sábado, 8 de setembro de 2018

Trump enfrentado al Estado Profundo



 Wim Dierckxsens y Walter Formento 
  
La llegada a la Casa Blanca de un defensor del capitalismo productivo está
estremeciendo el orden internacional en detrimento de los adeptos del
capitalismo financiero transnacional, ya sean los pro-globalistas o los
contientalistas. Podríamos preguntarnos si actuando de este modo, Trump no se
revela como un revolucionario en los límites y términos de un antiimperialismo
financiero globalista. Al menos se observa que es un “guerrero” que lucha contra
el globalismo unipolar. La situación actual puede describirse como un
enfrentamiento entre una clase dirigente globalista y, por el otro, gobiernos
responsables ante sus pueblos y naciones respectivas.
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La batalla de Trump con la OTAN globalista
 La llegada a la Casa Blanca de un defensor del capitalismo productivo está
estremeciendo el orden internacional en detrimento de los adeptos del
capitalismo financiero transnacional, ya sean los pro-globalistas o los
contientalistas. Podríamos preguntarnos si actuando de este modo, Trump no se
revela como un revolucionario en los límites y términos de un antiimperialismo
financiero globalista. Al menos se observa que es un “guerrero” que lucha contra
el globalismo unipolar. La situación actual puede describirse como un
enfrentamiento entre una clase dirigente globalista y, por el otro, gobiernos
responsables ante sus pueblos y naciones respectivas.
El globalismo se apoya en los aparatos burocráticos de carácter internacional a
los cuales les impone un su interés transnacional imprimiéndole su carácter
pro-globalista, enfrentado a lo nacional no solo desde la administración de la
OTAN, sino también desde el Banco de Pagos Internacionales (el Banco central de
los bancos centrales), también desde la Comisión Europea (gobierno) de la Unión
Europea, ambas ubicadas en Bruselas (…) y desde la ONU a través del consejo de
seguridad y alguna secretaria. El «pensamiento único» de los globalistas ha
venido imponiéndose a todos a través de las principales redes de comunicación
social y medios bajo su control.
En la cumbre entre Putin y Trump en Helsinki, el 16 de julio de 2018 no fue
Estados Unidos quien concluyó un acuerdo con la Federación Rusa. Fue sólo la
Casa Blanca, contra su oponente común que es la fracción de poder del estado
profundo globalista, que goza aun de autoridad en Estados Unidos, gracias en
buena medida al control económico y político sobre las principales plataformas
digitales de comunicación en EE.UU. y en el mundo entero. Ese grupo social
global, transnacional, había logrado hacernos creer que ya no había ideologías,
que habían muerto y que estábamos ante el fin de la Historia. Esa clase global
(compuesta por dueños de acciones controlantes de directorios de bancos
comerciales y fondos financieros globales de inversión y sus altos gerentes
ejecutivos, CEO´s) se considera el verdadero representante de los intereses de
Estados Unidos, aunque ese papel en lo formal-institucional legal pertenece al
presidente. Por ello, es que los globalistas no han vacilado en acusar al
presidente Trump de traición (a sus intereses estratégicos). Algo que Trump
siempre manifestó que se opondría y los electores de EE.UU. votaron.
La cumbre Trump-Putin significo también la ratificación para que Moscú y Damasco
permanezcan en el asiento del conductor y establezcan los términos para la
salida de la guerra y el proceso de estabilización de Siria. Con ello podríamos
ser testigos del capítulo diplomático final de esta “oscura” guerra de siete
años. En los últimos meses no solo se logró parar la desestabilización y
destrucción sino reiniciar la recuperación de la capacidad de gobierno en Siria.
Hay incluso alegaciones sobre un acuerdo “secreto” negociado entre Rusia, Israel
y Siria. Incluso Netanyahu ahora dice, de regreso de su visita a Moscú, que
Putin acordó contener a Irán en Siria y que en última instancia Assad recuperará
toda Siria.
Con estos hechos Trump ha puesto patas para arriba a la fracción globalista del
llamado “estado profundo” en EEUU. Sus decisiones y acciones expresan claramente
un alejamiento de las “alianzas enredaderas” que se emplearon para promover las
políticas hegemónicas pro-globalistas, o sea, del grupo globalista dentro la
Elite Occidental en la OTAN. Y más importante aún es que Trump ha logrado
“quebrar” la retórica de los “progres” socio-liberales globalistas (subyugados
por la postura de Clinton, Obama y la cúpula financiera del Partido Demócrata),
al subrayar la importancia de tomar en cuenta el papel de Rusia en la
geopolítica. Lo que plantea sobre Siria es lo suficientemente relevante para
dejarlo en claro. Aunque siguen las discrepancias sobre Ucrania (Donbás) y los
gasoductos que “marchan” de Rusia a la UE, se ha entrado en una nueva fase en
las negociaciones y eso se manifestará con mucha mayor claridad después de las
elecciones intermedias de noviembre en EE.UU.
Las profundas transformaciones que han modificado el mundo durante los 26
últimos años (desde 1992) han logrado “transferir” una parte no solo importante
sino también central del poder de decidir de los gobiernos a otras entidades
administrativas, ya sean “públicas” o “privadas”, al control transnacional
financiero global. Desde el momento de inicio de la guerra en Bosnia-Herzegovina
–en 1992–, la alianza entre la OTAN y el ´islam político´, luego conocido como
EI o ISIS, abrió el camino a la destrucción del mundo musulmán (Dierckxsens,
1998). La OTAN, el brazo armado globalista a partir de ese momento, coordino
todos los elementos sauditas e iraníes en Europa. Lo cual asumió la forma en que
Al-Qaeda combate en Libia y en Siria bajo las órdenes de la OTAN. No hubo
“choque” ni «guerra de civilizaciones», sino solo una operación de publicidad de
la antinomia política que pregonaba el pro globalista Samuel Huntington en su
clásico libro de 1996. En el marco de este cambio de carácter de la situación
mundial, el Irán chiita paso de ser parte de la alianza a enfrentar a la OTAN,
bajo cuyas órdenes había luchado en Yugoslavia, y se alió con la Rusia ortodoxa
para “salvar” la Siria multiconfesional.
 En la cumbre de la OTAN del 25 de mayo de 2017, Trump impuso que esta incluyera
la lucha contra el terrorismo particularmente en Medio Oriente, contrario a los
objetivos globalistas de la alianza atlántica. En la reunión del G7 de junio de
2018, la administración de la OTAN trató de preservar los objetivos imperiales
del globalismo, pero Trump se negó a firmar la Declaración Final y dejó en claro
que esta reunión de jefes/as de estado de las 7 potencias centrales ya no es
relevante en la geopolítica de post febrero de 2018. Trump tampoco considera ya
relevante a la OTAN, por ello desde que asumió en 2017 se dio una política
directa en este objetivo y lo fundamenta políticamente en que “fue una
organización que perdió su misión al terminar la guerra fría cuando se
desintegró el bloque soviético” coincidiendo en esto con Putin, en la reunión
del Helsinki en 2018.
La guerra fría no es la Tercera Guerra Mundial.
 Tampoco terminó con la derrota de la Unión Soviética sino con su derrumbe sobre
sí misma. El fin de la guerra fría no dio paso a la creación de nuevas
estructuras sino a la “integración” subordinada de las naciones ex soviéticas a
organizaciones ya existentes. La Tercera Guerra Mundial comenzó en Yugoslavia en
1992, continuó en Afganistán, Irak, Georgia, Libia y Yemen para terminar en
Siria a partir de la gran “batalla de Alepo”. Su campo de batalla se
circunscribió a los Balcanes, el Cáucaso y lo que ahora se designa como el
«Medio Oriente ampliado». Ha tenido sin embargo un gran costo en vidas para
innumerables poblaciones musulmanas o cristianas ortodoxas. Y esta guerra
mundial globalista está concluyendo y dando sus últimos pasos desde que Putin y
Trump realizaron su encuentro cumbre en Helsinki.
Se superpone con lo anterior, otro proceso que se inicia claramente a partir de
la crisis financiera global del mundo financiero unipolar del 2008 (Walter
Formento, 2011). Una crisis financiera o “guerra financiera global”, como modo
de manifestarse la crisis o guerra financiera entre fracciones del unipolarismo
financiero, que ya se había manifestado en EE.UU. en 2001 con la “caída” de las
Torres del World Trade Center, como un choque entre fracciones del unipolarismo
financiero, lo cual fue denominado desde el estado profundo como “choque de
Civilizaciones” para imponer una mirada que hiciera centro en una supuesta
guerra civilizatoria contra el “terrorismo” en el “medio oriente ampliado”.
Donde el terrorismo real era impulsado y pertrechado por formaciones especiales
de mercenarios paramilitares al servicio de la OTAN pro-globalista y de las
Transnacionales financieras globales. Y el terrorismo ficticio o de ficción,
planteado e impuesto desde la realidad virtual de la comunicación, lo componían
o personificaban los países del gran medio oriente, de Siria a Egipto y de
Turquía a Irán, que son los países donde no solo se encuentra una de las grandes
reservas de petróleo y gas (la otra es el área del mar caribe, de México a
Venezuela) sino también el puente terrestre que une el Asia-pacifico del
multipolarismo de China-Rusia-India-Pakistán, con la Unión Europea de Alemania,
Francia e Italia incluido el Reino Unido.
Claro está que en 1992, cuando la confrontación entre unipolarismos financieros
estaba recién insinuada, el plan se inicia con el objetivo de desmembrar, ocupar
y apropiarse de las áreas de influencia de Rusia en el área geográfica soviética
y sus riquezas. Pero en septiembre de 2001, es la confrontación entre las
fracciones del unipolarismo financiero transnacional la contradicción que pasa a
ocupar el lugar de la contradicción principal que ordena todos los conflictos y
enfrentamientos.
En la cumbre de la OTAN del 25 de mayo de 2017, Trump impone que la OTAN incluya
la lucha contra el terrorismo, particularmente en Medio Oriente, enfrentándose a
los objetivos globalistas de la alianza atlántica. En el G7 de junio de 2018, la
administración de la OTAN trató de preservar los objetivos imperiales del
globalismo, pero Trump se negó a firmar la Declaración Final. La administración
de la OTAN forzó la firma del esbozo de la Declaración Común en la apertura de
la cumbre en vez de al final, así no habría discusión sobre la doctrina
anti-rusa. Consciente de la trampa que se le tendía, Trump decidió tomar
desprevenidos a sus funcionarios al cuestionar la ´razón de ser´ de la alianza:
la protección contra la amenaza Rusa (soviética). También hizo venir al
secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, a la residencia del embajador
estadounidense en Bruselas, en presencia de la ´prensa´ globalista, y le hizo
notar que Alemania alimenta su economía con gas del socio y ´amigo´ ruso
mientras pide a la OTAN que la protejan de su ´enemigo´ ruso. El planteo del
presidente Trump estuvo dirigido contra la OTAN, y su secretario general, más
que contra Alemania. Trump relegaba así, a un segundo plano, la cuestión del
financiamiento de la OTAN, pero sin abandonarla.
Lo mismo se pudo observar en el modo en que Trump resolvió el escenario de
confrontación en la península de Corea con Corea del Norte, donde si bien sus
discursos cotidianos, y el de su canciller Tillerson, hacían a la escalada en la
tensión militar nuclear, por otro lado designo a personal de su estrecha
confianza para que avanzara en acuerdos de paz para la región que incluye a no
solo a las Coreas sino también a China, Rusia y Japón. Todo lo cual concluyo en
un acuerdo marco de pacificación de la región, acuerdos de comercio y con el
reemplazo del Exxon-Mobil canciller Tillerson, quien había asumido posiciones
belicistas, no solo contra Corea del Norte sino contra Venezuela, y quien
confronto y desmintió y confronto públicamente que hubiera una negociación
subterránea de acuerdo de paz con Corea del Norte.
Contrariamente a los discursos que hablan de independencia de la unión europea,
esas dos estructuras (la UE y la OTAN), el Tratado de Maastricht deja en claro
que una fracción de intereses en la UE está al servicio de la OTAN, subrayando
el papel de lacayos de los países de la UE y complicando su mirada hacia el
Este. Claro que esta situación empezó a cambiar con la crisis que implico el
desarrollo de la iniciativa Brexit de la Corona Británica, y Teresa May desde
junio de 2016, la decisión de Inglaterra y el Reino Unido de avanzar en un
proceso de recuperación de soberanía enfrentada a una UE liderada aun por el
unipolarismo financiero desde la City de Londres y enfrentada a la City de
Londres misma.
La ratificación del Brexit en marzo de 2017 y profundización en marzo de 2018
consolidan la posición de pérdida de poder del unipolarismo globalista, no solo
en la OTAN sino también en la UE y en el RU. Lo cual se va a observar en la
pérdida de apoyo en la UE a las posiciones pro-OTAN, y el fortalecimiento de las
posiciones a favor de unas fuerzas armadas europeas, decisiones que muestran
cada vez mayores grados de independencia de la UE respecto del proyecto del
unipolarismo globalista y de profundización de los “diálogos” con el
multipolarismo pluriversal. Posiciones que se fortalecen con las decisiones de
Trump de avanzar en el respaldo del acuerdo 5+1 con Irán, de avanzar también con
los acuerdos entre Rusia-Alemania en el gasoducto northstream II, el retiro de
los apoyos de los EE.UU. a los tratados globalistas TTP, TISA y TTIP, a los
acuerdos de Paris de reducción de emisiones de Dióxido de Carbono, etc.
En una digresión necesaria, es importante también poner de relieve como se
manifiesta esto en la relación entre Trump y el unipolarismo financiero
continentalista pro-ALCA del estado profundo republicano. En relación con este
punto fue central la crisis que le produce al TLCAN que impacto en la línea de
flotación del unipolarismo globalista pero también en el unipolarismo
continentalista. En relación con éste último es importante tener presente el
desarrollo de la crisis de los dos partidos políticos mexicanos, del PAN y del
PRI, que implico. Bipartidismo que expresaba en forma dominante los intereses
del unipolarismo continentalista.
El desarrollo de la crisis del bipartidismo pro-financiero, facilito la
consolidación del espacio político MORENA, conducido por Andrés López Obrador,
como opción lo cual se manifestó en el triunfo electoral de julio de 2018.
Logrando la mayoría electoral y la presidencia de nación, mayoría en el senado y
mayoría en el legislativo. Logrando con esto que se quebra la capacidad de
fraude electoral que impedía desde 2006, que una opción alternativa y López
Obrador pudieran ser reconocidos como ganadores y no el fraude. Esta crisis en
el bipartidismo pro-unipolarismo financiero continentalista tiene relación
directa con un cambio y crisis en la situación de poder al interior del
unipolarismo financiero transnacional que se manifiesta primero que nada en el
triunfo electoral de Trump, contra el estado profundo republicano y contra el
estado profundo demócrata en las elecciones de EE.UU. de 2016, y en la
consolidación del Brexit Británico a partir de marzo de 2017.
Esta realidad de crisis en los unipolarismos financieros es lo que permite que
la principal área geoestratégica de recursos de petróleo y gas que se encuentra
en el Mar Caribe, de México a Venezuela pasando por Cuba, las Antillas y
Colombia, pueda profundizar sus grados de libertad que se manifiestan en un
distanciamiento respecto de estos y en la consolidación de su aproximación a los
multipolarismos. Claro está que el Unipolarismo continentalista republicano, y
el comando sur del pentágono con organizaciones irregulares narcoterroristas,
están en una clara y definida política de asegurar el control de México, América
central, el Caribe y Suramérica, hasta las islas Malvinas, la Antártida y el
pasaje bioceánico sur-sur. Lo cual se manifiesta en las distintas acciones de
golpe de estado en Honduras, Nicaragua, Colombia, Ecuador, Perú, Argentina y
Brasil. Y en la diseminación de bases militares de apoyo en todos los puntos
estratégicos, por recursos naturales o pasos bioceánicos, de cada país.
Ahora retomando el eje central de este trabajo, Trump ya ha iniciado
discretamente discusiones con su homólogo ruso para retirar las tropas a ambos
lados de la frontera rusa, con ello también las tropas de la OTAN de la actual
línea de confrontación cerca de sus fronteras. La OTAN para Trump es considerada
una reliquia de la Guerra Fría, una organización para una guerra que ya no
existe. Y si ya no existe ¿por qué mantener a 35.000 soldados en Alemania?
Porque eso es un desembolso dinero que paga EEUU, no Alemania. Sitúa así a la
OTAN como una institución que “derrocha” dinero en gastos que ya no se
justifican.
Trump caracteriza así a la OTAN como obsoleta para una guerra fría que ya no
existe porque caduco con la caída de la URSS, y lo hace para justificarse ante
el gran público norteamericano principalmente. Pero, en el fondo, Trump piensa
que la OTAN debe ser desarticulada porque está al servicio de los intereses del
unipolarismo globalista desde que los gobiernos pro-globalistas de Clinton y
Obama la subordinaron a esa estrategia e interés desde 1993 en adelante. Por
ello Trump sigue y dice, si hay que derrochar, que se lo haga invirtiendo en la
producción de armas estadounidenses que pueden venderse bien en el exterior
generando ingresos pero no en soldados y bases militares que solo cuestan dinero
y mucho dinero. Es probable que después de las elecciones de noviembre de 2018
se lleve a cabo la retirada de las bases norteamericanas de Europa. Solo a
partir de entonces la Unión Europea tendrá, Trump y Putin mediante, la
posibilidad de mirar hacia el Este e integrarse a la Nueva Gran Formación Social
que se desarrolla bajo liderazgo de China y Rusia.
El acercamiento de Trump a Putin tiene un relieve muy importante. Ha sido la
escenificación más clara de que EE.UU. no se enfrenta a un enemigo mortal. Igual
situación observamos ya con Corea del Norte. Así hay que leer la gira de Trump
por Europa y Helsinki. Trump, necesita tiempo para su campaña electoral a fin de
poder tomar decisiones más drásticas y no perder votos en el Congreso y el
Senado al precipitarse. Lo necesita para irse deshaciendo de todos los
funcionarios parasitarios de Washington y Bruselas. Solo en Bruselas la OTAN
tiene 4.000 funcionarios y todos viven de la “amenaza rusa”. Si se destierra la
amenaza, estos 4000 funcionarios deben regresar a EE.UU. Putin y Trump coinciden
más que todo en lo siguiente: quieren centrarse en el frente interno antes que
en el externo y este es el mensaje central de la reunión de Helsinki.
Está claro que los globalistas temen que Putin y Trump lleguen a un acuerdo que
concluya por cambiar el orden mundial globalista. Las razones de estos no tienen
nada que ver con los intereses estadounidenses, más bien lo contrario. La cumbre
de Helsinki es literalmente una oportunidad para detener una nueva Guerra Fría
globalista con la invasión planificada de EE.UU. y Europa a través de fuerzas
mercenarias que están batallando hoy en los países del Medio Oriente ampliado,
que incluye a África del norte. Esto es para desestabilizarlos a fin de evitar
el avance de la Nueva Gran Formación Social bajo liderazgo del multipolarismo
chino, con su Nueva Ruta de Seda y la consecuente integración de Eurasia, África
y la Sudamérica hispana (que va desde México a la Antártida). El proyecto
multipolar, opuesto a esta guerra devastadora que costó ya millones de muertos,
defiende la idea de que para escoger su destino los seres humanos deben poder
organizarse a partir de sus Naciones, a partir de criterios pluriversales de
incluir en un todo que debe sintetizar-no-subordinando sino reconociendo lo
propio de cada nación, nacionalidad, territorio, religión, historia en un
proyecto común. Por consiguiente, el multipolarismo tiene su punto de partida y
apoyo en lo nacional y en lo economías nacionales en su enfrentamiento con el
unipolarismo global y su agente el capital financiero global, en relación de
tensión creativa entre lo cada nacional con lo pluriversal/universal concreto de
una Nueva Formación Social que se está constituyendo en Eurasia, África y la
América no anglosajona, por el primer impulso de liderazgo y motor de la China
multipolar.
En noviembre de 2018, Trump tiene como horizonte hacer del Partido Republicano
“su” partido, que ahora no lo es, al derrotar con mayor contundencia al Partido
Demócrata, copado desde su cúpula desde 1992/94 por los globalistas. A partir de
ese momento todo lo demás podrá ser secundario según él, y por ello, se supone
pospone hoy las decisiones más drásticas sobre el futuro de NAFTA, proyecto del
ala más conservadora y financiera del partido Republicano, el Tea Party en
parte.
Trump enfrentado a los bancos globalistas
 En febrero, Jerome Powell, quien fue elegido a dedo por Trump, se convirtió en
el jefe de la Reserva Federal y con ese nombramiento, más las renuncias de
Yellen y Stanley Fisher, los directivos de la Fed ya tendrían mayoría
republicana, para mal de los intereses demócratas globalistas. Para ello es
importante, recordar la gran corrida financiera contra Trump que se propició
desde la presidencia de la Fed de Yellen en febrero de 2018. Hecho que fue
repelido por la acción conjunta de Trump y de la China multipolar, que incluso
llego a poner a su disposición las toneladas de oro necesarias para que éste
pueda regresar al patrón oro-dólar pre-1973.
En el mes de junio, la Reserva subió la tasa de referencia por segunda vez en
2018 y proyecta dos aumentos más para este año. El presidente Donald Trump
criticó el 18 de julio la labor del director de la Reserva Federal, Jerome
Powell, diciendo que no estaba contento con el reciente aumento en las tasas de
interés de la FED. Trump pretende y necesita mantener bajos la tasa de interés
para avanzar con sus grandes proyectos de infraestructura a crédito. También
quiere un dólar que tienda a devaluarse para llevar la ´guerra de monedas´ con
China. Al mantener bajas las tasas de interés no habría mucha demanda de dólares
y podría mantener débil (bajo) al dólar. Trump manifestó su descontento con los
aumentos en la tasa de interés justo en la fecha a partir de la cual la Fed
tiene prohibida pronunciarse públicamente, sobre la conveniencia o no de cambiar
las tasas de interés. En la reunión del 1 de agosto la Fed “decidió” no aumentar
la tasa de interés.
Es un hecho que la política de la Fed, al igual que las políticas de todos los
bancos centrales, son dictadas por la administración central del banco central
de todos los bancos centrales, el Banco de Basilea (BIS), donde son dominantes
los intereses del globalismo financiero unipolar. Por lo tanto, la pregunta
lógica era si la Fed seguirá los lineamientos del BIS o seguiría la voluntad de
Trump. Sabemos que el BIS y con ello la inmensa mayoría de los bancos centrales
en el mundo, están alineados con las políticas globalistas y que su política
actual no es salvar al dólar ni a la economía de EE.UU., más bien apunta a hacer
colapsar la economía norteamericana y al dólar por todos los medios, para
imponer su propia moneda a través del FMI. Por ello su objetivo principal es
forzar una bancarrota en EE.UU., antes de las elecciones en noviembre.
Pretenden hacerlo mediante una política agresiva de alzas en las tasas de
interés y esto es así desde el momento mismo en que Trump asumió la presidencia
como ya hemos tratado en artículos anteriores. Una serie acelerada de alzas en
la tasa de interés (desde el 0,5% al 3%) conllevarían a la bancarrota a una
economía que esta sostenida a pura deuda pública y privada (tarjetas de crédito,
hipotecas, crédito para autos, para estudios, etc.) de emisión sin respaldo.
Todas estas deudas se tornan impagables a partir de constantes alzas en las
tasas de interés (tal y cual ya lo observamos con las decisiones del secretario
de estado Henry Paulson/Godman-Sachs en relación a la crisis financiera global
del 2007/8). Los globalistas podrían así responsabilizar a Trump por el
“desastre económico”, creando el terreno propicio para (los demócratas
globalistas) ganar y arrasar en las elecciones de noviembre intermedia de 2018 y
poder forzar su ´impeachment´, su “salida” del gobierno. Al haber mantenido la
tasa de interés sin cambios la Fed pareciera ¿NO-tener? el camino allanado para
alinear sus decisiones con los intereses globalistas.
Trump sabe, como la mayoría de los analistas, que tarde o temprano habrá un
colapso financiero. Él procura que este colapso se realice después de las
elecciones y que el motivo sea a partir del mal rendimiento de las empresas
globalistas en la bolsa de valores. Desde los últimos días de julio hasta el 1
de agosto, hubo un colapso en las acciones líderes en la bolsa de Nueva York
(Nasdaq). Las acciones FANG (Facebook, Amazon, Netflix y Alphabet (Google)
perdieron 220 mil millones de dólares en solo tres días. Trump lleva una guerra
contra dichas empresas globalistas líderes por haber desplazado y concentrado la
estructura productiva de estos productos y servicios fuera de EE.UU.,
específicamente en China (Ver Michael Snyder, Tech Stock Bloodbath,
www.silverdoctors.com, 2 de Agosto de 2018). Un colapso en la bolsa y, además,
una crisis económica y social, después de las elecciones de noviembre debido al
mal comportamiento de las acciones líderes de Wall Street, afectaría
directamente a los intereses globalistas.
Con ese resultado, a casi 20 años después que el Congreso demócrata la
eliminara, la ley Glass–Steagall estaría en condiciones para regresar. La ley
original Glass–Steagall de 1933, en medio de la Gran Depresión posterior al
estallido de la guerra/crisis financiera de 1929, prohibió a los bancos
comerciales realizar también la actividad de alto riesgo y no regulada
internacionalmente de la banca financiera o de inversión y decidió separar ambas
actividades, para no proteger todos los ahorros de la población. Sin embargo, el
Congreso derogó esta legislación en 1999, allanando el camino para la creación
de los gigantes bancarios como Citigroup, JPMorgan Chase y el Bank-of-América.
Las peticiones para reinstalar la ley de 1933, alcanzaron ya un punto crítico de
fiebre después de la crisis financiera de 2008. La plataforma del Partido
Republicano pide hoy explícitamente el regreso de la Glass-Steagall y el clímax
para implementarla sería un colapso bursátil pos elecciones de noviembre. A
partir de entonces, el capital ficticio, parasitario y especulativo de la gran
banca globalista estaría muy atado a las decisiones de políticas nacionales. Lo
cual volvería a reducir a un mínimo la fuerza del capital financiero
globalizado.
Guerra comercial y Guerra de monedas
 El hecho que la Fed no aumentó el 1 de agosto las tasas de interés, y al no
aumentarlo en lo que resta del año, tiene un impacto en la guerra comercial y la
monetaria. Pues los inversores extranjeros no se interesarán particularmente más
por los bonos norteamericanos, al no aumentar sus rendimientos por encima de los
vigentes en la UE, Japón e incluso China. Un alza en la demanda de dólares
hubiese significado un alza en la cotización del dólar frente a las otras
monedas. Trump necesita un dólar débil que tienda a devaluarse y solo lo
lograría con tasas de interés comparativamente bajas.
Los recientes ataques verbales del presidente de los EEUU, Donald Trump, a la
gradual subida de tipos de la Reserva Federal (Fed) y a la consecuente fortaleza
del dólar le llevan a la ofensiva proteccionista. Ante la actual guerra
comercial con China, a partir de aranceles sobre productos importados desde esa
nación. Sin embargo, Trump teme que China pueda avanzar con mayores
devaluaciones del Yuan. Como China no realiza importaciones en un porcentaje
importante desde EE.UU., la nación asiática no podrá competir en la guerra
comercial con una guerra de aranceles a los productos norteamericanos. Una
política más efectiva para China está en el terreno de la guerra de monedas,
devaluando el Yuan lo cual hace más baratos todos los productos chinos y más
caros los norteamericanos.
El curso del yuan chino retrocedió con respecto al dólar el jueves 12 de julio
de 2018 en un 1,1 % —la más fuerte caída en un día desde enero de 2016— y cotizó
a razón de 6,7249 la unidad luego de la intervención del banco central del
gigante asiático para devaluar la divisa nacional, informa Bloomberg. Las
últimas dos veces que China devaluó su moneda fue en Agosto y en diciembre de
2015. El resultado fue una caída del 11% en la Bolsa de Wall Street, que es la
Bolsa de Nueva York, y particularmente las tecnológicas son las primeras
víctimas de una devaluación china donde las marcas de este último país saldrían
más que todo beneficiadas porque ganan competitividad a partir de la devaluación
de su moneda. Esto sucede en el momento donde la batalla estratégica en la
guerra científico-tecnológica por el dominio y control del campo de la
Inteligencia Artificial se está librando.
Como respuesta Trump tiene la idea de colocar aranceles a todos los bienes
chinos sin excepción. A Trump le han preguntado por la posibilidad de que caigan
las bolsas tras sus políticas arancelarias. Su respuesta fue: “Si cae, que
caiga”. No estoy haciendo esto por política, estoy haciéndolo para hacer lo
correcto por nuestro país. La crisis de 2007-2008 ha desembocado en una Larga
Depresión económica que lleva ya una década.
 El proteccionismo de Trump expresa de una manera enmascarada por la grosería de
su personaje y su discurso, la necesidad de recuperar la rentabilidad de la
producción estadounidense. La apuesta de Trump y de los sectores del capital no
globalista que lo respaldan en estas medidas, es que de provocarse una nueva
gran crisis como la de 2007/2008 por las medidas que está aplicando, los
principales perdedores sean los globalistas. No es la ignorancia ni el delirio
del personaje lo que explica esta dinámica, es la crisis y el conflicto entre
fracciones de clase del capital financiero que muestra que es una clase superada
por la historia.
Este es el contenido que encierra el despliegue de la crisis mundial, que fue
primero una crisis por la “caída” de la torres financieras gemelas en nueva york
en 2001 mediante el uso de fuerzas militares mercenarias, que luego en 2007/2008
con la caída del Lehman Brothers se transforma en crisis financiera global a
partir de la decisión de la misma fracción que detono en 2001 la situación, es
entonces la que detona la caída del globalista Lehman Brothers no facilitando su
rescate por el City Group y si autoriza el de Merrill Lynch y Bears Stearns por
los continentalistas Bank-of-America y JPMorgan-Chase respectivamente.
Este es el antecedente de la nueva crisis por estallido de burbuja financiera
que pretenden imponer los actores del globalismo unipolar antes de noviembre de
2018 a la que se refiere Trump, a partir de lo cual plantea que el escenario es
conducir el proceso para poder ganar la elecciones intermedias en noviembre y
luego elegir el momento para que esta crisis de la burbuja financiera se
produzca bajo su control. Del mismo modo que Henry Paulson condujo el escenario
de la crisis a través de los aumentos en la tasa de interés que autorizo que Ben
Bernanke hiciera llevándola de un 1% al 5%, donde la deuda inmobiliaria se tornó
incobrable y, por lo tanto, basura. Lo cual inicio el estallido de la burbuja
financiera que se armó a partir de los bonos de deuda inmobiliaria. Una burbuja
la del 2008 que es 15 veces más pequeña que la de 2018, y que se armó a partir
de la emisión gubernamental de dinero sin respaldo, al 0% y absorbiendo la deuda
basura de las corporaciones financieras privadas.
 La propuesta de un capitalismo industrial productivo nacional de Trump es lo
que observamos en la confrontación principalmente con el unipolarismo financiero
global tal y como lo observamos en el G7, en la reunión por el Tratado de Paris,
en la reunión con Corea de Norte, en la desarticulación de los Tratados
globalistas TTP. Y especialmente en la confrontación con la Fed de Yellen y
Stanley Fisher en febrero de 2018, y en los límites impuestos al actual
presidente de la Fed.
Pero también lo vemos particularmente en sus acciones contra la OTAN Globalista
que hacen a debilitar su posición en la región del “Gran Medio Oriente”, que
contiene la segunda área Geoestratégica de la energía, petróleo y gas; pero
también lo vemos en la confrontación con unipolarismo continentalista
debilitando su posición en México y en Venezuela, en la principal área
geoestratégica de la energía, petróleo y gas, del Mar Caribe. Áreas
Geoestratégicas de la energía que fueron la base de sustentación de la crisis
del patrón monetario Dólar-Oro y su reemplazo por el Petro-Dólar en 1967/73 por
iniciativa de las corporaciones multinacionales de origen estadounidense, alemán
y japonés que desplazaban ya su centro de gravedad del país central de origen al
mercado mundial. Y que hoy son parte de ese pasaje de la crisis del patrón
monetario unipolar Petro-Dólar al esquema monetario multipolar Petro-Yuan-Oro.
 Los hechos de Trump en el gran medio oriente, que guardan relación con sus
diálogos con Putin y Xi Ximping, que tienden también están en relación con
desarticular eso que aparece con la “guerra de los 7 años en Siria”, una guerra
para imponer el “gran medio oriente” que es el proyecto globalista que impulsa a
través de Israel y Arabia Saudita como puntos de apoyo. Un proyecto que desde el
2012 tiene un objetivo estratégico que es bloquear el desarrollo de la
iniciativa multipolar de la “nueva Ruta de la Seda” que articula el
Asia-pacifico y al Asia-pacifico con la Unión Europea y el Reino Unido pos
Brexit anti-globalista. Iniciativa estratégica multipolar industrialista central
en la confrontación contra el Globalismo financiero unipolar.
Bibliografía consultada
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Jim Rickards, 27 de julio de 2018, Prepare For A MAXIMUM Chinese Yuan
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John Moran Robleda, 16 de julio de 2018, La Cumbre Trump – Putin: ¿Rehaciendo el
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Thierry Meyssan, 17 de julio de 2018, Trump y la burocracia de la OTAN, Red
Voltaire.
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Empire Strike Back?, www.silverdoctors.com 23 de Julio de 2018.
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Walter Formento et al., 2011, Crisis Financiera Global, Ed. Peña Lillo, Buenos
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Mundial, Ed Fabro, Buenos Aires.
Wim Dierckxsens - Walter Formento, 2018, La Crisis Mundial: Trump, Brexit,
BRICS, Francisco. Ed Fabro, Buenos Aires.

In
Dierckxsens
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Agosto 18

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