terça-feira, 4 de abril de 2017

El pueblo dijo "ni un paso atrás"



Atilio A. Boron

Desde Quito - La victoria obtenida por Alianza País en el balotaje del 2 de
abril confirma que el pueblo ecuatoriano supo discernir lo que estaba en juego:
la continuidad de un gobierno que marcó un antes y un después en la historia
contemporánea del Ecuador o el suicida salto al vacío, emulando la tragedia
argentina. Lenin Moreno y Jorge Glas representan la consolidación de los avances
logrados en numerosos campos de la vida social durante diez años bajo el
liderazgo de Rafael Correa; su adversario, Guillermo Lasso, personificaba el
retorno de la alianza social que tradicionalmente había gobernado al Ecuador con
las desastrosas consecuencias por todos conocidas. Un país con grandes mayorías
nacionales secularmente sumidas en la pobreza, con índices de desigualdad y
exclusión económica, social y cultural aberrantes.
Una nación víctima de la insaciable voracidad de banqueros y latifundistas que
saqueaban impunemente a una población que tenían como rehén y que, en su
desenfreno, provocaron la megacrisis económica y financiera de 1999. En un
alarde de falsificación de los hecho históricos a esa tremenda crisis la
denominaron, amablemente, “feriado bancario”, a pesar de que en su vorágine
acabó con la moneda ecuatoriana, que fue reemplazada por el dólar
estadounidense, y provocó la estampida de unos dos millones de ecuatorianos que
huyeron al exterior para ponerse a salvo de la hecatombe.

Son varios los factores que explican este alentador resultado, para Ecuador y
para toda América Latina. Uno: los traumáticos recuerdos del 1999 y el descaro
con que los agentes sociales y las fuerzas políticas de aquella crisis –antes
que nadie Guillermo Lasso- proponían la adopción de las mismas políticas que la
habían originado. La candidatura de la derecha manifestó que ampliaría los
márgenes de autonomía de las fuerzas del mercado, reduciría el gasto público,
privatizaría la salud y la educación, bajaría los impuestos y acabaría con la
hidra de siete cabezas del supuesto “populismo económico”. La política social
sería recortada porque sin decir cómo, Lasso aseguraba que crearía un millón de
nuevos empleos en cuatro años, pero se cuidó muy bien de notarizar esta promesa
en el programa de gobierno que, tal como lo prescribe la legislación electoral,
inscribió ante un escribano público. En el terreno internacional, Lasso declaró
que cerraría la sede de la UNASUR, entregaría a Julian Assange a las autoridades
británicas y se alejaría de todos los acuerdos y organismos regionales como la
UNASUR, la CELAC y el ALBA.
Dos, el intenso trabajo de campaña hecho por el binomio Moreno-Glas, que le
permitió establecer un profundo vínculo con la base social del correísmo y de
llevar a cabo, de nueva cuenta, una extenuante recorrida por las 24 provincias
del país, afianzando una presencia territorial y organizacional cuyos réditos
fueron evidentes a la hora de abrir las urnas. Otro factor explicativo, el
tercero, fue el apoyo de Correa y su denodado esfuerzo por apuntalar con una
vertiginosa dinámica gubernamental, la campaña de la fórmula oficialista. Si
algo hacía falta para ratificar el carácter excepcional de su liderazgo era
esto: una victoria inédita en la historia ecuatoriana porque nunca antes un
gobierno se había re-elegido al cambiar la candidatura presidencial. En línea
con esto hay que recordar que en la primera vuelta Alianza País había obtenido
la mayoría absoluta de los diputados a la Asamblea Nacional y que un 55 por
ciento de la ciudadanía votó a favor de la propuesta del gobierno de prohibir
que los altos funcionarios y gobernantes pudieran tener sus dineros invertidos
en paraísos fiscales. En otras palabras, apoyo interno en lo institucional y en
el plano de la sociedad civil no le faltará al nuevo presidente.

En los días previos predominaba en los ambientes de la Alianza País una profunda
preocupación. Las encuestas no estaban arrojando los resultados que se esperaba
y ponían en cuestión el entusiasmo militante con que Moreno y Glas eran
recibidos en todo el país. La campaña de terrorismo mediático fue de tal
magnitud y bajeza moral, y este es el tercer factor que hay que tomar en cuenta,
que hizo que el votante aliancista temiese manifestarse ante las preguntas de
los encuestadores. Las acusaciones lanzadas en contra de Correa y Glas eran tan
tremendas como carentes por completo de sustancia. Lo significativo del caso es
que la derecha acusaba en los medios pero se abstenía de hacer una denuncia en
los tribunales. Como dijo uno de los observadores en la reunión con la gente de
CREO-SUMA: “no queremos chismes, aporten datos concretos”. Nunca lo hicieron.
Pero, abrumada e intimada por esta artillería mediática (que contó con la activa
colaboración de algunos “dizque periodistas” argentinos, en realidad agentes de
propaganda al servicio de las peores causas) y por las veladas amenazas de los
profetas de la restauración una parte significativa de los encuestados se
definían como “indecisos” cuando en realidad no lo estaban. La verdad salió a la
luz a partir del escrutinio.

En una nota anterior decíamos que esta elección sería la “batalla de
Stalingrado”, porque de su desenlace dependería el futuro del Ecuador y de
América Latina. Una derrota daría pábulos a la derecha regional y aceleraría la
modificación regresiva del mapa sociopolítico sudamericano, fortaleciendo a los
tambaleantes gobiernos de Argentina y Brasil, protagonistas fundamentales del
actual retroceso político, y refutando la tesis de algunos analistas agoreros
que se apresuraron a decretar el “fin del ciclo progresista” mientras el finado
seguía respirando. La victoria de Alianza País confirma que la lucha continúa,
que los traspiés experimentados en fechas recientes son sólo eso, que el viejo
topo de la historia continúa su labor y que aquí, en la mitad del mundo, un
pueblo consciente tomó el futuro en sus manos y dijo “ni un paso atrás”. Como lo
afirmara Correa, hicimos mucho pero queda mucho más por hacer. Haber ganado esta
batalla crucial es una gran noticia no sólo para los latinoamericanos sino para
todos quienes, en el resto del mundo, pugnan por poner fin a la barbarie
neoliberal. ¡Salud Ecuador!
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una
licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras
fuentes.
In
REBELION
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=224877
4/4/2017

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