terça-feira, 7 de outubro de 2014

Cómo piensa la clase dominante

Raúl Zibechi

La crisis sigue develando todo aquello que permanecía oculto en los periodos de
normalidad. Esto incluye los proyectos estratégicos de la clase dominante, su
forma de ver el mundo, la apuesta principal que hacen para seguir siendo clase
dominante. Este es, a grandes rasgos, su objetivo central, al que subordinan
todo lo demás, incluyendo los modos capitalistas de reproducción de la economía.
Puede pensarse que la crisis es apenas un paréntesis luego del cual todo
seguiría, más o menos, como funcionaba antes. No es así. La crisis no es sólo un
revelador, sino el modo en que los de arriba están remodelando el mundo. Porque
la crisis es, en gran medida, provocada por ellos para mover de lugar o hacer
desaparecer lo que limita sus poderes. Básicamente, los sectores populares,
indígenas, negros y mestizos en nuestro continente.
Por otro lado, una crisis de esta envergadura (se trata de un conjunto de crisis
que incluyen crisis/caos climático, ambiental, sanitario y, lo que atraviesa
todo, crisis de la civilización occidental) significa mutaciones más o menos
profundas de las sociedades, de las relaciones de fuerzas y de los polos de
poder en el mundo, en cada una de las regiones y países. Me parece necesario
abordar tres aspectos, que no agotan todas las novedades que aporta la crisis
pero son, a mi modo de ver, los que más pueden influir en las estrategias de los
movimientos antisistémicos.
En primer lugar, lo que llamamos economía ha sufrido cambios de fondo. Un cuadro
elaborado por la economista Pavlina Tcherneva, con base en los estudios sobre la
desigualdad de Thomas Piketty, revela cómo está funcionando el sistema desde la
década de 1970, agravado por la crisis de 2008
(www.vox.com/xpress/2014/9/25/6843509/income-distribution-recoveries-pavlina-tcherneva
).
El cuadro abarca 60 años de la economía estadunidense, desde 1949 hasta la
actualidad. Describe qué parte del crecimiento de los ingresos es apropiada por
el 10 por ciento más rico, y cuánto le corresponde al 90 por ciento restante. En
la década de 1950, por ejemplo, el 10 por ciento rico se apropiaba de entre el
20 y el 25 por ciento de los nuevos ingresos anuales. Así funciona una economía
capitalista normal, que consiste en una apropiación mayor por los empresarios
del fruto del trabajo humano, que Marx denominó plusvalor. Es la acumulación de
capital por reproducción ampliada.
A partir de 1970 se produce un cambio importante que es bien visible en la
década de 1980: el 10 por ciento rico empieza a apropiarse del 80 por ciento de
la riqueza y el 90 por ciento se queda apenas con 20 por ciento de lo que se
genera cada año. Este periodo corresponde a la hegemonía del capital financiero,
lo que David Harvey ha llamado acumulación por desposesión o despojo.
Pero algo extraordinario se produce desde 2001. Los ricos se quedan con todos
los nuevos ingresos y, desde 2008, arrebañan además una parte de lo que tenía el
90 por ciento, como ahorros o bienes. ¿Cómo denominamos a este modo de
acumulación? Es un sistema que ya no es capaz de reproducir las relaciones
capitalistas porque consiste en el robo. El capitalismo extrae plusvalor y
acumula riqueza (aún por desposesión), pero expandiendo las relaciones
capitalistas, por eso se asienta en el trabajo asalariado y no en el trabajo
esclavo (debo estas reflexiones a Gustavo Esteva, quien las formuló en los días
de la escuelita zapatista y en posteriores intercambios).Es probable que estemos
ingresando en un sistema peor aún que el capitalismo, una suerte de economía de
robo, más parecida a la forma como funcionan las mafias del narcotráfico que a
los modos empresariales que conocimos en la mayor parte del siglo XX. Es
probable, también, que esto no haya sido planificado por la clase dominante,
sino sea el fruto de la búsqueda desmesurada de lucros en el periodo financiero
y de acumulación por desposesión, que ha engendrado una generación de
buitres/lobos incapaces de producir otra cosa que no sea destrucción y muerte a
su alrededor.
En segundo lugar, que el sistema funcione de este modo implica que los de arriba
han decidido salvarse a costa de la entera humanidad. En algún momento hicieron
una ruptura afectiva con los demás seres humanos y están dispuestos a producir
una hecatombe demográfica, como sugiere el cuadro mencionado. Lo quieren todo.
Por lo mismo, el modo en que está funcionando el sistema es más apropiado
denominarlo cuarta guerra mundial (como el subcomandante insurgente Marcos) que
acumulación por desposesión, porque el objetivo es la humanidad entera. Parece
que la clase dominante decidió que con el actual grado de desarrollo tecnológico
puede prescindir del trabajo asalariado que genera riquezas, y ya no depende de
consumidores pobres para sus productos. Más allá de que esto sea un delirio
inducido por la soberbia, parece evidente que los de arriba no pretenden ordenar
el mundo según sus viejos intereses, sino generar regiones enteras (y a veces
continentes) donde reine el caos absoluto (como tiende a suceder en Medio
Oriente) y otras de seguridad absoluta (como partes de Estados Unidos y Europa,
y los barrios ricos de cada país).
En suma, han renunciado a la idea de una sociedad, idea que es sustituida por la
imagen del campo de concentración.
En tercer lugar, esto tiene enormes repercusiones para la política de los de
abajo. La democracia es apenas un arma arrojadiza contra los enemigos
geopolíticos (empezando por Rusia y China), que no se aplica a los regímenes
amigos (Arabia Saudita), pero ya no es aquel sistema al que alguna vez otorgaron
alguna credibilidad. Lo mismo debe decirse del Estado-nación, apenas un
obstáculo a superar como lo demuestran los ataques en Siria violando la
soberanía nacional.
No nos cabe otro camino que organizar nuestro mundo, en nuestros
espacios/territorios, con nuestra salud, nuestra educación y nuestra autonomía
alimentaria. Con nuestros poderes para tomar decisiones y hacerlas cumplir. O
sea, con nuestras propias instituciones de autodefensa. Sin depender de las
instituciones estatales.

In:
La Jornada
http://www.jornada.unam.mx/2014/10/03/index.php?section=opinion&article=026a2pol
3/10/2014

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