segunda-feira, 5 de fevereiro de 2018

La batalla de de Stalingrado, un momento crucial de la historia



William Peynsaert
Investig’Action
      Traducido del francés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos

Hace 70 años* los soviéticos infligían a los fascistas una derrota memorable, un “razgrom”, por decirlo en su lengua. Es
en Stalingrado donde acaba definitivamente el Blitzkrieg de los nazis. Los
soviéticos rodearon ahí a 300.000 alemanes, los cuales capitularon el 2 de
febrero de 1943 mientras que en su discurso del 30 de enero Hitler afirmaba
todavía que el pueblo alemán lucharía hasta que la victoria fuera segura. A
partir de entonces la victoria final de los aliados no es sino cuestión de
tiempo. Una victoria forjada en sangre, sudor y lágrimas, sobre todo de los
soviéticos.
A mediados de la década de 1920 los soviéticos ya habían considerado la
posibilidad de una nueva guerra mundial. En toda Europa llegan al poder
regímenes fascistas. Primero Mussolini en Italia, el 30 de octubre de 1922.
Hitler, por su parte, llega al poder el 30 de enero de 1933. Alemania se rearma
a toda velocidad. La defensa de la joven URSS es una prioridad absoluta en su
primer Plan Quinquenal de 1928. La Unión Soviética es la única que se da cuenta
del verdadero peligro. Hitler escribe negro sobre blanco en su best-seller, 
Mein Kampf, que el bolchevismo es el enemigo mortal del fascismo .
Italia también es belicista. En 1935 ocupa Etiopía. Los dirigentes soviéticos
creen que Europa va a despertar. Proponen un sistema europeo de seguridad
colectiva. En vano. Ya en 1935 los soviéticos saben gracias a su agente secreto
Richard Sorge que sin lugar a dudas vendrá un ataque de Alemania. Hasta 1941 la
Unión Soviética tendrá decenas de iniciativas para crear un frente de paz contra
las amenazas de las guerras fascistas.
La actitud del avestruz de Occidente
Las potencias capitalistas no quieren saber nada y esperan que los nazis elijan
la URSS como primer objetivo. Hasta 1921 Gran Bretaña, Francia, Estados Unidos y
Japón harán todo lo posible para eliminar a los bolcheviques. El 24 de junio de
1941, justo después del ataque alemán contra Rusia, el futuro presidente
estadounidense Harry Truman declarará en el  New York Times: “Si  vemos que
Alemania gana, debemos ayudar a Rusia y si Rusia gana, debemos ayudar a
Alemania, para hacer que se maten entre sí  todo lo posible”.
Inglaterra y Francia se pierden en concesiones a los nazis. Se sacrifican
Austria, Chequia y Eslovaquia. Este último país incluso pagará a los nazis para
que se deshaga de sus judíos: 500 deutsche mark por judío… Uno de los resultados
de la política occidental de conciliación. En 1939 prácticamente lo único que
pueden hacer los soviéticos es llegar a un pacto de no agresión con su enemigo
hereditario.
La resistencia debe venir de la izquierda. En 1935 Georgi Dimitrov, secretario
general del Komintern, un vínculo de cooperación mundial entre los partidos
comunistas, invita encarecidamente a las fuerzas de izquierda a unirse en un
amplio frente popular contra el fascismo. Ahí donde el fascismo toma el poder
hacer retroceder todos los logros sociales, se oprime a la clase obrera, se
suprimen los sindicatos y se maltrata a las minorías.
En la visión jerarquizada del mundo del “Blut und Boden” (Sangre y suelo) no hay
lugar para todas aquellas personas a quienes los fascistas califican de
“extranjeras al pueblo”, de “degeneradas”, de “inferiores” o de “parásitos”. Los
patronos obtienen carta blanca. En todos los países los comunistas se sitúan a
la vanguardia contra esta ideología. En Eslovaquia organizan en 1944 una
insurrección nacional; en Yugoslavia los comunistas logran prácticamente solos
echar a los fascistas.
Una guerra de destrucción
El sentimiento de superioridad de la “raza de los señores” alemana lleva a una
guerra de destrucción de la que no se libra absolutamente nada. El 3 de marzo de
1941 Hitler da la siguiente orden: “ La guerra  contra Rusia no se podrá hacer
de manera caballerosa. Es un combate de ideologías entre razas diferentes y
habrá que llevarla a cabo con una dureza sin precedentes, despiadada y que no 
retroceda  ante nada.  [ … ] No se hará reproche alguno a los soldados alemanes
a los que se considere culpables de violaciones de las leyes internacionales”.
No solo las altas instancias políticas nazis quieren un genocidio bestial,
también la Wehrmacht alemana [las Fuerzas Armadas Unificadas de Alemania]. El 2
de mayo de 1941 el general Erich Hoepner escribe: “La guerra contra Rusia es un
capítulo importante  en la lucha por la supervivencia de la nación alemana. Es
el mejor combate de los pueblos germanos contra los eslavos, la defensa de la
cultura europea contra el maremoto de Moscú y de Asia, la lucha por contener el
bolchevismo judío. El objetivo de esta lucha debe ser la destrucción de la
actual Rusia y se debe llevar a cabo con una dureza sin precedentes”.
El outsider rojo
El 22 de junio de 1941 la Alemania nazi ataca la Unión Soviética con más de tres
millones de hombres, 3.600 tanques y más de 4.000 aviones. Más de un millón de
sus aliados, entre ellos italianos, rumanos, húngaros, finlandeses y eslovacos.
Empieza la Operación Barbarroja. Los primeros objetivos: Leningrado, Ucrania y
los campos petroleros del Cáucaso. El objetivo final es la línea A-A, de
Arjanguelsk en el norte a Astrajan en el sur.
Las expectativas son optimistas: “Nos bastará con llamar a la puerta y toda la
estructura roja caerá por sí misma”, declara Hitler a propósito de la Unión
Soviética. Los Aliados también creen que la URSS va a caer muy rápido. Las
primeras semanas el agresor tiene el viento en popa. Rodea a partes importantes
del ejército rojo. En contra de lo esperado, estas unidades aisladas prosiguen
el combate. Los alemanes se asustan de sus propias pérdidas. Es lo que se
trasluce leyendo el diario secreto de Franz Halder, Jefe del Estado Mayor de
Hitler. El primer día de la invasión escribe: “No hay señales de intentos de
dislocación operativa. Ni siquiera hay que tener en cuenta esta posibilidad”. El
24 de junio: “Es notable la tenaz resistencia de cada una de las unidades rusas
consideradas individualmente”. Y el 29 de junio: “Los informes de todos los
frentes confirman las primeras indicaciones según las cuales lucha hasta el
último ruso”. Diez días después de la invasión, el 3 de julio, habla de 54.000
muertos en el lado alemán, más que todas las pérdidas alemanas en la conquista
de Polonia en 1939. Pero sigue soñando porque el mismo día todavía escribe: “Sin
duda no es exagerado afirmar que la campaña de Rusia se habrá ganado en menos de
dos semanas”. El 11 de agosto, después de encarnecidos combates en torno a
Smolensk, el Jefe del Estado Mayor despierta bruscamente: “Toda la situación
muestra cada vez más claramente que hemos subestimado al coloso ruso”.
Fábricas sobre ruedas
El ataque hace que el ejército alemán se enfrente a enormes retos logísticos.
Los guerrilleros rompen en todas partes las cadenas de suministro. Sin embargo,
los nazis esperan que los soviéticos se desmoronen en cualquier momento.
Lo que ocurre en el plano económico es totalmente imprevisible. Inmediatamente
después del ataque alemán los soviéticos desmontan su industria al oeste del
Ural para reconstruirla al este. A finales de 1941 se han desplazado no menos de
1.521 grandes fábricas, algo único en la historia mundial (1). De este modo la
industria soviética se encuentra a salvo de los bombardeos alemanes. En 1942 los
soviéticos producen tres veces más tanques que los alemanes, entre ellos el
famoso T-34, sin duda el mejor tanque medio de la Segunda Guerra Mundial.
Los soviéticos también aguantan en el plano ideológico. Aplican al pie de la
letra su divisa “los comunistas tienen que estar en la línea de fuego”. En junio
de 1941 cada comité provincial del partido tenía que haber enviado entre 500 y
3.000 hombres y mujeres al ejército en el plazo de tres días. En unos días se
moviliza a 95.000 miembros del partido y 58.000 parten al frente. El prestigio
del partido aumenta enormemente. En 1943 el partido cuenta con 2,7 millones de
miembros y casi la misma cantidad de personas en la sección de jóvenes (el
Komsomol) activa en el ejército. Los esfuerzos de guerra de los soviéticos dan
fruto. En diciembre de 1941 obligan a los alemanes a detenerse ante Moscú. Es la
primera derrota alemana de la guerra.
La Operación Urano
En la primavera de 1942 los alemanes vuelven a pasar a la ofensiva. Llegan al
Volga, cerca de Stalingrado. Si toman la ciudad los soviéticos perderán su
principal vía navegable y sus reservas de petróleo. Por otra parte, se ha
llegado a un acuerdo con los japoneses: que los alemanes se apropien de
cualquier ciudad del Volga y los japoneses atacarán a los rusos a su espalda
(2). Los [bombarderos] Stukas alemanes dejan la ciudad reducida a ruinas. A
continuación las tropas terrestres alemanas toman el relevo. Pero las ruinas que
los alemanes han creado se vuelven contra ellos. Sus tanques apenas se pueden
desplazar entre los escombros. Los soviéticos siguen ocupando una pequeña parte
de Stalingrado, a orillas del Volga. Hitler declara triunfalmente que no hay la
menor navegación por el río.
Se confía al estratega Gueorgui Joukov la misión de salvar la situación. Quiere
rodear al general alemán Friedrich von Paulus y a su Sexto Ejército. Los
preparativos de la Operación Uranio tiene lugar en el mayor de los secretos. Los
alemanes no sospechan nada. Los soviéticos inician un movimiento en forma de
tenaza. Atacan a los dos flancos del Sexto Ejército en Stalingrado. Los dos
extremos del ataque se cruzan en la parte trasera de la ciudad, cerca de Kalach.
En los flancos de las tropas alemanas solo hay tropas rumanas, peor armadas. El
día del cerco prosiguen los ataques alemanes contra Staligrado como si no
ocurriera nada.
La maniobra de cerco tiene éxito. 300.000 fascistas quedan atrapados en el
caldero de Stalingrado. Hitler prohíbe a von Paulus retirarse. Su ejército se
debe sacrificar para hacer ganar tiempo a otros frentes.
Una guerra de ratas
La prensa alemana disimula todo el tiempo posible la noticia del cerco. Después
de la rendición se hace creer al pueblo alemán que no hay supervivientes. El
régimen criminal no admitirá jamás haber cometido un error. El puente aéreo
destinado a salvar al ejército de tierra a partir del aire es un fracaso. El
comandante en jefe de la Luftwaffe [Fuerzas Aéreas alemanas], Hermann Göring,
había jurado que era posible, pero incluso sobre el papel era imposible. El
Sexto Ejército necesitaba cotidianamente 700 toneladas de mercancías. En teoría
todavía era posible un total de 350 toneladas, solo en las circunstancias más
favorables.
Por consiguiente, el Sexto Ejército se las tiene que arreglar solo. La
Rattenkrieg o “guerra de las ratas” prosigue en medio de un frío polar. Se lucha
por cada casa, por cada habitación. Los soviéticos derriban los muros interiores
de las casas para que sus tiradores de élite puedan circular más fácilmente.
Desarrollan una verdadera cultura del francotirador, con estrellas nacionales
como Vassili Zaitsev. Ironías del destino, en estos combates cuerpo a cuerpo el
arma más eficaz no es otra que una “pala afilada”. Los soldados duermen por la
noche vestidos para que no se la roben.
Los soviéticos no dejan nada al azar, tampoco en el plano psicológico. Tocan
tangos para suscitar un ambiente macabro en toda la ciudad de Stalingrado
rodeada. Los altavoces claman sin parar “Cada siete segundo muere un alemán en 
Stalingrado.  Stalingrad Massengrab (fosa común)”. Hordas de alemanes se
precipitan para conseguir un billete de vuelta en uno los aviones de transporte,
que cada vez tienen más dificultades para aterrizar o despegar en este caldero.
La situación es insostenible. A pesar de las órdenes de Hitler, von Paulus
capitula en febrero de 1943. Y para gran enfado de Hitler, no se suicida.
El principio del fin
El precio que pagan los fascistas es enorme. Hay 24 generales entre los 90.000
prisioneros de guerra. Han muerto unos 140.000 hombres rodeados. Han perdido
60.000 vehículos ligeros, 1.500 tanques, 6.000 cañones y 7.000 motos. En todas
las operaciones que tuvieron lugar en Stalingrado o entorno a la ciudad los
alemanes dejaron 850.000 hombres, muertos, heridos o desaparecidos.
Muchos ciudadanos y militares alemanes ya no creen en el  Endsieg, la victoria
final. Una investigación secreta de los servicios de inteligencia alemanes
revela la desesperación: “La gente pregunta sobre todo por qué no se evacuó o
despejó Stalingrado y cómo es posible que unos meses antes se afirmara que la
situación militar era segura. Ahora muchos conciudadanos piensan seriamente en
las consecuencias de una derrota”. En toda la Europa ocupada se endurecen las
acciones de resistencia contra la política de terror de los fascistas. En mayo
de 1945 los nazis son derrotados. Los ciudadanos de la Unión Soviética
demostraron ser más resistentes y productivos que el enemigo. Defendieron los
logros de su revolución .
Las cifras de las pérdidas
Entre el 22 de junio de 1941 y el 9 de mayo de 1945 cada día perdieron la vida
más de 17.000 soldados y ciudadanos soviéticos, esto es, un total de 25,3
millones de personas. El 27% de la población activa de la URSS murió durante la
guerra. Entre 16 y 18 millones murieron por factores externo a la violencia
“normal” de la guerra: al menos 3,5 millones de prisioneros de guerra soviéticos
murieron de hambre en los campos alemanes; entre 4 y 5 millones de ciudadanos
soviético (de los cuales aproximadamente un millón eran judíos) fallecieron en
las ejecuciones masivas o en las cámaras de gas; de 8 a 10 millones de civiles
soviéticos murieron de hambre debido al bloqueo y a la locura destructora de los
alemanes. Y 7 u 8 millones de militares perdieron al vida (3). Un 80% de las
pérdidas alemanas de la guerra se produjeron en el frente del Este. Por lo que
se refiere a las pérdidas de los Aliados durante la Segunda Guerra Mundial, son
las siguientes: 187.000 estadounidenses, 400.000 británicos y 650.000 franceses
(siempre contabilizando militares y civiles).
Notas:
* Este artículo se publicó el 3 de marzo de 2013, por lo tanto actualmente se
conmemora el 75 aniversario de la batalla. Se publicó originalmente en la página
web Solidaire, aunque el enlace no funciona en la actualidad (N. de la t.).
(1)  The Soviet Economy and the Red Army, 1930-1945, Walter Scott Dunn, p. 34.
(2)  Stalin’s Spy: Richard Sorge and the Tokyo Espionage Ring, Whymant, Robert,
p. 206.
(3) Atlas zur Geschichte, Band 2, Gotha (DDR), 1981/V. Koulikov, L’Aide
internationaliste accordée aux peuples d’Europe, en  Histoire de l’URSS:
Nouvelles Recherches  , n° 4, Moscú, 19851
Fuente: http://www.investigaction.net/fr/La-bataille-de-Stalingrad-un/

In
REBELION
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=237493
5/2/2018

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