segunda-feira, 1 de agosto de 2022

Gramsci en el seno del Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST): una entrevista con Neuri Rossetto

 Instituto Tricontinental de Investigación Social,



  

Instituto Tricontinental de Investigación Social,

 

Las fotografías de este dossier, editadas por el equipo de arte del
Instituto Tricontinental de Investigación Social, son retratos de la
cultura viva expresada a través del arte, la educación, la agricultura,
la comunicación popular y las movilizaciones de masas del Movimiento de
Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) de Brasil. Cada fotografía es un
retrato de quienes lucharon antes que nosotrxs y siguen alimentando
nuestras luchas hoy: Rosa Luxemburgo en una pancarta, Carlos Marighella
en un tambor de samba, Carolina María de Jesús en una bandera, Zumbi dos
Palmares en un muro, Frida Kahlo en un lienzo, Bruno Pereira y Dom
Phillips en un escenario, el Che Guevara en un cobertizo en el campo y,
por supuesto, el propio Antonio Gramsci mirando una /mística/ en curso.
Las imágenes, al igual que el texto del dossier, comparten las
experiencias concretas de un movimiento que se nutre de las ideas de
Gramsci mientras siembra las semillas para la creación de una nueva
humanidad y la transformación de la sociedad.

 

Créditos: Coletivo de Comunicação do Norte do Paraná

 


    *Introducción*

A pesar de la insistente hegemonía del capitalismo y sus ideas
neoliberales imperantes, viviendo en una coyuntura marcada por la crisis
económica, política, social y ambiental, y todavía sin perspectivas de
superar la crisis sanitaria, continúan surgiendo diversas formas de
resistencia, luchas sociales y propuestas para un futuro emancipado.

Es en esta perspectiva de futuro, que se fundamenta en la posibilidad de
cambio y en la esperanza de la emancipación humana, donde nuestros
intelectuales deben “poner su corazón y su alma”, como afirmamos en el
dossier nº 13, /La nueva intelectualidad/
<https://thetricontinental.org/es/la-nueva-intelectualidad/>/,/ del
Instituto Tricontinental de Investigación Social. Tenemos que elaborar
propuestas creativas sobre cómo usar nuestra riqueza social para
resolver los problemas inmediatos de la humanidad, como el hambre, la
miseria, las enfermedades y las catástrofes climáticas; estudiar y
conocer las resistencias y luchas que surgen en cada rincón del mundo.
Algunas propuestas, en forma de boceto, están disponibles en el dossier
nº 48, /Construimos el futuro: un plan para salvar el planeta/
<https://thetricontinental.org/es/dossier-48-plan-para-salvar-el-planeta/>, elaborado por una red de institutos de investigación. También debemos desafiarnos a usar la creatividad para elaborar posibilidades de cooperación, solidaridad y enriquecimiento social y cultural entre los pueblos.

El comunista italiano Antonio Gramsci (1891–1937) ya prestó atención al
papel de las y los nuevos intelectuales que, al participar activamente
en las organizaciones políticas, se dedican a elaborar la conciencia
popular y a crear espacio para que florezcan las luchas populares.

Es en este contexto que queremos rescatar la obra de Gramsci y su legado
para las actuales trincheras de lucha, reforzando la batalla de ideas y,
como siempre dijeron Fidel Castro y José Martí, sabiendo que las luchas
dentro de las diversas instituciones culturales e intelectuales son tan
importantes como las luchas en las calles, porque estas batallas van
juntas y se alimentan mutuamente.

Por eso creemos importante traer a colación experiencias sociales
contemporáneas que beben de esa fuente, que se alimentan de las ideas de
Gramsci y consiguen, en la vida concreta, construir las semillas de
esperanza de este nuevo mundo. Hablamos de esperanza no solo con esta
perspectiva de futuro, sino también con el verbo /esperanzar/, como nos
enseñó Paulo Freire, que es levantarse, ir hacia atrás y llevar
adelante, es unirse a otros para construir desde hoy nuevas formas
sociales. Es en la acción de este verbo frente a las experiencias
sociales actuales que reside el camino alternativo de la humanidad.

El Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) en Brasil tiene
como desafío cotidiano crear esa esperanza. El MST, el mayor movimiento
popular de lucha de América Latina, surgió a principios de la década de
1980, transformando rápidamente la lucha campesina en una herramienta de
disputa con el autoritarismo en medio de la dictadura militar en Brasil
en ese momento. Sus acciones, mucho más amplias que la búsqueda del
acceso a la tierra, incluyen la reforma agraria —para democratizar el
acceso a la tierra y en ella producir alimentos saludables— y la lucha
por justicia social. Hoy cuenta con aproximadamente 500 mil familias
organizadas en el campo, entre acampadas (en ocupaciones de tierra
exigiendo su legalización por reforma agraria) y asentadas (que ya
conquistaron la tierra mediante la lucha). Todas estas familias siguen
organizadas en una estructura participativa, democrática e inclusiva a
nivel local, regional, estadual y nacional.

Desde esta perspectiva, para comprender mejor la importancia de Gramsci
y su legado para la construcción de este movimiento popular, en nuestro
dossier nº 54, /Gramsci en el seno del Movimiento de Trabajadores
Rurales Sin Tierra (MST): una entrevista con Neuri Rossetto/,
conversamos con el integrante de la Coordinación Nacional del MST. En
esta entrevista, Rossetto hizo hincapié, en primer lugar, en que él no
se considera un gramsciano, un experto en su obra, sino solo un
militante político que, admirador de Gramsci, busca llevar a los
movimientos populares un poco de la inestimable y extraordinaria
contribución que el pensador italiano aportó al movimiento
revolucionario de la clase trabajadora.

Al reflexionar sobre ese legado gramsciano y sus contribuciones para la
actualidad, Neuri Rossetto considera que hay tres retos principales en
la agenda: identificar con precisión a los adversarios de los programas
que afrontan los dilemas de la humanidad (como la reforma agraria);
establecer un diálogo permanente con la clase trabajadora para construir
un proyecto político para cada país, y fortalecer la capacidad
organizativa y política de nuestra base social.

Como decía en 1919 la consigna de la Revista /L’Ordine Nuovo,/ escrita
por Gramsci, Tasca, Togliatti y Umberto Tierracini: “Instruiros, porque
necesitamos de vuestra inteligencia. Agitaos, porque necesitamos de
vuestro entusiasmo. Organizaos, porque necesitamos de toda vuestra fuerza”.

Renata Porto Bugni, subdirectora del Instituto Tricontinental de
Investigación Social, entrevistó a Rossetto en 2021. Una versión
anterior de esta entrevista fue publicada en /Notebooks: The Journal for
Studies on Power [Cuadernos: Revista de Estudios sobre el Poder],/ una
revista apoyada por GramsciLab. Agradecemos la colaboración del
GramsciLab y del Centro per la Riforma dello Stato (CRS) —ambos miembros
de la Red de Institutos de Investigación— para la realización de este
dossier.

Esta entrevista también contó con la contribución indispensable y
solidaria de la profesora Cristina Bezerra de la Universidad Federal de
Juiz de Fora (UFJF), en Brasil.

 

Créditos: Mídia Ninja

 


      ¿Cuál fue la importancia del legado de Gramsci para las
      formulaciones de la lucha del MST? ¿Usted considera que el
      pensamiento gramsciano sigue siendo útil hoy en día para la
      construcción de organizaciones sociales y políticas y para la
      transformación de la sociedad?

Para nosotros como MST, un movimiento popular campesino que promueve la
lucha por la reforma agraria en Brasil, la contribución de Antonio
Gramsci es inestimable y extremamente necesaria para entender la
actualidad y la complejidad de la sociedad burguesa. Su superación,
desde una perspectiva socialista, nos exige una comprensión cada vez más
precisa y actual de su funcionamiento, de su reproducción, para —desde
sus propias contradicciones— descubrir los caminos de acción política de
las clases subalternas.

El MST siempre tuvo claro que el éxito de la lucha por la reforma
agraria en Brasil no resultará solo de la fuerza y la acción política
del campesinado. Democratizar el acceso y la propiedad de la tierra
cultivable exige movilizar a la sociedad en defensa de esta bandera e
incluir la reforma agraria —y el modelo de desarrollo de la agricultura
brasilera— en el corazón de un proyecto político-económico que responda
a las necesidades y los intereses del pueblo brasilero, no a los de la
clase capitalista. En este sentido, las contribuciones de Gramsci nos
alertan sobre las luchas cotidianas por la hegemonía y la necesidad
urgente de un proyecto de sociedad que se construya con la centralidad
de las luchas de los trabajadores. Este es el camino que intentamos
construir.

Con esos objetivos, tenemos un triple desafío: 1) identificar y definir
los principales enemigos de la reforma agraria, así como Gramsci
identificó las fuerzas del fascismo; 2) establecer un diálogo permanente
con las fuerzas populares de la sociedad civil, para construir un
consenso en torno a un proyecto político para el país; 3) elevar el
nivel de organización y politización de nuestra base social.

Por lo tanto, podemos citar tres ejemplos de cómo la vasta y provechosa
contribución teórico-política de Gramsci es actual y valiosa para que
los movimientos populares se constituyan en protagonistas de la lucha de
clases en la actualidad: comprender la acción del Estado, en su forma
ampliada, en sus intentos de lograr el control de los conflictos
originados por una sociedad dividida en clases; mirar a la sociedad
civil con su potencial para que las clases subalternas abran nuevas y
diversificadas trincheras de lucha contra la dominación de una minoría
sobre la mayoría; y desafiarnos permanentemente a constituirnos como una
fuerza política, teniendo como referencia el concepto gramsciano de
hegemonía.

 


      Según Gramsci, la sociedad civil está compuesta por lo que él
      denomina aparatos privados de hegemonía (que son instituciones de
      legitimación del poder, como la escuela, la iglesia, los
      sindicatos, los medios de comunicación, entre otros). ¿Cómo evalúa
      hoy la actuación de la sociedad civil frente al actual gobierno de
      Jair Bolsonaro en medio de la pandemia? ¿Cómo actúa/dialoga el
      movimiento con estas instituciones (en las trincheras y
      fortalecimiento de la sociedad civil)?

Lamentablemente, la sociedad aún sigue inerte ante toda la tragedia
humanitaria causada por la pandemia de COVID-19 y maximizada por la
política genocida del gobierno de Jair Bolsonaro. Da la impresión de que
la sociedad naturalizó las miles de muertes que se produjeron y, en
menor medida, se siguen produciendo diariamente por causa de la
pandemia. Hay que destacar que esta inmovilidad de la población antecede
al período de la pandemia.  Brasil es uno de los países con mayor
desigualdad social y económica del mundo; miles y miles de personas
pobres, especialmente la población negra, son asesinadas anualmente por
fuerzas policiales; y el Estado está cada vez más ausente con políticas
públicas en las crecientes aglomeraciones de favelas en los centros
urbanos. El inmovilismo social frente a la pandemia y a este gobierno
genocida tiene que ser visto en este escenario que estructuralmente
martiriza a la población pobre.

No obstante, hay signos alentadores y crecientes desde mediados de 2021
de que el letargo social ha comenzado a ser derrotado: se han dado
movilizaciones sociales en los centros urbanos.

Sobre nuestra acción, desde principios de 2020, cuando comenzó la
pandemia de COVID-19 en Brasil, el MST definió “Salvar vidas” como su
principal objetivo. Y en torno a esta bandera nos hemos estructurado en
cuatro frentes de lucha:

1)*Cuidado durante la pandemia*: a) internalizando en nuestra base
social las orientaciones y los cuidados preventivos dados por la
Organización Mundial de la Salud (OMS); b) exigiendo la vacuna como un
derecho universal para todos los pueblos; c) exigiendo al gobierno
brasilero una ayuda económica de emergencia, para que la población tenga
las mínimas condiciones de quedarse en casa mientras dure la pandemia;
d) defender y valorar la salud pública, a través del Servicio Único de
Salud (SUS).

2) Un frente de *brigadas de solidaridad* para distribuir alimentos
donados por los asentamientos rurales de la reforma agraria y, junto con
otras organizaciones progresistas, levantar cocinas populares para
distribuir al menos una comida diaria a la población en situación de
calle en los grandes centros urbanos. Solo en el estado de Pernambuco se
distribuyeron más de 720 toneladas de alimentos y 600 mil comidas entre
2020 y 2021.

No hay noticias de que el agronegocio, que acapara la tierra, el
financiamiento público y la asistencia técnica para la producción
agroexportadora, haya hecho donaciones de alimentos a la población pobre.

Además de la distribución de alimentos, en algunos estados,
principalmente en el nordeste brasilero, se formaron brigadas de agentes
populares de salud para visitar y orientar a las familias pobres en las
periferias de las ciudades.

3) La *Campaña ¡Fuera Bolsonaro, un gobierno genocida! *Tenemos un
gobierno militarizado, que, desde el comienzo de la pandemia, trabajó
sistemáticamente contra la ciencia, las directrices de la OMS y el
acceso a las vacunas, convirtiéndose en el mayor responsable de las más
de 650 mil muertes causadas por el COVID-19 en el país. “Salvar vidas”
fue la campaña que, en 2021, exigió destituir del cargo de Presidente de
la República a ese genocida y responsabilizarlo penalmente por las miles
de muertes ocurridas.

4) La *Campaña de siembra de árboles*, iniciada meses antes de la
pandemia, pero que ha cobrado aún más importancia en este período
excepcional, que nos impide realizar acciones que aglomeren a muchas
personas. Nuestra meta es plantar 100 millones de árboles en 10 años en
todo el país, es decir, hasta 2030. En los dos primeros años del plan,
se sembraron dos millones de árboles y se construyeron 100 unidades de
la Red de Viveros Populares, distribuidas por todo país. El objetivo es
avanzar en la recuperación y preservación del medio ambiente en nuestros
territorios.

Sabemos que el irracional desarrollo capitalista, que promueve la
destrucción ambiental en busca de la maximización de las tasas de
ganancia, amenaza la vida y el planeta.

Así, estas cuatro trincheras de lucha nos permiten dialogar y promover
diariamente articulaciones políticas con la sociedad civil, además de
contrarrestar los prejuicios dictados por el aparato privado de
hegemonía contra el campesinado y sus luchas.

 

Créditos: Wellington Lenon / MST-Paraná

 


      En un contexto de pandemia vemos que las crisis sanitaria,
      económica y política pueden dejar grietas para la organización y
      movilización popular en torno a otra hegemonía. ¿Cómo analiza el
      movimiento estas crisis en el país y cuáles son sus posibles
      consecuencias y las alternativas que se están creando?

Vivimos una crisis estructural del capitalismo que precede a la
pandemia. A diferencia de las crisis cíclicas, resultantes de la
superproducción capitalista, y de la crisis final, caracterizada por el
colapso del capitalismo, las crisis estructurales son períodos de cambio
y nuevas formas de acumulación capitalista. Son períodos de grandes y
profundas transformaciones, que generan crisis políticas, económicas,
sociales y ambientales. Crisis que aceleran la concentración del ingreso
y de la riqueza producidos y, en consecuencia, aumentan la exclusión
social y la pobreza en todos los continentes. A este escenario se suma
la demencial y temeraria explotación capitalista de los recursos
naturales, que provoca una destrucción ambiental que amenaza la vida en
el planeta. O sea, el capitalismo se muestra, socialmente, cada vez más
inhumano, más injusto, incapaz de promover una sociedad igualitaria,
solidaria y democrática.

Así pues, vivimos un período de inestabilidad mundial que presagia
cambios de época. Y estas crisis abren posibilidades históricas para que
las clases subalternas promuevan la impugnación de la sociedad burguesa
y consoliden victorias en la perspectiva de una sociedad socialista.

El MST junto con La Vía Campesina —organización mundial del campesinado—
ya aporta banderas de lucha con fuertes contenidos anticapitalistas. Lo
hacen al defender que los recursos naturales sean excluidos de la lógica
del mercado y que se ejerza un control social sobre ellos; al luchar
para que los alimentos dejen de ser mercancías y se conviertan en un
derecho universal; al enarbolar la bandera de la soberanía alimentaria
de todos los pueblos; al defender las semillas como patrimonio de la
humanidad y la producción de alimentos libres de agrotóxicos. Estas
luchas, todavía restringidas a su carácter anticapitalista, son ya
embriones de una nueva sociedad o de una nueva hegemonía.

Existe, todavía en este escenario de inestabilidad mundial, una disputa
por la hegemonía del planeta entre Estados Unidos y China. El primero,
aunque mantiene una superioridad militar incuestionable, está en declive
frente al ascenso de China como potencia mundial. Consideramos que aquí
también se abren brechas históricas para el surgimiento de un nuevo
orden mundial. Por medio de la Asamblea Internacional de los Pueblos
(AIP) luchamos por un mundo libre de países imperialistas, libre de
guerras y de hambre, que promueva un desarrollo económico ambientalmente
sostenible, socialmente justo, igualitario y democrático. Luchamos por
una humanidad socialista.

Por ello, la AIP promueve su /3º Seminario Dilemas de la Humanidad –
Diálogos entre Civilizaciones/, con el objetivo de discutir medidas de
emergencia postpandemia y definir banderas de luchas que señalen un
mundo post-capitalista. Las actividades en marcha culminarán en 2023 en
una gran actividad internacionalista a realizarse en el continente
africano, con representantes de los pueblos de todos los continentes del
planeta.

Por último, la pandemia de COVID-19 mostró el fracaso de las políticas
neoliberales en todo el mundo, en especial en el área de salud, con la
evidente incapacidad de la medicina comercial para hacer frente a una
pandemia.

Los gobiernos que adoptaron políticas en defensa de la vida y
establecieron medidas económicas de emergencia para asegurar condiciones
de vida digna a sus pueblos, no solo tuvieron más éxito en el combate a
la pandemia, sino que también están saliendo más rápido y más fuertes de
la crisis económica generada por el COVID-19.

La pandemia, con un costo inconmensurable de cientos de miles de vidas,
nos dio la posibilidad de fortalecer nuestras luchas en defensa de las
políticas públicas de salud, vivienda, saneamiento básico, educación,
derechos de género y cuidado de la naturaleza. En fin, políticas
públicas para promover la dignidad humana.

En síntesis, la crisis estructural del capitalismo y la crisis mundial
generada por la pandemia abrieron posibilidades históricas tanto de
luchas que atiendan las demandas inmediatas de emergencia, como de las
banderas que rescatan la utopía socialista como ideal de sociedad futura.

El tiempo dirá hasta que punto las clases subalternas supieron
aprovechar las brechas que se abren hoy en la historia de la humanidad.

 


      Gramsci resalta la importante tarea de los partidos políticos en
      la sociedad moderna de crear un terreno propicio para una reforma
      intelectual y moral que desarrolle una nueva voluntad colectiva
      nacional-popular. En Brasil, ¿el MST ha asumido ese papel?

El MST es un movimiento popular, compuesto por trabajadores y
trabajadoras rurales y campesinos que tienen como agenda inmediata la
lucha por la reforma agraria en Brasil y la garantía de condiciones de
vida dignas para las personas asentadas. A lo largo de nuestra
existencia, nos hemos convencido cada vez más de que esta lucha no se
lleva a cabo de forma aislada en el campo ni encuentra sus límites en el
orden burgués. Así, el movimiento amplió su red de relaciones sociales y
políticas, buscando aliados en esa tarea, tanto en el campo como en la
ciudad, y convirtiéndose en aliado de muchas otras luchas que son
necesarias para enfrentar la sociabilidad burguesa.

La globalización económica neoliberal y la división planetaria de la
producción capitalista subordinaron el desarrollo económico brasilero a
una plataforma de exportación de productos primarios. Esto hizo inviable
una reforma agraria que sirviera también a los intereses de la burguesía
industrial y que al menos distribuyera tierras al campesinado para
producir materia prima para la industria y el fortalecimiento del
mercado interno. Ni siquiera eso sucedió. A la burguesía que acapara las
tierras le importan únicamente los intereses del mercado externo (para
leer más sobre ese asunto, consulte nuestro dossier nº 27
<https://thetricontinental.org/es/dossier-27-tierra/>, /Reforma Agraria
Popular y lucha por la tierra en Brasil/.

Al MST le correspondió reelaborar su propuesta de reforma agraria,
sistematizada en su /Programa de Reforma Agraria Popular/. Allí, además
de la lucha por la democratización de la propiedad de la tierra,
defiende un modelo de agricultura centrado en la producción de alimentos
saludables para la población brasilera.

Es esa complejidad actual de la lucha por la reforma agraria, tanto por
sus demandas populares como por su alcance político, la que exigió
nuevas elaboraciones de propuestas para la agricultura, una
cualificación organizativa y un amplio abanico de aliados, tanto
nacionales como internacionales.

En este escenario estamos conscientes de las responsabilidades y de la
necesidad de cualificar nuestra fuerza política, tanto en su nivel
organizativo como en su nivel ideológico, para tener una mayor
incidencia en la lucha de clases.

Sin embargo, no pretendemos asumir el papel de un partido político
/stricto sensu/, pues creemos que este instrumento político está más
allá de nuestro ámbito de actuación. Esto no significa que tengamos una
posición suprapartidista o apartidista. Consideramos que la articulación
de movimientos populares, sindicatos y partidos políticos es fundamental
para la construcción de otra sociabilidad, alternativa y contraria al
orden burgués.

 

Créditos: Matheus Alves

 


      Gramsci no era un intelectual de “biblioteca”. Su construcción
      intelectual se daba en las relaciones de convergencia y
      divergencia que permearon su vida, que antes de la cárcel fue
      políticamente muy activa. Es notable que un movimiento social
      amplio como el MST haya sido capaz de desarrollar esa conexión
      intrínseca entre la práctica y la teoría. Cuéntenos más sobre la
      importancia de esa praxis hoy.

Ese es un desafío permanente y dinámico, como cualquier otra relación
dialéctica. Un amigo del MST, el profesor José Paulo Netto, nos dijo una
vez, explicando didácticamente la relación dialéctica entre teoría y
práctica (dos caras de la misma moneda) que, para la teoría, la
adquisición de conocimientos es un fin, para la práctica, es un medio
para cualificar la acción política. El criterio para la teoría es la
verdad, para la acción política el criterio es la correlación de
fuerzas. El tiempo para la teoría es indefinido, para la acción
política, es el momento.

Siendo así, ¿es posible pensar la una separada de la otra? O, incluso,
¿cómo priorizar una en detrimento de la otra?

Necesitamos de la teoría y del conocimiento para cualificar nuestra
acción política. Pero el conocimiento solo, aislado de la acción
política, se convierte en una fuerza muerta.

En el otro extremo, la advertencia de Lenin es actual: “Sin teoría
revolucionaria, no hay movimiento revolucionario”.

Y, además, es correcta la advertencia de Palmiro Togliatti, dirigente
del Partido Comunista Italiano (PCI) y compañero de Gramsci, cuando
afirmó que quien se equivoca en el análisis, se equivoca en la acción
política.

A partir de ese legado de grandes pensadores de la clase trabajadora y
de las luchas populares, en todos los tiempos y lugares, tratamos
siempre de consolidar el conocimiento adquirido con la acción práctica.
De nada serviría apropiarnos del conocimiento libertador del educador
Paulo Freire si no lo implementamos en nuestras escuelas en las áreas de
asentamientos y en los campamentos. Lo mismo vale para el conocimiento
sobre agroecología. Este conocimiento solo culmina cuando se pone en
práctica en el cultivo de alimentos. De poco serviría memorizar el
extraordinario /Qué hacer/ de Lenin si no tenemos la capacidad de
entender su mensaje para la acción política, de acuerdo con nuestro
tiempo y nuestra realidad.

Así, en todas nuestras áreas de actuación buscamos, de forma permanente
y, vuelvo a resaltar, con su carácter dinámico, la complementariedad
entre la teoría y la práctica. Esa dualidad-unidad exige una vigilancia
y una insistencia constante de la organización.

Por último, no subestimamos la importancia y la fuerza de la acción
política y de las movilizaciones populares como elemento educador de las
clases subalternas. Las masas populares aprenden y se educan en las
movilizaciones populares. Allí, en el movimiento de las masas, reside la
fuerza política de la organización y se mejora el nivel
político-ideológico de las masas.

 


      ¿Cómo son los procesos formativos de elevación de la conciencia en
      las prácticas del movimiento? ¿Y cómo entienden y practican los
      militantes la idea de intelectual orgánico de Gramsci?

La respuesta a esta pregunta se encuentra, inicialmente, en el enunciado
de la pregunta anterior, que Gramsci no era un intelectual de biblioteca.

Pero creo que el primer ejemplo de intelectual orgánico vino del propio
Karl Marx. El filósofo alemán, con su obra compleja y genial, tuvo la
permanente preocupación de revisar la forma y la metodología de
exposición de sus investigaciones a la clase trabajadora. Al menos tres
preocupaciones centrales guiaron sus presentaciones: ser mejor
comprendido por las y los trabajadores, la certeza de que solamente la
clase trabajadora podía transformar el conocimiento científico en una
herramienta para la lucha de clases, y la necesidad de promover una
síntesis entre la teoría y la práctica política.

Sobre Lenin, basta recordar que el propio Gramsci lo consideraba, junto
con Marx y Engels, uno de los fundadores de la filosofía de la praxis.
Pero ciertamente, además de su trayectoria histórica de líder
partidario, el triunfo de la revolución de 1917, bajo su liderazgo, dio
a Lenin el mérito definitivo de ser un filósofo de la praxis.

El pensador marxista Michel Löwy nos dice que los intelectuales que
necesita la clase trabajadora deben tener la responsabilidad de
transmitir la herencia del pensamiento crítico y revolucionario; tener
la capacidad de analizar las estructuras dinámicas de la sociedad
burguesa, el funcionamiento y la capacidad de renovación del
capitalismo, proponer alternativas; y tener la capacidad de aprender con
los movimientos populares.

Para el gramsciano Guido Liguori, no hay ningún momento en el que
Gramsci exalte al /pueblo/ o a los /subalternos/ tal y como son; si los
subalternos son así, continúa Liguori, pero quieren convertirse en
hegemónicos, deben antes de nada transformarse a sí mismos y adquirir
conciencia de clase. ¿Cómo hacer de los estratos subalternos una clase o
una alianza de clases? El propio Liguori responde: un grupo de líderes
conscientes debe educar a las masas, sino ellas permanecerán
estacionadas en el nivel espontáneo del sentido común, un nivel
limitado, insuficiente e intrínsecamente subalterno.

Nosotros en el MST recurrimos a todos esos conocimientos que nos han
legado las luchas por la emancipación humana y social y los elaboradores
del pensamiento crítico y revolucionario. Con este legado,
sistematizamos nuestra comprensión del intelectual orgánico y su papel
en la lucha de clases. Para nosotros, la propia clase trabajadora debe
formar a sus intelectuales, a partir de la educación formal, la
formación política y las luchas populares y de clase. Este intelectual
tiene la tarea de contribuir a la educación y organización de la clase
en torno a un proyecto político y a la construcción de una hegemonía. Y,
aún más, repitiendo a Liguori, contribuir para que los estratos sociales
subalternos adquieran un sentido crítico y una conciencia de clase,
superando el sentido común.

Por último, el dinamismo de la lucha de clases, cada vez más compleja,
impondrá, a su tiempo, renovaciones y adecuaciones en las atribuciones y
en el perfil de las y los intelectuales orgánicos que necesita la clase
trabajadora.

 

Créditos: Juliana Adriano

 


      Gramsci escribió sus cuadernos de la cárcel en un momento de
      derrota. Él quería saber por qué la clase trabajadora se desvió de
      la hegemonía de los sindicatos y de los partidos de izquierda
      hacia las organizaciones fascistas. ¿Usted podría reflexionar
      sobre estas observaciones de Gramsci

Es cierto que la clase trabajadora vivía un período de derrota en el
momento de los escritos de Gramsci en la cárcel. No obstante, en el
análisis gramsciano, en ese mismo período histórico, los segmentos
sociales dominantes también estaban fragmentados con relación a las
clases subalternas.

Había contradicciones y diferencias entre los segmentos dominantes, tan
profundas y complejas que amenazaban su hegemonía sobre la sociedad. Por
lo tanto, era necesaria una unificación política de la dominación
burguesa. Esta necesidad fue la constatación más exacta de la fragilidad
de la hegemonía dominante en aquel momento.

De esta relación política proviene toda la complejidad y la riqueza de
la visión de Gramsci sobre su tiempo histórico y sobre el papel que
desempeñaría el fascismo en el restablecimiento del dominio y la
hegemonía de la clase dominante, debilitada tras la Primera Guerra
Mundial (1914 – 1918).

El extraordinario pensador latinoamericano, cubano y marxista, Fernando
Heredia, siempre nos recordaba que la clave de dominación es el momento
del /consenso/ y no el de la /coerción/. Al recurrir al fascismo, una
construcción histórica, la burguesía buscaba recomponer la centralidad
de sus intereses sobre la sociedad italiana.

En ese escenario histórico, uno de los segmentos de la clase dominante,
con el apoyo de los grandes terratenientes y del gran capital
industrial, logró obtener el /consentimiento/ de la pequeña burguesía
para su proyecto de dominación fascista. Esos segmentos dominantes, con
su proyecto fascista, promovieron un /subversionismo reaccionario/, algo
que dialoga muy bien con el concepto gramsciano de /revolución pasiva,/
esto es, un proceso que parece ser revolucionario, pero que no altera la
estructura social o estatal. Frente a un orden burgués, fragmentado y
debilitado, no nos parece difícil comprender la construcción de un
consenso alrededor de un proyecto político que lleve un mensaje de
transformación y que abra la perspectiva de un futuro que responda a los
anhelos de un pueblo, aunque este proyecto sea de carácter reaccionario
y coercitivo. Así, la pequeña burguesía, instrumentalizada por el Estado
y asociaciones capitalistas, se sintió protagonista de los
acontecimientos políticos fascistas.

A partir de estas reflexiones, Gramsci desarrolla toda su teoría sobre
la esfera de la política y de las relaciones que se construyen en esta
esfera en la lucha por la hegemonía. Descubre también que esta hegemonía
se produce a través de elementos ideológico-culturales y relata las
formas en que el fascismo utiliza estos elementos en el proceso de
dominación.

Por lo tanto, para Gramsci, la lucha por la emancipación humana y social
exige que los sujetos menos favorecidos, los más excluidos y oprimidos,
organizados de modo colectivo, promuevan la ruptura con el consenso
dominante. Paulo Freire, educador brasilero, complementaba ese desafío
diciendo que las clases subalternas deben adquirir la capacidad de
promover un desvelamiento crítico de la realidad, recrear su forma de
“leer” el mundo, ser protagonistas de su propia historia y sujetos de la
transformación de su realidad.

Por último, una de las más bellas reflexiones de Gramsci es cuando
afirma que hegemonía es un proceso que expresa conciencia y valores
organizados en torno a un proyecto político.

 

Créditos: Igor de Nadai

 


      Uno de los principales conceptos estratégicos de Gramsci es el
      “bloque histórico”, la estrategia de hegemonía de Gramsci. ¿Usted
      podría reflexionar un poco sobre el proceso de construcción de tal
      bloque histórico en el contexto brasilero?

Esa pregunta me permite complementar el concepto gramsciano de
hegemonía, como fue enfatizado en la respuesta de la pregunta anterior.

Para Gramsci el proceso de conquista de la hegemonía nunca fue algo
abstracto, limitado solo al campo de las ideas, de la conciencia o de
valores idealizados. Basándose en el método del materialismo histórico,
tan bien fundamentado por Karl Marx y Friedrich Engels, Gramsci resalta
que el proceso de conquista de la hegemonía se produce en el ámbito de
la base de la sociedad. En otras palabras, en la estructura económica.
O, más precisamente, en las relaciones de producción.

Esto es lo que sucedió con el fascismo en ese momento histórico.
Conquistó una hegemonía porque logró dar respuesta a varios procesos
económicos, culturales, ideológicos y políticos. Y así, por medio de la
pequeña burguesía, el Estado y las asociaciones capitalistas obtuvieron
el consenso y la dirección de las clases dominadas. Destaca que nunca
fue una hegemonía plena. Hubo una resistencia significativa de partes de
la clase trabajadora.

Nada más didáctico que la formulación gramsciana de que la hegemonía de
la clase trabajadora comienza en la fábrica. Es ahí, con sus luchas
económicas y empresariales, donde la clase trabajadora adquiere la
conciencia para un momento ético-político y evoluciona hacia una
conciencia en sí, una conciencia de clase.

Así pues, la hegemonía es la capacidad que tiene una determinada fuerza
política de construir consenso en torno a un proyecto político. Es el
proyecto político el que evidencia la necesidad de un bloque histórico,
para que la clase trabajadora pueda conquistar su hegemonía.

En Brasil vivimos un largo período de descenso de la clase trabajadora.
Un período que comienza en los años de 1990 y se extiende hasta la
actualidad.

Por otro lado, la crisis estructural del capitalismo evidenció la
incapacidad de la burguesía brasilera de alimentar un imaginario popular
que le asegurara victorias electorales en la conducción del país. Las
cuatro victorias consecutivas de los gobiernos del Partido de los
Trabajadores (PT) no sacudieron los cimientos de la hegemonía dominante,
pero sí asustaron a la burguesía. Lo suficiente como para que promoviera
un golpe de Estado en 2016 para destituir a Dilma Rousseff como
presidenta de la República, legítimamente reelegida en 2014. Como paso
siguiente, reflejando aún la fragilidad de su hegemonía, la burguesía,
ante la posibilidad de una nueva victoria de la candidatura del PT, no
dudó en apoyar a un candidato conocidamente delirante.

El innombrable ganador [Jair Bolsonaro], a cambio del apoyo masivo que
recibió de la burguesía, ha intentado implementar una política económica
ultra neoliberal y ejercer su mandato presidencial como un gobierno que
coquetea con el fascismo, para algunos, y con trazos de un gobierno
bonapartista, para otros.

Así, entre los sectores progresistas hay un entendimiento casi unánime,
que tendremos una larga jornada para derrotar al bolsonarismo que ha
aflorado en la sociedad brasilera, incluso si Bolsonaro es derrotado en
las elecciones de octubre de 2022.

En su libro /Qué es la revolución/, el sociólogo marxista Florestan
Fernandes se preguntaba a sí mismo cuál sería el papel de la clase
trabajadora en períodos defensivos y cuando el proletariado carece de
medios propios de organización y de autonomía de clase.

Él mismo respondía a la pregunta, diciendo que era el momento para que
la clase trabajadora promoviera luchas por reformas estructurales, /la
revolución dentro del orden/. Y enfatizaba que la participación política
de la clase trabajadora en la profundización de la /revolución dentro
del orden/ produciría consecuencias socializadoras de importancia
estratégica.

El MST, a través de su lucha por la Reforma Agraria Popular, una de las
reformas estructurales que la clase dominante de la sociedad
urbano-industrial no ha hecho, busca elevar el nivel de organización y
de politización de su base social, en una perspectiva de conquista de un
proyecto político emancipador y socialista.

En otro frente de lucha, el MST es uno de los protagonistas en la
construcción de un Proyecto Popular para Brasil. Este proyecto busca
consolidar un bloque histórico que promueva luchas anticapitalistas,
emancipatorias y conquistas económicas inmediatas que atiendan las
necesidades e intereses de la clase trabajadora. Está sistematizado en
torno a siete paradigmas:

 1. Buena vida para todos
 2. Defensa de la naturaleza como un bien común
 3. Construcción permanente de una sociedad igualitaria
 4. Valorar y respetar la diversidad social y cultural
 5. Democracia y participación popular en la gestión del Estado
 6. Soberanía y desarrollo en beneficio del pueblo
 7. Práctica de valores humanistas

Esperamos que tanto el proyecto político de la Reforma Agraria Popular
como el Proyecto Popular para Brasil nos ayuden a incorporar más actores
sociales y populares que asuman posiciones contestatarias al sistema
capitalista, rescaten una matriz ético-político-cultural que permita
integrar todas las demandas emancipadoras y promuevan la articulación
social y política de los sujetos subalternos, como protagonistas de
alternativas emancipatorias antiimperialistas y anticapitalistas. Así,
esperamos que la consolidación de este bloque histórico en torno a los
dos proyectos nos permita avanzar en el proceso de conquista de la
hegemonía de la clase trabajadora.

Créditos: Mídia Ninja
Em

TRICONTINENTAL
https://rebelion.org/gramsci-en-el-seno-del-movimiento-de-trabajadores-rurales-sin-tierra-mst/
19/7/2022

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