segunda-feira, 19 de janeiro de 2015

De la fábrica recuperada a la red de empresas cooperativas




Isidro Jiménez

El Salmón Contracorriente



Con la crisis de 2001, Argentina vio renacer una importante cantidad de
proyectos basados en los movimientos obreros, como es el caso de las
fábricas recuperadas por sus trabajadores y trabajadoras ante su cierre.
Casi 15 años después, esa herencia de lucha colectiva y asamblearia en el
terreno de la economía social se extiende a otros proyectos, como las
jóvenes empresas cooperativas que aparecen en las grandes urbes
argentinas.



En el barrio de Palermo, uno de los más extensos de Buenos Aires Capital, se
encuentra el gran pulmón verde de la ciudad, los bosques de Palermo, y también
un pequeño espacio donde la economía social respira hondo. El Mercado Solidario
de Bonpland es una nave de estética industrial, con la estructura de hierro tan
característica de los mercados de abasto. Allí se organizan 25 puestos con
alimentación, cerámica, ropa de diseño artesanal, higiene, libros, joyas... bajo
criterios sociales y medioambientales que hacen de argamasa de un proyecto donde
confluyen muchos otros.
La propia nave experimentó la crisis que estalla con el inicio de este siglo y
se mantuvo en estado de abandono hasta que el movimiento barrial, La Asamblea de
Palermo Viejo, decide ocuparla en octubre de 2002. Ese mismo año, el 50% de la
población argentina vivía bajo el umbral de la pobreza y la actividad económica
se había reducido en un 10% en tan sólo dos años. Desde entonces, las
negociaciones con el Gobierno de la ciudad han pasado por todo tipo de etapas y,
aunque algunas asociaciones e iniciativas dejaron el proyecto, otras nuevas han
llegado con fuerza.

Es el caso de Colectivo Solidario, en cuyo puesto nos recibe Montse Miño,
mientras corta un enorme queso de mozzarella para una clienta porteña: “Este
queso lo produce una fábrica recuperada. Ante el cierre, los trabajadores se
encargaron de su gestión”, nos cuenta.

Esta es una de las líneas fundamentales del proyecto, el apoyo a empresas
recuperadas, aunque cada vez introducen más criterios relacionados con la
agricultura ecológica y la sostenibilidad medioambiental. La economía social y
solidaria revivió en Argentina azuzada por la crisis de 2001 y ahora van tomando
forma otros proyectos que amplían y experimentan con el territorio de la
economía social: “En estos años se ha avanzado enormemente en la elaboración de
otras formas de producir, necesitamos ahora dar pasos en la distribución, el
consumo y la utilización de desechos y residuos. Esto también es fundamental
para recuperar la soberanía en el consumo”, explican.

Colectivo Solidario es una cooperativa de trabajo que nace en 2010 y ya cuenta
con siete jóvenes profesionales en diversas áreas. La última en llegar es
contable, ante el crecimiento en la gestión de pedidos. Comenzaron vendiendo
productos en internet y algunas ferias ocasionales, hasta que en 2011 pasaron a
ocupar un espacio en el Mercado de Bonpland. Hacen de intermediarios entre los
productores de la economía social y la ciudadanía porteña más sensibilizada con
este tipo de consumo, pero no quieren limitarse a ser unos “pasa manos de
productos”. De hecho, para obtener la licencia de empresa cooperativa tuvieron
que convencer al Ministerio de Desarrollo Social de que su actividad no es
meramente especulativa: “Hay un cuello de botella porque las empresas de la
economía social tienen una producción creciente y no llegan al gran público”,
explica Montse, que nos muestra gráficos pormenorizados sobre cómo se reparte el
dinero en cada eslabón de su actividad.



Colectivo Solidario consiguió entrar hace dos años en el Programa de Trabajo
Autogestionado, una línea de ayuda con fondos del PNUD y el Ministerio de
Trabajo, Empleo y Seguridad Social, que se creó ante la demanda de inversión de
las fábricas recuperadas. A través del programa reciben 800 pesos mensuales
(unos 80 euros) por cooperativista y acceden a otras ayudas para, por ejemplo,
la compra de una furgoneta, un frigorífico y una máquina de corte de embutido.
Además, como cooperativa de trabajo disfrutan de algunas exenciones fiscales, en
la tributación de Impuestos a las Ganancias y en los Impuestos de Ingresos
Brutos.

Como otras entidades de la economía social, Colectivo Solidario pone especial
cuidado en los criterios sociales y medioambientales que les identifican, de tal
forma que sus productos provienen de fábricas recuperadas, emprendimientos de la
agricultura familiar, cooperativas de trabajo y proyectos productivos
asociativos. También distribuyen productos agroecológicos, pero el primer
eslabón lo ocupan los proyectos colaborativos y autogestionados, bajo criterios
de horizontalidad y participación.

En estos cinco años de vida han ido estableciendo una red de confianza con estos
productores y con otras entidades de la economía social, que intentan trasladar
cada día a sus clientes del Mercado Bonpland: “Queremos trabajar la distribución
con valores de ayuda mutua, democracia y solidaridad”, nos explica Montse, que
también hace un análisis de lo que no quieren ser, las dinámicas especulativas
que dominan la actual distribución de alimentos: “El soterramiento de este papel
de la distribución permite la opresión de los productores, beneficiando a las
multinacionales de la industria agroalimentaria”, dice.

Bajo una enorme cúpula de hierros que vienen y van, el Mercado Solidario de
Bonpland parece un viejo mercado de abasto un tanto especial. Hay, como antaño,
productos a granel y carteles con precios escritos a mano. Pero detrás de los
mostradores se ven bastantes jóvenes. Representan las nuevas formas de un
cooperativismo que hereda con orgullo el carácter social de las fábricas
recuperadas.



Fuente: http://www.elsalmoncontracorriente.es/?De-la-fabrica-recuperada-a-la-red

In
Rebelión
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=194365
19/1/2015

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