quarta-feira, 6 de agosto de 2014

Profundizar el proceso de cambio desde los movimientos sociales



Alfredo Rada

¿Hay procesos revolucionarios que no tengan contradicciones internas? Por
supuesto que no, ni antes ni ahora, ni aquí ni en ninguna parte del mundo.
Precisamente la acción política transformadora consiste en comprender los
aspectos contradictorios (por tanto dialécticos) de la realidad
histórica-concreta para seguir transformándola. Quien busque procesos
unidireccionales en lo político y homogéneos en lo ideológico, caerá
inevitablemente en la decepción y el escepticismo, corto preámbulo hacia el
derrotismo y la capitulación.
Hace tres años el cuadro de situación era preocupante. La Central Obrera
Boliviana (COB) se había distanciado del Gobierno a raíz del “gasolinazo” del
2010. Esta ruptura con los sindicatos -a la que después se sumó otro quiebre con
los indígenas amazónicos por el conflicto del TIPNIS- debilitó al Bloque Social
Revolucionario conformado por los movimientos sociales indígenas, obreros y
populares que, entre los años 2006 al 2009, impulsó y respaldó las más
importantes medidas de cambio estructural tomadas durante ese período: en lo
económico la nacionalización de los hidrocarburos, en lo político la fundación
del Estado Plurinacional, comunitario y autonómico.
Había que reconstituir ese bloque para recuperar el impulso revolucionario; era
un objetivo de la mayor importancia que sólo pudo cumplirse una vez derrotada la
línea de ultraizquierda en la conducción cobista que llevó a la confrontación
por la Ley de Pensiones en mayo del año pasado. ¡Cuánto han cambiado las cosas
desde ese momento! La autocrítica gubernamental preservó la naturaleza del
gobierno de Evo como un Gobierno de los movimientos sociales. La autocrítica
sindical permitió la reinserción proletaria en el proceso para profundizarlo,
propugnando la aplicación de una agenda programática revolucionaria.
Luego se dieron las cosas como en cascada. El reencuentro de la COB con el
Gobierno reforzó a la Coordinadora Nacional por el Cambio (CONALCAM), que
incorpora en su seno, además de los sectores sindicalizados, a sectores que
responden a otras lógicas organizativas como las autoridades originarias de
pueblos indígenas, las juntas vecinales y juntas escolares urbanas, los
microempresarios y cooperativistas. La convocatoria conjunta de la COB y
CONALCAM posibilitó que el proceso vuelva a tener fuerza social movilizada en
las calles: recordemos la masiva concurrencia a la marcha del 1 de mayo del 2014
convocada por la COB en la ciudad de La Paz, o la multitud que colmó el Estadio
Tahuichi Aguilera en la ciudad de Santa Cruz en la apertura de la Cumbre del G77
+ China, en lo que fue una inédita acción de masas en tierras orientales.
El gobierno de Evo también se ha fortalecido, al expandir su base social de
respaldo entre los trabajadores lo que impactó positivamente en todo el campo
popular. Estos desplazamientos han reavivado el debate ideológico y
programático-estratégico, traducido en una pregunta: ¿hacia dónde va el proceso
de cambio?
Encandilados por el buen momento económico que vive el país, hay quienes
postulan que se trata de administrar la estabilidad y el crecimiento, ampliar
nuestra base productiva con mayores flujos de inversión interna y externa, y
fortalecer la redistribución del excedente. Esto, que no es malo en sí mismo,
constituye el núcleo de pensamiento del progresismo socialdemócrata, cuya arista
no revolucionaria radica en que va dejando de lado, hasta abandonar por
completo, cualquier programa de superación del sistema capitalista, y termina
asumiendo como propia la engañosa ficción de que estabilidad, crecimiento,
inversión, mayor producción y hasta redistribución se pueden alcanzar bajo este
sistema, eso sí dándole un aire más endógeno y regulando sus aspectos injustos.
El progresismo en economía con frecuencia va de la mano con el pragmatismo en
política; así por ejemplo la presencia de algunos invitados con trayectoria de
derecha en las listas electorales será presentada como un “acto de inclusión” y
no como una preocupante concesión ideológica.
Pero el recuperado protagonismo obrero y de los movimientos sociales
inevitablemente va a fortalecer otras tendencias ideológicas dentro del proceso
de cambio. Una muestra ya se vio en el “Encuentro Sindical Internacional
Antiimperialista” realizado en la ciudad de Cochabamba hace tres semanas. Este
evento, convocado por la Federación Sindical Mundial (FSM) y la Central Obrera
Boliviana (COB) con la adhesión del Gobierno de Bolivia, reunió a más de 1200
delegados de organizaciones sociales de todos los departamentos del país, así
como a un centenar de representantes sindicales llegados de casi toda
Latinoamérica, de Africa, Asia y Europa. El Encuentro aprobó una Tesis Política
en la que se puede leer lo siguiente: “Sin abandonar la lucha en defensa de las
condiciones materiales, los trabajadores debemos intervenir en la vida política
del país en nuestra condición de vanguardia revolucionaria. Vanguardia que en el
caso de Bolivia y otros países se complementa con el proyecto político de las
naciones y pueblos indígenas originarios y campesinos, que fusionan la lucha
sindical con lo comunitario bajo un horizonte de Socialismo Comunitario”.
Aquí está el presente vigoroso y el futuro esperanzador del proceso boliviano;
en estos planteamientos que defienden lo hasta aquí logrado (que no es poco) y
buscan la profundización de los cambios con su propia acción política desde los
movimientos sociales. Pero el discurso de profundización del proceso, si quiere
ganar mayor vitalidad, debe estar acompañado de propuestas programáticas que
apunten al mayor fortalecimiento del Estado con nuevas nacionalizaciones en
sectores estratégicos de la economía y nuevas industrias en petroquímica,
siderurgia, metalurgia y de alimentos procesados, a la transformación de las
relaciones capitalistas de producción en las empresas públicas, al
potenciamiento del sector social y comunitario de la economía a través de
proyectos productivos de carácter asociativo y que generen empleo, a la
revolución agraria que erradique las nuevas formas de latifundio y
extranjerización de la propiedad de la tierra surgidas en los últimos años, a la
soberanía alimentaria evitando las nuevas formas de monocultivo tanto en el
oriente (soya) como en el occidente (quinua) del país, a la defensa de la Madre
Tierra tanto de la contaminación minera como del severo impacto del consumo
irracional de recursos naturales en las ciudades.
Si los movimientos sociales mantienen la iniciativa político-programática se
convertirán en el principal factor de gobernabilidad democrática en el mediano
plazo, un factor imprescindible para la gestión del proceso.
Hoy que estamos ante la probabilidad de un nuevo triunfo de Evo Morales contra
una derecha que sigue buscando la brújula, nuestra mirada debe ir más allá del
cálculo electoralista. Hoy es el momento de cohesionar a los/as
revolucionarios/as en torno a ideas claras, organizarlos en estrecha relación
con los movimientos sociales y fortaleciendo al Movimiento al Socialismo (MAS)
en tanto instrumento político de esos movimientos.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una
licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras
fuentes.

In
Rebelión
http://rebelion.org/noticia.php?id=188118
6/8/2014

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