sexta-feira, 5 de agosto de 2022

¿Quién está llevando a la guerra a los Estados Unidos?

 

 



*/Los neoconservadores y los halcones liberales están completamente
alineados en la estrategia belicista. El Wall Street Journal declara que
Estados Unidos debe demostrar su capacidad para ganar una guerra nuclear
y la élite del Consejo de Relaciones Exteriores afirma que hay que
proteger a Ucrania y a Taiwán, ya que ambos son lugares militares
estratégicos./*

DEBORA VENEZIALE , EDITORA ESTADOUNIDENSE ESPECIALISTA EN CADENAS DE
SUMINISTRO GLOBAL.

Dos sectores históricamente en pugna dentro de EEUU se alinean por
primera vez para intentar hacer caer a Rusia y China. ¿Quiénes son y qué
consecuencias globales podría tener una extensión de la guerra?

El mundo está percibiendo las crecientes intenciones bélicas de Estados
Unidos. En medio del desarrollo de la crisis de Ucrania, Estados Unidos
y la OTAN han estado tratando de escalar su guerra de poder contra Rusia
mientras continúan intensificando su asedio y provocaciones contra
China. Si había alguna duda sobre las intenciones de Washington de ir a
la guerra con Pekín, debería disiparse con el segmento sobre los «Juegos
de Guerra» simulados del programa semanal de la NBC, Meet the Press del
15 de mayo.

Cabe señalar que el Centro para una Nueva Seguridad Americana (CNAS, por
sus siglas en inglés), que organizó estos «juegos», está financiado por
una serie de empresas militares y tecnológicas estadounidenses, como
Facebook, Google y Microsoft, la Oficina de Representación Económica y
Cultural de Taiwán y la Open Society de George Soros. Esta simulación
está claramente en consonancia con las demás señales hacia la guerra
procedentes tanto del Congreso como del Pentágono. Ya el 14 de abril,
una delegación bipartidista de legisladores estadounidenses visitó esta
isla china.

El 4 de mayo, Charles Richard, comandante del Comando Estratégico de
Estados Unidos, expuso en el Congreso las «amenazas nucleares» que
suponen Rusia y China para Estados Unidos, afirmando que es probable que
China utilice la coacción nuclear en su propio beneficio. El 5 de mayo,
Corea del Sur anunció que se había unido a una organización de
ciberdefensa en el marco de la OTAN, al mismo tiempo que fue invitada
junto a Japón a participar de la cumbre de la OTAN en Madrid, lo que
sugiere la posibilidad de una rama asiática de la OTAN.

Ante la agresividad y beligerancia de la administración de Biden en
asuntos exteriores, uno no puede dejar de preguntarse: ¿quienes abogan
por la guerra en la élite gobernante estadounidense? ¿Existe todavía un
mecanismo para frenar esa beligerancia ?

Este artículo llega a tres conclusiones. En primer lugar, en la
administración de Biden, dos grupos de élite de la política exterior que
solían competir entre sí, los halcones liberales y los neoconservadores,
se han fusionado estratégicamente, formando el consenso de política
exterior más importante dentro de la élite desde 1948 y llevando la
política bélica del país a un nuevo nivel.

En segundo lugar, teniendo en cuenta los intereses a largo plazo, la
gran burguesía de Estados Unidos ha llegado a un consenso: China es el
gran rival estratégico y ha decido dar un sólido apoyo a la política
exterior de Biden.

En tercer lugar, debido al diseño de la Constitución de EEUU, la
expansión de las fuerzas de extrema derecha, la monetización de las
elecciones y las llamadas “instituciones democráticas” están fuera de
todo control y son completamente incapaces de frenar la propagación de
las políticas beligerantes.

*La fusión de las élites beligerantes de la política exterior*

Entre los primeros representantes de los halcones liberales
estadounidenses se encontraban presidentes demócratas como Harry Truman,
John F. Kennedy y Lyndon Johnson, cuyas raíces ideológicas – el
intervencionismo liberal – se remontan a la idea de Woodrow Wilson de
que Estados Unidos debía estar en el escenario mundial luchando por la
democracia. La invasión de Vietnam se guió por esta ideología.

Tras la derrota en Vietnam, el Partido Demócrata redujo temporalmente
los llamamientos a la intervención como parte de su política exterior.
El senador demócrata Henry Jackson (también conocido el «senador de la
Boeing»), un halcón liberal, se unió a otros anticomunistas que apoyaban
la intervención internacional, ayudando a inspirar a un grupo de
neoconservadores. Los neoconservadores apoyaron al republicano Ronald
Reagan a finales de la década de 1970 por su compromiso de hacer frente
al «expansionismo» soviético.

Con la disolución de la Unión Soviética en 1991 y el auge del
unilateralismo estadounidense, los neoconservadores adoptaron la
política exterior expuesta por Paul Wolfowitz, que había sido ayudante
de Henry Jackson en su momento.

En 1992, apenas unos meses después de la desintegración de la Unión
Soviética, el entonces subsecretario de Defensa, Wolfowitz, presentó su
Guía de Política de Defensa, que abogaba explícitamente por una posición
unipolar permanente de Estados Unidos. Dicha posición se establecería
mediante la expansión del poder militar en la esfera de influencia de la
antigua Unión Soviética, con el objetivo de impedir el resurgimiento de
Rusia como gran potencia.

La «gran estrategia» unipolar de Estados Unidos, con la proyección de su
fuerza militar, sirvió para guiar la política exterior tanto de George
Bush padre y George Bush hijo, como de Bill Clinton y de Barack Obama.
La primera Guerra del Golfo fue posible, en gran parte, gracias a la
debilidad soviética. A esto le siguió el desmembramiento militar de
Yugoslavia por parte de Estados Unidos y la OTAN.

Después del 11 de septiembre de 2001, la política exterior de la
administración de Bush Jr. estuvo completamente dominada por los
neoconservadores, como el vicepresidente Dick Cheney y el secretario de
Defensa Donald Rumsfeld. Aunque ambos,defendían las intervenciones
militares en el extranjero, hay dos diferencias históricas entre los
halcones liberales y los neoconservadores.

En primer lugar, los halcones liberales creían que Estados Unidos debía
influir en la ONU y otras instituciones internacionales para llevar a
cabo una intervención militar, mientras que los neoconservadores
pretendían ignorar las instituciones multilaterales.

En segundo lugar, los halcones liberales buscaban que las intervenciones
militares se realizaran junto a los aliados occidentales liderados por
Estados Unidos, mientras que los neoconservadores no temían llevar a
cabo operaciones militares unilaterales y violar cualquier cosa que se
pareciera a las leyes internacionales.

Es un error común pensar que los dos partidos estadounidenses son
claramente diferentes en cuanto a la estrategia de política exterior. A
primera vista, es cierto que, entre 2000 y 2016, la Heritage Foundation
fue un importante bastión neoconservador que se inclinaba hacia la
política republicana, mientras que think tanks como la Brookings
Institution y el posteriormente la CNAS albergaron a los halcones
liberales del Partido Demócrata.

En cada think tank había miembros de ambos partidos cuyas diferencias se
centraban en propuestas políticas específicas, no en afiliaciones
partidistas. En realidad, detrás de la Casa Blanca y el Congreso, una
red de planificación política formada por fundaciones sin ánimo de
lucro, universidades, think tanks, grupos de investigación política y
otras instituciones, evangelizaba las «agendas» de las empresas y los
capitalistas con propuestas políticas e informes.

En el ámbito de la política exterior, el think tank más influyente desde
la Segunda Guerra Mundial es el Consejo de Relaciones Exteriores (CFR).
Este think tank recibe donaciones de diversas fuentes, y su actual junta
directiva incluye a Richard Haass, principal asesor de Bush padre en
Medio Oriente, y a Ashton Carter, Secretario de Defensa de Obama.

Antes de 2008, el principal objetivo estratégico de los
neoconservadores, reunidos en el Partido Republicano, era la
desintegración y desnuclearización de Rusia. Sin embargo, en torno a
2008, las fuerzas de la élite política estadounidense comenzaron a darse
cuenta que el ascenso económico de China era imparable y que sus futuros
líderes no serían los próximos Gorbachov o Yeltsin. Fue a partir de este
periodo cuando los neoconservadores vieron a China desde la perspectiva
de la confrontación y la “contención”.

La victoria de Trump en 2016 creó una breve turbulencia en el consenso
logrado por el CFR. Como escribió John Bellamy Foster con Trump en la
Casa Blanca, “todo parecía tragedia y farsa”. Trump llegó al poder en
parte gracias a la movilización de un sector neofascista basado en la
clase media blanca. Sólo una pequeña parte de la élite del gran capital
lo apoyó inicialmente, incluyendo a Dick Uihlein, propietario del
gigante naviero Uline, Bernie Marcus, fundador Home Depot, Robert
Mercer, inversor del medio de comunicación de extrema derecha Breitbart
News Network, y el banquero Timothy Mellon, entre otros.

La tendencia de Trump a reducir la participación en los asuntos
mundiales – en particular la retirada de las tropas de Siria y
Afganistán, y el contacto diplomático con Corea del Norte – satisfacían
los intereses a corto plazo de la baja y media burguesía y se ganaron el
apoyo de los “realistas” en política exterior, incluido Henry Kissinger,
pero molestaron a los neoconservadores. Un grupo de neoconservadores
jugó un papel importante en la campaña contra Trump, pero unos 300
funcionarios que habían apoyado a la administración Bush se pasaron al
bando demócrata en las elecciones de 2020.

Con el fin del gobierno de Trump, el CFR volvió a la normalidad, y los
neoconservadores y los halcones liberales de la administración Biden
están completamente alineados en la orientación estratégica belicista. A
partir del atentado del 11 de septiembre de 2001 y, sobre todo, después
de la crisis de las hipotecas subprime, la conciencia del imparable
ascenso de China unió a estos dos grupos de élite.

Ahora, el Wall Street Journal declara abiertamente que Estados Unidos
debe demostrar su capacidad para ganar una guerra nuclear, mientras que
la élite del CFR afirma que hay que proteger a Ucrania y a Taiwán, ya
que ambos son lugares militares estratégicos dentro del perímetro
militar occidental.

Sin embargo, el líder de la Guerra Fría, Kissinger, ha expresado su
preocupación y oposición a la actual política exterior de Estados
Unidos, argumentando que la estrategia correcta debería ser dividir a
China y Rusia, ya que una guerra directa con los dos países nucleares
tendría peligrosas consecuencias. Si todavía estuvieran vivos, Kennan y
McNamara habrían estado de acuerdo con Kissinger. La vieja generación de
líderes de la Guerra Fría se ha marchitado, y de todos modos ya nadie
los escucha.

*La burguesía estadounidense apoya la guerra contra China*

Hay que señalar que se está produciendo un cambio en la lógica de las
relaciones entre China y Estados Unidos: la burguesía estadounidense ha
ido apurando su alianza contra China y apoyando la estrategia belicosa
de la élite diplomática. Esta situación se debe a factores tanto reales
como ideológicos. Las cifras del PIB de Estados Unidos y Occidente
esconden notoriamente las contribuciones del trabajo en las fábricas del
Sur Global.

Las ventas altamente rentables de Apple dentro de Estados Unidos
aparecen en las cifras del PIB estadounidense, pero la fuente real de
sus altos rendimientos es el excedente creado por la mano de obra
productiva avanzada, masivamente eficiente y de bajo coste, en Shenzhen,
Chongqing y otras ciudades donde se encuentran las fábricas de Foxcon.
China cuenta con una infraestructura industrial, logística y social
extremadamente sofisticada que representa el 28,7% de la producción
industrial mundial.

Pocos sectores de la economía estadounidense dependen para sus ventas
del mercado local chino, sólo los fabricantes de chips son la excepción.
Ni Boeing, ni Caterpillar, ni General Motors, ni Starbucks, ni Nike, ni
Ford, ni Apple (con un 17%),  son importantes para el consumidor
chino.(Las transnacionales de EEUU obtienen apenas del 25% de sus
ingresos en China y su productos pueden ser reemplazos por la industria
de esa nación).

Por tanto, es poco probable que los directores ejecutivos
estadounidenses se opongan a la dirección de la política exterior de
Estados Unidos si a corto plazo no tienen la certeza de un mayor acceso
al creciente mercado interior de China. Una prueba más de esto es lo que
pasa con algunas industrias clave.

El primero es el zeitgeist (espíritu del tiempo) del momento, la
industria de la tecnología e Internet. Entre los 10 estadounidenses más
ricos, el único relativamente ajeno a ese sector es Elon Musk, – pese a
que su primera millonada, provino de esa industria -. En comparación con
la lista de los 20 estadounidenses más ricos de hace años, los
procedentes de la industria manufacturera tradicional, los bancos y la
industria petrolera han desaparecido. La mayoría de la élite tecnológica
tiene fuertes tracciones antichinos. Google, Amazon y Facebook
prácticamente no tienen mercado en China. Apple y Microsoft también se
enfrentan a crecientes dificultades.

Los gigantes tecnológicos estadounidenses anhelan un cambio de sistema
político en China -aunque haga falta una guerra- para abrir
completamente las puertas al mercado chino. Eric Schmidt, antiguo
presidente ejecutivo de Google, dirigió la creación de la Unidad de
Innovación de Defensa (DIU) y la Comisión de Seguridad Nacional sobre
Inteligencia Artificial (NSCAI). Su constante promoción de la teoría de
la «amenaza china» refleja la opinión predominante en la comunidad
tecnológica estadounidense. En los últimos dos años de guerra
comunicacional en torno a la pandemia, Hong Kong y Xinjiang , tanto
Twitter como en Facebook, han desempeñado un papel en la supresión de la
información objetiva de los hechos y han participado activamente en la
demonización de China.

Pocos capitalistas influyentes en Estados Unidos están dispuestos a
decir abiertamente que «China es nuestro principal enemigo». Pero, rara
vez se encuentran opiniones discrepantes o llamamientos a la moderación
en las columnas de opinión del New York Times o del Wall Street Journal.
Michael Bloomberg, que fue criticado por ser blando con China hace unos
años, ahora no llama a la moderación frente a la histeria bélica de los
medios. En cambio, fue nombrado presidente del Consejo de Innovación de
Defensa en febrero.

*El ascenso de la extrema derecha*

Bajo la élite burguesa gobernante, la hostilidad de las clases medias
estadounidenses hacia China tiene profundas raíces racistas. Los cuatro
años de gobierno de Trump fueron testigos de una alianza del populismo
con el movimiento de la derecha supremacista blanca que se autodenomina
la Alt Right. Su portavoz, Stephen Bannon, fundador del sitio web
Breitbart News, es uno de los activistas anti China más enérgicos en
Estados Unidos. Su base de apoyo proviene de la clase media baja: en su
mayoría personas blancas con ingresos familiares anuales de alrededor de
75.000 dólares.

La economía estadounidense nunca se ha recuperado del todo de la crisis
de las hipotecas subprime de 2008, cuando la política monetaria flexible
permitió a los grandes capitalistas cosechar enormes ganancias mientras
la clase trabajadora y la clase media baja sufrían grandes pérdidas.
Este último grupo, enfadado y frustrado con su situación y con una
necesidad imperiosa de un portavoz, fue el grupo electoral clave de
Trump, ahora con la ayuda del racismo «supremacista blanco», el
capitalismo racial y una «nueva guerra fría» impulsan la política de
aniquilar a China como oponente en el área internacional

*¿Estamos condenados a la guerra?*

En 2014, Xi Jinping, que se había convertido en el líder de China,
apuntó: «El amplio océano Pacífico es lo suficientemente vasto como para
abarcar tanto a China como a Estados Unidos». Por el contrario, Hillary
Clinton, entonces secretaria de Estado, afirmó : “Estados Unidos debe
llamar al Pacífico como «el mar americano».

En 2020, el Centro de Investigación Económica y Empresarial del Reino
Unido predijo que China superaría a Estados Unidos y se convertiría en
la mayor economía del mundo en 2028, un umbral que apremia a la élite
burguesa estadounidense. La política exterior y parte de la opinión
pública “americana” de los últimos años coinciden en la preparación de
una guerra caliente para contener a China antes de 2028.

La guerra de poder en Ucrania puede considerarse como el preludio de
esta guerra caliente. La movilización ideológica para preparar la guerra
ya está en pleno apogeo en Estados Unidos. Las ruedas del neofascismo
están girando y ha surgido una nueva era de macartismo. La llamada
política democrática no es más que una tapadera para el dominio de la
élite burguesa y no será un freno para detener la maquinaria de guerra,
es al parecer todo lo contrario, una justificación belicista.

Hay 140 millones de trabajadores pobres en Estados Unidos, 17 millones
de niños que pasan hambre, seis millones más que antes de la pandemia. Y
aunque una parte expresa su apoyo ia la política belicista de
Washington, hay una contradicción directa para con sus intereses reales.

Históricamente, los grupos progresistas tradicionales de Estados Unidos,
como el movimiento por los derechos civiles y el feminismo, tenían un
fuerte espíritu de lucha, y líderes como el Dr. Martin Luther King Jr. y
Malcolm X mostraron un valor asombroso en su lucha por crear una ola de
resistencia dentro de Estados Unidos contra la agresión de Washington en
el sudeste asiático.

Lamentablemente, algunos (pero no todos) de los líderes de los sectores
progresistas tradicionales de Estados Unidos se han convertido en
partidarios de la política imperialista y de las sistemáticas campañas
anti China. Tambien, importantes voces morales que se han manifiestan
contra el partido de la guerra, pero los pocos grupos progresistas que
se oponen a una nueva guerra fría han sido inmediatamente vilipendiados
por «justificar el genocidio de Xinjiang». El sistema mediático
estadounidense garantiza la impotencia de las voces de ese sector de la
sociedad.

Fuera de Estados Unidos y sus aliados, muchos países no ven con buenos
ojos la guerra que supone la agresiva expansión de la OTAN en Europa. El
2 de marzo, la Asamblea General de la ONU celebró la undécima sesión
especial de emergencia y países con más de la mitad de la población
mundial votaron en contra o se abstuvieron de votar el proyecto de
resolución titulado «Agresión contra Ucrania». Más todavía, países con
más de dos tercios de la población mundial no han respaldado las
sanciones dirigidas por Estados Unidos contra Rusia.

Los intentos de Washington de intensificar y prolongar la guerra y
forzar un desacoplamiento de Moscú y Pekín, llevarán a una dislocación
económica masiva, que a su vez provocará considerables reacciones
negativas contra el gobierno de Biden. De hecho, países como India y
Arabia Saudita están profundamente preocupados por los excesos de
Estados Unidos al congelar las reservas de divisas rusas y pretender
reforzar la hegemonía del dólar.

La resistencia al dominio de Estados Unidos está creciendo en América
Latina. Sin embargo, hay que tener en cuenta que plataformas
internacionales como la ONU no son realmente capaces de frenar a Estados
Unidos y sus guerras. Washington se niega a someterse a nada que no sea
su propio «orden internacional basado en normas».

La administración de Biden está proporcionando una ayuda militar masiva
a Ucrania para crear una guerra prolongada con el fin de debilitar a
Rusia y provocar un «cambio de régimen». También se ha desviado del
espíritu de las tres declaraciones conjuntas chino-estadounidenses y
está desestabilizando el estrecho de Taiwán.

Mientras que Estados Unidos tiene un gran poderío militar, su fuerza
económica actual, aunque aún es grande, está en un estado permanente de
declive y crisis. En 1950, Estados Unidos representaba el 27,3% del PIB
mundial (PPA), mientras que en 2020 había descendido al 15,9%. Su tasa
media de crecimiento anual ha caído a un nivel anual muy insuficiente:
apenas un 2% incluso antes de la pandemia. La producción manufacturera
de China es más de un 70% superior a la de Estados Unidos.

A pesar del reciente y enorme estímulo fiscal y monetario de más de 5
billones de dólares, la inversión fija neta de Estados Unidos sólo
aumentó un 1,4%. Esto ha provocado la actual ola inflacionaria. Esto no
se resuelve fácilmente y no tiene nada que ver con la guerra en Ucrania.
Con esta guerra Estados Unidos ha condenado intencionalmente a Europa a
un crecimiento probablemente negativo, a la inflación y al aumento del
gasto militar.

La estable gobernanza social de China, su fuerte defensa nacional y su
estrategia diplomática volcada a la paz pero desafiante pueden -como
dijo el  Consejero de Estado chino Yang Jiechi- “debemos proceder desde
una posición de fuerza para que Estados Unidos acabe abandonando la
ilusión de iniciar una guerra con China y ganarla”.

Al Sur Global le interesa que China siga siendo un Estado soberano
socialista fuerte y que impulse alternativas de gobernanza global como
su programa de crear una Comunidad con un Futuro Compartido y la
Iniciativa para Desarrollo Mundial. Es el momento de revigorizar
proyectos multilaterales del Sur Global como los BRICS y el Movimiento
de los Países No Alineados.

En esto, la mayoría del mundo comparte un interés común. La gran mayoría
de los habitantes de los países en desarrollo del Sur Global serán una
fuerza importante para exigir la paz y resistirse a la guerra. Estados
Unidos no será el primer imperio,, que producto de su soberbia y
arrogancia, acabe siendo derrotado por la historia.

Em
OBSERVATORIO DE LA CRISIS
https://observatoriocrisis.com/2022/08/05/quien-esta-llevando-a-la-guerra-a-los-estados-unidos/
5/8/2022

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