Los demonios (proletarios) de Inglaterra
     
Breve reseña del libro Chavs. La demonización de la clase obrera
Los demonios (proletarios) de Inglaterra
Demian Paredes
  Un reciente libro escrito por el joven periodista y activista Owen Jones [1] 
da cuenta de una gran discusión pública desarrollada el último lustro en 
Inglaterra: los chavs, término despectivo para aludir a los estratos más bajos 
de la clase trabajadora. Así como en Argentina están estigmatizados los “pibes 
chorros”, los “ocupas” y hasta quienes reciben diversos “planes sociales”, por 
parte de un recalcitrante núcleo de derecha (política y social), o en Brasil los 
“rolezinhos” [2], Jones explica que, en Inglaterra, hay una “forma de odio de 
clase [que] se ha convertido en parte integral y respetable de la cultura 
británica actual. Está presente en los periódicos, telecomedias, películas, 
foros de Internet, redes sociales y conversaciones cotidianas. En el corazón del 
fenómeno chav hay un intento de ocultar la realidad de la mayoría de la clase 
trabajadora. ‘Ahora somos de clase media’, reza el mantra generalizado, todos 
excepto unos pocos irresponsables y recalcitrantes flecos de la vieja clase 
obrera”. Un gran mito, el de una “Inglaterra media”, con unos indeseables 
(marginados) chavs, “sujetos peligrosos” que vivirían de la “caridad estatal”, 
oculta así los resultados de la lucha de clases de los últimos treinta años. 
Jones recupera y repasa “una larga e innoble tradición de odio de clase” burgués 
que recorrió todo el siglo XX, luego de que los trabajadores británicos 
consolidaran sus sindicatos y fueran la base del Partido Laborista. Menciona el 
ataque de los gobiernos de Lord Salisbury y Arthur Balfour, quienes “defendieron 
con entusiasmo la infame resolución judicial de Taff Vale en 1901, que golpeó a 
los sindicatos”, obligándoles a pagar las pérdidas económicas ocasionadas a las 
patronales a causa de las huelgas; también hace referencia a la gran huelga 
general de 1926, cuando “el Gobierno tory [Partido Conservador] advirtió del 
peligro de una revolución roja y movilizó a las fuerzas armadas. […] Como parte 
de esta lección, se prohibieron los piquetes masivos y toda huelga declarada en 
apoyo de otros trabajadores, y se debilitaron los lazos entre los sindicatos y 
el Partido laborista. Se puso de nuevo en su sitio a la clase obrera” [3]. Y 
finalmente otro intento: el de “una nueva generación de tories” por ganar la 
lucha de clases “para siempre” en la década de 1980: “Los tories bajo el mando 
de [Edward] Heath habían sido derrocados por una huelga nacional de mineros en 
1974. Heath había preguntado al electorado: ‘¿Quién gobierna Gran Bretaña?’. La 
respuesta fue: ‘Tú no, compañero’. Fue una derrota humillante, y la primera vez 
que los sindicatos habían derrocado de verdad a un Gobierno. [Margaret] Thatcher 
no lo había olvidado. Su respuesta debe ser considerada uno de los más crueles 
actos de venganza de la historia británica”. 
Esa venganza, la ofensiva thatcherista contra la industria y los sindicatos 
“devastó comunidades enteras” y atacó “la propia identidad de los trabajadores”: 
“los sindicatos, a pesar de sus fallos y limitaciones, habían dado a los 
trabajadores […] fuerza, solidaridad y sensación de poder”. (Un periodista del 
Mirror recuerda en el libro cómo “Los piqueteros agresivos y los ‘sindicatos que 
tenían al país secuestrado’ eran tópicos periodísticos”.) Luego de esto, se pasó 
del temor y el odio a la burla y el escarnio para con la clase trabajadora, 
desmembrada, precarizada, atomizada, al mismo tiempo que aumentaban –como 
perverso subproducto de la desocupación y precarización laboral– la 
delincuencia, la violencia y la drogadicción (“La postura del thatcherismo 
consistía en que la delincuencia era una elección individual, no uno de los 
muchos males sociales que proliferan en comunidades destrozadas”, recuerda 
Jones). La política de Tony Blair y el llamado “nuevo laborismo” en los ‘90 no 
hizo más que continuar esas políticas neoliberales contra los trabajadores, 
favoreciendo al capital financiero, sumándose al discurso (conservador, 
competitivo) del “progreso” mediante el “esfuerzo individual”. Dice Jones: “Hubo 
un tiempo en que la clase obrera había sido tratada con condescendencia, más que 
con abierto desprecio. [Benjamin] Disraeli [primer ministro conservador, 
1874-1880] había llamado a la gente de clase trabajadora ‘ángeles de mármol’. 
‘La sal de la tierra’ fue otra expresión antiguamente asociada a ellos. Hoy lo 
más probable es que se les llame chavs. De sal de la tierra a escoria de la 
tierra. Este es el legado del thatcherismo: la demonización de todo lo 
relacionado con la clase trabajadora”. 
Para Jones “el fenómeno chav oculta lo que significa ser de clase trabajadora 
hoy en día”. Y señala: “Más de ocho millones de nosotros aún tiene trabajos 
manuales, y otros ocho millones son administrativos, secretarias o tienen otros 
empleos de servicio al consumidor. Esto suma más de la mitad de la población 
activa, y eso sin incluir a los profesores, trabajadores sanitarios como las 
enfermeras y a los conductores de trenes, que están adscritos a categorías del 
tipo ‘profesiones cualificadas’”. Así como en la década de 1990 en Argentina 
proliferó (y se mantiene aún) el trabajo precario, con contratos, “flexibles”, 
etc. [4], en “la Gran Bretaña del siglo XXI” ocurrió algo parecido: reducida la 
industria, surgió trabajo (mal pago) en el sector “servicios”: “Actualmente hay 
casi un millón de personas que trabajan de teleoperadores, y el número va en 
aumento cada año. Para ponerlo en perspectiva, había un millón de hombres 
trabajando en las minas en el periodo álgido de la minería en los años cuarenta. 
Si el de minero era uno de los trabajos emblemáticos de la Gran Bretaña de 
posguerra, hoy, sin duda, el teleoperador es un símbolo tan bueno de la clase 
trabajadora como cualquier otro”. Ausente de las pantallas de TV, del discurso 
de periodistas y políticos, la “reponedora [de supermercados] mal pagada y a 
tiempo parcial”, “representativa” de la clase trabajadora británica hoy, es 
parte de una clase con un “poder de negociación” “más débil que nunca”. A esto 
Jones suma el ingreso de China y el bloque de la extinta URSS a la economía 
capitalista (junto a India), que permitió abaratar el precio “global” de la mano 
de obra. El resultado: “Casi dos tercios de la riqueza de la nación se 
destinaban a salarios allá por 1973. Hoy apenas supera la mitad”. El libro de 
Jones es muy conciso, está escrito llanamente y posee una interesante 
recopilación de cifras, estadísticas y testimonios de políticos, sindicalistas y 
periodistas de diversas tendencias, junto a los de profesionales (médicos, 
economistas), y que por momentos hasta sorprende por la similitud que se puede 
encontrar con la situación de los países de la periferia capitalista –como 
cuando informa que Inglaterra también tiene sus “ninis”: “uno de cuatro jóvenes 
son ‘ninis’ en algún momento: […] chicos entre dieciséis y dieciocho años que 
‘ni estudian ni trabajan’”–; y, ante todo esto, su planteo: la necesidad de 
retornar a “una política de clase”, el último período abandonada por “toda la 
izquierda”. 
Tenemos un libro, entonces, que permite conocer la historia reciente de la clase 
trabajadora británica, varios aspectos de su situación actual, y que invita a 
pensar qué política –internacionalista, clasista y revolucionaria– se puede (y 
hay que) desarrollar. 
Notas:
[1] Owen Jones, Chavs. La demonización de la clase obrera. Madrid, Capitán 
Swing, 2013 (ed. original 2011). 
[2] Ver “O que expressam os ‘rolezinhos’ num Brasil pós-junho?”, nota de Evandro 
Harry y Iuri Tonelo en la web de la LER-QI. 
[3] Recuerda Jones que “Una vez desbaratada la huelga, el conservador […] 
guerrero de clase Arthur Balfour se jactó de que ‘la huelga general ha enseñado 
más a la clase obrera en cuatro días que en años de conversaciones’”.  
[4] Puede verse al respecto el libro de Laura Meradi Alta rotación. El trabajo 
precario de los jóvenes (Bs. As., Tusquets, 2009). Y también la reseña del autor 
de esta nota: “Juventud ‘divino tesoro’… del explotador” en la web del PTS. 
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una 
licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras 
fuentes.
In
Rebelion
http://rebelion.org/noticia.php?id=182052
15/3/2014
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