terça-feira, 18 de abril de 2017

Este 15 de abril del 2017 se cumplen 6 años de imposibilidad en Cherán. Imposible no felicitarlos: Feliz aniversario.


 

Luis Ramírez Trejo

“Una política de emancipación radical no se origina en una prueba de posibilidad
que el examen del mundo subministraría.”
Alain Badiou, Condiciones, p. 210 [1]



La mañana del 15 de abril del 2011, un grupo de alrededor de 10 mujeres del
municipio p’urhépecha de Cherán, Michoacán, detuvieron a una de las centenas de
camionetas que todos los días cruzaban el pueblo para transportar madera robada
de los bosques de la comunidad. Las camionetas siempre iban tripuladas por
hombres armados hasta los dientes. Desde al menos el 2008, los criminales no
sólo habían arrasado los bosques cercanos de Tres esquinas, Pakárakua, San
Miguel, Cerritos los Cuates, Carichero, Cerrito de León, Patanciro y El
Cerecito, sino que asesinaron, insultaron, humillaron y amenazaron a cualquiera
que insinuara un reclamo. Al parecer, también violaron a varias jovencitas.  Las
múltiples denuncias de la comunidad naufragaron por años en un valle de silencio
e indiferencia en las oficinas de gobierno.
En general, la agresión sexual a las mujeres del lugar era pan de todos los
días. Rosa [2], una cheranense de 34 años de edad, cuenta con los ojos y las
mejillas a punto de reventar:
“Ya cada que pasaba, decían: ya se va a acabar la madera; pero seguimos con las
viejas de aquí de Cherán, decían.”
Rosa fue parte del grupo de mujeres que detuvo a la camioneta mencionada en la
esquina de Allende y 18 de Marzo, cerca de la Iglesia del Calvario, en el Barrio
Tercero de Cherán. Esas mujeres no usaron ningún camión o auto para cerrar el
paso a los talamontes. Tampoco recolectaron armas previamente ni planearon una
emboscada. Ni siquiera se pusieron de acuerdo un día antes. Los únicos vehículos
con que se enfrentaron a los criminales fueron sus cuerpos. Los suyos eran
cuerpos hechos de los mismos átomos que los de los demás: con los mismos
tejidos, las mismas cicatrices, las mismas asimetrías de carne, las mismas
redondeces, los mismos granos, los mismos excesos. Es decir, en principio,
cuerpos como cualquier otro y como ningún otro.
La verdad es que frente a ese grupo de hombres armados, los cuerpos de esas
mujeres eran cuerpos que pudieron terminar baleados en cuestión de segundos. Ahí
hubieran quedado los huérfanos, los viudos, las madres con las lágrimas
rebotando en los regazos. Por fortuna no fue así. Aunque después se sumaron los
jóvenes y el pueblo entero, el horizonte para transformar la realidad se
constituyó, al menos en los momentos iniciales, por un manojo de cuerpos de
mujer: cuerpos quebrantables, precarios, vulnerables, en perpetuo riesgo de
perderse en el abismo de la muerte. Cuerpos que en ningún momento perdieron el
miedo; tampoco la rabia, la ira, el coraje necesario para transformar su mundo.
Como dice Rosa:
“Nomás detuvimos los carros. Se daba miedo. Pero al mismo tiempo se daba miedo y
coraje de que no podíamos hacer otra cosa más que de echarle ganas. Los señores
trataban de aventar el carro así. Pues el carro así pa’rriba. Se levantaba como
parándose de llantas. Y nosotros pus lo parábamos. Era mucho coraje […] pero
teníamos un como temorcito dentro del corazón. […] Se decide uno a levantarse
porque ya no le importa a uno el coraje, y así pues.”
Ese 15 de abril por la tarde, la mayor parte de los 18,000 habitantes del pueblo
se reunió alrededor de fogatas que instalaron en sus barrios, en sus esquinas,
afuera de sus casas. En esas mismas calles de las que habían sido expulsados por
la complicidad del crimen organizado y el gobierno local. Cherán en p’urhépecha
significa asustar. Los habitantes de este pueblo descubrieron que en esas
fogatas podían no sólo compartir el susto, el miedo, el pánico cada vez que las
alarmas anunciaban que regresaban “los malos”. Ahí, junto a las llamas
protectoras, también compartieron la ira, el café, la dignidad, el té de
nuriten, el mezcal, el amargo y la cena.
En las primeras semanas del movimiento, expulsaron a los talamontes ilegales, a
la policía coludida con el crimen, al presidente municipal y a todos los
partidos políticos. El pueblo entero se organizó en una forma de democracia
innovadora que desde entonces se concentra en la participación directa en unas
150 fogatas instaladas a lo largo y ancho de la comunidad. La Suprema Corte de
Justicia de la Nación aprobó una controversia constitucional que permite a
Cherán regirse por sus usos y costumbres. Eligieron, en voto público, un concejo
mayor formado por 12 notables llamados Keri (grandes). Todos ellos propuestos
primero en sus fogatas, elegidos en sus asambleas de barrio y designados por la
asamblea general. La mayor grandeza de estos Keri es que no son autoridades.
Como lo explican con orgullo los habitantes de Cherán: al interior de la
comunidad “los Keri son sólo representantes; la única autoridad es la asamblea”.
Lo que esto significa de manera práctica es que los Keri sólo pueden ejecutar
las decisiones que se toman en fogatas y asambleas y pueden ser relevados de su
puesto en cualquier momento que la asamblea lo decida. Algo bien distinto a lo
que pasa con el resto de los representantes del país.
Como resultado de esta nueva política, Cherán no participó en las elecciones
federales del 2012 y  2015. El pueblo no se llenó de propaganda ni de las
componendas, sobornos y promesas con las que todos los partidos políticos de
este país operan. En mayo del 2015, Cherán eligió, por usos y costumbres, su
segundo Concejo Mayor. A la distancia de cinco años, la comunidad enfrenta un
sinnúmero de desafíos al interior y de presiones continuas del exterior. Sin
embargo, pase lo que pase, el municipio de Cherán ha dado testimonio de cómo
crear una política muy distinta a la que tiene a este país ahogado en sangre.
No obstante, desde el comienzo del movimiento y hasta la fecha, la mayor parte
de los analistas, estudiosos y políticos han mostrado escepticismo, cuando no
hostilidad y desdén, hacia el proceso que se lleva a cabo en Cherán. Para
muchos, es imposible que una pequeña comunidad p’urhépecha despliegue de manera
duradera una política que desafía los límites establecidos por las instituciones
gubernamentales, los partidos políticos, los medios de comunicación y las
empresas. “Es imposible que Cherán dure”, dijeron muchos hace cinco años. “Es
imposible que Cherán sobreviva”, dicen muchos cinco años después. Es tan
imposible como que 10 mujeres detengan a un doble rodado tripulado por un
comando de criminales armados con AK-47; tan imposible como que los huicholes
detengan el avance de las mineras canadienses en Wirikuta; tan imposible como
que los zapatistas existan desde hace más de 30 años; tan imposible como que la
política signifique algo más que la tragedia con que se gobierna a este país.
Quizá la política, al menos la política como se practica en Cherán, sea justo
eso: una especie de compromiso con la imposibilidad. La política como una suerte
de alfarería de lo imposible; como un telar en el que ―a contrapelo de lo que
nos dictan los partidos políticos, las instituciones y los gobiernos― se teje un
rebozo imposible que atraviesa y cobija a todos los que participan en ella. O
quizás esta política sea como una máquina sin poleas ni engranes en la que se
fabrican palabras imposibles como justicia, verdad, dignidad o comunidad;
palabras que se afirman como posibilidades a partir de los despojos de la
imposibilidad.
Este 15 de abril del 2017 se cumplen 6 años de imposibilidad en Cherán.
Imposible no felicitarlos: Feliz aniversario.

[1] Badiou, Alain, Condiciones. México: Siglo XXI, 2003.
[2] En este texto sigo la misma política para citar entrevistas que la del
proyecto en elaboración   Cherán: la invención de lo imposible. A menos que se
aclare explícitamente, los nombres de los entrevistados fueron cambiados, previo
acuerdo con ellos, como una forma de respeto a su seguridad y privacidad.
Publicado el 14 de Abril de 2017 en:
http://rupturacolectiva.com/cheran-keri-la-invencion-de-lo-imposible/
In
KAOSENLARED
http://kaosenlared.net/cheran-keri-la-invencion-de-lo-imposible/
16/4/2017

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