sexta-feira, 4 de novembro de 2022

El Nuevo Orden de Estados Unidos y la posición de Alemania***

 


 


        MICHAEL HUDSON, ECONOMISTA ESTADOUNIDENSE


                Este es el contexto de la lucha de hoy en Ucrania: El
                Pentágono hará todo lo que este en sus manos para que
                Alemania y Europa dependan totalmente de los suministros
                de gas licuado estadounidense (GNL). La guerra en
                Ucrania es simplemente el primer paso de una lucha que
                posiblemente dure unos 20 años. Lo que se juega
                Washington en Ucrania es cómo evitar que el mundo se
                vuelva multipolar, Si Estados Unidos pierde en Ucrania
                seria la condena de muerte al mundo unipolar dominado
                por “la nación excepcional”  

Alemania se ha convertido en un satélite económico de la actual Guerra
Fría de Estados Unidos contra Rusia, China y el resto de Eurasia. A la
República Federal Alemana, y a otros países de la OTAN, se les ha
reclamado que impongan sanciones comerciales y de inversión a Rusia, que
durarán más que la guerra de poder de hoy en Ucrania.

El presidente Joe Biden y sus portavoces del Departamento de Estado han
declarado que Ucrania es sólo el escenario inicial de una dinámica mucho
más amplia que está dividiendo al mundo en dos conjuntos opuestos de
alianzas económicas.

Esta fractura global promete ser un combate de diez o veinte años para
determinar si la economía mundial será una economía dolarizada unipolar
centrada en los Estados Unidos o una economía de un Mundo Multipolar con
una multidivisa centrado en el corazón de Eurasia con economías mixtas,
públicas y privadas.

El presidente Biden ha caracterizado esta división como un conflicto
entre democracias y autocracias. Una terminología típica del doble
discurso orwelliano. Por «democracias» se refiere a los EEUU y a sus
aliadas oligarquías financieras occidentales.

Su objetivo es cambiar la organización económica de las manos de los
gobiernos electos a manos de Wall Street y otros centros financieros
bajo su control. Washington  utiliza, sin contrapesos, el Fondo
Monetario Internacional y el Banco Mundial para imponer la privatización
de la infraestructura mundial, controlar la tecnología, el petróleo, el
gas, los alimentos, los minerales, los recursos básicos y un largo etc.

Por “autocracia”, Biden se refiere a los países que se resisten al
dominio económico comandado por los tiburones de financiarización y la
privatización. En la práctica, la retórica de la Casa Blanca significa
no otra cosa que un negocio en beneficio su propio crecimiento
económico, a costa de los servicios públicos y las riquezas de otras
naciones que dependerían exclusivamente de los dispositivos financieros
controlados por EE.UU.

Lo que básicamente está en cuestión es sí las economías serán sometidas
al poder financiero que se enriquece privatizando las infraestructuras
básicas y los servicios sociales o sí los gobiernos tendrán suficiente
independencia como para promover una política destinada a elevar los
niveles de vida manteniendo en manos públicas la banca, la creación de
dinero, la salud, la educación, las comunicaciones y el transporte.

El país que sufrirá más “daños colaterales” en esta fractura económica
global es Alemania. Su economía industrial es la más avanzada de Europa
pero, el acero, los productos químicos, la maquinaria, los automóviles y
otros bienes de consumo dependen de las importaciones de gas, petróleo y
metales rusos como el aluminio, el titanio y el paladio.

Sin embargo, a pesar que dos gasoductos del sistema Nord Stream fueron
construidos, para proporcionar energía a bajo precio a los alemanes los
Estados Unidos han exigido a Berlín que concluya la compra de gas ruso y
en consecuencia desindustrialice el país. Esto significa el fin de su
supremacía económica. La clave del crecimiento del PIB en Alemania, como
en otros países, es el consumo de energía barata para su tejido industrial.

*Las sanciones antirrusas son substancialmente una política antialemana.*

El secretario de Estado, Anthony Blinken, ha sostenido una y otra vez
que Alemania debe reemplazar el gas ruso , de bajo precio, por gas
licuado estadounidense (GNL) de alto precio. Para importar este gas,
Alemania tendrá que gastar rápidamente más de 5 mil millones de dólares
para desarrollar una capacidad portuaria que le permita descargar los
buques-tanque con gas licuado estadounidense. El efecto esta claro: la
industria alemana dejara de ser competitiva en un corto plazo. Las
quiebras se extenderán, el empleo disminuirá y los líderes pro-OTAN
alemanes se enfrentarán a una depresión crónica y a una caída del nivel
de vida de sus poblaciones.

La mayor parte de la teoría política asume que las naciones actúan en su
propio interés. De lo contrario, son calificados como países satélites,
es decir, *no* tienen el control de su destino. Alemania ahora está
subordinando su industria y su nivel de vida a los dictados de
Washington y de los intereses del sector energético estadounidense. Lo
está haciendo voluntariamente, no por la fuerza militar, sino por la
creencia ideológica que la economía mundial debe ser dirigida por los
planificadores de la Guerra Fría del Pentágono.

*Paralelos históricos*

A veces es más fácil comprender la dinámica actual alejándose de la
situación inmediata para mirar algunos patrones históricos del tipo de
diplomacia política que esta dividiendo el mundo actual.

El paralelo más cercano que se puede encontrar es los combates – en la
Europa medieval – entre el Papado Romano y los emperadores del Sacro
Imperio Romano Germánico. Ese conflicto dividió a Europa en líneas muy
parecidas a las de hoy. Una serie de Papas no solo excomulgaron a varios
reyes alemanes, y a Federico II, sino también movilizaron tropas aliadas
para luchar contra Alemania en el sur de Italia y Sicilia.

Tras estas guerras contra Alemania había una descarnada lucha por el
poder: se trataba de quién controlaba la Europa cristiana: entre el Papa
situ en Roma y  los reinos seculares europeos que reclamaban su
independencia

Así como la actual Guerra Fría es una cruzada contra las economías que
amenazan el dominio estadounidense, el antagonismo de Occidente contra
Oriente durante el medievo utilizó las Cruzadas como instrumento
político-ideológico  (1095-1291),

*Un cisma que “ordenó” el mundo medieval*

El Gran Cisma que se produjo de la Europa Medieval en 1054 puede estar
muy cerca de ser una buena analogía con la actual Guerra Fría que
Estados Unidos ha declarado contra Rusia y China. En esa época el Papa
León IX excomulgó a la Iglesia Ortodoxa con sede en Constantinopla y a
toda la población cristiana perteneciente a ella. León IX impuso un solo
obispado sobre los demás, el suyo, el de Roma. De esta manera obtenía el
control de todo el mundo cristiano de la época, incluidos los antiguos
Patriarcados de Alejandría, Antioquía, Constantinopla y Jerusalén.

Esta ruptura creó más de un problema para la diplomacia romana: ¿cómo
mantener todos los reinos de Europa occidental bajo el control de Roma?
¿ como reclamar el derecho a recibir subsidios financieros de los reinos
europeos?

Como ambos objetivos requerían subordinar a los reyes seculares a la
autoridad de Roma en 1074 el Papa Gregorio VII decidió emitir 27
mandatos que enumeraron la estrategia política-ideológica que le
permitiría asegurar su poder sobre Europa.Estas exigencias papales
guardan un sorprendente paralelo con la actual diplomacia
estadounidense. En ambos casos, los intereses militares y terrenales
requieren de una sublimación en forma de cruzada ideológica para
cimentar la obediencia que requiere cualquier sistema de dominio. Su
lógica es atemporal y universal.

Los dictados papales fueron radicales en dos aspectos. En primer lugar,
elevaron al obispo de Roma por encima de todos los demás obispados,
creando de esta manera el papado moderno. La cláusula 3 dictaminó que
sólo el obispo de Roma (el Papa) tenía el poder de investidura para
nombrar, deponer o restituir al resto de los obispos. La Cláusula 12 le
dio al Papa el derecho de deponer emperadores y la Cláusula 9, obligaba
a «todos los príncipes a besar los pies del Papa» como requisito previo
a ser considerados gobernantes legítimos.

En una histórica parecida, hoy en día, los gobernantes estadounidenses
reclaman el derecho a nombrar quién debe ser reconocido como jefe de
estado de una nación. En 1953 derrocaron al líder electo de Irán y lo
reemplazaron por la dictadura militar del Shah. Más recientemente, el
Departamento de Estado designó a Juan Guaidó como jefe de Estado de
Venezuela en lugar de su presidente electo, y le entregaron las reservas
de oro de ese país

Este principio de intervención les otorga a los estadounidenses el
derecho de patrocinar las “revoluciones de color”. Este tipo de “cambios
de régimen” les ha permitido instalar dictaduras militares, como las que
crearon a las oligarquías clientelares de América Latina y que ahora
sirven los intereses corporativos y financieros de los Estados Unidos.
El golpe de estado de 2014 en Ucrania es sólo el ejercicio más reciente
de este “derecho” estadounidense de nombrar y deponer presidentes o
primeros ministros.

*¿Se parece la política del mundo actual a la época de las cruzadas?*

La intromisión en los asuntos políticos europeos ha sido una constante
de la política estadounidense desde el fin de la Segunda Guerra Mundial
hasta nuestros días. Este supuesto “derecho” a elegir a los jefes de
estado no admite fronteras: hace solo un par de meses el presidente
Biden insistió que se debe destituir a Putin y poner en su lugar a otro
líder (…que lógicamente debería ser pro-estadounidense).

La segunda característica radical de los dictados papales fue la
supresión de toda ideología y política que se apartara de la autoridad
papal. La cláusula 2 establecía que sólo el Papa podía ser llamado
“Universal” . Cualquier desacuerdo era, por definición, una herejía. La
cláusula 17 establecía que ningún libro podía considerarse canónico sin
la autorización papal.

En términos modernos – con el dios mercado gobernando en nuestras vidas-
los Estados Unidos hacen una demanda similar al declarar como herejes
(el termino que se usa ahora es “revisionistas”) a aquellos países que
no respeten sus reglas, unas reglas impuestas por los “mercados libres”
privatizados y financiarizados. En los hechos esto significa que hoy los
gobiernos nacionales no pueden tener una política económica
independiente porque estas políticas deben estar subordinadas a los
intereses de las élites financieras y corporativas centradas en Estados
Unidos.

Hoy en día la demanda de universalidad de la Nueva Guerra Fría está
envuelta con la retórica de la «democracia». Una definición de
democracia que tiene como ejemplo la /“democracia estadounidense”/ y que
específicamente se manifiesta /“a favor de las privatizaciones como
parte de la nueva religión creada por el neoliberalismo, donde el dios
dinero está por sobre todas las cosas ”./

Esta política económica mundana ha llegado a ser  considerada “ciencia”,
por un cuasi Premio Nobel de Economía. Lo de “ciencia”, en este caso, es
un eufemismo postmoderno utilizado para justificar los programas de
austeridad del FMI, el favoritismo fiscal para los ricos y la basura
neoliberal de la Escuela de Chicago.

Los dictados papales detallaron una estrategia para asegurar el control
unipolar sobre los reinos seculares. Dogmatizaron la primacía del Papa
sobre los reinos seculares, particularmente sobre los emperadores del
Sacro Imperio Romano Germánico.

La cláusula 26 le dio al papado la autoridad para excomulgar a
cualquiera que “no estuviera en paz con la Iglesia Romana”. Ese
principio enlazaba con la siguiente cláusula, que permitía al Papa
“absolver a los súbditos que renunciaran a la fidelidad a los hombres
malvados”. Esta disposición estaba destinada a alentar la versión
medieval de las “revoluciones de color” y provocar cambios de régimen en
aquellos reinos que no aceptaban los dictados papales.

El factor que le permitió al Papado aplicar con éxito esta política fue
la creación de un antagonismo con aquellas sociedades y pueblos que no
estaban sujetas al control papal: por ejemplo, los musulmanes que
ocupaban Jerusalén, los cátaros franceses, los judíos en Europa y
cualquier persona que fuera simplemente declarada “hereje”. Y sobre
todo, el odio hacia aquellas regiones que eran lo suficientemente
fuertes como para resistir el pago de los tributos financieros que
exigían los Papas.

Guardando las distancias hoy tenemos equivalentes a esa gran “autoridad
ideológica” que le permitió al Papa poder de excomulgar a los “herejes”
que se resistían a sus demandas de obediencia y tributo.

Las acciones equivalentes de hoy en día las dictaminan la Organización
Mundial del Comercio, el Banco Mundial y el FMI; instituciones que no
solo dictan periódicamente las prácticas económicas a los gobiernos sino
que también establecen «condiciones» que deben acatar todos los países
bajo pena de sanciones de los EE.UU. En otros términos, una versión
moderna de la excomunión, una pena que se aplica a los países que ahora
no aceptan la soberanía estadounidense.

Esta claro para cualquier persona medianamente informada que los países
satélites de EEUU deben seguir sin chistar los dictados del FMI y del
Banco Central y aceptar las guerra que ha hecho la OTAN en los últimos
30 años. Como dijo Margaret Thatcher para justificar las privatizaciones
neoliberales que destruyeron el sector público británico, There Is Not
Alternative (TINA).

En el campo jurídico la cláusula 19 dictaminó que el Papa no podía ser
juzgado por nada ni nadie. Lo mismo pasa hoy día con Estados Unidos, que
no acata ni se respeta los dictámenes de la Corte Internacional Penal.

*Las sanciones económicas como castigo a los herejes*

Mi punto es enfatizar las analogías existentes con las políticas
estadounidenses. Las sanciones comerciales son una forma de excomunión.
Han dejado patas arriba al Tratado de Paz de Westfalia de 1648 que
plasmó en un documento el principio que cada país y sus gobernantes
deben ser independientes de la intromisión extranjera.

El presidente Biden caracteriza la interferencia estadounidense como un
argumento para su antítesis entre “democracia” y “autocracia”. Por
democracia se refiere a una oligarquía clientelista bajo el control de
Estados Unidos, que crea riqueza financiera al reducir los niveles de
vida de los trabajadores, en oposición a las economías mixtas
(público/privadas) que promueven los niveles de vida y la solidaridad
social.

Como mencioné, al excomulgar a la Iglesia Ortodoxa con sede en
Constantinopla, el Gran Cisma creó una fatídica línea que ha dividido
Occidente de Oriente durante el último milenio. Esa división fue tan
importante que Vladimir Putin la citó en su discurso del 30 de
septiembre de 2022, al describir la ruptura con las economías
occidentales centradas en EEUU y la OTAN.

En los siglos XII y XIII, los reyes alemanes , los normandos (que
conquistaron Inglaterra) los reyes franceses- y de otros países- fueron
repetidamente amenazados con ser excomulgados y finalmente la mayoría
tuvo que sucumbir a las demandas papales. El conflicto se mantuvo hasta
el siglo XVI cuando Martín Lutero, Enrique VIII y Zuinglio, finalmente
lograron crear una alternativa protestante a Roma, lo que hizo que el
cristianismo occidental fuera multipolar.

*Las cruzadas con elemento cohesionar del Imperio*

¿Por qué tomó tanto tiempo? La respuesta es que las Cruzadas
proporcionaron una tremenda potencia ideológica organizadora. Las
Cruzadas es la analogía medieval con la Nueva Guerra Fría entre Oriente
y Occidente. Sus ideólogos crearon un justificación espiritual que les
permitió movilizar el odio contra «el otro»: representado, esta vez, por
el Oriente musulmán, los judíos y los disidentes cristianos europeos .

La “ideología” de las Cruzadas se pueden asemejar con la actual
inconmovible “fe” en la doctrina neoliberal del «libre mercado» que
digitaliza la oligarquía financiera y con la hostilidad estadounidense
hacia China, Rusia y otras naciones que no siguen a pies juntillas el
credo privatizador.

En la actual Guerra Fría, “la fe neoliberal de Occidente” ha movilizado
el miedo y el odio hacia “el otro”. Esta vez le toco el turno a las
naciones que siguen un camino independiente, son demonizado como
“regímenes autocráticos” llegando a fomentar el racismo como se ha hecho
evidente con “rusofobia y la cultura de cancelación”.

Así como la transición multipolar del cristianismo occidental requirió
la creación de una alternativa protestante en el siglo XVI, la ruptura
de Eurasia con el Occidente de la OTAN debe ser consolidada por una
ideología alternativa sobre cómo organizar las economías mixtas
(públicas y privadas) y su infraestructura financiera.

Las iglesias medievales en Occidente fueron vaciadas de sus limosnas y
donaciones para contribuir con “el penique a Pedro” y otros subsidios al
papado para las guerras que estaba librando contra los gobernantes que
se resistían a las demandas del Papa.

Inglaterra jugó el papel de gran víctima que juega Alemania hoy. Se
recaudaron enormes impuestos ingleses para financiar las Cruzadas que
luego se desviaron para luchar contra Federico II, Conrado y Manfredo en
Sicilia. Ese dinero fue sufragado por los banqueros papales del norte de
Italia (lombardos y cahorsinos) y se convirtió en una deuda que se
transmitió a toda la economía.

Los barones de Inglaterra libraron una guerra civil contra Enrique II en
la década de 1260, poniendo fin a su complicidad con las demandas
económicas de Roma. Pero, lo que acabó con el poder del papado fue el
final de su guerra contra el Oriente musulmán. Cuando los cruzados
perdieron Acre en 1291, el Papa perdió el control sobre la cristiandad.
Ya no había un “mal” que combatir, y el “bien” había perdido su centro
de gravedad y coherencia.

En 1307, Felipe IV (“el Hermoso”) se apoderó en París de las riquezas de
los Templarios, la gran orden bancaria militar de la Iglesia. Otros
gobernantes también nacionalizaron a los Templarios y los sistemas
monetarios fueron arrebatados de las manos de la Iglesia. Sin un enemigo
común definido y movilizado por Roma, el Papa perdió su poder ideológico
unipolar sobre Europa occidental.

El equivalente moderno a la nacionalización de los Templarios y de las
finanzas papales debería ser que los países se negaran a participar en
esta Nueva Guerra Fría promovida por Estados Unidos y, que rechazaran el
patrón dólar y el sistema bancario/ financiero estadounidense. Esto ya
esta sucediendo. Cada vez más países ven a Rusia y China no como
adversarios sino como grandes oportunidades para obtener ventajas
económicas mutuas.

*La promesa rota de beneficio mutuo entre Alemania y Rusia*

La disolución de la Unión Soviética en 1991 prometía el fin de la Guerra
Fría. El Pacto de Varsovia se disolvió, Alemania se reunificó y los
diplomáticos estadounidenses prometieron el fin de la OTAN, porque ya no
existía la amenaza militar soviética.

Los líderes rusos se entregaron a la esperanza de que, como lo expresó
el presidente Putin, se crearía una economía paneuropea desde Lisboa
hasta Vladivostok. Se esperaba que Alemania, en particular, tomara la
iniciativa de invertir en Rusia para que este país reestructurará su
industria con líneas más eficientes. Rusia pagaría por esta
transferencia tecnológica suministrando gas y petróleo, además de
níquel, aluminio, titanio y paladio.

Occidente se comprometió a que la OTAN *no* se expandiría amenazando con
una Nueva Guerra Fría, y mucho menos que respaldaría a Ucrania, conocida
como la cleptocracia más corrupta de Europa y dirigida por partidos
extremistas que se identificaban con el nazismo alemán .

Ahora, ¿cómo se explica qué el potencial de beneficio mutuo entre Europa
Occidental y las antiguas economías soviéticas se haya convertido en un
patrocinio a la cleptocracia ucraniana ?

La destrucción del oleoducto Nord Stream resume esta dinámica en pocas
palabras. Durante casi una década, Estados Unidos ha demandado
constantemente que Alemania termine su “dependencia” de la energía rusa.
A estas demandas se opusieron Gerhardt Schroeder, Ángela Merkel y los
líderes empresariales alemanes. Señalaron, una obvia lógica económica;
había que asegurar el comercio entre las manufacturas alemanas y las
materias primas rusas.

A esta altura el gran problema de Estados Unidos era cómo evitar que
Alemania aprobara el oleoducto Nord Stream 2. Victoria Nuland, el
presidente Biden y otros políticos  estadounidenses demostraron que la
forma de hacerlo era incitar al odio hacia Rusia.

Entonces, la Nueva Guerra Fría se enmarcó como una nueva gran Cruzada.
Curiosamente, así describió George W. Bush el ataque estadounidense a
Irak para apoderarse de sus pozos petroleros.

El golpe de Estado de 2014 financiado por Estados Unidos creó un régimen
títere en Ucrania que pasó ocho años bombardeando indiscriminadamente
las provincias orientales de habla rusa. De esta manera la OTAN provocó
a una respuesta militar rusa. La incitación tuvo éxito y la respuesta
rusa fue debidamente etiquetada como una atrocidad no provocada.

La decisión rusa de proteger a los civiles del Donbass fue desde el
comienzo instrumentalizada por los medios controlados por la OTAN como
una manera de justificar las sanciones impuestas a Rusia desde febrero.
Una campaña de este tipo era condición previa para demonizar «a todo lo
ruso» y así dar inicio de una moderna cruzada del poder financiero
envuelto en la bandera de «los valores occidentales».

El resultado es que el mundo se está dividiendo en dos campos: por un
lado una OTAN centrada en Estados Unidos y por el otro una emergente
Coalición Euroasiática. Un subproducto de esta dinámica ha sido dejar a
una Alemania incapaz de seguir una política económica independiente de
relaciones comerciales mutuamente ventajosas con Rusia (y también con
China).

El canciller alemán Olaf Scholz viajó esta semana a China para solicitar
a la nación asiática que deje de subsidiar su economía, o en caso
contrario Alemania y Europa impondrán sanciones al comercio con China.
No hay forma de que China pueda satisfacer esta ridícula demanda, como
tampoco se le puede exigir a Estados Unidos o cualquier otra economía
deje de subsidiar sectores clave como los chips para ordenadores.

El Consejo Alemán de Relaciones Exteriores es el brazo económico
neoliberal de la OTAN. Ahora este influyente organismo está promoviendo
la desindustrialización alemana y propugnando la dependencia económica
de los Estados Unidos, de este modo excluye el comercio alemán con China
y Rusia. Claro, que si tiene éxito promete ser el último clavo en el
ataúd económico de Alemania.

Otro subproducto de la Nueva Guerra Fría ha sido poner fin a cualquier
plan internacional para detener el calentamiento global. La piedra
angular de la diplomacia económica estadounidense es que sus compañías
petroleras (y las de sus aliados de la OTAN) controlen el suministro
mundial de petróleo y del gas.

De eso se trató la guerra de la OTAN en Irak, Libia, Siria, Afganistán y
Ucrania. El asunto no es tan abstracto ni idealista como “Democracias
vs. Autocracias”. Se trata de sencillamente de la capacidad de Estados
Unidos para controlar a otros países interrumpiendo su acceso a la
energía y a otras necesidades básicas.

Sin la narrativa del “bien contra el mal” en esta Nueva Guerra Fría, las
sanciones de EE. UU. perderán su razón de ser, no se justificaría de
ninguna manera la restricciones impuestas al comercio entre Europa
Occidental, Rusia y China.

*En Ucrania se desarrollan las primeras batallas por un mundo* *multipolar*

Este es el contexto de la lucha de hoy en Ucrania: El Pentágono hará
todo lo que este en sus manos para que Alemania y Europa dependan
totalmente de los suministros de gas licuado estadounidense (GNL). La
guerra en Ucrania es simplemente el primer paso de una lucha que
posiblemente dure unos 20 años. Lo que se juega Washington en Ucrania es
cómo evitar que el mundo se vuelva multipolar. Si Estados Unidos pierden
en Ucrania seria la condena de muerte al mundo unipolar dominado por “la
nación excepcional”  

El truco consiste en tratar de convencer a los alemanes para que
dependan de  la seguridad militar proporcionada por Estados Unidos. Lo
que Alemania supuestamente necesita es protección en una guerra contra
China y Rusia, porque según los militares estadounidenses Rusia
pretendería  “ucranizar” toda Europa.

Los gobiernos occidentales no han hecho ningún llamamiento para un fin
negociado en esta guerra, porque no se ha declarado ninguna guerra en
Ucrania. Estados Unidos no declara sus guerras en ninguna parte, porque
eso requeriría una declaración formal del Congreso. Con esta triquiñuela
los ejércitos de EEUU y de la OTAN con total impunidad bombardean
naciones y pueblos, organizan revoluciones de colores, se entrometen en
la política interna e imponen graves sanciones que en este caso llevaran
a la ruina a Alemania y su vecinos europeos.

¿Cómo pueden las negociaciones “poner fin” a una guerra que no tiene
declaración formal o que en realidad es una estrategia a largo plazo de
dominación mundial?

La respuesta es que no puede haber un final hasta que se  establezca una
alternativa el conjunto de instituciones internacionales centradas en el
poder de Estados Unidos. Este paso requiere la creación de nuevas
instituciones que reflejen una alternativa a la visión neoliberal
centrada por el capital financiero.

Finalmente quiero recordar a Rosa Luxemburg . Ella caracterizó
correctamente la gran disyuntiva de nuestro tiempo, “el socialismo o
 barbarie”. Esta dinámica política sigue presente hoy y la he esbozado
en mi libro reciente, The Destiny of Civilization.

***Este documento fue publicado por  el sitio electrónico alemán
https://braveneweurope.com/michael-hudson-germany-position-in-americas-new-world-order.

Publicado en: Actualidad
<https://observatoriocrisis.com/category/actualidad/>

Em
OBSERVATORIO DE LA CRISIS
https://observatoriocrisis.com/2022/11/04/el-nuevo-orden-de-estados-unidos-y-la-posicion-de-alemania/
4/11/2022

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