de riqueza y renta “aterradoras”. A su vez,
documenta de una forma minuciosa y difícil de refutar, cómo la desigualdad
social tanto en riqueza como en renta ha evolucionado a lo largo de dos siglos,
con un énfasis particular en el rol de la riqueza. Destruye la idea ampliamente
extendida de que el capitalismo de libre mercado extiende la riqueza y que el
mayor bastión en la defensa de libertades individuales. El capitalismo de libre
mercado, cuando se hayan ausentes las intervenciones redistributivas del Estado
produce olgarquías antidemocráticas, tal y como demuestra Piketty. Esta
demostración ha dado alas a la indignación liberal mientras que ha enfurecido al
Wall Street Journal.
El libro se ha presentado a veces como el sustituto del siglo XXI a la obra del
XIX de mismo título de Karl Marx. Piketty ha negado que ésta sea su intención,
lo cual parece justo dado que su libro no trata en absoluto del capital. No nos
explica por qué se produjo el crash de 2008, ni por qué está le está costando
tanto tiempo salir a la gente del
mismo bajo la carga doble del desempleo prolongado y los millones de hogares
desahuciados. No nos ayuda a entender por qué el crecimiento se halla ahora
mismo ralentizado en los EEUU en comparación con China, ni por qué Europa se
halla atrapada entre las políticas de austeridad y el estancamiento económico.
Lo que piketty nos muestra mediante estadísticas (y ciertamente estamos en deuda
con él y sus colegas por ello) es que el capital ha tendido a crear, a lo largo
de su historia, niveles cada vez mayores de desigualdad. Esto, para mucho de
nosotros, no es ninguna noticia. Era exactamente la conclusión teórica de Marx
en el Volumen Primero de su versión del Capital. Piketty no resalta esto, lo
cual no es ninguna sorpresa, ya que para defenderse de varias acusaciones de la
prensa de derechas de que se trata de un criptomarxista, ya ha señalado en
varias entrevistas que no ha leído el Capital de Marx.
Piketty recoge muchos datos para apoyar sus argumentos. Su explicación de las
diferencias entre renta y riqueza es útil y convincente. Y desarrolla una
defensa razonable de los impuestos sobre sucesiones, la tributación progresiva y
un impuesto global a la riqueza como un posible antídoto (aunque con toda
seguridad, inviable políticamente) a la creciente concentración de riqueza y
poder.
Pero ¿por qué se produce esta tendencia a una mayor desigualdad a medida que
pasa el tiempo? A partir de sus datos (condimentados con algunas interesantes
alusiones literarias a Jaune Austen y Balzac) deriva una ley matemática para
explicar lo que pasa: la incesante acumulación de riqueza por parte del famoso
uno por ciento (un término popularizado gracias al movimiento “Occupy”, por
supuesto) es debido al simple hecho de que la tasa de retornos del capital (r)
siempre supera a la tasa de crecimiento de renta (g). Piketty dice que ésta es y
ha sido siempre la “contradicción central” del capital.
Pero una periodicidad estadística de este tipo difícilmente puede constituir una
explicación adecuada, y mucho menos una ley. Así que ¿qué fuerzas producen y
mantienen dicha contradicción? Piketty no nos lo dice. La ley es la ley y punto.
Marx obviamente habría atribuido la existencia de dicha ley al desequilibrio de
poder entre capital y trabajo. Y esa explicación todavía se sostiene. El declive
constante en la participación del trabajo en la renta nacional desde los años 70
se deriva del poder político y económico en decadencia del trabajo mientras que
el capital movilizaba tecnología, desempleo, deslocalizaciones y políticas
anti-trabajo (como las de Margaret Thatcher y Ronald Reagan) para aplastar a su
oposición. Como Alan Budd, un asesor de Margaret Thatcher, confesó en un
descuido, las políticas contra la inflación de los años 80 resultaron ser una
“muy buena forma de aumentar el desempleo, y aumentar el desempleo fue una forma
extremadamente atractiva de reducir la fuerza de la clase trabajadora… lo que se
diseño allí fue, en términos marxistas, una crisis del capitalismo que recreaba
un ejército de reserva del trabajo y que ha permitido a los capitalistas generar
grandes beneficios desde entonces”. La diferencia en remuneración entre un
trabajador promedio y un alto directivo estaba alrededor de 30:1 en 1970. Hoy en
día se halla fácilmente sobre los 300:1 y en el caso de McDonald’s, sobre los
1.200:1.
Pero en el Volumen Segundo del Capital (el cual Piketty no ha leído, a pesar de
que alegremente lo deseche) Marx señaló que la tendencia del capital a la
depresión salarial en algún momento llega a restringir la capacidad del mercado
de absorber el producto del propio capital. Henry Ford reconoció este dilema
hace tiempo, cuando instituyó los 5 dólares por día para sus trabajadores para,
según decía, aumentar la demanda de los consumidores. Muchos pensaron que la
falta de demanda efectiva era lo que se hallaba tras la Gran Depresión de los
años 30. Esto es lo que inspiró las políticas expansivas keynesianas después de
la Segunda Guerra Mundial y produjo como resultado cierta reducción en las
desigualdades de renta (aunque no tanto en las de riqueza) junto a un
crecimiento estimulado por una intensa demanda. Pero esta solución descansaba en
el empoderamiento relativo del trabajo y la construcción de un “estado social”
(según el término que usa Piketty) financiado por una tributación progresiva. “Y
así “ escribe “durante el periodo 1932-1980, casi medio siglo, el mayor impuesto
federal sobre la renta en los Estados Unidos era como promedio del 81 por
ciento”. Y esto no limitaba de ninguna forma el crecimiento (otra de las pruebas
que Piketty aporta para refutar ideas de la derecha).
Hacia el final de los años 60, estaba claro para muchos capitalistas que
necesitaban hacer algo acerca del poder excesivo del trabajo. Y así, la retirada
de Keynes del panteón de economistas respetables, la transición al pensamiento
de Milton Friedman, la cruzada para estabilizar cuando no reducir los impuestos,
para desmontar el estado social y para castigar a las fuerzas del trabajo.
Después de 1980, los tipos impositivos máximos descendieron y las ganancias de
capital –una de las mayores fuentes de renta de los ultraricos- tributaban a un
índice mucho inferior en los Estados Unidos, canalizando de el flujo de riqueza
de forma intensa hacia el uno por ciento. Pero el impacto en el crecimiento,
según muestra Piketty, fue negligible. Así que el “goteo” [trickle down] [1] de
los beneficios desde los ricos al resto (otra de las creencias favoritas de la
derecha) no funciona. Nada de esto fue el resultado de una ley matemática. Todo
era política.
Pero entonces, la ruleta dio una vuelta entera y la pregunta se convirtió en:
¿dónde está la demanda? Piketty ignora de forma sistemática esta pregunta. En
los años 90, la respuesta fue escamoteada gracias a una enorme expansión del
crédito, incluyendo la extensión de las finanzas hipotecarias a los mercados
sub-prime. Pero la burbuja resultante estaba condenada a estallar, tal y como
hizo entre el 2007-2008, llevándose consigo a Lehman Brothers y al sistema de
crédito. Sin embargo, los índices de beneficios y la concentración aún mayor de
riqueza privada se recuperaron muy rápidamente después de 2009, mientras el
resto del mundo aún lo seguía pasando mal. Los índices de beneficios
empresariales están ahora tan altos como siempre en los Estados Unidos. Las
empresas están sentadas sobre montones de billetes, y se niegan a gastarlos
porque las condiciones del mercado no son sólidas.
La formulación que hace Piketty de la ley matemática esconde más de lo que
revela acerca de las políticas de clase que están en juego. Tal y como Warren
Buffet señaló: “por supuesto que hay una lucha de clases, y es mi clase, la de
los ricos, los que la están librando, y vamos ganando”. Una de las formas clave
de medir esta victoria son las desigualdades de riqueza y renta crecientes del
uno por ciento respecto al resto del mundo.
Hay, con ello, un problema central al argumento de Piketty. Y éste descansa en
la definición errónea que hace del capital. El capital es un proceso, no una
cosa. Es un proceso de circulación en el cual el dinero se utiliza para crear
más dinero a menudo, pero no exclusivamente, a través de la explotación de la
fuerza de trabajo. Piketty define el capital como el stock de todos los valores
que son propiedad privada de los individuos, corporaciones y gobiernos, y que
pueden servir para el comercio en el mercado, sin importar si estos valores
están siendo utilizados o no. Esto incluye los terrenos, la propiedad
inmobiliaria y los derechos de propiedad intelectuales, así como también mi
colección de obras de arte y joyería. El cómo determinar el valor de todas estas
cosas es un problema técnico difícil al que todavía no se ha dado una solución
satisfactoria. A fin de calcular una tasa de retorno, r, tenemos que disponer
primero de una forma de otorgar valor al capital inicial. Por desgracia, no hay
forma de valorarlo independientemente del valor de los bienes y servicios que se
usa para producir, o de por cuánto se puede vender en el mercado. El conjunto de
la escuela neoclásica de economía (que es la base de las ideas de Piketty) está
basado en una tautología. La tasa de retorno del capital depende de forma
crucial en el índice de crecimiento porque el capital se valora en base a lo que
produce y no según lo que se ha utilizado para su producción. Su valor está
altamente influenciado por las condiciones especulativas y puede verse
distorsionado por la famosa “exuberancia irracional” que Greenspan supo detectar
como característica de los mercados de acciones y vivienda. Si quitamos las
casas y la propiedad inmobiliaria – y eso sin hablar del valor de las
colecciones de arte de los hedge funders – de la definición de capital (y la
razón para incluirlas es bastante floja) entonces la explicación de Piketty para
las desigualdades crecientes en riqueza y renta se desmorona, incluso aunque su
descripción del estado de las desigualdades en el pasado y el presente todavía
permanezca en pie.
El dinero, los terrenos, la propiedad inmobiliaria, las fábricas y las máquinas
que no se utilizan de forma productiva no son capital. Si la tasa de retorno del
capital que se utiliza es alta, es porque una parte del capital se retira de la
circulación y a efectos prácticos, está de huelga. Restringir el suministro de
capital a las inversiones nuevas (un fenómeno que podemos observar que ocurre
ahora mismo) garantiza una alta tasa de retorno en el capital que sí que está en
circulación. La creación de esta escasez artificial no es algo que sólo hagan
las compañías petroleras para garantizar sus altas tasas de retorno: es lo que
hace todo capital cuando tiene la oportunidad de hacerlo. Esto es lo que se
halla tras la tendencia para que la tasa de retorno del capital (no importa cómo
se defina o mida) siempre supere la tasa de crecimiento de renta. Es así como el
capital garantiza su propia reproducción, sin que le importen las desafortunadas
consecuencias que pueda tener para el resto de nosotros. Y es así como vive la
clase capitalista.
Hay muchas cosas valiosas en los datos ofrecidos por Piketty. Pero su
explicación de por qué las desigualdades y las tendencias oligárquicas aumentan
incurre en un error de bulto. Sus propuestas para remediar dichas desigualdades
son inocentes, si no utópicas. Y ciertamente, no ha ideado un modelo que
explique el capital del siglo XXI. Para ello, todavía necesitamos a un Marx, o a
su equivalente actual.
Nota del traductor
[1] “Trickle down economics” es un término utilizado en los Estados Unidos para
referirse, en sentido peyorativo, a las políticas económicas que sostienen que,
beneficiando a los miembros más ricos de la sociedad, en particular mediante la
eliminación de impuestos, su riqueza “goteará” o “calará” hacia las capas más
bajas de la sociedad (por ejemplo, porque supuestamente un empresario con un
alto nivel de ingresos se sentirá más cómodo llevando a cabo iniciativas
económicas, contratando, etc.). A menudo suelen asociarse con las ideas que se
engloban en el término amplio de “Reaganomics” o políticas económicas iniciadas
en la época Reagan
Fuente: http://davidharvey.org/2014/05/afterthoughts-pikettys-capital/

In
http://rebelion.org/noticia.php?id=185011
22/5/2014

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